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Todo el trabajo es comenzar: Una antología general
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Libro electrónico819 páginas11 horas

Todo el trabajo es comenzar: Una antología general

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Incluye ejemplos de las mejores incursiones de Payno en la novela, la crónica, la correspondencia, el ensayo y la crítica social , con lo que ofrece a un público amplio una muestra representativa de su producción literaria, política e incluso geográfica y sirve como introducción a su variada y rica obra y a las transformaciones histórico-culturales que la hicieron posible.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento13 dic 2016
ISBN9786071644275
Todo el trabajo es comenzar: Una antología general

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    Todo el trabajo es comenzar - Manuel Payno

    BIBLIOTECA AMERICANA

    Proyectada por Pedro Henríquez Ureña

    y publicada en memoria suya

    Serie

    VIAJES AL SIGLO XIX

    Asesoría

    JOSÉ EMILIO PACHECO

    VICENTE QUIRARTE

    Coordinación académica

    EDITH NEGRÍN

    TODO EL TRABAJO ES COMENZAR

    MANUEL PAYNO

    TODO EL TRABAJO ES COMENZAR

    Una antología general

    Selección y estudio preliminar

    Mariana Ozuna Castañeda

    Ensayos críticos

    María Teresa Solórzano Ponce

    Irina Córdoba Ramírez

    Cronología

    Rafael Mondragón

    FONDO DE CULTURA ECONÓMICA

    FUNDACIÓN PARA LAS LETRAS MEXICANAS

    UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

    Primera edición FCE/FLM/UNAM, 2012

    Primera edición electrónica, 2016

    Enlace editorial: Eduardo Langagne

    Diseño de portada: Luis Rodríguez / Mayanín Ángeles

    Retrato de M. Payno en portada: Fernando Leal Audirac

    D. R. © 2012, Fundación para las Letras Mexicanas, A. C.

    Liverpool, 16; 06606 Ciudad de México

    D. R. © 2012, Universidad Nacional Autónoma de México

    Ciudad Universitaria; 04510 Ciudad de México

    Coordinación de Humanidades

    Instituto de Investigaciones Filológicas

    Coordinación de Difusión Cultural

    Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial

    D. R. © 2012, Fondo de Cultura Económica

    Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 Ciudad de México

    Comentarios:

    editorial@fondodeculturaeconomica.com

    Tel. (55) 5227-4672

    Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc., son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicanas e internacionales del copyright o derecho de autor.

    ISBN 978-607-16-4427-5 (ePub-FCE)

    ISBN 978-607-02-8400-7 (ePub-UNAM)

    Hecho en México - Made in Mexico

    ÍNDICE

    Estudio preliminar

    LA VOLUNTAD PÚBLICA DE LA PLUMA/ Mariana Ozuna Castañeda

    Advertencia editorial

    México, realidad literaria. Poesía, ensayos morales, crónicas de costumbres

    EL CRIMINAL(Romance)

    DE LA RISA

    UN BARCO

    I

    II

    III

    IV

    V

    REMEDIO INFALIBLE (Para el que se le cae el pelo)

    EL ÓMNIBUS DE TACUBAYA

    COSTUMBRES Y TRAJES NACIONALES

    NARRACIÓN DE UN DESBARRANCADO EN LA CATARATA DEL NIÁGARA. RECUERDOS DE OTRO QUE PERECIÓ EN UN NAUFRAGIO. MEMORIAS DE UN MATADO POR LA DILIGENCIA

    COSTUMBRES POLÍTICAS

    ¡YA SOY DE OPOSICIÓN!

    ESTUDIOS FILOLÓGICOS

    ¡ÉSTE NO ES PAÍS! ¡ESTAMOS EN UN ABISMO!¡NO TENEMOS REMEDIO!

    Viajes de ensueño y plata. Crónica de viaje: México, Estados Unidos, Caribe, Europa

    EL RÍO BRAVO DEL NORTE

    I. MATAMOROS

    II. LA COSTA

    IV. CAMARGO

    EL PUERTO DE MATAMOROS

    DEPARTAMENTO DE TAMAULIPAS

    VIAJE SENTIMENTAL A SAN ÁNGEL

    EL CAMINO

    EL CONVENTO Y EL PUEBLO

    EL CABRÍO

    UN VIAJE A VERACRUZ EN EL INVIERNO DE 1843

    LOS VERACRUZANOS Y LAS VERACRUZANAS

    CONCLUSIÓN

    ESTUDIOS SOBRE PRISIONES

    PENITENCIARÍA DE WETHERFIELD EN EL ESTADO DE CONNECTICUT

    FRAGMENTOS DE VIAJE

    NUEVA ORLEÁNS

    EN LA HABANA

    LA EXPOSICIÓN UNIVERSAL

    1

    2

    4

    EL BANCO REAL. —EL LLOYD’S

    La letra que ordena (arregla) el mundo. Estudios y opinión pública

    MEMORIA SOBRE EL MAGUEY MEXICANO Y SUS DIVERSOS PRODUCTOS

    INTRODUCCIÓN

    TRADICIONES E HISTORIA DEL MAGUEY

    DE LA ELABORACIÓN DEL PULQUE. CONDUCCIÓN A MÉXICO. CLASES DE PULQUE. PROPIEDADES MEDICINALES

    EL PULQUE

    EL COLIBRÍ

    DESCRIPCIONES ANTIGUAS

    DESCRIPCIONES MODERNAS

    COLIBRÍES DEL VALLE DE MÉXICO

    ESPECIES

    BOSQUES Y ARBOLADOS

    CARAVANAS DE LOS ESTADOS UNIDOS AL TERRITORIO MEXICANO

    EL CAMINO DE FIERRO IMPERIAL

    I

    II

    III

    IV

    V

    VI

    VII

    [LA CRISIS ACTUAL]

    II

    III

    FILOSOFÍA. HISTORIA

    1

    2

    ADMINISTRACIÓN PÚBLICA. CONTRIBUCIONES

    III

    LA PRENSA ASALARIADA

    [REVOLUCIÓN Y CONSTITUCIÓN]

    PROGRESOS DE LA INSTRUCCIÓN PÚBLICA

    INSTITUTO LITERARIO DE TOLUCA

    EL CANAL DE TEHUANTEPEC

    EL NIGROMANTE Y PAYNO

    LOS TRES EJÉRCITOS

    EL CIUDADANO PACÍFICO

    LA ÚLTIMA CARGA A LA BAYONETA

    En las horas del reposo… Crónica teatral y crítica de arte

    LA CRUZ DE MI MADRE, O EL PESCADOR (Drama en cinco actos y en prosa)

    LA PARTE DEL DIABLO (Comedia en tres actos, escrita en francés, y traducida por don Juan Peral)

    LA SEÑORA FRANCISCONI

    GRAN CONCIERTO VOCAL E INSTRUMENTAL

    LOS MISTERIOS DE PARÍS, POR EUGENIO SUE

    DON FRANCISCO EDUARDO TRES GUERRAS

    LA ESTRELLA DE LA MAÑANA Cuadro original del pintor mexicano don Juan Cordero

    Para que el sentido común penetre en la vida cotidiana. Novela

    El fistol del diablo (II)

