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Sobreviviendo a la esquizofrenia
Sobreviviendo a la esquizofrenia
Sobreviviendo a la esquizofrenia
Libro electrónico136 páginas2 horas

Sobreviviendo a la esquizofrenia

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En el presente libro, su autor presenta un honésto testimonio de su padecimiento. Se trata de una autobiografía donde podemos encontrar desde los primeros años, la vida familiar, así como la aparición y tratamiento de diversas afecciones psiquiáticas. Un texto sumamente recomendable para todo aquel interesado en conocer el lado sensible de aquello que denominamos como enfermedad mental, que no es sino otra de las manifestaciones de la condición humana. 

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento16 ene 2019
ISBN9781547510863
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    Sobreviviendo a la esquizofrenia - Richard Carlson Jr.

    Advertencia: La información contenida en este libro no debe ser sustituir la atención por un médico. El autor no es un médico profesional. Los consumidores de la salud mental deben siempre consultar profesionales médicos para su tratamiento.

    Sobreviviendo la esquizofrenia no es una obra de ficción, sin embargo ciertos hechos y detalles fueron cambiados.

    Capítulo 1

    Siendo honesto

    Por favor escucha, porque esto es importante.

    La cosa más importante que he aprendido al lidiar con mi severa enfermedad mental es que tienes que ser sincero contigo mismo y con los demás. La honestidad no es solo la piedra angular de una vida exitosa y satisfactoria, no podrías recibir el tratamiento que necesitas o experimentar la verdadera recuperación sin ella.

    No desperdicies años de tu vida diciendo mentiras.

    Debido a que no fui honesto con mis psiquiatras y mi familia, no recibí el tratamiento adecuado por cerca de diez años. Esos son diez años de mi vida que no podré recuperar.

    No dudes en empezar a ser verdaderamente honesto inmediatamente. Tu vida puede depender de ello.

    Capítulo 2

    Nacido en la ciudad de Nueva York.

    La cigüeña me dejó en los brazos de mi mamá en los primeros años de la década de 1970. Mis padres fueron católicos de clase media y vivíamos en una linda casa cerca de un vecindario judío. ¿Sabías que la gente con esquizofrenia comúnmente nacen y viven en ambientes urbanos? Pasé gran parte de mi infancia en la ciudad de Nueva York, así que a menudo me preguntaba cuanto me había influenciado la ciudad.

    Mamá fue una mujer trabajadora que se quedaba en casa para cuidarme, así como a mis hermanos menores, Mike y Steve. Mi papá fue un gran padre, pues me dio un gran ejemplo a seguir. Una vez, el me llevó a su trabajo en la planta de tratamiento de aguas residuales. El y mamá se hacían cargo de cuidarnos. La vida parecía perfecta.

    Mis recuerdos más tempranos son sobre mis abuelos, ellos vivían en el primer piso de nuestra casa. Mis padres, hermanos y yo, vivíamos subiendo las escaleras. Solía bajar corriendo las escaleras en mi pijama para ver a mis abuelos cada mañana. El abuelo emigró desde Polonia cuando tenía diecisiete. La abuela había nacido en América, pero creció en Polonia. La amaba mucho. Una de mis memorias más vividas de ella es cuando hacía pierogis para cenar. Mi herencia polaca es muy valiosa para mí por mi amor a mis abuelos.

    Mi abuelo fue un excelente modelo a seguir, no podía esperar para crecer y ser justo como él. Miraba a mi padre, quien tuvo un gran papá, pero mi estimación por mi abuelo era mayor. Era un hombre agradable, tomábamos largas caminaras juntos por la ciudad.

    Una vez, cuando tenía cuatro años, dejé las huellas de las llantas de mi Batimovil de juguete en el cemento fresco de nuestro vecino Teddy, quien estaba reparando su patio delantero, el abuelo alisó el cemento que yo había marcado.

    El abuelo era calvo, usaba lentes delgados y olía a los cigarros que usaba fumar.

    ¡No hagas eso! Dijo el abuelo cuando me vio desde la ventana, ¡No! Sin embargo yo seguí manejando mi nuevo Batimovil sobre el cemento fresco. Las llantas del Batimovil y mis pequeñas manos quedaron manchadas del cemento fresco. Mientras mi abuelo se apresuraba a ayudarme, la luz del sol se reflejaba en las nubes.

    ¡Vroom, vroooom, vroooooom! Bruñía mientras conducía el Batimovil cada vez más rápido. ¡Batman y Robin tenía que atrapar al malvado Joker!

