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Jorge Ibargüengoitia (1928-1983): En la antesala del centenario de su natalicio
Jorge Ibargüengoitia (1928-1983): En la antesala del centenario de su natalicio
Jorge Ibargüengoitia (1928-1983): En la antesala del centenario de su natalicio
Libro electrónico254 páginas3 horas

Jorge Ibargüengoitia (1928-1983): En la antesala del centenario de su natalicio

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Con este libro se propone, en estos tiempos en que la incertidumbre impregna las redes sociales con fake news y la pandemia nos obliga a ser antisociales, volver a mirar la obra de Jorge Ibargüengoitia con los beneficios que otorga el tiempo y que ha servido para continuar evaluando y revalorando su obra desde el ámbito académico. Así, con los siet
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento9 jun 2022
ISBN9786078794393
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    Jorge Ibargüengoitia (1928-1983) - Marco Antonio Chavarín González

    JORGE IBARGÜENGOITIA

    Y UN ESTILO MUY SUYO DE NARRAR

    SOBRE PROBLEMAS PERSONALES

    Y SOBRE LA HISTORIA DE MÉXICO

    LUIS

    ALEJANDRO

    ACEVEDO

    ZAPATA

    y

    MARCO

    ANTONIO

    CHAVARÍN

    GONZÁLEZ

    EL

    COLEGIO DE

    SAN

    LUIS

    UN ESTILO PERSONAL DE NARRAR

    En 1949, Jorge Ibargüengoitia tomó una de las decisiones más importantes de su vida: dedicarse a la literatura. Contaba con 21 años. Poco después ingresó a la Facultad de Filosofía y Letras de la Ciudad de México, entonces ubicada en el emblemático edificio de Mascarones, en Santa María la Ribera. Cargaba ya los 23. Fue un hombre de decisiones firmes y determinantes: así como decidió estudiar para maestro en Letras con especialización en Arte Dramático, así resolvió, 14 años después, abandonar la dramaturgia y dedicarse a la narrativa —aunque en sus últimos años saboreó la idea de volver a escribir una pieza teatral—.¹ Su Teatro reunido (2018) conjunta once obras, su narrativa (al menos la que vio publicada) incluye un volumen de cuentos y seis novelas; asimismo, hay varios libros que recolectan sus artículos. Respecto de su teatro, vale la pena mencionar la obra que lo llevó a cambiar de género. El 3 de enero de 1957, Ibargüengoitia escribe una carta a Rodolfo Usigli cuyo tema es la obra que acaba de escribir: Ante varias esfinges, texto que le adjunta. Lo hace en estos términos: Aunque no quisiera, sospecho que va a parecerle muy mala, que pasará un mal rato al leerla, y que algún día, estando bebidos, me regañará por escribir estas cosas. Le pido perdón por el mal rato desde ahora. La obra resulta de gran importancia para mí. Parece que ya encontré un estilo, mi estilo.² La obra dramática, como adivinó, no gustó a Usigli.

    Sin embargo, Ante varias esfinges (1956), transmitida por Radio Universidad, publicada en La palabra y el hombre (núm. 15, julio-septiembre de 1960) y estrenada en 1966, contiene el germen del estilo que el escritor desarrolló después con gran tino. En la obra subyace ese elemento insustancial que hace que el lector reconozca que está frente a un viejo amigo, con el que disfruta enterarse silenciosamente de ese conjunto de chismes, indiscreciones y retratos de personalidades de provincia, con sus modos, sus hábitos, sus formas de ser y padecer la realidad mexicana que los circunda. Porque los problemas más triviales y más importantes tienen por correligionarios lo ridículo, lo trágico, lo cómico o lo terrible. Esos contrastes de los que habla Ignacio Trejo Fuentes en su libro Lágrimas y risas: la narrativa de Jorge Ibargüengoitia (UNAM, 1997) unifican la tendencia analítica que ha sufrido la obra del guanajuatense a partir de lo humorístico y lo serio; sin embargo, el aspecto autobiográfico es todavía más importante. Juan Villoro lo expresa de este modo: "Todo autor propone una forma de lectura, y la de Ibargüengoitia depende de la plena identificación con el modo autobiográfico. No es casual que la columna que publicaba en la revista Vuelta llevara el título de ‘En primera persona’". Leer a Ibargüengoitia significa compartir una zona íntima, donde los móviles de los sucesos son a diario caseros y misteriosos: nada tan clandestino como la vida diaria.³

