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Madrid en el espejo: ¿Qué tendrán los espejos?
Madrid en el espejo: ¿Qué tendrán los espejos?
Madrid en el espejo: ¿Qué tendrán los espejos?
Libro electrónico226 páginas3 horas

Madrid en el espejo: ¿Qué tendrán los espejos?

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Información de este libro electrónico

Jamás pensé que vería con los ojos que ahora miro a mi querido espejo, espejito mágico, que me dice, tú, Marta eres absolutamente sexual.

Fresco y atrevido, Madrid en el Espejo, la primera entrega de la saga ¿Qué tendrán los espejos?, rompe con los esquemas de la literatura erótica actual. Con un lenguaje claro, conciso y con todo el descaro del mundo, "Marta Villanueva" nos enseña como la vida puede cambiar en cuestión de segundos a mejor y también a peor. A caballo entre Madrid y Santa Cruz de Tenerife, esta canaria demuestra que pase lo que pase, siempre hay un plan B, C, o D, con cabras, corriendo o bien perfumada. Rodeada de espejos o siendo tocada por manos desconocidas y perseguida por ojos verdes. No importará el momento ni el lugar, su vida cambiará en el instante en el que huela ese perfume irlandés, sin que ella pueda evitarlo.

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento30 ago 2017
ISBN9788491124603
Madrid en el espejo: ¿Qué tendrán los espejos?
Autor

Leticia González

Leticia González, canaria de nacimiento, decidió con apenas 10 años que quería ser escritora. Aun habiendo estudiado Economía en la ULL, por un sentido meramente práctico, es ahora cuando verderamente se siente realizada, con la publicación de su primera novela Madrid en el Espejo y primera entrega de la saga ¿Qué tendrán los espejos?. Coordinadora de un grupo inmobiliario, divide su tiempo entre el deber por el trabajo y su pasión por escribir. Con un lenguaje fresco y descarado, esta canaria nos introduce en el mundo de Marta Villanueva, sin paños calientes ni medias tintas. Porque a las cosas hay que llamarlas por su nombre y lo que ella no tiene son pelos en la lengua.

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    Madrid en el espejo - Leticia González

    MADRID en el ESPEJO

    ¿Qué tendrán los espejos?

    Leticia González

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    Título original: Madrid en el espejo

    Imagen de cubierta de Maureen Lacchini de White Hot Desing.

    Modelo Priscila Fumero

    Prólogo de Isabel Barrera Toca

    Revisión editorial de Víctor Manuel Vera Almazán

    Primera edición: Mayo 2016

    © 2016, Leticia González

    © 2016, megustaescribir

    Ctra. Nacional II, Km 599,7. 08780 Pallejà (Barcelona) España

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

    Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a Thinkstock, (http://www.thinkstock.com) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

    Contenido

    Prólogo

    1

    2

    3

    4

    5

    6

    7

    8

    9

    10

    11

    12

    13

    14

    15

    Agradecimientos

    Sobre El Autor

    La libertad es el gran espejo mágico donde toda la creación pura y cristalina se refleja; en ella se abisman los espíritus tiernos y las formas de la naturaleza entera.

    (Novalis)

    A Mi Amor.

    PRÓLOGO

    Como tengo el resto del día libre, decido ir a hacer unas compritas que me lo he ganado. Salvarle el culo a mi jefe en esa reunión tan aburrida ha tenido su merecida recompensa, aunque casi no haya dicho palabra, pero bueno, la información y la reunión la he organizado yo, así que toda excusa es buena para mimarse un poquito.

    Después de hacer unas compras enormes en el centro de Xanadú de la cuales seguramente me quedaré con cuatro prendas, decido ir a la pista de esquí que hay dentro del propio centro comercial. Siempre se me había antojado probarla, pero nunca tenía tiempo y hoy era mi día, así que… ¡A por ello!

    Fue el día más divertido y relajante que había tenido en mucho tiempo. Me comporte como una niña tirándome por la pista, aún sin saber mucho manejar los esquís ya que en Tenerife como comprenderéis no hay mucha nieve que digamos. La mayoría de las veces acababa bajando de culo o pegando volatines, pero me daba igual, nadie me conocía y tampoco tenía que demostrar nada. Pero eso no era más que la guinda del pastel de un fabuloso día. El encargado de la pista estaba buenorro y ligó conmigo enseñándome a usar bien los bastones para elegir la dirección que tomaba y saber frenar bajando la pista. Iba yo bajando y meneando el culo que daba gusto por el recinto. Bajo la atenta mirada del monitor, por si me hacía daño, claro.

