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El camino de los inmortales: El camino de los inmortales, #1
El camino de los inmortales: El camino de los inmortales, #1
El camino de los inmortales: El camino de los inmortales, #1
Libro electrónico414 páginas7 horas

El camino de los inmortales: El camino de los inmortales, #1

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Información de este libro electrónico

Empujado a través de un misterioso portal a un mundo desconocido, Nick Barnette hace lo que cualquiera haría en su situación: correr.

Separado de sus amigos, y perseguido por poderosas fuerzas que no comprende, Nick debe explorar el reino de Lhasa y descubrir cómo regresar a su hogar.

Tras pruebas y tribulaciones, Nick descubre que ha desarrollado un extraño poder que le permite ralentizar el tiempo, y que ha mejorado sustancialmente sus habilidades para el combate. Pero no sabe controlar su poder. Y hasta donde sabe, la única forma de desarrollarlo y encontrar a sus amigos es estudiar el camino de los inmortales, una antigua tradición practicada por monjes y ermitaños en las altas montañas de Lhasa.

No será una tarea fácil, pero si alguien está a la altura del reto, ese es Nick, que podría ser el héroe más poco convencional que el reino de Lhasa haya visto jamás.

El camino de los inmortales. El sendero de la divinidad es una serie occidental de cultivación entretejida con la tradición butanesa y tibetana en una novela de ritmo frenético que encantará a los lectores de xianxia, wuxia, LitRPG y fantasía progresiva. El camino de los inmortales es una fantasía de portales escrita por Harmon Cooper, autor de los bestsellers de GameLit Fantasy Online, House of Dolls, Cherry Blossom Girls, Feedback Loop y Monster Hunt NYC.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento18 ene 2020
ISBN9781071527054
El camino de los inmortales: El camino de los inmortales, #1

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    Vista previa del libro

    El camino de los inmortales - Harmon Cooper

    El camino de los inmortales

    El sendero de la divinidad

    De Harmon Cooper

    Copyright © 2019 by Harmon Cooper

    Copyright © 2019 Boycott Books

    Editado por Andi Marlowe @ Andromeda Editing

    Audiobook narrado por Neil Hellegers

    writer.harmoncooper@gmail.com

    Twitter: @_HarmonCooper

    Todos los derechos reservados. Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación del autor o se emplean de manera ficticia.

    Tabla de contenidos

    ––––––––

    Tabla de contenidos

    Tabla de contenidos.....................................................................................................................3

    Capítulo Uno: Portal de no ficción...............................................................................................6

    Capítulo Dos: Madera a la deriva en una costa extranjera........................................................10

    Capítulo Tres: Jabalí..................................................................................................................14

    Capítulo Cuatro: La naturaleza encuentra una salida...............................................................19

    Capítulo Cinco: Espíritus malignos............................................................................................27

    Capítulo Seis Esclavo.................................................................................................................34

    Capítulo Siete: Luces fuera........................................................................................................39

    Capítulo Ocho: ¡Luces!..............................................................................................................44

    Capítulo Nueve: Introducción a los caminos.............................................................................50

    Capítulo Diez: Una mancha marrón oscuro...............................................................................57

    Capítulo Once: Roger.................................................................................................................67

    Capítulo Doce: Refugio..............................................................................................................77

    Capítulo Trece: Caligrafía en el patio........................................................................................89

    Capítulo Catorce: Desterrado....................................................................................................96

    Capítulo Quince: Tres años, tres meses, tres semanas y tres días..........................................104

    Capítulo Dieciseis: Ardiente rayo de sabiduría........................................................................111

    Capítulo Diecisiete: La mano sanadora...................................................................................120

    Capítulo Dieciocho: Poemas en una cueva..............................................................................126

    Capítulo Diecinueve: La leona de las nieves............................................................................136

    Capítulo Veinte: ¿Por qué no lo hacemos en el camino?.........................................................140

    Capítulo Veintiuno: Toda una noche........................................................................................149

    Capítulo Veintidós: Monje de vapor.........................................................................................153

