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Indignación: Causales socioeconómicas
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Libro electrónico407 páginas6 horas

Indignación: Causales socioeconómicas

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Una característica saliente a nivel global del año 2011 y comienzos de 2012 fue las grandes movilizaciones ciudadanas. En Chile, jornadas sociales tan grandes como las vividas en esos meses tienen escasos precedentes. En el mundo, los hechos desencadenantes de las movilizaciones fueron muy variados, pero para el 15 de octubre de 2011 las diferentes acciones en distintos países buscaron unirse globalmente al convocar los indignados españoles a una jornada universal con la consigna de “unidos por un cambio global”. Frente a problemas mundiales se requiere de respuestas y movilizaciones globales, que tengan en cuenta las particularidades nacionales. Es el ejemplo dado con los Foros Mundiales efectuados con la consigna “Otro mundo es posible”. Para lograrlo es necesario que este accionar salte cualitativamente y sea capaz de conducir a superar, a lo menos, algunos grandes desequilibrios y contradicciones del mundo actual. El problema que subyace detrás de la indignación es la gran desigualdad existente en el mundo. El director de la Organización Internacional del Trabajo, Juan Somavía, llama la atención acerca de que “el capitalismo ha atravesado otras crisis de legitimidad, pero esta no tiene precedentes: la desigualdad es enorme. Hoy –escribió al comenzar el año 2012– 61 millones de personas poseen una riqueza equivalente a lo que logran reunir 3.500 millones de personas. (…) uno de cada tres trabajadores, unos 1.100 millones, está desempleado o vive en la pobreza” (06/02/12). Ejemplos similares abundan. ¿No constituyen causales poderosas para que se exprese la indignación? ¿No exige que el descontento pueda pasar a una etapa superior, levantando políticas para transformar este estado de cosas?
IdiomaEspañol
EditorialLOM Ediciones
Fecha de lanzamiento1 jun 2016
ISBN9789560003362
Indignación: Causales socioeconómicas

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    Indignación - Hugo Fazio

    LOM PALABRA DE LA LENGUA YÁMANA QUE SIGNIFICA SOL

    © LOM Ediciones

    Primera edición, 2012

    ISBN: 978-956-00-0336-2

    ISBN Digital: 978-956-00-0705-6

    Diseño, Composición y Diagramación

    LOM Ediciones. Concha y Toro 23, Santiago

    Fono: (56-2) 688 52 73 • Fax: (56-2) 696 63 88

    www.lom.cl

    lom@lom.cl

    Hugo Fazio Rigazzi

    Indignación

    Causales socioeconómicas

    Introducción

    Una característica saliente a nivel global del año 2011 y comienzos de 2012 fueron las grandes movilizaciones ciudadanas. Ya en enero las masivas acciones pacíficas desarrolladas en Túnez condujeron al derrumbe del régimen dictatorial. Como un reguero de pólvora, con escenarios diferentes y no con el mismo resultado, acciones en la misma dirección se desarrollaron en otros países árabes, en algunos de ellos, como Libia, con una abierta intromisión extranjera y sin que quede claro, al cierre de nuestro libro, el curso que adquirirá en la generalidad de los países su evolución futura.

    Egipto, al reanudarse en noviembre las manifestaciones exigiendo en una segunda fase el término de la dictadura militar que persistió después de la renuncia de Mubarak, demostró –y no constituyó una excepción– que la primavera era un proceso largo, lleno de sinuosidades. Habían removido en la primera etapa a un dictador pero no a la dictadura militar existente desde la fundación de la República en 1953, con un papel central en toda su estructura económica.

    Como constató en agosto de 2011 Financial Times, las transiciones políticas en Egipto y Túnez están siendo caóticas y las expectativas de los pueblos exceden en gran medida lo que pueden ofrecer los gobiernos transitorios, en particular cuando se trata de beneficios económicos […] la batalla de los movimientos juveniles –afirmó– se medirá en años y no meses. No será pareja, habrá avances y retrocesos […]. Las fuerzas de la contrarevolución han actuado desde que los líderes árabes enfrentan este desafío popular sin precedentes, y Arabia Saudita es el más ansioso por proteger el viejo orden. Le preocupa el impacto de los levantamientos de su propia población y el equilibrio de poder en la región (Base de Datos de CENDA, 19/08/11).¹

