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Trabajos y familias en el neoliberalismo: Hombres y mujeres en faenas de la uva, el salmón y el cobre
Trabajos y familias en el neoliberalismo: Hombres y mujeres en faenas de la uva, el salmón y el cobre
Trabajos y familias en el neoliberalismo: Hombres y mujeres en faenas de la uva, el salmón y el cobre
Libro electrónico425 páginas6 horas

Trabajos y familias en el neoliberalismo: Hombres y mujeres en faenas de la uva, el salmón y el cobre

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A partir de investigaciones de terreno realizadas en el norte y en el sur de Chile entre 2009 y 2012, los autores de este libro muestran cómo el trabajo coloniza la vida familiar de los hombres y mujeres que se desempeñan en los rubros de la uva, el salmón y el cobre. Las migraciones, largas jornadas y sistemas de turnos los obligan a alternar residencia y trabajo, pues deben laborar de noche, pasar días o semanas lejos de sus casas o realizar jornadas que pueden superar las veinte horas. Esto desestructura la relación que existe entre el tiempo de la vida privada y el tiempo de la vida laboral, modificando, además, las configuraciones familiares. Gracias a la utilización de distintas variables -como feminización, tipos de turnos, migración, rango salarial y acceso al consumo-, los autores consiguen caracterizar la inserción laboral de los tres sectores que concentran a la quinta parte de los asalariados del país, haciendo un aporte fundamental para comprender el mundo del trabajo contemporáneo.
IdiomaEspañol
EditorialLOM Ediciones
Fecha de lanzamiento1 jun 2017
Trabajos y familias en el neoliberalismo: Hombres y mujeres en faenas de la uva, el salmón y el cobre

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    Trabajos y familias en el neoliberalismo - Ximena Valdés

    Ximena Valdés

    Loreto Rebolledo

    Jorge Pavez

    Gerardo Hernández

    Trabajos y familias en el

    neoliberalismo

    Hombres y mujeres en faenas de la uva,

    el salmón y el cobre

    LOM PALABRA DE LA LENGUA YÁMANA QUE SIGNIFICA SOL

    © LOM Ediciones

    Primera edición, 2014

    ISBN Impreso: 978-956-00-0523-6

    Fotografía de portada: Puerto de Valparaíso (Paulo Slachevsky).

    Diseño, Composición y Diagramación

    LOM Ediciones. Concha y Toro 23, Santiago

    Fono: (56-2) 2 860 68 00

    www.lom.cl

    lom@lom.cl

    Presentación

    Bajo el título «Familia y trabajo en la economía de exportación: incidencia de los regímenes laborales excepcionales en familias vinculadas a la minería, la agricultura y la salmonicultura», emprendimos hacia mediados del año 2009 una investigación financiada por Fondecyt, que finalizó a comienzos del 2012.

    El texto que presentamos es el resultado de las respuestas que pudimos encontrar frente a las interrogantes que nos planteamos respecto a los profundos cambios que han ocurrido como resultado de la reorganización del empleo que se produjo con la temprana incorporación de nuestro país al proceso de globalización. Nuestras preguntas se vinculaban a los impactos que podían producirse bajo regímenes excepcionales de trabajo en la vida familiar de estos tres sectores de la economía exportadora. Nos preguntamos si la familia se reconfiguraba al tenor de los cambios en el campo laboral y cómo se movían las relaciones sociales de género una vez que las mujeres ingresaban al mundo del trabajo.

    Si bien las preguntas que nos planteamos para los tres sectores eran las mismas, los contextos en los cuales se desenvolvieron en esos años la minería, la fruticultura y el salmón fueron diferentes, lo cual incidió en la manera de responder y en los énfasis que se hicieron en el análisis de la información. Así, la minería del cobre experimentaba un auge importante debido al alto precio del cobre en los mercados internacionales, lo que implicó la contratación de nueva mano de obra, incluidas las mujeres, ante lo cual cobró importancia el tema de la sexualidad en el trabajo; por su parte, la salmonicultura enfrentaba una profunda crisis por la irrupción del virus ISA, lo que mermó su producción y exportaciones de manera considerable y lanzó a la cesantía a un inmenso grupo de trabajadores que debieron recurrir a diferentes estrategias, muchas de ellas arraigadas en la cultura y sustentadas en la familia ampliada, para solventar a sus familias. Si bien las exportaciones de uva se mantuvieron relativamente estables en cuanto a producción y exportaciones, la fuerza de trabajo mostró una gran movilidad espacial, por lo cual hubo que hacerse cargo de la migración como un tema que estaba afectando las relaciones trabajo-familia.