    Capítulo Venitetrés: Puño de Fuerza.......................................................................................159

    Capítulo Veinticuatro: La espada en el cráneo........................................................................172

    Capítulo Veinticinco Sona se despierta...................................................................................181

    Capítulo Veintiseis: Los hombres gato y su cargamento.........................................................187

    Capítulo Veintisiete: Karma negativo......................................................................................192

    Capítulo Veintiocho: Ponerse guapo........................................................................................200

    Capítulo Veintinueve: Descubrimiento en la cena...................................................................209

    Capítulo Treinta: Anillo de fuego.............................................................................................216

    Capítulo Treinta y uno: Un nuevo sendero se abre.................................................................226

    Capítulo Treinta y dos: Conocimiento básico..........................................................................238

    Capítulo Treita y tres: Remover los escoldos..........................................................................250

    Capítulo Treinta y cuatro: Cambio de planes..........................................................................261

    Capítulo Treinta y cinco: Combate de runas...........................................................................269

    Capítulo Treinta y seis: La plantación.....................................................................................280

    Capítulo Treinta y siete: Confrontación...................................................................................284

    Capítulo Treinta y ocho: Distorsión.........................................................................................288

    Contenido de contraportada....................................................................................................293

    Fases del sendero de la divinidad

    A person posing for the camera Description automatically generated

    Capítulo Uno: Portal de no ficción

    ––––––––

    —Me alegro de que todos pudierais venir —le dije al grupito de chicos que se había reunido para la fiesta de graduación de Tom.

    Alcé mi cerveza, listo para empezar la celebración.

    —Eh, se supone que yo iba a hacer el brindis —dijo Boby, el profesor calvo de secundaria que apenas se tenía en pie.

    Junto a él estaba Evan, el amigo de universidad de Tom, ya borracho tras una tarde de precalentamiento.

    —No, tú me dijiste que estarías borracho a estas alturas, y que sería mejor que yo me encargara. Tengo tu mensaje, que dice literalmente: Tú haces el brindis, Nick, yo estoy borracho —le recordé a Bobby— Yo solo me he tomado una cerveza, ¿recuerdas? Acabo de llegar.

    —Estás bien, me has pillado —dijo Bobby, y levantó las manos—. Quizás hice eso.

    —Siéntate, Nick —me dijo Hugo con una sonrisa—. Y bájate del burro con esa mierda de que solo me he tomado una cerveza. Te vas a poner al día rápido.

    Hugo era el que venía de más lejos a la fiesta de Tom. Había cogido el avión nocturno de San Diego a Boston. Era un marine retirado y, según me parecía, iba a ser el único que aguantaría toda la noche.

    Yo lo iba a intentar, pero Hugo siempre llegaba a la línea de meta listo para otra vuelta.

    —Vale, vale —le dije al grupo, con la cerveza aún levantada—. Por Tom Griff, futuro señor Lindsay Hale, uno de mis más viejos amigos...

    Tom resopló.

    —No voy a usar su apellido, gilipollas.

    —¿Estás seguro de eso, tío? —preguntó Hugo, que le golpeó la pierna. Ambos se rieron mientras Tom hacía una mueca de dolor.

    —Dejadme acabar el brindis —dije.

    Pero mis palabras se interrumpieron porque la ventana se abrió de golpe y un destello púrpura de electricidad entró en la habitación.

    Un sonido subsónico hizo temblar las tablillas del suelo y los cristales estallaron por toda la casa. Una bola de energía se formó delante nuestro.

    Espabilado de golpe de su sopor cervecero, el amigo de Tom, Evan, trató de saltar por encima de la mesita de café, solo para ser absorbido por la esfera púrpura entre gritos y patadas.

    —¿Qué hostias? —gritó Bobby mientras mis pies eran barridos de debajo de mí, como si un lazo de energía me arrastrara hacia la bola oscilante.

    —¡Nick! —gritó Nick.

    Entrando en acción, Hugo se lanzó al suelo y me enganchó con los dos brazos.

