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Aulas que permanecerán vacías
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Libro electrónico305 páginas4 horas

Aulas que permanecerán vacías

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Con este libro se rinde un homenaje a profesores que hicieron de su vida un deber con dimensión de sociedad y “cayeron” enfrentando a la dictadura. Los relatos aquí incluidos, pretenden rescatar la idea de que la esperanza y el cambio permanente no se restringen a la sala de clases, cobran sentido una vez que son puestos al servicio de la acción colectiva.
IdiomaEspañol
EditorialCuarto Propio
Fecha de lanzamiento30 mar 2016
ISBN9789562607346
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    Aulas que permanecerán vacías - Martín Faunes Amigo

    Los pies de página de estos cuentos, poemas e historias de resistencia, o los antecedentes para escribirlos, fueron obtenidos por los editores desde diversos documentos, libros y sitios web, como Informe Rettig, Colectivo de Trabajadores, Equipo Nizkor, Las historias que podemos contar, Archivo Chile, Centro de Estudios Miguel Enríquez, Documentos desclasificados de USA, Memoria MIR, Frente Patriótico Manuel Rodríguez, Organizaciones Populares Comuna de Pudahuel, Archivos de la Vicaría de Solidaridad, etc. Agradecemos el uso de estos documentos a sus autores y a las organizaciones a las que pertenecen.

    Aulas que permanecerán vacías

    Las historias que podemos contar Vol. III

    © Martín Faunes Amigo / editor

    © Todos los autores

    Inscripción Nº 173.865

    I.S.B.N. 978-956-260-734-6

    www.lashistoriasquepodemoscontar.cl

    © Editorial Cuarto Propio

    Valenzuela Castillo 990, Providencia, Santiago

    Teléfono: 56-2-279 265 18

    www.cuartopropio.cl

    Composición: Producciones E.M.T. S.A.

    Producción general y diseño: Rosana Espino

    Edición electrónica: Sergio Cruz

    Impresión: LOM Ediciones

    IMPRESO EN CHILE / PRINTED IN CHILE

    1ª edición, septiembre de 2008

    Queda prohibida la reproducción de este libro en Chile

    y en el exterior sin autorización previa de la Editorial.

    Este libro está dedicado a María Paz García-Huidobro y

    a Xaviera Ovalle, integrantes del Colectivo de Arte

    Las historias que podemos contar

    que continuarán siéndolo independiente

    del lugar donde se encuentren.

    Presentaciones

    Aulas que permanecerán vacías

    Un libro que rescate nombres de maestros y maestras siempre será bienvenido. Si además tiene la connotación de dar a conocer la historia de aquellos profesores que por sus convicciones políticas y gremiales cayeron en manos de la dictadura militar, tiene un mérito mayor, destacando también que si estos relatos provienen de quienes los traen con su palabra a nuestro presente, manteniéndolos en la memoria e impidiendo así el olvido, no tenemos sino que elogiar la iniciativa, comprometernos con ella, y difundirla con todo nuestro esfuerzo.

    La larga y angosta faja de tierra que conforma nuestra patria contiene y ha contenido por siglos miles de seres esforzados y conscientes que buscaron para sí la senda de la enseñanza. Hablamos de una senda que no fluye recta y clara como quisiéramos, sino llena de obstáculos sociales, gubernamentales, económicos, locales y nacionales. En esa vía que suele reflejar mejor que otros quehaceres los vaivenes del desarrollo de los pueblos, estos ejemplos que aquí se recuerdan forjaron con su adhesión a la causa popular un espacio de entrega a sus alumnos, a sus colegas y a sus partidos que merece un reconocimiento más significativo todavía.

    En nuestro país, durante todo el período de dictadura, siempre alguien tuvo el coraje de mantener expresiones de resistencia y de lucha. Hoy día un adormecimiento injustificado cae sobre estas historias. Saludamos como Colegio de Profesores esta valiosa publicación. Como dirigentes y como educadores jamás permitiremos que estas historias de vidas docentes queden en la oscuridad y tampoco las de otros que, desde otros frentes, también cayeron por efectos de la violencia genocida de quienes se autoproclamaron salvadores de la patria.

