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El León del norte: El general Solón Wilches y el constitucionalismo radical
El León del norte: El general Solón Wilches y el constitucionalismo radical
El León del norte: El general Solón Wilches y el constitucionalismo radical
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El León del norte: El general Solón Wilches y el constitucionalismo radical

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En El León del Norte, el autor se vale de la atractiva personalidad del general Solón Wilches, quizá la figura más importante del Estado Soberano de Santander durante su vigencia, para hacer una crítica no exenta del humor y de ironía, tanto a la generación radical, como al biografiado, que en el siglo XIX se impregnaron de utopías y quisieron llevarlas a la práctica, sin conseguirlo.
Así el general es un representante del militarismo liberal, en una versión criolla del bonapartismo, pero que al mismo tiempo tiene muchos visos de un despotismo ilustrado tardío, aclimatado en el trópico
En esta primera etapa de la vida del general que acabamos de ver marcada por los signos de la guerra, sus adversarios y quizá sus enemigos fueron los conservadores. La mística liberal lo llevó a los campos de batalla, en donde realizó toda clase de esfuerzos, sin hacer concesiones, convencido de que con ello sacaba triunfante su sentimiento de partido.
De ahí en adelante cambia un tanto el panorama, por cuanto sus grandes adversarios los va a encontrar en su propio partido. Tendrá que habérselas con los radicales, quienes representaban lo que se ha denominado el liberalismo clásico y que en Santander echó muy profundas raíces.
Precisamente Fernando Guillén Martínez, hace una consideración en torno a la regeneración y a sus más encarnizados adversarios, los radicales, en el sentido de que la mayoría de estos eran raizales de Santander.
Lo que quiere decir, a contrario sensu, que el movimiento radical prácticamente tuvo su origen y sus desarrollos más importantes en Santander.
Dice así Guillén Martínez: "Por contraste, los más numerosos, tenaces e irreductibles antagonistas de la Regeneración, son gentes nativas de Santander o de las regiones boyacenses influidas o emparentadas con las zonas santandereanas. Le siguen en número y beligerancia los nativos del Tolima y, un poco más tarde pero no menos eficazmente, los antioqueños.
Las guerras civiles de 1885 y de 1899 (aunque extendidas rápidamente a casi todo el territorio nacional) se iniciaron o se decidieron en tierras o con hombres de Santander.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento10 nov 2019
ISBN9780463390139
El León del norte: El general Solón Wilches y el constitucionalismo radical

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    Buenas noches, estaba mirando y quisiera saber dónde puedo conseguir el libro.

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El León del norte - Raúl Pacheco Blanco

Primer plano

Antes de entrar en materia formémonos una idea física del general Wilches, busquemos una presencia, una forma concreta que nos sirva para seguirlo en su trayectoria vital.

¿Cómo era el León del Norte?

Era alto, elegante, fino, la tez mate, el cabello castaño subiendo en ondas sobre la erguida cabeza, la nariz prolongada, los ojos claros y de mirar aquilino. Ojos de caliche, lo llamaba el general Santos Gutiérrez.

Y ya con su uniforme y su utilería de guerra, entre los cuales se contaba el gorro de combate, alargado hacia arriba, entubado, hecho en terciopelo negro y forrado en seda. Y su cantimplora de cuerno de res que se unía a un recipiente de madera con motivos vegetales y en donde seguramente almacenaba el agua, el guarapo, o el vino, según el caso.

Montado en brioso corcel, quizá guerrero, su favorito, que habría de acompañarlo hasta su última morada en la Concepción, para luego morir a los pocos días de la desaparición de su amo, bien sea de viejo o de soledad. Montado así, y al frente de un batallón de 500 hombres dispuestos para entrar en combate en cualquier momento, parecía un Kaiser.

En una foto, ya en su madurez, se pueden ver sus ojos asiáticos, penetrantes, sus espesos bigotes negros que se desbordan al aire en sus extremos y una barba que no alcanza a contener y absorber el bigote, sino lo deja que se fugue y tome entidad propia.

El general hacía valer su presencia marcial, como en el Alto de Reinas, cuando se presentó ante sus eventuales adversarios, que iban a derrocarlo, y solicitándoles una entrevista en el lugar donde se alistaban las tropas, los puso a vibrar en una revista militar, tocándoles la fibra más sensible que era la de su sectarismo político, al gritar con voz autoritaria y firme, un viva al partido liberal que los hizo estremecer a todos igual que las montañas que los rodeaban.

