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Hotel Hibiscus Fruit: Los misterios de Abby Foulkes, Libro 1
Hotel Hibiscus Fruit: Los misterios de Abby Foulkes, Libro 1
Hotel Hibiscus Fruit: Los misterios de Abby Foulkes, Libro 1
Libro electrónico383 páginas5 horas

Hotel Hibiscus Fruit: Los misterios de Abby Foulkes, Libro 1

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En receso de su trabajo en Newcastle upon Tyne, tras la muerte de su amado, la Sargento Detective Foulkes está en Scíathos con su hijo pequeño Johnny. Pero cuando comenzaban a relajarse, Johnny encuentra restos humanos en un bosque cercano a un monasterio griego, en una ladera sobre la ciudad de Scíathos. No pasa mucho tiempo para que Abby descubra que no es el primer grupo de huesos que han sido encontrados. Cuando alguien desaparece del hotel Hibiscus Fruit donde se están hospedando, Abby se ve atraída por el misterio. Hotel Hibiscus Fruit es una novela de suspenso rápida que muestra a Abby pasar de estar afligida y asustada a tomar el control y, en el proceso, a descubrir una visión distinta de su propio pasado.

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento1 mar 2020
ISBN9781547540631
Hotel Hibiscus Fruit: Los misterios de Abby Foulkes, Libro 1

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    Hotel Hibiscus Fruit - Alison Gray

    SOBRE EL LIBRO

    Tras la muerte de su amado, Rafe, y en descanso de su trabajo en Newcastle upon Tyne, la Sargento Detective Foulkes está en Scíathos con su hijo pequeño Johnny. Pero cuando comenzaban a relajarse, Johnny encuentra restos humanos en un bosque cercano a un monasterio griego en una ladera sobre la ciudad de Scíathos.

    No pasa mucho tiempo para que Abby descubra que no es el primer grupo de huesos que han sido encontrados. Cuando alguien desaparece del hotel Hibiscus Fruit donde se están hospedando, Abby se ve atraída por el misterio. Su inhabilidad de hablar el idioma griego y su independencia terca la ponen a ella, y a Johnny, en peligro mortal.

    Hotel Hibiscus Fruit es una novela de suspenso que muestra a Abby pasar de estar afligida y asustada a tomar el control y, en el proceso, a descubrir una visión distinta de su propio pasado.

    SOBRE EL AUTOR

    Alison Gray nació y creció en Escocia, entre 1960 y 1970. Hotel Hibiscus Fruit es la primera novela en la serie Los Misterios de Abby Foulkes, ambientada en el noreste de Inglaterra y en el mar Egeo.

    DEDICATORIA

    a mi familia

    Sábado, 14 de junio, 2014

    UNO

    Johnny le sonrió a Abby a través del cabello húmedo cayendo sobre sus ojos. Su cabello ya estaba demasiado largo. Había tenido la intención de cortarlo cuando estaban en Inglaterra antes de partir. ¿Por qué no lo había hecho? Era una pregunta estúpida. Las cosas se habían salido de su control después del funeral. Cuando se ponía a pensarlo, era sorprendente cómo habían logrado subirse al avión y llegar a Scíathos. Pero ahora, en todo lo que podía enfocarse era en lo que él estaba poniendo frente de su cara.

    Bien podrían haber sido huesos de caricatura pero Abby lo supo tan pronto como los vio. Eras femorales humanos, treinta centímetros de largo y no tan anchos como uno esperaría de un mamífero grande, como un caballo o una vaca. Gruesos, lisos y blancos. Limpios.

    —Son míos. Me los voy a quedar.

    Ella sacudió su cabeza en negativa.

    —Sí —él dijo—. Son para mi cementerio.

    Johnny se había obsesionado con un juego de cartas durante el año pasado que involucraba monstruos y cementerios. La boca de Abby se secó.

    —¿Dónde está Mark? —Abby escuchó la voz de Letitia detrás de ella. Mark era el esposo de Letitia.

    —Sí, te dije que te quedaras cerca de Mark —Abby le dijo a Johnny, dándose cuenta de repente que

    él estaba solo—. ¿Por qué no hiciste lo que te dije?

