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Fuera de la Torre
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Libro electrónico314 páginas4 horas

Fuera de la Torre

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Información de este libro electrónico

Jemima Forbes tiene siete años cuando ocurre un misterioso evento, su padre y su tío desaparecen de su vida. Ella se siente abandonada por su madre e ignorada por su padre, pero ella era muy cercana a su tío. Ella pasa su infancia obsesionada por la desaparición de su tío y cuando es lo suficiente mayor, se marcha de su casa para intentar averiguar qué fue lo que sucedió.

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento2 mar 2020
ISBN9781386941965
Fuera de la Torre

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    Fuera de la Torre - Alison Gray

    DEDICACIÓN

    Para cualquiera que quiera

    crecer más allá de lo que saben

    y volar libre

    PRÓLOGO

    No creo nunca me había interesado por Papi. Él era siempre muy distante. Al igual que B, nuestra madre. Pero ella tan siquiera se quedó con nosotros hasta que crecimos.

    No creo que alguna vez le hayamos llamado de otra manera que no fuera B. Su nombre real, Beatrix, era demasiado difícil y ella no quería que la llamáramos Madre o Mamá, o Ma. B era el nombre que nos enseñó que la llamáramos, diciendo que había surgido durante sus días de cortejo cuando ella y Papi estaban enamorados.

    Nuestro Papi nos dejó cuando tenía siete años y Ben solo tenía diez. No me importó porque como dije, él era distante. Para mí. Aunque no para Ben. Ben amaba terriblemente a Papi. Papi siempre jugó con él, pero no me permitían que me les uniera. Siempre tuve que mirar, pero nunca tuve tiempo para sentirme demasiado triste. Mi Tío aparecería a mi lado, como si fuera magia y me subía dando vueltas a sus hombros y jugábamos por nuestra cuenta. Tío era todo para mí: padre, madre, hermano, hermana, hada madrina. Quería casarme con él cuando fuera grande. En mi imaginación lo hice, solo en mi imaginación por supuesto. Después él siempre estaba en mi imaginación. Es por eso por lo que siempre estaba molesta, no por Papi, sino por Tío. Porque lo que sucedió ese verano. Todo comenzó ese verano.

    Agosto 1974, Troon,

    Oeste de Escocia

    UNO

    B y yo estábamos juntando bayas en los setos muy parecidos a cualquier otro que se encuentre en senderos boscosos, frondosos, descuidados de la costa oeste. Teníamos solo una cubeta que llenar, pero nos llevó una eternidad porque B estuvo comiendo moras jugosas y alimentándome con ellas hasta que nuestras bocas estuvieron manchadas de púrpura y nuestras barbillas se vetaron con jugo. Nunca la había visto tan sucia como se veía ese día. Su cara, empapada de lozanía de verano, me miró como una flor en su máximo esplendor a punto de decaer. Quizá un día más que florezca, y luego se marchitaría. sus pétalos cayendo silenciosamente a la tierra para marchitarse y morir.

    —Pareces un payaso— ella dijo, y yo medio sonreí a través de las lágrimas que me picaban en mis párpados. Mi cara estaba vetada con jugo púrpura, tal como la de ella estaba, I supe que esto era porqué lo dijo. pero me sentí herido por su comentario. Mi piel estaba cubierta de feas manchas redondas, y ser ridiculizado se ha convertido en parte de mi vida. Había intentado decirle cuando las marcas habían empezado a aparecer, pero ella no escuchaba, incluso cuando le dije después que la gente había empezado a alejarse de mí

    por ellas.

    —Lo estás imaginando— había dicho desde entonces, —Es porque eres muy pequeña. Ellos no se dan cuenta de ti porque ellos ven por encima de tu cabeza. Espera a crecer un poco.

