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Aciago Destino
Aciago Destino
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Libro electrónico337 páginas4 horas

Aciago Destino

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Aciago Destino es un libro sencillo, capaz de analizar la moral y valorar la espiritualidad; con la modesta intensin que el lector pueda encontrar y manejar los tpicos materiales, que le hacen dao a su propia verdad.
Este libro no sigue ni coacciona un patrn de convencimiento religioso que impida que el caminar de nuestro yo, sea sereno y lgico y cuando se pregunta concientemente: Quien soy yo? De dnde he venido? Hacia dnde me dirijo?
La esencia de Aciago Destino, es llevar al lector al conocimiento de Dios, Y que se pruebe as mismo su valor espiritual y su integridad moral.
Esta obra, junto con INCIERTO DESTINO Y PROMISORIO DESTINO, del mismo autor, canalizan un mensaje de amor en tres distintos enfoques, rodeados de actualidad, verdad y ficcin. Este seguimiento literario, bien puede servir a la juventud para buscar un nuevo amanecer, que la dirija hacia un nuevo orden.
yo tuve un sueo....un mundo esplendoroso rodeado de espiritualidad. se despleg en la distancia donde la sonrisa de Dios, glorificaba la vida. Entonces.... todo fue mejor.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento26 ago 2011
ISBN9781617647703
Aciago Destino
Autor

Alfonso Gallego Herrera

Colombiano. Estudios: colegio militar cooperativo, colegio Virrey Solís, colegio Antonio Nariño de Bogotá y Universidad de Santiago de Cali. Casado con seis hijos. Titulo: periodista, sin ejercer. Emigrante nacionalizado y apasionado por el tema extraterrestre. Tres de los ocho libros escritos “incierto destino”, “aciago destino” y “promisorio destino”, hacen un seguimiento respetuoso al tema seres de luz. Con mucha humildad cultivé la pasión por escribir, no fue fácil, sin títulos, herencia ni patrimonio, la responsabilidad del hogar se impuso, más sin embargo, le quite tiempo al tiempo para liberar mi pasión. Si soy digno de escribir mi autobiografía, también lo puedo ser para escribir mi epitafio: Aquí yace quien logró liberarse de lo que no le servía.

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    Aciago Destino - Alfonso Gallego Herrera

    Copyright © 2011 por Alfonso Gallego Herrera.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.:   2011913466

    ISBN: Tapa Dura                  978-1-6176-4772-7

    ISBN: Tapa Blanda               978-1-6176-4771-0

    ISBN: Libro Electrónico      978-1-6176-4770-3

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Este Libro fue impreso en los Estados Unidos de América.

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    Palibrio

    1663 Liberty Drive, Suite 200

    Bloomington, IN 47403

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    Llamadas internacionales +1.812.671.9757

    Fax: +1.812.355.1576

    ventas@palibrio.com

    340154

    ÍNDICE

    Introducción

    Capítulo I

    Capítulo II

    Capítulo III

    Capítulo IV

    Capítulo V

    Capítulo VI

    Capítulo VII

    Capítulo VIII

    Capítulo IX

    Capítulo X

    Capítulo XI

    Capítulo XII

    Capítulo XIII

    Capítulo XIV

    Capítulo XV

    Capítulo XVI

    Capítulo XVII

    Capítulo XVIII

    Capítulo XIX

    Capítulo XX

    Capítulo XXI

    Capítulo XXII

    Capítulo XXIII

    Capítulo XXIV

    EL MOMENTO ESPIRITUAL

    Conclusión Final

    INTRODUCCIÓN

    Los acontecimientos que se suceden dentro de esta temática, comienzan a situarse treinta y siete años después, de la muerte de un humilde hombre; que a mediados de siglo, planteó ante el Foro de las Naciones Unidas, el más ferviente mensaje de amor y verdad.

    Treinta y siete años han pasado, de ese glorioso día, que por más de tres horas; un venerable anciano, notificó al mundo la verdad de un destino.

