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7 metros: El éxito del balonmano femenino en España
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Libro electrónico319 páginas4 horas

7 metros: El éxito del balonmano femenino en España

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7 metros es un exhaustivo recorrido por la historia del balonmano mundial, cuya génesis se sitúa en la Europa de finales del siglo XIX, y que recoge los años más exitosos del balonmano femenino en España: las medallas internacionales, los testimonios y los datos de las últimas citas deportivas. Un trayecto que supone el reconocimiento al valioso trabajo de jugadoras, entrenadores y aficiones.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento21 feb 2018
ISBN9788417236335
7 metros: El éxito del balonmano femenino en España

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    7 metros - Vicente Soler Olcina

    calle.

    1. Balonmano: nacimiento, desarrollo y evolución

    Síntesis histórica del balonmano femenino mundial y español

    Las investigaciones sobre los orígenes del balonmano no son muy prolijas y mucho menos en España; pocos autores han profundizado en la historia real de esta disciplina deportiva. El profesor Juan de Dios Román Seco, una de las principales figuras del balonmano español, es el autor del estudio más completo que se ha desarrollado en España por el momento. Después de su actividad docente, de su larga trayectoria como entrenador y de sus decenas de publicaciones relativas a los fundamentos del juego, Román publicó una aproximación histórica titulada «La evolución del juego en ataque del balonmano», que servirá como base documental para entender la génesis de esta disciplina deportiva.

    Teniendo en cuenta las coincidencias y las similitudes que tiene con algunos juegos practicados en antiguas civilizaciones como la griega o la romana, el balonmano es un deporte de reciente creación y sus primeras referencias bibliográficas datan de finales del siglo XIX y principios del XX. Se trata de establecer, en primer lugar, los precedentes de este deporte a través de los juegos precursores que actuaron como preámbulo del balonmano moderno, cuyo punto de partida se sitúa en torno a mediados del siglo XIX. Se considera balonmano moderno a la modalidad que puede ser reconocida en la actualidad en lo que se refiere a sus competiciones y sus estructuras, aunque en ese camino hubo muchos tipos de juego de pelota con la mano y luego muchos profesores de gimnasia que contribuyeron a lo que hoy es considerado como uno de los deportes colectivos más practicados, tanto en España como en Europa.

    Sin embargo, usar como argumento que este deporte nace en la antigüedad por la única razón del uso de la pelota con las manos puede resultar del todo inapropiado o impreciso. Ha habido innumerables juegos que evidencian razonables semejanzas a la par que claras diferencias con el balonmano, estos abarcan una etapa muy amplia que comienza en la Antigua Grecia y va más allá de la Edad Media sobrepasando la época romana. De hecho, los parecidos con estos juegos no se limitan sólo al balonmano, sino a otros deportes actuales de pelota jugados con las manos como pueden ser el baloncesto, el rugby o el voleibol. Es obvio que el hombre siempre ha utilizado sus brazos y sus manos para efectuar la mayoría de sus acciones —lanzar o coger cosas—, pero también para conseguir su supervivencia mediante la caza de animales o el combate contra otros seres vivos.

    El juego de pelota con las manos ya existía, según la certidumbre de multitud de estudios, desde la creación del hombre. Las primeras referencias bibliográficas hablan fundamentalmente de la existencia de varios juegos pertenecientes a la civilización helénica, aproximadamente desde el 2000 a. C., que explicitan leves conexiones con el balonmano moderno. Se profundizará en tres de estos juegos: Urania, Phaininda y Episkyros. El juego de Urania era practicado por hombres y mujeres, consistía en lanzar una pequeña pelota al aire para atraparla de un salto antes de que tocara el suelo. Fue un juego muy popular que tiene su presencia incluso en la Odisea de Homero, una de las obras más consideradas de la literatura clásica:

    Entonces Alcinous ordenó a Halius y Laodamas que bailaran solos para que ninguno fuera rival entre sí. Cuando tomaron en sus manos la pelota preciosa de púrpura, que el sabio Polybus había hecho para ellos cuidadosamente del árbol de púrpura…

    El objetivo del Phaininda no era sólo lanzar la pelota hacia arriba y cogerla, sino que ya establecía un espacio delimitado que actuaba como campo de juego y se presentaban dos equipos con la misión de aguantar el máximo tiempo posible la posesión de una pelota —elaborada con vejigas de cerdo infladas o rellenas de esponja y recubiertas con la propia piel del animal—. Se jugaba al aire libre y presentaba nuevas variantes relacionadas con el sistema de juego, ya que surgieron los engaños de pase y los movimientos colectivos, con algunas similitudes con el juego actual, que no aparecían en el juego de Urania.