    —¿Qué es eso? —la voz de Letitia provocó que Abby se girara para mirarla—. ¿Son...? —su voz desapareció. Abby notó su expresión horrorizada y luego, Letitia rodó para quedar sobre sus rodillas e intentó ponerse de pie.

    —Está bien —Abby dijo—. No te preocupes. Iré con Johnny y encontraremos a Mark. Yo me encargo de todo. Solo quédate aquí.

    Aunque solo era Junio, justo el inicio de la temporada turista, el clima estaba cálido. Letitia estaba entrando en los setenta, más joven que Mark por cerca de diez años, pero menos en forma. Así que Abby se había quedado con ella, descansando después de una larga caminata de la ciudad de Scíathos hasta el monasterio de Panagia Evangelistria, mientras que Mark caminaba con Johnny un poco más adelante para encontrar el monasterio abandonado de Haralambos. Los monasterios estaban rodeados por bosques de pinos y olivos así como palmas, aunque también una gran cantidad de arbustos, matorrales y árboles de hoja caduca como abedules y plátanos. Bastante protección de los rayos del sol aunque también los suficientes como para perderse en ellos, Abby pensó mientras se preguntaba donde estaba Mark.

    Johnny se giró y salió corriendo hacia los matorrales, alejándose de Abby, riéndose. Abby podía escuchar sonidos sordos que producía al ir golpeando los huesos entre ellos como baquetas.

    —Johnny —llamó, encontrando su voz—. Johnny, espera.

    Ella comenzó a correr por el pequeño camino cuando de repente se dividió en varios. Se detuvo por un momento, insegura de en qué dirección tenía que ir.

    No podía escucharlo y sus gritos no obtenían respuesta. Tomó el que pensó era el camino más limpio. Tenía que alcanzar a Johnny, encontrarlo y asegurarse de que estuviera bien. ¿Dónde estaba? ¿Dónde estaba Mark? ¿Y qué más había encontrado Johnny? Mark había dicho que el monasterio abandonado estaba a unos cuantos cientos de metros, pero después de correr por cinco minutos, Abby aún no había alcanzado a Johnny o encontrado a Mark, y sintió como la adrenalina bombeaba en su cuerpo. Esto era mucho más lejos de lo había imaginado. ¿Podría ser posible que no los hubiera visto o que tomara la vereda equivocada?

    Se detuvo y gritó de nuevo.

    —Johnny.

    Sus emociones estaban por todos lados. De entre todas la cosas que podían suceder. Había traído a Johnny a este lugar para relajarse, para divertirse, que dejara atrás su tristeza. Desde el asesinato de Rafe, ambos habían estado en pedazos. Ella había pensado que sería bueno para los dos el venir a Scíathos, donde ella y el padre de Johnny se habían conocido hace quince años. Su madre y su hermana, Tanya, no habían estado tan seguras, pero Tanya se les iba a unir en unos días, después de una conferencia de trabajo. Ahora Johnny había encontrado huesos humanos. Y Mark había desaparecido. Estarían de nuevo envueltos en otro asesinato, quizás un misterio, e igual no podía encontrar a Mark. Por qué había permitido que un hombre de más de ochenta años y su hijo de siete, se fueran solo por la isla. ¿Por qué?

    Comenzó a correr de nuevo. Por el rabillo de su ojo notó un destello o algo parecido. Se giró, observando el bosque mientras corría. Su corazón latió más fuerte y sus vellos se erizaron en sus brazos a pesar del calor. De repente su pie se atoró en algo y salió volando por el aire y cayó en medio de un arbusto. Tuvo suerte. Eso había detenido su caída, pero estaba aturdida de cualquier manera y sus brazos estaban arañados. Se levantó y escuchó por un momento pero todo lo que pudo oír fue su respiración agitada. De repente, vio otro destello. Amarillo y azul. Un pájaro. Eso era todo.

    —Johnny —llamó—. Johnny. ¿Dónde estás?

