Un puñado de cartas
Por Henry James
()
Información de este libro electrónico
Henry James
Henry James (1843–1916) was an American writer, highly regarded as one of the key proponents of literary realism, as well as for his contributions to literary criticism. His writing centres on the clash and overlap between Europe and America, and The Portrait of a Lady is regarded as his most notable work.
Relacionado con Un puñado de cartas
Libros electrónicos relacionados
Un puñado de cartas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesViajes por Europa y América Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesUna jaula en un jardín de verano Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Andanzas y recuerdos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesAntes de Adán Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCartas finlandesas, hombres del norte Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCartas Finlandesas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesTierra de Dios Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl cliente de la condesa: Secretos de seducción (10) Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesMayormente despejado Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesDe París a Cádiz Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesAunque diga fresas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCórdoba. Impresiones de viaje Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesAbdel Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesTocándome los cojones: Apuntes de viaje y otras fábulas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesUna mujer libre Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesSepultura 13 Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesGilead Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El juego de los videntes (Sabrás perdonarme 2) Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesVagor Clam Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl adolescente Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa vuelta al mundo en 80 series Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesMi tío Oswald Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Augustus Carp Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Cuál es tu tormento Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Novenario a San Roque Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLas desventuras de Sophie Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Piel de Ciudad Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLos Continentes del Adentro Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesUna vida aceptable Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
Clásicos para usted
El Principito: Traducción original (ilustrado) Edición completa Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Meditaciones Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La Divina Comedia Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El Arte de la Guerra - Ilustrado Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Cumbres Borrascosas Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Introducción al psicoanálisis Calificación: 5 de 5 estrellas5/5EL PARAÍSO PERDIDO - Ilustrado Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El sobrino del mago: The Magician's Nephew (Spanish edition) Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Los hermanos Karamázov Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El Yo y el Ello Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El Arte de la Guerra Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Libro del desasosiego Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La Ilíada Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El lobo estepario Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Las 95 tesis Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Crimen y castigo Calificación: 4 de 5 estrellas4/550 Poemas De Amor Clásicos Que Debes Leer (Golden Deer Classics) Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El Viejo y El Mar (Spanish Edition) Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Don Quijote de la Mancha Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El Corán Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El leon, la bruja y el ropero: The Lion, the Witch and the Wardrobe (Spanish edition) Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Sigmund Freud: Obras Completas (Golden Deer Classics) Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Poemas de amor Calificación: 4 de 5 estrellas4/5To Kill a Mockingbird \ Matar a un ruiseñor (Spanish edition) Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La interpretación de los sueños Calificación: 4 de 5 estrellas4/51000 Poemas Clásicos Que Debes Leer: Vol.1 (Golden Deer Classics) Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa Política Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La casa encantada y otros cuentos Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El mercader de Venecia Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El libro de los espiritus Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
Categorías relacionadas
Comentarios para Un puñado de cartas
0 clasificaciones0 comentarios
Vista previa del libro
Un puñado de cartas - Henry James
JAMES
1
MISS MIRANDA HOPE, PARÍS, A MRS.
ABRAHAM C. HOPE.BANGOR, MAINE (EEUU) 5 de septiembre de 1879.
MI QUERIDA MADRE:
Te escribí por última vez el martes de la semana pasada, pero aunque todavía mi carta no puede estar en tu poder, de todas maneras empiezo otra, no sea que las noticias se me acumulen demasiado. Celebro que las muestres a toda la familia, pues me complace que todos los nuestros sepan de mí, y no puedo escribirles a todos por separado, aunque siempre procuro satisfacer todas las ex-pectativas razonables. Hay muchísimas irra-zonables, como supongo sabes; no las tuyas, querida madre, pues me considero obligada a decir que tú nunca has exigido de mí nada más que lo legítimo. Observa que cosechas tu recompensa: prefiero escribirte a ti antes que a nadie.
Hay una cosa que espero: que no enseñes ninguna de mis cartas a William Platt. Si él tiene deseos de leer cartas mías, sabe la forma en que debe conducirse. Por nada del mundo querría que viese alguna de éstas, destinadas a circular entre la familia. Si él desea alguna, sólo tiene que coger la pluma.
Que escriba él primero, y después ya veré si le contesto. Puedes enseñarle estas líneas si quieres; pero si le enseñas algo más, no volveré a escribirte en mi vida.
En mi última te contaba mi adiós a Inglaterra, mi travesía del Canal de la Mancha y mis primeras impresiones de París. He pensado muchísimo en esa preciosa Inglaterra después de haberla dejado, y en todos los célebres escenarios históricos que allí visité; pero he llegado a la conclusión de que no es un país donde me apetecería vivir. Me parece que la condición de las mujeres no tiene nada de satisfactoria, y para mí esto es, bien lo sabes, una cuestión crucial. Encuentro que en Inglaterra están relegadas a un papel muy oscuro y todas aquéllas con quienes hablé tenían un aspecto como de persona oprimida, un aire apagado y hasta idiotizado, como si se hubieran habituado a estar sojuzgadas y tiranizadas y encontraran placer en ello, lo cual me daba ganas de sacudirlas en serio.
Allí hay una buena cantidad de gente -y de cosas también- a la que me gustaría poner la mano encima con idéntico propósito. Me gustaría despojar el almidón que recubre a algunos y el polvo que sepulta a los otros. En Bangor conozco una cincuentena de jovencitas que responden mucho más que estas da-miselas de Inglaterra a mi ideal de la actitud que corresponde a una mujer verdaderamente digna. Pero ellas tienen la más dulce forma de hablar, como si esto fuese su segunda naturaleza, y los hombres son maravillosamente guapos. (Puedes enseñarle esto a William Platt si quieres.) Ya te comuniqué mis primeras impresiones de París, que no me ha defraudado en casi nada de lo que esperaba, no obstante todo lo que había oído decir o leído sobre esta ciudad. En ella son numerosísimas las cosas de interés, y extraordinariamente alegre y so-leado el clima. Yo diría que aquí la situación de las mujeres es sensiblemente más eleva-da, aun cuando todavía dista mucho de al-canzar el nivel norteamericano. En ciertos aspectos las costumbres de estas gentes son rarísimas, y por fin siento que de verdad estoy en tierra extraña. Es, sin embargo, una ciudad auténticamente elegante (mucho más majestuosa que Nueva York) y he dedicado un buen montón de tiempo a visitar sus diversos monumentos y palacios. No te contaré detalladísimamente todos mis deambulares, aunque he sido bastante infatigable; pues llevo, como ya te participé en otra ocasión, un diario exhaustivo que te concederé el privilegio de dejarte leerlo a mi regreso a Bangor. Me desenvuelvo notablemente bien, y he de decir que a veces me maravilla mi constante buena suerte. Sencillamente esto prueba lo que un poco de energía y sensatez de Bangor pueden lograr dondequiera que se empleen. No he encontrado ninguna de esas críticas al hecho de una joven viajando sola por Europa que tanto se nos vaticinaban en Bangor antes de mi despedida, ni espero en-contrarlas, pues ciertamente no pienso bus-carlas. Sé lo que quiero y siempre voy dere-cha a por ello.
He recibido muchísimas demostraciones de afecto, algunas realmente muy calurosas, y no he sufrido ningún menosprecio en parte alguna. En mis recorridos he trabado bastantes relaciones agradables -lo mismo con mujeres que con hombres- y tenido bastantes conversaciones interesantes y francas, aunque algo inusitadas. He anotado un gran nú-
mero de hechos importantes -sospecho que en Bangor no lo