    El Episkyros, que algunos autores equiparan con el Phaininda, da un paso más respecto al juego que le precede, ya que se observa un avance en cuanto a las reglas: dos equipos repartidos cada uno en una de las mitades de un campo trataban de que la pelota traspasara, a fuerza de lanzamientos, la línea de fondo que sus rivales defendían. Es manifiesta la ausencia de consenso en algunos de los elementos que rodean esta, a priori, disciplina lúdica que adquiere sus primeros tintes competitivos debido a la averiguación de que el fin último para ganar la partida consistía en superar la línea de puerta contraria con la pelota (anotar o marcar). Los griegos rendían un enorme culto al cuerpo humano, por lo que algunos deportes practicados por ellos se realizaban completamente desnudos. No usaban uniformes entre equipos y competidores; para ellos no era raro mostrar sus resultados físicos a quienes disfrutaban de ver el deporte y de admirar los cuerpos de los participantes.

    Ya en la época del Imperio romano estos juegos continuaron con su evolución y con su aceptación por parte de la sociedad. Florecieron otros como el Harpastum, que tenía algunos matices respecto a las disciplinas griegas. Un rasgo básico que caracterizaba a este juego era la violencia que llevaban a cabo los jugadores. Dos equipos, de entre cinco y doce componentes, sobre un terreno rectangular en el que podían lanzar o botar la pelota, aunque se plantean dudas sobre el objetivo final: el «punto» se conseguía cruzando la meta rival o llevando la pelota, después de arrebatársela al contrario, al terreno del propio equipo. Este juego, con una dosis competitiva que superaba la lúdica, apunta a que su práctica estuvo más extendida en las esferas militares que en los círculos populares:

    Julio César fue un fan de este juego y fue utilizado como método de entrenamiento y entretenimiento entre los soldados. El juego obligaba a una férrea disciplina, lo que ayudaba en las campañas y servía además como motivación de la tropa[1].

    No quiere decir que estos juegos mencionados fueran los únicos que se practicaban, pero son los que cuentan con una mayor presencia en los escritos de diferentes autores. Otro ejemplo es el juego, también perteneciente a la época romana, del Trigon, donde tres jugadores colocados en los ángulos de un triángulo se pasaban hasta tres pelotas con ambas manos.

    Hasta la última década del siglo XIX, cuando surgen diferentes nombres propios que son designados como los verdaderos creadores del balonmano moderno, siguen existiendo documentos y pinturas que aseguran la pervivencia y la evolución de los juegos de pelota hacia el balonmano. En el siglo XI, aparece en Irlanda un juego llamado Fivos —referido a los cinco dedos de la mano—, con competiciones en siglos posteriores. Por otro lado, los trovadores cantaban sobre juegos de pelota, Vogelweide los alabó así: «Si puedo ver chicas jugando a la pelota en la calle es posible la vuelta de los cantos de los pájaros». Después, a mediados del siglo XVI, el humanista italiano Antonio Scaino escribió el primer libro sobre los juegos de pelota titulado Trattato del giuoco della palla (1555), aunque fue el español Cristóbal Méndez en su Libro del ejercicio corporal y de sus provechos quien diferenció entre juego en el exterior y en el interior.

    Este camino evolutivo se desarrolla en culturas distintas, separadas en ocasiones por muchos siglos y cientos o miles de kilómetros. Desde el principio se documenta la participación de hombres y de mujeres, además de su práctica por las diferentes clases sociales. Román realizó un compendio de la progresión que estos juegos ancestrales comentados anteriormente protagonizan en el proceso de creación básico del balonmano:

    Manipulaciones y malabarismos individuales con la pelota o el balón.

    Lanzar y atrapar pelotas de distintos tamaños.

    Mantener la posesión del balón durante un tiempo determinado.

    Luchar por la posesión del balón frente a otros.

    Progresar con el balón hacia un espacio determinado.

    Avanzar hacia una meta.

    Lanzar a una meta o blanco con potencia y precisión.

    Organizaciones colectivas, estructuradas o no, para cumplir los objetivos determinados.

