Zonceras del cambio: O las delicias del medio pelo argentino
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Zonceras del cambio o las delicias del medio pelo argentino es, entonces, un libro de pasado mañana porque, contando en clave de humor lo que fue, intenta anclar en el inconsciente colectivo la tremenda derrota que significa caer una y otra vez en las manos de las políticas del anarcocapitalismo voraz y siempre insatisfecho. A eso han apuntado Aníbal Fernández y Carlos Caramello, citando -como en un recital homenaje- a un grupo de plumas amigas que redondean un libro ágil, simpático y contundente.
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Zonceras del cambio - Aníbal Fernández
Caramello)
Zonceras del cambio
o las delicias del medio pelo argentino
Aníbal Fernández y Carlos Caramello
Zonceras del cambio
o las delicias del medio pelo argentino
Zonceras del cambio : o las delicias del medio pelo argentino / Aníbal Fernández ... [et al.]. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Galerna, 2019.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga
ISBN 978-950-556-758-4
1. Política Argentina. I. Fernández, Aníbal
CDD 320.82
Digitalización: Proyecto451
Diseño de tapa: Margarita Monjardín
© 2019, Aníbal Fernández y Carlos Caramello
©2019, Queleer S.A.
Hecho el depósito que marca la ley 11.723
Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna, ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopias, sin permiso previo del editor y/o autor.
PRÓLOGO, CASI UN EPÍLOGO
Prologar este libro es, de muchas maneras, como entrar en un juego. Los vaivenes, las escondidas, el contrapunto, las chanzas y cierta alegría infantil que escapan de estas páginas sumergen al lector en un universo lúdico y de disfrute algo malévolo, como suele ser la alegría de los más chicos cuando la burla es parte de su diversión. Cada autor, de los muchos e importantes que han reunido Aníbal Fernández y Carlos Caramello en estas Zonceras del cambio o las delicias del medio pelo en Argentina, parece haber entendido que la clave era tomarlo un poco a la chacota. Cada cual, con su estilo y en su tema, hace su aporte de ironía o de humor corrosivo en descripciones que van desde las microbiografías hasta el pantallazo histórico.
Y esto está bien. Porque, como decía el genial humorista Wimpi: "El humor es la única forma decente de hablar en serio". Entonces, hay que oponerle una sonrisa al malhumor reinante. Un malhumor que nace de las necesidades, del hambre, de la falta de trabajo, de la incertidumbre y, sobre todo, de esa mentira sostenida por tantos medios de comunicación tratando de mostrar una realidad inexistente.
Este libro es un fin en sí mismo. Pero también un medio: el medio para desenmascarar, con toda la profundidad que el humor permite, a Los Medios.
Medios en tiempos de Macri, que son los mismos medios que auspiciaron el tiempo de Macri. La actuación que tuvieron previamente solo tuvo continuidad cuando Macri fue presidente. El sesgo falaz de cierto periodismo asentado, fortalecido, persistente a partir de lo que ellos mismos dieron en llamar periodismo de guerra, viene de la ley de Medios en adelante.
Hay muchas cosas que se les puede criticar a los medios antes de esa época, pero siempre basadas en un aspecto ideológico. Pero lo cierto es que todo eso estaba un poco en el olvido. Muchos años silenciado, olvidado. Conscientes eran unos pocos, pero el tema no salía a la luz y, por lo tanto, no despertaba la confrontación que se disparó con la discusión de la ley de Medios.
Desde ese momento de 2009 en adelante, todo lo que hubo fue un periodismo nefasto, plagado de mentiras, de intencionalidad política, de visiones sesgadas, de las aparentes medias verdades que podían manejar. Posverdad, le dijeron.
La democracia fue totalmente eclipsada por ese andar de algunos medios de comunicación. Porque la democracia sana, vital, evidente, necesita de un ciudadano bien informado o que, al menos, tenga acceso a una información variada en la cual no haya predominancias tan severas como las que se viven hoy en la Argentina.
Así llegamos a un periodismo de discurso único, con un 95% de ejecución en contra del gobierno anterior y de cualquier persona que identificaran como favorable al gobierno anterior o a la ley de Medios. Y ahí el ciudadano queda totalmente desamparado. Sin posibilidad de ejercer su libre albedrío o su pensamiento crítico.
