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El París de Baudelaire
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Libro electrónico304 páginas4 horas

El París de Baudelaire

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Por su insatisfacción frente al dominio de la burguesía, Baudelaire logró expresar más de su época que lo enunciado por cualquier otra creación literaria de temática social, pero fueron necesarias las interpretaciones de Walter Benjamin –señala Rolf Tiedemann–, para descubrir en el poeta al historiador oculto de aquello en lo que se convertirían, bajo el capitalismo, los proveedores de la fuerza de trabajo.

El libro Charles Baudelaire. Un poeta lírico en la era del auge del capitalismo, proyectado inicialmente en el marco del Libro de los pasajes, al igual que este, quedó inconcluso. Este volumen reúne los textos centrales de ese legado: "El París del Segundo Imperio en Baudelaire" y "Sobre algunos temas en Baudelaire", pensados como capítulos pero que constituyen en sí trabajos cerrados, y "Zentralpark", que recopila fragmentos y notas que permiten un examen acabado del fundamento filosófico de los dos primeros. Además, se incluye el exposé "París capital del siglo xix", borrador en el que Benjamin expone sucintamente el marco temático del Libro de los pasajes, y el prólogo de Tiedemann a los tres primeros textos en la edición alemana de 1974.

Este libro es, sin dudas, el abordaje más completo a las reflexiones de Benjamin en torno a Baudelaire y las relaciones entre poesía y capitalismo.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 mar 2012
ISBN9789877121988
El París de Baudelaire
Autor

Ann K. Boulis

WALTER BENJAMIN (1892–1940) was a German-Jewish Marxist literary critic, essayist, translator, and philosopher. He was at times associated with the Frankfurt School of critical theory and was also greatly inspired by the Marxism of Bertolt Brecht and Jewish mysticism as presented by Gershom Scholem.

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    El París de Baudelaire - Ann K. Boulis

    Cubiertasello

    EL PARÍS DE BAUDELAIRE

    Walter Benjamin

    Hay en Baudelaire un cierto recelo a despertar un eco, sea en el alma, sea en el espacio. De vez en cuando es brutal, nunca es sonoro. Su modo de hablar se distingue tan poco de su experiencia, como la actitud de un perfecto prelado de su persona.

    Por su insatisfacción frente al dominio de la burguesía, Baudelaire logró expresar más de su época que lo enunciado por cualquier otra creación literaria de temática social, pero fueron necesarias las interpretaciones de Walter Benjamin –señala Rolf Tiedemann–, para descubrir en el poeta al historiador oculto de aquello en lo que se convertirían, bajo el capitalismo, los proveedores de la fuerza de trabajo.

    El libro Charles Baudelaire. Un poeta lírico en la era del auge del capitalismo, proyectado inicialmente en el marco del Libro de los pasajes, al igual que este, quedó inconcluso. Este volumen reúne los textos centrales de ese legado: El París del Segundo Imperio en Baudelaire y Sobre algunos temas en Baudelaire, pensados como capítulos pero que constituyen en sí trabajos cerrados, y Zentralpark, que recopila fragmentos y notas que permiten un examen acabado del fundamento filosófico de los dos primeros. Además, se incluye el exposé París capital del siglo XIX, borrador en el que Benjamin expone sucintamente el marco temático del Libro de los pasajes, y el prólogo de Tiedemann a los tres primeros textos en la edición alemana de 1974.

    Este libro es, sin dudas, el abordaje más completo a las reflexiones de Benjamin en torno a Baudelaire y las relaciones entre poesía y capitalismo.

    El París de Baudelaire

    WALTER BENJAMIN

    Traducción de Mariana Dimópulos

    Eterna Cadencia Editora

    Índice

    Cubierta

    Sobre este libro

    Portada

    Introducción. Baudelaire, un testigo en contra de la clase burguesa

    París, capital del siglo xix (1935)

    I. Fourier o los pasajes

    II. Daguerre o los panoramas

    III. Grandville o las exposiciones universales

    IV. Louis-Philippe o el interior

    V. Baudelaire o las calles de París

    VI. Haussmann o las barricadas

    El París del segundo imperio en Baudelaire (1938)

    I. La Bohéme

    II. El flâneur

    III. La modernidad

    Sobre algunos temas en Baudelaire (1939)