    —¡Te tengo, compañero! —dijo, con los músculos hinchados mientras trataba de impedir que me absorbiera la esfera.

    Pero la esfera era más fuerte que los dos juntos, y fue cuestión de un instante que nos tragara.

    No hubo túnel de luz, ni caída, ni dolor. Ni un aviso.

    Hugo y yo fuimos, sencillamente, depositados sobre un rompeolas hecho de piedras cubiertas de algas. El aire olía a salmuera. El agua del mar nos salpicó la cara cuando una ola golpeó contra las rocas.

    Sofoqué un grito al contemplar lo que me rodeaba, el mar que se extendía en la distancia, las montañas a lo lejos.

    —Vale, vale... —dijo Hugo, que asentía con la cabeza—. Evan, tenemos que encontrar a Evan. Lo primero.

    —Espera, ¿qué hostias acaba de ocurrir? —pregunté. Todo a mi alrededor se movió cuando intenté hacerme a la idea de qué estaba pasando.

    —No importa. Encontramos a Evan y...

    Tom cayó del cielo y fue directo al agua.

    —¡Tom! —gritó Hugo. Se quitó la camisa, listo para saltar.

    Le agarré del brazo justo a tiempo de evitar que se zambullera.

    —¡Qué hostias, Nick!

    —Tío.

    —Tío... —dijo Hugo con los ojos como platos.

    No había manera de que fuésemos a ser capaces de enfrentarnos con lo que vimos salir del agua.

    ¿Una serpiente de mar?

    No, un puto dragón de mar. Algo que era fácilmente tan grande como un autobús urbano, con escamas resplandecientes y unas fauces terribles llenas de dientes afilados.

    Pero, en lugar de correr, Hugo levantó una de las rocas más pequeñas y trató de lanzarla al dragón, lo cual fue definitivamente un error. El monstruo se elevó aún más y se dejó impactar contra el rompeolas, intentando devorar a Hugo.

    La ola que provocó me golpeó en el pecho y me lanzó al agua.

    Sentí que algo se movía hacia mí. El agua oscura y el cielo gris me hacían difícil ver qué acechaba en las profundidades.

    Una mano me tapó la boca y otra se posó sobre mi pecho, y ambas tiraron de mí

    Me retorcí para alejarme, pegando patadas al agua, y nadé más rápido que nunca. Avancé con toda mi voluntad, alimentado por la adrenalina. Hice lo que pude por salir del agua y descubrir qué le había pasado a Hugo.

    Cuando llegué al rompeolas, me encaramé a las rocas justo cuando Bobby cayó delante de mí. El profesor de secundaria chilló hasta que se dio cuenta de que estaba en suelo firme.

    —¡Nick! ¡Nick! —comenzó a gritar de nuevo cuando me vio salir del agua. Sus manos pálidas trataron de agarrarse a mis pies—. ¿¡Qué mierda fue eso!?

    —No tengo ni idea... —dije mientras trataba de liberarme.

    —¿Dónde están los otros? —preguntó, y se llevó las manos a la cabeza—. ¿Qué hostias era eso que te empujó al agua?

    —¡En serio que no lo sé, macho!

    Pude ver algo inquietante que se movía debajo del agua, algo que provocaba pequeños remolinos en la superficie. Un escalofrío me recorrió la espalda. En mi vida había tenido el corazón tan acelerado como ahora.

    Oímos un terrible bramido y el dragón marino salió de nuevo del agua para posarse sobre el rompeolas. Tenía los pinchos de la espalda levantados.

    —Hugo... —comencé a decir mientras señalaba al dragón marino.

    —¿¡Hugo está dentro de un puto dragón marino!?

    —No, él estaba...

    —¡Yo me largo de aquí! —dijo Bobby, y salió pitando.

    Me giré para ver cómo el dragón marino abría la boca y rociaba el aire con agua. Sus ojos rojos, maliciosos, estaban clavados en mí.

