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Prince
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Libro electrónico249 páginas5 horas

Prince

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En un mundo brutal donde impera la violencia, y en un pas donde reina la corrupcin, el caos total y, la impunidad, Sofa Strauss se tiene que enfrentar sola sin nadie en quien confiar, al maremgnum de crueldad al cual se ve arrastrada. Acorralada, se ve obligada a utilizar la "otra opcin", que solo ella conoce, ante una sociedad pasmada, paralizada y aterrada, en "donde todo pasa, y... no pasa nada".
Thriller de "Realismo Fantstico", donde se renen a travs de la misma los elementos de ficcin y autenticidad, en la cual al lector le toca descifrar lo uno de lo otro, e intentando conectarlo con el personaje principal, tratando de crear esa catarsis que ayude a liberar los demonios internos.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento23 abr 2012
ISBN9781463324513
Prince
Autor

Robertson

Acerca del autor Robertson (Roberto Fernández C.), es Lic. en Administración de Empresas, egresado de la U.N.A.M, así como de la “Casa de las Humanidades”, de la misma institución, y diplomado del sistema: “Laboratorio de Novela”. Creador de la historia corta llamada: "Traya", publicada hace un año, nos entrega esta novela de ficción política, donde hace coincidir los ejes entre realismo y fantasía, manteniendo el Suspense hasta el final.

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    Prince - Robertson

    -Capítulo 1-

    La multitud estalló en aplausos, gritos y vítores. Cuando apareció el candidato, el clamor de las gargantas era un bramido vigoroso que se elevaba hasta el cielo. Cien mil personas afines al Partido Único Mexicano eran una sola algarabía en el Zócalo de la Ciudad de México. Pequeños papeles de colores, violetas y blancos volaban disparados desde varios cañones sobre el templete. El ambiente era festivo.

    Patricio Armando Lizaldi Ornelas, caminó sobre el estrado con paso seguro hacia los micrófonos. Las cámaras enfocaron sus lentes sobre el político que estaba siendo destapado —conforme a la vieja usanza de la partidocracia mexicana— como contendiente a la jefatura de Gobierno del Distrito Federal. Las pantallas gigantes permitían a los asistentes seguir cada detalle del acto, sin importar que tan lejos se encontraran del escenario.

    Vestido con un traje sobrio de color negro, camisa de blanco inmaculado, sonrió, levantó la mano derecha con el pulgar en alto, mientras se acercaba al podio.

    Originario de Rosarito, Baja California, iniciaba su gira proselitista en la capital del país. Atrás de él y, sobre un telón gigantesco con los colores y logo de su partido, se podía leer el lema de su campaña: Por la Ciudad del Futuro.

    —Estimados ciudadanos —el eco de su voz retumbaba en la explanada desde las bocinas—: me es un honor dirigirme a ustedes y reiterarles mi compromiso, para que juntos forjemos una alianza que lleve a la ciudad y a sus habitantes a ser de primer mundo —de inmediato la concurrencia reaccionó con una ruidosa aclamación—. Gobernaré con firmeza, basándome en la ley y la democracia…

    Los movimientos de sus manos habían sido rigurosamente estudiados, los aprendió con sus asesores de marketing político. Patricio Armando se dirigía a la audiencia y a las cámaras de televisión, haciendo énfasis —a su bien ensayado discurso— con su dedo índice o con su puño cerrado de la mano derecha, golpeaba suavemente sobre el podio, a veces al estilo Clinton, otras con la elegancia de movimientos y retórica de Kennedy, copiando los estilos discursivos de sus monólogos más famosos, modulando la voz con esa cadencia propia de la oratoria moderna.

    La gente aplaudió furiosamente, la gran mayoría de los asistentes eran acarreados. Esa vieja historia infame de seducción corrupta, a un pueblo hambriento y necesitado, no tenían opción; una torta, un refresco y doscientos pesos a la gente de la masa, solo por asistir a este evento formando parte de la ya famosa borregada, propia de cualquier fuerza política de la nación.

    El centro de la ciudad había sido colapsado por los cientos de autobuses donde transportaban acarreados desde distintos estados y municipios.

    El templete desde el cual Patricio Armando se dirigía a la multitud fue colocado enfrente de la entrada a Palacio Nacional, en la famosa Plaza de la Constitución. Tenía una vista magnífica de su auditorio y también de la enorme bandera que ondeaba al centro de la explanada. A un lado del mismo, un grupo llamado: Mujeres en Acción, activistas en contra de la violencia de género, no más de cien, gritaban y mostraban su descontento con pancartas en contra del funcionario. La protesta era debido a que el candidato había sido acusado de pederastia y violación de una menor, acto cometido bajo el efecto de drogas y alcohol, de las cuales se le acusaba de ser adicto.

