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Entre barricadas: Novelas que reescriben la historia. Tucumán 1950 - 2000
Entre barricadas: Novelas que reescriben la historia. Tucumán 1950 - 2000
Entre barricadas: Novelas que reescriben la historia. Tucumán 1950 - 2000
Libro electrónico528 páginas7 horas

Entre barricadas: Novelas que reescriben la historia. Tucumán 1950 - 2000

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Imágenes de la peste, huelgas y marchas de obreros, desapariciones, siluetas de El Familiar y los Uturuncos, barricadas en la ciudad, forajidos y rebeldes convertidos en santos populares, detenciones en la noche, terror y olvido. Representaciones que atraviesan la memoria y la novelística sobre Tucumán al tensar y fragmentar los relatos.

Frente al lugar común que concibe al noroeste argentino como zona literaria donde la novela no es un género relevante, luego de un exhaustivo y sistemático relevamiento, que hasta la actualidad no había sido realizado, se constató la existencia de 82 novelas publicadas entre 1950 y 2000 que trazan "geografías imaginarias" alrededor de Tucumán. Un corpus de obras escritas por Tomás Eloy Martínez, Elvira Orphée, Pablo Rojas Paz, Adolfo Colombres, Julio Ardiles Gray, Hugo Foguet, entre otros.

Si como señala Ivan Jablonka, tanto la novela como la historia producen conocimiento de lo real, entre estas discursividades se genera una zona de indeterminación, un espacio de vacilación, rememoración y acción. Una suerte de barricada, una línea móvil imaginaria y certera para reescribir el pasado, el presente y el futuro.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento7 sept 2020
ISBN9789876918534
Entre barricadas: Novelas que reescriben la historia. Tucumán 1950 - 2000

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    Entre barricadas - Máximo Hernán Mena

    ENTRE BARRICADAS

    Imágenes de la peste, huelgas y marchas de obreros, desapariciones, siluetas de El Familiar y los Uturuncos, barricadas en la ciudad, forajidos y rebeldes convertidos en santos populares, detenciones en la noche, terror y olvido. Representaciones que atraviesan la memoria y la novelística sobre Tucumán al tensar y fragmentar los relatos.

    Frente al lugar común que concibe al noroeste argentino como zona literaria donde la novela no es un género relevante, luego de un exhaustivo y sistemático relevamiento, que hasta la actualidad no había sido realizado, se constató la existencia de 82 novelas publicadas entre 1950 y 2000 que trazan geografías imaginarias alrededor de Tucumán. Un corpus de obras escritas por Tomás Eloy Martínez, Elvira Orphée, Pablo Rojas Paz, Adolfo Colombres, Julio Ardiles Gray, Hugo Foguet, entre otros.

    Si como señala Ivan Jablonka, tanto la novela como la historia producen conocimiento de lo real, entre estas discursividades se genera una zona de indeterminación, un espacio de vacilación, rememoración y acción. Una suerte de barricada, una línea

    MÁXIMO HERNÁN MENA es licenciado en Letras por la Universidad Nacional de Tucumán y doctor en Letras por la Universidad Nacional de Córdoba. Se desempeñó como becario doctoral del Conicet (2014-2019) y actualmente como becario posdoctoral del mismo organismo en el INVELEC-UTN. Le fueron concedidas becas por el CIN y el DAAD. En 2017 recibió el segundo premio del concurso de ensayo histórico 200 Años de la Independencia Argentina, otorgado por el Honorable Congreso de la Nación.

    MÁXIMO HERNÁN MENA

    ENTRE BARRICADAS

    Novelas que reescriben la historia
    Tucumán, 1950-2000

    Índice

    Cubierta
    Acerca de Entre barricadas
    Portada
    Dedicatoria
    Reconocimientos
    Palabras preliminares
    Introducción
    Capítulo 1. Desde la teoría

