La Chica De Besos Oscuros
Por Jonathan Finch
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Dividida en dos partes con temas que se solapan, la novela sigue la huella del amor que siente el narrador por Kathy y de su caída en la paranoia.
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La Chica De Besos Oscuros - Jonathan Finch
La Chica De Besos Oscuros
Jonathan Finch
––––––––
Traducido por MAR COBOS VERA
La Chica De Besos Oscuros
Escrito por Jonathan Finch
Copyright © 2019 Jonathan Finch
Todos los derechos reservados
Distribuido por Babelcube, Inc.
www.babelcube.com
Traducido por MAR COBOS VERA
Babelcube Books
y Babelcube
son marcas registradas de Babelcube Inc.
La Chica De Besos Oscuros
Jonathan Finch
––––––––
Traducido por MAR COBOS VERA
La Chica De Besos Oscuros
Escrito por Jonathan Finch
Copyright © 2019 Jonathan Finch
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La Chica De Besos Oscuros
Jonathan Finch
––––––––
Traducido por MAR COBOS VERA
La Chica De Besos Oscuros
Escrito por Jonathan Finch
Copyright © 2019 Jonathan Finch
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Traducido por MAR COBOS VERA
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y Babelcube
son marcas registradas de Babelcube Inc.
––––––––
LA CHICA DE BESOS OSCUROS
Jonathan Finch
Traducción de Mar Cobos Vera
Título original:
Darkest Kiss
© 2017, Jonathan Finch
Todos los derechos reservados
ISBN-13:9781546571711
ISBN-10:154657171X
Dedicatoria
A Kathy, por supuesto, que un día me dijo: «He soñado que me hacías una casa de muñecas con pies de rey; era muy inteligente.»
Índice
––––––––
LA PRIMERA PARTE VIAJA CON BEN............................................................................13
Capítulo 1...........................................................................................................................14
De cómo el autor consiguió el trabajo............................................................................14
Capítulo 2...........................................................................................................................29
El ofrecimiento de Ben...................................................................................................29
Capítulo 3...........................................................................................................................35
Las sospechas del autor respecto a Ben.........................................................................35
Capítulo 4...........................................................................................................................39
Ben rebautizado..............................................................................................................39
Capítulo 5...........................................................................................................................43
Howard, el tercer portero...............................................................................................43
Capítulo 6..........................................................................................................................47
Me hago al nuevo nombre de Ben..................................................................................47
Capítulo 7...........................................................................................................................53
Más acontecimientos......................................................................................................53
Capítulo 8...........................................................................................................................58
El arte impropio del resumen.........................................................................................58
Capítulo 9...........................................................................................................................61
Lo que queda de tarde....................................................................................................61
Capítulo 10.........................................................................................................................66
Ben conduciendo............................................................................................................66
Capítulo 11........................................................................................................................70
Unas acotaciones sobre La Dragona..............................................................................70
Capítulo 12.........................................................................................................................84
El avasallador Ben..........................................................................................................84
Capítulo 13.........................................................................................................................87
Historia de gamberros....................................................................................................87
Capítulo 14.........................................................................................................................88
Té y vacaciones...............................................................................................................88
Capítulo 15.........................................................................................................................92
Sucesos / El retorno de Ben...........................................................................................92
Capítulo 16.........................................................................................................................98
El regreso de La Dragona...............................................................................................98
Capítulo 17.......................................................................................................................101
Trabajo artístico...........................................................................................................101
Capítulo 18.......................................................................................................................105
Ben la lía parda.............................................................................................................105
Capítulo 19.......................................................................................................................115
Ben se condena a sí mismo...........................................................................................115
Capítulo 20.......................................................................................................................120
El autor se despide.......................................................................................................120
LA SEGUNDA PARTE VIAJA CON KATHARINE...........................................................126
Capítulo 21.......................................................................................................................127
Katharine......................................................................................................................127
Capítulo 22.......................................................................................................................133
