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Morir en Arauco
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Libro electrónico140 páginas1 hora

Morir en Arauco

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El pueblo Araucano —el mismo de “La Araucana”— luchó tres siglos contra los conquistadores españoles, como la única etnia indígena que logró sostener su independencia en toda América Latina.
Luego, durante los dos siglos siguientes ha protagonizado, empecinadamente, una lucha férrea contra las autoridades chilenas que han pretendido desconocer su modo de vida ecológico, autónomo y autóctono que los hace una “nación” —la “nación Mapuche”— prevalente en pleno siglo XXI. Este escrito, de XX Capítulos, recoge noveladamente toda la crudeza de esta lucha actual, con toda la inhumanidad y suciedad de unos y la valentía y porfía a toda prueba de otros.
Tratándose de un conflicto que detalla el enfrentamiento de “dos mundos” —el moderno y el étnico cultural—, inserta en su trama a una socióloga catalana, transformando de esta manera el drama narrado en algo de interés universal. Conserva además un fondo histórico y mantiene, como toda novela inspirada en hechos con un alto contenido real, el suspenso de principio a fin.
“¡Lautaro vive!”, es la conclusión final del autor. Las razones que impulsan a sus sucesores, al fin y al cabo, son las mismas que los llevaron a enfrentar a los españoles hace quinientos años. Hoy, como ayer, se intenta exhibirlos como una etnia salvaje y brutal, desconociendo los entretelones brutales y también maquiavélicos que conforman los abusos inenarrables de los cuales a diario son víctimas. Este libro, sin duda alguna, permite formarse un juicio distinto acerca de este pueblo orgulloso, valiente hasta más allá de lo razonable y consecuente hasta el fin de sus días con sus principios y con la defensa de lo que consideran sus territorios ancestrales.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento4 may 2016
Morir en Arauco

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    Morir en Arauco - José Miguel Vallejo

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    ACERCA DE ESTE LIBRO

    El pueblo Araucano —el mismo de La Araucana— luchó tres siglos contra los conquistadores españoles, como la única etnia indígena que logró sostener su independencia en toda América Latina.

    Luego, durante los dos siglos siguientes ha protagonizado, empecinadamente, una lucha férrea contra las autoridades chilenas que han pretendido desconocer su modo de vida ecológico, autónomo y autóctono que los hace una nación —la nación Mapuche— prevalente en pleno siglo XXI. Este escrito, de XX Capítulos, recoge noveladamente toda la crudeza de esta lucha actual, con toda la inhumanidad y suciedad de unos y la valentía y porfía a toda prueba de otros. 

    Tratándose de un conflicto que detalla el enfrentamiento de dos mundos —el moderno y el étnico cultural—, inserta en su trama a una socióloga catalana, transformando de esta manera el drama narrado en algo de interés universal. Conserva además un fondo histórico y mantiene, como toda novela inspirada en hechos con un alto contenido real, el suspenso de principio a fin.

    ¡Lautaro vive!, es la conclusión final del autor. Las razones que impulsan a sus sucesores, al fin y al cabo, son las mismas que los llevaron a enfrentar a los españoles hace quinientos años. Hoy, como ayer, se intenta exhibirlos como una etnia salvaje y brutal, desconociendo los entretelones brutales y también maquiavélicos que conforman los abusos inenarrables de los cuales a diario son víctimas. Este libro, sin duda alguna, permite formarse un juicio distinto acerca de este pueblo orgulloso, valiente hasta más allá de lo razonable y consecuente hasta el fin de sus días con sus principios y con la defensa de lo que consideran sus territorios ancestrales.

    ACERCA DEL AUTOR

    José Miguel Vallejo nació el 31 de julio de 1954 en Santiago de Chile.

    En 1996 jubiló de la Policía de Investigaciones de Chile, institución en la que fue jefe de la Brigada Antinarcóticos Metropolitana y profesor policial en la escuela para detectives y en la academia superior para jefes policiales.