    1. La novela como condensación de tiempos y voces

    2. Relato que construye un efecto de realidad

    3. La escritura que interroga lo Otro

    4. La narración hacia una temporalidad profunda

    5. La rememoración y el testimonio frente al olvido

    6. Recuerdos compartidos para la memoria colectiva

    7. Para una comprensión de lo real

    Capítulo 2. Panorama de la novelística tucumana, 1950-2000

    1. Desarrollo del campo cultural y literario tucumano

    2. Sobre literatura, región y novela en Tucumán

    3. Relevamiento y textos que resurgen

    3.1. Sobre las ediciones

    3.2. Sobre reediciones

    4. Panorama de autores y obras

    4.1. Mario Bravo: En el surco, la novela que se anticipa al tiempo

    4.2. Pablo Rojas Paz: la escritura del lugar interminable

    4.3. Alberto Córdoba: las sombras anónimas son protagonistas del fuego

    4.4. Walter Guido Wéyland: primeras líneas para la novela urbana en Tucumán

    4.5. Julio Ardiles Gray: la potencia del periodismo, la cultura y la literatura

    4.6. Elvira Orphée: narrar la provincia extraña y la ciudad violenta

    4.7. Marcos Victoria: la Argentina y las Islas Malvinas como ucronía

    4.8. Adolfo Colombres: la profusión del lenguaje y la mirada inmersa

    4.9. Tomás Eloy Martínez: Tucumán como principio de una historia

    4.10. Juan José Hernández: las ciudades de la huida y del peronismo

    4.11. Eduardo Perrone: escribir y desnudar la vida de los márgenes y la violencia

    4.12. Alba Defant: la sociedad como una maraña de imposturas

    4.13. Hugo Foguet: retratos de la rebelión

    4.14. Eduardo Rosenzvaig: la restitución de lo borrado y lo borroso

    4.15. Ernesto Wilde: la pesadilla inolvidable llamada Bussi

    4.16. Osvaldo Fasolo: murmullos y silencios en una casa

    4.17. Dardo Nofal: años de tormenta en la ciudad

    4.18. Sara Rosenberg: el país como una pintura olvidada

    Capítulo 3. Constantes y reescrituras de la historia

    1. Huellas de la peste: cólera, epidemia, muerte y política

    1.1. Escrituras de la peste

    1.2. Recordar la epidemia desde el siglo XIX

    1.3. La peste como lugar de reunión

    2. Mapas y recorridos por Tucumán, Buenos Aires y Malvinas

    2.1. Trazar los territorios de la ficción

    2.2. Configuración mítica de la ciudad

    2.3. El jardín barroso y sombrío

    2.4. Obertura para la novela urbana y narrar los márgenes

    2.5. Buenos Aires desde la ficción

    2.6. Ucronía hacia una isla

    2.7. Novelas que construyen espacios

    3. Entre azúcar, huelgas y barricadas

    3.1. Desde los cuerpos hasta las cañas

    3.2. Genealogías desde la ficción

    3.2.1. En las novelas de Eduardo Rosenzvaig

    3.2.2. En las novelas de Adolfo Colombres

    3.2.3. En la novela de Walter Guido Wéyland

    3.3. Levantamientos y primeras huelgas

    3.3.1. Una novela que se anticipa

    3.3.2. La furia de las cenizas

    3.4. Retratos de las marchas del hambre

    3.5. Barricadas aguardan

    3.6. Rebeliones y sangre

    4. Desencuentros y muerte

    4.1. Una provincia que desaparece

    4.2. Amenazadoras sombras familiares

    4.3. Anuncios entre secuestros y torturas

    4.4. Represión en democracia y en dictadura

    4.5. Uturuncos: primera guerrilla argentina

    4.6. Miradas espías, terror y silencio

    4.7. Antes del golpe

    4.8. La noche que desaparece y Bussi

    4.9. Vuelan las chimeneas y el miedo

    Conclusiones y proyecciones: crisis y escrituras de la literatura en Tucumán
    Fuentes y bibliografía

    Corpus de novelas

    Fuentes orales

    Prensa

    Films

    Bibliografía

    Créditos

    A mi abuela Segunda,

    in memoriam

    A mis padres y hermanos

    Para Eliana

    y nuestros hijos Mateo y Miranda

    El historiador tiene una deuda con la vida presente que solo puede pagar con la moneda de su verdad, moneda en la que, a veces, funde un poco de su pasión; pero la historia solo apasiona a quien apasiona la vida, y el autor cree que, en este punto de su examen, le es ya lícito confesar su pasión, siquiera sea para que el lector pueda confiar en que procuró acallarla hasta este instante, y, acaso, para ofrecerle la clave de lo que en este examen pueda ser su involuntario y apasionado error.

    José Luis Romero

    Qué olvidé en tus calles que vuelvo

    de todas partes a tus calles?

    Como si vaya a donde vaya

    recuerde de pronto una cita

    y me apresuro y vuelo y corro

    hasta tocar tu pavimento!

    Y entonces sé que sé que soy,

    entonces sé que me esperaba

    y por fin me encuentro conmigo.

    Pablo Neruda

    Reconocimientos

    El presente libro tiene su punto de partida en la tesis doctoral en Letras Tucumán: reescrituras de la historia en su novelística, 1950-2000, dirigida por la doctora Nilda Flawiá de Fernández, defendida y aprobada en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba el 21 de marzo de 2019.

    La investigación fue realizada gracias al aporte del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) a través de una beca interna doctoral para el período 2014-2019 y cuyo apoyo continúa a través de una beca interna posdoctoral.

    Quiero agradecer a mi directora, la doctora Flawiá, por el aliento constante y el apoyo en todos mis proyectos y búsquedas. Por ayudarme a expresar con rigor las intuiciones y los recorridos críticos y por mantener siempre la confianza en mí. Con su recomendación de leer la obra de Walter Guido Wéyland ya venía marcando este camino.

    A la doctora Liliana Massara, por haberme acercado a las obras de escritores tucumanos. A la doctora Clara Inés Pilipovsky, por la escucha atenta y el diálogo teórico. También debo reconocer a mis compañeros del Instituto Interdisciplinario de Literaturas Argentina y Comparadas (IILAC) por compartir lecturas y proyectos.

    A los miembros del Doctorado en Letras de la Universidad Nacional de Córdoba y en especial a quien fuera su directora, la doctora Mabel Brizuela. A los miembros del jurado examinador, por todos los comentarios y sugerencias que aspiraban a mejorar esta investigación.

    A la licenciada Daiana González y el personal del Centro Científico Tecnológico NOA Sur-Conicet.