    Porque yo no era tan grande como Ben, mi hermano, Papi pensó que yo estaba sufriendo de algún retraso en el crecimiento, o algo así él le dijo a B en suficientes ocasiones. Papi era muy alto y se enorgullecía de que sus hijos fueran altos también. Pero B no lo notó como si nada. La situación habría estado sin esperanzas a no ser por mi Tío. mi amado Tío. Él amenazó con llevarme al doctor él mismo si B no iba a hacerlo. Ella pareció despertarse hasta entonces como si hubiese estado durmiendo todo el tiempo porque me llevó a cirugía sin menor retraso. El doctor dijo que no era algo serio, no era nada de vida o muerte, pero hubiera sido más fácil si me hubieran llevado antes. Podría decir que ella estaba avergonzada por el sonrojo que se asomaba por el cuello. Cuando nos fuimos de la cirugía ella estaba tan guinda como una de las bayas que recogimos ese día en los setos.

    Después de la visita con el doctor, elle empezó a ponerme más atención lo cual era porque estábamos juntas y a solas en los setos. Mas al verla devorar las bayas entre el calor y la tierra sentí como si no la conociera. Me asustó y deseaba estar en casa con Ben y con Tío, quien había venido de visita durante el día y se quedaría a pasar la noche.

    Tío había siempre estado ahí para mí, incluso bromeaba que cuando yo era muy pequeña y estaba aprendiendo a hablar, yo le llamaba Ma por un tiempo, pero yo no recuerdo si eso era cierto. Sin embargo, no hace mucho tiempo él había terminado sus estudios y se volvió, lo que él llama orgullosamente, un hombre trabajador y no lo veíamos tan seguido como solíamos. Resentí tener que pasar este día con B y no con él.

    B se sentó y jaló su rodilla hacía su barbilla. El sol me caía sobre la parte de atrás de mi cuello. Ella levantó su mano y se recogió el cabello de los ojos entrecerrando los ojos contra la vislumbre de los rayos de sol.

    —«Son para verte mejor».

    Ella lo citó de la historia que yo tanto amaba actuar con Tío. El lobo era nuestro juego especial, suyo y mío. Él y yo lo habíamos jugado tanto como podía recordar y ella no tenía derecho. El diálogo que ella usó era de Tío y yo sentí que ella estaba tratando de robar algo de él. Me negué a jugar, volteándome u odiándola por eso.

    Hasta cuando estábamos de camino a casa, no era mejor. B quería ir por el camino largo. Ese era más bonito, ella dijo, pero parecía como si quisiera retrasar nuestro regreso. Una hormiga estaba subiendo lentamente por el tablero, y mareada por el calor, imaginé a B y a mí que nos habíamos encogido al tamaño de una hormiga y estábamos subiendo a través de la superficie de una tierra gigante en dirección que esperábamos que fuera hacía la casa. Aunque nos

    condujimos hacía el sur a lo largo de senderos boscosos, moteados por la luz del sol que se filtraban a través de las pesadas hojas de los árboles que estaban arriba, en mi mente no había ningún punto de referencia a la vista, no había árboles en ningún lado ni en el horizonte. No había nada que indicara que todo iba a ir bien y que íbamos en la dirección correcta. Pensé que la hormiga iba a morir antes de que encontrara su camino al nido, hasta ese momento había viajado desde tomo el aventón y yo temía que nosotros también, antes de que encontráramos el camino a casa y de que yo vea a Tío otra vez.

    —¿Quisieras un helado? — B rio un poco como si supiera que tanto quería llegar a casa, pero también como si yo voluntariamente demoraría mi gratificación del sabor helado de vainilla en mi boca. La odiaba por eso también, aunque quería muchísimo el helado, tenía mucho calor.

    —Pararemos en la siguiente aldea— ella dijo.