Un periodo sin descanso...............................................................................................133
Capítulo 23.......................................................................................................................141
Sobre Katharine............................................................................................................141
Capítulo 24.......................................................................................................................143
Acaban unas vacaciones sin descanso..........................................................................143
Capítulo 25.......................................................................................................................146
Querido Corazón...........................................................................................................146
Capítulo 26.......................................................................................................................169
Una decisión imposible.................................................................................................169
Capítulo 27.......................................................................................................................183
Al morir la luz. El mundo del duelo..............................................................................183
Capítulo 28.......................................................................................................................192
Un aciago panorama.....................................................................................................192
Capítulo 29.......................................................................................................................195
Después de algunos días..............................................................................................195
Capítulo 30.......................................................................................................................197
La furia de la memoria.................................................................................................197
Capítulo 31.......................................................................................................................199
El humor vuelve bajo la apariencia de Ciudadela o Torre de marfil, Hogar del marginal, observador e inteligente escritor..............199
Capítulo 32.......................................................................................................................203
El regreso.....................................................................................................................203
Capítulo 33.......................................................................................................................205
Fragmentación..............................................................................................................205
Capítulo 34.......................................................................................................................218
Su plan..........................................................................................................................218
Capítulo 35.......................................................................................................................227
El puñetazo en la cara..................................................................................................227
Capítulo 36.......................................................................................................................232
Un débil resumen.........................................................................................................232
Capítulo 37.......................................................................................................................244
Epílogo: Marruecos. Mucho después...........................................................................244
Sobre el autor...................................................................................................................245
Jonathan Finch, nacido en 1951, vivió durante treinta y tres años en Inglaterra; después, vivió otros veinte años en Italia y empezó a hacer viajes a mayores distancias esperando encontrar un país de su agrado. Descubrió Tailandia, donde vive en la actualidad. Ha ganado varios premios de poesía y es autor de libros de novela y poesía, además de una traducción del italiano al inglés de un texto académico. En 2016 colaboró con el novelista ruso Igor Eliseev y editó la novela One-Two, ganadora de un premio. Se le puede contactar en: jonafin1@gmail.com...............245
Página web: https://sexythaibargirlspattaya.com......................................................245
https://authorjonathanfinch.com..................................................................................245
Títulos publicados recientemente: Poems People Liked (1), Poems People Liked (2), After Dawn, Thought-Provokers or Bad Dreams, Sexy Thai Bar Girls and Me / Sex Adventures in Asia, Great Tits I’ve Known (And Other Species), Dear Pattaya, Love Poems For Kathy, Love And Other Afflictions, Mixed Massages (I),Mixed Massages (II), The Light Of Day (I), The Light Of Day (II). Algunos de ellos han sido traducidos al español................245
El autor pide disculpas si esta obra de ficción guarda cualquier parecido con la realidad o con personas reales. A Aquellos que vean parecido se les ofrece una parte de los derechos de autor, pero antes deben tener la acreditación de su locura.
LA PRIMERA PARTE VIAJA CON BEN
Capítulo 1
De cómo el autor consiguió el trabajo
(Manos a la obra)
Un día, justo después de la Semana Santa, y no teniendo nada mejor que hacer con mi vida, decidí solicitar el trabajo de «fregador de suelos» en un bloque de pisos cerca de mi vivienda de alquiler. Llamé al número correspondiente, que cogí de un anuncio en un periódico local que examino cada jueves mientras me meto entre pecho y espalda un desayuno descomunal. Suelo tomar un desayuno de esta magnitud con cierta regularidad. Considero que relaja mi conciencia «financiera». Sé que así estoy impulsando las ventas de alguna empresa de cereales y ayudando a que la economía deprimida se «desdeprima» en cierto modo.
Mi llamada no tuvo respuesta. Persistí y llamé otra vez. Ring. Ring. Esta vez una voz al otro lado me informó que estaba escuchando un mensaje grabado y que debería anotar los detalles si lo consideraba oportuno. Siendo de esas personas que nunca desaprovechan una oportunidad para instruirse (parecía que aquí se requería cierta capacidad de síntesis), y aunque algo sorprendido de que un anuncio para un trabajo fuera respondido por una máquina, apoyé el teléfono en la mesa y salí corriendo a buscar un boli. Sabía que había uno en la cocina y, tanteando por debajo de muchos paquetes de cereales deprimidos, al final conseguí encontrar el susodicho bolígrafo que estaba buscando. De vuelta al teléfono, cogí el auricular, se me cayó, lo volví a coger otra vez a toda prisa y pegándomelo a la oreja y a mi cabeza, oí lo siguiente:
—... si desea volver a escuchar este mensaje, por favor, vuelva a llamar al mismo número. Esperamos que venga a vernos para acogerse a nuestra oferta. Gracias de nuevo por llamar.