    A los profesores y al personal de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Tucumán; en especial agradezco por su generosidad a los profesores Roberto Pucci y Oscar Pavetti de la carrera de Historia. Mi reconocimiento para Hugo Juárez y Tomás Barber, de la biblioteca Emilio Carilla, y para Mario Rodríguez y Carlos Paz, del Archivo del diario La Gaceta.

    A Adolfo Colombres por su amistad y generosidad.

    A Verónica Estévez de la Biblioteca del Centro Cultural Rougés.

    A los compañeros en largos años.

    A mis amigos les agradezco por estar siempre presentes. Mucho les debo a aquellos que me acercaron libros y lecturas: a Fabián Soberón por Elvira Orphée, a Denise León por Sara Rosenberg, a Carlos Duguech por Alba Defant, a Jorge Daniel Brahim por Enrique Banchs, a Julieta Brenna por el libro de Verónica Garibotto. A Fernando y Pepe Lampasona por tanto.

    Para mi familia: sin ellos estas palabras no tendrían mucho sentido.

    En especial quiero reconocer por su compañía y apoyo sin límites a Eliana, Mateo y Miranda. Por cuidar y construir juntos el hogar en el que crecemos cada día.

    Palabras preliminares

    Aparecen en este momento varias imágenes, y si, como escribió Jean-Paul Sartre, las imágenes son conciencia, quizás también sean una manera de despertarse al presente, encontrarse allí. Un niño de ocho años que marcha de madrugada a trabajar en la zafra, en la cosecha de caña, su tarea es izar fardos de caña pelada por los aires con la fuerza de varias mulas. Una niña se despierta a las tres de la mañana, hace mucho frío y debe levantarse a cosechar en los surcos junto con sus padres y hermanos. En lo alto del tiempo, yacen las chimeneas como faros insomnes frente a las orillas de un mar de rostros y cenizas, la ciudad corta su cielo cada tanto con la inmovilidad de sus huellas. Una de esas chimeneas solitarias tiene cifras metálicas que todavía anuncian una fecha: 1910. La mañana se afila en el Mercado de Abasto y un hombre acomoda las verduras en el puesto, en el futuro suena una canción con los bares tristes y vacíos ya, por la clausura del Abasto. Una madre les habla a sus hijos, viven todos juntos en una sola habitación. A las dos o tres de la mañana, el sonido al pulsar las teclas de la máquina de escribir, luego el trueno de la Olivetti automática que hace latir de una sola vez todo un párrafo. Una mujer mira cómo las máquinas hacen helado, por primera vez, en la confitería El Buen Gusto. Un joven camina por una calle empedrada en Córdoba y uno de sus amigos le dice: Mirá, ahí está tu nombre, y él, en el reconocimiento apenado de ese otro que admira, lee su propio nombre después de dos números que traducen un año: 1969. Una fotografía, tomada desde un balcón, retrata una calle suspendida por una barricada de chapas, pizarrones y manos, ahora en el presente, coloreada y atrapada por semáforos, bocinazos y locales de comida rápida. Una última imagen muestra que la montaña verde sigue allí, presente, inamovible, como un testigo, con un gesto atento y enigmático.

    El idioma alemán tiene una palabra muy interesante: das Denkmal, que designa a los monumentos. La primera parte de la palabra proviene del verbo denken, que significa pensar, y la última partícula (mal), por sí sola, significa vez; einmal (una vez), etc. Pero das Mal también significa marca, sirve para nombrar los lunares en la piel. Surgen así dos posibilidades para comprender la palabra Denkmal, que puede ser entendida como monumento, artefacto convocante para el recuerdo (sentido asociado a la memorización o a la conmemoración) o como marca en la memoria, que se resignifica constantemente (rememoración). Me gusta pensar que los recuerdos son como marcas, huellas que llevamos siempre con nosotros, grabadas en nuestra piel y en nuestros pasos. Esas marcas pueden ser reconocibles en cualquier momento, reclaman permanecer.

    Introducción

    El único deber que tenemos con la historia es reescribirla.

    Oscar Wilde

    Ästhetik ohne Ethik ist Kosmetik.

    Ulay (Frank Uwe Laysiepen)

    I

    Desde comienzos del siglo XIX, a partir de las luchas por la independencia y la declaración de 1816, Tucumán se transformó en un espacio político relevante de las entonces Provincias Unidas del Río de la Plata. En el transcurso de esos años se forjó como un importante centro de desarrollo cultural y económico para la región. En este sentido, a fines de siglo, la industria azucarera se convirtió rápidamente en una de las actividades económicas más pujantes del país. En contraste con este panorama, a lo largo del siglo XX fue una de las provincias más castigadas por las dinámicas autoritarias y las sucesivas dictaduras militares. En todo su territorio se llevaron a cabo sucesivos procesos de represión económica y social: con la dictadura autodenominada Revolución argentina que en 1966 dictaminó el cierre de once ingenios azucareros, lo que ocasionó una verdadera hecatombe social, y luego, al sufrir en los cuerpos de sus habitantes, desde 1974, la desaparición de hombres, mujeres y niños, modalidad luego convertida en sistema con el Operativo Independencia de 1975. Un prólogo de lo que luego sería el Proceso de Reorganización Nacional.