    Cuando ya acabó el tiempo, el chico me pasó su número y yo me fui a vestuario a cambiarme. Pobre, si supiese que no lo iba a llamar.

    Después de vestirme de nuevo con mi ropa, me fui a una cafetería que estaba cerca de la pista, pero fuera de las instalaciones de esta, la verdad es que estaba muy bien situada estratégicamente. Fui a pedirme un chocolate caliente. Nunca lo suelo hacer porque si me mancho es muy difícil de quitar, pero ese día en concreto me apetecía mucho uno y qué coño, me lo había ganado. La camarera me lo preparo de mil amores, incluso me puso nubecitas por encima del chocolate y cuando no podía ir mejor el día, cogiendo el chocolate con una mano y el cambio que me dio la camarera en la otra, antes de darme la vuelta, un idiota me dio en el codo cayéndoseme todo el chocolate por la mesa manchando de lleno a la chica que me lo acababa de servir. Menudo estropicio. Y lo iba a limpiar ella por culpa de este imbécil. Me di la vuelta para ver quien había sido el torpe que había provocado aquel desastre. Apenas me fijé en su cara, sólo que era un hombre alto y pelirrojo y creo que, con los ojos de color verde, pero no estoy segura. Él intento hacer un acto de caballerosidad cogiendo una servilleta con la intención de limpiarme, a lo que yo se la quité de las manos y le dije:

    - Crees que con eso vas a arreglar algo pedazo de anormal, ni que estuviésemos en una película. Ayúdala a ella que es la que se ha llevado la peor parte. –digo señalando a la camarera que la pobre estaba más roja que un tomate.

    - Por lo menos estoy haciendo algo para remediarlo. –dijo el chico molesto, con su acento de extranjero, ante el comentario tan mordaz.

    - Si piensas que me voy a sentir culpable lo llevas claro chaval y que sepas que me has jodido el día tan perfecto que tenía. -le digo mientras recojo las bolsas que había dejado en el suelo cuando pagué a la camarera por mi chocolate caliente desperdiciado por este mamón.

    - Pensaba pagarte otro chocolate. –dijo él.

    - Así de fácil. –respondo entre dientes.

    Como si eso solucionase las cosas. Que simples de mente son los hombres a veces. Cuando me di la vuelta, le saqué el dedo corazón bien visible, uno de mis gestos favoritos que he aprendido de uno de mis hermanos.

    Y así me marche de la cafetería clavando tacón con todos mirando. Para chula yo.

    Gilipollas.

    1

    ¡Ese ruido infernal de nuevo, no puedo creerlo, lunes de nuevo, otra vez al manicomio! Son las 07:30, me resisto a abrir los ojos, mierda y re-mierda, es mi cumpleaños. Me arrastro hasta la ducha, eso conseguirá que mi cerebro comience a procesar, algo. Aunque sólo sea como hacer café. Para las 09.45 ya entro en mi oficina en modo robot, como cada lunes. Como cada día en realidad, pero odio especialmente los lunes.

    Nota mental, debo dejar de salir los domingos. Esa tradición de vinito, almuerzo y despiporre no me va llevar a ningún lugar.

    Me dejo caer en mi blanquísima y maravillosa silla de oficina. Pobre, va cambiando de color con mi estado de ánimo. La señora de la limpieza aseguró el pasado jueves que se quedaría verde para los restos gracias a mi falda de ejecutiva verde.

    Pero vamos a ver, si encima vine a conjunto con la oficina, todo verde y blanco. Claridad y frescura es el eslogan que proclama mi jefe a los cuatro vientos.

    Un viento si es lo que le falta a él. Un viento y un buen polvo, porque ya te digo yo que la súper mega modelo de su mujer no le deja pillar cacho, de ahí su agrio carácter, por llamarlo de alguna manera. Bueno, el pantalón de hoy es rojo, con suerte antes de final de año tengo una silla multicolor, que a mí el blanco no me gusta.

    Suena el teléfono.

    - Presidencia buenos días. –respondo muy profesional.

    - Villanueva, necesito un informe de la reunión del viernes para las 11. Gracias. –y cuelga.