    Ahora, en continuidad el autor trasciende, del mensaje material que fue el primer libro Incierto destino, a este segundo libro Aciago destino, que analiza y valoriza la moral y la espiritualidad del ser humano; con la modesta intención, de que el lector sea capaz de entender, no los tópicos materiales de la existencia; sino, la condición espiritual de su propia vida.

    Esta obra, no sigue un patrón de convencimiento religioso, para complacer o cautivar la inteligencia del lector; subyugando o coaccionando el sentimiento religioso, hacia determinada doctrina de fe.

    El lector que le regale a esta obra, un poco de atención, va a encontrar profundas razones para meditar; no, sobre los intrascendentales valores que ofrece la comodidad, el lujo, o la posición social; es decir, sobre aquellas cosas que nos hace creer, en la felicidad material que se genera en el vivir, y que existe, dentro de cada uno de nosotros.

    El pensador, expone el tema con palabras sencillas de fácil comprensión; y en su estilo personal, quiere hacer de esta nueva obra, un caminar sereno y lógico, por el sendero de nuestro yo; donde la luz de un algo cierto, se muestre aceptable a la razón; y nos ayude a edificar una reconciliación entre el escepticismo y el yo interno, que de cuando en cuando nos hace preguntar: ¿Quién soy? ¿De dónde he venido? ¿Hacia dónde me dirijo?.

    Millones de personas en los trances amargos de la vida, miran dentro de sí, y cuántas veces se habrán preguntado: ¿Tiene sentido mi vida? ¿Dónde está Dios? ¿Valdrá la pena seguir viviendo?

    Entonces, una absurda locura se comienza a desbocar dentro de la razón; buscando la verdad, por el camino de la ansiedad y la desesperación; con ello la inquietud se resigna, a vivir aferrada a la blasfemia de malos pensamientos, que no se desean tener, pero que llega camuflados con la locura. Entonces, temeroso de alguna culpa, miramos al cielo, pidiendo perdón, con la esperanza de alcanzar un poco de misericordia; para el espíritu. Con esta obra Aciago destino, el autor pretende profundizar dentro de la condición espiritual, de la entidad humana; para aclarar un poco, las preguntas y deseos, que en una u otra forma están creciendo al compás de los propósitos de la humanidad; para perder o confundir el orden de la vida.

    Si se busca en la ciencia el valor exacto, de lo que representa la espiritualidad, para el ser humano, vamos a encontrar un profundo vacío, donde la inteligencia se confunde; porque el hombre sabio sólo sabe recurrir a las ecuaciones, microscopio, computadora, o telescopio; no para buscar el valor divino de lo que ve, o existe, sino, para decifrar según su moralidad, verdades materiales que desde el principio de los siglos, quedaron guardadas dentro del conocimiento; así los enigmas de la verdad quedaron vedados, hasta que llegue el desdoblamiento de la ciencia. Esta es la única posibilidad que la ciencia tiene para razonar, con veracidad sobre la espiritualidad de las cosas que existen.

    El tópico de este escrito, implica para muchos una prueba al conocimiento de Dios, una prueba a su valor espiritual, una prueba a su integridad moral.

    En tono practico, Aciago destino, lleva una respuesta al aturdimiento de la conciencia, con relación al sentido de la existencia. La humanidad debe comprender que no está sola en el sendero del tiempo; porque por encima, de todo está Él, a quien no conocemos, pero de quien llevamos parte de su esencia; representada en el alma que interiormente nos dice: yo soy la vida, sin mí, eres materia muerta; conmigo, eres materia viva y parte integral de la creación.

    El escritor desea aclarar, que en el contexto de esta obra, el lector no va a encontrar reverencia, ni irreverencia contra doctrina o filosofía religiosa; porque todos los fundamentos teológicos, están manejados con respeto, debido a que la esencia de este libro, es la espiritualidad del ser humano, y no las creencias religiosas.

    Aciago destino, está escrito con el firme propósito de crear plena conciencia en el conocimiento de Dios. Esta obra, no es religiosa sino, espiritual; con ella no se pretende plantear una nueva doctrina, ni ensalzar religiones ni filosofías; o crear en la conciencia del lector, inconformidad de fe. Sencillamente, es un despertar hacia la plena conciencia en la existencia de Dios.