    Luego, tuvo lugar el movimiento de los indignados españoles, cuyo ejemplo se reprodujo en varios países, los cuales reaccionaron contra las draconianas políticas de ajuste impuestas desde el exterior con la complicidad de los gobiernos locales. "El gran producto de exportación que España ha colocado este año en los mercados mundiales –editorializó El País– ha sido la protesta de los indignados […]. Se propagó con rapidez por la Europa azotada por la crisis, y ha cruzado el Atlántico hasta Nueva York. Esa acción popular –añadió– expresa un profundo descrédito de la cosa política, una fatiga ciudadana ante una corrupción de la que ningún país se libra y ante el ofensivo espectáculo de una riqueza desaforada que se codea con unas básicas carencias del ser humano que el capitalismo no ha sabido resolver" (20/11/11).

    La reacción se produjo igualmente en respuesta a la acción de los mercados, que no son otra cosa que grandes capitales financieros moviéndose en función de sus intereses de corto plazo. "En el fondo –escribió el

    ex secretario general del Partido Comunista español, Santiago Carrillo– este asunto se está convirtiendo en un grave conflicto entre los ‘mercados’ y la sociedad internacional, aunque sean […] gobiernos y parlamentos los que visualmente están colocándose frente a sus pueblos que se niegan a ser los pagadores únicos de una crisis que ellos no causaron (04/08/11). La hegemonía de los mercados" corresponde a intereses globales que se expresan también a nivel nacional.

    Los mercados son en los hechos un poder fáctico que reduce beneficios sociales y eliminó conquistas democráticas. A diferencia de los anteriores usurpadores del poder –citó Joaquín Estefanía a un intelectual checo– estas estructuras de poder no tienen rostro ni identidad. Su poder es quizás menos ostentoso, menos abiertamente declarado, pero es omnipresente y no cesa de crecer.² En verdad, actúan en función de intereses de grandes grupos financieros globales, que en períodos normales persiguen altas rentabilidades mediante la especulación más desenfrenada, pero que en períodos de incertidumbre se mueven a reducir el riesgo buscando no perder los grandes caudales acumulados, como se demuestra en la experiencia de la eurozona.

    En España, Grecia o Portugal las duras políticas de ajuste fueron materializadas en las condiciones de gobiernos socialistas, que facilitaron su imposición al debilitar la resistencia popular en su contra. Al finalizar 2011, en ninguno de los países mencionados subsistían los gobiernos que pusieron en marcha estas políticas. En España y Portugal fueron reemplazados por ejecutivos de derecha, que continuaron aplicando las mismas políticas decididas en el exterior y en Grecia por un primer ministro definido como tecnócrata, pero cuya tarea era la misma, con un respaldo parlamentario del Partido Socialista y el principal partido conservador.

    El Foro Económico Mundial, en su séptimo informe sobre Riesgos Globales, publicado al iniciarse 2012, constató que por primera vez en generaciones, mucha gente ya no cree que sus hijos crecerán para disfrutar de un estándar de vida más alto que el de ellos (11/01/12), fundamentando esta constatación en la disparidad severa de ingresos. Entre los grandes riesgos de preocupación global destacó la existencia de población joven con pocas perspectivas, jubilados que dependen de Estados endeudados, la creciente brecha entre ricos y pobres, la debilidad de las garantías sociales, el cambio climático y el agotamiento de los recursos naturales. Hemos llegado a un punto –destacó la encargada del estudio, Chiemí Hayashi– en que las autoridades tienen que tomar acciones para disminuir la inequidad social, en especial porque la contracción económica puede provocar que no se generen espacios para las necesidades de esta población creciente (12/01/12).

    El director de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), Juan Somavía, llamó la atención en cuanto a que el capitalismo ha atravesado otras crisis de legitimidad, pero esta no tiene precedentes: la desigualdad es enorme. Hoy –escribió al comenzar el año 2012– 61 millones de personas poseen una riqueza equivalente a lo que logran reunir 3.500 millones de personas […] uno de cada tres trabajadores, unos 1.100 millones de personas, está desempleado o vive en la pobreza (06/02/12). Ejemplos similares abundan. El periódico norteamericano Los Angeles Times tituló: Seis herederos de Waltmart son más ricos que todo el 30% más pobre de EE.UU. (25/01/12). ¿No constituyen causales poderosas para que se exprese la indignación? ¿No exige que el descontento se pueda pasar a una etapa superior, levantando políticas para transformar este estado de cosas?

