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Democracia cultural: Una conversación a cuatro manos
Democracia cultural: Una conversación a cuatro manos
Democracia cultural: Una conversación a cuatro manos
Libro electrónico316 páginas3 horas

Democracia cultural: Una conversación a cuatro manos

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Información de este libro electrónico

¿Por qué en nuestro país, tan rico en producciones culturales de toda índole, sólo las que se hacen para los medios masivos llegan a las mayorías mientras que las otras sólo a unos cuantos? Esta pregunta propicia una reflexión que oscila entre lo público y lo privado, lo local y lo global, y deriva en la propuesta de una nueva articulación de los territorios culturales que permita que sean vasos comunicantes y no espacios aislados.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento21 sept 2014
ISBN9786071622532
Democracia cultural: Una conversación a cuatro manos
Autor

Sabina Berman

Sabina Berman is a four-time winner of the Mexican National Theatre Prize for her plays; she also writes filmscripts, poetry, prose, and journalism, and has published several novellas. Me, Who Dove into the Heart of the World, published in twenty-five territories, is her first novel. She lives in Mexico.

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    Democracia cultural - Sabina Berman

    El proyecto DOS EN FONDO tiene como objetivo estimular la reflexión pública sobre asuntos de interés

    general en los albores del siglo XXI por parte de quienes, en sus respectivos ámbitos de especialización —la literatura, la música, el arte, la ciencia, la historia y el análisis político—, ya realizan un trabajo intelectual de primer orden. La conjunción de la escasez de la reflexión pública y la falta de un espacio de expresión para las nuevas generaciones de México inspira esta colección dialogada en la que intelectuales mexicanos destacados nacidos a partir de 1955 reflexionan sobre asuntos de interés general fuera de su ámbito de especialización.

    SABINA BERMAN

    (Ciudad de México, 1955) es psicóloga, dramaturga, directora de teatro y cine, periodista, poeta, narradora y ensayista. Su obra aborda desde temas importantes y urgentes como la situación de las mujeres y la corrupción, hasta otros literarios intemporales como la pugna entre la tragedia y la comedia o la búsqueda de la belleza. En el FCE ha publicado Puro teatro, volumen que reúne once de sus obras dramáticas, y la novela La bobe.

    LUCINA JIMÉNEZ

    es maestra en ciencias antropológicas por la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa y candidata al doctorado en la misma especialidad. Es autora de libros, ensayos y artículos editados entre los que destacan Teatro y públicos, el lado oscuro de la sala (2000) y Cultura y sostenibilidad en Iberoamérica (2005), editado junto con Eduard Delgado, Jesús Martín Barbero y Renato Ortiz. Tiene más de 20 años de experiencia en la docencia, la investigación y la gestión cultural pública y civil. Fue directora general del Centro Nacional de las Artes de México. Actualmente es consultora internacional en políticas culturales, educación artística y desarrollo de públicos y escribe sobre políticas culturales en el periódico El Universal.

    2 en Fondo

    DEMOCRACIA CULTURAL

    SABINA BERMAN

    LUCINA JIMÉNEZ

    DEMOCRACIA

    CULTURAL

    Una conversación a cuatro manos

    Primera edición, 2006

    Primera edición electrónica, 2014

    Diseño de portada: León Muñoz Santini

    D. R. © 2006 Sabina Berman

    D. R. © 2006 Lucina Jiménez

    D. R. © 2006, Fondo de Cultura Económica

    Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 México, D. F.

    Empresa certificada ISO 9001:2008

    Comentarios:

    editorial@fondodeculturaeconomica.com

    Tel. (55) 5227-4672

    Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc., son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicanas e internacionales del copyright o derecho de autor.

    ISBN 978-607-16-2253-2 (ePub)

    Hecho en México - Made in Mexico

    Índice de lectura

    Democracia cultural puede leerse de dos maneras: de corrido, primero las reflexiones de Sabina Berman y luego las de Lucina Jiménez, o como un diálogo, según el presente índice.