    Me aferré a la puerta porque mis pensamientos estaban flotando y temía que yo fuera succionada por la ventana abierta mientras el automóvil aceleraba. Por el rabillo del ojo pude la pude ver sonriéndole a la carretera al frente y su largo cabello ondeaba con la brisa. El sonido me inquietó o quizá fue el movimiento tambaleante del automóvil cuando doblamos las esquinas y llegamos a la aldea. Cuando nos orillamos a la acera, su cabello se posó sobre sus hombros como una cortina cayendo silenciosamente al final de una función de teatro y volteé para mirar por mi ventana,

    olvidando todo. La tienda general, un resplandor de intensos anuncios y gigantes carteles de helados, le atrajo rápidamente fuera del automóvil y aceleré hacia su oscuro interior sin mirar atrás.

    B estaba parada junto al parachoques trasero cuando yo regresé, sombreando sus ojos y mirando por todo alrededor como si estuviera buscando algo.

    —Ven y mira esto— ella dijo repentinamente, tomándome de la mano y jalándome hacia el otro lado de la carretera.

    A unas veinte yardas a lo lejos, un caballo nos miraba a la vez que nos aproximábamos a la cerca. B se agachó para recoger un poco de pasto de la orilla de la carretera, al tiempo que el animal relinchaba y piafaba juguetonamente. Luego, ella extendió su mano, silbándole suavemente, y haciendo ruidos de cloqueo con su lengua. El caballo relinchó de nuevo y comenzó a trotar hacia nosotras, sacudiendo la cabeza. Después, repentinamente, comenzó a ir a medio galope. Pensé que iba a saltar la cerca y se hizo hacia atrás atemorizado, pero B se quedó quieta y el caballo se ralentizó como si la estuviera poniendo a prueba.

    Con bufidos impacientes, el musculoso animal volteaba su cabeza de lado a lado, viéndonos primero con un ojo y luego con el otro. Después, estirando du cuello, partió sus labios y con la respiración pesada, tomó el pasto de la mano de B.

    —¿No es hermoso? — ella me dijo.

    —Sí, B — dije trémulamente, mirando al parche de su mano brillante y húmeda donde la boca del

    caballo había estado.

    Entonces, me di cuenta de que un hombre estaba parado al otro lado de ella, y ella le echó un vistazo a él al momento que él dijo —B tiene razón, sabes. Él es.

    Por lo menos, eso creí que él dijo, pero él ha de haber dicho ella tiene razón, porque cuando le pregunté a B que, si quien era él, ella dijo que no lo conocemos. Él llevaba lentes de sol y yo no podía ver sus ojos, y luego, cuando B se volteó para estar de frente a él, no pude verlo para nada. Pero lo vi tomar la por el codo. Después las voces se bajaron hasta murmullo.

    Aburrida, paseé a lo largo de la cerca, siguiendo al caballo del otro lado y deseando que mi tío estuviera aquí. Hubiéramos jugado algo con el caballo, o él me hubiera contado una historia acerca de caballos mágicos. Él siempre inventando historias. La mayor parte de mi helado se había derretido en el calor y ahora ya no estaba bueno. Metí lo que quedó a través de la cerca.

    De repente, un palo apareció al lado y golpeé el pasto bruscamente con todo lo que dio mi mano. Sobresaltada, retiré mi mano de ahí y me volteé hacia atrás para ver a un anciano que se me quedaba viendo. En la distancia B comenzó a reír.

    —Nunca extiendas tu mano a un caballo así— el anciano dijo. —el caballo te morderá. Aquí— él dijo —Así. Plano. Desenrolló los dedos hasta que su mano estuvo casi plana —Mis dedos no pueden más, pero  apuesto que los tuyos sí— dijo. Le mostré. Él sonrió de

    oreja a oreja. Su sonrisa agrietando su cara en mil líneas, y a luego empezó a reírse entre dientes poniendo sus manos a sus costados como si se contuviera él mismo. —Y nunca le des helado a un caballo. Se limpió uno de sus dientes con uno de sus dedos doblados. Sus dedos y dientes estaban manchados en gran medida. —No es forraje para caballos— dijo—aquí, toma un poco de pasto, ves. Se agachó y recogió algo se pasto y la puso en mi mano, envolviendo sus dedos alrededor de los míos ajustadamente. Entonces, antes de que supiera, él me había levantado, extendiendo mi brazo por encima de la cerca.