    Y antes que quedarme por allí para ver de qué era capaz aquello, eché a correr hacia la orilla.

    Capítulo Dos: Madera a la deriva en una costa extranjera

    ––––––––

    Alcanzamos la orilla al mismo tiempo. Bobby saltaba como si la tierra se alejara de él. Yo miré hacia atrás y vi que el dragón había regresado al agua. Un remolino era la única prueba de que había sido real.

    —¿Dónde está Evan? —preguntó Bobby desesperado—. ¿Y Tom? Hugo ha sido la cena del maldito dragón, ¡tú lo dijiste!

    —¿En serio?

    —¿Qué mierda? Estamos borrachos. Estamos borrachos. Tú estás borracho. Yo estoy borracho. Estamos borrachos.

    —¡Yo solo me tomé una puta cerveza, Bobby!

    —¿Pusiste setas en mi cerveza, o algún tipo de disparatado mejunje de hippy del oeste de Massachusetts?

    —¿Qué? ¡No! —me eché hacia delante, con las manos sobre las rodillas mientras trataba de recuperar el aliento. Estaba todo mojado, pero eso era lo último que me preocupaba.

    —Ni siquiera vivo ya en el oeste de Massachusetts. Vivo en Worcester.

    —La misma mierda.

    Cerré los puños por un instante.

    —Vale, vale, déjame pensar. Evan fue el primero en cruzar el portal.

    —¡Sí, eso ya lo vi, Nick!

    Tragué saliva.

    —Estoy tratando de controlar algo de lo que ha pasado aquí. Luego, Hugo y yo cruzamos. Tom está ahí fuera —señalé al mar.

    —¿Me estás diciendo que Tom estaba...?

    —¡No sé lo que estoy diciendo! Estábamos sentados en tu apartamento, y ahora esto.

    Miré al mar, al fondo del rompeolas. El oleaje estaba en calma ahora, y por un instante me pregunté si acaso había habido un dragón siquiera. Me encogí de hombros. Sabía qu había ocurrido, y también sabía lo que había vivido al caer al agua.

    —Vamos a morir aquí —Bobby pateó un trozo de madera—. Donde mierda sea que estemos, vamos a morir aquí.

    —No sé...

    —¿Qué estás hablando, Nick? Dos de nuestros amigos ya están muertos. Evan puede estar o no estar muerto, pero él no era nuestro amigo, para empezar —dijo Bobby, que se había puesto a caminar—. Dijiste que Tom cayó al mar. Supongo que Hugo fue en su busca.

    —Correcto. Y entonces apareció el dragón.

    Bobby hizo una pausa.

    —Nop, los dragones no existen. Ni de coña, para nada.

    —Los dos lo vimos —le recordé.

    —Seguro, eso complica las cosas. Y los dos sabemos que el culo gordo de Evan no llegará muy lejos. ¿Quién sabe si siquiera sabe nadar?

    —Estoy seguro de que Evan sabe nadar.

    —Tiene un serio problema de sobrepeso.

    —Quizás le sobren unos cuarenta y cinco kilos —le dije a Bobby, sin estar seguro de para qué discutía con él.

    —Bueno, si logró salvarse, algo se lo comerá. Si hay dragones por ahí, se comerán a Evan. Recuerda mis putas palabras, Nick. Quiero decir, si yo fuese un dragón, me comería a Evan. Es el que más carne tiene.

    —Creí que dijiste que estaba gordo.

    —¡Sabes qué mierda quiero decir, Nick! —Bobby cerró los puños—. Bueno, bueno, basta de gilipolleces. Perdona, estoy alterado. ¿Dónde estamos? Empecemos por ahí.

    —Yo también estoy alterado. Esto es una de esas mierdas del peor escenario posible.

    Los dos miramos alrededor. Todo lo que podía ver era que estábamos en una playa frente a un vasto mar. Montañas a nuestra derecha, y la selva detrás. Bobby miró su teléfono e hizo una mueca.

    —Sin cobertura. ¿Qué hay del tuyo?