    XXXVII. ALTOS PERSONAJES

    LXIII. LA FUGA

    LXIV. VELADA SANGRIENTA

    EPÍLOGO

    El hombre de la situación

    PROEMIO

    XII

    XIV

    XVII

    Ensayos críticos

    MANUEL PAYNO: EL AUTOR LITERARIO/ María Teresa Solórzano Ponce

    IMAGINARIO Y TRAYECTORIA POLÍTICOS DE MANUEL PAYNO / Irina Córdoba Ramírez

    Cronología

    Índice de nombres

    ESTUDIO PRELIMINAR

    LA VOLUNTAD PÚBLICA DE LA PLUMA

    MARIANA OZUNA CASTAÑEDA

    Manuel Payno Cruzado nació en la ciudad de México el 28 de febrero de 1820; sus padres fueron José Manuel Payno y Bustamante y María Josefa Cruzado. Quizá hubo una suerte de augurio sobre los destinos de nuestro escritor, pues en 1820 tras el levantamiento del pueblo español en la Península, el rey Fernando VII juró la Constitución que apenas a su vuelta en 1814 había derogado, y así la nación regresaba al ejercicio de sus derechos. El año de 1820 significó en el resto de los territorios imperiales el restablecimiento de la libertad de imprenta, y con ella se allanaba el camino de las libertades políticas. De manera que los primeros años de Manuel Payno se dieron ya entre la abundancia de folletos, periódicos, tertulias, en medio de una efervescente opinión pública y entre sobresaltos de levantamientos e invasiones cuyo barullo y actividad no abandonarán México a lo largo del siglo.

    A ese clima generalizado es preciso añadir el entorno de su cuna. Su padre, José Manuel Payno y Bustamente, era primo hermano del general Anastasio Bustamante, y fungió como director de rentas del virreinato, de suerte que tan pronto como fue posible —alrededor de los 19 años de edad— nuestro autor se encontró sirviendo en la administración pública, como meritorio en la aduana de la ciudad de México. Desde este momento las vidas de Manuel Payno y Guillermo Prieto se enlazarán para no dejarse, para verse una en la otra y con la otra; los avatares y el lugar de importancia de la amistad de estos individuos quedan asentados en el espacio primordial de la sociedad mexicana decimonónica, ese en el que se halló nuestro autor desde su nacimiento, el espacio de la cultura letrada, de la escritura pública.

    En 1839, Guillermo Prieto, Manuel Payno y Ramón Araiza Alcaraz fueron enviados de la aduana de la ciudad de México al norte, a fundar la aduana marítima de Matamoros. Ahí, Payno sería elevado al puesto de contador, y en 1840 lo encontramos ya como secretario del general Mariano Arista —a la sazón jefe del Ejército del Norte—; luego sería nombrado administrador general de la renta estancada de tabaco, y en 1842, secretario de la Legación Mexicana en Sudamérica. En 1844, bajo órdenes del general Antonio López de Santa Anna viajó a Nueva York y Filadelfia para estudiar el sistema penitenciario de esa próspera nación.¹ En 1851 se embarcó a Inglaterra con la misión de arreglar la deuda inglesa; el viaje de 32 días incluía en su recorrido las islas de Jamaica, Puerto Rico, Puerto Real, Santo Domingo, Santa Cruz y Santo Tomás. Ya en Inglaterra Payno visitó, entre otros lugares, la Exposición Universal;² aún quedarían para su futuro estancias en Europa, la última en Barcelona como cónsul general de la República Mexicana en España (1887), bajo el mandato del general Porfirio Díaz.

    He querido reunir en pocas líneas los muchos kilómetros recorridos por los ojos y el pensamiento de Manuel Payno a lo largo de su vida, para apuntar la importancia que para su actividad intelectual tuvo el viaje como práctica cultural; constituyó sin duda uno de los centros gravitacionales y organizadores de su escritura e ideario. Como se aprecia, la vida pública de Manuel Payno se inicia de hecho en el seno de la cultura viajera de la época.

    Para las élites letradas el viaje no se reducía a práctica exploratoria o de descubrimiento, sino que fue una de las muchas prácticas con que se identificaba el ser moderno: el viaje como experiencia relativizaba el conocimiento previo, ensanchaba el horizonte de posibilidades de cambio, era un aprender que para el caso de los letrados americanos no se limitaba al mundo interior sino que tenía su mayor impacto en los proyectos nacionales que emprendían, así el viaje se hizo indispensable para su ejercicio político.³ Viajar y escribir son dos miembros articulados constantemente en la escritura de Payno, y aquél no sólo funge como motivo literario, sino que insufla una suerte de futuridad a lo que escribe, al crear afectadas representaciones de la realidad. Este hecho se inserta en las maneras en que la utopía moderna —proyectada y acariciada por quienes participaron en la gesta política y bélica independentista— iba cobrando forma en las cabezas y corazones de los nuevos patricios de las emergentes naciones americanas, como el autor que aquí nos ocupa.

    VIAJE AL FUTURO DEL PRESENTE

    El 2 de octubre de 1842, en las páginas de El Siglo XIX se publicó la cuarta parte de El Río Bravo del norte, de Payno, dedicada a la localidad de Camargo; ahí se lee:

    Si hubiera buques de vapor y siembras de algodón, comercio y población, Camargo sería acaso una de las ciudades de más importancia en la República, pues podrían subir desde el mar hasta la ciudad en treinta y seis horas, goletas de 100 y 200 toneladas, y doblar por el río de San Juan que desemboca en el Bravo; pero como no hay vapores, ni siembras de algodón, ni población, ni comercio, Camargo tiene una que otra tienda de ropa, que está sola la mayor parte del día, y los dos ríos hermosos, de más de 200 varas de ancho y navegables en todas las estaciones del año, sólo sostienen a uno que otro chalán, que ayudado de la corriente baja a Matamoros con cueros y lana.

    Temprano, pues, en la escritura viajera de Payno, junto con el tópico de la riqueza natural del país aparece la necesidad de transformarla para hacerla base de la prosperidad material, percibida ésta como evidencia de civilización y mejoría social. En este caso, la navegación de los ríos era —dada la abundancia de recursos fluviales en México— uno de los proyectos anhelados no sólo por Payno sino por otros hombres de la época, como el argentino Domingo Faustino Sarmiento. Los ríos empleados para el comercio en las naciones europeas eran el modelo a seguir, pues son las arterias de los Estados, que llevan a todas partes y difunden a su alrededor movimiento, producción, artefactos; que improvisan en pocos años pueblos, ciudades, riqueza, naves, armas, ideas.⁵ Hagamos algunas precisiones.

    En el texto de Payno el presente es escamoteado en un proceso que lo lanza al futuro: "Si hubiera buques de vapor y siembras de algodón, comercio y población, Camargo sería acaso una de las ciudades de más importancia en la República […] pero como no hay vapores, ni siembras de algodón, ni comercio, Camargo tiene una que otra tienda de ropa. Hay pues dos Camargo, uno que Payno ve y pone por delante al lector, y otro, el Camargo presente que se resumen en la frase no hay"; pareciera que al Camargo real Payno sobrepone el Camargo que sería.

