El Premio Nobel de Medicina y Fisiología de 1924 recayó en el neerlandés Willem Einthoven, «por el descubrimiento del mecanismo del electrocardiograma». Por tanto, hace más de un siglo que podemos diagnosticar las enfermedades cardiovasculares. Antes de que Einthoven entrara en escena, se sabía que los latidos del corazón generaban corrientes eléctricas, pero los instrumentos de la época no podían medir adecuadamente este fenómeno sin placas de electrodos colocados directamente sobre el corazón. Willem Koster, anatomista y profesor de Einthoven, influyó en su interés por la articulación del codo, tema de su tesis durante sus estudios de medicina. Una fractura de muñeca personal lo llevó a enfocarse en los movimientos de la mano y las funciones articulares del hombro y el codo.
Durante sus estudios, trabajó con el oftalmólogo Herman Snellen y con el fisiólogo Franciscus Cornelis Donders, este último dirigió su investigación sobre estereoscopía por variaciones de color. En 1901, Einthoven completó prototipos de un galvanómetro de cuerdas, un dispositivo que aumentó la sensibilidad para medir la actividad eléctrica del corazón. La máquina original pesaba nada menos que 250 kilogramos y requería cinco personas para su operación. Poco operativa, pero al fin y al cabo