Y casi logra el milagro de convertir a sus enemigos en sus aliados.

O como lo vio el abuelo en la Otra Raya del Tigre, al llegar a inaugurar el puente de Guane, construido por Lengerke en 1872: viene tocado de amplio sombrero jipa, ruana blanca y polainas sobre los breeches" ingleses inmaculados, cambiados en la última vuelta del camino para llegar irreprochable.

El general, solamente, entra al puente caballero en su mula; jubilosamente nota el ligero balanceo, el ruido de los cascos sobre las tablas.

Del lado de Guane queda la gran comitiva de trescientas personas que lo acompañó desde el Socorro. Al otro lado espera la cabalgata venida de Zapatoca en la cual, por primera vez, aparecen varias señoras, dando así la absolución al puente del diablo.

Al llegar a la mitad del puente, se detiene Wilches y extrae su enorme pistolón, y dirigiéndolo al cielo dispara los seis tiros. De las otras dos orillas contesta un tiroteo nutrido que hace encabritarse los animales, y que se alcanza a escuchar en Guane, donde los ancianos y las mujeres que no pudieron asistir, se santiguan y murmuran:

-Mataron al presidente del Estado. ¿Otra vez la balacera, otra vez la guerra civil!".

Capítulo II

El paisaje

No cabe duda que el factor geográfico juega un papel muy importante en la formación de las culturas.

De ahí que las primeras civilizaciones hubieran utilizado para establecerse y formarse las cuencas de los ríos.

Con ello se lograba una tierra fértil para la agricultura y facilidad para el transporte.

De otra parte, el medio geográfico también incide en la formación de la personalidad.

No es la misma la actitud que asumen ante la vida las personas que han nacido en climas benévolos, favorables para las distintas actividades humanas, que los nacidos en climas y regiones inhóspitas, estériles, en donde difícilmente se sobrevive.

Se ha dicho que el santandereano es agresivo, violento, porque la misma geografía lo ha hecho así.

El tener que habérselas con una tierra estéril, en donde nunca ha progresado una agricultura intensiva, con una geografía de montaña de difícil acceso, le ha dado una contextura recia, que se manifiesta aún en el lenguaje, son las expresiones de grueso calibre que son como escapes de una caldera que adentro no se tolera más.

Paul B. Horton trae en su obra de Sociología una clasificación sobre los factores que influyen en la formación de la personalidad y allí figuran: la herencia biológica, el entorno físico, la cultura, la experiencia de grupo y la experiencia individual.

Hemos hablado del entorno físico.

Que para el caso de nuestro biografiado general Wilches, en algo debió ayudar la geografía de García Rovira, cortada a pico, de dispareja aptitud para las faenas agrícolas, como la casi totalidad del territorio santandereano.

Si a esto le agregamos la herencia biológica, siguiendo a su biógrafo Gustavo Otero Muñoz en su obra Wilches y su época, nos encontramos con unos antecedentes dignos de tener en cuenta, por el lado de sus parientes los oficiales Calderón y Mendoza, quienes luchando contra los españoles en la Argentina dieron tales muestras de valor y de intrepidez, que el jefe del ejército adversario movido por la curiosidad y la admiración que le despertaron aquellos soldados criollos, ordenó rescatarlos de las aguas en donde se encontraban ya a punto de ahogarse, les proporcionó toda clase de vituallas para su recuperación y, como si fuera poco, el general San Martín ordenó acuñar medallas sobre los hechos gestados, con una leyenda que no conoce antecedentes, como quiera que hacía honor a los vencidos y, precisamente, llevaban la siguiente inscripción: A los vencidos en Chancay.

Pero si estos antecedentes heroicos tienen cabida en el rastreo sobre el origen del general Wilches y explican el porqué de su intrepidez para el combate, en lo que se refiere a sus parientes Calderón y Mendoza, no sabemos qué quiso adelantar el biógrafo del general, cuando en su obra nos habla de las desgracias familiares de los Calderón, en que dos infantes murieron de manera singular, el uno en un acceso de risa, provocado por una niñera traviesa y juguetona y el otro en un arrobamiento místico, cuando llevado por fuerzas extrañas desarrolló una sensibilidad tal, que el hecho de haber escuchado al santo sacerdote Francisco Romero regañar a un esclavo, le produjo una impresión tan fuerte, que al poco tiempo murió repitiendo las palabras: "Dios te salve María, vámonos; Santa María, vámonos.