    La maleza crecía densa en algunos lugares. Abby tuvo que usar sus brazos para mover ramas de su camino y agacharse en más de una ocasión. Johnny habría corrido por aquí con facilidad por el simple hecho de que era pequeño. Probablemente el camino no era más que un sendero de cabras. Si las cosas se ponían peor, necesitaría un machete para hacer su camino. ¿Qué había estado pensando Mark? ¿Cómo pudo haber dejado que Johnny corriera solo así? ¿Cómo pudo Johnny haberla desobedecido? Le advirtió que se quedara cerca de Mark en todo momento. No lo habría dejado ir si Johnny no hubiera accedido. ¿Quizás Mark había colapsado en este calor, o de cansancio al haber tratado de correr tras de Johnny? Sacudió su cabeza ante ese pensamiento. Tenía que encontrarlo. ¿Y si algo le había pasado a Mark? ¿Y si encontraba a uno pero no al otro?

    Y de repente, al mismo tiempo, estaba fuera de la maleza y el sendero en el que iba se abría en un camino. Sentado en una roca frente a ella estaba Mark, sosteniendo su cámara digital.

    Casi se sintió enferma de alivio al verlo.

    —¿Dónde está Johnny? —Abby se sentía casi histérica pero Mark puso un dedo sobre sus labios y señaló detrás de la piedra sobre la que estaba sentado. Abby estiró su mano y tomó la cámara de las manos del

    hombre con una mirada cortante, y luego rodeó la piedra.

    —¿Estoy en problemas? —Johnny preguntó.

    —No salgas corriendo de esa manera —Abby dijo—. No de Mark y no de mí.

    —Quiero quedarme con estos —dijo él, sosteniendo los huesos detrás de su espalda.

    Abby sacudió su cabeza y se sentó junto a él, explicándole que era lo que había encontrado. Por el hecho de que ella fue gentil, él no aventó los huesos al suelo como había temido. Ella quería que los colocara tan cerca como le fuera posible del lugar de donde los había tomado.

    A Abby le resultó difícil seguir las emociones que cruzaron el rostro de su hijo, desde la boca abierta, la inhalación de aire, sus ojos abriéndose redondos y el final de su determinada rebeldía. El cuerpo completo del niño tembló al darse cuenta de que era lo que ella le estaba diciendo. Que sostenía huesos que solían estar dentro de las piernas de alguien. Él los sostuvo a una distancia de su cuerpo, como si quisiera que Abby los tomara, pero ella sacudió su cabeza, negando.

    —Quiero que me lleves a donde los encontraste y los pongas de vuelta ahí —ella le dijo.

    Él la guió bosque a dentro.

    —¿Por qué no estabas en el camino, con Mark?

    —Él se estaba tardando mucho —Johnny dijo—. Estaba aburrido y estaba corriendo por el camino hacia el bosque y de regreso.

    —Muy bien —Abby dijo, y luego logró esquivar muy apenas el chocar contra él cuando se detuvo de repente sin avisarle para agacharse y colocar los huesos sobre el suelo del bosque.

    —Los encontré aquí —dijo.

    —¿Así?

    —Sí.

    Johnny había colocado los huesos juntos en un ángulo de noventa grados, las puntas tocándose en un extremo. Parecían una flecha apuntando hacia un claro en el bosque.

    Sorprendida por el sonido de una rama quebrándose detrás de ellos, Abby se sobresaltó.

    —Lo siento —Mark dijo.

    —¿Te importaría llevarte a Johnny de regreso al camino? —Abby intentó controlar su respiración.

    Johnny la escuchó y de inmediato se dirigió al camino. Abby cubrió su vista del sol y miró en la otra dirección, hacia el claro. Como Mark no se movió, Johnny se detuvo y se regresó hacia ellos, sin que Abby o Mark se dieran cuenta.

    —¿Qué sucede? —Mark preguntó.

    —No estoy segura —dijo ella—. Quiero intentar acercarme y echar un vistazo.

    Mark también cubrió sus ojos del sol y Johnny se paró sobre las puntas de sus pies, tratando de ver también pero incapaz de ver algo más allá de la obstrucción de un viejo árbol caído y cubierto de vegetación verde. Después de un momento, el niño escuchó como se les cortaba la respiración.

    —¿Qué es? —dijo, incapaz de contenerse por más tiempo.

    DOS

    Abby se giró y vio a Johnny asomándose por detrás de Mark para ver que estaba haciendo ella.

    —Te dije que regresaras al camino —le dijo, consciente de que su voz sonó brusca—. No me tardaré mucho.

    —Ven, Johnny —Mark dijo y Abby observó mientras él y Johnny se alejaban caminando.