    El contexto general en que se enmarcó el estudio es el de la incorporación de la economía chilena a los mercados mundiales, que vino acompañada de la erosión de los regímenes de trabajo que se fueron construyendo a lo largo del siglo xx al alero del proceso de industrialización y estuvieron atados, como ocurrió entre los años 1924 y 1973, a los sistemas de protección social.

    El nuevo rostro que adquirió el trabajo se fue diseñando con la reformulación de una legislación laboral que desde las primeras décadas del siglo pasado fue armándose de nuevos y más derechos para los trabajadores. Bajo la dictadura militar, el año 1979, con el Plan Laboral esos derechos se redefinieron unilateralmente amputándose muchos de los logros alcanzados por el movimiento sindical a lo largo de varias décadas. Durante la década del setenta, además, se reformularon las condiciones para atraer capitales al país, fomentando la inversión extranjera. El año 1974 se reordenó la población a partir de la creación de nuevos espacios de poblamiento capaces de albergar al contingente de personas que resultaban excedentarias al funcionamiento de las empresas en el medio rural.

    La flexibilidad laboral incorporada hace tres décadas condujo a denominar las nuevas formas de trabajo como «atípicas», «excepcionales» para diferenciarlas de los regímenes surgidos del fordismo bajo la industrialización. Nuevos agentes se interpusieron en la relación capital-trabajo: enganchadores de mano de obra y contratistas que utilizando mecanismos de subcontratación dieron pie a distintas formas de externalizar funciones en las empresas. La estabilidad laboral conocida por las generaciones mayores integradas formalmente a la economía fue perdiendo terreno.

    Actualmente, las nuevas generaciones están más expuestas a cambiar de trabajo, de empresa y de lugar. No todos tienen empleo durante el año completo y suelen depender de agentes de intermediación laboral, de los vaivenes del mercado internacional, de las crisis y de los constantes procesos de reorganización del trabajo dirigidos a establecer mayor flexibilidad. La flexibilidad se ofrece como el argumento que justifica la generación de empleos sin importar su calidad ni los impactos que generan en sectores laborales constantemente amenazados por su precarización.

    Las empresas se mueven en el territorio para rentabilizar recursos naturales como tierras, aguas, climas y yacimientos minerales. Las filiales de las corporaciones y sociedades nacionales y extranjeras operan en varios lugares, aunque la gestión de los negocios esté centralizada. La fuerza de trabajo también se desplaza para lograr empleos mejor remunerados que los que podría obtener en su lugar de residencia. De la casa en la ciudad a la mina; de la casa en el medio urbano y rural a la agroindustria y a los huertos de frutas y viñas; de la casa en el campo o en el pueblo para trabajar en las faenadoras de salmón y en los centros de cultivo en el mar. Los sistemas de turno, las largas jornadas de trabajo, pero además los desplazamientos geográficos a largas distancias marcan las formas de vida de los trabajadores y trabajadoras en estos sectores de la economía. Muchos viven parte del año en su casa, otra parte «en la ruta». Entre los migrantes de la fruta así como entre los mineros, el campamento de trabajadores es su segunda casa.

    Así, el trabajo, el capital y la población se vieron expuestos a nuevos dispositivos de reordenamiento que dejaron atrás los pilares sobre los cuales funcionaron la economía y la sociedad durante buena parte del siglo xx.

    En paralelo a estos procesos, la década del ochenta anunció los primeros síntomas de las transformaciones demográficas que irían ganando terreno en las décadas siguientes. El orden de género que acompañó el proceso de industrialización fue tributario del modelo de familia conyugal sancionada por el matrimonio. Un proceso de nuclearización de la familia, cuyo pilar fue el salario del jefe de hogar, fue dejando atrás a la familia extensa de la misma forma que la vida en pareja bajo concubinato fue disminuyendo o quedando relegada a las poblaciones no integradas formalmente a la economía. Con ello, los hijos nacidos fuera del matrimonio se redujeron en los años sesenta del siglo pasado a un 15 %, la expresión más baja conocida en la historia social del país. Este fenómeno sin embargo tuvo una corta duración.