    Dios que ganas de sacarle los ojos. Que rabia me da que me deje con la palabra en la boca. Que fuerte me parece, cinco años de mi vida clavada a su culo oficialmente de 10 de la mañana a 6 de la tarde, aunque ya tengo otro año trabajado en horas extra a la espalda y se ha vuelto a olvidar de mi cumpleaños. Y encima me cuelga. Empiezo genial día. Aunque debería darme con un canto en los dientes, delante de sus colegas dice que soy su mano derecha.

    -Y la izquierda a veces también. –algo que yo siempre que puedo contesto.

    Mi querido jefe, que cuando quiere me pone de los nervios y cuando no quiere un poco también.

    En el fondo le tengo cariño, no es un mal jefe. A ver, tampoco es la caña de España, pero oye paga bien y es bastante influenciable. Un disculpe la indiscreción Señor Torres creo que está usted perdiendo pelo, lo mandó a una clínica de micro-implantes de esas que anuncian en la tele, muy cómico.

    Lo nuestro es una relación amor odio, como la de un hermano mayor que tienes que tenerle respeto, pero al mismo tiempo adoras sacar de sus casillas, así.

    A veces incluso me da pena, se me va un poco de las manos el meterle caña. En el fondo sé que él también me quiere. Soy su discípula.

    Cada día llega, entra por el despacho como un vendaval para esperar que yo le de trabajo que hacer. Es lo que tiene tener un asistente personal, que no solo organiza tu vida, sino que también te da órdenes. Vete aquí, vete allí, firma esto y lo otro. Reunión con Juan, reunión con Pepe.

    Dar órdenes es algo que va con mi carácter. Pequeña marimandona me llama mi hermano mayor Fran. La pequeña de cuatro hermanos todos chicos, primos, todos chicos, excepto mí Carlotita, mí adorada sobrina, que me tiene loca de amor. Desde muy pequeña mi madre me enseñó a mandar. Mi familia pese a tanto rabo siempre fue un matriarcado clarísimo. Menos mal porque entre tanto hombre me comían. A cambio acepte de buen grado jugar al fútbol, a la PlayStation, a la guerra y a todo lo que conllevara acabar de barro hasta las cejas. Pura supervivencia vamos.

    Bueno pues aquí estoy yo, con mi pinganillo puesto en el oído, las 10:05 de la mañana de un lunes, que vuelvo y repito es mi cumpleaños. 29 años…, se me acaba el tiempo. Pero vaya que me voy por las ramas. Y el teléfono explotara en cualquier momento. Por gentileza de mi adorado jefe ya no sólo tengo el fijo, el móvil de empresa y su móvil de los ligues, sino que también llevo un Tablet. Como no podía ser de otra manera, todos suenan al mismo tiempo, y yo ahí, cual pulpo manteniendo cuatro conversaciones simultáneas, haciendo un informe y organizando la agenda.

    De pronto un olor, mejor dicho, el olor. Por favor, que me trague la tierra. Lo reconocería a kilómetros, Calvin Klein One, es olerlo y como la sangre a los tiburones, o las gacelas Thompson a los leones, me embrutezco. Tanto que yo también lo uso, pero claro en mi huele diferente. Pero en esa persona olía como olería el cielo. Chorrada cursi donde las haya, algo incontrolable frente a semejante olor.

    Noto como se me ponen los pezones como timbres de castillo.

    Levanto la cabeza y veo a mi jefe, el señor Torres.

    Mierda, no me jodas. NO, NO, NOOOOOOO… ¿por qué tiene que empezar a usar el perfume que me pone los pelos de punta?, ¿se lo habrá chivado alguna de las desaprensivas de mis amigas? Vaya regalo de cumpleaños.

    Pero un momento, viene acompañado. Menudo espécimen humano del género masculino. Creo que se me acaba de quedar colgando la mandíbula. A ojo, 1.85, los ojos verdes, pelirrojo, mentón ancho, espalda ancha - ¿Ay Dios, lo tendrá todo igual, de ancho? –digo por lo bajo.

    Me muero, espero que no me hayan escuchado.

    Como diría mi amiga Babi:

    - Está tan bueno que le chuparía hasta las pestañas. –digo entre dientes.

    Me suena su cara, le he visto antes. O le he soñado. Pero juraría que lo he visto en otro lugar.