    Introducción (Sabina Berman)

    Prólogo (Lucina Jiménez)

    Primera parte

    EL TAMAÑO DE LA CULTURA

    Tres misterios (SB)

    ¿Por qué hablar de cultura? (LJ)

    Un mapa de la Cultura (SB)

    La cultura y sus apellidos (LJ)

    La Cultura masiva (SB)

    Lo masivo y la dimensión del vacío (LJ)

    La Cultura subsidiada (SB)

    El circuito público del arte (LJ)

    El sector civil (SB)

    El circuito más híbrido de los híbridos (LJ)

    La globalización (SB)

    Globalifílicos, globalifóbicos y glocales (LJ)

    Mirar lo andado (LJ)

    A manera de resumen (SB)

    La tentación teotihuacana (SB)

    Segunda parte

    BREVE HISTORIA DE LAS IDEAS

    SOBRE LA CULTURA EN MÉXICO

    Un árbol de ideas (SB)

    Vasconcelos (SB)

    De cómo llegamos hasta aquí (LJ)

    El Conaculta y la nueva idea de la participación (SB)

    Los medios masivos y la participación (SB)

    Repensar el Estado y las políticas culturales (LJ)

    La transición (SB)

    La transición y el pensamiento mágico (LJ)

    Tercera parte

    ALGUNAS CONCLUSIONES

    Un recuento (SB)

    Democracia cultural (SB)

    Ante la fragmentación, enlazar (LJ)

    A manera de epílogo (LJ)

    DEMOCRACIA CULTURAL

    SABINA BERMAN

    Introducción

    Este libro tiene dos partes.

    Una fue escrita por Lucina Jiménez y la otra por mí, Sabina Berman.

    Una fue escrita por una antropóloga, investigadora de políticas culturales y públicos, y durante varios lustros promotora cultural, dentro y fuera de las instituciones culturales; la otra, por una escritora, directora de teatro y productora independiente.

    Este libro es una moneda de dos caras, águila y sol.

    No fue sin embargo la primera intención un libro en dos partes. Lucina y yo planeamos algo más común: un diálogo por internet sobre la Cultura mexicana a principios del siglo XXI; para después publicar la secuencia de cartas. Pero sin darnos cuenta de las consecuencias, empezamos a platicar además de viva voz. Pláticas por teléfono de una hora. Pláticas más largas en un jardín de Chiconcuac, en el estado de Morelos. Pláticas en el vestíbulo de un teatro del Centro Nacional de las Artes, que entonces dirigía Lucina.

    El diálogo verbal desordenó el contenido de las cartas. Lo dicho por una se entrometió en lo escrito por la otra antes de ser tecleado por la primera.

    Decidimos entonces la solución antes dicha: un libro en dos partes.

    Los textos de una pueden leerse de corrido y luego se pueden leer los textos de la otra.

    O puede leerse un trozo de un lado, otro del otro, según fueron escribiéndose y según la guía de lectura que aparece al principio.

    Hay naturalmente una simetría aproximada en el orden de los temas que vamos tratando. Hay también resonancias entre las ideas. Y hay más: lo que ocurrió fue una verdadera conversación.

    Una conversación: una comunicación emprendida de buena fe donde las ideas se contrastaron para depurarse, corregirse o combinarse en mejores ideas; o para quedar, algunas, enfrentadas e irreconciliables.

    Escribo esto cuando ninguna de las dos ha escrito su texto final, el de sus conclusiones. No sé pues si al terminar nos encontraremos con muchas coincidencias o si ganarán en número las discrepancias. Ya veremos, Lucina y yo. Y desde luego el lector.

    SABINA BERMAN

    Prólogo

    Este libro con dos caras: águila y sol, es fruto y expresión de los diálogos que sostuvimos en torno a la cultura mexicana en este principio de siglo, Sabina Berman y yo, Lucina Jiménez.

