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Alimento Espiritual Para Un Alma Que Busca
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Alimento Espiritual Para Un Alma Que Busca
Libro electrónico343 páginas5 horas

Alimento Espiritual Para Un Alma Que Busca

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En una poca en la que se nos anima a tomar decisiones basadas en nuestros sentimientos, es importante saber que los sentimientos nos pueden empujar a cometer muchos y grandes errores en nuestras vidas, a hacernos dao a nosotros mismos y a herir a los dems. Ellos pueden ser la causa de nuestra miseria, especialmente si somos sensibles y susceptibles. La difi cultad est en que los sentimientos nos pueden dar una percepcin equivocada de lo que est pasando y hacernos creer que la mentira que tenemos en la mente es la verdad, mientras que la verdad puede que est muy lejos de lo que percibimos y no darnos cuenta. En nuestro viaje espiritual, los sentimientos pueden ser como tentaciones. Si los escuchamos y nos vamos tras ellos, podemos rechazar o destruir una gracia que el Seor nos haya enviado. Si estamos involucrados en alguna relacin con una o varias personas y hay algo que no entendemos, antes de hacer cualquier acusacin es mejor preguntar y verifi car si la percepcin que tenemos es realmente cierta. Muchas relaciones hoy quedan destruidas porque alguien involucrado percibi algo y, de repente, comenz una guerra basada en sus apreciaciones y sentimientos. Este libro est escrito para acompaar a aquellos que deciden entrar en un viaje espiritual siguiendo al Seor, para que puedan ser prudentes en el uso de sus sentimientos. La fe es una buena herramienta para canalizar nuestros sentimientos de una manera apropiada. El hecho de seguir al Seor por la fi delidad a la fe sin duda nos ayudar a todos a evitar la violencia, confl ictos y divisiones que no vienen del Espritu Santo, sino del enemigo.
IdiomaEspañol
EditorialAuthorHouse
Fecha de lanzamiento10 ene 2014
ISBN9781491849705
Alimento Espiritual Para Un Alma Que Busca
Autor

Padre Joseph Bellerive

Fr. Joseph Bellerive, J.C.D., recibió su formación sacerdotal en el “Grand Séminaire de Montréal”, Canadá, antes de entrar en el “Palais Universitaire” de Estrasburgo para su formación teológica. También recibió sus grados de Derecho Canónico en la “Facultad Jean Monet” de París XI y en el “Institut Catholique de Paris”, en París, Francia.

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    Alimento Espiritual Para Un Alma Que Busca - Padre Joseph Bellerive

    INTRODUCCIÓN

    M UCHOS HOMBRES Y MUJERES DE nuestra sociedad moderna conducen sus vidas como si fueran sus propios creadores y optan por no creer en alguien superior a ellos como su creador y el creador del Universo. Ellos profesan ser ateos, mientras que aprecian la multiplicidad de la creación de Dios para disfrutarla en la Tierra. Con buen juicio, es lógico y racional creer en alguien superior a nosotros, que ha creado un lugar tan bien organizado donde se encuentran el aire, el agua, el fuego y una naturaleza, con la flora y fauna, tan hermosa. No tiene sentido abogar por un comportamiento que vaya en contra de la ley natural depositada en el corazón de cada hombre. Si no hay Dios, ¿por qué los ateos no pueden justificar la realidad del sufrimiento y la muerte en el mundo? El hombre sólo puede existir porque tiene un creador. Sin esta realidad lógica, es una ilusión creer que no hay Dios. Si no hay Dios, entonces la vida del hombre es un fracaso pues con todos los sufrimientos y las dificultades que él puede experimentar en la tierra, no habría ninguna esperanza de una vida mejor para él. Además, si no hay alguien que está allí como fuente de la unidad en la que cada hombre encuentra su identidad, entonces no puede haber hermandad y armonía entre las personas. No tendría ningún sentido que una persona fuera amable con los demás o que promoviese la justicia. La existencia de Dios es la única motivación para que el hombre trate a los demás como hermanos por el hecho de que tienen un origen común. Podría parecer bien decir que Dios no existe, sin embargo, nadie tendría la autoridad para difundirlo a nuestro alrededor, porque traería serias consecuencias en relación con la actitud y el comportamiento. Sería una filosofía peligrosa para la libertad de la humanidad. Con esta creencia, los que tuvieran poder en este mundo podrían decidir controlar la vida de otras muchas personas y tratarlos de acuerdo con sus ideologías desequilibradas. Sería la misma situación que ha causado la esclavitud de muchos ciudadanos en los países donde todo está controlado y dirigido por un tirano. Durante muchas décadas, el comunismo, con no aceptar la existencia de Dios, ha hecho estragos en la libertad de millones de personas en Europa del Este, Cuba y otras partes del mundo, causando miseria, dolor e incluso la muerte, en contra de la voluntad de Dios.