    Zentralpark

    Nota de la traductora

    Sobre el autor

    Página de legales

    Créditos

    Otros títulos de esta colección

    INTRODUCCIÓN

    Baudelaire, un testigo en contra de la clase burguesa

    Rolf Tiedemann

    El libro Charles Baudelaire. Un poeta lírico en la era del auge del capitalismo pertenece al conjunto de los proyectos incompletos de Benjamin. En el legado de su obra existen de este proyecto, por un lado, los textos El París del Segundo Imperio en Baudelaire y Sobre algunos temas en Baudelaire, en sí dos trabajos cerrados pero que son solo una parte del libro planeado por Benjamin; además, el último de estos textos representa una revisión de una sección del primero. Por otro lado, se conservaron numerosos fragmentos, extractos, borradores y notas de las diversas fases del trabajo sobre Baudelaire. Todo este material pertenece al marco de los Pasajes de París, la obra más importante de Benjamin, que también quedó inconclusa y en la que trabajó desde 1927 hasta su muerte en 1940. Cuando en 1937 excluyó del Libro de los pasajes el trabajo sobre Baudelaire, lo hizo movido por razones tanto internas como externas. Benjamin debe haber dudado cada vez más de la posibilidad de realizar esa construcción histórico-filosófica del siglo XIX que se proponía la obra de los pasajes; el trabajo de Baudelai-re debía funcionar al menos como un modelo en minia-tura (I, 1073)* de aquella. Fue gracias a Max Horkheimer, que le encargó el texto para la revista Zeitschrift für Sozialforschung, que Benjamin tuvo la posibilidad de hacerlo. El París del Segundo Imperio en Baudelaire fue escrito entre el verano y el otoño de 1938. Si bien, en un principio, Benjamin había pensado en un capítulo que formara parte del libro de los pasajes, en el transcurso del trabajo el plan original terminó convirtiéndose en el de un libro aparte sobre Baudelaire. Las tres secciones del texto de 1938 debían formar la segunda parte de este libro para el que se habían proyectado tres partes. Theodor W. Adorno, quien al igual que Benjamin era miembro del Institut für Sozialforschung, sometió el artículo a una crítica exhaustiva en una carta del 10 de noviembre de 1938 (cf. I, 1093-1100), que demostró ser sumamente productiva para el desarrollo posterior del proyecto de Benjamin. El resultado se encuentra en Sobre algunos temas en Baudelaire, que Benjamin comenzó a fines de febrero de 1939. Hacia finales de julio de ese año el texto fue enviado a Nueva York –sede de la redacción–, y a principios de enero de 1940 apareció en el último número que se publicó de la revista en Europa. A pesar de su autonomía respecto del primero, dentro de la estructura del libro proyectado este artículo debía ocupar el lugar de la sección sobre el flâneur del trabajo de 1938 (cf. I, 1118, 1122 y 1124).

