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Los hijos de Caissa: Una historia lírica del ajedrez
Los hijos de Caissa: Una historia lírica del ajedrez
Los hijos de Caissa: Una historia lírica del ajedrez
Libro electrónico235 páginas3 horas

Los hijos de Caissa: Una historia lírica del ajedrez

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Desde que Jorge Luis Borges escribió su bestiario de zoología fantástica, la poesía se ha transfigurado en una especie de monstruo antediluviano. Hoy se sabe que el cúmulo de problemas y obligaciones de un escritor, y especialmente de un poeta, en este mundo globalizado con más tristezas que alegrías, resulta indescriptible en sus penas. De ahí que en su purgatorio la poesía luche contra la cosificación del hombre convertido en mercancía y objeto de un decorado infernal.
El poeta dice más allá de todo legalismo: yo quiero salvar mi testimonio a toda costa y no morir con toda la sangre adentro, glosando a Henry Barbusse, el hoy tristemente olvidado novelista francés. Armando Landa se propone elogiar al ajedrez lleno de belleza en sí mismo y pletórico de una carga inmensa de creación con una respuesta y un paraíso posible.
Puede usted, querido lector, comenzar esta partida esencial. El autor desea jugar su apertura española llevando piezas blancas; por el momento plantea la movida e4…
IdiomaEspañol
EditorialGuantanamera
Fecha de lanzamiento7 jun 2017
ISBN9781524304652
Los hijos de Caissa: Una historia lírica del ajedrez
Autor

Armando Landa Vázquez

Armando Landa Vázquez (La Habana, 1972). Miembro de la UNEAC (Unión Nacional Escritores y Artistas de Cuba), poeta, ensayista y novelista. Su obra literaria parte de una concepción existencial muy cerca del sentimiento unamuniano de la vida que, como se sabe, es trágico por esencia, agónico por naturaleza frente al terror metafísico y estoico frente a la adversidad. Este poeta cubano, por necesidad, vocación y convicción, es de una naturaleza emocional extremadamente sensible. Su poesía está más cerca del Rubén Darío de Cantos de vida y esperanza y formalmente se desenvuelve en la atmósfera de los caprichos poéticos en la órbita de la prosa poética de Alusyus Bertrand. Es un poeta de lo total sin falsos histrionismos, básicamente un sobreviviente comprometido con la literatura como acto de salvación futura. Por todo lo antes expuesto, su obra ha sido publicada en revistas nacionales e internacionales y ha sido antologada en México, Brasil, España y Cuba.

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    Los hijos de Caissa - Armando Landa Vázquez

    sangre.

    Ajedrez

    En su grave rincón, los jugadores

    Rigen las lentas piezas. El Tablero

    Los demora hasta el alba en su severo

    Ámbito se odian dos colores.

    Adentro irradian mágicos rigores

    Las formas, torre homérica, ligero

    Caballo, armada reina, Rey postrero,

    Oblicuo alfil y peones agresores.

    Cuando los jugadores se hayan ido,

    Cuando el tiempo los haya consumido

    Ciertamente no habrá cesado el rito.

    En el oriente se encendió esta guerra

    Cuyo anfiteatro es hoy toda la tierra.

    Como el otro, este juego es infinito,

    Jorge Luis Borges

    Prólogo

    Este libro convoca una totalidad, cosmos, universo cerrado, sometido a sus propias aberrantes leyes, finito pero ilimitado. Su lectura pudiera durar siete días, siete meses, o siete años, como propone Thomas Mann en el introito a La Montaña Mágica. Quizá aludiendo a la tesis en boga de la evolución creadora de Bergson pero situado a la derecha del espacio infernal Darwiniano.

    El presente es un libro tedioso, pero a la vez intenso como una cópula, en estos tiempos de homenajear tantos simulacros poéticos, sin lugar a dudas sentará un precedente difícilmente olvidable.

    Alude en sus texturas a Tácito, el teatro barroco, y la inutilidad del patíbulo como institución que nos sugiriera Roland Barthes. Su lectura puede ser comentada en el dossier de la nada.

    Podría decir como Fischer en 1970 sin ánimo de ofender, porque amanece gracias a un empeño y una fuerza absolutamente descomunal y sobrehumana, que comulga con lo humano dolorosamente. Este expresó a la prensa Bonaerense antes de enfrentar el penúltimo escollo de la pétrea muralla rusa que representaba Tigràn Petrosiàn.

    ¡Fischer mi-alter-ego!: ―soy el mejor jugador del mundo y he venido a demostrarlo. Aunque prescinda del agrado y la aprobación general del tenebroso inspector de la unanimidad. Estos textos tienen un trasunto, que subyace bajo la animosidad de criterios tales como si algo en poesía es claro u oscuro, verso malogrado o prosa, polémica insensata que todavía nos asedia, después de la detonación del concepto género y la crítica post-estructuralista.