    En Chile, las mayores movilizaciones durante 2011 –con un amplio apoyo transversal– exigieron reformas educacionales profundas. Pero no fueron las únicas. Jornadas sociales tan grandes como las vividas en esos meses tienen escasos precedentes. En 2009, año de recesión, Carabineros contabilizó 1.569 manifestaciones. En 2011, hasta septiembre, llegaban a 5.658. Muchas veces estas acciones, por la cantidad de participantes, reunieron a cifras de seis dígitos.

    Las demandas en el plano de la educación condujeron necesariamente a poner también en primer plano el gran tema de la desigualdad en la distribución de los ingresos, cuya inequidad es reconocida por sectores cada vez más amplios: Hoy vemos esta efervescencia social –constató el ex presidente de la Sociedad de Fomento Fabril (Sofofa), Felipe Lamarca– porque los ingresos del crecimiento no han sido distribuidos de manera equitativa, añadiendo que para corregirlo se necesitan recursos que se obtienen solo con mayores impuestos. Harald Beyer, entonces investigador del Centro de Estudios Públicos (CEP), que agrupa al gran empresariado, en el mismo seminario constató que existe conciencia de que Chile es uno de los países de mayor desigualdad. Ella no solo se produce por el alto número de la población en condiciones de vida precarias, sino también por la acumulación de riqueza en unas pocas manos.

    Por ello, nuestro libro retoma el tema de la desigualdad tratado en varias publicaciones efectuadas desde 1997, cuando entregamos el Mapa Actual de la Extrema Riqueza en Chile,³ abordando en el texto, al analizar las causas sociales de la indignación, tanto la situación de quienes manifiestan su protesta como de quienes se benefician con el modelo en aplicación. Un informe de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) en diciembre de 2011 sugestivamente se tituló Estamos divididos. Porque la desigualdad sigue creciendo. "El contrato social –señaló al presentarlo su secretario general, Ángel Gurría– se está empezando a deshacer en muchos países. La gente siente que está sufriendo una crisis de la que no son responsables […]. Tratar la condición de la justicia es una condición sine qua non para el restablecimiento de la confianza" (12/03/12).

    No constituye un hecho casual que las movilizaciones se hayan desarrollado mientras el mundo vivía su mayor crisis desde la Gran Depresión de los años treinta, la cual finalmente fue superada –luego de desatada una irracional guerra comercial– con el fuerte crecimiento del gasto público destinado a solventar el presupuesto militar de la Segunda Guerra Mundial. "Hay razones muy heterogéneas, incluso dentro del mismo país –concluyó Jacopo Ponticelli, de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, en un estudio estadístico sobre las causas de las convulsiones sociales– […] percepción de una creciente desigualdad, alto desempleo juvenil, rabia por la mala gestión de los recursos del gobierno. Un punto en común –constató– es el deseo de la gente de manifestar públicamente su desacuerdo con el status quo (01/11/11). En mis recorridos por regiones –expresó, a su vez, Rodrigo Jordán, presidente de la Fundación para la Superación de la Pobreza en Chile– detecto la insatisfacción de no ser parte de los procesos que definen los destinos del país" (17/11/11). Este malestar ha buscado caminos para expresarse.

    El director de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile, Dante Contreras, constató igualmente que las causales de las movilizaciones en diferentes regiones del mundo son muy distintas: políticas económicas o de justicia social. Quizás –concluyó– el eje común que tienen es la asimetría de poder. El no sentirse escuchados o no sentirse bien representados (03/01/12). Esta asimetría es la que debe superarse.

    Los hechos desencadenantes de las movilizaciones fueron muy variados. Por ejemplo, en Israel los acampados demandaron inicialmente poder arrendar viviendas a precios accesibles con su nivel de ingresos, lo que luego se amplió a exigencias muy diversas. En India, el factor fue la reacción a los elevados índices de corrupción. En EE.UU., en vísperas de la asamblea del FMI comenzó a gestarse el movimiento Ocupemos Wall Street (OWS) en protesta por la responsabilidad del sector financiero en la crisis iniciada a mediados de 2007 y el apoyo estatal recibido para impedir primero numerosas quiebras de bancos y luego para que recuperasen su posición hegemónica. Y millones de estadounidenses –como escribió Paul Krugman– se han hecho eco de su indignación (23/10/11).