    Es decir que el hombre es creado a partir del amor de Dios y uno no puede tener una definición justa del hombre a fuera de su relación con Dios. Por eso en los sistemás donde Dios no está reconocido, no puede tener respeto manifestado hacia la vida del hombre. Dios es amor, y cada generación humana, desde el momento de la concepción, solo puede ser entendida desde esta realidad del amor. Por lo tanto, si no hubiera Dios, entonces no puede darse la existencia del hombre porque ningún hombre puede darse vida a sí mismo. Lógicamente el hombre sólo puede ser creado por alguien superior a él. Además, una persona no sabría por sí misma cómo amar, porque uno sólo puede amar a los demás aprendiendo de la fuente del amor, que es Dios. Podríamos estar en cualquier lugar del mundo en donde los valores no tuvieran importancia para nosotros ni para los demás, pero un mundo así, un mundo sin Dios, sería un mundo horrible donde no se podría experimentar la felicidad. La realidad del infierno es similar a un lugar sin Dios. Esa es la razón por la cual en una cultura que niega la existencia de Dios, el aborto se podría justificar, porque no habría amor. ¿Los que se llaman a sí mismos ateos optan por no ver las manos de Dios en el mundo o por ser una ideología política sólo para ser diferentes? El ambiente social predominante en el mundo de hoy invita a la necesidad de una orientación espiritual a fin de responder positivamente a las preguntas que puedan surgir relacionadas con nuestro último día aquí en la Tierra y lo que nos espera después. De hecho, hay un principio, y también hay un fin de todo. Cada ser humano sabe de la existencia de esta realidad del último día, sea creyente o no. El reto para los que están perturbados por la existencia de Dios es que están negando su propia existencia. Sin Dios, un ser humano no puede ser hombre, porque él no tiene este poder de crear. Dios es el único Ser Supremo que en el Cielo y en la Tierra puede crear algo. Él es el Alfa y la Omega. Por lo tanto, aquellos que dicen que no hay Dios, ¿creen acaso que son ellos mismos sus propios comienzos, y nadie les ha precedido en este mundo? Si ese fuera el caso, no estarían viviendo en este mundo creado por Dios. Deberían estar en algún otro lugar al que pertenecieran. Por otro lado, se podría llamar como se quiera, pero debe haber alguien que sea el autor de la vida y que sea también el creador de la Humanidad.

    Para que se aprecien las páginas que forman parte de este pequeño libro, el lector debe estar dispuesto a ser curioso con el fin de aprender algo diferente para su crecimiento personal. El contenido puede parecer como un diálogo o un mensaje dirigido a una persona en particular que no vive su vida correctamente, pero su propósito es provocar una conversión del corazón. Siempre habrá una mejor manera. Se intentará llevar al lector a la humildad para reflexionar sobre sus palabras simples, pero llenas de significado, de manera que, el que quiera caminar por el sendero de la rectitud, pueda hacerlo. Son a la vez palabras profundas que pueden ayudar a cambiar la forma de pensar, encaminándola hacia una mejor causa: la Gloria de Dios. Sin embargo, si el lector es ya un experto que tiene todas las respuestas y lo sabe todo o es una persona que cierra su mente acotándola al pequeño mundo de su ideología, no hay necesidad de que pierda su tiempo con su lectura.