    La niña, hija de su sirvienta, fue llevada a un hospital a punto de desangrarse; apenas logró ser salvada. Este suceso fue de inmediato ocultado y silenciado por su equipo de abogados meses antes, cuando era alcalde en su ciudad natal, y aunque existió una denuncia penal en su contra, ésta fue misteriosamente desechada por el juzgado. La madre de la niña abusada, de escasos recursos, no pudo hacer nada, y bajo amenaza de muerte tuvo que huir y regresar a su estado natal Oaxaca.

    Patricio Armando, hizo una discreta señal al jefe de prensa de su campaña, Guillermo Cantarell, para que actuara de inmediato, una gran parte de los periódicos eran afines a su partido y muchos de los reporteros estaban en su nómina… no quería más filtraciones.

    Guillermo pidió a sus amigos camarógrafos, que no hicieran close up donde se encontraba el grupo activista, entendían que serían muy bien remunerados al final del evento.

    Era la mañana de un jueves del mes de octubre, el cielo se encontraba azul, algunas nubes grisáceas hacían su aparición presagiando un aguacero en la capital. La ciudad no se veía tan contaminada, debido a que las fuertes lluvias de los días anteriores y los briosos vientos hacían su labor natural de limpieza.

    Antonio de Llano, jefe de seguridad y logística del virtual candidato, caminaba tranquilo hablando en forma discreta por su chícharo de intercomunicación, todo estaba en orden excepto por esas pinches viejas arguenderas, como él llamaba al grupo de mujeres con las pancartas, que se encontraban a un lado del templete.

    —Hey, Toño, ¿todo bien? —preguntó Guillermo.

    —¡Sí!, excepto esas urracas.

    —¿Vas a tomar alguna acción?

    —No, el jefe no quiere ningún desmadre aquí, además no hay mucho que hacer, con tantas cámaras y reporteros; olvídalo—dijo Toño.

    —¿Y tú?… Te ves tenso.

    —Me intriga mucho el saber que alguien filtró al Washington Post el expediente judicial de la violación de la niña, la parte descriptiva de los hechos es muy cruda, y puede causar revuelo— dijo Guillermo.

    —¿Qué edad tiene?

    —Cinco años…

    Al otro lado de la explanada, en el punto contrario y a los alrededores de donde se realizaba el mitin, se levantaban majestuosas las construcciones coloniales —de la que alguna vez fue llamada la Ciudad de los Palacios—, también negocios de comida rápida, joyerías, la catedral y un edificio: El Gran Hotel de la Ciudad de México, sin embargo, todo estaba cerrado, debido a que las manifestaciones, las marchas constantes y los mítines políticos, trajeron como consecuencia que grupos de y ajenos a estos movimientos aprovecharan la ocasión para hacer desmanes, rompiendo cristales, grafiteando paredes y fachadas de estructuras de alto valor cultural e histórico, quemando locales comerciales, robando las tiendas que encontraban a su paso, abriendo y rayando los autos, sin que autoridad alguna, quisiera o pudiera hacer algo al respecto.

    Dentro del hotel, una persona misteriosa apuntaba por la sofisticada mira telescópica de un rifle M16 semiautomático de peso ligero y desmontable en cuatro partes, cargado con balas de 9mm. El arma tenía un rango de alcance efectivo de hasta doscientos cincuenta metros. Desde el hotel hasta el templete, la distancia era de ciento ochenta metros aproximados, los cuales estaban dentro del margen que había calculado para un impacto seguro —si algo fuera de su control no sucedía—. En semanas previas utilizó para medir la longitud, un telémetro láser que le dio las medidas precisas.

    Examinó otro par de opciones para esta acción: los Hoteles Majestic y Holiday Inn, ambos de frente al lugar del evento, sin embargo y para su desgracia, desde estos lugares, el asta a la bandera al centro de la plazuela tapaba el objetivo, así que se decidió por el otro.

    Se había introducido al restaurante del lugar: Plaza Mayor, que no tenía puerta de seguridad por lo que no fue difícil entrar y colocarse en posición en una pequeña terraza que daba una vista inigualable de toda la plazoleta. No había comensales, ya que cuando se realizaban eventos políticos, no se daba servicio en ese lugar, solo en un salón ubicado un piso arriba, donde previamente había tomado un frugal desayuno. Estudió cada uno de los detalles varias semanas atrás, cuando se enteró del mitin.

