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Pájaros de alas cortadas
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Libro electrónico146 páginas1 hora

Pájaros de alas cortadas

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“Me opongo a la violencia, porque cuando parece causar el bien éste sólo es temporal, el mal que causa es permanente” Mahatma Gandhi (1869-1948). La no violencia de Gandhi es un mensaje que no pasa de moda y que Fernando Sánchez Aranaz, autor de esta novela, recoge y cose en la trama narrativa de la obra, como esencia inspiradora que guía a los personajes. Claire y Josemari, reflexionan sobre los horrores de la guerra, sobre los avatares de la historia de Vasconia y acerca de la resolución de los conflictos, a través de sus vivencias personales y de sus recuerdos: que los seres humanos no son perfectos, que los conflictos entre ellos son inevitables, que ante la injusticia hay varias formas de reaccionar, que la violencia, aunque sea la solución más fácil, no debe ser la respuesta. Todos los hombres y todas las mujeres, deben conquistar su independencia y libertad, si se les cortan las alas, como al pájaro del poema de Joxan Artze, ya no serían pájaros. O como al pájaro Miná al que pareció mejor “cortarle las alas que habilitarle una jaula... Pero, el pájaro se fugó de aquella casa y fue a parar al ashram de Gandhi, donde encontró los suficientes motivos para quedarse a vivir.”

Fernando Sánchez Aranaz (Donostia/San Sebastián, 1953), historiador, escritor y periodista. Ha trabajado en el mundo de los movimientos sociales y en el campo de la gestión cultural. Colaborador en diversos medios de comunicación. Ha publicado trabajos sobre la situación vivida en su país, como “La Noviolencia en Euskal Herria, una esperanza” (1989) y “Tolerancia, el Medio y el Reto” (2000); sobre gestión cultural y turismo: “Manual de Senderismo” (1999) o “Comer en la Llanada” (2009). En el terreno de la historia ha publicado “La Batalla de Vitoria” (2013), “Historia de la Guerra en Bosnia” (2019) y “Vasconia de Ducado a Reino” (2020), así como varias colaboraciones en publicaciones especializadas y ponencias en congresos. En cuanto a la narrativa, es autor de las novelas “Wouiwre” (2011) e “Íñigo de Loiola, Tribulaciones entre Navarra y Roma” (2015), así como de la obra de teatro “Martin Ttipia” (2017).
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento31 may 2020
ISBN9791220100359
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    Pájaros de alas cortadas - Fernando Sánchez Aranaz

    Fernando Sánchez Aranaz

    Pájaros de alas cortadas

    EDIFICARE

    UNIVERSI

    © 2020 Europa Edizioni s.r.l. | Roma

    www.europaedizioni.it

    I edizione elettronica maggio 2020

    ISBN 979-12-201-0035-9

    Distributore per le librerie Messaggerie Libri

    A todos aquellos que luchan por alcanzar

    la justicia con armas de justicia.

    1

    CUADROS EN UNA EXPOSICIÓN

    El hombre es un ser imperfecto

    Propongo leer este capítulo escuchando la obra Pictures at an exibition de Modest Mussorgsky, especialmente la última parte titulada La Gran Puerta de Kiev.

    En algún momento a partir del año 2019.

    La villa vizcaína de Gernika fue bombardeada por la aviación alemana, aliada de los sublevados franquistas, el día 26 de abril de 1937. Era lunes y, como todos los demás lunes del año, había mercado. Gernika contaba entonces con una población de unos cinco mil quinientos habitantes, pero habían llegado a ella gran número de refugiados procedentes de la línea del frente, así como combatientes en retirada. Teniendo en cuenta que muchos hombres censados en la villa estaban en el frente y que un número indeterminado de gernikarras estarían ausentes, también por motivo de la guerra, podría cifrarse en alrededor de siete mil quinientas las personas que aquel día estaban en Gernika. Aunque el mercado, dada la cercanía del frente, había sido suspendido, mucha gente de los pueblos cercanos no se había enterado de tal hecho, dada la precariedad de las comunicaciones de la época, máxime en aquellos momentos, por lo que, por ese motivo, podría haber allí también un cierto número de personas de los alrededores.