Si traemos un nuevo elemento de los que ayudan a la formación de la personalidad, en éste caso la cultura, no cabe duda de que el marco vital que le correspondió al general y dentro del cual desarrolló todas las etapas de su vida fue una auténtica cultura de la guerra. De ahí que no acababa de regresar a su solar nativo, con el cartón debajo del brazo, cuando tuvo que renunciar a sus prácticas judiciales para tomar el fusil e irse a la guerra.

El jurista, o el proyecto de abogado se convierte en guerrero.

Para lo cual, obviamente, estaba muy bien conformado, porque como veremos más adelante, el rasgo más acusado de su personalidad fue el de militar, muy por encima del de político, de estadista o de parlamentario.

Nace en el Cerrito, provincia de García Rovira, el 7 de Abril de 1835, en donde fue bautizado solemnemente por el sacerdote Ignacio Castañeda, quien no vaciló en recibirlo en el seno de la Iglesia Católica con los significativos nombres de José Pacifico Solón y siendo su madrina la señora Gabriela Calderón, su tía.

Su padre, don Andrés, no tuvo miramiento alguno con los nombres que le suministraba al cura para su bautizo y lejos estaba de pensar en que su hijo pasaría a la historia, pero no bajo la advocación de su nombre, Pacífico, sino como un guerrero invencible, según lo vamos a ver, y con una intrepidez tal, que sería llamado por sus contemporáneos, El León del Norte.

Y en el carácter del general debió pesar mucho su nombre, pues desde muy temprano se dio cuenta de su incompatibilidad y de ahí que procediera a cercenar ése incómodo Pacifico, que podía no venirle bien a su gloria de guerrero.

Era evidente que no existía consonancia alguna entre el bizarro León del Norte y el modesto y atemperado nombre de José Pacifico.

Así que se lo voló de un tajo, tal vez después de algún combate en donde se vió seriamente comprometida su condición pacífica.

De ahí que en ningún documento o carta aparezcan sus dos primeros nombres para quedar ante la historia con el desnudo nombre de Solón.

Y Solón fue el único de los hermanos Wilches que nació en el Cerrito, pues a los tres meses de nacido su familia trasladó el domicilio a la Concepción, vecina población que por aquellas calendas era la ciudad más importante de García Rovira y la capital de la provincia.

Según el censo de 1851 el Círculo de la Concepción tenía 19.325 habitantes. El de Cúcuta llegaba a 21.282. El de Bucaramanga a 21.983 y el de Málaga a 24.106.

Ahora Concepción tiene 2.300 habitantes en la zona urbana y 6000 en la rural.

Los Círculos de mayor densidad de población según el censo citado de 1851 eran los de Suaita con 44.515; Vélez con 40.221; Socorro con 40.987, Barichara con 41.338 y San Gil con 30.346.

Pero en la población que arriba señalamos para Concepción seguramente están incluidos los de Cerrito, Caracasí, Enciso, San Miguel, Maracavita y Capitanejo.

Por eso nos viene bien traer a cuento la narración que hizo don Manuel Ancìzar, precisamente por los años de 1850 y 1851, cuando la Peregrinación de Alpha: "Siguiendo el abra del río, a través de campos labrados, se corona lo alto de una hermosa y abierta explanada, en cuyo extremo aparece la Concepción, villa de 600 vecinos, fundada en 1772 cerca del río que ha trocado su primer nombre de Jurado por el Servitá, y más adelante se llama Tequia para caer al Chicamocha.

El centro del poblado, a 1958 metros de altura respecto del mar, se compone de casas grandes y aseadas mirando a la espaciosa plaza en cuya mitad crece un árbol de olivo, único aclimatado allí. Predomina la raza europea, sana y robusta, merced al inmejorable clima y a los trabajos del campo, que forman el oficio principal de los habitantes, viéndose aprovechado palmo a palmo el terreno en los alrededores.