    Este tipo de familia fue amparada por los sistemas de protección social asociados a la protección del trabajo y la legislación —lo que Castel llama la «sociedad salarial»— que impulsaba la adquisición de derechos para el trabajador. En los años setenta solo la quinta parte de la población activa femenina trabajaba en forma remunerada. La escolarización de los menores de seis años era prácticamente inexistente, mientras la doble jornada escolar dificultaba el ingreso de las madres al mercado laboral. Bajo la industrialización, el trabajo fue pensado en masculino.

    Esta familia «moderno-industrial» fue dando paso a una pluralidad de modelos familiares. Empezó a disminuir la nupcialidad y a aumentar la convivencia. Desde los años ochenta en adelante los cambios demográficos comenzaron a modificar el panorama de la familia. En los años 2010 el número de hijos nacidos fuera del matrimonio superó al de los hijos «matrimoniales», de la misma forma en que el número de divorcios superó el de matrimonios. Al mismo tiempo, la familia nuclear perdía terreno y las familias bajo jefatura femenina aumentaron a más de un tercio. «La familia» como nomenclatura fue reemplazada por «las familias», reflejando así las transformaciones ocurridas por la diversificación de los patrones familiares. El año 2010, la participación laboral femenina llegó a cerca de la mitad de las mujeres en edad activa con importantes variaciones según clase social, capital cultural y escolar.

    Los cambios incorporados en la legislación del trabajo desde 1990 en adelante normalizaron y legitimaron la matriz de la flexibilidad en lugar de modificarla. Se introdujeron normas a la subcontratación y se admitieron distintos sistemas contractuales necesarios para la flexibilidad laboral: contrato a plazo fijo, por faena, de aprendiz, indefinido y los variados sistemas de bonos que las empresas otorgan para disciplinar, asegurar y mantener a la fuerza de trabajo que suele provenir de culturas campesinas con otras concepciones y manejos del tiempo. Parte importante de esta fuerza de trabajo —las mujeres— además está limitada por la vida de la familia, el cuidado de los hijos y de los miembros dependientes; más expuesta a entrar y salir del mercado de trabajo por el lugar que ocupa en la reproducción social.

    El estatus de las mujeres de acuerdo a los mandatos de género del periodo industrial estuvo definido por su lugar en la familia: esposa, madre, hija. Hoy día en cambio, las fronteras que delimitaron su estatus se han ampliado fuera del hogar, situándolas en distintas esferas de la economía, las más de las veces en trabajos precarios. El papel de los hombres como proveedores no solo se ha erosionado por la incorporación mayor de las mujeres al trabajo sino por ser ellos mismos testigos y protagonistas de la flexibilidad laboral, empleos temporales, subcontratados y precarios.

    Si aceptamos la hipótesis de que la familia es fruto de la sociedad que la alberga, parece pertinente vincular ambas esferas —trabajo y familia— para hacer inteligibles las transformaciones sociales en curso. Y esto es lo que se propuso llevar a cabo esta investigación.

    ¿Qué tipo de vida en común emerge de estructuras sociales que se han complejizado dando lugar a distintas categorías sociales cuyas formas de reproducción no son homogéneas? ¿Qué ha producido en la sociedad el paradigma de crecimiento anclado en el modelo exportador? ¿Se han modificado o en qué dirección lo han hecho los patrones tradicionales de división del trabajo por sexo en el ámbito privado? ¿Se puede explicar lo que ocurre en la familia desprendiendo los fenómenos que ocurren en su interior y las distintas configuraciones familiares que emergen en el presente de las formas que asume el trabajo y este carácter de «excepcionalidad» de los regímenes laborales? ¿A qué mecanismos recurren las familias para enfrentar los sistemas de turnos, los periodos sin trabajo y los diferentes avatares de la flexibilidad?

    Los resultados del estudio en agricultura, salmonicultura y minería nos hacen pensar que estamos bajo el dominio de lo que Bourdieu denomina «estructuras estructurantes». Referida a la formación del habitus, esta noción hace que sea plausible pensar que el trabajo es un soporte fundamental para entender las estructuras familiares y los variados arreglos que en el mundo privado permiten el funcionamiento de la diversidad de formas de vida en común que muestra el presente. Es decir, hay un estrecho vínculo entre economía, trabajo y familia, y esta última se adaptará según los distintos modos de inserción laboral y los regímenes laborales subyacentes: turnos secuenciales, turnos rotativos, trabajo nocturno, trabajo temporal, doble salario, salario masculino….