    El abuelo me tomó de la muñeca y sacó mi carro de juguete de la mezcla del cemento. Yo gritaba molesto, ¡Abuelo, no! mientras arqueaba mi espalda y me aferraba fuertemente al carro, tratando de no mover ni un músculo. Él me llevó por los empinados escalones de nuestro sótano para lavarme las manos.

    ¡Pero el Joker! Batman y Robin necesitan mi ayuda!

    No juegues en el cemento, Richard, me regañó. Cuando estaba enojado, su acento eslavo era más pronunciado.

    ‘Móvil, le dije, esperando jugar más mientras recogía mis mangas. En lugar de devolverme mi juguete, lo limpió y luego limpió mis manos.

    Yo todavía necesitaba ayudar a Batman, así que le pregunté si podía jugar en el patio trasero. Cuando me dejó salir, me lancé al suelo donde crecía una hilera de gigantescos rosales. Mi pecho comenzó a hormiguear mientras corría al rescate a través de la tierra húmeda.

    ¡Vrooom, vroom, vroooooom! El Batimovil se apresuraba hacía el Banco de Ciudad Gótica.

    ¡Detuve al Joker! ¡Soy un héroe!

    Fui muy amado por mis padres y a mis abuelos.

    Capítulo 3

    Mi adolescencia al norte de Nueva York

    Antes de que tuviera la suficiente edad para el jardín de niños, mis padres adquirieron una casa construida en Stormville, que es un pequeño pueblo ubicado al norte de Nueva York. Mis padres no querían que creciera en la ciudad, pues creían que la ciudad era muy ruda para los niños. También buscaban que tuviera una buena educación. Aquello ocurrió en 1975, nuestra casa tenía la fachada amarilla con adornos blancos.

    Papá puso un pequeño estanque en nuestro patio trasero, repleto con flores acuáticas, peces y cangrejos. Un día, papá trajo una enorme rana de su trabajo y la puso en el estanque.

    Para mí, Stormville era el mejor lugar del mundo para que un joven creciera. Pasaba mis días divertido mientras atrapaba ranas, renacuajos, sapos, tortugas, serpientes, tritones, salamandras y toda una variedad de criaturas; no solo del estanque en casa, sino de arroyos y estanques de todo el vecindario. Jugaba a que estaba en un puesto de avanzada en el ejército, manejé un sitio de construcción con camiones de juguete y encontraba muchas formas de divertirme en nuestra casa en Stormville. Frambuesas y moras silvestres crecían en nuestro patio frontal, sabían tan dulces.

    Una vez, mi papá contrató a un hombre que tenía una excavadora para remover un carbol de nuestro patio. Aquel hombre me ofreció manejar la excavadora, yo era tan tímido que me negué, desearía no haberlo hecho. Al crecer, me perdí muchas experiencias interesantes debido a mi timidez.

    ¿Cómo te gustaría manejar la excavadora en ti patio?, me preguntó aquel hombre mientras bajaba de la excavadora. Vestía una playera blanca con agujeros, un viejo overol verde y unas botas marrones desgastadas.

    Papá me miró mientras corría para esconderme detrás de él, en silencio. ¡Jamás esperé que alguien fuera a hacerme una oferta para hacer algo tan divertido!, ¡Imagínenme, un niño de cinco años! conduciendo una excavadora, justo como un verdadero trabajador de la construcción. Sentía un hormigueo en el pecho, que se estremeció con un inquieto nerviosismo. Había estado lloviendo esa tarde y la humedad del verano había hecho que mi camisa sudorosa se pegara contra mi pecho.

    Mamá puso sus manos a la cadera, sal y dile ´Si´ al señor, Richard, me dijo.

    Yo miraba mis zapatos y papá se agachó para mirarme. No seas tímido, puedes manejarlo y ver cómo se siente, me dijo.

    Yo deseaba con todo mí ser manejar esa excavadora, pero mis labios estaban sellados.

    Dile ´Si´ al caballero volvió a decirme mamá, y yo aparté mi persona lejos del amable señor.

    Soy tímido respondí, mientras miraba rápidamente a mamá. ¡Si ella pudiera salvarme de esta situación!

    Será divertido decía ella para darme valor, sólo inténtalo.

    Me sentaré justo a tu lado me prometió el señor, así no pasará nada.

    Yo negué con la cabeza mientras miraba mis zapatos, aún cuando

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