    Ante varias esfinges es la constatación de que los intereses del joven escritor, que ya había encontrado su estilo, se decantan por esos pequeños problemas de la vida diaria que no por pequeños son menos importantes que los de índole política, esos que, curiosamente, en el universo del escritor guanajuatense también son ocasionados por los pequeños problemas de la vida cotidiana. Aquí está la clave de este estilo personal de narrar. Divididas en tres actos, las acciones de Ante varias esfinges se desarrollan en una casa porfiriana de la Ciudad de México. Son los últimos días de Marcos, un hombre de 73 años⁴ que vive con su esposa y su hermana, Aurelia y Elena, de 72 y 75 años, respectivamente. Es el invierno de 1954. La familia del viejo patriarca espera su muerte. Mientras tanto, en la convivencia familiar se visibiliza el triángulo amoroso entre sus dos nietos y la esposa de uno de ellos; se ve a Alejandro, el hijo menor de Marcos, pedirle prestado a su padre durante sus últimas horas de vida; a la esposa de Alejandro, Rosa, insinuar una posible relación con el sobrino de Alejandro, hijo de Beatriz, la hija mayor que está a cargo de su padre; asimismo, se muestra el infeliz matrimonio de Marta, la hija de en medio. Este cuadro contribuye a crear una atmósfera de intimidad donde se es testigo de los deseos más profundos de los personajes. Para entender la posible la razón por la que Ibargüengoitia envió su obra a Usigli hasta Israel, resulta significativo el último diálogo entre el nieto mayor, Carlos, y Marcos, cuando el primero agradece al moribundo las enseñanzas recibidas a través de los años. El diálogo sigue así:

    MARCOS: ¿Qué quieres ahora?

    CARLOS: Por primera vez, papá grande, no vengo a pedirte nada. Quería darte las gracias, solamente, por lo que me has ayudado y por la confianza que me tuviste un día. Por lo que me enseñaste, que fue poco, también. Por lo que hubieras tratado de enseñarme, si hubieras sabido. Y también por haber sido un hombre y haberme dejado que te viera. Gracias.

    MARCOS: De nada. Si he sabido que me observabas, hubiera tratado de hacerlo mejor.

    CARLOS: No hubieras podido. Hubieras sido un hombre ejemplar de esos que a nadie le importan.

    Este intercambio verbal al final del segundo acto muestra dos cosas: por un lado, se refiere la sucesión generacional, un Marcos que muere y un Carlos que apenas comienza, como la relación Usigli-Ibargüengoitia, maestro-alumno, experto-aprendiz; por el otro, el autor parece afirmar que se aprende más de un hombre que no trata de enseñar, quizá porque su comportamiento es más honesto y llega a tocar alguna fibra de alguien más y, por lo mismo, a trascender. Aquí es posible que se cifre parte de la poética de Jorge Ibargüengoitia. Él es crítico, agudo y mordaz porque son las armas que le permiten descifrar la realidad humana y exponer sus discursos, sus apariencias, sus hipocresías, sus eufemismos. Ibargüengoitia es insobornable y expresa todo ello a través del joven Carlos, el posible autor implicado. El estilo puede ser entendido como un conjunto de rasgos que particularizan la escritura de un autor como su voz propia. En Ante varias esfinges, Ibargüengoitia parece adquirir esa voz poco a poco al exponer la naturaleza humana permeada por la mediocridad, el interés, la infelicidad, el adulterio, la mentira, el conformismo. Así, nos enseña también a mirarnos más allá de las etiquetas y los disimulos. Éste es el inicio de un estilo y la aportación de Ibargüengoitia a la literatura mexicana, perfilada desde aquel lejano 1956, estilo que se difunde a partir de 1964, cuando se publica su primera obra narrativa, Los relámpagos de agosto.

    Antes de continuar, vale la pena apuntar algunos datos de su biografía. Todos estos retratos, como se comentó, pueden ayudar a entender al autor y su estilo. En primer lugar, haber nacido en una ciudad de provincia que era entonces casi un fantasma,⁶ lo llevó a sentir cierta dependencia afectiva del interior de la república. Margarita Villaseñor le preguntó alguna vez por qué decidió regresar a Guanajuato —hablamos de la etapa en que se retiró a su tierra natal para redactar Las muertas—. El autor respondió: Por curiosidad.⁷ En esta breve respuesta, Ibargüengoitia muestra indirectamente un rasgo de su propio estilo: el interés por observar las costumbres de la gente con la que creció y que lo rodeó, curiosidad que se entrelaza con su imaginación literaria. Eso será Guanajuato para él: el epicentro de su literatura, el territorio imaginario de sus tramas, el trasunto de esa tierra ficticia llamada Cuévano, que pertenece al Plan de Abajo, que queda cerca de Muérdago y Pedrones y que es circundada por el ferrocarril General Zaragoza; es decir, en el centro justo de la curiosidad por ver de cerca los asuntos de provincia. Ello habla también de una nostalgia que sólo le perteneció a él, pero de la que ya formamos parte todos al reconocer su estilo de escritura.