    Así como la Revolución Industrial produjo un fuerte impacto en la familia desmantelando las economías domésticas al sacar a sus miembros a la fábrica —hombres, mujeres y niños— parece pertinente en la actualidad mirar las consecuencias del paradigma neoliberal en la esfera privada de los trabajadores. Las indagaciones sobre este fenómeno que realizaron autores como Marx, Engels y Durkheim, entre otros, hace más de un siglo siguen siendo pertinentes aun cuando las formas de reproducción han variado con respecto al periodo industrial y se han reformulado las bases de la «sociedad salarial» (Castel, 1995) que fue construida bajo el Estado de bienestar —muy limitado en nuestro país—.

    En una economía terciarizada como la chilena, los sectores productivos vinculados a la explotación de recursos naturales que analizamos, si bien no comprometen grandes masas de trabajadores —ya que corresponden a alrededor del 17 % del total de asalariados del país— tienen importancia por corresponder a los sectores más pujantes de la economía nacional y a los rubros que sostienen el paradigma exportador, en particular el cobre, que continúa siendo —como durante buena parte del siglo xx y pese a los esfuerzos por diversificar las exportaciones— «el sueldo de Chile».

    Los estudios en estos sectores de la economía contribuyen a la comprensión de las formas de vida, trabajo y familia en estas actividades de exportación afectadas por la flexibilidad laboral y la presencia de regímenes excepcionales de trabajo.

    Distinciones en cifras

    Según la encuesta CASEN 2009 el número de asalariados totales en el país era entonces de 3 255 052 personas (67,7 % hombres y 32,3 % mujeres). El 13,7 estaban empleados en la agricultura en forma permanente y temporal, el 2,5 % en la minería y el 1,4 % en la pesca. La proporción más alta de trabajadores permanentes se encontraba en la minería, seguida de la pesca, y la proporción más baja de trabajo permanente era el de la agricultura (36,3 %)¹.

    La composición por sexo de los asalariados agrícolas correspondía a un 89,7 % de hombres entre los trabajadores permanentes y a un 66,4 % entre los trabajadores temporales. El 10,3 % de los trabajadores permanentes y el 35,8 % de los trabajadores temporales eran mujeres. En la pesca, el 75,3 % de los trabajadores permanentes y el 68 % de los trabajadores temporales eran hombres. Las mujeres llegaban al 24,7 % de los trabajadores permanentes y al 32 % de los trabajadores temporales. La fuerza de trabajo minera era esencialmente masculina: 97,4 % de los trabajadores permanentes y 99 % de los trabajadores temporales; frente al 2,6 % de trabajadoras permanentes y el 1 % de trabajadoras temporales.

    Según estos datos, el sector más feminizado era, en 2009, el de la pesca, ya que el 24,7 % de los trabajadores permanentes y el 32 % de los temporales eran mujeres. Otro sector con alta concentración femenina era el de los asalariados agrícolas temporales (36,3 % de mujeres). Contrasta el hecho de que en la minería la masculinización del empleo y la estabilidad laboral van de la mano, a diferencia de lo que sucede en la agricultura, donde se aprecia una mayor inestabilidad laboral y feminización del empleo.

    Pese a lo engañosos que pueden resultar los promedios y las dificultades que presentan las encuestas por muestreo como la CASEN, en términos comparativos estos datos informan acerca de las distinciones entre los sectores de trabajadores del estudio: temporeros agrícolas, obreros del salmón de ambos sexos y mineros. A modo de ejemplo, el 2009 la minería en la región de Antofagasta, la agricultura en Atacama y la salmonicultura en la provincia de Chiloé muestran grandes diferencias en la estabilidad del empleo, en los tipos de contrato, salarios y jornadas laborales; además de hacerlo en la pertenencia étnica, familia, y grado de feminización o masculinización del empleo.

    En la minería, el 95,5 % de los trabajadores eran hombres y el 4,5 mujeres. La mayoría de los hombres (96,6 %) tenía residencia urbana y un 8 % reconocía alguna pertenencia étnica². En la salmonicultura chilota, el 27,6 % de los trabajadores se declararon mapuches, siendo el porcentaje de mujeres indígenas superior al de los hombres (33,5 %).

    En la agricultura de Atacama, el 16,7 % de los hombres y el 13 % de las mujeres reconocieron pertenecer a una etnia³. El 53 % del total de los temporeros agrícolas era urbano y el 47 % rural, mientras que la proporción de temporeras urbanas ascendía al 57 % y el de temporeras rurales al 43 %. La proporción de temporeros urbanos era inferior a la de las mujeres (50 %).

