Deja la pistola, coge los ‘cannoli’
La tradición, las raíces, el hogar, el pasado, la familia, la calma, el refugio… En mayor o menor medida según cada caso, la gastronomía en las obras de género criminal, sea cine o literatura, supone mucho más que un mero acto de alimentación, pasando por diversos planos simbólicos hasta convertirse una suerte de redención particular del personaje. Cada plato le proporciona un cierto sentimiento de refugio ante ese universo complejo y virulento en el que se mueve, a veces por elección, a veces por imposición del destino. Las diferencias en este sentido entre la novela negra mediterránea frente a la estadounidense y de Europa del norte son evidentes. Los detectives tradicionales como Sam Spade o Philip Marlowe, creados por Dashiel Hammett y Raymond Chandler, apenas comen en las novelas, en todo caso engullen rápidamente algún bocadillo, y parecen sobrevivir con grandes dosis de cerveza y especialmente de whisky. Pero en los mediterráneos, sin embargo, la comida se convierte en un elemento clave de la relación familiar e incluso profesional, por eso abundan los pasajes y escenas gastronómicas en estos autores.
No hay palabras, todo lo expresa la comida. Fue la ofrenda de aquel plato la que unió a Tom Hagen con la familia Corleone
Y aunque nacidos en Estados Unidos –Nueva York y Detroit, respectivamente- ningún otro autor ha empleado la gastronomía con tantísima riqueza expresiva y creativa como los italoamericanos Mario Puzo y Francis Ford Coppola en , novela y saga cinematográfica. Este año,, quedó de manifiesto que, al menos en la ficción, la mafia italoamericana era mucho más: era la . Toda actividad criminal se sustentaba en ofrecer lo mejor a la familia, que iba mucho más allá del mero núcleo de esposa e hijos, y esa acción se representaba a través de mesas bien servidas. En la obra de Puzo y Coppola, la comida es símbolo, entre otras cosas, de prosperidad.
Estás leyendo una previsualización, suscríbete para leer más.
Comienza tus 30 días gratuitos