Mestiza Power
Por Conchi León
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Mestiza Power - Conchi León
Maya…
Después del eclipse
Prólogo
ARISTEO: Hubo una época cuando los hombres subían al cielo, a través de largas cuerdas, para hablar con los dioses. Consultaban todo con ellos. Cuando un problema se presentaba subían la cuerda. Otros bajaban al inframundo para conocer el infierno y relatar después los horrores que ahí reinaban. Eran tiempos cuando los hombres temían y alababan. Tanto subieron y tanto bajaron que la cuerda se rompió, entonces aprendieron a resolver sus problemas por sí mismos, confiando que algo de dioses y algo de infierno había en ellos… Debí decir que esto sucedía en el antiguo Yucatán…
—Yucatán, pueblo admirado por sus piedras.
—Por sus pequeñas aguas, que crecen en las grandes piedras.
—En las grutas estrechas que se abren al inframundo.
—Al cielo grande.
—A la boca grande.
—Al gran sol.
—El viejo kiin.¹
—El sol que arde.
—Que enciende el monte.
—Que arde como cuerpo de mujer.
—Como cabeza de hembra.
—Como garganta sedienta.
—Como mano que busca una pierna y encuentra un sexo.
—Como vaso que se llena una vez más.
—Como yo.
—Como tú.
—Como yo en ti.
—Como se urde una historia.
—Que empezó con el calor.
—Con una sed incurable.
—A las doce del día.
ARISTEO: Y la sed.
—Y tú ya no bebías.
ARISTEO: Yo no debía.
—Pero ellos llegaron como un enjambre de abejas.
—Tienes que hacerlo, dijeron.
ARISTEO: Yo no quería.
—Tienes que hacerlo, dijeron.
ARISTEO: Me llevaron al monte, me hicieron sentir que todos los poderes estaban en mis manos.
—Prepara el Báal che'.²
ARISTEO: Yo no debía.
—Tú no bebías.
ARISTEO: No, yo no, ya nunca. Mi mujer se iría si una gota más danzaba en mi garganta.
—Tienes que hacerlo.
—El sagrado Báal che', sólo tú sabes hacerlo.
ARISTEO: El Baál ché' necesita alcohol y yo me desdigo de sus gotas. No pienses en ti, dijeron. Ellos, los que verán a continuación, me llevaron a la milpa, me hicieron preparar y beber el Baál che'.
—Nadie puso una pistola en tu cabeza.
ARISTEO: Pero yo tenía que hacerlo.
—Sólo tú sabes hacerlo.
—¿Has oído hablar que para ahogarse a veces sólo basta una gota?
—Porque esa gota es la que rebosa el mar.
—O la muerte.
—O el demonio que duerme.
—Pero un día despierta.
ARISTEO: Y vas a tu casa, rompes la puerta; tomas a tu mujer por los cabellos mientras tu hijo llora.
—¡Papá! le oyes gritar a lo lejos.
—Tu mujer es ahora una muñeca de trapo.
—Tu hijo grita: ¡Papá!
.
ARISTEO: Tú no quieres ruido, sólo quieres dormir. Duermes a tu hijo con una mano en su cuello, lo miras elevarse, sacudir los pies en el aire, y entonces viene el silencio.
—El silencio que te deja dormir es distinto al que te despierta.
—Porque hay silencios de amor y silencios de muerte.
ARISTEO: Como el que vino por mí y me llevó a la cara de mi hijo, de mi esposa.
—De la muerte necia que se burlaba.
—No puede ir preso, dijeron.
—Es un sabio, dijeron.
—Es un H'meen.³
—Beber no debía.
—Por nosotros lo hizo.
—No irá a la cárcel.
—Yo no podría cerrar la reja en la cara de un sabio.
—Déjelo ahí, llorando al silencio.
—Cambiando sus pláticas con los dioses en pláticas con el remordimiento.
—Que lo muerde como una serpiente.
—Que lo persigue por las calles.
—Que no lo deja dormir.
—Ahí va el único hombre que habla con los dioses.
—Él sabía subir la cuerda que le llevaba al cielo grande.
—Y aprendió a bajar al infierno por nosotros.
—Ese hombre habla solo.
—Habla con la soledad.
—Con el silencio.
—Con la muerte.
—Con matar.
—Ese hombre no es un sabio, dijeron.
—Ese es un pobre perro.
—Lleno de pulgas.
—Lleno de nada.
—Un solitario borracho.
—Un asesino, en este pueblo no es nadie.
—Sólo un pobre borracho. Que lo dejen en su casa.
—Ni la cárcel merece.
—Porque aunque dejamos de creer.
—No sea que fuera cierto.
—Y un día este hombre vuelva a ser sabio.
—Y vuelva con las manos llenas de venganza…
—No volverá.
—La cuerda se ha roto.
—Los dioses ya no miran hacia abajo.
—Y los hombres ya no miran hacia arriba.
—Pero un día las cosas toman forma.
—Un relámpago cae.
—Una mujer despierta.
—Y una mujer despierta es capaz de incendiar el mundo.
—O calentar a un hombre.
ARISTEO: A esto le viene igual. Ella despertó incendiada de hombre y entonces… el inframundo se salió del molde y los dioses empezaron a hablar…
Un relámpago les cruza el rostro. Algunos miran el cielo, otros no saben a dónde mirar. Oscuro.
Incendiada de hombre
Seis hamacas. Cada hamaca es una casa, la de don Aristeo es muy vieja y deshilachada. Es de noche y duermen en las hamacas. La Huacha⁴ se mueve inquieta porque nunca se acostumbró a dormir en hamaca. Hay una luz brillante, doña Licha despierta y se asoma.
LICHA: ¡Ay dios! Ni descansé, qué rápido amaneció, si hasta parece que me acabo de acostar. ¿Qué horas serán? ¡Chingada madre, el reloj se paró a la una! ¡Pero no ha pitado el tren, ni el molino, ni la campana de misa de seis! ¿Qué pasa?
Don Aristeo se mueve, se cubre los ojos con la mano, saca una botella de detrás de la hamaca y bebe. Poco a poco la luz vuelve a bajar. Nuevamente se hace noche pero Catzín y Pechito están acostados con los ojos abiertos.
LICHA: ¡Ay dios, creo que ya me estoy volviendo loca! ¿Será que cené pesado? (Voltea a la hamaca de Chela, la ve vacía, un presentimiento la enoja, descuelga su hamaca con enojo, después descuelga la hamaca de su hija. Al mismo tiempo, en una hamaca del fondo se ven entre los hilos a Chela y Martín haciendo el amor.)
Se escucha el pitido del tren, el del molino y las campanadas de la iglesia. Doña Licha espera y entra Chela.
CHELA: (Se sorprende al ver a su mamá despierta.) ¿Hace rato que te levantaste?
LICHA: Mjm.
CHELA: Fui a huixar.⁵ ¿Vas a ir al molino?
LICHA: No. No me siento bien.
CHELA: ¿Quieres que vaya?
LICHA: No. Bastante ya te anduviste afuera.
CHELA: ¡Ay mamá, no empiece con sus cosas! Fui a huixar.
LICHA: Por eso, estabas huixando afuera.
Tocan la puerta.
CHELA: Voy a ver. (Regresa con la Huacha.)
HUACHA: ¿Quihubo doña Licha? ¿Qué tal el eclipse de anoche?
CHELA: ¿Hubo eclipse anoche?
HUACHA: Sí… yo no lo vi, como no me acostumbro a dormir en la hamaca, pues hasta antifaz me pongo para ayudarme. Pero los pocos que estaban despiertos lo vieron. A algunos los