    Por ello es que el trabajo con las novelas y la historia de Tucumán permite revisar problemáticas y representaciones discursivas sobre las continuidades históricas entre dictadura y democracia, y el funcionamiento de las dinámicas de la memoria y del olvido en el marco de los procesos sociales. De este modo, al ser la novela un género que alberga otros registros en su entramado, es posible explorar los diferentes discursos sociales mediatizados a través de la escritura de los autores que escribieron Tucumán, al tener presente que ellos siempre procuraron la construcción de una geografía imaginaria (Said, 2002), del mismo modo que antes escribieron sobre Tucumán Voltaire, Echeverría, Concolorcorvo, Sarmiento, Alberdi, Mármol, Groussac, Lugones, Banchs o García Lorca (Departamento de Extensión Universitaria, 1970). Una búsqueda de los novelistas que puede ser leída como una operación crítica y política en el marco del sistema literario argentino. En este sentido, en sus escritos Juan José Saer (2014: 99) señaló que el escritor escribe desde un lugar y al mismo tiempo escribe ese lugar. De algún modo, un autor escribe sobre el lugar (puede pensarse en temas o marcas imaginarias), pero también escribe sobre ese lugar, es decir, lo sobreescribe, lo vuelve a contar, recubre las huellas con las marcas de su ficción. Esto obliga a reflexionar en la cuestión de la literatura en/desde/sobre/para/por Tucumán, lo que supera la discusión sobre una posible literatura tucumana. Por otro lado, esta problemática se relaciona con el modo en que la ficción encubre/recubre/descubre la realidad y con aquellos discursos (por citar un ejemplo) desde el exilio que atraviesan la literatura argentina: Sarmiento, Echeverría, Alberdi, Hernández escriben sobre el lugar. La distancia (figurativa y geográfica) del exilio les permite sobrevolar los sucesos y las geografías desde lo imaginario. Hay superposición a partir del realismo y la reescritura de la historia. El lugar es entonces la forma empírica del todo, un decisivo punto de intersección entre lo material y lo simbólico (Saer, 2014: 100).

    Se intenta identificar y trabajar una zona de indeterminación existente entre la ficción y la historia (Kracauer, 2010). Desde esa suerte de barricada, en esa área intermedia, en el espacio de detención, duda, rememoración y acción, se abordan novelas de autores tucumanos publicadas entre 1950 y 2000. Luego del relevamiento de este corpus novelístico es posible poner en discusión el estereotipo o lugar común que concebía la producción literaria de la zona (Saer, 2014) del noroeste argentino como centrada casi exclusivamente en la poesía y la narrativa breve y, al mismo tiempo, poner en contraste la producción novelística en Tucumán con la del resto de las provincias de la región. Una de las primeras hipótesis que guiaron este trabajo planteaba que en la novelística se representaban discursivamente tensiones y conflictos producidos por procesos históricos y sociales. Por lo tanto, se intentará explorar de qué manera esta conflictividad de los procesos históricos del pasado reciente tensa los relatos y produce la fragmentación y/o dislocación de las narratividades en la novela.

    Acaso en este momento se comprenda mejor el deseo y la incertidumbre que vibran en la frase de Oscar Wilde incluida por Tomás Eloy Martínez como uno de los epígrafes de Santa Evita.

    II

    La literatura puede recubrir (encubrir) o tratar de escribir la historia. Puede también proponer un camino para reescribirla. Estos cruces y meandros son fundamentales en los derroteros de la literatura argentina. Desde los años anteriores a la Revolución de Mayo en 1810, la escritura literaria se propuso construir una geografía que, en muchas zonas y en repetidas ocasiones, se encontraba en contrapunto con la realidad misma. Como señaló Graciela Scheines, si el ensayo, desde los proyectos románticos, es un pensar itinerante, un vagabundeo intelectual, una búsqueda de lucidez y del futuro, también la novela argentina se transforma en modulación del ensayo. En ese tipo de textos, señala Scheines (1993: 132-133), en los que somos por escrito, se construyen geografías que reemplazan territorios: habitamos una geografía literaria (ficcional) que encubre la geografía real. Así lo confiesa el mismo Domingo Sarmiento, en su primer discurso como presidente en 1868, al afirmar que había descripto en el Facundo lugares que aún no había conocido:

    Yo había descripto la Pampa sin haberla visto, en un libro que ha vivido, por esa descripción gráfica […] La imaginación del estadista americano, que está improvisando sobre esta tierra virgen mundos nuevos. (Sarmiento, citado por Halperín Donghi, 1995: 562)

    En este sentido, y a manera de ejemplo, puede señalarse que en el mismo Himno Nacional se canta la música de la gloria y de los laureles que coronan las cabezas de los guerreros, como recuperación de la gesta revolucionaria de 1810.¹ Pero será en los meses posteriores cuando, en el noroeste argentino, sus habitantes junto con los soldados del Ejército del Norte se enfrentarán a los avances del Ejército realista. En septiembre de 1812 se produciría la batalla de Tucumán, a raíz de una desobediencia del general Manuel Belgrano. Faltaba un tiempo para que los congresales afirmasen en Tucumán la independencia en julio de 1816, y varios años más para que José de San Martín diera el golpe de gracia al poder realista luego del cruce de los Andes. Con las frases del Himno, la gloria y los laureles llegaban antes de la batalla, de la guerra, de la sangre. Como si no hubieran sido necesarios los enfrentamientos o como si solo fueran efectos mínimos en perspectiva de los logros y de las victorias a alcanzar. Lo escrito (y cantado) en el pasado trataba de reemplazar marcas inevitables de lo futuro.