    Jorge Ibargüengoitia escribe en Otra generación perdida: Éramos jóvenes, mirábamos a la vida sonrientes, creyendo que por el hecho de ser mexicanos teníamos a nuestra espalda un gran acervo y al frente un gran futuro.⁸ En efecto, esto pensó el escritor en algún momento de los años cincuenta, cuando su carrera se iniciaba, cuando tenía puestos los bríos en el futuro y deseaba ser dramaturgo como su maestro Rodolfo Usigli:

    En 1951 yo no quería ser maestro elocuente […] o admirado […] o crítico enciclopédico […], quería ser escritor profesional y eso Usigli lo era en un grado en que no lo era —salvo Yáñez— ninguno de los maestros que enseñaban entonces en Mascarones. Usigli era un escritor profesional, serio y activo, con todas las desventajas que trae consigo la actividad.

    En esta línea de pensamiento, Juan Villoro refiere que si el escritor no fue apreciado por el medio crítico de su época fue porque contribuyóa alejar a filólogos e hispanistas como si se tratara de zumbantes moscardones [pues, como enemigo de la academia únicamente…] encomió un tipo de magisterio de corte práctico, capaz de transmitir trucos del oficio, al estilo de Rodolfo Usigli.¹⁰ Años después, como ya se sabe, vino el gran desengaño y el gran parricidio. Ibargüengoitia corta relaciones con Usigli de modo original: a través de una obra teatral, a manera de guasa, que publica en 1961 en México en la Cultura. El motivo, al parecer, fue que su maestro no lo citó en una entrevista con Elena Poniatowska cuando ésta le preguntó sobre las jóvenes promesas de la dramaturgia mexicana de entonces: ¿Por qué no me menciona a mí? Yo también quiero estar en la constelación,¹¹ escribe visiblemente consternado, pero siempre mordaz y con la guardia en alto.

    La constelación a la que se refiere fue la constituida por la llamada Generación de Medio Siglo o Generación de la Casa del Lago e incluso Generación del 32,¹² a la que pertenecieron Carlos Fuentes, JoséEmilio Pacheco, Jaime García Terrés, Juan Vicente Melo, Tito Monterroso, Emilio Carballido, Sergio Magaña, Raúl Moncada, Inés Arredondo, Josefina Vicens, Salvador Elizondo, Jaime Sabines, Sergio Galindo, Juan José Gurrola, Sergio Pitol, Tomás Segovia, Rosario Castellanos y Huberto Batis, entre otros. El propio Carballido expresa así la suerte de Ibargüengoitia en este grupo de escritores: Nacido en medio de una generación afortunada, favorecida con montajes profesionales estupendos, algo de pato feo le ocurría a Jorge Ibargüengoitia, que no lo acogían escenarios ni grandes compañías.¹³ Respecto de su relación con esta generación, Gustavo García encuentra similitudes temáticas entre las obras del guanajuatense y algunas de Carlos Fuentes y Juan García Ponce, donde Ibargüengoitia sería la alternativa sarcástica y burlona de un conjunto de temas y obras caracterizadas por el dramatismo desaforado.¹⁴ Quizá a este tratamiento de los mismos temas —contrastante con el de los que primero entraron al canon— se deba que se le hubieran cerrado las puertas y que, por un buen tiempo, se hayan interesado poco en su aportación al arte y la literatura. De acuerdo con Gustavo García, Estas ruinas que ves (1974) es el anverso perfecto de El libro (1970) de Juan García Ponce, pues ambas básicamente desarrollan el mismo tema: un conflicto amoroso entre un profesor de literatura y su alumna. Lo que es dramático y tormentoso para uno, para otro es dramático y tormentosamente ridículo.

    Sergio González Rodríguez, por ejemplo, afirma que Las muertas (1977) constituye el reverso imprescindible de Pedro Páramo (1955). Y va más lejos con la siguiente declaración: Exorcizados ya desde tiempo atrás los fantasmas de San Juan Rulfo, la postura literaria y la narrativa de Jorge Ibargüengoitia merecen una extensa revaloración.¹⁵ Juan García Ponce, quien fue su alumno en la cátedra de Composición dramática en Mascarones, señala: Jorge era serio a veces, entrañable siempre e irrespetuoso de todo lo establecido; cuando sus lectores lo consideraban humorista en tanto escritor, él decía que no había intentado eso nunca y era verdad: le bastaba con ser fiel al retrato de la realidad, a la que sabía juzgar con mucho acierto en el tono.¹⁶ Este tono que refiere García Ponce le ocasionó a Ibargüengoitia más de un malentendido. Emilio Carballido lo explica en estos términos:

    Ese joven autor de mal carácter también tenía que comer: y empezó a escribir para el periódico. Críticas teatrales acervas, furiosas y (lo peor) muy cómicas que arrasaron con los estrenos. ¡Más odios creados!, ¡más cerrojos posibles para su entrada a cualquier temporada!El defecto de un estilo con éxito es que luego el autor se vuelve esclavo del estilo: Jorge ya no pudo elogiar nada.¹⁷

    Muy probablemente el culmen de este estilo llegó cuando Carlos Monsiváis replica, en la Revista de la Universidad de México, un artículo del hasta entonces crítico teatral. La polémica está relatada con puntos y comas por Vicente Leñero en Los pasos de Jorge.¹⁸ Monsiváis llama al escritor impresionista, le atribuye una honestidad implacable y refiere que cuenta chistes de la mejor ley, elementos todos que reflejan la personalidad narrativa de Ibargüengoitia y la manera en que el público tuvo de reconocerlo. Según García Ponce, Ibargüengoitia molestó a Antonio Alatorre; según Leñero, a Jaime García Terrés, lo que, a la larga, generó animadversión y desconfianza por sus juicios críticos.

    Para Luis Mario Moncada el hecho es clarísimo: "Ibargüengoitia sorprendió y puso a temblar a más de uno al practicar un estilo más bien golpeador y sin la menor condescendencia".¹⁹ Parece que Ibargüengoitia hizo sentir incómodo a más de uno desde sus primeras incursiones en la crítica, la cual desplegó de forma prodigiosa en la novela, en el cuento y en las obras teatrales. Él mismo dijo en el Palacio de Bellas Artes: Me he pasado toda mi vida insultando a las personas más importantes a las que al día siguiente me van a tener que prestar dinero o me van a sacar de un aprieto o me pueden llevar al éxito; eso me ha pasado toda mi vida.²⁰ He aquí un rasgo de la personalidad del autor que lo llevó, quizá, al ninguneo que significó el recurrente calificativo de escritor humorista.²¹ Esta condena, en los términos en que lo anticipó Monsiváis, es una denostación, es colocarlo al nivel del guiñapo, del gazapo, del payaso, del ridículo. Por eso Ibargüengoitia lo negaba:

    Pero como se supone que soy un escritor chistoso, hay gente que se ríe de cosas que no tienen ningún chiste. En Las muertas, por ejemplo, hay ciertas situaciones que a muchos les dan risa. Hace unos días me hizo una entrevista Jorge Saldaña y según él le daba una risa tremenda que a una persona la plancharan. A mí no, francamente. Que alguien crea que se puede curar a una persona planchándola puede ser ridículo, pero la situación no deja de ser terrible porque están matando a alguien.²²

    Ibargüengoitia señalaba: "El estilo está hecho de limitaciones. Siempre. El momento en que sabes qué es lo que no vas a decir de lo que sabes es el momento en que sabes qué vas a decir. Es una cosa fundamental. Yo soy un escritor que funciona a partir de eliminaciones: esto no se dice, esto no se dice y sólo se dice esto. Eso es el estilo. Yo creo".²³ Ibargüengoitia habla de un proceso: el proceso de composición narrativa. Su forma de trabajar es ésa: escribir sólo lo indispensable, sólo lo que para el autor es absolutamente necesario, sin repetirse, sin excederse; escribir a conciencia y sin prisas. Lo deja muy claro palabras más adelante, cuando, respecto a sus artículos periodísticos, afirma: Hay que dejarlo todo muy claro, pues se escribe para un público muy concreto, un público muy ignorante en cuya imaginación no se puede confiar mucho.²⁴ Ibargüengoitia, sin embargo, matiza esta opinión respecto a su narrativa, donde, según el guanajuatense, se tienen mayores posibilidades y se puede escribir a placer, pues a fin de cuentas, mientras uno escribe un libro es su primer lector.²⁵

    Ibargüengoitia fue consciente de los retos o desafíos de su propio tiempo. En una entrevista en España, dijo lo siguiente:

    En realidad […] yo no tengo nada que ver con el boom. Cuando yo decidí ser escritor se suponía que un escritor es un señor que, poco más o menos, se muere de hambre, así que me resigné a ser pobre. Un escritor latinoamericano no gana dinero, o gana poquísimo. No había esperanza por ese lado. De repente aparecen dos desgraciados, Gabriel García Márquez y Vargas Llosa, que no sólo escriben bien, sino que, además, ganan

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