    Las siguientes recomendaciones son la clave para tener un mejor encuentro con el Señor y de una manera muy práctica. Es la presencia del Señor la que nos ayuda en nuestras actividades diarias. No será un mensaje complicado donde haya que tener un diccionario para entender el significado de lo que se diga. Es importante no huir de este encuentro ya fijado por el Señor para beneficio de cada lector. A través de estas páginas que siguen y que forman una guía espiritual para muchos aspectos de la vida, uno tiene que percibir el mensaje como si el Señor estuviera usando este medio de comunicación para hablar con él, que es invitado a escuchar. No se resista. Una vez que haga sitio en su corazón, recíbalo. Entonces será cuando podrá utilizar el contenido de este libro como base para orar alabando a Dios que tales maravillas hace en nuestras vidas. Vamos a pedirle que nos ayude a transformar lo que sea necesario en nuestro interior y, finalmente, pidamos fuerza para difundir estas palabras a nuestro alrededor. No sólo seremos transformados por esta experiencia, sino que vamos a ser mensajeros del Señor. Nos reconciliaremos con los que nos han traicionado o herido. Acogeremos sin ofensa a los mensajeros del Señor que compartan con nosotros el alimento espiritual que necesitamos todos para reformar nuestro ser y así contribuir a un mundo mejor, a un mundo donde reine el amor.

    DIOS VINO PARA SALVARNOS JUNTOS, NO INDIVIDUALMENTE

    L A ORACIÓN, QUE ES COMUNICACIÓN con Dios, forma parte de nuestra naturaleza humana, y es tan importante en la vida de una persona como el respirar. En efecto, necesitamos orar todos los días y es mientras oramos constantemente y juntos como podemos convertirnos en cristianos. ¿Qué sería de un ser humano si respirara solamente una vez al año? ¿Qué sería de un cristiano si fuera a orar con sus hermanos sólo una vez al año? Digamos hoy como oración: Gracias, Señor, por todas las maravillas que has llevado a cabo en nuestras vidas. Él es nuestro Señor, nuestro Dios y nuestro Salvador. Tomemos hoy la decisión de hacer de nuestro mundo, el mundo que el Señor ha amado tanto, un lugar en el que podamos ser honestos unos con otros, en el que hagamos felices a nuestro prójimo. Que sea un lugar donde podamos comunicarnos mutuamente y en el que pongamos nuestras diferencias a un lado para dar gloria y alabanza a Dios con un solo corazón. ¿Para qué estamos viviendo en este mundo si no es para amar? El problema es que muchos de nosotros, estamos equivocados en cuanto a la actitud que deberíamos tener en la vida, particularmente uno con el otro. No entendemos muy bien la razón y el sentido de nuestra existencia pues al ver la facilidad con la cual unas personas se enojan y no quieren reconciliarse con tal persona en particular. Todo eso es una tristeza pues, somos solamente algo en el Señor. El momento que nos paramos de respirar, si nos ponemos a fuera de Dios, ya no hay nada más y vamos de aquí como cualquier animal matado por un choque de vehículo en la carretera. Así no vale la pena tener esta actitud de orgullo pensando que somos mejores que los demás, pues todo eso puede desaparecer en un segundo. En todo esto, Dios es el Único que puede enseñarnos cómo amar. El respirar es el único elemento físico que nos mantiene. Bajo el misterio del Verbo encarnado, que se hizo carne según el testimonio de San Juan (Jn 1, 14), todos los seres humanos están confiados a la solicitud maternal de la Iglesia. Cualquier amenaza contra la dignidad de los seres humanos y de su vida toca el corazón de la Iglesia. La alcanza en el centro de su fe, en la encarnación del Hijo de Dios, y en su misión de anunciar el Evangelio de la vida. En unos tiempos en los que se proclaman solemnemente los derechos inviolables de las personas y en los que se afirma públicamente el valor de la vida, el derecho a la vida misma es negado y violado en la práctica, especialmente en los momentos más significativos de la existencia: el nacimiento y la muerte. Declarar el derecho al aborto o a la eutanasia y reconocerlos legalmente es algo que da a la libertad humana una dirección perversa e injusta, una capacidad absoluta a algunos grupos en contra de otros. Es la muerte de la verdadera libertad: En verdad, en verdad os digo: el que vive en el pecado es esclavo del pecado. (Jn 8, 34)