    Es muy posible que las ansias del pensador, por profundizar una verdad espiritual; no haga de este libro, Aciago destino, el texto perfecto, y nuevamente despierte en los doctos, una amarga desilusión.

    Sin embargo, amigo lector, usted puede estar seguro, que este mensaje va a inquietar su yo espiritual; y va a encontrar para usted, el sendero que lo llevará al conocimiento de la existencia de Dios.

    Otra vez la vida me ha dado la oportunidad de disfrutar el comienzo de un nuevo día. Siento que esta oportunidad, es tan importante para mí, como la que tuve en el día de ayer.

    Sin descuidar mi responsabilidad humana, hoy mañana y siempre alabaré a mi Señor; y con amor, serviré respetando a mi prójimo; con ello, un nuevo sentir habrá de llegar a mi vida.

    Si el hoy, se va para siempre sin haber podido conocerte Señor, ciertamente, habré quedado con un vacío en mi corazón. Entonces, habré comenzado a pagar mi gran necedad.

    Ojalá, que cuando el mañana llegue, yo pueda recuperar la oportunidad que perdí, de ofrecer a mi Señor, y a mi mundo; la ofrenda de mi amor, de mi devoción, y de mi vida; para que algún día se redima mi alma, frete a tu gloria y Tu divinidad.

    CAPÍTULO I

    -Cuando la inteligencia de algún mortal, mira al cielo deseando encontrar respuesta a las enigmáticas inquietudes que lo rodea; o cuando concentra la fuerza del espíritu, y su conocimiento, dentro del silencioso divagar de los propios pensamientos; para buscar razón que justifique, a su yo interior, el por qué de la vida, y hacia dónde se dirige ese único motivo, que permite que exista; y lo obligue a cuestionar:

    ¿Qué razón hubo, para que cierto grupo biológico, fuera dueño único de la inteligencia?.

    ¿Qué motivó, al planeta tierra dentro del universo, para ser el único en tener variedad y clases de vida?

    ¿Qué especial razón hubo, para que exista un aproximado de ocho millones novecientas mil especies diferentes, y sólo una, disfrute de inteligencia y raciocinio?

    ¿De dónde salieron los genes, que hicieron diferencia de color y contextura en las razas, que hay en el planeta?

    ¿Qué razón puede justificar, la continuidad del patrón biológico relacionado con los distintos semblantes faciales, en las razas?

    Con estos interrogantes, se forma en la inteligencia un aturdimiento material y espiritual; que desclasifica al ser humano de las verdades de su entorno, más aún, si neciamente se desconecta del factor divino, para dar más valor al criterio material.

    La ciencia en todos los tiempos, ha recurrido a grupos especializados de científicos, para intentar arañar el enigma de la creación. Bajo el patrón de las conjeturas, han valorizado preguntas y respuestas; apoyándose en ecuaciones matemáticas, en conclusiones de paleontólogos, biólogos, arqueólogos, antropólogos, etnólogos, vulcanólogos; y muchos grupos de sabios, que escarban en el pasado, para teorizar circunstancias; y capitular con las incógnitas divinas, que envuelven la creación. Entonces, portentosas teorías dan credulidad, a las nuevas generaciones, para que con los acertijos de épocas idas, se continúe desligando a la Entidad suprema, de la creación.

    Así, se irán ligando hallazgos, con teorías especulativas acomodadas al razonar de la ciencia; para derrumbar verdades espirituales, y valorar deducciones materiales, que se encajonan en los parámetros mentales, de quienes desdeñan la existencia del Creador del universo y la vida.

    Eones de tiempo espacio antes del comienzo del principio, la infinita profundidad de la nada, era un reino vacío donde circundaba, la energía divina. Mas había llegado el instante mismo, en que esa poderosa energía, se activara, para que el proceso de la creación del universo, diera inicio.

    Todo el vacío de la nada, recibió la orden de Dios.