Tienen mercado semanal a usanza de las tierras frías, después del cual se congregan los labriegos al reclamo de un tiple mal rasgado en alguna tienda, donde los hombres beben chicha y cantan insulsas coplas de amor, mientras las mujeres, envueltas en las mantellinas, permanecen afuera silenciosamente sentadas, o entran y salen tropezando con sus grandes sombreros de trenza; falta el genio expansivo y ruidoso de los calentanos, pero resaltan la bondad y mansedumbre tan geniales en los jornaleros que traen algo de la sangre india en las cuando pueden gastar entre amigos las módicas ganancias del mercado; ríen, cantan y enamoran en paz; y al día siguiente vuelven a sus labranzas pensando en el breve descanso del inmediato domingo, verdadera fiesta para quienes viven trabajando continuamente.

Y en cuanto al Cerrito decía Manuel Ancízar lo siguiente: "El Cerrito es un bello pueblo de más de 100 casas la mayor parte de tejas situado en un plano alegre y fértil, a 2.480 metros de altura sobre el nivel del mar, y con 16º centígrados de temperatura media.

Hay una buena posada, regular billar y mala escuela, y encima de una colina cortada en gradas se levanta la iglesia de fuerte fábrica y muy aseada. La población es blanca, obsequiosa y atractiva, sosteniendo mercado semanal de bastante animación por la concurrencia de agricultores que vienen desde los cantones y pueblos inmediatos.

El aprovechamiento de la tierra, cubierta de pequeñas sementeras distribuidas en estancias de labor, multiplicadas a medida que se avanza para el norte, indica un país bien poblado; a cada paso hay vecindarios, desde cada cumbre se avistan torres de iglesias.

Apenas se dejan las últimas casas de Cerrito cuando se ven las de Servitá, regadas en la pendiente de un cerro humillando sus techos pajizos al pie de una corpulenta iglesia, centro de curato que fue grande y productivo.

Don Alonso Cornejo, deseoso de fomentarlo, sacó en 1760 los indios que moraban junto a la hacienda de Balegrá, del otro lado de los páramos orientales, y pobló un barrio que todavía conserva el nombre de Balegraes, sin alcanzar el resultado que se propuso por este violento medio, pues la mayor parte de los inmigrados abandonó el lugar en busca de la libertad que se le negaba.

La Concepción tenía el derecho de elegir dos diputados a la Asamblea del Estado Soberano de Santander, para el año de 1866.

El libertador Simón Bolívar le dio el título de Villa de los Próceres y ordenó la reconstrucción del templo, habiendo asistido precisamente a su bendición como padrino, y como no podía faltar en una persona como el Libertador a quien le fascinaba el baile, danzó hasta tarde en la casa de los Carrizosa, en donde dejó olvidada una capa que posteriormente fue donada por Montero Carrizosa al museo de Caracas.

El general Santander por su parte, le dio también el título de Villa el 23 de Octubre de 1813, después de haberla desmembrado de la provincia de Pamplona y creándole su propio cabildo el día 5 de abril de 1825. Para el año de 1884 había más de una docena de profesionales y desde luego muchos generales en su etapa de jubilación, sesteando bajo una relativa calma, mientras esperaban noticias de los próximos combates.

Ya para el año de 1860 se había inaugurado el servicio telegráfico con Bogotá.

Tras la batalla de la Humareda, en donde perdió el liberalismo radical su última tentativa de llegar al poder, ante las fuerzas nuñistas comandadas por el general Quintero Calderón, la capital de la provincia de García Rovira fué trasladada a Málaga, junto con la Notaría y el Juzgado, para entrar la Concepción definitivamente en una etapa de decadencia.

Era ya el año de la Regeneración, 1886.

Más tarde, en 1893 regresaría para siempre el general Solón Wilches, a Concepción, en donde pasaría los últimos años de su vida. El Cerrito y la Concepción tradicionalmente han sido pueblos de filiación liberal, mientras que Málaga y la antigua Tequila, hoy San José de Miranda, han sido conservadores.

De ahí los combates que en diferentes épocas sostuvieron entre sí, dejando saldos sangrientos de consideración.

Hoy en día esa situación política se ha calmado, pero en cambio, ha irrumpido la guerrilla.