    Que quienes supieron de sus existencias, alumnos, familiares, colegas, compañeros, camaradas, encuentren en estas páginas el eco de sus vidas, el eco de la causa que permanece válida, que permanece a la espera de ser levantada con el esfuerzo mancomunado de una sociedad que de verdad quiera construir un Chile democrático, de igualdad y de justicia. Y aquellos que no les conocieron que logren aquilatar sus méritos a través de estos testimonios. Nada debe ser olvidado. Es necesario construir sobre la memoria. Por ello mi admiración y reconocimiento a los autores y a los responsables de esta iniciativa.

    Olimpia Riveros Ravelo

    Segunda Vice Presidente Nacional

    del Colegio de Profesores de Chile

    Un nuevo frente en La batalla de la memoria para la construcción de nuestra historia

    Aulas que permanecerán vacías constituye una nueva entrega del ambicioso proyecto del colectivo Las historias que podemos contar. Y destaco el sentido de entrega en una doble alusión; por una parte debido a su formato, esta nueva recopilación de relatos y testimonios con alcance literario, me recuerdan aquellas antiguas novelas que con cada ejemplar acompañaban las publicaciones de prensa, y que número a número ayudaban a ir completando su narración, a dar cuerpo a su historia. Asimismo, constituye una nueva entrega también por su carácter, en cuanto evidencia un nuevo esfuerzo por acrecentar una acción, por abrazar una idea y trabajar en torno a ella, idea que no es otra que –parafraseando el título del libro de María Angélica Illanes– dar un nuevo frente en la batalla de la memoria. En ambos sentidos, este nuevo volumen avanza en sus objetivos, a través de este más de medio centenar de relatos, recupera para la memoria social y la alimenta con un número de casi igual de vidas que de otra forma arriesgaríamos a perder en el olvido, contribuyendo con ello a robustecer y potenciar nuestra historia.

    Pero cómo es que un conjunto de relatos logra esta tarea. Al igual que lo que ocurre en los dos primeros volúmenes, en Aulas que permanecerán vacías se rinde un homenaje a profesores que hicieron de su vida un deber con dimensión de sociedad y cayeron enfrentando a la dictadura. Se destaca de las historias y relatos aquí reunidos, la forma en que se establece su relación, por una parte, con la pedagogía, y por otra, con los sujetos de ella. En ambos casos, se nota la profundidad con que su experiencia educativa está teñida de compromiso, incluso antes que su responsabilidad política y, estableciendo distintos tipos de relación con ésta, de tal forma que su vinculación con la educación y sus sujetos impregna los distintos niveles de su existencia.  Con ello, los registros que cruzan estos relatos nos refrescan y, a la vez, llenan de contenido lo que conocimos como vocación pedagógica, ya que si algo no debemos olvidar es que nuestra historia esta moldeada por maestras y maestros que, al igual que Mario Ramírez Sepúlveda, profesor de La Serena, estaban convencidos de que si hay un trabajo que tiene como esencia la esperanza, es la labor de docente, y sé que somos al menos la mayoría los que vemos en esta actividad un proceso permanente de cambio. Esa vocación pedagógica, que se volcaba preferentemente en su actividad como educador, no culminaba ahí. La esperanza y el cambio permanente no se restringen a la sala de clases, cobran sentido una vez que son puestos al servicio de la acción colectiva.

    Como demuestran estos relatos y testimonios, desde la práctica docente irradiaba a la sociedad en su conjunto, era una esperanza puesta al servicio de un Chile mejor, de un país que entre todos podíamos construir. Eso ya los hace merecedores del homenaje que aquí se les brinda, recuperar las vidas de aquellos que creyeron en un futuro mejor y actuaron en consecuencia –llegando a asumir sus horrorosas consecuencias– se constituye en lo que nos heredan, honroso legado que debe ser convertido en lección. No basta que los distingamos, el recuerdo no es suficiente. La sola recuperación de memoria, pese a su justicia, a pesar de su urgencia, es sólo el primer paso. La recuperación de sus vidas para la memoria social debe ser el inicio de un proceso de cambio permanente: el de la construcción de nuestra propia historia.

