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Piedra Roja: El mito del Woodstock chileno
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Piedra Roja: El mito del Woodstock chileno
Libro electrónico144 páginas1 hora

Piedra Roja: El mito del Woodstock chileno

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Chile, octubre de 1970. Un grupo de estudiantes del barrio alto santiaguino organiza un evento similar al de Woodstock que durará tres días y terminará bautizado como "Piedra Roja". Esta crónica revela lo que pasaba en la sociedad chilena antes y después de aquel hecho que cambiaría para siempre la idea de "juventud". Registra los preparativos y la sorpresa de los organizadores al ver que llegaba mucha más gente de la prevista. Habla de las bandas que tocaron en el festival: como Los Jaivas y Los Blops. de los que se drogaron. De los que fueron a ver a otros drogarse. De la forma prejuiciosa en que la prensa "informaba" a la opinión pública sobre lo que estaba pasando. ¿Cómo era ser hippie, por aquellos años, en un país alejado de las principales capitales mundiales? este es el testimonio de una época en boca de sus protagonistas y retrata el inolvidable Festival de Piedra Roja, más allá de la verdad histórica, en su justa dimensión de mito contemporáneo. Edición profusamente ilustrada con recortes de prensa y fotografías de Paul Lowry.
IdiomaEspañol
EditorialRIL editores
Fecha de lanzamiento26 jul 2023
ISBN9789560113993
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    Piedra Roja - Antonio Díaz Oliva

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    Piedra

    Roja

    El mito del Woodstock chileno

    Investigación de Antonio Díaz Oliva

    Fotografías de Paul Lowry

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    Piedra Roja.

    El mito del Woodstock chileno

    Primera edición: octubre de 2010

    © Antonio Díaz Oliva, 2010

    Registro de Propiedad Intelectual

    Nº 196.243

    © RIL® editores, 2010

    Alférez Real 1464

    cp 750-0960 Providencia

    Santiago de Chile

    Tel. (56-2) 2238100 • Fax 2254269

    ril@rileditores.com • www.rileditores.com

    Composición, diseño de portada e impresión: RIL® editores

    Epub hecho en Chile • Epub made in Chile

    ISBN 978-956-284-760-5

    Derechos reservados.

    Poseemos una enorme capacidad para demoler los hechos verídicos y cubrir el lugar con una pátina de leyenda, de magia, de ultratumba.

    Joaquín Edwards Bello, Mitópolis

    Algunos puntos

    a modo

    de preámbulo

    1.

    Una advertencia: este es un libro en progreso. Un libro en progreso porque —de alguna manera— no se ha terminado de escribir. ¿La razón? Fácil: a la hora de radiografiar un evento como Piedra Roja obviamente uno se topa con muchas opiniones, recuerdos y testimonios diferentes. A su manera, cada persona vivió el festival que quiso vivir, que le tocó vivir o que recuerda haber vivido. De ahí la dificultad de unificar todo en un solo relato, de hacer una gran y única crónica totalizadora. Algo, claro, imposible a fin de cuentas.

    2.

    La información que se maneja de Piedra Roja (festival conocido por muchos como el «Woodstock chileno») es más bien confusa, incompleta y contradictoria. Así, nada raro que, con los años, se haya ido inflando hasta transformarlo en un mito nacional. Se dice que Piedra Roja fue la versión mínima y criolla de Woodstock porque obviamente el festival estadounidense fue el referente o puntapié del asunto. Pero no está mal recordar que, en ese entonces, Santiago de Chile era una ciudad alejada del mundo, donde los jóvenes tenían que esperar a un amigo que volviera de Estados Unidos o Europa para enterarse de lo que pasaba allá afuera. Ni un ápice de similitud con lo que sucedía en Nueva York, Londres o Ciudad de México. Eso se evidenció tanto en el comportamiento inadaptado de algunos espectadores –que aprovecharon la falta de vigilancia para robar– y de otros que «boicotearon» la música, como en la actitud de la prensa, que sacó a relucir su peor cara: la de conservadores que –pese a que se embobaban fácilmente con las modas extranjeras– no sabían entender lo que estaba sucediendo en un prado de la comuna de Las Condes. Y claro: no encontraron nada mejor que, con mala intención, tildarlo como «vandalismo».

    3.

    Por supuesto, este fue un festival a la chilena. Hubo desorden, poca organización y mucho de improvisado. Tal vez, también se haya debido a cómo se gestó todo: nuestro «Woodtstock» nació como la idea de un curso de tercero medio para juntar dinero. Algo que no deja de ser curioso: un grupo de alumnos de un colegio del barrio alto, que con los ojos puestos en lo que sucedía en Estados Unidos, organizó un evento para irse de viaje de estudio (sí, un viaje de estudio). Un festival que, dato no menor, tuvo a la Coca-Cola de auspiciador y, sin embargo, dicen que se usaban tarros de leche Nido para iluminar el predio. Ni más ni menos.

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    4.

    Y pese a todo, pese a la precariedad, Piedra Roja funcionó como sacacorchos social. Para ese entonces, inicios de 1970, el ambiente estaba como una olla a presión. Una nueva juventud se venía gestando, pero a un nivel subterráneo, casi invisible para el resto de la sociedad. Así las cosas, Piedra Roja abrió la válvula que dejaría escapar el aire que se respiraba hacía un tiempo y que duró hasta el 11 de septiembre de 1973. El hippismo, el rock y todo eso que se cataloga como contracultura funcionaba a un nivel incipiente en Chile. Un dato muy significativo al respecto es que varios hijos no volverían a sus casas hasta días después de lo sucedido en Los Dominicos. Algo inaudito para esos años, si volvemos a la idea de un Chile remoto.

    5.

    Fue hace 35 años que Joaquín Edwards Bello escribió en uno de sus libros que Chile era un país mitómano. El evento que se llevó a cabo en octubre de 1970, bajo el nombre de Festival de Los Dominicos (y que la prensa tildaría erróneamente como Piedra Roja), y en el cual tocaron bandas como Los Jaivas o Los Blops, no escapa a ese adjetivo obviamente. Incluso hoy, cuando se cumplen 40 años, mucho de lo que se comenta o se «sabe» corresponde, más que nada, a recuerdos difusos o, simplemente, a cosas que no sucedieron, pero que —con los años— se han agregado al imaginario colectivo de la sociedad chilena como auténticos «hechos».

    La idea es que esta investigación sirva, en parte, para fijar un poco los contornos de ese mito, desinflarlo un poco, amoldarlo otro poco y, en definitiva, darle un marco que lo vuelva más real. Por eso, también, la advertencia al inicio: este es un libro en progreso, y no porque aún no se haya terminado de escribir. Ojalá que, con esta publicación, aparezcan nuevos antecedentes que completen lo poco que se sabe de Piedra Roja y que reduzcan, en lo posible, algo de la pátina de mito que cubre este capítulo de la historia. Un capítulo que, por supuesto, descansa en esa ciudad imaginaria y típicamente chilena llamada Mitópolis.

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