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Cómo crear tu propio apocalipsis zombi
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Libro electrónico51 páginas40 minutos

Cómo crear tu propio apocalipsis zombi

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Información de este libro electrónico

Todo lo que Karl quería era crear su propio apocalipsis zombi.

Cuando un gran aficionado de los videojuegos llamado Karl se encuentra al borde de la muerte, su vida cambia para siempre. Antes de ese momento, Karl vivía con su madrastra de veintidós años, estaba atrapado en la rutina, y no tenía ningunas esperanzas de cumplir su sueño: crear su propio apocalipsis zombi.

Karl había jugado a videojuegos desde su infancia, pero quería poder matar zombis en la vida real. Este era su deseo, e iba a hacer todo lo que estuviese en su poder para hacerlo realidad.

Después de tener un fortuito encuentro con la Muerte, Karl descubre cómo llevar su plan a cabo.

A partir de ese momento, el mundo deja de ser el mismo.


Compra este libro y descubre como el insidioso plan de Karl cambiará las vidas de sus amigos, su familia, y el mundo entero, incluido tú.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento18 jul 2016
ISBN9781507148143
Cómo crear tu propio apocalipsis zombi

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    Vista previa del libro

    Cómo crear tu propio apocalipsis zombi - Richard G Lowe Jr

    Table of Contents

    Encuentro con la muerte

    El ataque de los zombis

    Quiero matar zombis en la vida real

    Al borde de la muerte

    ¿Crees que podría funcionar?

    El experimento

    Asesino en serie

    La llegada de la Muerte

    Quien ríe el último ríe mejor

    Epílogo

    Sobre el autor

    Encuentro con la muerte

    Me paré y me quedé completamente quieto mientras afinaba mis sentidos e intentaba explicar la sensación de mal augurio que percibía. Mis sentidos investigaron mi alrededor en todas las direcciones posibles, pero todo lo que pude sacar en claro es que algo no iba bien. No, saqué en claro algo más que eso. Algo iba a suceder. Algo terrible.

    La sensación se desvaneció y me quedé quieto durante unos pocos minutos mientras me preguntaba si volvería a percibirla. Sacudí la cabeza para aclarar mis ideas y me encogí de hombros. Daba igual. Lo que tenga que ser, será, pensé.

    Seguí con mi travesía y pasé junto a cientos de edificios ruinosos con las ventanas echas añicos y rejas en todas las entradas. No pasó mucho tiempo hasta que llegué al umbral de un fumadero de crac y me deslicé en su interior. Sin ser visto, atravesé un grupo de doce drogadictos que yacían inconscientes boca abajo y se encontraban dispersos por lo que antes solía ser una sala de estar. Poco después entré en un dormitorio en el que otros seis drogadictos, también inconscientes, estaban tirados en el suelo.

    Me fijé especialmente en una chica joven de diecisiete años, Tina, que se encontraba a pocos segundos de morir. La miré mientras su cuerpo empezaba a fallar y sus ojos se vidriaban. En silencio y sin intervenir, observé todo el proceso y esperé hasta el momento exacto en el que falleciera y fuera imposible resucitarla.

    Pasaron unos pocos minutos antes de que el corazón de Tina dejara de latir y su cerebro se quedara sin oxígeno. En ese justo momento, cuando su cuerpo dejó de albergar vida alguna, me adentré en su interior atravesando su piel y sus músculos, y llegué hasta su corazón.

    Fruncí el ceño. No estaba ahí. Daba igual, tenía que estar ahí, en algún lugar dentro de su cuerpo. Continué buscándola con las manos a través de los órganos sin vida.

    —¿Dentro del hígado? No. ¿Dentro del bazo quizás? Tampoco. Hmmm... ¿Dónde estará escondida? Ah, sí, aquí, en los intestinos.

    Entonces envolví una pequeña y tenue bola de luz con una mano y tiré de ella hasta que se desprendió del cuerpo sin vida. Tina opuso resistencia e intentó escapar, pero la levanté y la sostuve en el aire mientras susurraba palabras tranquilizadoras. Poco a poco Tina se calmó y aceptó su destino.

    —¿Quién eres? —preguntó.

    —Eso no importa —contesté—. Voy a ayudarte a proseguir tu viaje.

    —Pero yo quiero morir.

    —Tu cuerpo ha muerto, pero tú no puedes morir. Es imposible. Debes avanzar hacia tu nueva vida.

    —Pero hay tanto dolor...

    —Tú no puedes sentir dolor.

    —No me refiero al dolor físico, sino a la vida. En serio, la vida no es justa.

    —Entiendo, pero no te preocupes. Voy a ayudarte a avanzar hasta la siguiente fase de tu viaje.

    —¿Quién eres?

    —Shhhhh —susurré—. Silencio. Es hora de que nos marchemos. La rueda de la vida sigue girando, y tú avanzarás pronto hacia tu nueva vida. Pasarás a ser un feto

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