    En este párrafo vemos en acción el pensamiento moderno de nuestro autor, creando, concibiendo el porvenir: con la misma magia literaria con que aparecen buques de vapor, siembras, comercio y población, las ideas febriles de progreso transformarán Camargo y el resto del territorio nacional. Y sin embargo, hay que advertir que esos dos Camargo se encuentran en una relación de oposición —al si hubiera le sigue un pero—; dicha relación posee la implicación siguiente: para que el Camargo del futuro exista, el Camargo del presente debe desaparecer, ser suplido. El estilo imprime dinamismo, una cinemática no sólo literaria sino de implicaciones ideológicas: el presente aparecerá en muchas ocasiones en tanto pueda ser futurizado, visto a través de la lupa del avance, del progreso. En este sentido, podremos considerar que ciertas narraciones de Manuel Payno son viajes al futuro (siempre) próximo de la utopía liberal.

    Existe también el caso de que ese futuro dichoso esté ya manifestándose en el presente, conviviendo con el pasado retardatario, caso de Fresnillo y sus minas:

    Hemos llegado a la plaza mayor. En el centro hay otra porción de sombras que cubren a los vendedores de naranjas, cacahuates, jabón, quesos y otros efectos. La algazara de los puesteros y tortilleras es infernal, y multitud de barreteros con anchísimos sombreros de petate, mujeres con zapatones y mendigos sucios y cubiertos de harapos interceptan el paso. La iglesia es de una arquitectura bastante común […] La plaza llamada del Obelisco, es lo menos malo. En medio hay una fuente (que no siempre tiene agua) […] Lo demás de Fresnillo se reduce a unas cuantas calles torcidas y sucias, y a multitud de callejones sin salida y a grandes albañales, donde se ven esparcidos en desorden cuartos sucios y lóbregos […] Si el Fresnillo era antes peor, quién sabe, pero éste es el estado que guarda hoy, describiéndolo sin exageración y sin falsa modestia.

    Y concluye este retrato de Fresnillo con una poderosa imagen: El Fresnillo, pues, es un mastín echado al pie de las minas para mantenerse con los residuos y desperdicios que deja la plata en su rápido tránsito de las entrañas de la tierra del Nuevo Mundo a las arcas reales de Inglaterra.⁷ Y en seguida se describe entusiastamente la Hacienda Nueva y las minas: eso es otra cosa, pues hay mucho que observar en un establecimiento, el más bien organizado del mundo, por la cantidad de metales que se benefician, por la capacidad de las oficinas y por el buen orden y arreglo con que se ejecutan todas las operaciones.⁸ La excitación por el orden que trae la industria alcanza a los mínimos detalles: Al salir observé los letreros colocados en las puertas de las oficinas: Azoguería, Tesorería, Contaduría, etc. Positivo placer me dio entrar a la contaduría. Los libros limpios y bien escritos: los papeles en el mejor orden: las noticias y estados reúnen la claridad a la exactitud, la simplificación a la minuciosidad, aunque esto parezca una contradicción.⁹

    El artículo está conformado de tres apartados, así el orden que priva en una parte de la zona parece incontaminado incluso en la disposición narrativa; de esta manera Payno impide un contraste total: en un apartado se encuentra la pobreza civilizatoria de Fresnillo, poblada por mendigos harapientos, inmersa en la algazara infernal de la vida cotidiana; en otro, la Hacienda Nueva con sus minas.

    La Hacienda Nueva es una imagen que extrapolada augura ser la del país entero: todo movimiento, todo buen orden, buenas cuentas —claras, minuciosas, exactas, en papeles limpios—, un país donde las matemáticas implacables, la ciencia e industria hagan posible subsumir las aparentes contradicciones. Sin embargo, México desde el presente de enunciación de Payno es: ¡Anomalía indefinible: un pueblo desnudo y miserable, pisando un pavimento de plata!¹⁰ Esta imagen plena de tensión e ironía deja ver de qué manera algunos letrados percibían como inmediata y palpable la modernización del país, tan palpable e inmediata como el pavimento sobre el cual caminaban; al mismo tiempo que dibuja la encrucijada social en que se hallaban: un pueblo desnudo y miserable.

    Y cuando no es posible futurizar, cuando los caminos o poblaciones no se pueden mirar por los espejuelos del progreso, nuestro autor o bien se refugia en alguna anécdota literaria o ensayo moral, o bien se rebela contra el territorio:

    Anduve tres leguas, y llegué a un rancho nombrado el Guardado Primero, a poco andar encontré otro rancho, el Guardado Segundo; finalmente, después de ocho leguas de camino llegué a Mier. ¡Dios mío!, exclamé, ¡qué monotonía de caminos! Todos los días se ven los mismos callejones practicados al través del bosque: todos los días los mismos arbustos espinosos, con sus hojas menudas, con su verde sin esmalte; todos los días la misma soledad en el camino, la misma miseria en los ranchos. Esto no es viajar, no es ver, no es aprender. ¿Qué va uno a contar de todo esto? ¿Qué impresiones de viaje se pueden escribir? No sé qué hubiera dicho de estos lugares el tiernísimo Lamartine, con todo y tener su cerebro lleno de ideas sublimes […].¹¹

    Si bien a nuestro autor lo maravillan los sublimes espectáculos de la naturaleza —véase su crónica El Niágara¹²—, las ciudades, urbanidad y caminos nacionales o extranjeros aparecen en su pluma ya sea bajo la luz amable y prometedora del avance civilizatorio, sea bajo la mirada implacable del estadista. El viajero intelectual padece hambre de civilización, que es lo mismo que hambre de ciudad; recordemos que la urbe encarnó en su arquitectura, orden y concreción la tierra de promisión de la modernidad.¹³

    Conforme se desplaza por el mundo, ese apetito será colmado sin duda en Londres. La urbe sumida en la nube densa de lo que podría ser un cráter, es la civilización hecha de piedra y hierro, de orden y variedad, de fábricas, casas, iglesias, calles, y aunque el tren pasaba rápidamente, las calles [afirma Payno] se nos reproducían como por obra de magia; Londres hoy no es una ciudad, sino más bien una nación que vive junta y unida en trescientas cincuenta mil casas y que transita por más de diez mil calles y callejones.