    Una idea motiva este intercambio: sin cultura no hay democracia, pero a su vez, la cultura necesita de nuevas condiciones para dar cauce a la diversidad.

    Aquí se entrecruzan reflexiones, experiencias, sueños, confluencias y disensiones de dos profesionales, dos mujeres que desde hace muchos años viven y trabajan alrededor y dentro de la cultura mexicana. En realidad, como se verá, en los dos lados fluyen las voces de muchos más.

    Ambas escribimos desde un doble enfoque. Yo desde la mirada de la gestión cultural dentro y fuera de las instituciones, pero también a partir de la visión de una investigadora que piensa la cultura y las políticas culturales desde el público, una de las preocupaciones compartidas.

    Sabina asume la postura de la artista, dramaturga y directora de escena independiente, pero también la de quien piensa la política y el país. Ambas miramos nuestro espacio cultural en este tiempo apremiante.

    Dialogar con Sabina Berman fue estimulante y divertido. Nuestros encuentros se rodearon de sentido del humor y un respeto mutuo que nos permitió explorar cruces y puntos de separación. Como ella dice, algunas ideas se implicaron, otras se separaron tal vez más. Al final nos reencontramos para apuntar hacia dónde mirar.

    El diálogo iniciado por correo electrónico partió de un mapa de ideas común, que se modificó por nuestros encuentros y durante el proceso. Yo escribí de cerca y de lejos. A través de la Internet me mantuve en contacto con ella desde San Salvador de Bahía, Medellín, Barcelona o Nueva York.

    Primero pensamos que éste sería un libro casi epistolar, pero como cada carta se rehizo en diferentes momentos, le propuse a Sabina un libro con dos entradas. Finalmente, no fue ni lo uno ni lo otro.

    Para facilitar la lectura, juntas hicimos un índice que señala el orden sugerido. Aunque sabemos que el autor propone, pero el lector dispone.

    En tiempos de estridencia de lo intrascendente, hay mucho silencio en torno al futuro de la cultura en México. Si este libro propicia otros diálogos, habrá cumplido su cometido.

    LUCINA JIMÉNEZ

    Coyoacán, México

    Primera parte

    EL TAMAÑO DE LA CULTURA

    Tres misterios

    1. Una presa rebosante y sin canales

    Lucina:

    Te propongo una imagen. Imagina una presa. Grande. De paredes altas de cemento. Rebosando de agua.

    Los días y noches de los últimos meses ha llovido, lloviznado, el aire se ha puesto frío de humedad y volvía a llover, tupido. Como lo publicó pomposamente un periódico local: Los cielos colaboraron a llenar la magna obra justo para el día en que el presidente de la República ha llegado a inaugurarla.

    Velo de lejos: la gigantesca olla de cemento y en un tramo de la orilla, pequeñitos, el señor presidente Echeverría y, tras él, su comitiva, más atrás, una multitud de funcionarios menores, yucatecos, todos en guayaberas.

    Velo de mucho más lejos: más pequeñitos, parados en el campo amarrillo y árido, los campesinos henequeneros, esperando bajo el sol junto a los canales; los sombreros de paja, la esperanza en los ojos.

    Entonces las colosales compuertas de la presa se abren. El agua se precipita tumultuosa en los canales, avanza espumando, pero mientras avanza, lentamente va disminuyendo, se va esfumando… Desaparece dejando sólo un vaho de vapor.

    Nadie lo nota hasta entonces: los canales se construyeron con piedra porosa. Piedra que no conduce el agua, se la chupa…

    La anécdota, verídica, viene a cuento, Lucina, porque vamos a dialogar sobre Cultura mexicana en los inicios del siglo XXI, y sobre su porvenir. Te digo qué: vamos a dialogar sobre uno de los misterios más raros de nuestro país.

    Por qué la Cultura no llega a los muchos.