    En la construcción del libro completo, tal como Benjamin la imaginó en el otoño de 1938 al terminar el texto El París del Segundo Imperio en Baudelaire, estaba prevista una primera parte con el título Baudelaire como alegórico, dedicada a un planteamiento del problema, para cuya resolución el texto El París del Segundo Imperio en Baudelaire debía aportar los datos necesarios en la segunda parte; la resolución misma del problema quedaba reservada para una tercera parte final: La mercancía como tema de la poesía (I, 1091).¹ De las partes primera y tercera existen únicamente estudios y trabajos preparatorios en el legado de Benjamin en Frankfurt. Se trata, por un lado, del legajo J dedicado a Baudelaire, que representa el más extenso conjunto de materiales y apuntes para la obra de los pasajes. Por otro lado, existen dos legajos con notas surgidas en el marco del trabajo en el libro ya independiente sobre Baudelaire: uno con indicaciones para interpretaciones de diversas poesías de Les fleurs du mal; el otro con fragmentos teóricos, bajo un título que los unificaba: Zentralpark. A su vez, las notas de Zentralpark fueron extraídas, en muchos puntos, del legajo J de la obra de los pasajes. Finalmente, se conservó un gran número de hojas sueltas que abarcan esquemas de disposición, cuadros de contenido, tesis y notas.² Benjamin no pudo concretar su plan de concluir el libro sobre Baudelaire. En un principio, se interpuso el trabajo en las Tesis sobre el concepto de Historia; luego quedó imposibilitado por la huida de Benjamin ante las tropas nazis, huida que lo condujo a la muerte. Dos cartas, una a Horkheimer del 1º de agosto de 1939 y otra a Adorno del 6 (cf. I, 1123-1125), son prueba de la forma en que Benjamin imaginaba el libro después de haber terminado su ensayo Sobre algunos temas en Baudelaire –texto que Adorno definió como uno de los testimonios histórico-filosóficos más grandiosos de la época–;³ esta nueva forma suponía una considerable revisión del plan original, que había sido enviado a Horkheimer el 28 de septiembre de 1938 junto con El París del Segundo Imperio en Baudelaire (cf. I, 1089-1092). Es difícil decidir con certeza si en una carta enviada dos meses más tarde a Horkheimer (cf. I, 1127), el 30 de noviembre de 1939, queda anunciado un nuevo proyecto de modificación. Sea como sea, en agosto de 1939 Benjamin seguía hablando de Sobre algunos temas en Baudelaire como la segunda sección de la parte media del libro. Así como en total este libro debía tener tres partes, la segunda parte tendría, a su vez, tres secciones: para la primera –correspondiente en El París del Segundo Imperio en Baudelaire a la sección La bohemia– quedaban reservados "los temas del pasaje, del noctambulisme, del folletín, así como la introducción teórica del concepto de fantasmagoría, y para la tercera sección –correspondiente a La modernidad en la primera versión– el tema de la huella, del tipo, de la empatía con la mercancía (I, 1124). Benjamin no dice expresamente si para la primera y tercera parte del libro seguían vigentes los viejos temas de 1938 –Baudelaire como alegórico y La mercancía como objeto poético–, pero podemos suponer que así era. Sin embargo, en noviembre de 1939 aseguraba que solo quedaban por escribir dos capítulos que, junto con el texto Sobre algunos temas en Baudelaire, ya conformarían el libro entero. Sea cual fuere el caso: o que Benjamin lo haya formulado laxamente en esta carta escrita apenas hubo regresado del centro de detención, o bien que realmente el plan del libro de Baudelaire preveía una reducción drástica: Benjamin nunca llegó a redactar ninguna de las otras partes del libro. Sin embargo, tanto los fragmentos de Zentralpark como el resto de las notas en el legajo J" de la obra de los pasajes contienen abundante material que, sin dudas, estaba destinado a entrar en las partes que quedaron sin escribir del libro de Baudelaire.

    Ante todo en Zentralpark hallamos reflexiones que nos ofrecen una cierta idea de lo que hubieran sido estas partes no escritas. Tanto el tema de la primera parte –Baudelaire como alegórico– así como aquel de la tercera –La mercancía como objeto poético– quedan delineados en Zentralpark. La estatura del proyecto sobre Baudelaire, donde Benjamin arriesgó realmente todo para recobrar la especulación para la filosofía –al menos en Sobre algunos temas en Baudelaire– después de que ya hubiera llegado su hora, solo podrá revelarse por completo cal estudiar los otros trabajos preparatorios. Vale para este libro de Benjamin lo que Adorno dijo sobre el libro de los pasajes: con la muerte de Benjamin, que interrumpió el acabado de una gran obra, la filosofía quedó privada de lo mejor que haya podido esperar alguna vez.