    Situar el origen exacto del balonmano en un país concreto y en una fecha fija es muy complejo, pero sí se pueden señalar cuatro países con una importancia determinante en la gestación de las ideas de este deporte colectivo: Alemania, Dinamarca, Suecia y Chequia. Los prototipos del balonmano de los primeros años del siglo XX han protagonizado diversos cambios de reglamento referidos a las dimensiones del campo y de las porterías, al número de participantes o al lugar donde se practicaba. De manera generalizada, hay un acuerdo notable en reconocer que la escuela alemana fue la creadora del balonmano a once jugado al aire libre, mientras que la escuela escandinava capitaneada por Dinamarca priorizó el balonmano a siete en pista cubierta.

    Hay dos nombres propios, dos maestros, que se postulan como los creadores del balonmano, el danés Holger Nielsen y el alemán Konrad Koch. En 1898 y en la región danesa de Ordrup se sitúan los primeros suspiros del balonmano, si bien hay constancia de un primer partido celebrado en la ciudad de Nyborg en 1897. La oficialidad la otorga la Federación Internacional de Balonmano (IHF) que celebró el centenario en 1997 con un encuentro entre Dinamarca y una selección mundial. En 1898 fue cuando Nielsen, un profesor danés de gimnasia, estableció un nuevo reglamento interno de håndbold después de que las autoridades sanitarias prohibieran el fútbol en esa región debido a las numerosas lesiones de los alumnos, que retomaron el fútbol pero con las manos. Aunque según Czerwiński, el primer reglamento data de 1906, cuando ya se había producido la evolución del once contra once al siete contra siete.

    El balonmano se popularizó de tal manera por Dinamarca y otros países nórdicos como Noruega o Finlandia, que empezó a reunir cada vez más espectadores en los diferentes eventos que se celebraban. El profesor Wallstrom[2] lo extendió en Suecia, pero sus constantes cambios seguían llevándose a cabo hasta unificarse su juego en salas cubiertas debido a las condiciones climatológicas que padecían estos países. En los distintos y parsimoniosos procesos reglamentarios, los daneses apostaron claramente por facilitar la incorporación de las mujeres al juego disminuyendo los contactos físicos.

    Alemania considera que tiene la paternidad del balonmano y el Comité Olímpico Internacional (COI) lo documenta con esta cita: «El juego de balonmano como se juega actualmente fue introducido alrededor de 1890 por el profesor alemán de atletismo Konrad Koch con la denominación de Snatch-ball». Koch fue uno de los fundadores, pero no hay acuerdo respecto al nombre y surgen otras nomenclaturas como «Raffballspied» o «Königsgerball» que aseguraban que el juego era once contra once. El «Goalball» de Hagelaner ya estipula en 1897 lanzar la pelota con la mano y no golpearla; quince años después surge el «Neu Raffball» con dos equipos de diez jugadores cada uno en un campo de 60x25 metros y porterías cuadradas de dos por dos metros. Ya en 1915, siguiendo la escuela germana, se debe nombrar a los profesores Ruhnke y Heiser, creadores del «Törball» —inspirado en el «Raffball», en el «Koreball» y en el «Volkerball»[3].

    La escuela de la antigua Checoslovaquia dispone de una trascendencia notable como creadora de ideas que desembocan posteriormente en el balonmano moderno. En 1905, el profesor Antonin Kristof desarrolló otro juego con grandes semejanzas llamado «Hazena». Luego, el profesor Karas implantó un reglamento con el que se convirtió, poco a poco, en el deporte escolar más practicado.

    Fuera de las fronteras europeas, concretamente en Uruguay, nació el «Balón uruguayo» de la mano del profesor Antonio Valeta, en 1918. Las causas de su origen parecen coincidir con las del profesor Nielsen en Dinamarca y están sujetas a la violencia que provocaba el fútbol. Doce jugadores por equipo, el balón se podía pasar, botar, lanzar o golpear y, aunque estas normas apuntan a una mezcla de rugby, baloncesto y balonmano, se exportó de manera muy rápida a Argentina. Muchas de estas modificaciones se contextualizaron en un periodo de grandes dificultades que comprendió desde los años previos hasta el inicio y desarrollo de la Primera Guerra Mundial. Aun así, se trataba de estructurar el deporte y el 29 de octubre de 1917 Heiser presentó un documento, junto a Schelenz y König, llamado «Regulaciones y reglas para la organización de los juegos de balonmano para los departamentos de mujeres del Berliner Turnrath».