Creo que el ejemplo más notable de esto es lo sucedido durante el año 2015, que comenzó con la acusación a la presidenta de la República de ser una asesina. Lo que fue un suicidio se trasmitió al público como un crimen; se dijo que quienes habrían cometido ese crimen de una forma tan obstinada, tan continuada, que buena parte del pueblo quedó prisionera de eso. No solamente la que por ideología veía con simpatía cualquier cosa negativa, por mentirosa que fuera, del gobierno anterior, sino que también quedaron atrapados los sectores más libres, más independientes del electorado. Y esa gente sí que aumenta el núcleo duro de la derecha de un 25 o 30 % hasta terminar ganando la elección.
El 2015 fue el año plenamente demostrativo de todo esto. La presidenta acusada de un asesinato que no era, Aníbal Fernández como autor intelectual del triple crimen, y continuó con una cantidad muy grande de noticias falsas, entre las que se destacaban las cuentas en el exterior que les inventaron a Máximo Kirchner y a la ministra Nilda Garré, noticia que recorrió meses y meses sin que pudieran rebatir lo que era mentira y que el tiempo y la Justicia demostraron que se trataba de una mendacidad sin límites de ese periodismo.
Luego vino lo de Axel Kicillof, el ministro de Economía, nada menos, del que trascendió que se estaba robando una cifra descomunal a través de su tarea en el directorio de YPF, trabajo por el que no cobraba un centavo. Eso también llegó de una manera descarnada, terrible, a la población.
Esto es tergiversar por completo la democracia, no solo opacarla y eclipsarla, sino cambiarla, como un bolsillo en el que uno mete la mano y lo da vuelta desde el pantalón. Eso hicieron con la verdad en la Argentina.
Lo que quedó a la vista, presentado diariamente como una verdad, fue esa falacia que recorrió todo el año de las elecciones.
Hay que pensar en cómo hacían —por más fe que tuvieran en el gobierno anterior— las personas que recibían ese tipo de información. Qué grado de responsabilidad democrática tenían que tener para no dejarse llevar por esa información y apostar a que se trataba de mentiras…
Esta continuidad de mentiras —que en el año 2014 me llevó a escribir un libro que se llamó Mentime que me gusta, en el que analizaba cómo las mentiras del periodismo eran recibidas alegremente, gozosamente, por esa parte de derecha, y de una manera indefensa por los que no son la derecha tradicional— se iba volcando en nombre del ataque necesario, moral, ético a la corrupción, en contra del gobierno. Con lo cual la democracia se convirtió en algo que solamente era una palabra, pero de ninguna forma lo que la palabra pretendía representar.
En Mentime que me gusta, de 197 mentiras aparecidas en las tapas y los títulos principales de Clarín y La Nación, elegí casi 50. Con esas 50 mentiras construí el libro. Piensen la increíble sucesión de mentiras que significan 197 en un año: a razón de una mentira grave, fuerte, importante cada dos días, que va gestando una respuesta desconsolada de esos sectores intermedios de la política.
Por eso hablar del periodismo en tiempos de Macri exige tomar nota de lo que sucedió desde 2009, desde la ley de Medios, desde la discusión de la ley de Medios que llevó la polémica a todo ese año.
Cuando llega Macri, instalado por esa debilidad, esa opacidad de la democracia, instalado en el poder por ese poder mediático, no se produjeron cambios porque ahora necesitaban justificar el inmediato fracaso y las acciones fraudulentas tomadas por el gobierno y mantener la distracción sobre el anterior.
Desde la sátira, el humor, la ironía y el sarcasmo, pero también desde el análisis sutil e inteligente de todos los que han colaborado en su factura, este libro se contrapone a tanta mentira. Lo que aquí se dice es verdad. Verdades individuales, impresiones, sentires que describen lo que se ha construido con falsedades, con engaños y ardides, en el imaginario de los argentinos.
El artículo de la magnífica historiadora Araceli Bellotta, por ejemplo, que nos ilustra sobre el nacimiento de la tilingería
en nuestra patria; la caída (acaso, más que caída, rodada) de la UCR —relatada por el joven dirigente Leandro Santoro— pasa revista al hoy del partido de Yirigoyen y Afonsín; la metáfora de Justicia que propone el fiscal Félix Crous cuando describe el edificio de la Corte Suprema de Justicia de la Nación es inolvidable, y el relato de cómo la idea de corrupción
ha sido la herramienta más usada por la oligarquía para ensuciar a sus adversarios políticos vale la pena
Hay, además, perfiles precisos y desopilantes de Patricia Bullrich (escrito por Jorge Elbaum, presidente del llamamiento Argentino Judío); de Darío Lopérfido (en la prosa de Conrado Geiger, quien supo, hace tiempo ya, ser una especie de amigo del yerno de Mitre); de María Eugenia Vidal (retratada con sarcástica precisión por la senadora María Teresa García, que la viene atendiendo
desde hace tiempo); de Horacio Rodríguez Larreta (pintado con la pluma cargada del querido Fernando Borroni), y hasta del propio Mauricio Macri, en una historia contada a la manera
de Jorge Luis Borges. Todos ellos son una buena forma de conocer el lado oscuro
de Cambiemos.