    En Payno el lenguaje de la racionalidad liberal se manifiesta en imaginación numérica, la fría belleza de la mensurabilidad de la urbe y su cultura es la mejor y más exacta imagen para el lector mexicano de la colosal vida que anima a Londres:

    hay cuarenta mil modistas, veintinueve mil sastres, veintiocho mil zapateros, seis mil plateros, cuatro mil quinientos carroceros, setecientos boticarios, sobre treinta mil carpinteros, sesenta mil marineros empleados en el tráfico del río, diez mil maestros de escuela, cinco mil médicos, dos mil quinientos abogados, doce mil cocheros de carruajes públicos, cuarenta mil criados domésticos, ciento treinta y nueve mil nodrizas, cocineras, y recamareras, cincuenta mil labradores, ocho mil herreros, mil quinientos ingenieros y arquitectos y cuatro mil artistas.¹⁴

    Payno deja atrás la técnica de comparar lo conocido con lo desconocido tan propia en las crónicas del descubrimiento de América, y conduce a su lector al terreno implacable de los guarismos. Así, ningún adjetivo o apreciación puede atribuirse a la mera subjetividad del viajero, quien se expresa lo más cercanamente posible al lenguaje objetivo de la ciencia; sus aseveraciones se sostienen justo en eso: Es un error creer que Londres es la capital de la Gran Bretaña. Esto no es cierto, Londres es la capital de toda la tierra, el asilo común de la civilización y de la libertad de todo el género humano.¹⁵ Y contra este paradigma de libertad y civilización (la isla de Tomás Moro aparece involuntariamente ante nuestros ojos sólo para desvanecerse y ser remplazada) se miden las urbes, pueblos y culturas que visita Payno; Londres es el futuro utópico realizado, es la verificación del modelo cultural, social y económico. Contrastemos con una impresión acerca de los suburbios de la ciudad de México:

    Los barrios de México tienen un aspecto tan chocante como singular. De día se ven las calles sucias, sin aceras ni empedrados; las casas negruzcas, y muchas amenazando ruina; multitud de léperos, envueltos en sábanas o sucias frazadas, están bebiendo en las tabernas o jugando a la rayuela; mujeres impúdicas y sin gota de vergüenza, recogiendo las basuras de los muladares; y muchachos desnudos revolcándose en la tierra y en el lodo como unos cerdos. Este cuadro chocante en que resaltan a competencia la holgazanería y la suciedad, no da por resultado sino las bandas de ladrones que infestan los caminos y asaltan muchas veces aun las casas de la ciudad; la multitud de mujeres públicas que recorren el centro; y el hábito de la indolencia y holgazanería en la juventud, que por otra parte posee inteligencia y viveza.¹⁶

    Llama la atención el estilo general, debido a la indeterminación: "De día se ven las calles sucias, sin aceras ni empedrados; así, al decir las calles se infiere que habla de todas las calles, mientras que el sustantivo multitud brinda anonimato y la impresión de masa indiferenciada. Los habitantes de esas regiones se presentan en sus categorías humanas (hombres, mujeres y niños), y se les tipifica por su falta de quehacer; así, la holgazanería es consignada como pecado social", pues sume al hombre en un estado de nueva barbarie, por debajo de los pueblos indígenas cuya organización social aunque primitiva existe y ha sido asentada por Payno mismo en sus relatos de viaje por el norte de México.

    Ahora bien, en este cuadro abyecto de los barrios de la ciudad, el alcohol y la suciedad se suman a la impudicia femenina; la imagen recrudece la idea de nueva barbarie o caída del hombre en el estado animal, cuando las mujeres son ubicadas en muladares y los niños se revuelcan en el lodo como unos cerdos: el ocio es el padre de todos los vicios. No sorprende la relación causal entre Este cuadro chocante que da por resultado la delincuencia. La pobreza —interesantemente asociada con la suciedad—, la holgazanería y el crimen quedan implicados uno en el otro, de tal suerte que suena lógico considerar a estos sujetos como amenaza de la civilización, encarnada en la ciudad próxima. Por último, queda en el aire la idea de pérdida o desperdicio de recursos humanos, pues esa juventud holgazana e indolente posee, por otra parte, inteligencia y viveza que están dejando de ser aprovechadas, que no sirven para nada. Y he aquí un contraste último con Londres, donde incluso las pobres gentes se dedican a vender medallas, cajitas de madera, vistas del Támesis y otras chucherías.¹⁷

    Dejemos el ejercicio del contraste y volvamos a las impresiones que sobre Londres asentó nuestro autor. No debe sorprender que Payno se detenga a describir como espacio fundamental de la vida londinense al Banco Real; lo que sí resulta atractivo es reparar en la imagen mitológica o mágica que emplea para hablar de una institución financiera. Describe su visita como un descenso a los infiernos, o bien como la penetración en un misterio:

    el dependiente que me había enseñado la máquina de pesar moneda y la imprenta, me condujo al piso bajo y me entregó a otras dos personas, que sin duda estaban encargadas de ese departamento.

    Inmediatamente encendieron unas lámparas, tomaron las llaves y acompañados de dos veladores o vigilantes, nos encaminamos, subiendo y bajando escaleras, atravesando patios ya grandes, ya pequeños y pasando por multitud de callejones y corredores, tan oscuros como los tránsitos y galerías de nuestras minas.

    Llegamos por fin a una bóveda, según creo subterránea, y nos detuvimos ante una puerta pequeña de fierro y penetramos por ella como quien entra a una caja de fierro semejante a la que usan los grandes banqueros para guardar su dinero. A poca distancia había otra puerta con una cerradura más complicada, y finalmente otra tercera puerta de madera, sumamente gruesa y maciza, que daba entrada a la amplia y misteriosa tumba donde está concentrado el poder, la fuerza, la paz, la guerra, la felicidad, la abundancia y quizá también todos los males que volaron por el mundo cuando la curiosa Pandora abrió la caja fatal que se le había confiado.

    Todos estos elementos de bien y de mal encerrados debajo de una bóveda de piedra y de fierro, a prueba de fuego, de bomba y de agua, consistían en pequeños barretones de oro de California, en saquitos de rublos de Rusia, y en costales de pesos mexicanos, todavía no fundidos; en barras de plata de las Américas del Sur, y aun en águilas americanas labradas con el oro de Virginia.

    La riqueza mineral de todos los países de la tierra estaba allí dignamente representada […].¹⁸

    El recorrido de Payno por este edificio sigue el molde narrativo del héroe introducido en los secretos divinos o mágicos, guiado por un Virgilio, o bien por gnomos, duendes o dragones de los relatos maravillosos; mejor aún, este pasaje está próximo a la escritura de Julio Verne. Nada falta al relato de Payno para darle un aire de misterio: sótanos, laberínticas rutas que buscan perder en más de un sentido al visitante o entrometido, lámparas que alumbran en la oscuridad, donde no hay más guía que la de criaturas anónimas que parecen vivir ahí —los dependientes, cajeros o administradores—.¹⁹ Sin embargo, aquella riqueza que aparece en las narraciones antiguas —que atraía la avaricia de navegantes y aventureros— es de naturaleza estática, no financiera. Las riquezas aladinescas del Banco Real son, además de tangibles, mensurables, tienen procedencia clara además de destino, y es justamente su destino lo que les confiere el aura de la maldad o de la bondad moderna, son capital; de ahí que deban permanecer a resguardo de los demás, en una bóveda bajo tierra, como si del Arca de la Alianza se tratara: todo el mundo sabe la cantidad que existe [en el tesoro del banco]; pero se puede asegurar que muy pocos la han visto. En este sentido, la analogía con la caja de Pandora es precisa, proporciona al capital una representación adecuada a sus fuerzas infernales y creadoras.