    Terminado el trabajo de 1938, Benjamin manifestó que había que dar cierta importancia al hecho de que los fundamentos filosóficos del libro entero sobre Baudelaire no eran comprensibles a partir de la parte intermedia, la de El París del Segundo Imperio (I, 1091). En Sobre algunos temas en Baudelaire, el texto de 1939, estos fundamentos filosóficos quedaron delineados con mayor claridad; pero solo la totalidad de las notas, que como una maleza rodea a estos dos ensayos, permitirá un examen completo de estos fundamentos. Según Benjamin, Baudelaire es un testigo en el pleito judicial histórico que el proletariado hace a la clase burguesa (V, 459). La teoría materialista debía salvar el carácter de testigo de la obra de Baudelaire. Benjamin planeaba una digresión metódica que tratara la diferencia decisiva entre una ‘salvación’ y una ‘apología’ (I, 1150). La categoría de la salvación representa una de las más antiguas concepciones filosóficas de Benjamin, que une como una pinza la temprana fase metafísica de su pensamiento con la marxista más tardía, y en la que frente al interés en el puro provecho político, en la utilidad inmediata del arte en la lucha de clases, que el Benjamin del último período conoció de bastante cerca, se imponía una y otra vez el interés en el conocimiento. Y esto pertenece auténticamente a Marx: así como Benjamin buscó distinguir en el arte alegorisante de Baudelaire la verdad sobre la burguesía, el procedimiento de Marx se proponía concebir las formas fetichistas de las categorías económicas como necesarias históricamente. La crítica de la economía política no significaba una negación abstracta; la teoría socialista jamás sacrificó, allí donde fue científica, el doble sentido de la Aufhebung hegeliana, en tanto supresión y conservación. De esta forma, tampoco Benjamin criticó la alegoría de Baudelaire como técnica artística, superada y dejada de lado por la historia, sino que más bien se propuso develar en su especificidad histórica los momentos que le confirieron su carácter de testigo del Segundo Imperio y que, precisamente por esto, al mismo tiempo señalan objetivamente más allá de esta época. Con este proyecto, Benjamin quedó en oposición a Bertolt Brecht, con quien había discutido Benjamin sus planes sobre Baudelaire. En líneas generales, Brecht fue importante para la adaptación que hizo Benjamin del materialismo histórico. Basándose, al parecer, en estos diálogos, Brecht escribió sus notas publicadas póstumamente con el título La belleza en las poesías de Baudelaire, donde dice sin más del poeta francés: De ninguna manera expresa su época, ni siquiera diez años. Baudelaire no será entendido por mucho tiempo más, hoy mismo son necesarias demasiadas explicaciones.⁵ Benjamin se opone evidentemente a esta opinión brechtiana en una suerte de introducción metodológica al primer trabajo sobre Baudelaire, antepuesta al manuscrito:⁶ Qué nos impide confrontar directamente al poeta Baudelaire con la sociedad de hoy y responder, echando mano de sus obras, a la pregunta de qué tiene para decir a los cuadros avanzados de esta sociedad; y esto, hay que señalarlo, sin pasar por alto la pregunta de si realmente tendrá algo para decirles. Lo impide el hecho de que nosotros, en la lectura de Baudelaire, hemos sido instruidos precisamente por la sociedad burguesa, y en un cierto curso de instrucción histórica. Jamás se podrá ignorar esta instrucción, sino que una lectura crítica de Baudelaire y una revisión crítica de este curso son, más bien, la misma cosa. Pues es una ilusión del marxismo vulgar poder definir la función social, sea de un producto material, sea de uno intelectual, prescindiendo de