Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Petardos encendidos en la boca
Petardos encendidos en la boca
Petardos encendidos en la boca
Libro electrónico236 páginas3 horas

Petardos encendidos en la boca

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

No protestes: estamos mejor que el año que viene. Y recuerda: Es por tu bien.

España, época actual. Aunque en realidad, podría ser cualquier lugar del mundo civilizado.

La moderna sinarquía versión actual del antiguo gobierno conjunto de los príncipes tiene un nuevo, contundente objetivo: la Economía. Así, con mayúsculas. Economía por encima del pueblo. Economía como pretexto para los abusos y la injusticia. Economía como justificación para arruinar a todos en nombre del bien común, el bien de la patria, concepto que, en la mente obtusa de los políticos, se confunde con el bien de la población, y que no necesariamente significa bienestar para todos. Porque la población, es un recurso sacrificable.

Este libro es un auténtico, valiente, irreverente yo acuso, a través de una mirada a seis micro cosmos, seis relatos desgarradores de gente común, que ajena al teje-maneje de las altas esferas, sufre, indefensa, las consecuencias de las decisiones que se toman arriba.

Este es un libro sobre la pobreza, sobre precipitarse en caída libre a la ignominia y la miseria. Es un libro sobre el abandono, el ostracismo, la resignación, la desesperación.

Somos como un enjambre de abejas sometidas a una reina que no tiene cerebro. Y el enjambre nos abandona cuando ya no somos de utilidad. Porque todo es por nuestro bien.

Aunque nos metan petardos en la boca y a veces, esos petardos estallen y nos vuelen la cara.

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento13 jul 2015
ISBN9788491120483
Petardos encendidos en la boca

Relacionado con Petardos encendidos en la boca

Libros electrónicos relacionados

Crítica literaria para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Petardos encendidos en la boca

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Petardos encendidos en la boca - Paul Gladish Butt

    Título original: Petardos encendidos en la boca

    Primera edición: Julio 2015

    © 2015, Paul Gladish Butt

    © 2015, megustaescribir

              Ctra. Nacional II, Km 599,7. 08780 Pallejà (Barcelona) España

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

    Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a Thinkstock, (http://www.thinkstock.com) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

    ISBN:      Tapa Blanda                     978-8-4911-2047-6

                    Libro Electrónico            978-8-4911-2048-3

    Contenido

    DEDICATORIA

    PETARDOS ENCENDIDOS EN LA BOCA

    EL PINGÜINO

    ONOFRE

    JACINTO

    …PERO PAN, POQUITO

    AGALMATOFILIA

    ADORÁIS AL NIÑO (Pero crucificáis al hombre)

    EPILOGO

    ACERCA DE LA SINARQUÍA

    RECONOCIMIENTOS

    SOBRE EL AUTOR

    DEDICATORIA

    Dedico este libro a la memoria de Sarita, la hija que me hubiera gustado tener.

    PETARDOS ENCENDIDOS EN LA BOCA

    Montoto nos expolia porque de niño seguramente lo dejaron sin paga, sentenció un psiquiatra en televisión.

    Ya la crisis se perfilaba cuando el Ministro de Economía anterior había dicho que si la gente carecía de dinero en Navidades, que comiera pollo; también adelantó como primicia que una empresa estaba a punto de sacar al mercado un pollo de triple pechuga que, considerando la cantidad de carne que tendría, era lo más económico que se podría comprar; el engendro tenía las patitas cortas, no tenía alas sino muñones y era todo pechuga, de pies a cabeza.

    Súbitamente, el país se vio inmerso en un escenario en el que se utilizaban palabras de uso desconocido para la gente normal, términos como bonos basura, preferentes, prima de riesgo, que nadie o muy pocos entendían su significado pero que tenían un sonido ominoso, como tenían las que siguieron: desahucio, recortes, devaluación interna y paro, mucho paro.

    La gente, afirmó el psiquiatra en la tele, tenía cara de Munch con banda de sonido: se refería al famoso cuadro del artista, El Grito. En efecto, cualquiera que hubiera visto la obra o una reproducción sabía que reflejaba el horror, la desesperación, incredulidad, dolor y toda la gama de emociones y sentimientos negativos.

    El psiquiatra en cuestión sostenía que los padecimientos se reducían a un común denominador: maltrato y que los políticos, además de representar el Anticristo eran maltratadores profesionales que, en su infancia, habrían sufrido malos tratos de un padre borracho o psicópata y repetían la misma pauta de conducta que habían padecido de niños. No era una venganza subrogada sino la aplicación de una conducta que habían aprendido en sus años formativos y que repetían sobre sus gobernados invocando la lección paterna: es por tu bien. El concepto había sido acuñado por Alice Miller y venía acompañada de coletillas justificadoras: es por tu bien futuro, es por el bien de tus hijos, del país, la patria, la Economía, etc.