    NO SE PUEDE SERVIR A DOS SEÑORES AL MISMO TIEMPO

    L A LLAMADA DE JESÚS IMPLICA siempre dejar algo y, más aún, la mayoría de las veces es algo esencial: padre, madre, hermano, hermana, familia, hogar, etc. Se trata de algo muy difícil de llevar a cabo del todo, porque como seres humanos, tendemos a aferrarnos a las posesiones terrenales muy fácilmente. Nos apegamos rápidamente a hábitos y costumbres con los que estamos familiarizados, hasta el punto de ser intolerantes con respecto a lo que es distinto de lo nuestro. La realidad es que no podemos seguir a Cristo mientras nos aferremos a algo que no está de acuerdo con su programa de santidad. Esto puede ocurrir en el mundo civil, en la vida religiosa o en el ministerio parroquial. Cristo nos pide a cada uno de nosotros que rompamos con esos múltiples apegos que impiden que seamos completamente libres para cumplir nuestra misión. La cuestión es: ¿Sabemos qué apegos son necesario romper y qué redes nos enredan? Al igual que Jesús no se guardó celosamente su dignidad divina, sino que la puso a nuestro servicio, de la misma manera nosotros no debemos apegarnos celosamente a lo que nos impida seguir a Jesús. No resulta nada fácil dejar algo: malas costumbres, relaciones etc. Siempre hay excusas que consideramos lícitas. Más para seguir a Cristo, cada uno tiene que ir dejando las cosas que le vaya marcando el Espíritu. Hay ciertas personas que son capaces de dejar algo: un novio, para convertirse en monja carmelita; una novia, para entrar en el seminario y responder a la llamada del Señor. Otras renuncian a seguir una carrera (medicina, ingeniería, . . .) para dedicarse a la vida sacerdotal, religiosa o misionera. Del mismo modo, las personas divorciadas que se han casado civilmente, o las que viven en una relación no acorde con el sexto mandamiento y quieren tener acceso a la Eucaristía, tienen que renunciar a su relación o casarse por la Iglesia Católica. No obstante, para tomar tal decisión, es necesario dar prioridad a Dios y estar dispuesto a crecer en la fe antes de correr el riesgo de empezar una relación sin saber si hay posibilidad de casarse nuevamente. Hay que saber esperar, pues en este mundo de hoy olvidamos cómo esperar y así nos metemos en situaciones que nos causan ansiedad y nos obligan a rechazar nuestra fe. Sería bueno para nosotros aprender a esperar, ya que muchas veces, para conocer verdaderamente a una persona, necesitamos fe y tiempo. La dificultad está en que tendemos a rechazar la fe y, además, nos cuesta esperar el tiempo necesario. Consecuentemente elegimos el camino de lo más fácil, que es, sin darnos cuenta, el camino del fracaso. Por eso, antes de tomar la decisión de meterse con alguien, hay que mirar lo que constituye el ser de la persona: su historia, su carácter, la manera que él o ella trate a su familia, su relación con Dios etc. El problema es que si uno no lo hace y prefiere usar más emoción que lógica, uno descubrirá con el tiempo que esa misma persona por quien uno ha dejado la fe, es ella que sembrará en su corazón decepción, pena y ansiedad. Así, cuando uno toma una decisión, hay que analizar todas las consecuencias y, hacer todo en unión con la voluntad de Dios, la cual nos dará la paz y la felicidad.