    —Mi teléfono está en la mesa de tu casa. —Miré de nuevo alrededor—. ¿Nueva Inglaterra? ¿Estamos todavía en Nueva Inglaterra?

    —No, era invierno en Nueva Inglaterra. Eso es una selva. No hay selvas en Nueva Inglaterra.

    —El agua se parece a la de Nueva Inglaterra, por lo fría y oscura.

    —Ni de coña. Estamos en otra parte, quizás en algún lugar... —Bobby miró las montañas a lo lejos—. Si estuviésemos en algún lugar tropical, seguramente no habría nieve en la cima de las montañas.

    — ¿Asia?

    —¿Cómo mierda podríamos ir de Boston a Asia en cuestión de segundos?

    —¡Mierda, Bobby, solo estoy dando ideas aquí! ¿Con qué frecuencia se abre un portal en mitad de una fiesta de graduación?

    Asintió con la cabeza.

    —Bien visto. Perdona otra vez. Esto me está subiendo la tensión. Y, sí, maldita sea. ¿No creerás que alguien echó algo en las cervezas, no? ¿Esto no es uno de tus comestibles, verdad?

    —¿Comestibles? Venga ya, Bobby. ¿Y quién va a echar nada en nuestras cervezas? Era una fiesta de graduación con cinco personas, y todas nos conocemos desde la infancia. Bueno, salvo Evan. Él es el nuevo del grupo.

    —Esa es una forma amable de decirlo. Es el amigo de Tom. Evan nunca ha sido parte del grupo. Pero estoy de acuerdo contigo. Nadie echaría nada en nuestras bebidas. —Bobby se pasó los dedos por su barbilla de chivo—. Salvo Evan, pero hasta eso parece algo que él no haría.

    —No estamos alucinando, Bobby —dije, y me agaché para coger un puñado de arena—. Yo he tenido viajes antes, y no se parece en nada a esto. —Dejé que la arena cayera entre mis dedos—. Créeme.

    Nuestra conversación se interrumpió cuando vimos algo en la otra punta de la playa. Un grupo de hombres se movía por la orilla, y de lejos parecían...

    —¿Soldados? —pregunté.

    Los dos miramos a lo lejos, y confirmamos lo que habíamos visto.

    —Se parecen —dijo Bobby al fin—. ¡Mierda, mierda!

    —Estoy contigo, hombre, dejemos que...

    Los soldados estaban como a medio kilómetro, y si yo no estaba imaginando cosas, parecían llevar espadas.

    —Tú sígueme —dijo Bobby con un gesto firme de cabeza—. Yo hablo francés.

    Le miré divertido.

    —¿De qué nos iba a servir eso?

    —No lo sé. ¿Tú hablas otros idiomas?

    —Hice mis pinitos con el alemán en la universidad.

    —¿Antes o después de que la dejaras?

    Respiré hondo, todavía intentando encontrarle un sentido a todo esto.

    —La verdad es que fue después, durante uno de mis viajes a Berlín.

    —Y no importa cuánto tiempo pasases en Europa, no te encontraste a ti mismo. —Bobby se giró en la dirección de los soldados—. Deja que yo me encargue de esto.

    —Si tú lo dices.

    —Yo hablo francés, Nick —bufó—. Simplemente, deja que yo me encargue.

    Capítulo Tres: Jabalí

    ––––––––

    —En serio, tú, esos tíos tienen espadas.

    —Relájate, Nick, y quizás aprendas algo de diplomacia aquí —dijo Bobby, que avanzó con dificultad.

    Los dos caminamos por la arena. Unas pocas gaviotas volaban en círculo sobre nuestras cabezas, como si fuesen buitres.

    ¿Gaviotas buitre? En serio esperaba que no.

    —¡Bonjour! —dijo Bobby, que agitó la mano hacia los hombres.

    Eran unos treinta soldados, dirigidos por un tipo bajito con una armadura completa de samurai. Todos llevaban cascos con máscaras de león sobre sus caras. Solo su comandante iba sin máscara.