    —Mantén tu mano plana— siseó en mi oído.

    Yo estaba aterrorizada. El caballo, el cual había estado jalando pasto dentro del campo se detuvo y nos miró desde el otro lado por un momento, como si estuviera pesando los pros y contras de si hacer otro viaje a través del pastizal. Entonces, comenzó a acercarse lentamente. Más cerca venía. Más cerca. Sosteniendo la cabeza hacia atrás hasta que pude ver lo blanco de sus ojos. Se veía enorme. Me esforcé para bajarme, pero el anciano me empujó para enfrente contra la cerca, un brazo alrededor de mi cintura, el otro debajo de mi sosteniéndome, manteniéndome arriba.

    —No hagas ningún ruido— me siseó —No digas ni una palabra.

    Yo no me podía mover. No podía hacer nada, Las manos del anciano apretaron bruscamente mis muslos, me sentí como la esponja que b usaba cuando

    me bañaba... por ahí. ¡No! Yo quería decir ¡Detente! ¡Bájame! ¡Bájame! Pero yo no podía hacer ningún sonido. No podía mover mis labios, aunque mi boca estuviera abierta. Luego, el caballo estaba sobre mí. Sopló fuertemente por la nariz como en modo de disgusto. La ofrenda del anciano se fue revoloteando por el campo con la brisa. El caballo corcaba su cabeza y se fue a medio galope hacia la aldea donde B todavía estaba hablando con el hombre de lentes de sol.

    Yo estaba llorando, pero ya había terminado. El anciano me bajó, pero aún me sujetaba de la muñeca.

    —Un día entenderás todo esto— me dijo, apuntando al caballo con su palo —Macho- dijo —ese es el problema. Quiere una hembra, ves.

    No entendí lo que él me estaba diciendo y yo no pude ver lo que estaba apuntando por las lágrimas en los ojos. Él me seguía lastimando.

    De repente, me liberó y yo corrí de regreso hacia B con mi historia trágica.

    —Me lastimó—le dije a B, sobándome la muñeca —ese hombre me lastimó. Apunté a la carretera, mas no había nadie ahí. Pestañé varias veces pensando que estaba viendo en el lugar equivocado. Pero no estaba en ningún lugar que se viera. Se había desvanecido.

    B no me creyó. Ella pensó que era otra de mis historias.

    —Un hombre te lastimó— ella repitió, como buscando inútilmente la parte culpable—Un hombre te

    lastimó— dijo—Jemima, no hay ningún hombre.

    —Pero me lastimó—dije al tiempo que se agacho y miro dentro de mis ojos como si quisiera encontrar la vedad ahí.

    El hombre de lentes tosió repentinamente, rompiendo el hechizo, y ella se enderezó.

    —Ve y espera en el automóvil Jemima—ella dijo, —no voy a tardar.

    Me senté en el asiento delantero, escuchando el murmullo de sus voces, atrapada entre mi furia de que no me creyera y el miedo de que ese anciano de repente apareciera. Miré la carretera que estaba enfrente, ansiosamente, en caso de que aparezca, no tendría idea de que debería haber hecho, si lo veía otra vez. Unos pocos años atrás yo hubiera cerrado mis ojos e imaginado que porque no lo veía todo iba a estar bien, que yo iba a estar bien. Sin embargo, ahora sabía bien, aunque yo no lo podía ver sabía que yo no iba a estar bien, y que no lo podría estar. Un día entendería, él dijo. No supe que quiso decir, y de todos modos no me importaba. Si el regresara es lo que yo hubiera dicho. Que los que sea que hizo o dijo, no me importaba. No me importaría. Y yo gritaría a B —¡Mira, mira, es verdad, el hombre es real, él está aquí, el hombre que me lastimó! ¿Qué vas a hacer al respecto?