    Ella encendió la cámara digital.

    —¿Qué estás haciendo? —Mark dijo, girándose cuando escuchó el sonido del obturador. Su voz y luego la de Johnny se escucharon a través del espacio que les dividía.

    —Mami trabaja para la policía. Ella es un sargento detective.

    Era casi como si los femorales estuvieran ahí para guiarte a encontrar los otros, pensó Abby. Apuntó la cámara hacia lo que ella y Mark había visto en el claro de más adelante. El sol estaba reflejándose sobre un gran número de objetos blancos variados en el suelo. Pareciera como si éstos hubieran sido acomodados en una gran espiral. Se concentró en contrarrestar la brillante luz del sol, luego hizo zoom y sostuvo la cámara lo más quieta posible mientras evaluaba lo que podía ver. Luego presionó el obturador, una y otra vez, moviendo la cámara ligeramente en cada ocasión. Pensó sobre el patrón que los huesos formaban y qué podría significar, pero no tenía idea. No podía ni imaginar un significado para acomodar huesos humanos en un paisaje como ese. La idea de que alguien cargara los huesos humanos hasta aquí, a este hermoso lugar, y los

    acomodara de esta manera le ponía la piel de gallina.

    Cuando terminó, se giró y caminó de regreso para reunirse con Mark y Johnny en el camino, sacando su teléfono móvil en el trayecto. Solo había una barra en el icono de señal.

    —Tenemos que ir a la estación de policía —dijo ella mientras se les unía—. La policía será capaz de identificar de dónde vinieron los huesos y qué hacer con ellos.

    Ella sabía muy poco de los procedimientos de la policía en un país extranjero. En Inglaterra, era muy directo, si encontrabas huesos humanos, le decías a la policía local inmediatamente. Ellos contactaban al Departamento de Investigación Criminal y a un antropólogo para evaluar si los huesos eran modernos o antiguos y que otra investigación, si se necesitaba, sería requerida. Aquí, ella no estaba segura de que sucedería pero, al menos, si hablaban cara a cara sería más fácil que a través de una línea deficiente en griego titubeante e inglés.

    —¿Necesitamos proteger el área? —Mark dijo— Podría quedarme aquí mientras vas por la policía.

    —Yo me podría quedar —Johnny estaba intentando de ser valiente. Abby podía notar por el temblor en su voz que la valentía de su pequeño hijo se había esfumado ya, y él apretó su mano.

    Abby negó con la cabeza.

    —No, Johnny, necesito que le digas a la policía sobre como descubriste los huesos y también sobre los que tocaste.

    Él la miró.

    —¿Me van a llevar a la cárcel?

    —No —Abby puso su brazo sobre los hombros de su hijo—. Pero encontraste los huesos. Ni yo ni Mark. Así que necesito que les digas tu historia.

    Ella meditó por un momento, evaluando que hacer. Estaba incómoda, sintiendo el aislamiento aquí en la ruta hacia el monasterio abandonado de Haralambos. Mark había subestimado la distancia que habían caminado Johnny y él, viniendo del monasterio de Panagia Evangelistria. Debía ser por lo menos un kilómetro, una buena caminata de quince minutos al ritmo de Mark. Ella no quería dejar a Mark, un hombre mayor en sus ochenta, solo en el bosque cuando estaba muy claro que algo malo había pasado aquí. No sabía cuánto tiempo habían estado los huesos allí. ¿Y si la persona que había dejado los huesos aún estaba en el bosque?

    —Creo que es importante que todos vayamos a la policía y les demos las fotos que tomé. También necesitamos  darles la ubicación y nuestras declaraciones. Los huesos estarán bien por un rato, puede que ya hayan estado ahí por más tiempo. Nunca los verías a menos de que anduvieras explorando en el bosque. Si nos vamos de inmediato, creo que van a estar bien.

    A Mark no le gustaba el quedarse allí solo por quien sabe cuánto tiempo. Con Abby haciéndose cargo se sentía como un niño de nuevo, a pesar de que la mujer tenía menos de la mitad de su edad.

    —Muy bien —dijo— pero Letty no necesita venir con nosotros, ¿o sí? No es como si ella pudiera decirles algo.

