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Para el Dr. Brant Layton el mundo debe ser tan hermoso como él pueda esculpirlo. El cuerpo de la mujer es un lienzo en el que él demuestra su arte. Pero una noche loca, salvaje, de esas para olvidar, lo cambia todo. Aparece en un avión con rumbo a Belice completamente borracho. Un viaje de tres semanas para trabajar con Médicos Internacionales que lo hará aterrizar directamente en las piernas de la Doctora Melissa Bell. 

Melissa dirige una pequeña clínica en la selva que se encarga principalmente de atender a mujeres maltratadas. La Doctora Bell esperaba recibir un médico de verdad, no un payaso cuya especialidad es crear mujeres objeto para los ricos y famosos. 

La temperatura sube cuando los dos médicos luchan contra una pasión tan incontenible y salvaje como la selva que los rodea. No todas las heridas se ven a primera vista, tal como ocurre con la que Melissa tanto intenta esconder. 

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento14 nov 2017
ISBN9781507198421
Por siempre perfecta
Autor

Lexy Timms

"Love should be something that lasts forever, not is lost forever."  Visit USA TODAY BESTSELLING AUTHOR, LEXY TIMMS https://www.facebook.com/SavingForever *Please feel free to connect with me and share your comments. I love connecting with my readers.* Sign up for news and updates and freebies - I like spoiling my readers! http://eepurl.com/9i0vD website: www.lexytimms.com Dealing in Antique Jewelry and hanging out with her awesome hubby and three kids, Lexy Timms loves writing in her free time.  MANAGING THE BOSSES is a bestselling 10-part series dipping into the lives of Alex Reid and Jamie Connors. Can a secretary really fall for her billionaire boss?

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    C:\Users\Wanita\AppData\Local\Microsoft\Windows\INetCache\Content.Word\1 Forever Perfect Facebook Cover Art.jpg

    SINOPSIS

    Para el Dr. Brant Layton el mundo debe ser tan hermoso como él pueda esculpirlo. El cuerpo de la mujer es un lienzo en el que él demuestra su arte. Pero una noche loca, salvaje, de esas para olvidar, lo cambia todo. Aparece en un avión con rumbo a Belice completamente borracho. Un viaje de tres semanas para trabajar con Médicos Internacionales que lo hará aterrizar directamente en las piernas de la Doctora Melissa Bell.

    Melissa dirige una pequeña clínica en la selva que se encarga principalmente de atender a mujeres maltratadas. La Doctora Bell esperaba recibir un médico de verdad, no un payaso cuya especialidad es crear mujeres objeto para los ricos y famosos.

    La temperatura sube cuando los dos médicos luchan contra una pasión tan incontenible y salvaje como la selva que los rodea. No todas las heridas se ven a primera vista, tal como ocurre con la que Melissa tanto intenta esconder. 

    Índice

    Serie Para Siempre..................................................

    ENCUENTRA A LEXY TIMMS:..............................

    SINOPSIS..................................................................

    Capítulo 1..................................................................

    Capítulo 2..................................................................

    Capítulo 3..................................................................

    Capítulo 4..................................................................

    Capítulo 5..................................................................

    Capítulo 6..................................................................

    Capítulo 7..................................................................

    Capítulo 8..................................................................

    Capítulo 9..................................................................

    Capítulo 10................................................................

    Capítulo 11................................................................

    Capítulo 12................................................................

    Capítulo 13................................................................

    Capítulo 14................................................................

    Capítulo 15................................................................

    Capítulo 16................................................................

    Capítulo 17................................................................

    LIBRO 2 Sinopsis.....................................................

    Nota de la autora:....................................................

    Encuentra a Lexy Timms:.......................................