    No deseo la aprobación de nuestro mísero lector, no solamente el lector de cogollitos literarios, sino del lector más ecuménico al que se le rinde un falso culto. Ese que está y estará inevitablemente prisionero entre la lágrima infinita de Gustavo Sánchez Galarraga, y el pasarás y el no pasarás por mi vida de José Ángel Buesa. Desdichadamente su conciencia estética no será llevada más allá de lo obvio, y la pesadumbre del pasado modernista en su más lamentable acepción latinoamericana. Aquí erijo una ciudad, y un templo para adorar a muchos ídolos heréticos.

    Pero mi gran preocupación es similar a la del virtuoso concertista de piano Daniel Baremboind, cuando declaró: "Dudo que estos jóvenes pasen diez horas perfeccionando su técnica frente al piano."

    Libro de Acedrex

    Porque toda manera de alegría quiso Dios oviesen los omnes en su naturalmientre, porque pudiesen soffrir las cueytas e trabeios quando les viniesen.

    LIBRO DE ACEDREX. ALFONSO X EL SABIO.

    Génesis

    El umbral de lo precario y las luces nos van sosteniendo hacia el umbral del pensamiento lógico. El mundo es un motivo entre 48 y 64 casillas. Soledad del pensamiento y en el centro la nada es todo. Nada en el escorzo del hambre de los juegos de guerra.

    Estoy tallado alternativamente en este meandro de un río del extremo del tablero del mundo.

    El umbral y el temor me acosan en la prisa. Y mi posición no tiene ningún privilegio, solo el privilegio de ser condenado a ser testigo de mi propia tragedia en progreso. Pero mientras pienso mover la pieza elegida tengo los labios cocidos al desamparo.

    Los egipcios juegan ajedrez

    En el libro de los

    bienaventurados difuntos,

    Ramsés tercero juega

    con una de sus favoritas,

    las piezas están heladas

    en las tumbas polvorientas,

    los perros de marfil,

    le ladran a las sombras

    Ramsés tercero juega

    con la estatura imponente

    de sus ídolos,

    bajo su mirada áulica,

    los sacerdotes de Osiris,

    revisan las vísceras,

    de algún animal muerto,

    o maduro,

    símbolos escaqueados

    bajo el cielo de Akhor,

    la doncella es una cabra,

    pero más allá

    de las tapias

    negras y amarillas,

    del arqueológico friso,

    todavía se esperan

    con impaciencia,

    las crecidas del Nilo,

    la paciente voracidad

    de sus cocodrilos sagrados.

    El chaturanga (India)

    A Duncan Forbes.

    Era como un pozo

    al lado de una

    ciudad floreciente,

    una de aquellas

    arcaicas

    que saludaban al Sol,

    no como una estrella

    que brilla en el ocaso,

    sino como un ojo

    furioso,

    o un Dios,

    allí todavía pastan

    las vacas sagradas,

    que sacrificó a su

    hambre,

    el temerario Ulises,

    el rajá obeso

    navegaba en un río

    de piedras preciosas,

    y marchaba pesadamente

    en su elefante,

    mientras se

    lanzaban los dados,

    cuando manos expertas,

    intentaban calcular el azar,

    en sus comarcas luminosas

    y sombrías,

    el barco zarpa,

    y el rajá ubicuo,

    ―tautológico―,

    ocupa el trono

    de los tres príncipes,

    he aquí el chaturaji,

    la codiciada victoria,

    el sueño glorioso

    o amargo de los peones,

    arribando serenamente

    a la llanura

    de los muertos.

    El juego de los elefantes (China)

    Delante de cada ejército,

    cabalmente disciplinados,

    se escuchan gritos

    desde las torres,

    donde se agitan

    los mandarines,

    que esperan temerosamente

    la inmortalidad,

    con sólo cruzar el río

    que los torna invisibles,

    hoy gobierna Wen-Ti,

    sus decisiones,

    se unen a las decisiones

    sagradas de los monos

    de las montañas,

    Pero, quien no lo sabe,

    no cree saber,

    que más allá de un río

    solo gobiernan las sombras,

    el sueño es que esas

    aguas no nos

    arrastren ilimitadamente,

    el sueño será siempre vencer

    los designios del incienso,

    que se eleva

    sobre la ciudad sagrada,

    finalmente tomada,

    y profanada.