    La existencia y comprensión de Londres y de su vida llevan a Payno a confirmar que el futuro de México es promisorio, y legitiman hasta cierto punto la futurización que, fantasmalmente, se impone sobre el México presente empobrecido o caótico; no es un sueño, sino una realidad confirmada por la vía de los hechos.

    Payno no puede pasar por alto que su complexión moral no sufrió un ápice durante la contemplación del tesoro mayor del mundo civilizado, sino que, muy de acuerdo con el fondo de las narraciones morales, el héroe emerge iniciado en conocimientos que le permitirán realizar los trabajos que le aguardan: Salí de allí sin disgusto, sin envidia, sin desear otra cosa sino ver realizado en mi país un establecimiento de esta clase, aunque fuese en una escala muy pequeña. No es la riqueza en sí sino su organización, el entorno de diligencia y eficacia lo que anhela Payno. Y, con todo, nuestro autor adivina el engaño que subyace en el dinero: si a mis guías les hubiese ocurrido apagar las luces y retirarse, me habría sucedido literalmente lo que al rico avariento, es decir, me habría muerto de hambre procurando hincar el diente, aunque en vano, en los tejos de oro y plata.²⁰

    La puntual descripción científica que hace el viajero de la ciudad de Londres, de sus recursos, de la Exposición Universal,²¹ despliega el poder de seducción del estilo racional. La medición y la descripción objetiva, merced a su poder de igualar o mejor dicho de subsumir las diferencias entre realidades distintas, se convierten en formas de argumentación implícita: si fue posible hacer caminos de fierro en Estados Unidos, si es posible la construcción de una obra de ingeniería como el túnel de Londres, que pone límites a la fuerza de la naturaleza, si la Hacienda Nueva y sus minas son ya triunfos civilizatorios en el desconocido norte del país, y si todas estas mejoras materiales son obra de la ciencia e ingenio humano, que son los mismos en Londres que en Filadelfia, en Francia que en México, entonces en nuestra nación: Todo el trabajo es comenzar.²²

    Más que sólo dar a conocer al lector lo desconocido, la crónica de viaje de Payno opera como verificador de lo probable, y así lo escrito se revela como el mejor camino para que del sueño diurno emerja sin dudas el presente hecho futuro, de suerte que los obstáculos de la realidad cedan ante el estilo que objetiva, y al hacerlo la realidad social ocupa el mismo lugar que un río o un bosque en el proceso modernizador, es algo susceptible de ser transformado.

    Ahora bien, cuando en sus crónicas Payno se refiere a la República Mexicana o a los alrededores de la ciudad de México, si bien esas páginas no dejan de rezumar medición fueron escritas bajo el imperio del amor patrio, entendido éste como el ánimo de traer a entendimiento la diversidad del territorio —población, clima, costumbres, problemas, productos, geografía, etc.—, es decir, escribir sobre Monterrey, Matamoros, Zacatecas, Puebla, Querétaro o Veracruz se antoja ejercicio de re-conocimiento nacional. México es dado a conocer para los propios mexicanos, y esto no sólo se aprecia en la información estadística y geográfica que aparece rigurosamente entre anécdotas chuscas o graves,²³ sino sobre todo por la voluntad conciliatoria en el mar heterogéneo que es México: En cuanto a nosotros […] hemos procurado presentar en nuestro periódico una serie de artículos con el nombre de ‘Panorama’ que den idea de las bellezas de otros pueblos del interior, convencidos que si tal vez no tan bien escritos como fuera de desearse, al menos manifiestan terminantemente los deseos que tenemos de conciliarnos las simpatías de nuestros numerosos benévolos suscriptores foráneos.²⁴ Así, la narración de viaje sirve a un propósito social, uniendo y ordenando lo diverso y diferente —percibido como caótico—, haciendo que los mexicanos se re-conozcan ya no sólo imaginariamente, sino lo más palpablemente posible en todo aquello que se cobija bajo el nombre de México. En este sentido, el viaje aspira a congregar para ahuyentar a los fantasmas del descoyuntamiento, que amenazaba con dividir a la República Mexicana, y de la invasión extranjera. Como si su incansable escritura respondiera desde su propia epocalidad a la pregunta ¿Qué es México?, implicando como se ha dicho lo que se espera que sea México.

    Además, advirtamos que cuando Payno viaja por el norte o hacia el Golfo, o hacia San Ángel, su crónica se empapa de reflexiones emotivas ya hacia el futuro, ya volcadas sobre algún episodio preciso, y esta dimensión sentimental de su prosa es parte de la eficacia retórica, encauzada a hacer entrañable lo distante y desconocido de la propia casa, el rincón del norte, los caminos, los variopintos habitantes:

    Nada de población, nada de seguridad, nada de garantías individuales; tampoco nada de industria y nada de progreso; se establecerán poco a poco en el desierto los invasores y la raza mexicana disminuirá a proporción que aumente la extranjera: así aconteció con Tejas, así puede acontecer con Tamaulipas si no se pone remedio.

    Amargas son por cierto estas reflexiones; pero me ha sido imposible dejar de hacerlas al recordar a Matamoros, a ese país que podría ser uno de los más importantes de la República.²⁵

    La historia es maestra de vida, y no serán los ejércitos quienes protegerán la integridad del territorio; es la posesión en el sentido de propiedad, o entendida como derecho legal, como control físico sobre algo.²⁶ Y este derecho de posesión se adquiere por los medios que enuncia Payno: población —de ahí los proyectos de colonización—, seguridad, garantías individuales, industria y progreso, que constituyen la mejor política que pueda emprender cualquier gobierno que desee preservar su territorio de los invasores.²⁷

    El orgullo colonial se había fundado en gran medida en una conciencia de posesión que no implicaba la explotación programática y total de la pródiga naturaleza mexicana,²⁸ que se apoyaba además en un discurso sobre la imposibilidad de decir con precisión la abundancia mítica de las tierras americanas.²⁹ Payno y su generación se esmerarán por construir otra visión de la naturaleza, la civilizada, por medio de proyectos de poblamiento, industria y transformación del paraíso terrenal, proceso que no se consideró una caída; muy por el contrario, empresas monumentales como el Canal de Tehuantepec se percibieron como perfeccionamientos de esa misma naturaleza para obtener así la felicidad a la medida del hombre y la sociedad modernos.³⁰ Y así, hecha fórmula, volumen y medida, la felicidad se antojaba simple y sencillamente asequible. México es pues visto a través de los ojos de un viajero que en las tierras, ríos, montañas, planicies ve paulatino provecho e industria:

    Donde había desierto se plantaron las tiendas guerreras: donde estaban las tiendas se formaron ranchos; los ranchos se convirtieron en aldeas, y las aldeas en ciudades. El tiempo vendrá y estas ciudades serán hermosas y ricas, porque la progresión de la vida de los hombres y de los pueblos está marcada de una manera inmutable.³¹

    En esta cita acompañamos a Payno en la contemplación de México moviéndose inexorablemente en el viaje de la historia de los pueblos civilizados, en un estilo profético más que progresista. Paradójicamente se viaja hacia un futuro que aguarda, quieto, futuro latente, siempre posible.