    Entonces, la profundidad comenzó a dar cabida por doquier, a infinidad de clases de átomos y moléculas; que se convertirían en los elementos primarios de la creación.

    Infinidad de tiempo espacio, hubo de transcurrir, para permitir que los átomos y moléculas del caldo primario se identificara y agrupara los elementos, que definiría su propiedad, y seguimiento en el futuro. Este reposo, vino a ser la etapa de maduración sideral, dentro del inmenso caldo primario en que se encontraba el universo.

    Mucho tiempo espacio, hubo de transcurrir nuevamente, para que el deseo divino, reiniciara la creación. El instante había llegado; y todo estaba dispuesto.

    Borbollones expansivos, de infinidad y clases de moléculas, iniciaron el proceso de compactación. Los elementos afines en su composición atómica se agruparon; esto dio inicio a la materia, que en variada concentración, llenó la profundidad de la nada.

    El inmenso vacío, se convirtió en el más espectacular escenario de ebullición, donde cada elemento primario se fusionaba, formando la materia. El tiempo espacio, colaboró para que los elementos símiles se compactaran; siendo así, que los elementos gaseosos con el ir del espacio tiempo, se convertirían en astros de luz.

    La ebullición del caldo primario, dentro de la profundidad, ayudó a estabilizar el proceso de la creación del universo; donde un inmenso huevo cósmico, se fue formando de infinidad de materia y gases. Este descomunal bloque compacto, del tamaño aproximado, de un millón de galaxias, agrupó toda la diversidad de materia; producto de la ebullición de los elementos primarios.

    Por razón de lógica divina, este descomunal bloque compacto de materia sideral, sería el encargado de llenar los inmensos vacíos, que se abrían dentro de las latitudes de la nada.

    Eones de tiempo espacio, el huevo cósmico de materia sideral, recibió de Dios, la orden de colapsar para que los elementos primarios de materia sideral, se esparciera y llenara los rincones de todo vacío.

    La "gran explosión", de la super mole cósmica, por inercia de fuerza, lanzó a la profundidad, una infinita millonada de cuerpos, que con el tiempo se convirtieron en estrellas, planetas, y astros; que dieron origen al universo.

    Por ley de la física sideral, todos los cuerpos de materia, producto de la gran explosión, comenzaron a regirse por leyes físicas, establecidas por el Creador. De otra forma, todo el universo, hubiese sido un desordenado e inestable caos.

    En orden calculado, se estima que cada galaxia, puede contener un aproximado de doscientos mil millones de cuerpos celestes; y que existe un aproximado de mil millones de grupos galácticos, producto de las explosiones secundarias, que constantemente se suceden, para llenar las profundidades.

    La descomunal explosión del huevo cósmico, sapientemente, el Creador, la concibió, para darse así mismo; la plena seguridad de que su obra mantendría en el futuro, un orden inmutable; puesto que los movimientos astrales, derivados de la macro explosión, crearían la expansión de las galaxias; y esa inercia, no permitiría que la concentración radiada, de billones de astros y estrellas activas; se acumule y en el futuro del universo, esta acumulación de energía de tantos millones de galaxias, ocasione un contracción en cadena, que desemboque en un caos, dentro del universo; y la creación se obligue así misma a chocar brutalmente unos contra otros.

    La perfecta configuración del universo, no deja duda, de que todo fue un deseo de un Ser, infinitamente Poderosos

    La vida orgánica inferior, también vio su inicio en esta creación; fue así, que muchos cuerpos celestes dentro del enjambre galáctico, tiempo universo, recibieron la orden de incubar las primigenias especies, que habrían de existir dentro del manifiesto cósmico.

    La vida inteligente de la nueva creación, necesariamente, tomó parte de este inicio; a ese grupo racional, el Creador permitió, que parte de su divinidad y semejanza, transmigrara como un especial regalo, a toda entidad inteligente, surgida en la reciente creación. Este regalo significaba, que la Omnipresencia de Dios, estaría constante y activa en cada mundo sideral; donde Él, ordenó surgiera la vida inteligente.