    Desde luego, las protestas frecuentemente adquirieron expresiones superiores en aquellas zonas del mundo con crisis más violentas y la adopción de determinaciones más antipopulares. […] el nivel y la frecuencia de las protestas sociales de Europa es mayor de los que observamos en los países en desarrollo –anotó Ponticelli– y tiene que ver principalmente con la manera en que los gobiernos europeos están reaccionando a la crisis de deuda soberana. Es la indignación frente a las draconianas políticas de austeridad impuestas por los países de la eurozona liderados por Alemania, con el activo respaldo del FMI. La crisis de la eurozona fue profundizada como consecuencia de las políticas de austeridad, que constituyen una causa fundamental del deterioro experimentado por la economía global en 2011 e inicios de 2012. De allí que en el texto presentado coloquemos como un ejemplo relevante los factores desencadenantes y las políticas utilizadas en la crisis de la eurozona, poniendo atención en el brutal agravamiento de las condiciones de vida en algunos de sus países, en primer lugar en Grecia. Al hacerlo, en buena medida, continuamos con el seguimiento de las causas y consecuencias de la crisis financiera iniciada en EE.UU. a mediados de 2007.

    Las diferentes acciones en distintos países se buscaron unir globalmente al convocar los indignados españoles el 15 de octubre de 2011 a una jornada mundial con la consigna de unidos por un cambio global. Ahora –señaló su documento– los ciudadanos del mundo usaremos la globalización para pedir justicia. Los poderes establecidos actúan en beneficio de unos pocos desoyendo la voluntad de la gran mayoría –añadieron–, sin importarles los costos humanos o ecológicos que tengamos que pagar. Hay que poner fin –concluyeron– a esta intolerable situación (12/10/11). Frente a problemas globales se requiere de respuestas y movilizaciones globales, que tengan en cuenta las particularidades nacionales. Es el ejemplo de los Foros Mundiales, efectuados con la consigna Otro mundo es posible. Para lograrlo se requiere que este accionar salte cualitativamente siendo capaz de conducir a superar, a lo menos, algunos grandes desequilibrios y contradicciones del mundo actual.

    Justo al cumplirse cinco meses de que se iniciaran las manifestaciones de los indignados españoles en la Puerta del Sol (la central plaza madrileña), una jornada global dio lugar a acciones en 82 países, que levantaron múltiples reivindicaciones, ante todo en contra de las políticas de austeridad fiscal y el papel regresivo desempeñado por las grandes corporaciones financieras. Sin duda fue el germen de un accionar colectivo que puede alcanzar, de desarrollarse, dimensiones impredecibles.

    El profesor de economía de la Universidad de Yale, Eduardo Engel, entre las diferentes explicaciones para entender este despertar ciudadano privilegió una conclusión técnica a partir de un hecho real, los avances tecnológicos y las facilidades que proporcionan para comunicarse rápida y masivamente y su incidencia en las movilizaciones. Puso como ejemplo la jornada vivida en agosto de 2010 en rechazo a la instalación en el país de la central termoeléctrica Barrancones.Fue cosa de minutos –escribe Engel– para que miles de celulares se coordinaran […]. Fue ciertamente así. Pero, ¿habría sido posible sin existir una conciencia de defender el medio ambiente? Y la rápida determinación de Piñera, pasando a llevar la institucionalidad ¿habría sido factible sin el acuerdo concertado con la transnacional francesa Suez que recibió cuantiosas compensaciones por el negocio que perdía? Evidentemente las reacciones no se producen como consecuencia principal de la facilidad y rapidez para comunicarse, aunque sin duda crean condiciones para transmitir velozmente cualquier planteamiento y los llamamientos a movilizarse.

    En octubre de 2011, para dar un ejemplo muy sencillo, el Bank of America, el mayor banco de EE.UU. por activos, debió renunciar a cobrar una comisión mensual de US$5 por utilizar en dicho lapso, aunque fuese por solo una vez, la tarjeta de débito. Una niñera de 22 años lo consideró un abuso y decidió cerrar su cuenta y al mismo tiempo hizo un llamamiento por twitter y facebook para que se imitase su determinación. La solicitud recibió rápidamente el apoyo de 308.000 firmas. El banco retrocedió. Sin duda, detrás de lo acontecido están los numerosos cobros abusivos de las instituciones financieras y las deterioradas condiciones de vida de capas muy amplias de la población. Ahora bien, la reacción se produjo a través de los medios de comunicación mencionados; estos permitieron reproducir una protesta individual que de otra manera habría pasado desapercibida y no se habría transformado en una noticia a nivel mundial.