Demasiado tarde, demasiado tarde. Eché unos cuantos juramentos y me dejé llevar, pero sin ningún resultado. Incluso escribí un insulto en el cuaderno de notas al lado del teléfono, un error que me llevó a darme cuenta de que el bolígrafo no pintaba. Volví a soltar unos cuantos improperios y a ensuciar la brisa matutina con lenguaje inapropiado; volví a la cocina, aparté algunos paquetes de sopa hacia la izquierda, algunos paquetes de galletas hacia la derecha, pisé un azucarillo que se había caído al suelo y agarré un lápiz emergente que resultó estar romo. Eso me hacía repetir todo el proceso, pero lo afilé y fui de nuevo al teléfono. ¿Y ahora dónde estaba el número? Lo había perdido. Lo encontré y marqué de nuevo, chupando la mina afilada del lápiz e intentando estar ready para anotar todo lo que oía y quizá un poco más. ¡Sorprendente! Esta vez el teléfono tuvo una respuesta inmediata y una voz autoritaria me interpeló:
—¿Sí?
La voz estaba gritando y creo haber oído algo así como «grrr grrr», pero no podía estar seguro. Aun así, dije como un memo:
—¿Esto es el contestador automático?
—¿Qué? —exclamó la voz en erupción, erupcionando con enojo e incredulidad. Sabía que había sido un estúpido, pero ¿acaso puede alguien recuperar las palabras, especialmente las estúpidas, una vez que han salido disparadas por ese orificio conocido como «boca»? Yo no. Incluso llegué a pensar que antes había llamado a un número equivocado y esa era la razón por la que había salido un contestador automático. Empecé a tartamudear. Me disculpé. Dije que estaba llamando acerca del anuncio en el periódico.
—Si eso es así —dijo la autoritaria voz autoritariamente—, ¿por qué insiste en que si soy un contestador automático?
—No era mi intención —dije.
—¿Sabe con quién está hablando?
—Pues no —dije con el tono más humilde posible.
—¡Está hablando con Rowrow! —gritó esa voz.
Hubo un largo silencio solo interrumpido por mi «¡Oh!».
—Sí, esa misma. En cuanto al trabajo, no está bien pagado. Nosotros los Rowrow somos conocidos por nuestra franqueza y, para ser franca, tengo que decir que el trabajo no está bien pagado. Empleamos a pensionistas de edad avanzada que no tienen nada mejor que hacer con sus deprimentes vidas, les pagamos una miseria y ellos no se quejan, porque si lo hacen, los denunciamos al gobierno y entonces tienen que pagar sus impuestos. Tiene sentido, ¿no? ¿No? ¿Es usted pensionista de edad avanzada? ¡Sea franco! —gritó Rowrow.
—Sí —respondí.
—¿Así que hablando en clave, eh?
—Que sí, que tiene sentido —aclaré.
—¿Qué edad tiene usted, muchacho? —preguntó, mostrando interés.
No podía mentir. Ya me estaba llamando «muchacho». Le dije que tenía veinticinco.
—En realidad, solo tengo veinticinco, señora Rowrow —le dije con una voz dulce llena de disculpas, auténtica, recreada, posible.
—¡Veinticinco! —rugió— ¡Eres el mayor impostor que jamás haya encontrado en la línea de un teléfono! Entonces, ¿por qué demonios me has llamado y qué diablos es esa estupidez acerca de un mensaje de contestador?
—Sí, le pido disculpas por eso. Creo que puedo explicarlo si quisiera hacerme una entrevista.
Las disculpas parecían ser el orden del día y mantuve la respiración, esperando que la temible dama al otro lado de la línea se suavizara de algún modo. ¡Y lo hizo! Mis disculpas y mi tono de voz tuvieron un efecto similar al sol de julio en Brighton después de tres días de lluvia. Ella salió inmediatamente. Los nudistas salen de inmediato, con su piel de gallina bajo ese sol minúsculo.
—Veinticinco —murmuró una y otra vez, meditando sobre ello, para acabar diciendo magnánimamente—: Supongo que tú, personalmente, no puedes evitarlo...