    Es una sanción cierta y conocida aquella de que la historia la escriben los vencedores. Lo hacen sobre la base de borrar-nos y excluir-nos de aquellos registros, voces, experiencias y vidas, que pueden conflictuar o contradecir la versión que desean perpetuar. Por ello es que éste y tantos otros ejercicios de memoria son fundamentales, ya que junto al tributo brindado permiten recuperar nuestros registros, nuestras experiencias, voces y vidas. Pero esta tarea no puede quedarse en la recuperación y el recuerdo. Su sentido radica en que una vez rescatados para la memoria social deben ser convertidos en aprendizajes, en insumos para la construcción de nueva realidad, en fuentes para la construcción de nuestra historia. A diferencia de la historia escrita por los vencedores, que convertida en historia oficial repleta anaqueles, estantes y bibliotecas, y cuyo tiempo tiende a disputar el pasado, el tiempo de nuestra historia es el presente, es la realidad que somos capaces de disputar y construir. Por esta razón es que la recuperación de memoria debe guiarse hacia la generación de herramientas para la construcción –en el hoy– de un futuro mejor, de un futuro como el que estas maestras y maestros soñaron. Con ello, y gracias a ellos, es que estaremos haciendo nuestra historia.

    Pablo Artaza Barrios

    Historiador, Universidad de Chile

    De Gobernar es educar a la pedagogía como profesión peligrosa

    Gobernar es educar fue el lema del presidente Pedro Aguirre Cerda.¹ No eran palabras vacías, hombre de convicciones, puso su empeño en formar profesores que se transformarían en puntales de la mejoría en la educación, un proceso que iba a levantar las condiciones de vida de los chilenos y situaría al país en la ruta del progreso. Su inquietud había tenido precursores importantes, pero si es a él a quien reconocemos, es porque el presidente Aguirre Cerda hizo de la educación prioridad de su gobierno. No todos estuvieron de acuerdo con su proyecto, como tampoco con los de los otros que, como él, se comprometieron con la educación. Los poderosos y la curia conservadora, sus principales detractores, se decían entre ellos: peligroso, un pueblo educado es difícil de dominar.

    No hay que extrañarse entonces por qué los poderosos de este país más que preocuparse de que la educación pudiera llegar como un derecho a todos los sectores y ayudando a mejorar la movilidad social,² la vean más bien como una amenaza o cuando mucho como un negocio a realizar con quienes puedan pagarla, limitando a los sectores populares a una educación de menor calidad y casi siempre utilitaria y proclive a servir como mejoradora de mano de obra beneficiando en último término a los propios patrones que son los que la utilizan.

    Pero esto que aunque de manera soterrada ha sido así siempre, es durante la dictadura de Pinochet cuando se termina la sutileza y se combate abiertamente a cualquier aspecto en que la educación pudiera salirse del margen de lo meramente utilitario. No se puede olvidar que Pinochet de inmediato tras el golpe terminó con las escuelas normales –claves en la masificación de la educación chilena–, y declaró además congeladas las carreras universitarias que le parecieron peligrosas donde incluyó lógicamente a las pedagogías. Hago notar que estas medidas causaron pena pero ninguna extrañeza, ya que históricamente las dictaduras y los poderosos han considerado a la educación un proceso al menos poco conveniente, y nadie pensó que la dictadura de Pinochet podría constituir una excepción. Por otra parte, los poderosos que sustentaban esta dictadura no solo aplaudieron esas medidas antieducacionales sino, cuando los gobiernos postdictatoriales dieron muestras de querer derogar aquellas medidas de amarre como la LOCE,³ ellos se opusieron tenazmente y sin complejos.

    Hago notar también, calando más hondo, que si no hubo gran extrañeza con las medidas en contra de la educación pública de Pinochet, no habría que extrañarse tampoco por la cantidad y por la calidad de los profesores que Pinochet optó por eliminar para terminar con sus malas influencias. Pinochet, en su convencimiento de que habría blindaje eterno para él y su familia, se atrevió a cometer aquellos terribles asesinatos, los poderosos que lo azuzaron hoy intentan desmarcarse.