    Por qué el Estado invierte en Cultura tanto; por qué tantos artistas protegidos por el Estado están creando, la generación más grande numéricamente de nuestra historia, y al mismo tiempo por qué tantas bodegas están repletas de libros y revistas, tantas bodegas del Estado están llenas de lienzos y esculturas, tantas bodegas caseras están llenas de arte, tantos escenarios están programados hasta las cachas y dan funciones con la butaquería semidesierta.

    Por qué hay tanta creación artística que llega a muy pocos.

    Por qué hay tanto en la presa, Lucina, y por qué el agua en los canales no llega a la sociedad. Desaparece antes.

    ¿Cuántos años lleva el Estado invirtiendo en Cultura? Ochenta y cuatro según mis cuentas. Y por lo menos desde hace cincuenta esta loquera del arte atrapado, que no llega sino a muy pocos, es real. Más extraordinario: desde hace diecisiete años la inversión estatal en artes ha crecido notablemente y el atorón del arte persiste.

    Existe pues una sobreoferta de arte en un país medianamente pobre, medianamente rico, como el nuestro. Lo que es, para decirlo pronto, una extravagancia kafkiana.

    Los datos duros que cifran esta sobreoferta no abundan. Y no es casual: síntoma natural de la desvinculación entre arte y sociedad es la escasez de mediciones del circuito creación artística-recepción en la sociedad. He aquí algunas, no todas, de las poquísimas cifras ciertas del fenómeno.

    Hoy se producen el doble de obras de teatro que hace diez años, pero la cantidad de personas que van al teatro no ha ascendido. Es decir, hoy cada obra de teatro tiene en promedio la mitad de espectadores que hace diez años. Son datos que se desprenden del estudio realizado por ti y publicado en tu libro El lado oscuro de la sala.

    Desde el arranque del siglo XX hasta sus años noventa se registraron 6 000 obras musicales de concierto compuestas por poco más de 200 autores. [Desde los años noventa hasta finales del año 2004] podríamos hablar de casi 300 compositores que activamente están produciendo un trabajo creativo. Sin embargo, ninguna compañía discográfica privada de las de amplia distribución graba música refinada mexicana. El Estado tampoco. Ninguna editorial privada o pública distribuye partituras. Para aumentar el ahogo, los espacios físicos [del aparato estatal] y los festivales donde se puede escuchar la música de nuestros días son reducidos, es decir, la producción creativa sobrepasa la cantidad de foros, de ahí que la relación oferta-demanda es una suerte de juego de lotería y, por lo tanto, de azar, pero además, al parecer, sin dirección definida. Ergo, actualmente la oportunidad de un compositor de que su música sea escuchada es ínfima. Cito y resumo al crítico Eduardo Soto Millán.[1]

    En su libro Imágenes de la Patria,[2] el historiador Enrique Florescano calcula que de los libros impresos por el Estado (es decir, con dinero de nuestros impuestos), 70% se almacena sin haber visitado las estanterías de librerías o bibliotecas. Es decir, se imprimen y, sin ser accesibles a posibles lectores, diligentemente se embodegan.

    Para el año 2002, en la bodega del Fondo de Cultura Económica se habían acumulado quince millones de libros que jamás fueron abiertos.

    No es raro que en la última encuesta nacional de prioridades, realizada en el año 2000, la ciudadanía mexicana haya colocado la Cultura como la prioridad 128 para el país. Si los bienes culturales no le llegan, si no sabe siquiera que existen, si menos sabe que ella misma —la ciudadanía— la subsidia con sus impuestos, el milagro es que la Cultura siquiera aparezca colocada como una prioridad.

    Que la Cultura no llegue a los muchos ciudadanos, Lucina, significa que hoy día carece de función social. Y si carece de función social, y dado que no vivimos en una aristocracia, que los impuestos de los ciudadanos se sigan gastando en ella entraña una injusticia.

    Una injusticia para los ciudadanos y para los artistas.