    Se sentía un poco culpable dado que sabía que esa caminata matutina había sido más extenuante de lo que le había dejado creer a ella. Y si ella tenía que ir a la policía con ellos y sentarse a esperar hasta que pudieran aclarar su historia, ella terminaría aún más cansada.

    Cuando regresaron al monasterio de Panagia Evangelistria encontraron a Letitia luciendo preocupada. Su rostro se relajó cuando vio a Mark y le saludó. Él fue a ayudarla a levantarse de donde estaba sentada sobre una sábana doblada. La mujer había empacado las pertenencias de todos y estaba lista para partir, o lo que se necesitara hacer. Sabía que algo necesitaba ser hecho, con eso de que el niño encontró huesos humanos.

    Más gente estaba pasando por ahí ya, yendo o viniendo del monasterio. Ya no se sentía tan aislado y callado. Parecía ocupado y Abby miró rápidamente a los otros turistas, preguntándose cómo y cuándo los huesos habían sido dejados en el bosque. ¿Pudo haber sido hecho por alguien a quien ella estuviera mirando ahorita? Tomó algunas capturas con la cámara para fotografiar a las personas en el área.

    Mientras Mark y Letitia caminaban más adelante que Abby y Johnny por la ladera, Abby le escuchó explicarle a Letitia que ellos tres necesitaban ir a la estación de policía, pero que ella debería ir al hotel y descansar. Letitia parecía querer llorar. Además del cansancio, Abby imaginó que ella se debería sentir un poco afectada por el descubrimiento.

    Después de diez minutos, encontraron una parada de autobús. Había una larga fila de gente esperando poder subirse para ir la ciudad, así que tuvieron que ir de pie dado que iba muy lleno. Cuando Letitia se bajó del autobús, lo hizo haciendo una mueca de dolor y se alejó cojeando desde la parada en dirección al hotel.

    —¿Quieres ir con ella? —Abby le preguntó a Mark.

    Él sacudió su cabeza.

    —Ella estará bien —dijo—. Solo quiero terminar con esto.

    Abby le miró, preguntándose si el sobresalto del día estaba resultando ser mucho para él. ¿Su consideración por Letitia había sido opacada por el descubrimiento de los huesos? Y luego recordó lo que él le había dicho en la caminata de esa mañana – que su primera esposa, Anne-Marie, había muerto durante su luna de miel en Scíathos hace cincuenta años. Así que se preguntó si visitar la estación de policía traería recuerdos para él. Sin duda, la policía se habría visto envuelta en aquella ocasión. Y también se preguntó si la policía había sido amable con él o lo habían tratado como a un sospechoso.

    TRES

    La Sargento de la policía griega era una joven mujer con el cabello negro y una sonrisa fácil, quien se presentó como Nikki Passas. Era muy buena hablando inglés lo cual fue bueno, ya que Abby no tenía ganas de batallar explicando, en un griego imperfecto, lo que habían descubierto. La Sargento Passas acomodó varias sillas alrededor de su escritorio y les pidió que se sentaran mientras escuchaba que era lo que tenían que decir.

    Abby sacó la tarjeta de su cámara y se la dio a la Sargento. Cuando las fotos se descargaron y aparecieron en el monitor de la computadora de la Sargento, Abby señaló los huesos que Johnny había encontrado y él dijo que los había agarrado, deslizando su mano entre las de Abby mientras lo admitía. Mark agregó que no se podían ver los huesos desde el sendero – estaban a unos 20 o 30 metros fuera de él – y no sabía que tanto había alterado Johnny.

    Abby miró a Mark cuando lo dijo y él le miró igual.

    —No creo que Johnny haya causado alguna alteración  —Abby dijo—. Encontró los femorales y regresó con ellos para enseñármelos. No fue bosque adentro y, de hecho, nosotros tampoco. La única diferencia es que nosotros no agarramos los huesos.

    Nikki Passas levantó su mano y dijo que necesitaba tomar sus declaraciones de manera individual y, si Abby accedía, tomar las huellas dactilares de Johnny.

    Los ojos de Johnny se abrieron redondos y Abby apretó su mano.

    —Sí, está bien —dijo ella.

    —Es solo porque tocaste los huesos —Nikki le dijo a Johnny—. No hay nada por lo que temer.