    Según se dijo luego, el bombardeo pretendía destruir el puente de Rentería, sobre el río Oka, lo que parece mucho fuego para tan poca leña. Existían tres fábricas de armas, pero ninguna resultó afectada por el bombardeo. El ataque comenzó a las cuatro y media de la tarde. A esa hora un bombardero alemán bimotor, Dornier DO-17, llegó desde el este y comenzó a dejar caer su mortífera carga. Realizó dos pasadas a baja altura, alcanzando a la iglesia de San Juan. Nada más descubrirse su presencia desde el monte Kosnoaga, las alarmas fueron activadas, por lo que la gente había empezado a correr hacia los refugios. Aquel avión provenía del aeródromo de Burgos, desde donde había volado en solitario. Nada más irse, aparecieron tres trimotores Savoia-79 italianos, esta vez desde el norte, volando a gran altura, unos 3.800 metros, causando diversos destrozos. Esos aviones habían partido desde Soria. A las cinco de la tarde fue visto un bimotor Heinkel HE-111, alemán, que arrojó varias bombas de 250 kilos. A las seis se presentó otro HE-111, escoltado por cinco cazas italianos CR-32, que bombardeó la zona del puente de Rentería, sin dañarlo. Estos aviones también provenían de Burgos. Lo peor aún estaba por llegar. A las seis y media entraron por el norte diecinueve trimotores Junker JU-52, que arrojaron un total de veinte toneladas de bombas, cinco de ellas incendiarias, en un pasillo de unos 150 metros de ancho. Es difícil saber cuáles eran sus objetivos, sobre todo porque la gran humareda que ocasionaron les obligó a arrojar sus bombas a ciegas, pero originaron una terrible destrucción en la villa, así como un devastador incendio. Los bombarderos provenían de Burgos, pero en el camino se les había unido un grupo de cazas que habían despegado del aeródromo de Salburua, en Vitoria. Estos cazas se dedicaron, tras el paso de los bombarderos, a ametrallar a la gente que huía, volando a baja altura. Eran cinco Messersmitt BF-109 alemanes y otros cinco Fiat CR-32 italianos. Eran las siete de la tarde, el bombardeo había concluido, Gernika ardía. Tres cuartas partes de los edificios de la villa estaban destruidos, se salvaron la Casa de Juntas, las tres fábricas de armas y el puente de Rentería. Murieron 250 personas. Cayeron sobre Gernika 28 toneladas de bombas, arrojadas por 25 aviones. El gobierno franquista, en un primer momento, negó la realidad del bombardeo, acusando de la destrucción de la villa a los republicanos, tal como había ocurrido en Irún. Tropas nacionales entraron en Gernika el 29 de abril. En un primer momento los requetés carlistas protegieron el árbol sagrado, ante las amenazas de los falangistas que pretendían destruirlo.

    A principios de ese año 1937, el gobierno de la república española había encargado al pintor malagueño Pablo Ruiz Picasso, un mural para el pabellón español de la exposición internacional de París, que se inauguraría en junio. Cuando Picasso se enteró de lo sucedido en Gernika ya tenía alguna idea sobre el trabajo que iba a hacer, pero entonces lo vio todo claro. A partir del 1º de mayo comenzó a realizar bocetos, más de cincuenta. El día 11 empezó a pintar sobre el lienzo. En tres semanas el mural, de 3,51 por 7,82 metros, estaba acabado. Picasso lo tituló La muerte de Gernika. El 12 de julio se inauguró la exposición internacional. Algunos políticos vascos pretendieron, sin conseguirlo, sustituir el mural de Picasso por un tríptico de Aurelio Arteta que representaba la guerra en el País Vasco. La obra no tuvo mucho éxito, más allá de su carga simbólica. La crítica de arte no demostró gran entusiasmo, más bien al contrario, tampoco el gobierno de la República, propietario del cuadro, pareció apreciarlo demasiado. En 1938, el cuadro se trasladó a Londres y luego a los Estados Unidos, donde se expuso en varias ciudades. Después de la guerra mundial, en los años cincuenta del siglo XX, fue llevado por distintos países europeos, para acabar en una pared del Museo de Arte Moderno de Nueva York. Poco a poco fue convirtiéndose, en todo el mundo, en un símbolo del horror ante la guerra. Sin embargo, entre los vascos, también entre la izquierda española, adquirió una dimensión más política y más concreta, de oposición antifranquista. El año 1981 el gobierno postfranquista español, presidido por Leopoldo Calvo-Sotelo, reclamó la propiedad del cuadro, como sucesor del gobierno de la República. El Gernika volvió a atravesar el océano y fue expuesto en Madrid, en el Casón del Buen Retiro. Luego pasó al Centro de Arte Reina Sofía. Desde siempre los vascos pretendieron que el destino final del Gernika de Picasso estuviera en el País Vasco, a lo que los gobernantes españoles se habían negado siempre. Volvió a solicitarse la presencia de esta obra de Picasso en el País Vasco, cuando en Bilbao, en octubre de 1997, se inauguró el Museo Guggenheim. Se volvía así a intentar llevar la presencia del cuadro cerca de la población que le dio razón de ser, pero el Patronato del Reina Sofía se opuso, aduciendo el mal estado de conservación del cuadro.