    OBEDIENCIA Y FIDELIDAD: DOS VIRTUDES REQUERIDAS EN UN PROFETA

    C UANDO DIOS ESCOGE A ALGUIEN para ser profeta, esa persona debe anunciar la Palabra de Dios de tal manera que abra los corazones de sus oyentes, no sólo al amor de Dios, sino también a sus mandamientos. No debería añadir nada ni retirar una coma de lo que se le da a proclamar. En un mundo en el que algunos oyentes no quieren escuchar la verdad y hacen todo lo posible para taparla, es un desafío para los que proclamen la palabra de Dios. Muchas veces estos oyentes, al sentirse amenazados por la verdad del mensaje, se toman la libertad y se arrogan el derecho de hacer acusaciones falsas para intimidar al profeta que les quiere guiar. Sin embargo, tanto el profeta como los oyentes, deben considerarse como siervos obedientes y fieles en su propia área de responsabilidad. Ésta es la razón por la cual la Iglesia constantemente nos recuerda nuestro deber de ser fieles a Dios y reorientar nuestras vidas, si queremos conocer a Dios. Nuestro compromiso con el Señor exige un rechazo del pecado y fidelidad a su mensaje. Si nos alejamos de la Palabra de Dios y de los sacramentos pensando que ya no necesitamos ir a la iglesia, y que podemos comunicarnos con Dios dondequiera que estemos, debemos arrepentirnos y reformar nuestras vidas. En efecto, Dios está en todas partes, pero espera que nosotros expresemos gratitud hacia Él en particular a través de la Eucaristía, que es nuestro pan de cada día. Para honrar el día del Señor debemos ir a su casa en ese día especial, a ese edificio construido y consagrado especialmente para Él, y alimentar nuestras almás con la Eucaristía. Sin este alimento, siempre tendremos la tentación de huir de la fe y de todo lo que es esencial para nuestra felicidad verdadera. Sin la Eucaristía no vamos a tener la fuerza necesaria para hacer frente a los numerosos desafíos de la vida. ¿Cuántas personas han caído en la trampa de no ir a misa porque han rechazado la doctrina del Catecismo o porque piensan que, al ser intelectuales con muchos diplomás y títulos, no necesitan a Dios? Es la Iglesia la que tiene la misión de preparar nuestros corazones para una causa mayor: representar la imagen de Dios aquí en la Tierra y tener acceso a su Reino. En verdad, dentro de la Iglesia podremos encontrar a líderes que hacen cosas y nos escandalizan, pero debemos confiar siempre en Ella, y su mensaje profético nos ayudará a vivir mejor nuestra vida en relación con los miembros de nuestra familia y con la sociedad. Eso es exactamente lo que el Señor Dios, a través del libro de Deuteronomio, está tratando de transmitir a cada uno de nosotros: El que no escuche las palabras que el profeta hablará en mi nombre, será responsable ante mí por ello. Pero el profeta que tenga la presunción de decir en mi nombre una cosa que Yo no le haya mandado decir, o que hablare en nombre de dioses ajenos, ese profeta morirá (Dt 18, 19-20). Entonces, si hoy recibimos este mensaje, no debemos endurecer nuestro corazón, pues es el Señor que quiere salvarnos a través de la Iglesia. Eso significa que hay que prestar atención al profeta que Dios nos envíe a través de su Iglesia para cambiar nuestros corazones, y si los cambiamos, seremos realmente otros cristos en nuestra comunidad, lentos para juzgar y siempre prestos para perdonar y amar.