    Capítulo 1

    Saber esperar no era su punto fuerte La Doctora Melissa Bell se cruzó de brazos mientras veía cómo la avioneta aterrizaba sobre la pista y sus ruedas giraban hasta parar. Por suerte el personal del resort tenía aún menos paciencia que ella, de manera que los motores aún no se habían apagado cuando un autobús abierto ya estaba allí para recoger a los pasajeros y el equipaje y llevarlos a las cabañas con piscina que había allí cerca.

    La Doctora Bell y su clínica eran la última de las prioridades; el dinero primero, luego la caridad. Y, aunque no le parecía bien, había acabado por resignarse a viajar en el último asiento con tal de que el servicio fuera gratuito. Además, si no fuesen turistas ricos al resort, las provisiones que tanto se necesitaban acabarían pudriéndose en la costa. Al menos así las cosas llegaban hasta la clínica, cuyos propietarios tenían mucho menos dinero que los privilegiados americanos que se dedicaban a papar moscas en la pista de aterrizaje. ¿Es que a nadie le importaba que ella tuviese que volver antes del anochecer?

    Obviamente no. Mel se refrescaba los talones mientras ls mujeres con tacones altos señalaban su equipaje con aires imperiales para que los nativos con chaqueta blanca los recogieran. Miró al piloto, que había tenido la sensatez de quedarse sentado frente a los mandos mientras los cargadores se disculpaban una y otra vez por el calor y por las rachas de viento que habían dificultado el viaje de los huéspedes.

    El piloto le sonrió. Compartían aquella vieja broma. No era muy profesional reírse del jefe, pero tampoco se podía tomar en serio aquel espectáculo.Se giró y señaló a alguien que Mel no veía. Ella se encogió de hombros, no estaba segura de a qué se refería con aquellos elaborados movimientos de manos que podrían significar cualquier cosa. Sin embargo el hombre se empeñaba y, al final se giró para indicarle que se acercara. Mel caminó hasta la puerta de la avioneta mientras los cargadores acababan de recoger el equipaje de los huéspedes.

    –¡Buenos días, Doc!

    –Buenas, Capitán Tom. –Le sonrió mientras el último de los autobuses cabaña se marchaba hacia el despampanante resort–. Espero que me hayas traído penicilina, ya casi no nos queda.

    Tom la miró de reojo.

    –No sé pronunciar el nombre de la mitad de las cosas que te traigo, Mel. Ya ni siquiera intento saber lo que es, lo único que sé es que traigo cajas, hieleras y roncadores.

    Mel esperó un momento, pero al parecer Tom no le iba a dar más pistas. Se encogió de hombros y lo dejó salirse con la suya, por los viejos tiempos.

    –Vale, Tom, ¿qué es un roncador?

    Él sonrió y abrió la puerta. Entonces ella pudo oírlo desde la distancia a la que se encontraba. El inconfundible sonido de una sierra movida por un león de montaña.

    –¿Qué demonios es eso?

    Tom se echó a reír.

    Eso, Dra Bell, es oficialmente problema tuyo desde este momento. –Le pasó una pila de papeles sin ninguna ceremonia.

    Mel miró la primera página.

    –¿Un nuevo médico? ¡Nadie me ha avisado!

    –¿No se ha marchado unas semanas el Doctor Marison?

    –Sí, pero... –Suspiró–. Se ha cogido unos días porque tenía asuntos familiares. Pero... ¿Me han mandado un sustituto? ¿Tan pronto? Es verdad que nos faltan médicos, pero ¿se puede sustituir a alguien sin confirmación previa? –Mel meneó la cabeza.

    Era una pregunta retórica, pero aún así las ONGs a veces funcionaban fatal. Miró los documentos una vez más. En la primera página vio el logo de Médicos Internacionales y varios sellos con fechas y otros puntos en los que se encontraba repetido varias veces el mismo nombre: Dr Brant Layton.

    Mel se mordió el labio, intentando decidir si esto era bueno o no. El último sustituto duró doce horas y luego tuvo que volar de vuelta a los Estados Unidos para asistir a un juicio. Donde estaban, ya era una cuestión de miles de disculpas y grandes cantidades de dinero el poder sustituir unas cuantas ovejas y una bicicleta.