    Al no existir un organismo específico del balonmano, muchos deportes de pelota se encuadraron en la Federación Internacional de Atletismo Amateur (IAAF). Como uno de los objetivos cardinales era el de fundamentar reglas, los primeros pasos hacia la independencia de este deporte y la creación de una estructura propia se producen en la IAAF, que programa una serie de reuniones para elaborar normativas diferenciadas. Ese fue el paso de salida para que un año después, concretamente el 4 de agosto de 1928, Avery Brundage —luego presidente del COI— instaurase la Federación Internacional de Handball Amateur (IAHF), precursora de la IHF actual, coexistiendo con la celebración de los Juegos Olímpicos de Ámsterdam[4].

    Existen antecedentes claros que escenifican el desarrollo del deporte hasta la configuración de un reglamento único ulterior. En septiembre de 1923, Austria y Alemania jugaron el primer partido internacional de balonmano de campo con once jugadores por equipo con el triunfo de los austriacos por 6 a 3. Por otro lado, la Federación Argentina de Balón y la Federación Austriaca de Handball ya funcionaban desde 1921 y 1925 respectivamente.

    El cronograma de las siguientes décadas es clarificador para comprender los pasos que ejecuta el deporte en todas sus modalidades o variables hasta que se disuelve la IAHF y se origina la Federación Internacional como máximo organismo mundial. Después de que la XXVI Sesión del Comité Olímpico Internacional en Mónaco rechazara la propuesta del irlandés Keane para incluir el balonmano en los Juegos Olímpicos de 1932, 1930 se antoja como un año clave en el devenir de este deporte ya que se celebra el II Congreso de la IAHF para conformar una estructura con 19 miembros (Dinamarca, Estados Unidos, Francia, Alemania, Canadá, Suecia, Checoslovaquia, Grecia, Finlandia, Irlanda, Austria, Brasil, Argentina, Hungría, Suiza, Polonia, Rumanía, Japón y Egipto). Luego se adscribieron otros cuatro países para llegar a los 23 miembros.

    En 1934 se acepta la inclusión del balonmano con once jugadores, únicamente en categoría masculina. Un año después, en 1935, Copenhague acoge el primer partido internacional de balonmano con siete jugadores en sala, que se salda con triunfo a domicilio de Suecia sobre Dinamarca (12-18). Entonces llega una de las fechas más importantes de la historia de este deporte, su presentación a la sociedad mundial en la cita olímpica de Berlín (1936). La modalidad era de once contra once y sólo participaron seis países (Alemania, Hungría, Austria, Rumanía, Suiza y Estados Unidos), con el triunfo de los alemanes que se impusieron (10-6) al combinado austriaco en la final. La medalla de bronce fue para Suiza.

    Muy destacado fue el año 1938 porque, después de cumplirse el décimo aniversario de la IAHF, se celebraron dos campeonatos mundiales en Alemania debido al ímpetu que había causado el deporte en los Juegos Olímpicos de 1936. El de balonmano a siete sólo tuvo cuatro participantes (Dinamarca, Suecia, Alemania y Austria) y tuvo una duración de sólo dos días (5/6 de febrero). El oro fue para Alemania y la segunda posición fue para Austria, mientras que Suecia y Dinamarca ocuparon la tercera y la cuarta respectivamente. En el mes de julio se disputó el Mundial de balonmano a once y, otra vez, el país ganador fue Alemania. Suiza con la plata y Hungría con el bronce completaron el podio, aunque también participaron otras siete selecciones: Checoslovaquia, Dinamarca, Países Bajos, Luxemburgo, Polonia, Rumanía y Suecia.

    El conflicto bélico que padeció el mundo con la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) provocó la suspensión de muchos eventos y dinamitó tanto la expansión del balonmano como la de otros deportes. Durante estos años y aunque ambas modalidades convivieron hasta la década de los 60, se apreció una decadencia del balonmano de once en beneficio del balonmano de siete jugadores en sala, ilustrada por varias causas:

    Una práctica más continuada por la no influencia de factores climatológicos.

    Las dimensiones de la pista permitían un mayor acceso en colegios y recintos cubiertos.

    Un menor número de jugadores propiciaba una composición de equipos más numerosa.