    Por otra parte, dar a conocer el territorio nacional a los propios habitantes se vuelve medio que promueve la gobernabilidad en la nación mexicana, y la gobernabilidad era el garante indispensable para la modernización en la inestable República. De ahí que para letrados como Payno narrar sus viajes fuera parte de un servicio a la sociedad y al Estado, pues como se ha indicado la escritura aproximaba puntos distantes, promovía pautas de sociabilidad entre mexicanos. Y, últimamente, la subjetividad de la narración de viajes se inclinaba por el conocimiento vía la experiencia, que se distingue del conocimiento libresco o meramente erudito; la subjetividad crea un efecto de participación, de asistencia o acompañamiento del viaje que se narra en presente, así el acto de la lectura hace posible la simultaneidad de acciones, lugares y tiempos, de manera que el aquí y el ahora del lector sufren una suerte de ampliación o ensanchamiento al momento de la lectura en y por el texto.

    Por otra parte, como hemos apenas bosquejado, el viaje como desplazamiento implica de suyo un ir de un lugar a otro para algo; ese desplazamiento se da no sólo en el espacio sino también en el tiempo y, desde el horizonte de la modernidad, se sobreentiende que se transita hacia la mejoría (de la ignorancia al saber, del sueño a la realidad posible). En este último sentido va nuestra apreciación de que Payno futuriza el presente, convenciéndonos de que el camino para ese México que nos muestra en su exacta prosa es la transformación del presente insuficiente que debe ser sustituido. La narración de viaje como género logra encarnar la exigencia social de los letrados visionarios, pues lleva a cabo la síntesis entre acción y pensamiento.

    El trabajo se percibe como la única vía legítima de la tan anhelada transformación: los prodigios del trabajo y los frutos de bendición con que Dios recompensa al hombre, que se une con la naturaleza, para sacar de ella como de una madre cariñosa, los elementos para su vida y para sus comodidades.³² El trabajo que media entre hombre y naturaleza es de suyo violento, pero gracias a la escritura ordenadora de Payno dicha violencia se suaviza por dos medios: al colocar por encima de esta relación la voluntad divina, y al sustituir la violencia por el amor filial (madre-hijo),³³ Payno nos brinda una imagen de asombrosa idealización. Al mismo tiempo que la escritura promete racionalizar la realidad americana, encubre cualquier signo de violencia; este halo de paz y pacificador que acompañó a las letras operó, sin duda, en el ánimo y las empresas modernizadoras de las clases letradas.³⁴

    Viajar es para el siglo XIX en sentido estricto avanzar hacia la civilización ubicada en el futuro del presente. La importancia de estos textos en la obra de Payno radica en la manera en que el estilo hace deseable y posible la ideología progresista. Viajar-pensar-escribir nos revela un procedimiento racionalizador (y reductor) de la realidad diversa y desigual de México; las narraciones de viaje en Payno representan la quintaesencia del progreso: el movimiento, la mudanza, la transformación.³⁵

    EL FILO DE LA PLUMA: PENSAR LO PÚBLICO

    Por su experiencia política, Payno ejerce a partir de 1867 una opinión autorizada ya no sobre la vida política que parecía haberse resuelto, sino sobre los negocios públicos: "Puede ser que me equivoque, pero se me figura que las cuestiones políticas o han terminado ya o están a punto de terminar.

    De las cuestiones políticas es necesario pasar a las cuestiones sociales y a las cuestiones administrativas".³⁶

    Payno se refiere a la educación pública, la mejora de las clases proletarias, la seguridad, la distribución de la propiedad, las empresas materiales, la administración de los impuestos, la perfección de la contabilidad, la comprobación y liquidación de las cuentas fiscales, la liquidación, circulación y consolidación de la deuda nacional, el fomento de la industria, de la agricultura y del comercio; en una palabra, el arreglo de todo lo que ha desquiciado o viciado la guerra y la intervención; y con este complejo panorama el país se entrega a un segundo comienzo, donde los escritores públicos son poderosos auxiliares, y en vez de estorbar su marcha le alumbrarán el camino y le guiarán en las grandes y supremas resoluciones que tendrán que dictar para el progreso y bien de la nación.³⁷ Detengámonos, algo ha cambiado. Payno se cuenta entre los escritores considerados poderosos auxiliares, indicio de la distancia ya presente entre los actores del poder y los del campo intelectual y literario. En este sentido Payno vive la transición de un estado de cosas a otro, adaptándose a su nueva esfera de acción.

    Parecería excesivo el optimismo mostrado por Payno ese 7 de noviembre de 1867, cuando se publicaron estas palabras, si consideramos que habían pasado sólo escasos tres meses desde la caída del imperio y el restablecimiento de la República; sin embargo, las crisis forman parte del modo de ser de la modernidad, incluso la fortalecen: Las catástrofes se transforman en oportunidades lucrativas de más desarrollo y renovación; la desintegración actúa como una fuerza movilizadora y por lo tanto integradora,³⁸ y así como todo nuevo comienzo no podía ser menos que promisorio. De suerte que el ideario liberal y progresista desarrollado por Payno se reconstituye a la luz de la nueva realidad política, donde —ahora sí— habrá lugar para el futuro que ha venido esperando desde la década de 1840.

    Si hasta entonces en su trabajo al servicio del Estado Payno se había empeñado en detectar de qué manera solucionar los problemas financieros, o bien cómo dar inicio a las grandes obras de transformación social, ahora como hombre maduro y experimentado en la arena política concibe que el gobierno y la inversión de capitales son las dos fuerzas necesarias para lograr el bienestar de la nación; estas fuerzas se relacionan por vínculos administrativos, de ahí la importancia que adquiere en sus escritos lo referente a una administración sana, es decir, cuentas claras:

    No hay pueblos en el mundo menos afectos a las cuentas y al examen de los números, que los pueblos hispanoamericanos. Escribid una mala cuarteta, promoved una cuestión metafísica, disputad sobre un artículo de una ley electoral, y veréis a la prensa discutir con maestría y entusiasmo, hasta dejar agotada la materia y a los lectores ansiosos de llegar a un resultado teórico; pero proponed una cuestión práctica, apoyad vuestras pruebas en una larga serie de guarismos, y desde luego veréis bostezar a todo un auditorio, y doblar la hoja a los abonados y buscar los avisos y los parrafillos sueltos. Éste es el carácter irremediable, y por esta causa jamás se ha fijado la atención ni de los gobiernos, ni de los congresos, ni del público en las operaciones que importan un análisis aritmético. Así, con una ligereza que podría llamarse poética, se han hecho contratos, se han celebrado arreglos, se han concedido privilegios y se han sellado y firmado pactos diplomáticos, cuyo valor real y efectivo no se ha conocido sino en el momento en que la ruina, la bancarrota y la miseria del tesoro han revelado que todo estaba empeñado, que todo estaba vendido, que todo estaba por un número eterno de años consignado a diversos acreedores […]