En los dos pueblos se disfruta pues de un clima suave, con tendencia al frío, ya que el Cerrito llega a los 14 y 16º grados mientras que Concepción está entre los 18 y 19 grados.

De ahí que hay momentos en que se crea una atmósfera de páramo, con densa niebla que deprime y sirve para moldear personalidades melancólicas y románticas. Como lo era el general, pues la materia prima de cualquier héroe o guerrero es el romanticismo.

En éste caso, en torno a sus ideas, o mejor, sus sentimientos partidistas que lo llevaron a los campos de batalla en repetidas ocasiones y encontrando siempre su justificación vital en esta expresión violenta.

Esas alturas de los grandes páramos que atraviesan la cordillera de Cruz de Piedra, o la Mesa de la Colorada, el Almorzadero y Jurado, el alto del Buitre, en fin, son incitaciones para un alma romántica, en donde la altura abre unas perspectivas amplias, para el desarrollo del ideal fáustico de que hablara Oswaldo Spengler en su Decadencia de Occidente.

La Concepción fué fundada por don Pedro José Angarita y don José Dolores Cáceres y Enciso en el año de 1722, llegando a tener la preponderancia que tuvo como capital de la provincia de García Rovira en los tiempos del general, para ir decayendo luego, hasta llegar a ése tipo medio de nuestros pueblos, llenos de necesidades y cada vez más despoblados, con presupuestos que apenas alcanzan para la subsistencia y con el permanente deseo de sus moradores de fugarse a la ciudad.

Allí en ése ambiente, es donde pasan los primeros años del general viviendo con su numerosa familia y formando esa recia personalidad que luego cobró vuelo y se proyectó tanto regional, como nacionalmente.

Capítulo III

La provincia de García Rovira

Debemos tener en cuenta que García Rovira, como provincia, tiene una fisonomía característica y sus habitantes han desarrollado un estilo vital propio.

Ya, a estas alturas, se ha decantado un núcleo humano que se diferencia claramente de los otros que conforman la provincia santandereana, compuesta además por Soto, Guanentá, Comunera, Mares y Vélez.

Cómo se ha formado ese pueblo que hunde sus raíces ya en la historia y que ha adquirido ese perfil bastante acusado?

Dicen algunos historiadores que la región ocupada por García Rovira estaba poblada por los indios chitareros.

Los chitareros eran indios de mediana estatura, vestidos con mantas, de escasos recursos económicos y se alimentaban de maíz, paniza, yuca, batatas, raíces de apio, fresoles, curies, venados, conejos, guayabas, piñas, caimitos, uvas silvestres.

En cuanto a su organización, no contaban con cacique propio, sino que seguían al indio más rico o más valiente, lo que da una idea de su poca evolución como tribu.

Todo parece indicar que pertenecían a la familia chibcha, así como los guanes.

Don Fulgencio Gutiérrez es uno de los historiadores que sostiene la tesis de que los indios chitareros fueron los primeros pobladores de García Rovira, mientras que los historiadores Horacio Rodríguez Plata y Enrique Otero D' Costa, sostienen que fueron los indios laches los primeros pobladores.

La polémica se ha desatado pues, alrededor de las dos tesis, con buenos argumentos de parte y parte.

Fulgencio Gutiérrez en su obra Santander y sus Municipios señala que "por los datos que trae Aguado se puede colegir sin esfuerzo, que los chitareros eran probablemente una continuación de los indios chibchas, así en raza como en costumbres e idiomas.

Ahora bien, ellos ocupaban la totalidad de la actual región de García Rovira, como lo acreditaban ciertos nombres de lugares, como Cervitá, probablemente convertida en Servitá, Macaravita, Cepitá, etc, que nosotros mismos estábamos reputando de extracción lache, por la dulzura de la terminación y que resultan de pura formación chibcha".

Y más adelante continua: "Otro dato muy decisivo referente a nuestra tesis de que los indígenas de García Rovira eran chitareros y no laches como muchos han creído y nosotros también durante largo tiempo, está en el testimonio de Piedrahita. Hablando de Hernan Pérez de Quesada, (pág.245) dice:

"Y como en la jornada de la casa de sol hubiese reconocido que sobre las quebradas de Tequia, que se comprenden dentro del país de los chitareros, ofrecía el terreno disposición para lograr su

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