—No puedo —aclaré.
—¡No me interrumpas! Bueno, ven a verme, eso es, si a ti no te importa la ínfima paga y un posible informe a Hacienda si te pones obstin... —La temible Rowrow hizo una pausa, recabando sus pensamientos, luego prosiguió—: Pero te aviso que este lugar no se encuentra fácilmente y que poca gente lo consigue.
Hizo una pausa de nuevo para permitir que asimilara esto último y así pagar el precio de mis menoscabados sistemas de respuesta. Y ese fue el efecto en realidad, porque me limité a decir:
—Oh.
Como si se tratara de una señal o consolándose con mi monosílabo, la temible dama continuó diciendo:
—Muchacho, ¿sigues ahí, muchacho? Ahora, simplemente escucha tan atentamente como puedas. —Una estruendosa tos sonó al otro lado de la línea—. ¿Estás escuchando?
—Sí, lo estoy —dije con resentimiento; luego, repetí patéticamente—. Lo estoy.
—Ya sé que lo estás, pero no nos distraigamos.
—Okey —acepté, presintiendo que la mejor manera de tratar con esta mujer era la sumisión total.
—Muchacho, ¿dónde vives? —dijo como con un ladrido.
Se lo dije.
—No está mal, no está mal —murmuró con regocijo, y yo me la imaginé frotándose las manos—. ¡No está nada mal! ¡Ahora escucha! Coge el tren de cercanías hasta Kneewrench East. Bájate ahí. Sal de la estación por la izquierda, no por la derecha, sino por la izquierda. En el semáforo, a la derecha. ¿Entendido? Después de la primera parada de autobús, a la izquierda. Toma la curva. Después de eso, a la derecha. Y luego a la izquierda. Sigue caminando... ¿Estás ahí todavía?
—Sí.
—Sigue caminando, muy importante. ¿Llevas el pelo largo? Si llevas el pelo largo, evita a la señora del bastón. Pasa rapidito por delante de la casa gris a tu izquierda. Si el perro está fuera, no lo mires, solo sigue corriendo, por el sagrado amor de Cristo, más te vale huir de ese perro aullador. Ahora, si llegas a un callejón es que te has equivocado. Si no es así, y espero que estés memorizando todo esto, llegarás a un grupo de tiendas, habrá una oficina de correos justo en el centro de esa línea de tiendas, ejerciendo su dominio sobre los otros colegas de tres al cuarto, con su rojo real dejando entrever su sangre azul... —Hizo una pausa. Con una risita tonta, continuó—: Y ahora, muchacho, es cuando se pone realmente difícil.
—Oh, no —murmuré.
—¿Qué ha sido eso?
—Nada.
—¿Estás seguro? Creí que había sido algo.
—No, no, no era nada —le aseguré.
—Pasa esa magra línea de tiendas, hay un supermercado a la izquierda, no se te ocurra comprar carne allí, por lo que más quieras, sigue unos doscientos metros y que me caiga muerta aquí mismo si no ves los pisos donde está mi oficina.
—Entonces, ¿por qué se pone difícil?
—No interrumpas, muchacho, y aprenderás más de mí que en veinte años metido en un museo lleno de Encyclopaediae Britannicaes.
—Vale —dije desmoralizado.
—No me interrumpas con tus «vale», ¿vale? ¡Y eso que se trata de la Encyclopaediae Britannicaes! —No dije nada a eso.
—¿Y dónde me había quedado? —empecé a preguntar.
—No interrumpas.
Me mantuve callado.
—Simplemente mantente callado —me ordenó.
Yo estaba empezando a impacientarme.
—¡No se te ocurra comprar carne allí!
Todavía más impaciente.
—Verás la urbanización delante de ti. Gira a la izquierda, coge la puerta de la derecha, sube hasta el segundo piso que, en realidad, es el primero. Sube dos tramos de escaleras y allí encontrarás mi oficina. El que yo esté allí o no va a depender de la hora a la que llegues. Entonces, exactamente, ¿a qué hora será eso? —Se detuvo sospechosamente, luego empezó a elevar la voz—. Te estoy preguntando por última y enésima vez la hora exacta con los segundos exactos, ni uno más ni uno menos.