    Miré por la ventana, B seguía hablando con el hombre de lentes, aunque él se estaba apartando de ella. Un día ella me creería cuando le cuente cosas, pensé. Un día. Pero un día está muy lejano. Cuando tienes siete, la siguiente semana, el siguiente día, hasta la misma tarde, parecían una eternidad. Deseaba que ella

    se apurara. Hemos estado en esta aldea por décadas. Estaba impaciente para llegar a casa.

    DOS

    Tío trajo su chica flor a la casa, su Lily, él la llamaba, aunque su nombre real era Lilith. Él la conoció cuando empezó a trabajar para Spitzhollen & Banks, la compañía química situada al lado del río Clyde o el Collide, como yo le solía llamar cuando él describía como él y Lily habían colisionado en el pasillo de trabajo un día y como cayeron juntos al suelo en un cúmulo improbio. Así es como ellos empezaron a salir juntos.

    —Improbio no — Ben había dicho muy superior.

    —Impropio.

    Me tenía sin cuidado. Sabía que había algo prohibido y emocionante. Tío se había puesto bastante rojo al tiempo que describía la escena, como si hubiera sido alguna clase de bargia romana, o lo que sea que eso fuera. Ben pretendía saber, pero yo sabía que no porque más tarde durante uno de nuestros juegos quiso disimular como si fuera un barco viejo.

    —¡Ah hola mis chavales, suban una pierna a esa bargia romana— él gritó, tirando con su brazo de una

    cuerda imaginaria, que lo dejaría subirse hasta estar arriba del barco! Pero hasta yo sé que una barcaza, no bargia, era un tipo de nave.

    Me había perdido de ver a Lily antes en ese día, antes que B me hubiera sacado al monte para buscar bayas. Justo después de que Tío y Lily llegaran tuve que entrar del jardín y escuché por casualidad a B y Tío

    hablando en tonos muy bajos.

    —Ella es la hija de Spitzhollen.

    —Oh, uno de tus superiores — B estaba chillando de risa, como si fuera un cerdo emocionándose en el corral.

    Entonces, ellos me vieron en el umbral de la puerta y B jadeó un precipitado adiós a Tío, apurándome para salir de la casa con ella, antes de que yo pudiera saludar apropiadamente a Tío. Todo lo que B diría cuando le pregunté acerca de Lily era que tenía el cabello largo y su piel tan suave como un durazno. Lily era la primera mujer que Tío traía a la casa y yo estaba ansiosa por eso, no saber qué significaba para él o qué tanto le importaba.

    —No quiero que se asuste contigo — B había dicho. Yo sabía que ella se refería a mi aspecto, el estado de mi piel y me había mordido el labio. Odiando a Lily incluso antes de haberla conocido.

    Llamé suavemente por el largo del campo, pero no hubo respuesta y me moví hacia delante tentativamente en anticipación de que Ben saliera de repente asustándome. En veces se escondía en espera

    por mí en lugares secretos y saltaría inesperadamente, dando alaridos como los Indios Rojos en las películas de vaqueros, que Papi y él amaban mirar juntos. Usualmente eso me enojaría, pero hoy era diferente. Yo quería que Ben estuviera escondiéndose, eso significaría que él estaba esperándome en la casa y no divirtiéndose solo con Tío sin mí. Pero entonces, recordé a Lily, Tío nunca la hubiera dejado sola en la casa.

    El sonido de risas se filtraba a mis pensamientos y yo era atraída a subir por las escaleras que llevaban al ático, mi torre de Rapunzel y la cofa pirata de Ben. Cuando era mi turno, él salía del jardín y llamaba por la ventana «Rapunzel, Rapunzel, deja tu cabello caer, tu hermoso cabello.» Y yo imaginaba que tenía cabello, hermoso y sedoso como el de B, pero más largo, así sabía que era más fuerte y más hermoso que ella. Cuando era el turno de Ben, yo bajaba hasta el jardín, usando un pañuelo de Papi sobre la cabeza y con un cuchillo de cocina en una mano, yo representaba una batalla salvaje con un agresor invisible hasta que uno o el otro estuviera muerto. Ben miraría desde la cofa va dando un comentario continuo.