    Como escriben John Hagel III, codirector del Center for the Edge de Deloitte, y John Seely Brown, se está en las etapas iniciales de un Gran Cambio, acelerado por la fusión entre la globalización y la revolución de la tecnología de la información. La globalización hace que las formulaciones adquieran amplia divulgación, traspasando rápidamente las fronteras. Los avances informáticos conducen a que las decisiones se transmitan con extraordinaria rapidez, dificultando que los medios de comunicación que defienden intereses minoritarios puedan manipular la información. Pero, sin duda, ello no es suficiente. Se requiere lograr que consignas centrales de las transformaciones, imprescindibles para ir produciendo cambios profundos, hagan carne en grandes sectores de la población.

    Los cuestionamientos se producen frente a una multitud de hechos concretos, pero conducen a temas de fondo. La sociedad chilena está indignada, constató en octubre de 2011 el presidente de Adimark, Roberto Méndez. Como conclusión de sus encuestas de opinión pública, expresó que la causa fundamental reside en que se observa que la riqueza generada en el país no se está traspasando a toda la población. En realidad queda en poder de muy pocos y grandes intereses internos y externos. Se tenga plena conciencia o no de ello, se trata de una reacción en contra de los abismos que crea y profundiza el modelo. Por primera vez en treinta años –constató Méndez– veo que la confianza en el modelo económico, en la opinión pública, se ha debilitado (20/10/11). La modificación del modelo exige una amplia alianza que la haga posible, levantando objetivos alternativos a partir de transformaciones fundamentales que conciten un amplio consenso.

    Financial Times convocó a diferentes autores a analizar la crisis del capitalismo. Resulta sugestivo que sea una temática a considerar por la publicación. El corazón del problema –subrayó en su exposición John Plender– es la creciente desigualdad. El hecho de que la desigualdad se ha convertido en una preocupación mundial desde China a Chile y de India hasta Egipto –señaló a su turno Gideon Raciman, columnista jefe de asuntos internacionales de la publicación– sugiere que esta es otra tendencia que se ha vuelto global (13/01/12). En otras palabras, es un factor presente en todo el mundo. ¿Cómo revertirla? Este es el gran desafío.

    También hay varios analistas que explican lo sucedido –escribe Engel– como la revolución de la clase media. La definición de clase media –agrega– suele ser vaga y varía de un analista a otro de modo que, al final del día, la mayoría de los ciudadanos son de clase media y no es sorprendente que la mayoría de los manifestantes también lo sea. Sin mayor especificidad –concluye– esta aplicación raya en la tautología (08/10/11). La verdad es que no constituye solo, como señala acertadamente Engel, una definición vaga, sino que precisamente esconde la procedencia de clase, que proviene de la participación que se tenga en el proceso productivo.

    Para Malt Muffett, analista de The Wall Street Journal, una forma de definir clase media es personas que ganan entre 45% y 70% del ingreso per cápita, dando como ejemplo de ello en el caso de América Latina a trabajadores de la construcción, cocineros, secretarias y microemprendedores. Todas aquellas personas que venden su fuerza de trabajo a empresarios forman parte de la clase social de los obreros asalariados; no son clase media. En El Capital, Carlos Marx describió las tres grandes clases sociales del mundo capitalista.⁶ Desgraciadamente, fue el capítulo donde se interrumpe su manuscrito. Desde entonces, estas clases han experimentado modificaciones, pero siguen presentes a partir de las respectivas fuentes de ingresos que perciben: salario, ganancia y renta. Si se definen las clases por el monto de los ingresos se pierde de vista totalmente, por tanto, su connotación de clase.

    Cada vez es más frecuente que los discursos o las tácticas de fuerzas políticas se orienten hacia esa clase media definida de esa manera sin contenido. "En el último tiempo –constató editorialmente El Mercurio–, el mundo político ha ido concentrando cada vez más su discurso en este sector, en parte a causa de que una gran parte de la población se autocalifica así y, por tanto, la apelación a ella es una forma de empatizar con estos grupos poblacionales" (14/12/11).