    La incorporación de población indígena, sumada a una mayor feminización, suele traer aparejados mayores grados de precarización laboral; de ahí que se pueda sostener que la economía exportadora incluye bajo condiciones laborales distintas de las que caracterizaban lo que se concibió como empleo «normal» o «típico» a las poblaciones que viven mayores discriminaciones sociales y culturales, sea por razones de sexo o etnia.

    Al analizar el tipo de empleo y las situaciones contractuales de los trabajadores, se advierten diferencias importantes entre los tres sectores. En las faenas mineras de Antofagasta, el 90 % trabaja en forma permanente y se evidencia un alto grado de formalidad contractual: el 96,7 % de los trabajadores había firmado contrato de trabajo. En la salmonicultura, el 73 % de los hombres y el 54,4 % de las mujeres tuvo empleo permanente. En la salmonicultura chilota, la formalización del contrato de trabajo comprometía al 76,4 % de los hombres y al 93 % de las mujeres. En la fruticultura de Atacama, el número de trabajadores permanentes era seis veces menor al de los temporales (14,5 %). Entre los trabajadores temporales el 58,7 % eran hombres y 41,3 % mujeres.

    También existen diferencias por sector en lo referente a las jornadas de trabajo. En la minería, la mayoría de los trabajadores cumplía una jornada completa (78,5 %) y una parte significativa tenía jornada prolongada (17,6 %). Más de la mitad de los mineros trabajaban en sistema rotativo de turnos (55,4 %). Por su parte, en la producción de salmón en Chiloé casi la totalidad de las mujeres trabajaba jornada completa (97,6 %) mientras los hombres lo hacían en un 86,5 %; un 7,6 % trabajaba jornada parcial y un 5,8 % jornada prolongada. En el caso de los hombres, el 54,2 % tenía horario de trabajo diurno, el 42,3 % rotativo y de turnos, y el 3,5 % solo de noche. En las mujeres aumentaba la proporción de trabajo de turno, ya que el 52,6 % trabajaba en turnos rotativos: un 44,1 % solo de día y un 3,4 % solo de noche. Pese a que sobre un 70 % de los trabajadores de la pesca tenía una relación laboral permanente, no todos ellos trabajaban con contrato indefinido: lo hacía el 56,7 %; mientras que el 31 % estaba contratado por obra o faena; el 10,1 % a plazo fijo, y el 2 % mediante contrato de servicios transitorios.

    En el caso de los temporeros de Atacama, el 93,3 % de las mujeres y el 65,2 % de los hombres tenían contrato de trabajo. Primaba entre ellos el contrato por obra o faena que tenía el 67,5 % de los hombres y el 53,7 % de las mujeres, siguiéndole el contrato a plazo fijo (21,5 % de los hombres y 22,5 % de las mujeres). Los contratos bajo sistema de subcontratación afectaban al 14 % de las temporeras y al 4 % de los hombres. En cuanto a la jornada laboral, el 93 % de los hombres tenía trabajo diurno y el 7 % hacía turnos rotativos. El 84,3 % de las temporeras cumplía jornada diurna, el 14 % sistema rotativo y turnos, y el 1,8 % realizaba trabajo nocturno.

    Las escalas salariales también diferían entre sectores. El salario mínimo el año 2009 correspondió a $ 165 000. Los ingresos promedio de los mineros alcanzaron a $ 462 513, mientras los de los trabajadores hombres del salmón eran de $ 233 345 (hombres) y $ 186 996 las mujeres. Los ingresos promedio de las mujeres temporeras se elevaron a $ 189 610; en los hombres a $ 179 374.

    Según la misma fuente (CASEN 2009), la edad promedio de los trabajadores de la minería en Antofagasta era de treinta y seis años, pero la que más se repetía (moda) era la de veintiséis. En la salmonicultura la edad promedio de las mujeres era de treinta y seis años, y la más frecuente, la de cuarenta; el promedio de edad de los hombres era de treinta y siete años, y la más reiterada la de cuarenta años. El promedio de edad de las temporeras de Atacama era de treinta y cinco años, y la de los hombres, de cuarenta. En síntesis, se trataba de trabajadores jóvenes y de mujeres en edad reproductiva.