    LA IGLESIA ES EL LUGAR DONDE LLENAMOS NUESTROS TANQUES

    E N EFECTO, LA IGLESIA ES similar a nuestras gasolineras, porque llegamos para conseguir gasolina para nuestro viaje espiritual aquí en la Tierra. Es también el lugar donde vamos para mostrar nuestra gratitud al Señor. Cuando estamos agradecidos al Señor, recibimos a cambio varios regalos espirituales, importantes para las diferentes etapas de la vida en nuestro viaje por este mundo. Sin estas bendiciones del Señor estaríamos perdidos. Con una evidencia particular, la comunidad que se reúne en la Iglesia el día del Señor es realmente la familia de Dios. No se realiza esto por iniciativa propia, sino que es más bien fruto del amor de Dios que llama y nos reúne en torno a la mesa de su Palabra y de su Eucaristía. Es también su manera de expresar su amor a nosotros con el propósito de darnos el pan de cada día que todos necesitamos para vivir. Y en verdad es este pan, que se encuentra en la liturgia de la Palabra y de la Eucaristía, el que nos permitirá mantenernos firmes cuando nos enfrentemos a diversas miserias de la vida. No hay otra manera de enfrentar el hambre, la pérdida del empleo, la enfermedad, la violencia y la incomprensión de los demás, la traición, las dificultades para amar y perdonar, y por último, la falta de fe y el relativismo que nos hace perder el sentido de la verdad por completo. Dios creó el mundo y todo lo que Él creó es bueno, pero no todo lo que es inventado por el hombre puede ser considerado como bueno. La mayoría de las creaciones del hombre, en vez de aliviar y ayudarnos a ser instrumentos de reconciliación y de paz, pueden herir el corazón y nos obligan a ser más bien agentes de división. Es importante que oremos para saber cómo perdonar, cómo amar y cómo llevar la cruz. Tenemos que orar no sólo vocalmente, sino también en forma de meditación para que analicemos nuestro comportamiento en relación con Dios y con nuestros prójimos. Otra forma como nos conviene orar es en modo contemplativo, buscando un momento durante el día o cada dos días etc., según la condición de cada cual. Debemos aprender a situarnos ante Dios nuestro Padre, o ante Jesús, ante María, valiéndonos a veces de pasajes de las Escrituras—del Antiguo Testamento, del Nuevo-; situándonos ante los misterios divinos, [ . . . ] y por donde y con quien el Espíritu nos lleve. Así se va desarrollando en nosotros el hábito de la oración. Dediquemos también tiempo para orar a cada momento del día, no importa si estamos comiendo, trabajando o cocinando. Por ejemplo, podemos alzar brevemente nuestro corazón a Dios, o mirarle con el alma, o acariciarle dándole gracias por algo concreto que nos haya pasado, o sonreírle, o hacerle una petición, una súplica, . . . Orar antes de comenzar nuestro día, y rezar antes de ir a la cama, son actos de humildad que nos hacen reconocer nuestros límites. No podemos saber lo que va a pasar durante el día o si vamos a despertarnos después de dormir. Así, sabremos que todo depende de Dios y no de nosotros. De hecho, estar en comunión con la Palabra del Señor nos puede ayudar enormemente a plantear actos valientes de compasión y de hospitalidad. Para hacer la elección entre la voluntad de Dios y la inmadurez del hombre, es necesario permitir que nuestro ser sea conquistado por el amor de Cristo, quien invitará a cada uno de nosotros a realizar una conversión interior. Sin esta conversión interna, no podemos ser otra presencia de Cristo en la parroquia ni en este mundo.