Yo estaba perplejo. Ahí hubo esa larga, larga pausa. Ella estaba esperando. Me aventuré a decir, acelerando las palabras como si mi vida dependiera de ellas:
—Puedo llegar a la hora que me diga.
—A la hora que te diga, a la hora que te diga —dijo, elaborando las palabras como si eso le proporcionara un placer increíble. ¡Por Diás! ¡Eres un chico tan dócil que seguro que nunca has cometido una travesurilla!
—Gracias —dije, sonriendo un poco, pero también preocupado porque mi interrogadora se pusiera a gritar: «¡Quita esa sonrisa de tu cara inmediatamente!». Pero no lo hizo.
—He estado dándole un montón de vueltas —prosiguió—. Eres solo un muchacho, tienes veinticinco años, no puedes evitarlo, eres la cortesía personificada, coge un taxi desde la estación, yo lo pagaré, la compañía lo pagará, de los gastos, los suyos, el trabajo es tuyo, no tienes más que presentarte.
—¿De verdad?
Sin ninguna aclaración acerca de su criterio para la entrevista, me dijo:
—Los pisos que tendrás que limpiar se llaman Furious Rakers Flats. Mi oficina está en el segundo piso. La puerta es grande, de madera de roble, y estoy dentro a no ser que no lo esté.
—¿Está segura de que está bien así?
—¿Qué?
—El taxi.
—Depende —matizó—. Algunos pueden estar llenos de mermelada por los asientos. Tienes que elegir bien, tener suerte. Justo el otro día cogí un taxi para ir al supermercado al otro lado de la calle. No miré dónde me sentaba y acabé sentada sobre tres cebolletas en vinagre. Cuando iba a salir, algún sinvergüenza había pegado su chicle en el tirador de la puerta.
—Está bien, gracias, señora Rowrow —dije cortésmente—. Llegaré enseguida.
—No es nada, pero ¿qué quieres decir con «enseguida»?
—Voy a irme ahora.
—Pero si no estás aquí, muchacho. No puedes irte si todavía no has llegado —puntualizó, elevando la voz. Creo haberla oído murmurar: «... locos... con mucho gusto...», pero no estaba seguro. Ella empezó a sospechar—. ¿Estás al volver la esquina o justo ya al otro lado de la puerta de roble?
—A punto de salir ahora mismo —me puse a explicar, pero me interrumpió.
—¿No tendrás algún problema mental? —quiso saber.
—No, solo quería decir que iba a salir de mi casa inmediatamente.
—No hagas eso. Es la hora del té.
—Vale.
—¡Ya lo tengo! —gritó con su voz estridente —. ¡Ya lo tengo! —repitió para darle más énfasis—. Enviaré a Ben para que vaya a tu encuentro; es mi otro mozo. Puede echar un vistazo, ayudarte, traerte hasta la puerta, acompañarte dentro, si lo consigues, claro —una risita mientras decía «si lo consigues»—, llegar hasta aquí de una pieza. Otro pensionista se cayó por el hueco del ascensor.
—¡Cómo! —exclamé.
—Solo era una broma. Hasta luego, muchacho. —Yo estaba a punto de colgar el auricular cuando la oí reír y toser en el teléfono—. Reconocerás a Ben cuando lo veas. Parece más bruto que dos arados.
Colgó el teléfono. Volvió a sonar al cabo de un minuto.
—Será mejor que te de la dirección.
—¿Me puede dar la dirección exacta?
—¡Claro! —Me la dio, añadiendo—: ¡No soy estúpida!
Colgó de nuevo.
Tras romperme veintidós cabezas para decidir si iba o no a encontrarme con la temible Rowrow y el arado Ben, al final fui a por ello. Me puse ropa elegante, reuní un montón de coraje, paciencia, y silencio también, por si era necesario, e incluso empecé a tener ganas de ver a mi guía Ben, a quien reconocería inmediatamente por su parecido con dos arados y su deseo de salvarme de una caída por el hueco del ascensor.