    Llevado a la práctica, la máxima se traducía a: si pasas hambre, es por tu bien; si estás en paro, es por tu bien futuro; si acabas en la calle con tu familia, es por el bien de la misma; si te bajamos el sueldo es por el bien nacional; era el Evangelio del Anticristo. Todos decían lo mismo: cambia tu voto, es por tu bien.

    Era erróneo pensar que todo esto afectaba sólo a individualidades, a casos muy específicos; las consecuencias eran padecidas por toda la población, por gente de todos los estamentos, todas las edades, de todo nivel cultural y de cualquier nivel de ingresos o fortuna. Para demostrarlo, citaba casos de su propia cosecha, de gentes que él atendía en su práctica profesional. Muchas de las desavenencias matrimoniales, la violencia, los suicidios, el alcoholismo, así como el comportamiento atípico se debían a la crisis que, según los políticos, era por el bien del pueblo.

    EL PINGÜINO

    París, Siglo XX

    Todos parecen banqueros, trajes de corte exquisito—Saville Row—de seda salvaje azul o gris ceniza; corbatas también de seda con traba de diamante o rubí; cuerpos que tienden a la obesidad, rostros joviales (todos son abuelos) y corazones de piedra, salvo para la familia, que es sagrada.

    Son de distintas nacionalidades, aunque predominan los anglo-sajones—la hegemonía WASP. Les siguen, si no en número en peso específico, franceses de rancia estirpe, para quienes la Legión de Honor es sólo un botón rojo para que jueguen los nietos: descienden de la vieja nobleza, hombres de honor donde los hubo, una virtud obsoleta y perimida, aun entre ellos.

    Sin embargo, la lealtad entre el grupo, que se hace llamar La Fundación, es absoluta; no es para menos: la deslealtad se paga con la muerte.

    Hay entre ellos algún americano anglo-sajón (los nativos del sur del Río Grande, México y más al sur no son americanos) descendiente de los que han emigrado de Europa con el Mayflower o herencia similar; no se admiten ricachones vulgares, advenedizos o dinero nuevo. Esto incluye a las fortunas informáticas y al dinero del petróleo. Inmensamente ricos, ninguno figura en la lista de la revista Forbes.

    La discreción, el secretismo es la primera regla. Todos tienen un aire tan distinguido que nadie pensaría que son los hombres más despiadados de la Tierra; su único dios es el dinero, aunque todos acuden a sus respectivos templos para oír misa: no es más que un gesto pour la galerie, porque la liturgia que aman es la pecuniaria. Son propietarios de su propio banco (no atiende al público) que escapa a toda fiscalización porque ellos son los amos de las mayores economías y los patrones de los gobernantes de los países poderosos; La Fundación constituye el supra-gobierno del mundo.

    El Gran Maestre llama al orden: - Bien, cofrades, vamos a dar por iniciada la sesión ordinaria anual y leer la agenda de la misma. En primer lugar debemos tratar el tema de la oposición, que está particularmente activa en la zona Mediterránea.

    La oposición es la contra-fundación con sede en Londres. Es sucesora de uno de los clubes londinenses, como los llamaba el Primer Ministro Disraeli, dedicados de lleno a cuestiones esotéricas con fines generalmente inconfesables. Estos clubes representaban distintas tendencias, todas secretas, con miras a la dominación territorial, monopolios de mercados y control humano. Los clubes eran extensiones más o menos públicas de las logias, en la mayoría de las cuales se practicaba la magia blanca. La Fundación. Considerada como competencia por la sinarquía parisina, es heredera de los ideales templarios (y muchos de sus secretos), Orden anatemizada por Roma y perseguida por el Rey de Francia Felipe el Hermoso, deudor de dicha Orden.

    La principal diferencia entre La Fundación y su contraria es que para la primera el lucro es un fin en sí mismo sin importarle los medios ni las consecuencias (como en el juego de Monopoly), mientras que para la segunda (como para el Temple) el dinero y las finanzas son herramientas para extender el bienestar a toda la Humanidad.

    Después de analizar este y otros temas, el Gran Maestre encaró el último de su agenda:

    - Bien, Cofrades, ¿qué hacemos con España? ¿Hundimos su economía?

    - Sí.