    El editorial afirmó que si se utilizan los parámetros empleados en encuestas a hogares, la clase media reuniría cerca del 43% de la población. Se trata de un porcentaje que dista mucho de reflejar al elevado número de la población afectada por el modelo económico. Y plantea inmediatamente la pregunta de dónde ubicar con esta categorización al resto de los chilenos. La concentración de los ingresos y la riqueza se produce en un porcentaje extraordinariamente reducido, de manera que una cantidad muy alta habría que definirla como clase pobre o baja. Evidentemente que esta forma de dividir a la población no guarda ninguna relación con los entendimientos mayoritarios a producir para poner fin a las formas actuales de dominación en el país, que debe contemplar al conjunto de las víctimas del modelo.

    Un estudio efectuado por la Fundación Konrad Adenauer sobre clase media en Chile 1990-2011 permite apreciar nítidamente la confusión que se crea en el uso de este término y el ocultamiento que se hace de las clases o capas sociales a que realmente se pertenece. Un 28,6% de la clase media –destaca el análisis– está constituido por trabajadores de la construcción, transporte y comunicaciones y un 64,2% del total posee contrato laboral. Claramente forman parte de la clase obrera. Yo destacaría –dice Emmanuelle Barozet, en el estudio– que la clase media chilena está mucho más cerca de la línea de la pobreza que las clases medias de otros países. Todos quieren ser clase media o se sienten parte de la clase media –anotó otro de los investigadores, Jaime Fierro– […] por distintas razones: ya sea porque no saben exactamente qué diablos es ser capa media o porque sienten vergüenza de declararse pobres o vergüenza de declararse ricos. Entonces, esto hace que el número se abulte (11/12/11). El término clase media, en definitiva, es utilizado como parte de una gigantesca operación cosmética buscando ocultar la estructura real de clases de la sociedad actual.

    En 2011, la presencia ciudadana, con expresiones diferentes y reivindicaciones de distinta naturaleza, impuso en Chile en primer lugar el debate sobre una reforma educacional profunda y obtuvo algunos logros parciales. En 2012 no es solo de esperar que prosiga, sino adquiera dimensiones mayores, una mayor profundización e influya cada vez más en producir transformaciones democráticas y progresistas. No es una tarea fácil, pero ello haría trascender más el contenido de las movilizaciones efectuadas. No es posible detenernos con profundidad en cada una de ellas, con evoluciones por lo demás muy variadas y que se enfrentan a intereses muy poderosos, sino destacar preferentemente su magnitud, los cambios que produjo y puede provocar, factores socioeconómicos que los explican y direcciones a adoptar para cambiar esta tendencia.

    El libro que presentamos está dividido en tres partes. Una primera analiza los factores socioeconómicos de la indignación en el país, la segunda lo hace a nivel global y la tercera pretende puntualizar grandes desafíos colocados en el orden del día al cerrar nuestro libro en los primero días de marzo de 2012. Nos pareció necesario, además, dibujar un cuadro de las grandes e históricas modificaciones que se están produciendo en el mundo, que es necesario tener presente para entender con mayor amplitud los fenómenos analizados y que sin duda influyen poderosamente en ellos.

    Como en las publicaciones anteriores que hemos efectuado, su materialización fue posible por la activa colaboración de la profesora universitaria Magaly Parada. Se utiliza ampliamente Cartas Económicas, que escribimos semanalmente con Yasna Sáez, con una historia de casi cuatro décadas, y que dan lugar a los Resúmenes Económicos Trimestrales. Se enriquece con los cursos y seminarios efectuados periódicamente en el CENDA y cuenta con el respaldo de la Base de Datos que se construye diariamente con Nancy Moreno y el variado apoyo de Mercedes Gallego.

    El mapa mundial se modifica

    Las crisis en que se han debatido en los últimos años las llamadas economías avanzadas (ante todo EE.UU., la eurozona y Japón) aumenta la gravitación mundial de grandes Estados denominados hasta ahora como emergentes, empezando por China. Jim O’Neill, que hace una década denominó a Brasil, India, Rusia y China como los BRIC, resaltando su gravitación creciente, escribió en su más reciente libro que ya no deben ser denominados más como tales, dado que se han transformado en el motor del crecimiento mundial. Estima que antes de que finalice la década en curso el consumo de estos cuatro grandes países, medido en dólares, será mayor al de EE.UU. y si se añaden Indonesia, Corea del Sur, México y Turquía superarán el del G-7. Hemos crecido con la idea –destacó O’Neill– de que el consumidor estadounidense es el que rige el mundo; para 2020 esto será historia (19/12/11). Es una transformación de enorme significación.