    En 1997 es candidato a Senador, independiente, por Santiago.

    Libros publicados:

    La Marité, Editorial Universitaria, 1983, una edición.

    El secuestro que conmovió a Chile, Editorial Universitaria, 1989, una edición.

    Conspiración Blanca, editorial Mosquito, 1997, tres ediciones.

    Conspiración Blanca, Edición Digital, enero 2013.

    El rey de los Gigoló, Edición Digital, agosto 2013.

    Programas radiales:

    Bajo la lupa de Vallejo, 1996, radio Nacional, Chile.

    La voz de los sin voz, 1997, radio Nacional, Chile.

    Historias de la vida real, 1998, radio Biobío, Chile.

    En el 2005 dicta clases de periodismo policial radial en la Universidad de las Comunicaciones, UNIACC, Santiago, Chile.

    Publica entre 1984 y 1992 la página dominical Bitácora Policial en el diario Las Ultimas Noticias, Chile.

    En el 2012 es distinguido con un Accésit en el II Certamen Internacional basada en valores Concha de Luz, en Murcia, España, por su obra de teatro Dos genios, un día…, que fantasea filosóficamente acerca de un encuentro entre Shakespeare y Cervantes, fallecidos un mismo día, en la antesala de la eternidad.

    El mismo año obtiene el primer lugar en el concurso internacional de cuentos organizado por el Mundo Literario de Limache, Chile, con su historia El Poseído. Poco después resulta finalista en el concurso literario de Editnovel –editorial española–, con su novela El Año del Sable, ganándose el derecho a ser publicada en edición digital.

    En el 2013 la editorial chilena Edición Digital lanza su novela Conspiración Blanca. Ya en la tercera semana de su lanzamiento al mundo hispano alcanza el noveno lugar en Amazon en el ranking general de libros y el primer lugar en la categoría de suspenso y misterio, mientras que en iTunes de Apple logra el décimo cuarto lugar en las preferencias.

    Posteriormente, en agosto de 2013 y con gran éxito, Edición Digital lanza su libro El rey de los Gigoló, una entretenida novela que gira alrededor de las viscitudes de un joven de ascendencia cubano-española que, intempestivamente, descubre que posee un atractivo irresistible ante el sexo femenino.

    Desde 1984 participa en paneles policiales en variados programas de televisión chilenos, comenzando en Sábados Gigantes, con Don Francisco, en Canal 13; Venga Conmigo, del mismo Canal; en emisiones matinales y de mediodía de distintas casas televisivas nacionales; cerrando en el 2011, luego de 11 años seguidos, su tradicional espacio policial en Morandé con Compañía, de Canal Mega. A partir del 2012 se integra al programa Bienvenidos, de Canal 13, con sus Crónicas policiales semanales.

    Los Mapuches se ubicaron entre los ríos Itata y Toltén, aunque a la llegada de los españoles, se les confirmó a un sector que tenía como limite el norte del Bío Bío, territorio conocido con el nombre de Araucanía o Frontera por haber sido la zona de contacto con los españoles. Sin embargo, como nos recuerda el relato Morir en Arauco hubo hechos que se desarrollaron más allá de esos limites.

    EL PRISIONERO — katrütuwn

    —Rubia, como un sol— había dicho de ella el primer custodio que la recibió en la sala de guardia de la penitenciaría de Temuco, rebotando su mirada de buitre en sus ojos azules que la barcelonesa solía fijar en sus interlocutores masculinos con una serenidad desconcertante.

    La socióloga de 28 años había llegado a Chile apenas hacía unos días y no permaneció en Santiago más de un par de horas, mientras ajustaba su calendario de vuelo de avión con destino a la ciudad de la frontera. Todo tal como lo había planeado concienzudamente con meses de antelación en Barcelona, donde era ampliamente conocida no sólo por su abolengo, sino también por el vivo interés que comenzaba a evidenciar por las causas heroicas de la sociedad, como solía ella llamar a los procesos en que pequeños grupos humanos se enfrentaban al mundo para sostener un modo cultural propio.