    —No hablan francés —le dije a Bobby de nuevo mientras seguía saludando con la mano.

    —Bueno, definitivamente he captado su atención, así que ahí lo llevas. Y dame un respiro aquí. Aún no sabemos que no hablen francés.

    —¿Por qué seríamos transportados a un mundo donde hay tipos que patrullan la playa con espadas y, por alguna razón, esos mismos tipos hablan francés? En cualquier caso, sus armaduras parecen asiáticas.

    —¡Solo estoy tratando de entender todo esto! —dijo Bobby, que se volvió a mí con mirada de frustración—. Yo solo estaba sentado tomándome una cerveza cuando Evan fue succionado. Mierda. Casi conseguí llegar a la puerta. Si hubiera tenido un instante más, un par de segundos...

    —Aquí vamos —dije cuando el comandante se nos acercó con la mano en el puño de la espada.

    —¿Comment ça va? —preguntó Bobby.

    —¿Qué significa todo esto? —preguntó el comandante, y desenvainó la espada.

    Los otros soldados también sacaron sus armas. Unos cuantos al fondo llevaban luceros del alba en lugar de espadas.

    —¿Puede entendernos? —pregunté mientras levantaba las manos, naturalmente.

    —Pues claro que os puedo entender —gruñó el comandante—. ¿Por qué vais vestidos así?

    —¿Así cómo?

    Bobby llevaba un camisa de vestir azul metida por dentro de los vaqueros, un pelín desaliñado a estas alturas. Yo también llevaba unos vaqueros, aunque más oscuros. Y una camiseta gris con chaqueta negra.

    El comandante apuntó con la espada a Bobby.

    —Vosotros dos os venís con nosotros.

    —Un momento, espera un maldito minuto —dijo Bobby, que dio un paso adelante—. Todo lo que pedimos aquí es un poco de ayuda. Quizás algo de información, también.

    —¿Ayuda e información? —preguntó el comandante. Un sonrisa se le comenzó a dibujar en el rostro. Tenía un bigote manillar, y varias cicatrices y cortes le cruzaban las mejillas, como si se hubiese peleado con un puma—. ¿Qué información queréis?

    —¿Dónde estamos? —preguntó Bobby sin rodeos—. Empecemos por ahí.

    —Estáis en el reino de Lhasa, y bajo la autoridad que me ha sido otorgada por Madame Mabel Pemagatshel, sois, desde este momento, mis prisioneros.

    —¿Prisioneros?

    El comandante golpeó a Bobby con la espada, que le acuchilló el pecho.

    —¡Joder! —dijo Bobby mientras se tambaleaba hacia atrás con la camisa ensangrentada. Se cayó de rodillas y me miró.

    —¡Corre, Nick, vete!

    —No —comencé a decirle, a pesar de que treinta tipos me apuntaban con espadas y luceros del alba.

    —¡Vete, maldita sea, sálvate! —dijo Bobby, que gemía y aspiraba hondo—. No seas idiota. ¡Corre, Nick!

    —Si corres... —comenzó a decir el comandante, que apuntaba ahora su espada al cuello de Bobby.

    Pero nunca llegué a oír lo siguiente que salió de su boca.

    Eché a correr hacia la jungla, más rápido de lo que había corrido nunca.

    Pude oír a los soldados que me perseguían, el tintineo de sus armaduras.

    Y aunque mis gemelos gritaban de dolor, mientras Bobby me gritaba que corriera más rápido, seguí adelante, sin tener ni idea de dónde iba o cómo me iba a librar de ellos. Fijé la vista a unos dos metros por delante de mí, atento a agujeros o raíces sueltas.

    Cuando llegué a la jungla, oí el grito de los monos y los pájaros arriba en los árboles.

    Seguí, y casi perdí el equilibrio cuando mi pie se quedó debajo de una roca. El ruido de los soldados casi estaba encima de mí.

    Continué, aunque me estaba quedando sin aliento, incluso parecía que corría cuesta arriba.