    –Lo único que pone es que es cirujano, pero no me dicen de qué tipo.

    –¿Existe más de un tipo de cirujano?

    –¡Tom!

    –Mira, Doc –le dijo Tom con una chispa en los ojos–. Yo solo piloto el avión. Voy a sacar las cajas, las bolsas y las hieleras, pero él es problema tuyo.

    –¿Por qué no para ese ruido? ¿Qué es? –No sonaba normal. Tampoco humano.

    –Es él. Roncaba tan fuerte que el resto de los pasajeros se turnaron para cantar, a ver si así cubrían sus rugidos. Han caído cien botellas de whisky del bar. Había una mujer con un peinado de $300; me dejó muy clarito lo que le había costado. Bueno, pues decidió revolverse el pelo para ver si así amortiguaba un poco el ruido por debajo de los cascos más grandes que encontró.

    –¿Está dormido?

    –Y borracho. –Tom caminó, pasando a su lado para dirigirse a la parte posterior del avión, donde estaba el equipaje–. Desde aquí huele. Lo más curioso es que a nadie le molestaba la peste a alcohol. Al parecer, ponerse un buen pedal no importa, siempre quelo hagas con bebida buena. Pero roncares un pecado. –Meneó la cabeza y balbuceó con los dientes apretados–. Nunca entenderé a estos ricachones.

    Mel no estaba escuchándolo. Tenía el estómago revuelto cuando se giró y fue tropezando hasta el jeep, con la mandíbula tan apretada que fue un milagro que no le reventara de tanta presión. ¿Borracho? De ninguna manera iba a volver a pasar por lo mismo otra vez. Si algún rico con ganas de hacer el bien se pensaba que podía venir a pasar unas vacaciones, ya le haría ella saber lo equivocado que estaba. Sacó de la mochila la botella de agua de la que había bebido durante el camino y se abrió paso por el pasillo central del avión, haciendo una pausa cuando una exhalación especialmente fuerte llenó aquel pequeño espacio.

    –¿Cascos? Ni un concierto de Led Zeppelin podría apagar este ruido.

    En el último asiento había un hombre con la cabeza contra la pared.

    Mel se detuvo por un momento.

    Era bastante atractivo, la verdad. Delgado, atlético, alto por lo que dejaban ver las piernas. No pudo evitar admirarlo como se admira un cuadro o una escultura, como se reconoce algo que ha sido creado con arte.

    Pero luego él roncó otra vez. Y ella perdió la paciencia. Con los dientes apretados y respirando por la boca, le devolvió el favor vaciándole la botella de agua en la cabeza.

    Al menos el chico tenía buenos reflejos.

    El Dr Layton se despertó a la velocidad del rayo. Se golpeó la cabeza con la parte superior del avión y, al parecer, no recordaba que llevaba abrochado el cinturón de seguridad. Así que volvió de golpe al asiento, con un latigazo potente que se lo recordó.

    Se quedó quieto un momento, parpadeando sin saber qué había ocurrido. Con mucho cuidado, como quien no sabe si ha perdido las piernas o no, cogió la bolsa para mareos que había frente a su asiento y la sujetó como si no supiera cómo se usaba.

    –¿Vas a... –Mel empezó la pregunta, pero él le hizo un gesto con la mano para que se callara.

    El hombre estaba concentrado en algo lejano, o quizás tan solo estuviese negociando con su estómago. Despacio, la bolsa para mareos se posó en el asiento de al lado, impecable como estaba.

    El Dr. Layton, cirujano de especialidad desconocida, levantó la mirada desde una profundidad desconocida y, con un hilo de voz dijo:

    –Oh.

    –Eso digo yo: oh. –Mel arrugó el entrecejo–. Bueno, Dr. Layton, espero que al menos cuando operes suelas estar sobrio. Coge tus cosas y vámonos. Tengo que llevar los medicamentos donde los necesitan.

