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Resiliencia
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Libro electrónico118 páginas2 horas

Resiliencia

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Presentación del concepto de resiliencia como un dinamismo potencialmente humanizador, tanto como clave de lectura de la experiencia humana de sufrimiento, enfermedad, trauma, duelo, como por la parte del agente de salud o social que acompaña. Un canto a la libertad y a las posibilidades de los seres humanos en medio del sufrimiento.

En medio de un ritmo de vida tan vertiginoso como el que vivimos, este libro ayuda a conocerse y a identificar nuevas posibilidades de humanización en nosotros y en nuestros entornos.
IdiomaEspañol
EditorialPPC Editorial
Fecha de lanzamiento29 abr 2013
ISBN9788428824996
Resiliencia

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    Resiliencia - José Carlos Bermejo

    INTRODUCCIÓN

    El concepto de resiliencia se presenta potencialmente humanizador tanto como clave de lectura de la experiencia humana de sufrimiento, enfermedad, trauma, duelo, como por la parte del agente de salud o social que acompaña. No es lo mismo un plan de intervención centrado exclusivamente en las carencias que un plan que mire sobre todo a promover las potencialidades del individuo necesitado.

    La consideración positiva de los recursos –a veces latentes– de la persona constituye un potencial que conviene explorar en el acompañamiento. Por eso, los diferentes testimonios y estudios realizados en el campo de la superación de las crisis y los traumas nos invitan a interesarnos por una visión positiva que dibuje caminos posibles y de esperanza cuando otros planteamientos dibujan y vaticinan fracaso y pesimismo.

    Inicialmente, los estudios de resiliencia se centraron en niños y en familias, para trabajar elementos formativos que les permitieran modificar la forma de ver las dificultades y ser más eficaces. Hoy el tema es afrontado desde diferentes entornos en los que este enfoque positivo de la persona puede cambiar modelos de intervención centrados más en la vulnerabilidad.

    Al escribir un libro sobre resiliencia en el Centro de Humanización de la Salud queremos sumarnos a esta corriente que canta a la libertad y a las posibilidades de los seres humanos en medio del sufrimiento. Al considerar la resiliencia no como una mera característica de algunas personas, sino como la suma e interacción entre elementos intrínsecos y extrínsecos, el tema se convierte en apasionante para quien desea ayudar a las personas en situación de dificultad. No se trata solamente de identificar a las personas con temperamento favorable a la resiliencia, sino también de fomentar los entornos potenciadores y los modelos de intervención positivos para renovar la mirada sobre las personas. Y es que la mirada tiene un gran poder potenciador de las capacidades del prójimo.

    En los años ochenta, la psicóloga Emmy Wermer llevó a cabo un estudio longitudinal y prospectivo: el seguimiento de 698 individuos (nacidos en 1955) desde el período prenatal hasta la edad de 32 años. Las niñas y niños eran los patitos feos de familias pobres de los bajos fondos de la isla hawaiana de Kauai. En el estudio, Emmy Wermer tuvo la intuición de considerar aquellos casos en que se adaptaron positivamente y llegaron a ser adultos con una vida equilibrada y competente, a pesar de vivir situaciones de gran riesgo o adversidad durante su infancia. Los etiquetó como personas resilientes.

    Desde entonces, este concepto que inicialmente procede de la metalurgia, está sirviendo en el marco de la psicología positiva y en la espiritualidad, para referir posibilidades de éxito, superación y crecimiento en medio de las dificultades de la vida.

    Más que un concepto nuevo está siendo un nuevo modo de referirnos a cuestiones de siempre, como el coraje, la perseverancia, la superación, etc., pero desde un enfoque que permite el estudio de los elementos que protegen a una persona y que pueden contribuir a prevenir fracasos y situaciones indeseables como resultado de crisis de la vida.

    Pero… empezaré por un cuento.

    Érase una vez un hombre malvado, Ben Sadok, que atravesaba un oasis. Tenía un carácter tan violento que no podía ver nada sano ni bonito sin estropearlo.

    En la orilla del oasis había una joven palmera que estaba creciendo con energía. Esta le hirió los ojos a Ben Sadok. Entonces cogió una pesada piedra y la puso encima de la corona de la joven palmera. Y, riéndose pérfidamente, continuó su camino.

    La joven palmera se sacudió y se inclinó e intentó deshacerse de la pesada carga sin éxito. La piedra estaba fuertemente puesta encima de su corona. Por más que intentaba empujar, no tenía fuerzas suficientes para deshacerse de ella.