Era algo después del mediodía cuando bajo los cielos grises y nublados llegué al vecindario de los Furious Rakers Flats. El conductor del taxi había hecho ingentes esfuerzos para explicarme que una buena amiga suya, una señora encantadora que preparaba tazas de té extraordinariamente suculentas a las dos treinta de la tarde, vivía cerca de allí y que si me dejara en el lugar donde acabó dejándome, él podría definitivamente «llegar a tiempo, compadre». Me gustaba el cambio de «muchacho» a «compadre», así que acepté. Tampoco tenía motivos para quejarme, siendo que ni me había sentado en una cebolleta en vinagre ni se me había quedado la mano pegada en una masa de chicle de segunda mano.
—Ahí están los pisos, compadre —dijo, señalando un bloque de aspecto rectangular de cajas repetidas que parecía estar agazapado debajo de algunas nubes enormes que los cielos ingleses parecen tener siempre como recordatorio oportuno de que el tiempo puede cambiar de inmediato, en menos que canta un gallo.
—En menos que canta un gallo —le dije al conductor.
—¿Qué es eso, mi compadre?
Después de pagarle, darle una propina y despedirme de él, contemplé el imponente y abismal bloque de pisos con sentimientos parecidos a los del narrador de La caída de la Casa Usher cuando espiaba aquella casa de mal agüero por primerísima vez. No habiendo sido nunca un apasionado de las cajas repetitivas, especialmente cuando la gente tenía que vivir en ellas, miré los Furious Rakers con antipatía. A cambio, el bloque de pisos también pareció mirarme con antipatía. Despejé estos ridículos sentimientos y me abrí camino por una calle tranquila y estrecha.
Era una zona residencial, un barrio londinense, el parque no quedaba lejos, y me encontré disfrutando del paseo. Ignorando las iracundas nubes sobre Furious Rakers, disfruté del cálido día primaveral. Me puse a tararear una cancioncilla, acompañado por una ferviente alondra que, como yo, estaba convencida de que había algo sobre lo que cantar y eso es lo que estaba haciendo a cientos de metros encima de mí, allí arriba, en un pequeño parche de cielo azul, invisible a mis ojos. Pero no me encontraba en la entrada de los pisos. Había estado caminando por más tiempo de lo que tenía previsto. Empecé a mirar alrededor, buscando los huecos de ascensor que deberían de estar llenos de tipos que se habían caído dentro y que clamaban que los sacaran de allí. ¿Dónde estaba la oficina de Rowrow? Seguí caminando, giré hacia la izquierda y me encontré con un lateral del bloque a la izquierda. Estos pisos no eran tan mugrientos como los del centro de Londres, pero seguían siendo pisos, e igual de feos. Girando a mi izquierda otra vez, vi unos cuantos más a la izquierda y me encontré ante lo que después comprendí que era la tan anhelada entrada. Desde la distancia pude ver una pequeña forma, ataviada con un mono bastante largo de color marrón amarillento, dando firmes zancadas hacia donde estaba yo. Sin pensar en los arados me pregunté quién podría ser, pero, claro, era el mozo. Viniendo hacia mí a paso constante, alarmante y temerario para un septuagenario, pareció lanzarse a mi pecho, donde se paró bruscamente, y, respirando con dificultad, exclamó:
—¡Por los santos que tú debes de ser el muchacho!
Más tarde, conocí el nombre del anciano. Era Ben. Lo rebauticé Benaloides casi inmediatamente. A pesar de todo, resultó ser un buen tipo, un buen tipo de verdad.
Lo miré. Me miró. Dando unos pasos atrás para conseguir una mejor perspectiva, me observó con sospechas: un buen negocio, un gran negocio. La palabra «magnánima» se quedaría corta para describir la sospecha que me lanzaba su mirada. Sí, magnánima, pero con sospechas, Ben, el mozo, me miraba de arriba abajo.
—He venido por lo del trabajo.
—Te hemos estado esperando.
—¿Ah, sí?
—Sí, así es.
—Oh.
—Ven por aquí.
—Sí.
—Me llamo Ben.
—Me llamo John.
—Entonces te llamaremos John.
—La mayoría de la gente lo hace.
—Eso me imaginaba.
—Oh.
—Ven por aquí. Aquí está el ascensor.
—Sí.
—Usaremos las escaleras.
—Vale.
—Nunca sabes lo que te puedes encontrar.
—No.
—No.