    La atmósfera entre Abby y Mark se tornó incómoda cuando Johnny se fue con Nikki Passas a que le tomaran sus huellas.

    —Lo siento —Mark le dijo—. No quise ofenderte con algo que dije. Solo quería que entendiera que no podía decirle mucho.

    —Está bien —Abby contestó—. Solo estoy cansada, eso es todo. Venimos de vacaciones y ahora esto —su voz se quebró y Mark le palmeó el brazo.

    Cuando ella no había estado persiguiendo a Johnny al inicio del día o esperando a Letitia en la caminata hacia el monasterio, Mark le había preguntado sobre el padre Johnny, y Abby le dijo que Rafe había sido asesinado recientemente pero que ella lo había conocido aquí en Scíathos. Era su primera vez en la isla desde entonces. Había escuchado a Mark silbar ligeramente ya que también era su primera visita a la isla en mucho tiempo. Así que ella sabía que él entendería como se podría estar sintiendo.

    —¿Esto te hace recordar... ya sabes ... cuando lo de Anne-Marie? —dijo Abby.

    —No, es muy diferente —Mark suspiró—. Anne-Marie murió a causa de la enfermedad por descompresión.

    —¿Habías estado buceando? —dijo Abby—. Eso es muy trágico.

    —Sí —Mark se frotó los ojos—, y fue mi culpa.

    Abby se congeló y giró su cabeza hacia él, dándole su completa atención.

    —¿Qué quieres decir? —preguntó.

    —Habíamos ido a bucear con un amigo nuestro a la costa de Alónnisos y ella murió durante la noche después de la inmersión. En verdad ella no quería bucear pero nos acabábamos de casar y estábamos en la etapa donde hacíamos todo juntos. Le dije que no me importaba ir solo con Charles pero ella no lo aceptó.

    —¿Entonces te sientes culpable porque ella fue a bucear?

    —Sí, y si no lo hubiera hecho aún estaría viva.

    O quizás ella hubiera muerto por un accidente diferente, una enfermedad o dando a luz, pensó Abby. Nadie podía ver el futuro. Pero ella sentía una conexión fuerte con el hombre junto a ella, su duelo y su sensación de tener la culpa.

    —La policía me mantuvo bajo custodia —dijo él—. Fue horrible. Acababa de perder... al amor de mi vida... y fui encerrado e interrogado por horas. Quiero decir, no me importaba porque me sentía responsable pero ellos tenían preguntas, tantas preguntas y yo no podía darles las respuestas que ellos querían oír. ¿Tuvimos una pelea? ¿La había asfixiado mientras dormía? Y más. En algún punto intercambiamos golpes, terminé con un ojo morado. Charles estuvo muy bien, no sé que habría hecho sin él. Me proporcionó con una referencia de carácter y me consiguió un abogado de Atenas que hablaba inglés. Después de eso me trataron mejor y luego, cuando los resultados post-mortem llegaron, fue declarada muerte natural y me permitieron irme a casa. Encontraron burbujas en su corazón, sabes. Así que me fui a casa a Inglaterra con el cuerpo de mi reciente esposa.

    —Que cosa tan horrible —dijo Abby—. Lamento que tuvieras que pasar por eso.

    Ella se le quedó mirando, imaginando como debió haber sido. No había duda de porque no había regresado a Scíathos desde entonces, pensó. También, se preguntó por qué había regresado ahora, y estaba a punto de preguntarle cuando Mark habló de nuevo.

    —Charles, Charles McLean, quien fue a bucear conmigo y Anne-Marie, va a unírsenos esta noche en la isla —Mark se giró a Abby—. Puedes conocerlo —él sonaba optimista— ¿Te gustaría cenar con nosotros esta noche?

    —Uh... gracias —Abby dijo, pensando cuánto le gustaría eso a Johnny—. Eso sería agradable —y a pesar de su reluctancia inicial, se encontró emocionada de compartir la cena con Mark y compañía. Había sentido una conexión con Mark en la caminata. Scíathos y la pérdida de sus parejas respectivas conectadas con Scíathos, pero ahora sentía esa sensación de nuevo. Sólo que ella se guardó el sentimiento de tener la culpa de la muerte de Rafe, era algo demasiado nuevo y crudo para compartirlo. Y era complicado. ¿Cómo le podías explicar a alguien que vivió una vida normal fuera de la fuerza policial, que tu vida y la vida de aquellos a quienes amas están en peligro por culpa de tu trabajo? ¿Qué una escoria que traficaba drogas, al que investigaste y arrestaste, había puesto un contrato sobre ti?