    Ciertamente, la putrefacción del pecado, el desorden espiritual, y la ofensa directa contra Dios, no fue dada para ninguna etapa de tiempo, en la vida de estos mundos. Él, había creado entidades espirituales semi-divinas, para que en todo instante, glorificaran su divinidad, dentro de los eones del tiempo.

    La subordinación al pecado, para esta etapa de tiempo universo; no fue concebida para las nuevas entidades semi-divinas, que habían comenzado a poblar el universo. La vida y el tiempo perpetuó la gloria de Dios.

    Mucho tiempo universo transcurrió, después de la gran explosión para que el universo fuera configurando y estabilizando orden y esplendor.

    Millones de años después, de la creación del universo; todo estaba dispuesto, y en ello, había un deseo Divino, crear una nueva palpitación de vida racional.

    Entonces, el Creador concedió a ese nuevo deseo determinantes especiales, que marcó diferencia con relación a las demás criaturas racionales ya existentes en muchos astros. Dios dispuso, señalar una infinita distancia de los mundos semi-divinos con el nuevo deseo de creación. Quiso también, separar su Omnipresecia divinidad de la nueva creación y liberar ilimitadamente la inteligencia física; y conceder libre albedrío espiritual y material.

    Dios deseaba crear nuevas entidades racionales, que fueran capaces de glorificar, adorar y creer en su propia santidad, por voluntad de la inteligencia y del propio deseo; Él, quiso que cada entidad fuera libre para razonar, dicernir, escoger y actuar; dentro de los parámetros del bien y del mal; que para ese momento universo, estaba siendo dado puesto que el pecado; había surgido dentro de la rebelión cósmica.

    A Dios, sólo le bastó desear que la masa compacta y vacía, que había escogido y que en aquel momento se hallaba envuelta en gases; permitiera el paso de las luz de la creación. Con este deseo, Dios se permitió separar el momento de luz, y el momento de oscuridad, para el planeta. A esta luz, Dios la llamó día. A la oscuridad la llamó noche.

    Al Señor Dios, sólo le bastó desear que las aguas que tenía el astro escogido, tomaran un nivel permanente. A estas estabilizadas aguas, Él las llamó mares. A esos mares el poderoso Dios, les ordenó, dejaran al descubierto una extensa porción de superficie sólida; que Él llamó, amorosamente, tierra.

    Fue su voluntad, llamar cielo al espacio que se despejó por encima de los mares, y por encima de la tierra.

    Fue su deseo también, que en ese instante tiempo universo, todas las moléculas orgánicas primigenias, iniciaran su germinación; y el despertar a la vida, de ocho millones novecientas mil especies; con el deseo que fueran diseminadas dentro del elemento líquido, dentro del acondicionado espacio, sobre y bajo la superficie de la tierra.

    Dios le concedió potestad a cada especie, de mutar y hacer seguimiento hereditario; para que las especies se mantengan dentro su propia cadena biológica.

    Fue así, que los mares, el espacio, y la masa sólida, se llenó de vida, de movimiento, belleza, color y verdor. Cada especie que surgió, fue tomando acomodo dentro del planeta; determinando su propio espacio vital, para efectuar el seguimiento dentro del diseño.

    Los milenios que transcurrieron, después de la configuración del planeta, contribuyó a multiplicar las especies; a desbordar colores, sonidos, y olores; que estabilizarían la cadena evolutiva de la vida.

    La excelsitud de aquel inicio, no pudo dar cabida a la degradación; antes bien, toda la creación se fue escalonando en una amplia pirámide, en busca de la continuidad de la perfección.

    Siete días universo, le tomó al Creador darle plenitud a su deseo; por decirlo así, había construido el lugar ideal y perfecto, para el nuevo grupo racional que iba a crear; el cual, sería considerado por Dios, como grupo selecto y escogido, que disfrutaría libremente de su obra y gloria.

    Dios deseaba, que los escogidos tuvieran suficiente potestad y dominio sobre la nueva creación; y que con la inteligencia, fuera capaz de regir noblemente el destino de ocho millones novecientas mil clases diferentes de vidas, que dejaba bajo el control de la nueva entidad.