    En cuanto a los estados civiles, entre los mineros, el 38 % era casado, 27 % conviviente, 30,5 % soltero, y el 4,6 % separado. Entre los obreros del salmón, el 48,7 % era casado, el 27,7 conviviente, el 21 % soltero y el 2,4 % separado. Entre las mujeres, el 36,2 % estaban casadas, el 18 % eran convivientes, las solteras alcanzaban el 27,5 % y las separadas el 17,1 %. Entre los temporeros de Atacama, el 54, 4 % estaba casado o convivía, el 31 % era soltero y el 7,5 era separado. Entre las temporeras, el 57,7 % estaban casadas o convivían, el 35 % eran solteras y el 7,3 % separadas. Entre las obreras del salmón, el 11 % eran jefas de hogar y el 37,6 % jefas de núcleo. Entre las temporeras de Atacama, el 19,1 % eran jefas de hogar y 30 % jefas de núcleo.

    Estos últimos datos nos muestran diferencias entre sectores y un considerable peso de las separaciones conyugales, en particular entre las mujeres del salmón y las temporeras de la agroindustria, además de la importante proporción de jefatura de hogar y de núcleo femenino en ambos sectores.

    Estas situaciones que muestran una diversificación de patrones familiares y la fragilización de la familia conyugal, ¿se pueden explicar solo por un cambio en las mentalidades y la liberalización de las costumbres?, ¿o es que estamos en presencia de modos de constituir vida en común fuertemente marcados por culturas laborales caracterizadas por las incertidumbres y las formas de empleo del tiempo que irrumpen en la vida privada desincronizando los tiempos privados de los tiempos laborales?

    Procedimientos

    El estudio se realizó gracias al Proyecto Fondecyt 1095007 bajo la responsabilidad de Ximena Valdés y con la participación de Loreto Rebolledo, Jorge Pavez y Gerardo Hernández (para la minería) como coinvestigadores.

    El problema de las interferencias del trabajo en la familia en el contexto del neoliberalismo se investigó en tres sectores productivos que, pese a sus diferencias, tienen en común el hecho de ser los sectores más pujantes y dinámicos de la economía que vinculan al país con los mercados externos; además, en la minería, fruticultura y salmonicultura, los sistemas de trabajo conocidos como regímenes excepcionales de trabajo suelen venir acompañados de una mala calidad de vida y grandes transformaciones familiares.

    Los resultados de la investigación se presentan en tres partes, aunque el hilo conductor que los unifica es el de la tensión trabajo-familia, ya que ello permite dar cuenta de las especificidades de cada sector, tanto en lo referente a las formas de producción, salarios, sistemas de turnos, consolidación de la actividad en la economía nacional, particularidades geográficas y culturales, y modos tradicionales y emergentes de solventar las necesidades de reproducción familiar y de relacionarse entre los géneros.

    Cabe destacar que la información respecto a la minería, dada su importancia en la economía chilena durante muchas décadas, es mayor en lo referente a los aspectos económicos y sociales que la que existe sobre la fruticultura que comienza a desarrollarse en los años ochenta, y donde la masiva presencia femenina ha permitido una profundización en aspectos vinculados con la temática de género y trabajo. Por su parte, las faenas del salmón son más recientes y, pese a su importancia en la generación de trabajo y volúmenes exportados, su conocimiento es más restringido y focalizado, especialmente en lo que se refiere a las condiciones de trabajo.

    Por otra parte, los textos dan cuenta tanto de los énfasis disciplinarios de sus autores como del mayor o menor conocimiento acumulado respecto a los sectores que investigan.

    En el caso de la agricultura y la agroindustria, se trata de un enfoque sociogeográfico que coloca especial atención a los itinerarios laborales y en los desplazamientos en el territorio para constituir el salario. El estudio se basa en información estadística (encuesta CASEN, NENE y VII Censo Agrícola); entrevistas a informantes clave, y entrevistas grupales e individuales semiestructuradas a temporeras de la región de Atacama y a migrantes laborales hombres y mujeres del valle de Copiapó y desde el valle hacia valles del sur del país que involucraron a más de cincuenta personas, las que fueron consultadas en seis estadías en terreno realizadas entre octubre 2009 y enero 2012 en las localidades de Los Loros, Tierra Amarilla y las ciudades de Copiapó, Vallenar y Los Andes.