    Por fin, años después, el mítico mural ha podido ser expuesto en el País Vasco, gracias a una extraordinaria concatenación de circunstancias favorables. No ha sido en Gernika, ni en Bilbao, sino en Vitoria-Gasteiz, en el Museo Artium, en el contexto de una importante exposición sobre la guerra en la historia del arte.

    * * *

    Paisaje desolado después de una batalla, muertos y heridos, guerreros vencidos, mujeres y niños dolientes, cautivos desarmados, incendios, humo, escombros,... Entre otros ciudadanos y ciudadanas, un hombre ya mayor, de nombre Josemari y una mujer bastante más joven, llamada Claire contemplan esas cosas en los cuadros de la exposición. Van de un lienzo a otro por la amplia sala, estrechamente vigilados por una legión de guardias de seguridad, vistosamente ataviados para la ocasión con un atuendo mezcla de uniforme de policía y vestimenta de turista norteamericano.

    —El hombre es un ser imperfecto —sentencia él, mientras examina un cuadro del siglo XVII.

    En el primer plano yace un cadáver con el torso desnudo, a la izquierda, un poco más lejos, dos soldados se acuchillan fieramente, a la derecha dos hombres a caballo, el más próximo, revestido de armadura, en actitud de mando, es Gonzálo Fernández de Córdova, militar español, vencedor de la batalla sobre las tropas protestantes, al fondo dos ejércitos se enfrentan sobre una especie de loma, banderas al viento, disparos de arcabuz, cañones, humaredas, casi puede sentirse el olor de la pólvora, en último término la ciudad de Fleurus. Se trata de Victoria de Fleurus, una obra de grandes proporciones realizada en 1634 por Bartolomé Carducho, que celebra el triunfo de las fuerzas españolas sobre las flamencas protestantes, cerca de esa ciudad valona, que tuvo lugar el 29 de agosto de 1622.

    —¿Qué te parece? —le pregunta a la mujer.

    —Que estamos ya en el siglo XXI y seguimos como siempre —responde ella.

    Ambos contemplan luego una tabla gótica que representa a dos guerreros con armaduras, montados a caballo, combatiendo fieramente. Sobre ellos, flotando en el éter, tres ángeles asexuados de rostros seráficos vestidos con albas túnicas, él del centro lleva un lienzo en el que puede leerse, DEI IVDICIVM.

    —El juicio de Dios —traduce él.

    —Si las personas fuéramos ángeles... —reflexiona ella.

    —Pero no lo somos, si lo fuéramos no habría guerras ni injusticias.

    Uno de los jinetes monta un caballo completamente blanco, el del otro es totalmente negro, ambos sobre los cascos llevan airosos penachos, uno empuña una espada, el otro blande una maza. Caballos y jinetes, más que seres reales, parecen esculpidos, detenidos en el tiempo en una feroz lucha que se diría no acabará jamás, contemplados por

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