    Ningún artista crea para nadie. Si su búsqueda de la expresión original no está destinada a sus congéneres, no es un artista. Puede ser un autista, que suena parecido pero significa otra cosa. O puede ser un místico. Pero entonces, si es un autista o un místico, de su encuentro de la expresión original no dejaría evidencia; cuadros, libros, partituras…

    Dialoguemos pues sobre este primer misterio: una bodega con quince millones de libros sin abrir: una presa rebosante con canales inservibles para el agua: la generación más numerosa de artistas habida en nuestro país, aislada de la sociedad: este desperdicio.

    Pero contrastémoslo también con el entusiasmo que anima a una parte de nuestra generación de artistas y promotores culturales, privados y de gobierno. Esos que pensamos que es posible pasar a un mejor momento para la Cultura.

    2. La doble visión

    Carlos Fuentes ha declarado: Somos un país del tercer mundo con una cultura de primer mundo.

    Refiriéndose a Latinoamérica entera, escribe Mario Vargas Llosa: … en el campo de la cultura sólo se puede hablar de subdesarrollo: la pequeñez del mercado cultural, lo poco que se lee, el ámbito restringido de las actividades artísticas. Pero en lo tocante a su producción, ni sus escritores, ni sus cineastas, ni sus pintores, ni sus músicos podrían ser llamados subdesarrollados … el arte y la literatura latinoamericanos han dejado atrás hace mucho lo pintoresco y lo folclórico y alcanzado unos niveles de elaboración y de originalidad que les garantizan una audiencia universal.[3]

    Por su parte, el historiador Enrique Krauze ha propuesto planear y llevar a cabo empresas culturales ambiciosas y sagaces[4] con la capacidad de capturar a millones de nuevos receptores de nuestro quehacer cultural más allá de nuestras fronteras.

    En un ejercicio de proyección a futuro, la UNESCO señala para México tres nichos como las más promisorias fuentes de riqueza:

    Una: las industrias de la hospitalidad. Industrias que incluyen el turismo, pero también áreas afines, como el acomodo de jubilados extranjeros o excursionismo a las reservas de vida animal.

    Dos: las industrias relacionadas con el back-office: el apoyo a las empresas internacionales.

    Tres: las industrias de la creación, que incluyen prominentemente la Cultura, como imán del turismo y como exportación.

    —Si hay tantos bienes culturales enclaustrados, embodegados, apresados —me dice el Artista Optimista, la melena revuelta y la camisa de mezclilla manchada de pintura—; si hay tanta cosa que nadie ve aquí —y pone su índice en el centro de la mesa— y tanta gente alrededor —y barre con la palma la superficie de la mesa entera—, todos los mexicanos pues, bueno, conectémoslos. Abramos las compuertas, como lo pones tú. Abramos los canales y demás. Y si no se puede, abramos boquetes, carajo, que tanta cosa fluya.

    Estamos sentados a una mesa colocada en la banqueta de la calle, bajo la fronda de un árbol. Ahí pone su mesa de madera el Pintor cada día, sin permiso de ninguna autoridad. Como dice él: se apropia de la calle. A su espalda está la galería que abrió y mantiene para sus cuates jóvenes pintores como él, donde exhiben y a veces venden, sin permiso de ninguna autoridad. Eso es lo que ambos llamamos boquetes: lugares o momentos en que la distancia entre la creación y la recepción del arte se acorta, con el ideal de anularse. Nada de intermediarios burocráticos o empresariales: del artista a su congénere.

    —Que fluya —repite—, de todas las maneras posibles, ¿me explico?

    Mi amigo Jorge Estévez, empresario teatral, me planteaba hace años, cuando viajamos por la República con una obra, otro esquema. Me contaba que en los años sesenta del siglo pasado, él y su compañía de actores viajaban por el país dando funciones de obras clásicas, siempre ante butaquerías repletas. Como otros productores independientes, él asumía los costos de la gira; los teatros eran los 39 del Instituto Mexicano del Seguro Social, que los prestaba sin cargo. Luego de recorrer el país, la compañía salía todavía a recorrer las principales ciudades de Latinoamérica.