    Caminan hacia mi oficina, con paso seguro. El espécimen perfecto asiente mientras mi jefe parlotea. Es increíble. Se me acaba de paralizar el cerebro, creo que ya no sé pensar. Tengo las hormonas bailando flamenco. La actriz porno que llevo dentro acaba de sacar el látigo a escena.

    - Buenos días Villanueva, ¿alguna novedad? –dice guiñándome un ojo.

    - Muchas Sr. Torres y algunas muy buenas. –de reojo miro a ese ser que desprende sexo por los poros.

    - Me encantan los lunes así. –dice con sonrisa pícara

    Que mamón. Vaya sorpresa, menos mal que no sabe que ahora mismo estoy en modo depredador. Contrólate Martita que te delatas sola.

    - Villanueva te presento a Liam Doyle, nuestro nuevo fichaje. Necesito que le pongas al día. En principio y de momento está aquí para ayudarte. Enséñale cómo trabajamos. Es mi regalo de cumpleaños Marta.

    Pero que pícaro mi jefe.

    Ojiplática le miro y a Liam, alias espécimen humano masculino perfecto. Creo que incluso me he puesto roja como un tomate. Qué raro en mí. No me esperaba algo así. Después de todo, Torres acaba de demostrar que tiene algo dentro de la cabeza, aunque sólo sea buena memoria. Debe de ser porque el viernes después de una jornada intensiva de doce horas, le organicé una cita romántica con su mujer y me quedé con el teléfono de los ligues. ¡¡¡Alguien ha mojado el churro!!!!

    - Muchas gracias Sr. Torres, creí que no se acordaría, gracias por mi regalo. –le guiño un ojo.

    Hoy va de guiños la cosa. Cualquiera diría que tenemos un tic común.

    - Todo es poco para mi mano derecha.

    - Y la izquierda a veces también.

    A todo esto, el pobre Liam flipa. No abre la boca. No sé qué estará pensando, pero su cara es un poema.

    - Buenos días Sra. Villanueva. –dice, queriéndose hacer el tímido. A mí me la vas a dar.

    - Señorita, por favor. Esto es sólo una reliquia de familia. –me justifico enseñándole mi dedo anular de la mano derecha.

    Dios, ¿enserio acabo de decir eso? Yo en mi línea. Él se atraganta, mi jefe se ríe y yo otra vez me sonrojo. No sé qué coño me pasa, pero hoy es el día bombilla.

    Y el Oscar a la petarda del año es para… Ooee ¡¡¡¡MARTA VILLANUEVA!!!!

    Mi jefe entra en su despacho y allí estoy yo con Liam Tremendo Doyle. Aun no sé cómo, pero la inspiración me ilumina y se me ocurre la fabulosa idea de hacerle una visita guiada por la empresa. El día de las buenas ideas.

    No podía hacer otra cosa que pasarme primero que nada por el departamento de administración por una razón muy clara. Mis amigas de la universidad, Babi y Vicky trabajan allí. Entró acompañada de semejante hombre que sujeta la puerta para que yo pase. Seguro lo hace para confirmar que tengo el culo en su lugar, pero en vista de que yo ya le hice un escaneo visual completo, me limito a sacar de mi maleta de andares el más elegante y seguro que tengo. Guapito si quieres jugar a este juego las normas las pongo yo.

    Mis amigas levantan la cabeza y en ese momento sé que gritan mentalmente cuales mandriles en celo. Y reitero mentalmente, porque más estiradas en el trabajo no pueden ser. Si no fuera porque las conozco me creería la película.

    En el trabajo nos llamamos por nuestro nombre completo sin diminutivos.

    - Bárbara, Victoria, os presento a Liam Doyle. Se incorpora a nuestra empresa hoy. De momento y hasta nueva orden formará parte de mi equipo y estoy enseñándole las instalaciones antes de cubrirlo de informes. –les explico haciendo el papelón.

    De informes, o de lo que se deje.

    Liam se adelanta a ellas y suelta con una sonrisa pícara muy fresco él.

    - Encantado chicas, creo que soy el regalo de cumpleaños del Señor Torres a la Srta. Villanueva. –se presenta con ese acento irlandés que me tiene enferma desde que abrió la boca.

    Por favor, con lo que me gustan a mí los irlandeses. Viví un año de Erasmus en Irlanda. Pasé una depresión de caballo a la vuelta a España. Llamadme exagerada pero esos hombres, son de otro mundo allí. No sé si es por el frío o la comida. Pero vaya genética. No

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