    La primera vez que visitó este lugar fue años atrás cuando su padre y su familia querían ver el espectáculo del Grito de Independencia, la exhibición de luz y sonido, el estallido de los cuetes, los fuegos artificiales y la pirotecnia propia de esa noche de celebración. En esa ocasión lo mejor de la velada fue el tremendo abucheo que se llevó el entonces Presidente. ¿Quién era? ¿Fox? No recordaba, y además le importó un comino cuando salió al balcón del palacio a ondear la bandera. El estruendo de desaprobación fue espectacular. Aunque cuando vio en la televisión la repetición del evento, en lugar de la rechifla proferida al mandatario, se escuchaban aplausos, e incluso le pareció que era una ovación. Lo más probable era que la transmisión hubiese sido editada. También tenía presente en su memoria el sonido de alto impacto de miles y miles de personas entonando al unísono el Himno Nacional, se le puso la piel de gallina, ahora no había tantos, pero este día no lo iban a olvidar jamás en sus vidas.

    Se inició en el manejo de las armas, cuando unos amigos le habían hecho la invitación de ir a practicar al stand de tiro, que tenía para tal efecto dentro de las instalaciones del campo militar #1, la Secretaría de la Defensa Nacional. Comenzó disparando con una pistola deportiva a una distancia de treinta metros, pero con la práctica en poco tiempo alcanzó los cien, sin embargo, llegó el momento en el que tirar a una hoja de cartón ya no le causaba mucha emoción. Entonces optó por un rifle y empezó a practicar skeet en un lugar de la ciudad de Cuernavaca, en el campo Remington. Era irónico saber que tiraba a un plato volando, para no matar a ningún animal, y el día de hoy sí lo haría. Su entrenador y amigo Bill Norton, insistía para que participara a competencias internacionales, pero no llamaba mucho su atención. Lo que sí percibió con el paso del tiempo, fue el alto nivel de adrenalina que le generaba al jalar el gatillo, esa fue mucho tiempo su principal motivación.

    ¿Por qué había tomado la decisión?, ¿cómo llegó al momento presente de su existencia, y a este lugar… si no tenía ninguna necesidad? Desde luego lo pensó con esa profundidad que da el discernimiento, y el manejo de los pros y los contras, conocía las implicaciones, no había vuelta de hoja, estaba en el punto de no retorno. La determinación la tomó cuando su mundo perfecto colapsó, debido a varios acontecimientos recientes en su vida, el primero de ellos fue por una simple y sencilla razón: este es el país donde todo pasa y no pasa nada —constantemente lo repetía—. Denuncias, derechos humanos, defensoras de las mujeres, fiscalías especiales, organizaciones no gubernamentales, y no hay poder humano que logre la justicia, en ningún ámbito. Había llegado a la conclusión de ser éste el país de la anarquía total disfrazada, y del caos absoluto. Mientras más alto el nivel de poder y control, más profundo el grado de corrupción.

    Su primera idea fue la de formar un grupo paramilitar, como aquel famoso Escuadrón de la Muerte, en Brasil, que actuaba como una policía paralela. Pronto la desechó, al final podrían acabar siendo pistoleros a sueldo o de alguna organización criminal; se venderían al mejor postor, no quería ser parte del bajo mundo y después no poder salir de él.

    La segunda —aunque tenía más—, y en este momento la más importante; había leído el artículo del periódico norteamericano y el titular del mismo: Brutal violación, así como la historia subsecuente narrada en el mismo, causó asco y dolor en lo más recóndito de su ser. La nota continuaba: El fuero no permite a las autoridades, acciones legales en contra de este servidor público de la sociedad mexicana.

    La probable imagen de la niña siendo ultrajada, llorando y gritando con desesperación sin entender qué pasaba y sintiendo que la vida se le esfumaba, quedó grabada en su mente… Una bestia todopoderosa, una niña indefensa y una madre analfabeta… No lo iba a permitir.

    Apuntó… A través de la mirilla del rifle podía ver a la camarilla del político, con seguridad se encontraban los más importantes de su grupo.

    Practicó durante mucho tiempo el disparo, únicamente había dos balas en la recámara del rifle, si fallaba tenía solo dos segundos para el siguiente. Su ropa deportiva era de color gofio, quería que su cuerpo quedara camuflado lo mejor posible, y este color kaki era idéntico a la tonalidad de los viejos edificios del centro de la ciudad. Apoyó el arma en una verja exterior de protección que medía 1.50 metros de altura, un mechón de su cabello lacio asomó sobre su sien derecha.