    De aquí, los soldados desnudos e insubordinados, los caminos llenos de malhechores, los municipios desatendidos, la justicia mal administrada, las vías de comunicación deplorables, las oficinas en desorden.³⁹

    Ha ocurrido un desplazamiento vital: la república letrada que proporcionó el modelo racional se ha tornado demasiado teórica, insuficiente ante la realidad práctica. Qué revelador recurso oponer las letras —ya no a las armas como lo hiciera don Quijote— a los números, éstos prácticos, traslúcidos, irrefutables; aquéllas inútiles, ambiguas, bellas, que arrojan un resultado teórico. Lo práctico, el hombre lógico debe suplir al hombre de ideas, pues de la ligereza poética devienen la ruina, la bancarrota y la miseria del tesoro y el incremento de los costos sociales que ya no pueden aplazarse: La felicidad social se hace individual y colectivamente con una cosa moral que es la justicia, y con otra cosa positiva, que es el dinero.⁴⁰ Ya no se trata de hacer cálculos sino de hacer cuentas y no sólo en el sentido monetario sino también moral: quiénes habían llevado a la miseria al tesoro de la nación, cómo se habían gastado (y seguían gastando) los bienes públicos. A reflexionar una y otra vez respecto de estas materias se dedicará el autor de Los bandidos de Río Frío como escritor de opinión.⁴¹ Y es que para Payno los impuestos vienen pesando más que la torre de la Catedral sobre el pecho de los contribuyentes,⁴² y advierte: cuando un gobierno se carga de una manera brutal sobre los ciudadanos, y a diestra y siniestra impone contribuciones, es señal evidente de que no dilata mucho su caída.⁴³

    La producción de Payno una vez que su papel en las cúpulas políticas dejó de ser preponderante muestra una vocación que se podría denominar comprensiva: comprensiva de su propio papel en los sucesos de 1857 y posteriores, comprensiva del vuelco y vías por donde se encaminaba (descarrilaba) la nación. Su labor tanto de opinión como reflexiva se articula, por una parte, en el periodismo, que es palabra volcada hacia la acción del presente; por otra, en la escritura memorística. En el primer caso, en las páginas del periódico: Nuestro propósito desde el principio ha sido el dar a la opinión no un carácter apasionado y absoluto [afirma], sino buscar los razonamientos y los ejemplos, y aun valernos de la sátira para procurar la mejora de los diversos ramos de la administración.⁴⁴ Mientras que en obras como Memoria sobre la revolución de diciembre de 1857 y enero de 1858 (1860) y Defensa que hace el ciudadano Manuel Payno en la causa que se le ha instruido por la Sección del Gran Jurado del Congreso Nacional, por el participio que tomó en los sucesos de diciembres de 1857 (1861), Payno además de defenderse sopesa e intenta suturar retrospectivamente la historia política, económica y social, afanoso por suprimir rupturas. Interesa pues no sólo cómo se mira a sí mismo y a su actuar, sino el ejercicio de remembranza donde lo biográfico es espacio para pensar eventos y decisiones que afectaron a la república; hay pues un tránsito que va de lo personal a lo colectivo, de la introspección a la proyección, del olvido a la interpretación.

    Y es que aquel futuro próspero no terminaría de llegar, de manera que el estilo de Payno se tornó exigencia: El gobierno en todo país es el primer empresario, es el empresario nada menos que de la felicidad pública. Concibió esa felicidad pública como proyecto viable y necesario, y con sus escritos mantuvo la utopía social dentro de la agenda gubernamental incluso cuando el capital mostró su rostro depredador e insaciable, y se dolía ante el panorama en los últimos días de 1870: "el gran edificio secular, siempre comenzado y nunca acabado por los pueblos, y que se llama progreso y civilización".⁴⁵

    Pero bien sabemos que no hay posibilidad de acabamiento de esa obra monumental de la modernización industrial, sólo de mayor movimiento, de aceleración incesante. A pesar de esta certeza, un letrado longevo como Payno deseaba constatar —como en sus viajes— más que la obra acabada, la obra en marcha de la felicidad, pero las ruedas de la máquina social no caminan de acuerdo, y en 1870, ¡apenas tres años después de que vislumbraba un nuevo amanecer!, aseveraba que la nación se deslizaba por una pendiente que día por día la lleva a una ruina inevitable.⁴⁶ Para entonces han pasado casi 30 años desde sus viajes por el norte de la República, y el futuro que aguardaba a México se empaña y desaparece como vano espejismo, dejando ante los ojos un país falto de dinero, asediado por el dispendio de unos cuantos, que sin duda ha avanzado aunque no con la velocidad ni con la ternura con que lo imaginó la pluma de Payno.

    DE VARIADO TRAZO LA TINTA

    Como prácticamente todos los hombres letrados decimonónicos, Payno escribió para ser impreso y leído en las páginas de periódicos, revistas o folletos. Esta dimensión pública de su obra —y de la del resto de los escritores públicos— no es un aspecto menor; muy por el contrario, es primordial para comprender el alcance y sentido del trabajo intelectual que llevaba a cabo.

    Encargados durante la azarosa lucha política del México independiente de crear condiciones de gobernabilidad para realizar las ambiciones políticas y sociales del proyecto nacional,⁴⁷ los letrados se arrojaron a esta colosal tarea con la única herramienta que poseían: la palabra escrita, cuyos atributos de orden y conocimiento la colocaron en el centro de las utopías sociales: entre las letras y el proyecto modernizador, que encontraba en la escritura un modelo de racionalidad y un depósito de formas, había una relación de identidad, no simplemente de ‘reflejo’ o semejanza.⁴⁸

    En este sentido, hacer pública la palabra era justamente el medio de llevar la razón a la realidad y encauzarla. Por lo tanto, la escritura de estas décadas debe concebirse como un denodado trabajo, ni más ni menos, más que como una profesión, un trabajo incesante que se extendía en el tiempo (hacia delante, por supuesto) y en el espacio (tanto en términos geográficos como sociales). Estaba en la naturaleza social de las letras —que le venía desde el proyecto humanista del siglo XVI— legislar, educar en el saber científico y moral, historiar el acontecer y darle sentido; la experiencia y configuración de la realidad se iban haciendo a la medida de la escritura, de manera que la república de las letras y el espacio público estaban imbricados uno en el otro. Escribir era una acción social que hallaba en el repertorio de temas, géneros y estilos literarios —que alcanzaron gran refinamiento y desarrollo durante el siglo XVIII— los medios de invención para construir el camino y hacer rodar por él el carro del Estado.

    El periodismo fue el ámbito en el que se consolidó dicha república letrada; posteriormente y conforme el poder político se fortalecía, las letras fueron expulsadas de la esfera pública y emprendieron un proceso de autonomización.⁴⁹ Payno y parte de su escritura pertenecen a este primer campo intelectual literario indiferenciado con el poder, donde escribir es hacer ejercicio público de su razón privada para transformar la realidad en todo lo que sea posible.⁵⁰ En este sentido, el periodismo no era mero vehículo o plataforma inerte, sino también un espacio estructurante.