las condiciones y los portadores de su transmisión (I, 1161). Un análisis marxista de Baudelaire que no fuese vulgar debía investigar sus maniobras allí donde Baudelaire se siente, sin dudas, como en casa: en el campo del enemigo. Para él, en muy pocos casos se convierten en una bendición. Baudelaire fue un agente secreto, un agente de la insatisfacción secreta de la clase a la que pertenecía respecto de su propio dominio (I, 1161). La clase burguesa, que, en Francia, después de la derrota de la Revolución de Febrero ,comenzó a perder definitivamente su función política progresista de otro tiempo, con el bonapartismo alcanzó una forma del dominio político directo bajo cuyo amparo la sociedad industrial de competencia se fue transformando para adoptar su forma característica del auge del capitalismo. Por su insatisfacción frente al dominio de la burguesía, Baudelaire logró expresar más de su época que lo enunciado por cualquier otra creación literaria de temática social –representada en Francia por autores tan diferentes como Víctor Hugo y Pierre Dupont–. Para hacer hablar a esta insatisfacción, exhibida provocativamente por Baudelaire, como una expresión secreta de la insatisfacción de la burguesía misma, hizo falta el genio de las interpretaciones de Benjamin. Estas interpretaciones descubren en Baudelaire al historiador oculto de aquello en que, bajo las condiciones de la acumulación progresiva de los capitales, se convertirán los que proveen las más importantes mercancías al mercado capitalista a través de la venta libre, pero en verdad esclavizante, de su fuerza de trabajo. Por encima de esta base socioeconómica se levanta una superestructura ideológica en la que la obra de Baudelaire participa: al parecer desligada de aquella base, pero en la interpretación de Benjamin llena de informaciones que la conciernen. En su juventud, Benjamin trabajó largo tiempo en varias traducciones de Les fleurs du mal; no es casualidad que haya publicado únicamente las de los Tableaux parisiens, el ciclo donde se encuentran los poemas Petites vieilles y La servante au grand cœur: pruebas de una compasión social demasiado profunda, a través de la que el poeta, con su mala fama de cínico, se comunica con ciertos impulsos de la filosofía de Schopenhauer. Pero también en otras poesías de Baudelaire muy distintas, encapsuladas en su solipsismo y que lo convirtieron en el poeta de l’art pour l’art, una y otra vez el sujeto lírico se vuelve permeable a la cuestión social, ante la que pretende escandalizarse, tanto en actitud de rechazo como en vano. Toda la enérgica crítica que Benjamin ejerció sobre Baudelaire en los trabajos posteriores no le impidió distanciarse de la desdeñable filípica de Brecht que, con sus invectivas, renegó obstinadamente de mejores intuiciones sobre el tema. La conclusio del trabajo de Benjamin de 1938: La acción de Blanqui fue la hermana del sueño de Baudelaire (I, 604) no está muy lejos de representar lo opuesto a la sentencia de Brecht: Baudelaire es el puñal en la espalda de Blanqui. La derrota de Blanqui es su victoria pírrica.⁷ Si Benjamin se hubiera acomodado a las ideas brechtianas sobre un tratamiento histórico-materialista de Baudelaire, su trabajo apenas hubiera ido más allá de un análisis del tipo que, treinta, cuarenta años antes, ya había sido provisto por Plechanow o Mehring. Pero así, con esta crítica de Benjamin, lo conseguido no fue menos que el desciframiento de la poesía de Baudelaire como una figura del espíritu absoluto, tal como correspondía a la sociedad productora de mercancías hacia la mitad del siglo XIX y que se volvió expresión de la alienación en que aquella mantiene a los hombres.