    Los Persas jugaron ajedrez

    No puedo olvidar el rostro

    de Darío el grande,

    llorando ante la belleza

    sacrificada de sus guerreros,

    hermosos como la hora,

    hermosos cómo los Dioses,

    que disfrazados de mendigos,

    o jóvenes apuestos,

    hacían temblar a las doncellas

    núbiles,

    Frente a nosotros está

    el juego de Tamerlán,

    Allá el peón león, acá el peón

    centinela, y en el orto

    el peón del toro,

    que embiste

    la belleza de la primavera,

    ¡cuánta especialidad

    en los peones

    de ese delicado bestiario!;

    el visir y el rey

    meneaban la cabeza,

    con gesto parsimonioso,

    sólo cuando el díadeclinaba hacia el ocaso

    de su pulcra belleza, no creada por nadie semejante a ninguna cosa,

    la distribución era de a ocho,

    en la charada,

    muerto pequeño,

    entre espías y visires,

    los peones exploradores,

    anuncian la

    llegada de Alejandro,

    armado de su esplendor,

    y sus costumbres bárbaras,

    al final del día

    sólo habrá un Rey,

    sentado en el trono de la

    fugacidad, ahíto,

    vomitando sombras.

    Los griegos juegan al ajedrez

    Dicen los griegos

    que lo jugaron,

    los diez años

    que duró el sitio

    de Troya,

    pero que antes

    lo habían jugado

    sus Dioses,

    especialmente Palas ―la ojizarca―

    el tablero de oro

    le llamaron Polic,

    estaba destinado

    a homenajear

    el espíritu de la ciudad,

    dicen los griegos que a Platón

    le disgustaba el continuo

    ladrido de sus (canes),

    o en otro sitio,

    la algarabía del demo,

    jugándose ésta

    o aquella mañana,

    la vida o la muerte,

    ¿pero quién puede creer

    a los griegos?que eran niños en todo

    salvo para la mentira,

    así lo niegue Coleridge,

    esos Griegos ya jugaron

    su más acabada partida,

    un verso de Arquíloco,

    o de Séferis,

    parecen tan remotos

    como la propia existencia

    del mundo,

    sin duda Diómedes y Héctor

    hubieran preferido las torres;

    Pitágoras, Pericles y Fidias,

    el claro origen

    de las partidas armoniosas….

    Los romanos juegan al ajedrez

    A la memoria de Don Francisco de Quevedo.

    Los romanos,

    que dichosos los romanos,

    con sus Plautos y sus Ennios

    sus doce Césares,

    y sus Catones,

    retratadas sus costumbres

    en aquellas Epístolas

    donde Séneca asegura

    que le agradaba

    sobre manera,

    el sabor de las

    mieles de tierra,

    la leche de loba,

    antes de las batallas,

    talar algún árbol

    para ver si de él

    brotaba sangre,

    y fundar una ciudad Próspera,

    Valerio Máximo

    de tiempo de Tiberio asegura,

    que la belleza de Marco Antonio

    eclipsaba la

    belleza de sus perros,

    ocupado en las artimañas

    del valor y la intriga,

    mientras jugaba

    todo el resto del santo día,

    ¡los romanos que dichosos! ,

    con sus Escipiones

    y sus Catilinas,

    también con Cicerón,

    respirando una nube densa

    de palabras,

    con severo apego a sus leyes,

    ellos también jugaron,

    dieron muerte al rey , mitológico,

    o al Sátrapa de mirada insolente,

    matar un tirano

    no lo consideraban un delito,

    sino un bien público,

    como ha llovido agua y polvo,

    desde que Craso,

    salió en busca de

    sus vasijas griegas,

    o desde que Calpurnio Pisón,

    besó osadamente a su amado(a),

    al final de una trágica partida,

    jugada con amor,

    más allá de los límites

    del tiempo, de su dicha.

    El juego del general schoo (Japón)

    Con su corredor de esquinas,

    sus carros volantes,

    sus estrategos de oro

    y plata

    también fueron,

    el difícil origen,

    el caballo dragón vuela,

    la mujer se asusta,

    la tierra

    soporta con candidez

    la pesadez de los carros,

    hay casillas libres

    al centro,

    son las casillas del desamparo,

    las casillas ceremoniales

    del sable de punta aguda,

    que corta una cabeza

    sobrenatural,

    justo a la hora

    de la ceremonia del té.

    Chit-tha-reem (Birmania)

    El rey y los generales van a la batalla siempre,

    en fila los carros

    de guerra,

    los elefantes caldeos

    sosteniendo en las

    rudas líneas de batalla,

    el mismo eje de la

    tierra,

    de pronto son los

    peones,

    que asaltan el sólido vacío,

    la malicia de los caballos

    nubla el horizonte

    más lejano,

    donde San Jorge

    o Jorge el verde

    bendice la neblina,

    y las cosechas;

    juega con el Dragón

    como con un perro

    de aguas,

    enloquecido por el primor

    de la perspectiva,

    Ucello coloca las piezas,

    Ad libitum,

    mientras la muerte se

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