    El libro que tiene en sus manos en que rescatamos la memoria de aquellos profesores que dieron la vida por una sociedad donde la educación constituyera un derecho y fuera a la vez más integral, solidaria y equitativa, desafortunadamente está incompleto; es más, ninguno de los libros que hemos producido en el colectivo de arte Las historias que podemos contar podría estarlo.⁴ Fueron tantas las personas que la dictadura asesinó por su compromiso y por su sentido de solidaridad, que la empresa de rescatar su memoria en algo más que una lista de detenidos desaparecidos o ejecutados, es una tarea que no tiene término. Un listado con nombres de víctimas es un documento imprescindible que atestigua la existencia pasada de personas y el crimen cometido con ellas, no obstante es incapaz de revelar la historia personal de los que ahí figuran. Un nombre es apenas un punto de partida para descubrir qué hay detrás de ese nombre. ¿Cómo podría apenas un nombre mostrarnos los sueños de estos prohombres, de estas mujeres de corazones valerosos?, ¿cómo podrían mostrarnos sus convicciones y la humanidad inmensa que había en ellos?

    El colectivo de arte Las historias que podemos contar, buscando rescatar una memoria profunda, se vio haciendo lo que el historiador Gabriel Salazar Vergara,⁵ ha denominado memoria oral, aquella realizada por los testigos que pueden contarla. Los que integramos Las historias que podemos contar somos justamente de esos, porque vivimos de manera intensa esa parte funesta de la historia reciente y somos, en la mayoría de los casos, testigos directos o protagonistas, y estamos por lo tanto en condiciones de contar esta historia que muchos pretenden hundir bajo toneladas de tierra. Por el contrario, es nuestro deseo rescatarla para que sirva de lección histórica, siendo objetivo nuestro también el rescate de nuestros compañeros para dar a conocer sus aspiraciones, sus planteamientos, y la alegría de vivir que poseían. A partir de estas historias particulares estamos contribuyendo a escribir la historia general del período rompiendo el paradigma de que la historia la escriben solo los triunfadores.

    En este contexto, este libro incompleto rescata apenas la historia de algunos de los muchos profesores que cayeron durante la dictadura, porque en el gremio de los profesores hubo tantas víctimas que de ninguna manera habrían cabido sus historias todas en un solo volumen, considerando además que hablamos de personas de las que hay tanto que decir. Les debemos por esto una disculpa a aquellos maestros que no alcanzamos a reconocer en esta oportunidad, ya crearemos otros volúmenes donde esperamos incluirlos y donde esperamos incluir también a los estudiantes de pedagogía cuyo número de víctimas es también impresionante.⁶ Hoy, sin embargo, el criterio de oportunidad nos fuerza a mostrar lo que hemos recordado, recopilado, investigado y escrito hasta la fecha, lo cual nos obliga también a proseguir en nuestro empeño de dar a conocer las historias de los que nos faltan que son muchos, muchos maestros y muchos otros chilenos y extranjeros que se atrevieron a enfrentar a la dictadura del otrora salvador de la patria, hoy desenmascarado como el asesino y ladrón Augusto Pinochet.

    Cabe destacar que una de las razones más fuertes que anima a este proyecto es la importancia de dar a conocer la calidad de las figuras que se truncaron muy tempranamente en nuestro holocausto. La profesora de Filosofía Lumi Videla, por ejemplo, con menos de treinta años, más allá de haber sido una combativa mujer revolucionaria, fue también madre de familia y una intelectual reconocida por su brillantez. De igual modo, la estudiante de pedagogía en Historia María Cristina López Stewart, con veintidós años, no sólo era una militante revolucionaria sino también una poeta cuyo diario de vida de 1963 se podría considerar el equivalente en la realidad chilena del Diario de Ana Frank. Solo dando a conocer aspectos como éstos es que lograremos evitar que la historia oficial engañe a las nuevas generaciones imponiendo una versión ajena a la realidad que ya se oye: durante el gobierno militar se eliminó a hordas de delincuentes. Nuestra gente era toda brillante. Compartimos una historia de sangre con todos los países de nuestra América que cayeron bajo las garras de las dictaduras en los años setenta,⁷ las que desarrollaron políticas de exterminio masivo hacia las personas que se atrevieron a enfrentarlas, y esos combatientes eran lo más florido y generoso de nuestra sociedad. Esto es algo que necesita ser repetido cientos de veces: quienes enfrentaron a las dictaduras en Latinoamérica fueron individuos iluminados que, liberándose de los prejuicios tradicionales, fueron capaces de entregarse generosamente a una causa que no tenía otro horizonte que no fuera la justicia social. Entre estas personas había muchos profesores y también estudiantes de pedagogía que se preparaban para ser profesores, lo cual convierte a la pedagogía en una profesión noble a carta cabal, pero por otro lado peligrosa, nuestra historia reciente así lo demuestra.