    Sobre esta base se reconstruyeron trayectorias e itinerarios laborales anuales. Se privilegió en número las entrevistas a mujeres con hijos por el lugar central que ocupan en la familia de la sociedad actual. Se hicieron entrevistas a mujeres jóvenes solteras sin hijos para realizar comparaciones respecto a las mujeres con pareja y jefas de hogar con hijos dependientes, y entrevistas a hombres para establecer comparaciones con las mujeres.

    La parte del estudio dedicada al salmón hace una aproximación antropológica al tema de la investigación, dando especial importancia a los aspectos culturales involucrados en la relación familia-trabajo, pues al referirse a una localidad que en un par de décadas sufrió grandes transformaciones como resultado del auge y posterior crisis de la industria del salmón, hacía visibles los elementos de la tradición que persistían y aquellos aspectos que mostraban cambios producto de la intromisión de elementos de modernidad que en el tiempo pueden ser irreversibles. En este sentido, y dado el carácter exploratorio de la investigación, pareció importante incluir un estudio de caso etnográfico de una empresa familiar, complementario al estudio de los trabajadores, pues allí se hacen patentes ciertas prácticas culturales propiamente chilotas en lo referente a los modos de articular familia y trabajo que se han visto tensionadas por estos ciclos de auge y crisis del salmón.

    El trabajo de campo en Quellón se realizó en dos momentos, enero 2010 y 2011, cuando la crisis del virus ISA estaba en su peor momento para los trabajadores, ya que un porcentaje importante de ellos había sido despedido y los que conservaron el trabajo estaban obligados a trabajar horas extras ante la disminución de trabajadores contratados. Esto dificultó la realización de la investigación, pues aquellos hombres y mujeres que no habían perdido el trabajo estaban temerosos de hablar y más aún de hacerlo dentro de un grupo, ya que en el contexto de la crisis los medios de comunicación habían hecho reportajes bastante críticos de la industria del salmón. Pese a ello, y gracias al apoyo de diferentes personas, se logró entrevistar a hombres y mujeres trabajadores de plantas de proceso, centros de cultivo, dirigentes sindicales, encargados de recursos humanos y supervisores de diferentes empresas productoras de salmón, muchos de los cuales pidieron reserva de su identidad. Esa información se complementó con la entregada por funcionarios de la Dirección del Trabajo, ONG y personas vinculadas de manera indirecta a la actividad del salmón. Por otra parte, se contrastó la información obtenida a través de entrevistas con observación y con los datos entregados por documentos, publicaciones de prensa, tesis de grado y otros estudios publicados.

    En el caso de la minería, se escogió un diseño exploratorio desde una perspectiva etno-metodológica para indagar en los significados y puntos de vista compartidos de quienes constituyen la sociedad minera, poniendo un fuerte énfasis en sus nuevas características a partir del proceso de desnacionalización del cobre comenzado en la década de los ochenta y seguido por lo que en los noventa se denominó el boom minero, que conllevó un desmantelamiento de las Company Towns y un resurgimiento de las ciudades mineras. En total, sesenta y cinco personas participaron como informantes del estudio, entre los años 2009 y principios de 2012, las que fueron entrevistadas de manera individual o grupal, visitando sus casas o reuniéndose en espacios públicos (sedes de sindicatos, universidades, shoperías, centros comerciales). Además, se realizaron dos visitas a faenas mineras de la región de Antofagasta (Chuquicamata y Mantos Blancos). Se entrevistó a trabajadores y trabajadoras mineras de distintas faenas, jerarquías y funciones (ejecutivos, superintendentes, supervisores, administrativos, operadores planta/mina). Principal atención fue otorgada a los trabajadores de todas las edades bajo las distinciones empresa mandante privada o estatal, trabajadores subcontratistas, mineros indígenas y extranjeros, dirigentes sindicales, trabajadores jubilados, esposas e hijos de mineros. También se logró profundizar en el estudio de las familias, entrevistando a cuatro núcleos familiares, compuestos de dos generaciones de mineros, incluyendo esposas, hijos e hijas.

    Los terrenos se realizaron en las ciudades de Iquique, Antofagasta, Calama y Copiapó, con estadías que permitieron realizar observaciones entográficas en espacios públicos donde los mineros solían distraerse o en los lugares donde asistían sus familiares directos.

    1 En 2009, a nivel nacional, los asalariados de la agricultura sumaron 445 388 trabajadores, de los cuales un 36,32 % eran permanentes y un 63,68 %, temporales. Los de la pesca llegaron a 46 546 (64,3 % permanentes y 35,7 % temporales). Los asalariados en la minería sumaron 81 860 trabajadores (83 % permanentes y 17 % temporales) (IBID).