    O’Neill, presidente de Goldman Sachs Asset Management, construyó un listado de otros países que en el futuro se unirán, sostiene, a los BRIC. Ellos son México, Turquía, Egipto, Irán, Nigeria, Bangladesh, Corea del Sur, Indonesia, Pakistán, Filipinas y Vietnam. Al 2050 –subrayó– México podría ser la sexta economía del mundo; Indonesia, Nigeria y Corea del Sur podrán desbancar a Italia y Canadá. En términos de PIB per cápita prevemos que Corea del Sur superará a todos los miembros del G-7, excepto EE.UU.

    Las proyecciones efectuadas al comenzar un 2012 lleno de interrogantes volvieron a ser que la mayor parte del crecimiento global lo aportarán las economías emergentes. Barclays estimó el promedio de incremento anual de los países industrializados en apenas un 1,4% y el de los emergentes en 5,5%. China aportaría aproximadamente la mitad del incremento en el producto mundial, con una tasa de expansión estimada superior al 8%. El de India sería únicamente unas décimas inferior, pero al mismo tiempo, sus ritmos de crecimiento, en primer lugar por la desaceleración global, también se reducirán, fenómeno que ya viven desde el segundo semestre de 2011.

    Brasil pasó a ser, al finalizar el 2011, la sexta economía más grande del mundo, detrás de EE.UU., China, Japón, Alemania y Francia, y desplazando al Reino Unido, con un producto de US$2,5 billones, frente a US$2,48 billones del británico. Rusia e India también cerraron el año en el listado de las diez mayores. En 1995-2005, parar tener una visión de las modificaciones producidas en las contribuciones al PIB mundial, con un crecimiento promedio en ese lapso de 3,6%, EE.UU. aportó 0,7 puntos porcentuales, la eurozona 0,5 y Japón 0,1. Por su parte, China contribuyó con 0,6 puntos porcentuales e India con 0,2. En 2012, el mayor aporte provendrá de China y el de India será similar al de EE.UU., mientras la eurozona en recesión restará décimas al incremento global. En 2011, la economía brasileña se frenó al crecer solo un 2,7%.

    Asia constituye un punto muy saliente hasta ahora en este proceso de transformación, previéndose que China e India recuperarán la posición dominante global que tuvieron antes de la Revolución Industrial. Han transcurrido tres décadas de incremento en su participación a nivel mundial, siendo en los últimos diez años –y particularmente desde comienzos de la crisis– el mayor aportante de su expansión. De esta rápida convergencia con las economías avanzadas, experimentada ya antes por Japón, dan igualmente testimonio Taiwán, Corea del Sur, Singapur y Hong Kong, que vive un proceso particular al interior de China. Si se proyecta linealmente a futuro esta tendencia, su veloz crecimiento y transformación conduciría a un liderazgo indiscutible. Sin embargo, como llamó la atención el informe del propio Banco Asiático de Desarrollo publicado en 2011, existen riesgos para su concreción. Uno de ellos lo constituye la elevada desigualdad de ingresos en la región, que afecta su cohesión social y, por ende, su estabilidad. Otro es la intensa competencia por acceder al control de recursos naturales en diferentes regiones del mundo.

    Las estadísticas oficiales chinas de 2011 dieron cuenta de un cambio demográfico de gran importancia. Su población urbana pasó a ser superior a la rural. 690,79 millones de personas se contabilizaron en las ciudades y 656,56 millones en el campo. Este hecho significaría –afirmó el sociólogo Li Peilin– profundos cambios en los estilos de vida, el empleo, el consumo o incluso en los valores (18/01/12). Más bien, acentuará transformaciones en curso. China –subrayó Duang Chengrong, subdirector del Instituto de Sociedad y Población en la Universidad del Pueblo, en Beijing– ha sido un país basado en la agricultura durante miles de años. Ahora se ha convertido en urbano (21/01/12).