    Había árboles gigantescos con intrincadas redes de raíces, y setas de colores crecían en sus troncos. Había rocas cubiertas de musgo, y criaturas que se escurrían en todas direcciones dondequiera que pisara.

    Todo era borroso.

    Me abrí paso por una corriente y llegué a un claro lleno de flores blancas.

    Me paré, atento al ruido de los soldados.

    Todo estaba en silencio, pero, en lugar de quedarme allí, me encaminé al otro lado del claro. Me escondí tras unos arbustos cuando apareció un hombre vestido con una túnica azul.

    Sos ojos completamente blancos se entrecerraron hacia mí y el hombre adoptó una posición de ataque. Estaba a punto de dar su golpe final cuando un jabalí salió a todo correr de la maleza y se dio de bruces contra él. El hombre estalló en una nube de humo negro.

    Esto me dio el tiempo que necesitaba para huir. La criatura resopló y volvió su atención hacia mí. Rompía el suelo con sus colmillos al cargar. El jabalí era tan grande como una vaca, y estaba enfadado. Gruñía y volcaba todo lo que se interponía entre él y yo hasta que casi me tuvo.

    Corrí por mi vida, bien consciente de que aquella cosa me iba a alcanzar si no conseguía alguna ventaja pronto.

    ¿Y quién era el hombre de la túnica? Incluso mientras arrastraba mi culo por la jungla, no podía olvidar sus extraños ojos blancos, la manera en que salió de ninguna parte y me atacó.

    ¿Era uno de los soldados? ¿Por qué no tenía una espada?

    El jabalí hizo un ruido terrible detrás de mí. Busqué un árbol que fuese fácil de escalar, y al final encontré uno que tenía unas rocas delante, y bultos en el tronco que me darían algo de agarre.

    Me abalancé contra él y comencé a subirlo.

    El jabalí cargó contra el árbol. Embistió el tronco con sus colmillos. El árbol parecía elevarse hasta el mismísimo cielo, pero yo ya había había subido lo suficiente para que la criatura no me alcanzara.

    La única pega era que el jabalí gigante parecía lo bastante fuerte como para derribar el árbol si seguí así, lo que significaba que necesitaba encontrar un lugar más alto. O, al menos, un lugar más estable.

    Hice todo lo que pude por no mirar abajo e, ignorando el hormigueo en estómago y pies, me arrastré por una rama. Me estiré para alcanzar el árbol próximo, que tenía un tronco más grueso que en el que ahora estaba.

    Fui a por todas.

    Y me alegré de tener bastante fuerza en la parte superior del cuerpo para al menos tirar de mis piernas y enroscarlas en la nueva rama. Me contoneé hacia una posición más estable, levantando polen durante el proceso.

    Pero el maldito jabalí no se rendía.

    Centró su atención en mi nuevo árbol, y embistió el tronco con los colmillos. Cada vez que golpeaba, un temblor me sacudía.

    El árbol estaba al pie de un acantilado, pero desde mi posición solo podía ver rocas. Si subía unos seis metros, llegaría a un punto en que podría alcanzar una repisa. Allí, el jabalí no me alcanzaría.

    No sin tener que ir de excursión.

    Mi cansancio fue en auge, y tuve que esforzarme en tener los ojos abiertos mientras escalaba.

    —Contrólate, Nick —susurré, como si eso me fuese a ayudar.

    Ignoré al jabalí, el mamón no dejaba de resoplar. Yo estaba sudando mucho y mis músculos chillaban de dolor.

    No hacía tanto calor. Quizás era la adrenalina la que le hacía algo a mis glándulas sudoríparas. Pero no podía imaginar por mi vida qué era lo que me hacía estar tan cansado.

    Llegué a otra rama, y una de mis piernas cedió.

    Logré sostenerme y tiré de ella. Me di cuenta de que mi pierna estaba...

    ¿Dormida?

    Levanté la vista. Y la bajé.

    No era el mejor sitio para descansar, pero volví a bostezar. Encontré una hendidura en el tronco que era lo suficientemente profunda para evitar que me cayera hacia un lado.