    En los meses que llevaron al asesinato de Rafe, Abby había recibido cartas amenazantes. Los oficiales

    que eran amenazados era algo que la policía se tomaba muy enserio. Las huellas en las cartas había guiado a un ladronzuelo llamado Dan Allen quien vivía en Blyth. Él no negó haber enviado las cartas pero dijo que lo había hecho como un favor. Recientemente había sido encerrado en la Prisión de Leeds por un tiempo antes de que lo movieran a la de Northumberland; cerca de la fecha en que lo liberaron, pero mientras aún estaba en prisión en Leeds, compartió la celda con un vendedor de drogas, Damon Cooper, el mismo vendedor al que Abby ayudó a que fuera puesto tras las rejas dos años antes.

    Un préstamo personal de Allen fue reducido por 15,000 libras – el precio puesto en el asesinato de alguien, un pequeño precio por una vida humana, considerando que la muerte en carretera le costaba a la sociedad casi dos millones de libras. Luego unos reportes de seguridad salieron a la luz en la prisión de Leeds de fuentes normalmente confiables. Damon Cooper quería el asesinato de un Sargento Detective en Newcastle – quien le había atrapado. Le dieron protección policial a Abby. Un detective especial fue llamado y se le dio la tarea de vigilar su casa y de seguirla. Dan Allen fue encerrado en la prisión de Northumberland de nuevo por enviar las cartas y más robos. Abby había comenzado a relajarse. Y luego Rafe fue asesinado.

    Ella se negó a considerar protección a testigos. Esa era la última opción, pero no se podía haber pasando por todo eso y, si Cooper había dado con Rafe, él podría encontrar a cualquiera de su familia. No todos podían entrar a protección a testigos. Había hablado sobre eso con su madre, su hermana y su jefe, y él había conseguido que se acordara el llamar a otro policía y que se encargara de la protección especial de su mamá y su hermana, al igual que la de ella y de Johnny, al menos en el corto tiempo hasta que el asesino de Rafe fuera encontrado. Abby creyó que su hermana se asustaría por esto, pero de hecho Tanya se había enamorado del agente especial. Él era joven, entusiasta, alegre y, una característica que Tanya había ignorado, estaba involucrado en una relación de larga duración con una novia. Así que, mientras Abby tenía una sombra continuamente con ella, el agente especial Carter pasaba sus días llevando a Tanya a su trabajo y de regreso; acompañando a Doris, su madre, de compras y en general, vigilando la casa y el vecindario en busca de amenazas potenciales.

    Asustada, destruida y sintiéndose encerrada, Abby decidió tomar a Johnny y escaparse por un rato. Sí, era temporada de escuela, pero él estaba en el Año 3 y solo había exámenes SAT para los Años 2 y 6. Le habían dicho que no podrían protegerlos fuera de Reino Unido pero Abby sintió que era un riesgo que tomaría. Necesitaba escaparse de Inglaterra y habían ido a Scíathos. Tomó la decisión rápidamente y no le dijo a nadie, excepto a Tanya, a su madre y a su equipo de trabajo.

    Hasta ahorita todo bien.

    Pero Abby estaba preocupada de cualquier publicidad que pudiera rodear el descubrimiento de los huesos. Ella no quería que sus nombres o fotografías fueran expuestos en cualquier medio de comunicación.

    Cuando Johnny regresó de tomarse las huellas con la Sargento, estaba chupando una paleta de caramelo, él se veía bastante relajado. Johnny y Abby fueron  los primeros en dar sus declaraciones, Abby explicó que ella era una detective policía en Inglaterra, por eso fue que había tomado las fotografías. Le dio los detalles de su estación a la Sargento, y el número de su jefe, el Inspector Detective Jack Markham.

    —Lo siento —dijo ella—. No conozco el procedimiento correcto a seguir aquí. Es difícil estar en un país extranjero.

    La Sargento le sonrió.

    —Apreciamos las fotografías —dijo—. No hay problema.

    Después de que dieran sus declaraciones, la Sargento

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