    2 El 4,5 % se declaró atacameño, 2,7 % quechua, 0,4 % aymara, 0,2 % mapuche y la misma proporción coya.

    3 Un 11 % de los hombres se declaró diaguita, el 3,4 % mapuche, 2 % coya y 0,3 % aymara. Entre las mujeres, el 4,7 % se declaró diaguita, 3,8 % coya, 1,2 % atacameña, 1,9 % mapuche, 1 % rapa-nui y 0,4 % aymara.

    Parte I

    Trabajo agrícola temporal, familias, géneros

    Ximena Valdés

    Agradecimientos

    A Ratmuri, organización de mujeres rurales e indígenas de Atacama, parte de la Asociación Nacional de Mujeres Campesinas e Indígenas (Anamuri) que ha presionado y luchado por mejorar las condiciones de trabajo y el cumplimiento de los derechos laborales en los valles y que nos posibilitó conocer a las temporeras de Los Loros; a la Pastoral de los Temporeros de Copiapó, una de las primeras organizaciones que denunciaron las condiciones de trabajo en las empresas productoras de uva y que nos proporcionó contactos con temporeros chilenos, peruanos y ecuatorianos; a los Temporeros del Desierto, cuyos miembros se empeñaron en crear una organización que cobijara a los temporeros en los años de inicio de las plantaciones de los parronales; a la Central Unitaria de Trabajadores de Copiapó; a todos los hombres y mujeres entrevistados en el valle de Copiapó, del Huasco, de Aconcagua y de las ciudades de Vallenar y Ovalle. Especialmente, a Erika Ramos, que entabló con nosotros largas conversaciones y apoyó a estudiantes en sus tesis; a Edith e Ingrid, de Tierra Amarilla, compañeras de trabajo de Cecilia Ortiz, temporera fallecida por inhalación de amoníaco en un packing del valle de Copiapó el año 2008. A Pamela Caro, que nos apoyó con el procesamiento de datos de la CASEN y encuesta NENE, y a Angie Mendoza, con quien muchas veces compartimos el recorrido de estos valles y las conversaciones con sus trabajadores.

    Trabajo agrícola temporal, familias, géneros

    Ximena Valdés

    Ya no se puede considerar la precariedad solamente como una situación transitoria, un momento más o menos penoso para atravesar a la espera del «empleo duradero». Uno puede instalarse en la precariedad […] Algunos salen adelante pero otros no.

    Robert Castel

    El ascenso de las incertidumbres.

    Trabajo, protecciones, estatuto del individuo.

    Introducción

    La uva de mesa encabeza las exportaciones de frutas chilenas, y Chile es el principal exportador en el mercado mundial. Este es el cultivo más intensivo en mano de obra y el que mejor remunera al trabajo dentro de la fruticultura. No obstante, los hombres y las mujeres que trabajan en los parronales y en los planteles agroindustriales están expuestos a que los tiempos familiares y personales se vean colonizados por los tiempos laborales en situaciones caracterizadas por la discontinuidad del empleo a lo largo del año y su intensificación en los meses más cálidos.

    Esta sección está destinada a analizar las consecuencias del trabajo temporal en las faenas de la uva de mesa en las familias de temporeros de ambos sexos que habitan o trabajan en la región de Atacama cuyos valles son, a su vez, los más especializados en este cultivo.

    Indagar en las interferencias que ejercen los regímenes excepcionales de trabajo ligados a las actividades exportadoras en las familias supone situarse en actividades laborales marcadas por el aumento y la disminución del empleo según las estaciones del año. Esto conmina a los temporeros de ambos sexos a la sucesión de periodos de empleo y periodos de desempleo. Bajo estas fluctuaciones se busca conocer las modalidades que crean los trabajadores para encarar la extensión de la jornada laboral en verano y las estrategias que ellos y ellas tejen para acceder a ingresos en las estaciones restantes, ya sea en las faenas de la uva, en otras actividades, en el mismo lugar donde viven o bien a distancia, lejos de sus hogares.

    Se trata entonces de contribuir a la comprensión de las distintas modalidades que asume la inclusión de hombres y mujeres en las labores y faenas que se desarrollan entre cada otoño y verano para preparar el traslado de la uva hacia distintos países y continentes, sabiendo que el

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