    - Sí.

    - Sí.

    - Me opongo.-, dijo el representante de los intereses farmacéuticos.

    - ¿Con qué motivos?

    - El fundamental es que perderemos un mercado: si hundimos su economía, el Estado no soportará la Sanidad, que sufraga las medicinas en parte o totalmente en el caso de los jubilados; os recuerdo que es un país cada vez más poblado por ancianos.

    - ¿No es mejor que los ancianos se queden sin medicinas y se vayan muriendo, en vez de prolongar sus vidas inútiles?

    - Posiblemente; si se renueva la población tendríamos un país nuevo, lleno de jóvenes con nuevos bríos e ideas, pero nuestro mercado se iría al garete.

    - Un país de jóvenes con ideas es, precisamente, lo que queremos evitar.-, dijo el Gran Maestre. – Necesitamos un país lleno de imbéciles, borregos que no piensen pero que consuman; idiotas que ganen poco y estén agradecidos de ganar lo suficiente para endeudarse y ser nuestros esclavos todas sus grises vidas.

    - ¿Y cómo conseguiremos eso?

    - Con la vieja fórmula romana: pan y circo, y mucho paro; haremos realidad esa máxima de Marx de que tendremos ejércitos de parados para abaratar la mano de obra. Traducido a tiempos modernos, lo que les daremos es salarios de subsistencia y mucha televisión y especialmente fútbol. Necesitamos muchos más canales –de momento sólo hay dos estatales, cuatro de cobertura nacional y alguna regional. Sólo la televisión estatal retransmite el fútbol, por lo que necesitamos 20 o 30 canales más para que siempre haya fútbol en el aire. Además necesitamos canales y muchos programas infantiles para que nadie lea libros y aprendan a pensar; a lo sumo, que lean la prensa deportiva y nada más. Tenemos que diseñar una estructura futbolística que fabrique dioses e ídolos para borregos y que involucre a todos los países del mundo. Debemos mantener a la chusma pensando sólo en el fútbol y sus dioses para que no salga de su ignorancia; nuestros amigos de Roma lo hicieron durante casi 2 mil años, que no está nada mal si pensamos que no tenían televisión ni satélites y su única tecnología era la comunicación en las iglesias. Los que estén de acuerdo con la estrategia que acabo de esbozar que levanten la mano. Bien. Revisaremos los detalles de un plan en Junta Extraordinaria en una fecha a convenir.

    Madrid, época actual

    Él estaba aprendiendo: el primer paso consistía en desandar todo lo aprendido hasta el momento: no servía para nada o, dicho de otra manera, sólo servía a la sinarquía. Hasta lo que enseñaban sobre el Teorema de Pitágoras era falso: a2+b2=c2 no tenía nada que ver con catetos e hipotenusa. El segundo paso consistía en darse cuenta de que lo que es arriba es igual que lo que es abajo o, como lo había expresado Hegel, lo objetivo y lo subjetivo son idénticos pero distintos. En realidad el primer axioma, de Hermes Trimegisto, no era lo mismo que el de Hegel porque se refería al cosmos y los acontecimientos terrenos, mientras que el segundo se refería a lo colectivo e individual, pero el sentido era el mismo. La gente no se daba cuenta: si él era esclavo, todos lo eran. Él quería ser libre y por eso quería aprender, pero no quería esa libertad estúpida de pincharle el ojo al comensal que tenía delante o de tirarse a todas las chavalas (o chico si era mujer) que quisiera, sino ser libre de la determinaciones. La sinarquía explotaba las determinaciones y creaba otras nuevas.

    La gente es idiota y cree que deja de serlo un par de veces cada lustro, cuando vota.

    Idiota, del griego antiguo, es el que no se involucra en los asuntos de su comunidad (o se preocupa sólo de sus asuntos particulares, según la interpretación que se quiera darle).

    Hay atisbos poco esperanzadores, porque no aparece ninguna idea nueva, salvo donde no debiera. Es fácil entender lo que ocurre, a pesar de los sesudos análisis de los tertulianos iluminados por la ideología pertinente (tertulianos participantes en tertulias, no del credo quía absurdum). Los ingenuos creen que es fruto del caos creado por el capitalismo salvaje, el sistema y/o los tópicos habituales. La realidad es, a la vez, más complicada y más sencilla, pero todo se reduce a un eje rector: la sinarquía.