Subimos los escalones. El pie izquierdo de Ben, no elevándose lo suficiente, le causó un buen y pequeño tropiezo. Se quedó mirando al escalón y dijo algo entre dientes. Apuntó al escalón y pareció estar acusándolo de algo. Le hizo una mueca al escalón. Si hubiera podido escupir al escalón, no me quedaba la menor duda de que habría escupido. ¿Lo estaba acusando de crecer un centímetro o dos, de intentar ponerle la zancadilla deliberadamente? Se volvió hacia mí. Lúgubre como el infierno, dijo:
—¡Ella está en la oficina, pero no dejes que eso te eche para atrás.
Habíamos llegado. Ben estaba tomando un respiro, como si estuviera reuniendo todo el coraje de héroes militares del pasado, y su rostro se estaba oscureciendo como la noche oscurece el día. Al abrir la puerta de la oficina, se colocó rápidamente detrás de mí dejándome de frente a la oficina. Parecía innecesario avanzar. La misma oficina parecía salir para darme la bienvenida y su bienvenida era repugnante. Excesivo calor, humo, olores indescriptibles, aire carente de oxígeno, todo eso salió disparado de esa oficina y pasó a mi lado en plena ebullición, dejando mi cara y mis ojos como si el pastoso aire de ese asqueroso «ambiente» hubiera escupido en ellos, como si los hubiera llenado de mugre y les hubiera quitado toda alegría. Sentada justo en el medio de ese imponente tumulto de ranciedad e insalubridad, había una señora de unos cincuenta y muchos o de unos sesenta y pocos. Yo estaba tosiendo, pero me las arreglé para transformar mi tos en un amago de aclarar la garganta. Ella me estaba mirando a través del humo, haciéndome señas para que entrara más adentro en esa vorágine que era su oficina. Iba vestida de azul y su traje estaba cubierto de ceniza de cigarrillo. La ceniza se parecía al color de su pelo. Tenía sobrepeso y en el momento de mi entrada parecía estar indecisa a cuál de los dos cigarrillos le iba a dar la próxima calada. Las colillas de varios días del cenicero estaban por todas partes, aunque el conjunto parecía haber sido diseñado por algún magnífico arquitecto que conocía los hábitos de los fumadores compulsivos pues las ranuras y nichos mellados habían sido provistos abundantemente y estaban llenos a rebosar de pitillos apurados. Muy cerca de la mujer del traje azul, había un fuego eléctrico como un animal inanimado de un rojo resplandeciente que, dando de lleno en las canillas de esta, lanzaba calor a su extraordinaria persona. Sobre la cabeza de la mujer había una rejilla en cruz que arrojaba enormes escupitajos de aire caliente, ayudando así a mantener las ventiscas, la nieve, los carámbanos y los rugientes vientos del Atlántico lo más lejos posible. Todo lo que podía estar encendido estaba encendido a pesar del suave clima del exterior, y desde este imponente sumidero de calor, cenizas, humo y hedor, Rowrow estaba gritando:
—¡Pero no te quedes ahí plantado! ¡Venga, entra! —Di un paso al frente—. Siéntate, muchacho.
Ben apareció de repente por un rincón y tapándose la nariz con un pañuelo, me empujó hasta una de las sillas. Luego retrocedió algún paso y se quedó en la puerta como vigilando, con una sonrisa burlona constante, pero también engullendo un poco de aire fresco. Él estaba impaciente por saber cómo iba a desarrollarse la entrevista y probablemente quería deleitarse en el caso de que me echaran incluso antes de empezar. Con un sentimiento sádico, sabía también que yo empezaría a asfixiarme y él querría saborear mi desasosiego. Supe después que mi entrevistadora ya le había dicho que yo había conseguido el trabajo, por lo que él estaba desmedidamente enfadado.
—Estás aquí para lo del trabajo. —Abrí la boca para hablar, pero solo me salió un gesto de asentimiento—. El trabajo es bastante fácil. No está muy bien pagado. Tampoco esperamos que hagas mucho. No deberías querer mucho. Si quieres mucho eso es ya demasiado. Me gusta tu aspecto incluso más que cuando lo visualicé mientras hablábamos por teléfono. Puedes coger el trabajo si de verdad quieres el trabajo. Es para pensionistas de edad avanzada. No esperes ser tratado como un joven. Eres un joven. ¡Mira a ese! —Indicó, haciendo un gesto a Ben—. Es viejo,