    Entonces la joven palmera arañó el suelo y excavó y se mantuvo a pesar de la pesada carga empujándola. Como no podía estirar sus ramas, fue hundiendo y hundiendo sus raíces tan profundamente que encontró las vetas de agua más escondidas del oasis. Esas aguas frescas y profundas la alimentaron y fortalecieron, dándole tanta fuerza que empujó la piedra tan alto que ya ningún árbol hacía sombra a su corona. El agua de las profundidades y el sol de las alturas convirtieron al joven árbol en una palmera reina.

    Al cabo de unos años volvió Ben Sadok, para alegrarse la vista con el árbol enfermo que él había estropeado. Buscó sin éxito.

    Entonces la palmera, más orgullosa ahora, bajó su corona, enseñó la piedra y dijo:

    –Ben Sadok, tengo que darte las gracias porque tu carga me ha hecho fuerte.

    Así es, la resiliencia es ese canto a las posibilidades de crecer en situaciones adversas, difíciles, de crisis. Es el otro extremo del victimismo, si bien no es un mero ejercicio voluntarista. En algunos de los elementos que la constituyen y la favorecen nos adentraremos en estas páginas que deseamos sirvan tanto para quienes atraviesan por una crisis como para quienes, desde cualquier profesión o rol de ayuda deseen mirar con esperanza y creer en las posibilidades, no solo lamentarse o compadecerse y quizá suplir o salir al paso también de los límites.

    1

    DOS TESTIMONIOS PARA EMPEZAR

    En estos últimos años voy encontrando personas, en diferentes rincones del mundo, que viven situaciones que no solo me impactan, sino que también hacen que me pregunte cómo es posible que estén vivas, que puedan con tanto sufrimiento, que estén aún habitadas de esperanza.

    Algunas me parecen situaciones de tanta intensidad que no sé cómo el ser humano tiene energía para seguir vivo en medio de tanta adversidad. Y lo cierto es que así es. Son un canto a las posibilidades de superación, a la salud en el afrontamiento de las dificultades, una muestra de resiliencia.

    1. Lola y sus múltiples duelos

    Hay personas que viven lo que podríamos llamar una sobredosis de sufrimiento por pérdidas múltiples. Piénsese en quien, como consecuencia de un accidente, por ejemplo, pierde al cónyuge y a los hijos, o cualquier otra situación que haga perder a varios seres queridos simultáneamente o acumulativamente en un breve período de tiempo.

    Lola llegó a nuestro Centro de Escucha, enviada por el párroco de su pueblo, cuando había perdido a su marido y dos hijos estaban enfermos de corea de Huntington, una enfermedad degenerativa y hereditaria. A la vista de lo que le venía encima, a la vista del proceso degenerativo de su hermosa hermana, otro hijo se suicidó colgándose del garaje de su casa. Y así hasta perder a los cinco hijos y al marido. Algunas de sus experiencias nos las relata así:

    Mi hijo Juan nunca había estado enfermo, pero vio cómo se había deteriorado su hermana, porque era muy guapa y se había quedado hecha un horror. Un día bajó a la cochera. Él iba para adelante y para atrás, como si quisiera despedirse de mí. Parece que no se atrevía. Yo me di cuenta. Él se duchaba todos los días y vi que se había puesto la ropa de los domingos y le dije: «Chico, ¡qué guapo estás!». En aquel momento no le di importancia. Me dijo: «Madre, bajo a la cochera a arreglar la bici», y se fue. Como pasó toda la tarde y no venía, al regresar mi nieto de kárate fuimos a la cochera y me dio un vuelco el corazón: mi hijo plantadito, los pies le tocaban el suelo y le digo: «¡Hijo!, ¿qué te ha pasado?». Pero miré a lo alto y vi la cuerda. Cogí al chiquillo y lo saqué de allí para que no lo tocara. Tenía 28 años. Mi marido ya había muerto y la chica estaba enferma. Él iba detrás.

    A sus 74 años, Lola ya había perdido a su marido y a su hijo, teniendo a su hija enferma. Posteriormente, otro hijo se marchó un tiempo de casa sin avisar, hasta que un buen día regresó y le acogió sin reproche alguno. Regresó ya enfermo, de la misma enfermedad. Así continuó la historia, uno detrás de otro, hasta fallecer el marido, el hijo que se suicidó, la hija que ya estaba enferma entonces, el hijo que regresó enfermo, y los otros tres. Cinco hijos y el marido.

    ¿Cómo ha podido Lola con todo? Ella

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