    EL SEÑOR NOS OFRECE SIEMPRE FUERZAS PARA AFRONTAR NUESTRAS ENFERMEDADES

    M UCHAS VECES HEREDAMOS ALGUNAS ENFERMEDADES corporales de las cuales no somos responsables, sino que son propias de la condición humana. Los genes, que son la fuente de nuestra constitución física y personal, provienen de varios factores y hasta de varias generaciones anteriores a nuestro nacimiento. Ese tipo de enfermedades están muy adentro de nosotros, y estamos condenados a afrontarlas para el resto de nuestra vida. Si no aceptamos la realidad como tal, viviremos en un constante estado de sublevación y frustración, y la vida se complicará, no sólo para nosotros, sino también para los que nos rodean. Cuando nos encontremos en este tipo de situaciones, es importante que busquemos al Señor, quien calladamente nos guiará hacia el camino de la paz interior asociando nuestra enfermedad con sus sufrimientos y su muerte en la cruz. En esta atmósfera de aceptación alentada por la fe cristiana, tendremos sabiduría para mantenernos constantemente en relación con Dios. A través de la oración, la Eucaristía y la lectura de la Biblia, Él nos dará la fortaleza requerida para vivir con la enfermedad y seguir adelante sin desmayo. En su nombre tomaremos nuestras medicinas como una manera de participar en la construcción de nuestra propia paz y realización aquí en la Tierra. Haciéndolo así, nuestra vida será más alegre y la vida que compartimos con otras personas será más ligera y menos difícil, en el sentido de que habrá menos frustraciones y menos conflictos. No hay necesidad de asumir una actitud acusadora o negativa que nos engolfe en un estado de ánimo infeliz y agresivo hacia todo el mundo. El problema está en que, cuando tratamos de echar la culpa a alguien más por nuestras cruces, nos agriamos hasta el punto de volvernos personas con un carácter difícil y nos aislamos de la fuente de la vida que es Dios. Por el contrario, cuando lo aceptamos todo, nos viene una gran paz. Pertenecemos a la comunidad de todos los creyentes, y en ella encontraremos apoyo, y éste es el lugar que nos ha sido dado para recibir verdaderamente la misericordia de Dios.

    NUESTRA MISIÓN ES HABLAR POR EL SEÑOR

    N UESTRA FE PUEDE LLEVAR A otros a un encuentro sanador con Cristo. Si conocemos bien la fuente y el contenido de nuestra fe, no podemos guardarlos solamente para nosotros. Tenemos que propagarlos para que otras personas experimenten también la misericordia y la bondad del Señor. La determinación de los amigos del paralítico de Cafarnaún era tal que quitaron el techo de la casa donde Jesús estaba predicando para que el hombre experimentase la misericordia del Señor. En este pasaje evangélico hay instrucciones importantes para nuestra espiritualidad: somos invitados a maravillarnos ante lo nuevo de la vida que Jesús ha traído y acercarnos a Él para recibir la absolución por nuestros pecados, por los cuales nos hemos separado de la presencia, pero no del amor de Dios. Para que la absolución haga efecto en la vida de una persona, esa persona tiene que tomar la decisión de no volver al estilo de vida que le causó pecar. Si nos confesamos y recibimos la absolución y volvemos a la misma situación en que estábamos antes de confesarnos, la realidad lógica es que no haya nada nuevo, puesto que no ha habido arrepentimiento ni conversión del corazón. Jesús le dice a la mujer sorprendida en adulterio: . . . Vete y de ahora en adelante no vuelvas a pecar (Jn 8, 11). Eso significa que algo necesita ser detenido, de lo contrario, las bendiciones del Señor no descenderán sobre nosotros. En otras palabras, el Señor espera alguna cooperación de nuestra parte para que su misericordia pueda entrar plenamente en nuestro corazón. Antes de devolver la salud al hombre enfermo, Jesús le limpió de sus ofensas y nunca más recordó sus pecados. También le dijo al hombre: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa. Todo esto para recordarnos la importancia de que nuestros pecados sean perdonados. En el mundo de hoy, en el que invertimos tanta emoción en las cosas que hacemos, no tenemos en cuenta la maravilla y el poder milagroso de Aquél que viene a

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