    Mis ojos revolotearon y se cerraron. Traté de abrirlos de nuevo, pero parecía que iba puesto. Las aletas de la nariz me quemaban al inhalar más polen.

    ¿Polen?

    Las manos se me cayeron a los lados y supe que no iba a luchar.

    Estaba fuera de combate.

    Capítulo Cuatro: La naturaleza encuentra una salida

    ––––––––

    Estaba oscuro cuando me desperté. Se me escapó un grito ahogado cuando mis ojos se posaron en una mujer de pie junto a mí.

    Iluminado por luciérnagas verdes, era como si las ramas del árbol hubiesen retrocedido, se hubieran desdoblado y vuelto a juntar para formar el cuerpo de una mujer. Al menos, parte del cuerpo. Había algo de serpiente en su forma, teniendo en cuenta que era mujer de tronco para arriba. Pezones erectos, piel de corteza, rasgos afilados, y el árbol bajo su cintura.

    —¿Por qué estás en mi árbol? —me preguntó una voz. Las hojas se agitaron a mi alrededor y levantaron más polen.

    —¿Este es tu árbol?

    El tronco que había detrás de mí se ajustó a mi peso y poco a poco me presionó hacia arriba. Me puse de pie y guardé el equilibrio mientras buscaba una vía de escape.

    —Lo es. ¿Te importaría marcharte?

    —Ni siquiera sé dónde estoy —le dije a la mujer árbol.

    Se limpió algunas hojas verdes de la frente y luego se las sacudió de los hombros.

    —Estás en lo que los mortales llaman el reino de Lhasa, y tú estás en mi árbol.

    —Lo siento...

    —No hay nada por lo que disculparse —dijo, mientras una rama bajaba por detrás de mi cabeza y me rozaba ligeramente—. Fue mi polen el que te adormeció.

    Aparecieron más luciérnagas verdes que revolotearon a nuestro alrededor e iluminaron el área. Había algo raro en su manera de mirarme, un anhelo en sus ojos.

    —¿Puedes controlarlas?

    —Sí.

    —No sé que se supone que debo hacer —admití—. Yo solo estaba con mis amigos, y entonces aparecí aquí, cerca del agua.

    —Yo no puedo ir al agua. Hay cosas horribles allí.

    —Desde luego. Yo vi un dragón, y había manos que salían de debajo de las olas e intentaban agarrarme. Soldados también, entre otras cosas —dije, recordando al hombre que me había atacado y al jabalí que le había atacado a él.

    —Entonces, ¿escapaste de ellos solo para encontrar mi árbol?

    Asentí mientras ella se acercaba un poco más a mí.

    —Eres un extranjero, entonces.

    —¿Has oído hablar de un lugar llamado Massachusetts? No creo. De allí es de donde soy.

    —Aún así y todo, conseguiste llegar a mi árbol...

    Observé cómo sus labios se separaban. La mujer árbol mostró unos dientes afilados como cuchillas.

    —Ha pasado algún tiempo desde que me alimenté por última vez, y prefiero que mis presas estén despiertas cuando me las como.

    —No tienes que hacer esto —dije, mientras levantaba ambas manos y miraba a mi alrededor de nuevo.

    Me podía dejar caer, pero eso eran unos buenos doce o quince metros. Y, aunque no me matara, quién sabía si el jabalí estaba todavía allí abajo, esperándome.

    Mi otra opción era escalar hasta lo alto del árbol y saltar al acantilado.

    Bajé las manos y las coloqué sobre el tronco que tenía detrás, donde encontré el nudo. No bastaba para impulsarme, pero era lo que había.

    —No será tan malo como piensas —dijo ella, y se lamió los labios—, pero intentaré que no sea muy doloroso.

    —Siento decepcionarte.

    Me alejé de ella, impulsándome a la rama próxima. Tan pronto como llegué a la siguiente muesca, el árbol se empezó a mover, y la mujer apareció a mi derecha, sobresaliendo del tronco

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