    A la gloria y los laureles que se imaginaban en el presente, o posiblemente en el futuro, le siguen las imágenes de sangre, de guerra, y furor. Se anunciaba la muerte, pero se afirmaba que esta debería ser, por lo menos, gloriosa. Pero la muerte nunca lo es y tampoco se puede jurar cómo se ha de morir. La escritura del Himno es un reclamo para el futuro, una aspiración o un deseo. La literatura se arroja hacia el futuro, intenta planificarlo o disponerlo de un modo acorde con los deseos presentes. Y esto ocurre ya desde comienzos del siglo XIX, atraviesa la existencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata y luego de la República Argentina hasta el presente. Los textos fundamentales de la narrativa argentina comparten este carácter disruptivo y de reformulación. Incluso, estas obras que funcionan como claves en el sistema literario argentino poseen una relación ambigua con las formas o los géneros. Estos libros necesitan crear una forma que les permita ser leídos y escribirse de un modo nuevo. Sucede así con textos como El matadero, de Esteban Echeverría, con sus cruces entre sátira política, novela corta y relato breve; el Facundo, de Domingo Sarmiento, que toma elementos del ensayo, de la geografía, de la historia, y también de la novela, para tramar una defensa política, una lectura casi total de la realidad a través de la dinámica civilización/barbarie, un proyecto de futuro y de país para una nación que surgía del desierto de lo real. De similar manera ocurre con la ficción calculada que pone en funcionamiento José Mármol en Amalia para desentrañar, en la novela,² la figura y los usos de la violencia en los tiempos de Juan Manuel de Rosas. Así también, a finales del siglo XIX, el canto de un gaucho llamado Fierro, forjado en la injusticia y convertido en forajido, tensiona las líneas de la poesía, y en ese sentido la Ida puede ser leída como denuncia política y discurso contestatario. La mención de estos textos expone las líneas de tensión entre formas, escritura, historia, lecturas y proyectos de lo real.

    Ya en el siglo XX, y como una continuidad de los desdibujamientos de fronteras genéricas, Fernando Reati (1992: 12) plantea la dificultad/imposibilidad de la narrativa argentina para representar la violencia por medio de la simulación mimética del realismo. En este sentido, desde la década de 1950, con textos como Operación Masacre, ¿Quién mató a Rosendo? o Caso Satanowsky de Rodolfo Walsh, y luego, por citar solo algunos ejemplos reconocidos, Nadie nada nunca de Juan José Saer y Respiración artificial de Ricardo Piglia, obras atravesadas por los interrogantes y la incertidumbre que ponen en juego y en crisis lo que puede ser contado, lo que debe ser contado y lo que el silencio ha difuminado: para tener la experiencia a partir de la recuperación del sentido, como reza el epígrafe de T.S. Eliot incluido en la novela de Piglia. En este sentido, uno de los géneros clave para reflexionar acerca de la crisis de la representación y la búsqueda por reescribir ciertas zonas opacas de la realidad argentina es la narrativa y, en específico, la novela.³ En simultáneo con la aparición de las obras de Walsh y antes de la publicación en la década de 1980 de los libros de Saer y Piglia, un gran número de autores tucumanos ya empleaban la novela como espacio de registro y recuperación de desapariciones, torturas, silencios y olvidos. Crisis, futuro, sangre, ficción, muerte, historia, pesadillas, dictaduras, reescrituras son puntos de fuga desde los que la novela intenta recuperar y reconstruir lo real de un esquivo país llamado Argentina.

    III

    La escritura es una forma de asumir la existencia de los vacíos, de rodearlos y, por lo tanto, hacerlos presente. El vacío y la ausencia se hacen patentes a través de los silencios presentes en los relatos. Aquellas cosas que parecen no estar o permanecen elididas, que flotan en elipsis, proponen otras miradas. Los vacíos de los relatos se revelan en los silencios. La insinuación, la pista, el anuncio de una huella posible se transforman en herramientas para hablar de la ausencia, para escribir una historia diferente, para reconstruir la atmósfera única y decisiva de una época; en fin, para intentar reescribir el pasado.