    Esa era, más o menos, la opinión que despertaba en ella a orillas del mediterráneo, la causa mapuche que en esos días —en el último tercio del 2003— cobraba especial vigencia en el corazón de Arauco, al sur de Chile, donde un grupo de comuneros aborígenes acababa de levantarse en armas, primero contra los latifundistas que habían usurpado sus tierras y luego contra el Estado chileno que en defensa de la ley y el orden —así se dijo— insistían en apresarlos y enjuiciarlos haciendo uso de las leyes antiterroristas utilizadas antes con tanta saña por el dictador Pinochet.

    Para Almodis Berenguer era un episodio doblemente interesante. No se trataba de miembros de una etnia cualquiera, sino definitivamente de una raza de hombres que venían sosteniendo inclaudicablemente la causa de su libertad por tres siglos, en un principio contra los conquistadores españoles y doscientos años más, enseguida, enfrentados con la República de Chile. Era algo que no tenía similitudes en otros rincones del globo y a la joven socióloga le llegaba de manera muy especial, quizás porque venía en línea sanguínea directa de los precursores de la familia de los Condes de Barcelona florecida en el siglo XI con Ramón Berenguer, el Viejo —por lo entendido y sensato a su corta edad, como decían los historiadores—, sin pasar por alto a Ramón Berenguer III, el Grande, que había casado con una hija del Cid Campeador y que lo mismo que Ramón Berenguer IV, habían sabido darle aires de autonomía a los catalanes de cara a moros y cristianos, con el mismo patriotismo inextinguible que impulsaba ahora a los legendarios mapuches, remontado ya el año 2000.

    Nadie consiguió detenerla en Barcelona una vez tomada la decisión y se había embarcado sola rumbo al extremo sur de América, sin más armas que la consabida porfía de su raza, un puñado de dinero de su patrimonio personal que le alcanzaba para lo justo y sus conocimientos nada despreciables de una profesión que ya la situaba entre las más destacadas de su ciudad natal. Estuvo demás querer advertirle acerca de los inmensos riesgos que se echaba encima o que le dijeran, por ejemplo, que viajaba a una tierra convulsionada sin Dios ni ley y que, como ibérica, lo más seguro es que no encontrase buena acogida en los propios araucanos a los que tenía planeado ayudar. Arauco todo, al fin de cuentas, estaba regado con los huesos españoles de aquellos singulares conquistadores que despreciando la vida, como hacía ella ahora, se enfrentaron con las huestes mapuches en cruentas batallas cuerpo a cuerpo. Entre muchos cronistas, habían sabido concitar en la punta de una pluma el corazón, la admiración y el asombro de hombres tan célebres como Alonso de Ercilla.

    La Araucana era de hecho, el libro que acompañaba a Almodis desde hacía más de un año, cuando comenzó a darle vueltas en su cabeza aquella loca aventura. Cada una de las rimas heroicas eran ahora parte de su determinación y a eso había agregado cien lecturas más sobre aquel pueblo, sólo para hacerse una idea cabal del tipo de hombres que iba a conocer.

    Alojada por fin en un hotel cercano al viejo mercado de Temuco, tuvo la oportunidad de ver a través de la ventana a los herederos de aquella estirpe única transitando por las calles, poco ruidosos a decir verdad, hablando entre ellos en mapudungun, la lengua autóctona que los caracterizaba, vestidos humildemente, ellas con sus chamantos oscuros y ellos, simplemente, con sus ponchos y sus cintas en la frente o sus sombreros.

    Los mapuches dentro de Chile eran, indesmentiblemente, una cultura distinta. No se sentían ni se decían chilenos los más altivos de ellos y no pocos aspiraban derechamente a una nueva república que abarcara la Araucanía toda e incluso parte de la Patagonia argentina. Para eso ya habían elaborado una bandera propia que flameaba al oriente y poniente de la cordillera de Los Andes. Lo primero, aseveraban, pasaba por "rescatar

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