    —Podría hacerse igual —me decía Estévez—. Hay que reconstruir las alianzas entre el Estado y los que generan la Cultura.

    Déborah Holtz, editora de poesía y libros de arte, propone algo similar. El Estado debería intervenir en las cadenas productivas del arte donde se le necesita —digamos, en el caso de la poesía, en la promoción de los libros—, pero no pensándose como el Gran Editor, o como un mecenas dadivoso, sino como propiciador provisional.

    —Lo que necesitamos no es un apoyo estatal eterno, sino un apoyo estratégicamente colocado que nos libre a mediano plazo de la dependencia. Un apoyo que aliente nuestra independencia.

    Christian Valdelièvre, productor de cine, localiza el atorón del cine en su relación con los exhibidores y distribuidores privados, que se llevan en conjunto 88% de lo que una película nacional recupera en las taquillas de los cines. En toda nuestra conversación, Christian Valdelièvre no menciona el subsidio, no porque no lo haya, sino porque en el cine funciona muy bien pero no es lo que conducirá a un florecimiento de la industria cinematográfica.

    Parece no haber acuerdo entre estos distintos artistas y empresarios culturales. La verdad, tratándose de algo como la Cultura, que deseamos mucho más abundante e incomparablemente diversa, no tiene por qué haberlo.

    Precisamente te propongo que la manera de desbordar la presa, de hacer llegar a la sociedad la Cultura, sea mediante una política cultural que propicie la multiplicación de las maneras en que ésta se genera, se promueve y se distribuye a la sociedad e incluso más allá de nuestras fronteras.

    Pero me estoy adelantando demasiado. Déjame sólo llamar tu atención a que todos ellos, expertos en su área cultural, comparten un optimismo: los canales pueden destrabarse, y el problema son los canales. Ni malos artistas, ni una sociedad impermeable a la Cultura, como pregonan ciertos espíritus aristocratizantes, ni una escasez o deficiencia de los focos generadores de Cultura.

    A este optimismo, que convive con el pesimismo al que llevan los datos duros en Cultura, lo he considerado por lo pronto un segundo misterio. O si te parece mejor: un tema por analizar.

    3. Otro misterio: ¿de qué diablos hablamos cuando hablamos de Cultura?

    Te cuento algo. Ocurre en el año 2002.

    Diez escritores asisten al Congreso para dialogar con la comisión de Cultura. Uno tras otro pasan al podio. Están ofuscados. La Secretaría de Hacienda quiere gravarles sus ingresos, antes exentos. Uno habla de las obligaciones del Estado: debe pagar la Cultura, sobre todo aquella que nadie quiere ver o leer. Otra habla de sus artículos en el periódico donde ironiza el quehacer político actual: es de las escritoras más leídas del país. Otro habla con pasión de producir teatro lejos de la ubre del Estado: exige menos intervención del Estado pero mejores condiciones fiscales. Otro escritor declara enfático que la Cultura contiene la identidad mexicana: sin Cultura no hay ni hubo ni habrá México. Otro escritor habla de los dos años que tarda en escribir sus novelas de 700 hojas que de común son traducidas a quince idiomas: 35% de impuestos que le van a cobrar ahora le jode su economía personal, que asegura no es estrafalaria, y que depende sobre todo de los pagos que le vienen de Italia. Así, pasan los diez escritores.

    Los congresistas responden igual por turno, por cierto que muy tranquilos. Sí, hay que defender la Cultura. La van a defender. Despreocúpense. Uno agrega: sobre todo la artesanía. Otro promete más dinero del erario para subsidios. Otro retoma la arenga de un escritor: sin arte no hay México: el arte es el alma de México. ¡Viva el arte!, termina, ¡viva México!

    Para entonces yo, sentada en una curul, fume y fume, me siento mareada. Es el humo, claro, pero también la confusión. ¿Estamos hablando todos de lo mismo? Nada digo en voz alta pero lo dudo.

    Esa tarde veo la sesión por el canal de televisión del Congreso y

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