    Colocó el dedo en el gatillo…

    Un sonriente y seguro de su victoria, futuro jefe de la ciudad más grande del mundo, sabía que tenía el triunfo en la bolsa, después… vendría la Presidencia de la República:

    —Mi compromiso es la transparencia y el esfuerzo, para llevar a esta ciudad a ser de las mejores en el mundo, para ello lucharé con toda mi honestidad…

    Un leve temblor se dejó sentir en el dedo pulgar de su mano derecha… Un sudor frío recorrió su frente, aún con su cabeza cubierta por un pasamontañas. El puntero láser de su rifle se activó automáticamente tan pronto tocó el percusor, señalándole el punto de impacto previo al disparo.

    —¡Ahora sí, hijo de tu puta madre!, ¡nos vemos en el infierno!

    Todo el odio, sus rencores y terribles frustraciones se encontraban alojados en la balas de su rifle.

    Accionó el gatillo; un tremendo estallido se oyó en la plaza, el eco retumbó en los alrededores y el estruendoso balazo hizo impacto en la cabeza de Patricio Armando volándola en pedazos, manchando de sangre a los que se encontraban muy cerca de él. Cayó impulsado violentamente hacía atrás, de espalda. Los gritos de la multitud se oyeron de inmediato. Sus ayudantes corrieron hacia él:

    —¡Un doctor! Rápido ¡Pidan una ambulancia! —gritó un horrorizado Guillermo, al tiempo que le aflojaba el nudo de la corbata para que pudiera respirar.

    El cráneo destrozado era una masa rojiza descompuesta, con líquido encefálico y sangre fluyendo hacia afuera del cerebro de Patricio Armando, mostrando una imagen grotesca e impactante que recorrería el mundo en las siguientes horas.

    La gente de la prensa corrió a tomar fotos. Todo era confusión, gritos y empujones. Los asistentes se arremolinaban alrededor, la fuerza pública tuvo que intervenir para aislar la zona del templete.

    El floor manager de la cadena Telefusión que cubría el evento para las noticias nocturnas, notó el relampagueo del disparo en algún lugar en los edificios que se encontraban al otro lado de la plaza, hacia la calle 16 de Septiembre.

    —¡Juan enfoca la cámara hacía la esquina de los edificios! —era a tal grado ensordecedor el griterío de la gente, que le tuvo que repetir la orden.

    Nervioso, dirigió su cámara como le fue ordenado y activó el zoom.

    —No veo nada inusual —dijo el joven camarógrafo de la televisora.

    —No importa, tú graba, después analizamos a detalle.

    Toño corría de regreso hacia donde se encontraba el templete, se cruzó con los de la televisora, quienes le señalaron con el dedo hacia los edificios de la esquina.

    —¿Qué vieron? —preguntó agitado.

    —Un destello.

    Con rapidez desde su radio empezó a gritar órdenes:

    —¡Bloqueen todos los edificios hacia la calle 16 de Septiembre en ambos sentidos! De Inmediato.

    La policía judicial había iniciado el acordonamiento de varias avenidas e iniciaban la búsqueda, aunque no sabían con exactitud de quién, o quiénes.

    —Detengan a cualquier persona que les parezca sospechosa en lo más mínimo— recibieron la orden de sus superiores.

    Los paramédicos que cubrían el evento acercaron la ambulancia y prepararon la camilla, uno de ellos con un estetoscopio auscultaba su corazón.

    —Está vivo, pero los latidos son muy débiles, necesitamos llevarlo a un hospital ¡pero ya! —urgió.

    Lo metieron al vehículo de urgencias médicas, de inmediato encendieron la sirena y partieron.

    Después de haber realizado el disparo, por la mira telescópica observó cómo caía deshilachado su objetivo.

    —¡Le di!, al hijo de perra —dijo entre dientes, para sí.

    Se introdujo vertiginosamente al interior del restaurant del hotel.

    Tengo siete minutos para huir de aquí, pensó, ya que había hecho el cálculo previamente. Volteó a su alrededor, no había nadie… aún.

    Se colocó en cuclillas, se quitó el pasamontañas, desarmó el rifle y metió todo en su bolso. Calculaba que si alguien le veía, podría inventar que algo se le había perdido.

    Caminó a paso veloz hacía la entrada, eran quince zancadas. Aceleradamente corrió hacia el baño que se encontraba del lado derecho, a unos diez metros. Entró muy rápido al sanitario

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