    En China, la población urbana experimentó una acelerada expansión desde los primeros años de la década de los ochenta con las transformaciones económicas encabezadas por Deng Xiaoping. En 1949, cuando se proclamó la República Popular China, luego de derrotar a las fuerzas de Chiang Kai-Shek, un 89% de la gente residía en el campo. El proceso de migración en las décadas siguientes fue lento. En 1990, de acuerdo a cifras del Centro de Investigación sobre el Desarrollo y la Población de China, un 26% de la población habitaba en las grandes ciudades. La reducción en las zonas rurales se evidenció claramente desde la década siguiente. Joseph Stiglitz considera que la urbanización de China y los avances tecnológicos en EE.UU. constituyen los dos procesos que más influyen en el desarrollo mundial en los inicios del siglo XXI. Se estima que en el año 2020 seis de sus 31 provincias tendrán un PIB superior al billón de dólares.

    Desde luego, este proceso conlleva contradicciones y demandas de diferente naturaleza para las ciudades, toda vez que las personas se trasladan en busca de empleo y mejores condiciones de vida. La situación no es fácil, transformándose, a la vez, en escenario de protestas sociales. En junio de 2011 se extendieron, por ejemplo, durante tres días en Guangdong. Se trata de cambios complejos que implican nuevos desafíos.

    Las modificaciones en el mapa global se proyectan más fuertes a futuro. El británico Centro de Investigación Económica y Empresarial (CIEE) considera que hacia 2020 los BRIC estarán entre las seis economías más grandes del mundo, conjuntamente con EE.UU. y Japón, produciéndose un desplazamiento hacia abajo en el listado de las grandes economías europeas (Alemania, Reino Unido, Francia e Italia) que ocuparían los cuatro lugares siguientes. Creo –señaló Douglas McWilliams, consejero delegado del CIEE– que se puede enmarcar dentro del gran cambio en la economía, donde no solo estamos observando un cambio desde Occidente hacia Oriente, sino también que los países productores de materias primas […] ganan presencia gradualmente en la liga económica (27/12/11). Las proyecciones del FMI para el año 2016 ratifican esta tendencia. En ese año, según el Fondo, los cuatro BRIC alcanzarían un producto de US$20,5 billones, superior a los US$18,2 billones que a esa fecha generaría EE.UU. Estos cambios necesariamente conllevan transformaciones en el escenario político, que las instancias económicas globales y los poderes hegemónicos se resisten a asumir.

    En septiembre de 2011 China poseía reservas internacionales ascendentes a US$3,2 billones, de cuyo monto un 66% estaban en la divisa estadounidense y, de ellas, US$1,2 billones fueron colocadas en bonos del Tesoro norteamericano. De allí la reacción de Beijing luego de que la calificadora de riesgos S&P rebajase la deuda soberana estadounidense. Su agencia de noticias Xinhua, demandó que Washington ponga fin a su adicción a la deuda. El gobierno estadounidense –añadió– tiene que aceptar el hecho doloroso de que los buenos viejos tiempos en los que podía simplemente pedir prestado para salir de los líos en los que se había metido se han ido para no volver. Concluyó que EE.UU. debe aprender a vivir en la medida de sus medios. China –enfatizó–, el mayor acreedor de la única gran potencia del mundo, tiene todo el derecho a pedir a EE.UU. que afronte sus problemas estructurales de deuda y garantice la seguridad de los activos chinos en dólares (08/08/11).

    Durante los últimos cinco años, el aumento promedio trimestral en las reservas de Beijing fue de US$160.000 millones. Pero en octubre-diciembre de 2011 descendieron por primera vez en más de una década, en US$20.500 millones, como consecuencia de la reducción en su superávit comercial y de capitales que emigraron, además de la política sugerida por Beijing de modificar la composición de sus reservas. El porcentaje en dólares disminuyó, según The Wall Street Journal, a 54%, su nivel más bajo en una década. Ello indica claramente –afirmó Lu Feng, director del Centro de Investigación Macroeconómica China de la Universidad de Beijing– que la intención de China no es poner todos los huevos en la misma canasta (02/03/12). Desde junio de 2011 hasta finalizar dicho año vendió US$156.000 millones en bonos del Tesoro. Fue la primera disminución de sus reservas desde la crisis del sudeste asiático, pero su monto continuó superando ampliamente al que posee Japón, el otro país con reservas superiores al billón de dólares.

    En octubre-diciembre de 2011, los países integrantes del

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