    Él se quedó mirando en dirección a Mel, pero por la forma en la que volvió a parpadear e inclinó la cabeza hacia un lado, Mel supuso que sus ojos no enfocaban bien. De todas formas pareció que él hacía un zoom a su cara... La estudió embebido en una sorpresa de las que se usan para las obra de arte. O para un golazo desde medio campo, cuando tus gustos se decantan más por el fútbol.

    –Eres preciosa –susurró–. Habría que arreglar un poquito la nariz, tal vez, pero tus pómulos...

    Ahora fue ella quien parpadeó mientras se le subía la sangre a la cara.

    –¡Dr. LAYTON!

    –No grites. –Se sujetó la cabeza como si quisiera evitar que se le cayera y saliera rodando debajo del asiento delantero.

    Mel contó hasta diez, se giró y salió con pasos airados del avión, intentando sacudirse los recuerdos que la atormentaban. Al menos él no apestaba. Independientemente de lo que Tom había dicho, los adinerados dueños del resort no habrían tolerado lo que había ocurrido en el avión.

    Se quedó parada en la pista de aterrizaje, tranquilizándose un momento y mirando a su alrededor. Satisfecha de que nadie la viera, se llevó la mano a la nariz para revisarla...

    –Pero bueno...

    Se obligó a retirar el brazo y a apartar la idea de su mente. Su nariz no tenía nada de malo, hombre. No se la había roto, era una nariz recta y bastante pequeña. Para ya, se dijo con contundencia, intentando no mirar su reflejo en la ventanilla de la avioneta. Se puso a examinar las cajas y los distintos paquetes que Tom ya había descargado. Por suerte Tom parecía ocupado con una caja especialmente pesada y no se había dado cuenta de su momento de vanidad. No la habría dejado en paz.

    Mientras tanto, Mel oyó cómo el nuevo cirujano bajaba dando tumbos del avión. Debe haber chocado contra todos y cada uno de los asientos y se debe de haber dado en la cabeza más de una vez, pero al menos se podía mover. Lo oyó quejarse cuando la potente luz del sol de Belice le dio en sus ojos inyectados en sangre.

    –Joder. –Fue una expresión susurrada, no la explosión que podía haber sido–. ¿Dónde coño estoy? –Su voz se alzó un poquito al final de la frase.

    Mel se giró para mirarlo sin comprender. Se puso recta mientras sus manos formaban puños, hasta que sintió las cortas uñas clavándosele en las palmas. Este idiota era peor que un niño.

    –¿Dónde cree que está, Doctor? En el lugar para el que se presentó voluntario; Belice. Aquí es donde está.

    –¡¿BELICE?!

    Mel asintió. Esa era la explosión que había estado esperando.

    –A ver, un segundo... ¿Dónde está Belice?

    –En Centroamérica. –Mel sonrió con dulzura.

    –¿Cómo? ¿Como Kansas? –Miró con los ojos desorbitados a la selva que había más allá de la pista de aterrizaje–. Pensaba que eso era trigo.

    –Entre México y Sudamérica –explicó Mel–. Pegado a Guatemala y Honduras.

    Le pareció imposible que el hombre se pusiera más pálido. Era interesante ver que se había equivocado.

    –Me muero.

    –Un día, sí, pero puede que pueda retrasarlo unas cuantas semanas.

    –Espera... Espera... Freddy fue a Belice con Jessica. Estoy seguro...

    –Eso es. Unas vacaciones de tres semanas, doctor. –Le pasó los papeles sonriendo mientras él entrecerraba los ojos por el brillo del sol sobre la página y porque seguramente le punzaba la cabeza.

    –Joder. –Sus ojos se movían a toda velocidad de un lado a otro mientras leía, apretando los dedos sobre el papel hasta que acabó arrugándolo entre sus manos. –Jo...

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