    El periódico, la revista o el folleto como géneros editoriales se combinarán con los géneros textuales en fórmulas materiales cuya incidencia en la modelación de la cultura letrada está aún por ser estudiada.⁵¹ El rasgo mercantil de toda publicación expone la dimensión material de la cultura letrada, que es determinante para comprender ciertas características del sistema literario decimonónico; la extensión del periódico, la escasez de papel, su alto costo, son rasgos que debieron incidir en la invención literaria,⁵² y que sin duda eran considerados por los autores (que en muchas ocasiones fueron también editores o dueños de imprenta). El impreso congrega en torno a sus artículos a comunidades de lectores, y éstos se ven unidos en sus páginas por vínculos recíprocos en los que se reconocen. De suerte que la actividad lectora afecta la conformación del periódico, e igualmente el periódico afecta a los lectores por su carácter de mediador.

    Así, la voluntad pública de la escritura de Payno y de sus contemporáneos no sólo atendía al deber intangible del servicio patrio, sino que además debía resolverse y adaptarse a las condiciones materiales con que contaban. La materialidad de las ideas provee de una dimensión que permite preguntar: ¿hasta qué punto esa voluntad ordenadora de la representación letrada logró penetrar y modificar la realidad anárquica en un territorio vasto?, ¿cuántos ejemplares de impresos circulaban, por qué medios, cuáles eran las prácticas de lectura?, ¿qué públicos se conformaron?

    A lo largo de su vida, Payno colaborará lo mismo para proyectos culturales como El Museo Mexicano, El Álbum Mexicano o la Revista Científica y Literaria, que para periódicos políticos como El Siglo XIX, El Federalista u órganos voceros de la actividad de una institución como el Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística. Por supuesto que el libro como objeto no deja de aparecer como triunfo de imprenta en la producción de nuestro autor;⁵³ sin embargo, el carácter de escritor público le viene a Payno sobre todo por sus incesantes colaboraciones en publicaciones periódicas.

    Hay que advertir que ese abanico de plataformas editoriales se vertebra con la versatilidad de estilos y temas que Payno domina, pues lo mismo elabora un informe, un tratado de bienes, un compendio de historia nacional, que algunos poemas, breves novelas, relatos, cuadros costumbristas, crónicas de viaje, extensas novelas, ensayos morales y biográficos, que crítica de teatro, de música, de arte…, las cinco partes de esta antología aspiran a congregar la mayor diversidad posible y así mostrar al lector las posibilidades de la obra letrada de don Manuel.

    Los estilos van de la seriedad científica —que clasifica al maguey mexicano y lo describe de acuerdo con las convenciones del modelo textual de la botánica—,⁵⁴ pasando por la jocosidad dolorosa de la ironía, la chabacanería del chiste hasta la solemnidad del orador cívico. Advertimos aquí que la obra de los letrados como Payno es la del polígrafo, su ramificación apunta hacia un repertorio de habilidades retóricas que, más que definible por su vastedad, podría definirse no sólo por su capacidad de reconocer los estilos y formas adecuados o propicios a los espacios y circunstancias, sino por su eficacia para reconocer la situación retórica, para construir diferentes frentes que asediaran el caos o sirvieran a la emergencia de la civilización.

    A pesar de lo abrumadora que resulta la presencia de la escritura como eje del proyecto civilizatorio de los letrados, no es posible soslayar el peso de la oralidad entre las masas a quienes se desea cultivar. Llamamos la atención del lector sobre los diálogos ágiles, ligeros, que salpican tanto las crónicas de viaje como los relatos y cuadros costumbristas, o los artículos de periódico de Payno. La forma dialogada al representar el discurso improvisa personajes a partir de rasgos del habla y esa huella de la voz —aunque pasada por el tamiz retórico o de artificio del autor— da indicios de las intenciones didácticas, donde el ejemplo narrado es medio para impresionar al receptor y persuadirlo de objetivar una situación;⁵⁵ o bien los diálogos de Payno apuntan además a la posible oralización de los textos, exhibiendo la relación estrecha entre cultura escrita y cultura oral, que se demuestra en la difundida práctica de lectura en voz alta.

    Un apunte más al respecto. El seudónimo al que recurren insistentemente algunos letrados puede considerarse en principio como medio de evasión de la censura; sin embargo, en el caso de Payno y otros puede verse además como procedimiento que obedece a la construcción de una voz o persona apropiada a la situación retórica que se desarrolla en el texto. Así, a la manera de los escritores satíricos de la Antigüedad, Payno firmará como Yo, El Bibliotecario o Pastor Fido, por supuesto que sus iniciales aparecerán también (M. P. o P.).⁵⁶ Entre otros rasgos estilísticos, los seudónimos confirman la conciencia retórica que obraba en los letrados y que los hacía adoptar o crearse una personalidad literaria ad hoc a la intención (didáctica, fustigadora, filosófica, política, etc.) y a la situación. Estos desdoblamientos se antojan, además, como realizaciones lúdicas de la voluntad de llegar a todos los públicos por diversas vías, de hacerse presente y poblar el espacio público con voces que fingen la heterogeneidad que se quiere homogeneizar. Hay que precisar que el seudonimato es una acción que cobra sentido en el campo de la escritura, es un juego dentro de los límites de quienes lo entienden, de suerte que hay en él un gesto de legitimación en el ámbito letrado: El seudónimo es una actividad poética, tal como una obra. Si sabes cambiar de nombre, sabes escribir.⁵⁷

    En la presente antología ha primado el deseo doble —el deseo único es sólo la forma de decir que deseamos muchas cosas— de recopilar algunos de los títulos más conocidos de Payno, y por otra parte brindar un perfil más amplio de su escritura al reunir en un solo libro diversos quehaceres escriturarios y estilos. Ambos deseos por contraponerse si bien no quedaron cabalmente satisfechos, sí me empujaron a elegir con el afán de que el lector parta quizá de lo conocido hacia lo desconocido.

    La vastedad de la obra de Manuel Payno no se explica por su longevidad —murió a los 74 años de edad, el 21 de noviembre de 1894 en su casa de San Ángel—, sino que es en sí misma rasgo definitorio de los letrados decimonónicos: tanta escritura y tan variada es la representación, casi con el sentido de solidez de un monumento, de la envergadura del proyecto en que participaban; al mismo tiempo que deja constancia de cómo este proyecto avanza, cambia, cede, se rehace o se traiciona en esas mismas páginas. Emprender la lectura de estos hombres nos provee de la posibilidad de reconocernos de manera diferente. Ése es el territorio desconocido en el que podrá internarse el lector; en sus caminos no dejará de ser asaltado por el estilo picante unas veces, otras juguetón o irónico de Manuel Payno, que pinta a un México cuyo rostro riente nos mira a los ojos. O bien, el lector viajero reconocerá de pronto dolencias históricas, llantos reprimidos, pues la fuerza del estilo de Payno levanta una y otra vez el futuro soñado por ese pasado, y que quizá no tendría efecto ahora si no supiéramos, al leerlo, que ese futuro fue soñado para nosotros.

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