    La creación del hombre, tomó semejanza a la creación del universo; puesto que todo estaba dispuesto, y ello era un deseo divino.

    Así, bajo este deseo, Dios dio inicio a la vida del primer hombre y la primera mujer, en distintos lugares del planeta, donde se fue formando la composición corporal, tomada de la bioquímica de la tierra, del aire y del agua; y con el soplo de vida, cada quien en diferente latitud del planeta, recibió alma, conciencia y espíritu; para dar inicio al orden físico de las distintas razas, que poblarían el mundo. En todas las regiones del nuevo planeta, Dios había colocado la simiente humana, para que diera origen a las razas que debían poblar la tierra.

    La poca semejanza del grupo escogido de la nueva creación, con otros seres semi-divinos de otros puntos del universo, que en sí, eran espíritus idénticos al Creador, dio como resultado que el grupo escogido, fuese semejante en espíritu al Creador; pero en lo material, el físico fuesen réplicas ambientales sea así, que los gases vivificadores, el elemento líquido, la temperatura ambiental, la alimentación, la configuración del planeta y muchas más determinantes, dieran a la composición de la entidades humanoide del planeta, determinantes específicas donde se fijarían los razgos genéticos.

    Cada mundo reseñó características especiales, que demandaron formas corporales muy diferentes; pero semejantes en espíritu a Dios.

    El Creador, concedió al grupo selecto una amplia libertad, en el campo espiritual, material y pecaminoso; para que fuera su voluntad, amar u odiar, castigar o perdonar, hacer el bien o hacer el mal, tener guerras o tener la paz, proteger la vida o destruirla, adorar a Dios, o blasfemar contra él; aprovechar, o desaprovechar la oportunidad de ser justos.

    El libre albedrío, la brillantez de la inteligencia, y los cinco sentidos, serán ante Dios; la glorificación, o condenación al dolor y sufrimiento, dentro de la vida. Sin lugar a duda, mucho tiempo después, el libre albedrío en vez de elevarse hacia lo excelso, trajo un seguimiento de fuerzas negativas, contrarias a Dios; que encadenó al hombre dentro del dolor y el sufrimiento.

    De antemano Dios sabía, de la capacidad ilimitada de inteligencia; que concedía al género humano, y el grado de autonomía, con la que el grupo selecto se podía regir, el hombre podía ser capaz, de bajar a lo más profundo de las aberraciones, dentro del orden pasional, pecaminoso; como también, elevar su yo dentro del orden espiritual de la vida.

    Ello motivó al Creador, a diseñar cada una de las cosas que iban a rodear al hombre, en el orden espiritual, y en el orden material; concibió que la grandeza superlativa de la creación, tuviera un grado máximo de misterio, capaz de aturdir y confundir la inteligencia del hombre; dejando sólo disimuladas razones de su existencia Divina y poderosa. Así, quien use la inteligencia y el libre albedrío, a nivel espiritual o material; pueda encontrar plena conciencia, de la existencia de Dios, en todo lo que mira o toca.

    De cierto, que si la inteligencia no logra impresionarse con la perfección del universo, quizá, porque la profundidad del confín confunda el entender, o tal vez, por la poca posibilidad intelectual, de asomar la inteligencia en el plano del macro o micro-cosmos; al menos, esa inteligencia pueda encontrar grandeza, en algo más inmediato; donde pueda palpar la magnitud de la creación; nada más cerca e intimo, que el propio cuerpo humano; donde se alberga la inteligencia, el amor, y la esencia de Dios. Monumento maravilloso, perfecto y excelso, llamado el micro-cosmos humano, donde Dios dejó la prueba más concluyente de su existencia.

    Un portentoso universo había sido creado.

    CAPÍTULO II

    -Cuando la inteligencia de un científico, de un sabio, o de cualquier intelectual; comienza a cuestionar razonamientos que lo maravillan, y no está dentro de lo material, sino, dentro de un plano espiritual; el humano instinto, lo hace buscar apoyo en los términos científicos o matemáticos de las verdades numéricas, más no, en las verdades del espíritu.

