Cuando el peligro es pequeño somos felices
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Retrato de la intimidad, figura de un final, la narración capta el instante preciso en que tuvimos algo. Pero ahora ya no.
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Comentarios para Cuando el peligro es pequeño somos felices
2 clasificaciones2 comentarios
- Calificación: 1 de 5 estrellas1/5Yo sé cómo logré no terminarlo: Leí 10 páginas y lo dejé en la calle. Qué malo es por dios! Dedicarse a otra cosa.
- Calificación: 1 de 5 estrellas1/5Me pareció tan malo este libro por dios, oscuro y denso sin razón, espantoso y escrito catarticamente por alguien que parece un adolescente con pretensiones de escritor, no sé cómo logré terminarlo
A 1 persona le pareció útil
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Cuando el peligro es pequeño somos felices - Victoria Schcolnik
Schcolnik, Victoria
Cuando el peligro es pequeño somos felices
/ Victoria Schcolnik
1ª ed.
-
Ciudad Autónoma de
Buenos Aires
:
Mardulce
, 2020.
Archivo Digital: descarga.
ISBN
978-987-3731-60-0
1.
Novela
.
Ⅰ. Título
CDD A863
ISBN edición impresa:
978-987-3731-44-0
© 2019 Victoria Schcolnik
© 2019 Mardulce
Scalabrini Ortiz 874, departamento 8
c1414cnv Buenos Aires, Argentina
mardulceeditora.com.ar
Corrección y coordinación de imprenta: Lucila Schonfeld – edit.ar
Diseño de colección y cubierta: trineo.com.ar
ISBN: 978-987-3731-44-0
Hecho el depósito que marca la Ley 11.723
Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier medio o procedimiento, sin previo aviso a los titulares del copyright
Impreso en Argentina
Información de Accesibilidad:
Amigable con lectores de pantalla: Si
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WCAG 2.0 AA
.
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WCAG-AA
Peligros: ninguno
Certificado por: DigitalBe
Victoria Schcolnik
Cuando el peligro
es pequeño
somos felices
A Marcelo Carnero
Every love story is a ghost story
David Foster Wallace
Anna
Corre hacia la puerta de la casa como si hubiera visto un fantasma, si te vas, nunca conseguirás hacerlo del todo, siempre vas a sufrir de la misma manera la forma en que hoy te hiciste desdichada.
Lobo
Repasa palabra por palabra lo que le dijo. Ya es tarde, Anna se fue. Si hubiese sabido qué era lo que finalmente la sacaría afuera habría depositado su rencor en todas las demás frases, habría hablado hasta el agotamiento, pero siempre asegurándose de no decir eso que, a cada persona según su historia, la obliga a escapar.
Anna
Eso es lo último que escuchó. Él sigue hablándole, pero ella dejó de entender. Ni siquiera lo intenta. Cruza la puerta de la casa y la cierra con un latigazo. Se agarra el hombro que le queda latiendo hasta llegar al banco en la vereda. Siente la madera caliente y se desploma ahí. El sol la rodea como si la estuviera apartando del resto. Pasan unas mujeres, sus voces la erizan más que el ruido de la ropa cuando se roza.
Piensa en la higuera que quedó del otro lado y en cómo siempre le habla de sus temores. Su intimidad es ese jardín, por las tardes, cuando el sol ya no da de lleno sobre las flores.
Lobo
Como si el mecanismo del habla retrocediera, las palabras que le dijo a Anna se le juntan en la boca obligándolo a tragar. Encuentra el whisky que sobró de la noche anterior. El alcohol termina de arrastrar lo que piensa hacia el fondo de la garganta. Se tambalea, porque un pensamiento que vuelve con esa vehemencia es igual al vértigo.
Anna
Llega un sonido, viene de la casa. Trata de apagar los ruidos de la calle y se concentra en lo que pasa del otro lado de la pared, se imagina a Lobo dando vueltas entre los muebles con el corazón agitado, como si corriera en círculos por su vida. Pero lo que a ella más le aterra no es pensar en cómo él puede debilitarse hasta quedar sometido a la casa, sino que abra la puerta de entrada, la encuentre quieta en el banco, y sepa que la distancia que consigue ponerle son unos pocos metros.
Anna cree escuchar el movimiento de las maderas, el ruido ignorado de zócalos y bisagras. La vida por fuera de la vida humana. Solo eso es audible. De él, nada.
Lobo
Da vueltas por la casa sin acercarse a las ventanas. Tiene épocas en las que se obsesiona con dejar de decir en voz alta lo que odia de Anna. Pero después se convence de que si empieza a cambiar para ella, con el tiempo, las cosas perderán sentido. Entonces sueña que toma veneno, como si así pudiera terminar con el dilema. En los últimos meses cada vez son más las noches en que se despierta justo cuando Anna lo encuentra a punto de morir. Al abrir los ojos, ella tiene la cara contra la suya. Como si supiera que él sueña con matarse, Anna le repite que sabe cuidarlo mejor mientras duerme.
Anna
La sola idea de alejarse de la casa la marea. Piensa en aquel viaje a la playa, en el que solo les importaba refrescarse y el único mal era el calor. A veces, para ellos, su único peligro había sido el sopor o la fiebre. De golpe, se da cuenta de que se