    Martín Faunes Amigo

    Director del colectivo de arte

    Las historias que podemos contar


    1 Pedro Aguirre Cerda. Profesor y abogado, militante del Partido Radical y miembro de la Masonería, fue elegido Presidente de Chile en 1938 con el apoyo del Frente Popular. Aguirre Cerda supo hacer de la política al igual que de la educación, un instrumento eficaz de servicio público. Su lema, que lo identificó plenamente, fue Gobernar es educar, señalando él mismo que la educación es el primer deber y el más alto derecho del Estado; en consecuencia, social y jurídicamente considerada, la tarea de educar y enseñar es función del Estado. El presidente Aguirre Cerda murió en su cargo durante 1941.

    2 A pesar del crecimiento económico, la movilidad social chilena es una de las más bajas de Latinoamérica, con una brecha entre pobres y ricos cada vez más profunda.

    3 LOCE –Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza– Ley Nº 18.962, del Ministerio de Educación. Publicada en el Diario Oficial el 10 de marzo de 1990, promulgada por Pinochet un día antes de dejar el poder, ha sido calificada como una de las medidas de amarre más importantes tomadas para preservar el carácter de su dictadura en tiempos democráticos. Esta ley abrió la puerta a la educación como un negocio que casi no permite fiscalizar la calidad de la enseñanza, promoviendo el lucro en la educación con fondos públicos.

    4 Además del presente libro, el colectivo de arte Las historias que podemos contar, ha publicado Las historias que podemos contar, Volumen Uno (Cuarto Propio 2002), y Diferentes miradas: Las historias que podemos contar, Volumen Dos (Cuarto Propio 2004). Además ha incluido en su colección Las historias que podemos contar de Quimantú, los libros Fragmentos de la memoria, de Edgardo Carabantes Olivares, y Blancas abandonan, de Pablo Varas Pérez.

    5 Gabriel Salazar, Premio Nacional de Historia 2006.

    6 En este libro hemos escogido para representar a los estudiantes de pedagogía inmolados, al estudiante brasileño Nilton da Silva Rosa, asesinado por los enemigos de la educación y la equidad aun antes que esta gente poderosa consiguiera que Pinochet tomara el poder; y a las estudiantes María Cristina López Stewart, hecha desaparecer tras haber sido salvajemente torturada en la siniestra casa de José Domingo Cañas, y Rosetta Pallini González, muerta en México debido a secuelas de la tortura a que la sometieron en Chile.

    7 Porque compartimos esta historia de horror con nuestros países hermanos de Latinoamérica, hemos incluido el cuento Muchacha oriental, chico del oeste que habla de dos maestras jardineras, una argentina y una uruguaya.

    Historia de profesores que cayeron enfrentando a la dictadura

    EL ÚLTIMO TREN PARA EL COLEGA BARRÍA

    Para Arturo Barría Araneda

    Los que han venido a buscarnos son personas que no nos conocen y que nosotros tampoco conocemos. Sabemos, eso sí, que se trata de militares aunque no vistan de uniforme. Y estos militares sin uniformes nos dicen crueldades y nos ponen vendas en los ojos mientras se burlan, y esas vendas que nos han puesto las han amarrado fuerte como para intencionadamente dañarnos párpados y cejas, y así fuertes y oscuras, nos impiden darnos cuenta de cómo el tiempo avanza, obligándonos a vagar así por caminos de memoria que se escapan entre túneles y abismos.

    En ese estado de viaje interno me encontraba, cuando uno de ellos nos regresa al mundo diciéndonos:

    –Bien, chiquillas, ahora vamos a jugar a los ciegos que van en el tren.

    ¿Qué juego es ése?, me pregunto porque no lo conozco ni lo recuerdo ni siquiera de mi infancia. Pero el militar que no nos conoce, pero se atreve a juzgarnos así sin conocernos, nos explica que el juego consiste en que sin sacarnos las vendas de los ojos, debemos poner la mano izquierda en el hombro del que va por delante y ejecutar las órdenes que él quiera darnos.

    –El tren será guiado por mi voz, y los ciegos del tren deben seguirla –agregó el tipo cambiando su voz de verdugo asonante para imitar burdamente una voz infantil y el aullido de un tren.

    Mis

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