    —Ahora, el pirata pelirrojo lleva la delantera. Él va ganando. Sí, creo que va ganando. Solo un golpe debajo del cinturón y es un definitivo. No, el forajido rubio se está recuperando ahora. Podría ser de cualquiera...

    Me estaba acercando a la puerta del ático cerrada silenciosamente, cuando B llamó severamente desde abajo. Ella quería las bayas y yo había olvidado

    llevarlas a la cocina como había prometido que lo haría. Las risas en el ático, las cuales había comenzado a parecerse al aire a mi alrededor, se detuvieron, como si fuera respuesta al grito de B. Yo no quería responder porque yo estaba segura de que Tío estaba jugando en ático y yo no quería que se enterara de mi acercamiento. Pero los intensos golpes de mi corazón y el silbido de la sangre me hicieron aprensiva. Él me oiría de cualquier

    modo. Entonces, un gemido había comenzado dentro del cuarto. Era como un animal lamentándose y yo estaba paralizada con indecisión. ¿Debería entrar? ¿Había alguien sufriendo? ¿Era esto un juego? No sabía que debería hacer.

    Repentinamente, la cubeta se me resbaló de mis manos y cayó pesadamente contra el pie de la puerta y el primer escalón desde la parte de arriba, antes de caer repiqueteando todo hasta abajo hasta el piso. Había bayas por doquier. Yo estaba horrorizada, pensando en el enojo de B y de cómo me castigaría si no había bayas para el té. Ella me prohibiría ver a Tío y después de un día sola con ella, simplemente yo no lo podría soportar. Corrí hacia abajo, unos cuantos escalones, preguntándome, cómo reparar el daño. Luego, sentí que alguien me observaba, me volteé para ver a Tío de pie en el umbral de la puerta, desaliñado y con la cara roja.

    —Tú has estado en las guerras — dijo él, mirando lentamente las bayas. — ¿No es así?

    Olvidé todo en la alegría de ver a mi amado Tío y me apresuré a subir las escaleras con los brazos extendidos para arrojarlos a su alrededor. Pero él se

    alejó apresuradamente casi cayendo en el intento de evitar mi abrazo.

    —¿Has estado jugando? — Yo tartamudeé, desequilibrada por su acción. Pensé que él se ha de haber molestado por el desastre. Él se debería haber reído. Normalmente, él se hubiera reído y yo sentiría enojo por dentro. Era culpa de Lily. Yo estaba segura.

    —¿Estás enojado? — le pregunté, al momento que él se ajustó la bata, se me quedó viendo atentamente todo el rato. Luego, sonrió, se parecía más a él de nuevo y se sentó en las escaleras mientras él me acercaba a él.

    —No lo estoy — él dijo, acurrucándome y levantando la cubeta al mismo tiempo. — Y sí, he estado jugando, pero no con Ben, con Lily. — balanceó la cubeta por la parte de abajo, levantó una baya y la depositó adentro. — Será mejor ordenar todas éstas. ¿No crees? — me pellizcó la nariz mientras se levantaba y tosió secamente como si se estuviera recuperando de un resfrío.

    —¿A qué estaban jugando? — pregunté, pero él no me respondió. Ya se había regresado al ático y estaba cerrando la puerta tras de él.

    De regreso al piso de abajo, el pensamiento me llegó a mi mente de que él y Lily estuviesen jugando al Lobo, y yo tenía que recargarme a la pared por el momento para contener las lágrimas que amenazaban con correr por esto. Justo entonces, Ben vio su oportunidad y saltó dese la alacena que está debajo de las escaleras, gritando y dando alaridos a la vez que

    brincó sobre mí. Yo chillé y empecé a golpearlo enloquecidamente, liberando algunos de los sentimientos espantosos que estaban surgiendo dentro de mí.

    TRES

    Ni

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