    Cuando el hombre sabio activa teorías, sobre los organismos unicelulares; él mismo, sin querer, levanta una pared entre dos verdades, que lo apartan totalmente, del orden divino de la creación; cuando se pregunta así mismo: ¿Tuvieron los organismos unicelulares un diseñador, o todo fue causa, de una serie de acontecimientos fortuitos, en el orden evolutivo?

    Si a grosso modo, se analiza el ADN ácido desoxirribonucleico, de un organismo unicelular, o de cualquier especie, se descubre que este compuesto natural, es el encargado del orden genético, de las especies; valga decir, es la única sustancia que determina, forma, color, tamaño y demás diferencias que hacen la diversidad de las especies.

    Por conocimiento de la ciencia, se sabe que el valor genético de cada individuo difiere de otro, en millonésimas de micro-miligramos; dentro del núcleo de cada cromosoma. Esta infinita diferencia fija, en cada especie, es la que ayuda a marcar el orden genético de cada clase de vida. Aquí, es donde la ciencia erige la pared, que impide concretar una razonable verdad, cuando se pregunta:

    ¿Cómo surgió y se estabilizó el ADN, en cada especie?

    En este punto, la inteligencia científica, se enreda en una vorágine matemática especulativa, que al final, lo obliga a preguntar: ¿Habrá sido todo esto, una espectacular casualidad, o realmente hubo un poderoso diseñador?

    A la complejidad biológica de la vida, no podemos dar el insignificante valor de la casualidad; sobre todo, creer que esa casualidad fungió dentro de la existencia, para diseñar, y organizar las especies.

    Son muchos los ácidos orgánicos, que en cantidad exacta, se necesita en el ADN, para encadenar el orden genético; la más minúscula inexactitud, alteraría la composición estructural y química de la especie.

    La exactitud de los ácidos y componentes del ADN, fue la forma más sabia que Dios dispuso, para evitar la degeneración y mutación de la vida; de otra manera, todo el planeta se habría llenado de extrañas especies mutantes.

    Pensar que la exactitud, de los ácidos y cromosomas, pudo ser producto de la casualidad, equivale para cualquier inteligencia, comparar la realidad del orden genético, con una infantil prueba.

    Si mezclamos una tonelada de granitos de arena, de diferentes colores; que llamaremos cromosomas, y para formar el ADN, de cualquier especie, para ello, hubiese que sacar 1577 cromosomas de color rojo, 3022 cromosomas de color azul, 299 de color verde, y 16 granos de color blanco. Ninguna inteligencia, puede presumir, que la casualidad iba a encontrar la exactitud para determinar el ADN, en cada especie.

    Con esta infantil ingenuidad, cualquiera que plantee, sostenga, o pretenda creer, que no hubo intervención Divina, en la creación del macrocosmos y el microcosmos; y que la vida tuvo un sostenimiento evolutivo casual; ridiculiza su propia inteligencia.

    El mundo microscópico de los organismos unicelulares, le ofrecen a la ciencia, pruebas concluyentes de la existencia de un Ser Superior; que acondicionó en los organismos unicelulares, pluricelulares, o multicelulares, valores propios, precisos e indispensables para reseñar su propio seguimiento.

    Se sabe que el universo tuvo su inicio dentro del mundo microscópico; y que fueron las moléculas, átomos y organismos existentes dentro de sustancias desconocidas, que formaban el caldo primario, que dió inicio a la formación de la materia, que nos conforma y nos rodea. Necesariamente, alguien tuvo que haber planificado en excelsitud, para crear un patrón de seguimiento definido dentro de la vida; como es el caso de aquellas células, que se transmutan en tejidos especiales, para formar los diferentes órganos dentro del cuerpo humano.

    Este cuadro de realidad, sólo puede reflejar una verdad: Alguien muy poderoso, quiso dejar prueba palpable de su real existencia.

    Los hongos, bacterias, esponjas, algas, virus, protozoos, diastemas; y organismos radiolarios, son entidades vivas de una

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