Y el humor. El siempre necesario humor político, ese poro por el que la solemnidad de la política exuda un poco de sus más ocultas secreciones. El humor más ácido y picante que se les ocurra, en las incisivas miradas de la brillante Bibiana Tonnelier y sus tilinguerías
, el dúo @rinconet y @elbosnio contándonos sobre la corrupción legalizada
, el extraordinario Max Delupi explicándonos con precisión por qué estos chetos en el fondo son unos ordinarios, mi admirado Adrián Stoppelman en una delirante descripción del regreso de la venta de buzones
, Alejandro Apo describiendo en tono futbolero lo que, para él, es el peor equipo de los últimos 526 años
y Pedro Saborido haciendo de las suyas con la historia de una señora que "creaba slogans".
Estas zonceras del cambio, solapadamente subtituladas O las delicias del medio pelo argentino
, se vuelven una especie de Antón Pirulero en el que, sin lugar a dudas, cada cual atiende su juego
. Jugado no por los autores, sino por estos personajes que no pueden acertar en tocar el instrumento indicado y se pierden y desafinan, a pesar del deseo del ecuatoriano director que no atina a ordenar la melodía política de Cambiemos.
En esa clave aparece el leitmotiv de mi título: la explicación de ese estertor final que es el epílogo. La visión del conjunto y, a la vez, la falta de conexidad de los ejecutantes llevan, inexorablemente, a un cierre caótico y brutal de su gobierno. Como dice, en el último párrafo del para nada abierto texto que describe, con pretensiones burdamente borgeanas, a Mauricio Macri (El hombre de la esquina inundada
): "Entonces, Borges, volví a sacar la tablet con la última encuesta; le pegué otra revisada, despacio… y ahí estaban los números: nuevos, inocentes… no quedaba duda de quién iba a ganar las próximas elecciones".
Víctor Hugo Morales
AGRADECIMIENTOS
¿A cuántas manos se puede tocar el piano? ¿Y escribir un libro? No. Más. Muchas más. Zonceras del cambio es prueba de eso. Podríamos contar las manos de cada uno de los que han estampado su firma en un artículo, o un pensamiento. Por empezar, en las dos manos grandes y laboriosas de Víctor Hugo Morales, que nos honra con su prólogo. Manos que han parido libros como hijos, pero que también se han apoyado en el hombro de tanto periodista desanimado, ayudándolo a seguir.
Las manos hurgadoras de Araceli Bellotta, siempre sucias
del polvo de la Historia. Las manos compañeras de María Teresa García, revolviendo el aire con sus convicciones. Las manos rebeldes de Bibiana Tonnelier, que alguna vez eligieron el humor porque, si no, quién sabe.
Manos viriles y suaves a la vez, arreciando la caricia sobre las teclas y el papel para dejar noticia de vida en clave de humor, como las de Adrián Stoppelman. O las de Max Delupi, que a veces le pertenecen y otras, otras son apenas sonrisas cómplices echadas al aire.
Comprometidas manos militantes, de Leandro Santoro. Militantes manos comprometidas, de Fernando Borroni. Mano a mano con ellos, un tipo digno
: Jorge Elbaum, genio, y, de ahí nomás, un pase de manos para adentrarse en el minué de gestos de Pedro Saborido, que, con su ademán, le pasa la pelota a Alejandro Apo… como con la mano. Y es penal, claro penal, neeneee.
Eso sí: tenga mano tallador, que Félix Crous se mete en tribunales y, como de los laberintos, se sale por arriba; @elbosnio y @rinconet le dan una mano con lo de la corrupción legal. Por suerte, Conrado Geiger decide no lavarse las manos al estilo Pilatos y, entonces, podemos quedar a mano con todos.
Y decimos con todos porque, si usted cree que son las únicas manos (más las nuestras, claro) que hicieron este libro, se equivoca. Parafraseando a Mario Benedetti, están las manos del pueblo, en general. Y sus manos, en particular. Sus manos corriendo las páginas del libro para extendernos la mano.
A usted, a ellos, a todos los que les pusieron la mano encima a estas zonceras. Y a los que usaron sus manos para cincelarlas y difundirlas: nuestro agradecimiento.
Que va en