    La construcción del corpus novelístico se sustenta en recorridos críticos previos, aunque incompletos, siempre productivos e insinuantes. En este sentido, los límites temporales elegidos, que abarcan las novelas publicadas entre 1950 y 2000, no son estáticos sino líneas permeables de continuidades que condensan momentos representativos y series discursivas, estéticas y políticas en la escritura novelística. De alguna manera, ese período del corpus seleccionado también da cuenta de un Zeitgeist, de una época en el mundo. Este período está precedido por dos guerras mundiales, y en el llamado siglo de los genocidios los conceptos de sobrevivientes, testigos, testimonios adquieren otras implicancias en las obras de Elie Wiesel, Primo Levi, Stefan Zweig, Simon Wiesenthal, Jorge Semprún, Walter Benjamin. La crítica de la historia como disciplina ya no puede ser ejercida solo desde la cátedra, como lo demuestran los casos emblemáticos de Maurice Halbwachs y Marc Bloch. Entre 1945 y 1947, Vladimir Nabokov escribía Barra siniestra, una novela que se anticipaba a lo que Carlos Fuentes (2012) identificaría en Latinoamérica como el ciclo de las novelas sobre dictadores. Es en 1949, en la mitad del siglo XX, cuando Alejo Carpentier (2005: 7-12) publica El reino de este mundo, que pone en evidencia una revelación privilegiada de la realidad que es parte de la historia de América como crónica de lo real-maravilloso, intemporal y al mismo tiempo exacta y rigurosa. Este es uno de los puntos de partida que retoma el llamado boom latinoamericano que, según Doris Sommer (2010), entre las décadas de 1960 y 1970, busca demoler la linealidad narrativa tradicional y romper la naturalización habitual de la historia. Para Juan José Saer (2014: 177), durante el siglo XX la narración dio cuenta de una realidad que no era fija, inamovible, sino una materia imprecisa, fluctuante, inestable. Al mismo tiempo, el rechazo de lo ficticio no implica un criterio de verdad ya que la ficción intenta poner siempre en juego la complejidad, la turbulencia de la realidad objetiva (2014: 10-11).

    En este marco de tensiones estéticas y políticas, en las diversas novelas del corpus existe un intento de narrar un Tucumán conflictivo y en ebullición, por lo que las temporalidades construidas revelan quiebres, hiatos, yuxtaposiciones, borramientos. Las novelas estudiadas intentan restituir y recuperar, a través de la ficción, silencios, sucesos y procesos que dan cuenta de otra sociedad, de otra historia posible. El discurso novelístico permite abarcar diferentes registros y ecos y trazar otra memoria, quizás, otros recuerdos; en sintonía con lo que destaca Saer (2014: 15) sobre las grandes ficciones de nuestro tiempo que siempre proponen un entrecruzamiento crítico, una tensión íntima y decisiva entre verdad y falsedad.

    Es así como muchas de las novelas estudiadas realizan un salto hacia atrás en el tiempo y refieren sucesos de una época alejada del momento de escritura o publicación. Sin embargo, no se intenta en las novelas del corpus reconstruir ningún pasado, sino construir una visión del pasado y sugerir la persistencia histórica de ciertos problemas (Saer, 2014: 45-46). Como sucede con la novela En el surco (1929), de Mario Bravo, que se traslada casi veinte años al pasado, en La bomba silenciosa (2009), de Eduardo Rosenzvaig, que recupera acontecimientos del siglo XIX o en Pretérito perfecto (Foguet, 1983) en la que se condensan el presente del relato en 1972, el presente de escritura entre 1975 y 1982, con la epidemia de cólera ocurrida entre 1886 y 1887.

    A pesar de estos intentos de deslindar las zonas de la ficción y de lo real, en las novelas estudiadas es posible leer una narrativa que da cuenta de un lugar, una historia, una sociedad; se puede reconstruir una imagen de un Tucumán perdurable. Por otro lado, tampoco se desprende de las hipótesis de esta investigación que, en las novelas estudiadas, se realice un recuento completo y exhaustivo de la historia de Tucumán, sino que, a partir del rescate o la reescritura de sucesos o procesos, la discursividad de la novela construye otras temporalidades y miradas para registrar marcas de lo cotidiano, huellas (como las llama Marc Bloch) de acontecimientos difuminados en la historia o en la memoria colectiva del presente. Es así como la ficción funciona también como un mecanismo de la memoria de una ciudad. En las novelas es posible que los relatos y las memorias sobre Tucumán permitan vislumbrar el tiempo en el espacio (Bajtín, 2011: 219). Personajes, espacios narrados, construcción de diversas temporalidades, recuperación de voces y palabras de una época, reescrituras y ficcionalización de sucesos, todos estos son elementos fundamentales para leer las obras y establecer entre ellas vinculaciones estéticas, escriturarias y políticas.

    Podría afirmarse que, para muchos de los autores estudiados, la novela es una herramienta clave para dar cuenta de los conflictos y las tensiones de la sociedad y de los procesos históricos en la provincia y el país. En este sentido, para citar un ejemplo, la representación del mundo de la caña y del azúcar pone en escena las confrontaciones y, por sobre todo, lo que se percibe como una crisis constante. La mirada sobre la realidad, o la literatura de lo real, que se propone en las obras novelísticas genera textualidades que interpelan una época y un espacio, contemporáneo y futuro.

    IV

    ¿Cómo puedo saber lo que voy a decir? (Bloch, 2000: 73). Como esta interrogación, todas las preguntas abren siempre la amplitud del tiempo y del espacio. Así, la duda se transforma en un movimiento, en una búsqueda incesante. Porque las preguntas, como los recuerdos, siempre están tramados desde el presente, establecen un vínculo entre tiempos, significan un anclaje en el aquí y el ahora; son una de las formas más potentes para asumir la incertidumbre. ¿Qué relaciones se establecen (se pueden establecer) entre la ficción y la historia? Si la voz Tucumán originalmente indicaba hasta aquí no más, como un non plus ultra, es preciso dar un paso más.