    Mayor espectacularidad, dinamismo y velocidad que se traducían en más espectadores.

    La Federación Internacional de Balonmano (IHF) se creó el 11 de julio de 1946 en Copenhague. Dinamarca, Finlandia, Francia, Noruega, Países Bajos, Polonia, Suecia y Suiza, más el voto delegado de Austria, Luxemburgo, Bélgica y Portugal, acordaron por unanimidad la disolución de la IAHF para generar la nueva IHF. De los trece miembros iniciales a las más de 200 federaciones de la actualidad, algunos de los últimos agregados fueron Kosovo, Nauru, Tonga, Sudán del Sur, Palaos, Samoa Americana, Jamaica, Inglaterra, Escocia o Guinea Ecuatorial. España se adhirió en 1948, dos años después de su fundación, junto a Rumanía, Hungría y Checoslovaquia. En sus 70 años de existencia la IHF ha ido sumando miembros en cada uno de sus congresos ordinarios que celebra cada dos años. El primer comité directivo tuvo cinco componentes: el sueco Gösta Björk (presidente), Hans Baumann (Suiza) y Charles Montgobert (Francia) como vicepresidentes primero y segundo, y los suecos Carl Filip Borgh como secretario y Wold Lyberg como administrador. La extensión de los mandatos se prolonga tanto que algunos presidentes, como el actual Hassan Moustafa, rozan las dos décadas en el poder.

    Los presidentes de la IHF:

    1946-1950: Gösta Björk (Suecia)

    1950-1971: Hans Baumann (Suiza)

    1971-1984: Paul Högberg (Suecia)

    1984-2000: Erwin Lanc (Austria)

    2000-Actualidad: Hassan Moustafa (Egipto)

    La actividad competitiva del balonmano en ámbitos locales data de principios del XX, pero fue a mediados de ese siglo cuando el deporte empezó a formar parte de las grandes competiciones internacionales. Durante los próximos años a su constitución, la propagación del balonmano obligó a la IHF a perfeccionar y adecuar las reglas, especialmente para unificar criterios en todos los países asociados. Nacieron nuevos campeonatos como la Copa Latina; otros se modificaron en cuanto a sus estructuras, sus sistemas de competición, el número de países participantes o sus distintas modalidades, las dimensiones del terreno de juego e incluso en su frecuencia, hasta que se estipuló el balonmano a siete y se disputaron los mundiales cada dos años.

    El mes de septiembre de 1949 fue el punto de partida del balonmano de mujeres en el ámbito internacional debido a la celebración del primer Campeonato del Mundo de balonmano a once en tierras húngaras. Sólo participaron Hungría, Austria, Checoslovaquia y Francia, que finalizaron la competición en ese orden. Es paradójico que ese mismo año sea el elegido para que el balonmano deje de ser considerado deporte olímpico, aunque hubo que esperar quince años más para solicitar oficialmente la inclusión del balonmano como deporte olímpico ante el COI, que implanta el masculino para los Juegos Olímpicos de Múnich 1972 y el femenino para la siguiente edición de Montreal 1976.

    En 1952, la selección española masculina estrena participación en un mundial. En julio de 1957, en Yugoslavia, se disputa el primer mundial femenino en sala —con siete jugadoras por equipo— y con la participación de nueve selecciones. El oro fue para Checoslovaquia y Hungría consiguió la medalla de plata, mientras que las anfitrionas se subieron al tercer escalón del podio. Ese mismo año es muy relevante en el ámbito de clubes por el nacimiento de la que ahora es la competición más prestigiosa: la Copa de Europa de campeones nacionales, conocida en la actualidad como Liga de Campeones. Y un trienio más tarde (1960) se celebra el último mundial a once femenino, después de que la Federación Internacional de Balonmano los hubiera combinado durante algún tiempo. La última comparecencia mundialista, en categoría masculina de balonmano a once, data de 1966.

    Para que la Copa de Europa de clubes se celebrase en su versión femenina hubo que esperar hasta 1961, siendo el equipo rumano del Stiinta de Bucarest el que se proclamó campeón después de derrotar al Dinamo de Praga por un arrollador 15-5. El balonmano continuó con su progresión y la IHF siguió celebrando simposios y clínics, tanto de árbitros como de entrenadores, además de persistir en la creación de nuevos campeonatos como los Mundiales Universitarios, las Copas

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