    Ciertamente, Benjamin no lo consiguió en el primer intento. Una comparación entre El París del Segundo Imperio en Baudelaire y Sobre algunos temas en Baudelaire acaso mostrará algo más que una fase en la historia del desarrollo de Benjamin. Los dos trabajos, junto con ese nexo que los une (la carta de Adorno a Benjamin del 10 de noviembre de 1938), representan un aporte de peso a las cuestiones de método y de contenido de la sociología del arte. Si Brecht fue un interlocutor más bien mezquino para la composición del trabajo de 1938,⁸ Benjamin encontró en Adorno otro mucho más experto, tanto en cuestiones de estética como de teoría marxista. Benjamin planeaba poner por escrito en el libro sobre Baudelaire los elementos filosóficos decisivos del proyecto de los ‘Pasajes’ en una, tal como espero, formulación definitiva. El París del Segundo Imperio en Baudelaire se proponía la interpretación crítico social del poeta; Benjamin sabía que esta interpretación es una condición para la marxista, pero por sí sola no satisface su concepto (I, 1091). Benjamin había reservado esta tarea para la parte final del libro, que quedó sin escribir. El núcleo de la crítica de Adorno al trabajo de 1938 consiste en que, según Adorno, Benjamin se había forzado a sí mismo en este texto para tributar al marxismo cosas que carecen de un efecto positivo tanto para éste como para usted. No valen para el marxismo, puesto que falta la mediación a través del proceso social íntegro y porque queda atribuido a la enumeración material, supersticiosamente, casi un poder de iluminación que nunca está reservado a los indicios pragmáticos, sino solo a la construcción teórica. Y tampoco para esa sustancia que es la más propia de usted, pues se ha prohibido usted los pensamientos más intrépidos y fecundos en una suerte de pre-censura siguiendo categorías materialistas (que no coinciden para nada con las marxistas), aunque no sea más que en la forma de su aplazamiento (I, 1097). El método que, en un principio, compila los datos de su objeto de forma crítico-analítica para luego, en un segundo paso, completar su síntesis teórica, puede encontrarse también hoy en las ciencias sociales predominantes; Marx ya había anticipado la principal crítica de estas ciencias al reconocer en la totalidad de las relaciones de producción la base de la sociedad burguesa, a la que van correspondiendo, según el caso, determinadas formas de conciencia.⁹ El materialismo histórico prohíbe tratar aisladamente los datos empíricos individuales, que solo se libran de su abstracción como momentos superados de la totalidad social. La interpretación marxista de Baudelaire hubiera debido, en cada uno de sus pasos, cumplimentar su concepto; aplazar ese cumplimiento significa, desde un principio, no haberlo conseguido. Para el marxismo, tal como Adorno lo representa casi ortodoxamente ante el primer trabajo de Benjamin sobre Baudelaire, la historia deja de ser una colección de datos fácticos muertos, como hasta en el caso de los empíricos abstractos,¹⁰ en la medida en que los datos fácticos son presentados como mediados por la totalidad del proceso social, resultantes de este proceso, y superados en él. En El París del Segundo Imperio en Baudelaire Benjamin reúne una enorme abundancia de datos fácticos: histórico-sociales, políticos, histórico-literarios, hasta de estadística social; sin embargo, en su mayor parte, la construcción teórica de estos datos aislados es dejada de lado. Por esta razón, el trabajo de 1938 sigue siendo comparable, a pesar de todo lo incomparable de la mirada fisionómica que le es propia, al procedimiento sociológico del arte que se ejerce también en la actualidad. Por así decir, la investigación introduce la figura y la obra de Baudelaire en la historia social; sin prestar demasiada atención a los contenidos específicamente estéticos, el arte es tratado como uno entre otros faits sociaux. Si de esto resulta una imagen fiel del carácter social de Baudelaire, será al precio de que la poesía de Baudelaire sea convertida en una mera muestra de la historia social, cuyos datos fácticos se unen a las formas literarias solo per analogiam. Pero no fue un desconocimiento del método marxista lo que llevó a Benjamin a poner en práctica un procedimiento semejante, sino que se trató de una tentativa de amalgamar a aquel método el propio procedimiento, ejercido y acreditado desde tiempo atrás en otros contextos. Si bien, en largos pasajes, el ensayo sobre Baudelaire de 1938 se muestra como un montaje de materiales empíricos, por otro lado también podemos reconocer allí el método según el cual Benjamin planeaba proceder en la obra de los pasajes: Método de este trabajo: el montaje literario. No tengo nada que decir. Solo mostrar (V, 574). Que no haya ido tan lejos en el trabajo sobre Baudelaire, y que sin embargo haya sintetizado los materiales y las citas a través de interpretaciones, no importa cuán ascéticas, podría deberse a su propia desconfianza ante la posibilidad de que el principio de montaje –tan productivo en las obras de arte surrealistas– pudiera resultar fecundo dentro de la filosofía. Las tesis sobre Feuerbach criticaban del materialismo existente hasta ese momento que solo concebía la realidad bajo la forma del objeto o de la percepción, pero que había ocultado el lado subjetivo de esa realidad;¹¹ recién en la interpenetración mutua de percepción y concepto, objeto y sujeto, teoría y praxis, podría la ciencia acreditarse como dialéctica materialista.

    Por lo general, el marxismo trata a las obras de arte desde la crítica ideológica. Las ideologías prototípicas que había a disposición de la crítica de Marx en los sistemas filosóficos del idealismo, entre las que también, en un sentido amplio, se cuenta el gran arte de la burguesía, se definen por su separación respecto de la base material de la sociedad, por un aislamiento parcial de la creación intelectual respecto de la realidad, y en última instancia por la separación entre el trabajo intelectual y el físico. Este apartarse es la no verdad de la ideología, y sin embargo, a este carácter está ligada, al mismo tiempo, la posibilidad del conocimiento: la condición del conocimiento de la realidad en tanto defectuosa es la de no pertenecer uno mismo, completamente, a este defecto, a esto que todavía no ha llegado a su propio concepto. La participación inconsciente en el conocimiento es propia del arte; hay que elevarla a la conciencia, si la tarea estuviera en manos de una estética y una sociología del arte marxistas. En un principio, el tema de la necesidad en la ideología como necesaria falsa conciencia apuntaba, en Marx, a las condiciones sociales de los contenidos de conciencia, y además a la relación de un todo con sus partes y de las partes entre ellas. La crítica de la ideología puede, a partir del análisis de momentos aislados, deducir el sistema completo de las formas

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