    Tanto la historia como la escritura ficcional construyen discursos sociales propios que organizan lo "decible –lo narrable y lo opinable– en el marco de una sociedad determinada (Angenot, 2012: 21). Estos discursos sociales interactúan entre ellos, representan lo real a través de una ordenación y homogeneización, por lo que una sociedad se objetiva en textos y, a partir de su lectura, es posible reconocer ciertas reglas de lo decible y de lo escribible" (29). La ficción y la historia se sostienen en el discurso, se constituyen, como lo señala Michel de Certeau (1993: 34), a través de la práctica escriturística, que pone al discurso en relación con lo otro, lo real. Tanto Hayden White como Roland Barthes destacan que en el siglo XIX confluyen el desarrollo de la disciplina histórica y de la novelística. El discurso histórico, por su lado, trata de separar lo imaginario de lo real y, por lo tanto, lo real equivale a la verdad. De este modo, consigue dar forma a la realidad, cuando la trama impone significado a los acontecimientos (White, 1992: 35). Pero así como se organiza lo que se dice, también queda expuesto aquello que se calla, que se borra y que se olvida. Desde esta perspectiva, la relación entre la historia y la literatura es tenue y difícil de definir (62) porque las teorías actuales del discurso diluyen las fronteras entre discursos realistas y ficcionales considerando a ambos como aparatos semiológicos (12). Así lo describe Tomás Eloy Martínez (1996: 94-97):

    ¿Cómo no pensar que por el camino de la ficción, de la mentira que osa decir su nombre, la historia podría ser contada de un modo también verdadero –al menos igualmente verdadero– que por el camino de los documentos? […] Pero en la Argentina, la novela me ha parecido siempre un medio más certero para acercarse a la realidad que las otras formas de la escritura. Primero, porque la realidad es de por sí novelesca. Y luego, porque la complejidad de esa realidad novelesca exige que la nación sea narrada con instrumentos más flexibles y, por supuesto, más complejos.

    Siegfried Kracauer (2010: 219) afirma que la disciplina histórica se mueve en una terra incognita, un área intermedia, un espacio de antesala que no puede ser tratado de manera definitiva. Esta zona de indeterminación, esta antesala, también puede ser identificada como un espacio existente entre la ficción y la historia, un espacio de contacto y transgresión entre ambas: Se puede crear un discurso imaginario sobre acontecimientos reales que puede ser no menos «verdadero» por el hecho de ser imaginario (White, 1992: 74). La búsqueda crítica procura entonces identificar, definir, abrir la zona de indeterminación, ese espacio límite que se encuentra en el punto de contacto entre la ficción y la historia tucumana. En esa zona indeterminada e intermedia es preciso accionar como un historiador, ejercitar la duda, intentar captar el presente a partir de las huellas que persisten en los textos para intentar comprenderlo (Bloch, 2000: 58). La ubicación en esta antesala obliga al lector que escribe sus lecturas a ejercitar una movilidad transdisciplinaria, trabajar entre disciplinas para rehacer las preguntas más que para juntar los saberes (García Canclini, 2014: 17), animarse a atravesar vacíos, mirar de otro modo los sucesos, no solo cada ciencia, considerada aparte, encuentra en los tránsfugas de los sectores vecinos los artesanos mejores, a menudo, de sus éxitos (Bloch, 2000: 198). Se propone así una lectura perfilada (Barthes, 1991: 74) de las obras. La escritura crítica recibe y cuestiona reflexiones que ejecuta la obra sobre sí misma y propone una nueva escritura, que se acerca y se aleja del texto de origen.

    V

    La historia de Tucumán consigue hablar sobre la historia de todo el país. La provincia es la menos extensa de la República Argentina y está situada en la región noroeste, a más de 1300 kilómetros de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Desde el traslado desde su lugar original en Ibatín hasta la actualidad, la ciudad de San Miguel de Tucumán registra una de las densidades poblacionales más altas del país, y en el presente alberga más de un millón de habitantes. Allí, en julio de 1816 se llevó a cabo la declaración de la independencia. La provincia se convirtió desde finales del siglo XIX en un importante centro cultural y económico. Como testimonio del desarrollo cultural de Tucumán, puede destacarse que en 1914 se fundó la primera universidad de la región.

    Ese pasado de la provincia se encuentra jalonado por procesos conflictivos que exponen las tensiones entre poder y grupos sociales. En este sentido, la epidemia de cólera desatada en diciembre de 1886 y que se extendió hasta febrero de 1887, causante de una gran mortandad en la población, desnudó los recursos y procedimientos del poder central para intervenir en la política provincial. Mientras el gobernador Juan Posse, que no estaba alineado con la administración del presidente Miguel Juárez Celman, se oponía al paso de un convoy del Ejército que llevaba soldados contagiados, el ministro del Interior Eduardo Wilde le ordenaba dejar pasar al convoy so pena de ser acusado de vulnerar territorio y potestades federales. La muerte reinó en todos esos meses y tiempo después un golpe de Lídoro Quinteros, apoyado por el juarismo, derrocará a Posse.⁵ Quinteros será elegido gobernador con posterioridad. La industria azucarera se mantenía en un equilibrio precario fundado en el sometimiento y la violencia aplicados sobre obreros y pequeños cañeros. Desde 1904 se producen masivas huelgas que desnudarán la vida precaria, las condiciones inhumanas de trabajo, la paga insuficiente. Así sucederá en los años 20 y 30, en las huelgas de 1949 contra el alineamiento peronista, y en 1959 y 1961 contra la represión dispuesta por el radical Celestino Gelsi. En este marco es que en octubre de 1959 surgen los Uturuncos como parte de la llamada resistencia peronista, el primer grupo guerrillero de la historia argentina que tendrá vigencia hasta 1961. También en 1968 surgirá otro grupo guerrillero que será desarticulado antes de comenzar a operar en la zona de Taco Ralo.

    Tucumán fue una de las provincias más castigadas por los procesos represivos imperantes y las sucesivas dictaduras militares, en especial por la última, iniciada el 24 de marzo de 1976 y autodenominada Proceso de Reorganización Nacional. Años antes, en 1966 y durante la dictadura militar de la Revolución argentina, comandada por Juan Carlos Onganía, se decretó el cierre de once ingenios azucareros de los veintisiete que estaban en funcionamiento y se planeó la reestructuración económica de la provincia y la diversificación industrial del territorio.⁶ Estas intervenciones produjeron, entre otros fenómenos, el éxodo masivo de más de 250.000 tucumanos y un alto desempleo que llevó a muchas familias a quedar en la indigencia ante la falta de trabajo. A esto se le sumaba la creciente violencia de las autoridades militares, cada vez más intolerable para la población. Como expresión de esta situación insostenible, y como ecos del Mayo francés de 1968⁷ y del levantamiento social en la provincia de Córdoba en 1969 (conocido como el Cordobazo) (Brennan y Gordillo, 2008), se produjeron en la provincia de Tucumán tres levantamientos sociales en 1969, 1970 y 1972, conocidos sucesivamente como Tucumanazos y Quintazo (en referencia a la Quinta Agronómica, predio de la Universidad que funcionó como núcleo de resistencia). Estos tres movimientos estuvieron protagonizados por estudiantes universitarios y secundarios, obreros de los ingenios cerrados, empleados estatales, docentes, sacerdotes tercermundistas. Frente a los obreros y estudiantes que tomaron predios de la Universidad y cercaron noventa manzanas de la ciudad capital con barricadas, la represión del Ejército fue impiadosa.⁸

    Con el regreso del régimen democrático en 1973, en esos primeros años se instalan comandos del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) que buscaban establecer una zona liberada (a la manera de la Sierra Maestra en Cuba) en las montañas cercanas a San Miguel de Tucumán. De este modo, la violencia se convirtió en algo cotidiano en las calles tucumanas, con sucesivos atentados de los comandos guerrilleros; asesinatos y secuestros de civiles por parte de personal policial y grupos paramilitares de extrema derecha. Luego de la muerte de Juan Domingo Perón en 1974, quedó a cargo de la presidencia María Estela Martínez de Perón, quien en un decreto secreto de febrero de 1975 declara la sanción del Operativo Independencia⁹con el que se buscaba neutralizar y/o aniquilar la amenaza subversiva que operaba en los cerros tucumanos. Sin embargo, los únicos alcanzados por esta orden de exterminio, emanada por un gobierno constitucional y democrático, no fueron los comandos del ERP, sino también numerosos civiles, intelectuales, dirigentes sindicales, políticos, estudiantes…

    Luego del 24 de marzo de 1976, y a pesar de que las tropas del ERP ya habían sido exterminadas,¹⁰ las persecuciones y desapariciones seguían siendo lo cotidiano y gran parte de la población se replegó en una intimidad atravesada por el terror omnipresente. Con las leyes de Obediencia Debida y Punto Final se abren las puertas para la postulación, en las elecciones a gobernador, de Antonio Domingo Bussi, militar a cargo del Operativo Independencia desde diciembre de 1975, y luego confirmado como gobernador militar hasta diciembre de 1977. Finalmente, en 1995 es elegido gobernador de Tucumán¹¹ y culmina su mandato con una suspensión a su cargo, y envuelto en un escándalo por enriquecimiento ilícito.

    VI

    Este libro está estructurado en tres capítulos. La organización obedece a un intento de exponer progresivamente conceptos teóricos fundamentales y brindar un panorama de la novelística estudiada para finalmente analizar en las novelas del corpus las reescrituras de la historia a través del discurso ficcional. En el capítulo 1 se despliegan conceptos y perspectivas teóricas que resultaron relevantes para el desarrollo de la investigación. Lo expuesto en ese capítulo no pretende abarcar la totalidad de los sistemas teóricos existentes, sino que intenta exponer las potencialidades de estas herramientas para leer el corpus de novelas. El capítulo 2 propone un recorrido por las producciones literarias en Tucumán y enmarca brevemente los hitos y desarrollos más importantes del campo cultural tucumano. Se toma el concepto de campo de Pierre Bordieu solo con el fin de dar cuenta de los procesos y las tensiones que atraviesan la dinámica cultural y literaria. A partir de investigaciones precedentes, se hace mención a los diferentes grupos culturales que surgen y a revistas y publicaciones que comienzan a aparecer con asiduidad. Se muestra especial interés en el impulso que conducirá a la creación de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT), al afianzamiento de los suplementos literarios y culturales y al surgimiento del grupo La Carpa. Con posterioridad, se brindan los

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