    Cualquier idea nueva proviene de ella y la más diabólica es la abundancia en la pobreza. En épocas decimonónicas los proletarios rurales y urbanos lo pasaban realmente mal y una cosecha fallida—la de la patata en Irlanda por ejemplo—podía provocar hambrunas y migraciones terroríficas, donde los malvados capitalistas se aprovechaban de los ejércitos de mano de obra barata para explotarlos. En la actualidad aun se producen migraciones para huir del hambre para continuar teniendo hambre en la abundancia; la explotación está en el paro.

    Sinarquía también viene del griego, pero su acepción actual es más reciente, de la época de sociedades y sectas secretas en Europa; sinarquía viene a significar hoy gobierno secreto tras bambalinas, la teoría de la conspiración que halló su expresión más pedestre en el contubernio judeo-masónico.

    Es una inveterada costumbre humana buscar un chivo expiatorio: los judíos, la banca (la banca judía), los negros, la Iglesia, los comunistas, la ultraderecha, en fin, toda la gama de culpables de todos los males de la humanidad. Los españoles son muy propensos a encontrar responsables de los males (en vez de resolverlos) y él, como muchos, había hallado un culpable mandado a hacer a medida: la abeja.

    En realidad el maldito insecto siempre le había dado grima. De niño uno de esos bichos de mierda le había picado inopinadamente en la planta del pie mientras se secaba al sol después de un baño en el Alberche y desde entonces había detestado todo lo relacionado con los repugnantes himenópteros; incluso la miel le daba repelús: era pringosa, no se quedaba quieta sobre la rebanada de pan y se derramaba sigilosamente sobre la ropa convirtiendo todo en una pesadilla pegajosa. Después, desde luego, venían las regañinas por descuido o un sopapo por guarro, que para eso los adultos eran rápidos en descubrir defectos.

    Las ironías de la vida (más valdría decir sarcasmo) quisieron que se casara con una bióloga apasionada por la apicultura que utilizaba su afición por los repugnantes insectos como arma arrojadiza y esgrimía el calificativo zángano como un búmeran empuñado por un nativo australiano.

    Para más inri, su empleo en el banco del holding del himenóptero caducó con el advenimiento del Evangelio de San Alfonso, que resumió la buena nueva con su encíclica To’ Pal Pueblo, escarnio que infligió al propietario de la colmena y no a los predadores que se repartieron el apetitoso botín que pringó a más de uno de los apóstoles del cambio.

    Fue un punto de inflexión en su azarosa vida: el paro acabó con su vida matrimonial (es un decir) y con su pertenencia a la clase media, columna vertebral de la nueva España. Esto le hizo pensar, aunque no renunció a su aversión favorita. Por el contrario, después de concluir que la abeja era la metáfora más acabada y perfecta de la explotación humana, se propuso estudiarla (metáfora y explotación) con el único propósito de comprender lo que ocurría. To’ pal pueblo.

    . Los rusos también la habían intentado a su manera: el hombre masa; habían fracasado porque no contaron con el egoísmo que, contrariamente a lo que piensan los ideólogos, hace falta ser egoísta para ser libre. De lo contrario se revierte a la tribu, al alma colectiva, idéntica a un rebaño de ónix o de cebras.

    Había muchos que soñaban con una sociedad mecánica en la que lo personal estaba totalmente supeditado al interés común; el individuo fusionado con la república (en el sentido platónico) y ésta con la abstracta e inmortal utopía del futuro. El progreso, palabra nefanda en esta ideología, dependía del sacrificio de la libertad, los derechos y la felicidad del individuo en aras del interés general, concepto normalmente sin especificar mas allá de un bienestar colectivo—To’ pal pueblo—en el que la individualidad renuncia a todo acto volitivo propio, a todo sentimiento y deseo porque constituyen actos de independencia. Incluso el amor era anatema y la castidad una virtud (algunos líderes vietnamitas durante la guerra con EEUU llegaron a amputarse los genitales para no sentir pulsiones sexuales), inmolaciones compensadas por el confort y la seguridad otorgada por el colectivo—la colmena.

    Pues todo esto componía la vida de los himenópteros y había pensadores (¿?) e ideólogos que deseaban emularla. Los rusos habían fracasado, junto con otros delirios menores, pero la sinarquía estaba en vías de tener éxito.

    La bióloga era, además, ejecutiva y se tomaba en serio a sí misma y lo que hacía y representaba. De alguna manera era un arquetipo y ejercía como tal. Fue una de las primeras (incluso antes que los políticos) en tener teléfono móvil, que utilizaba despiadadamente para llamarlo y dictarle la lista de la compra. Casi toda su ropa era del Corte Inglés y para el trabajo vestía, por lo general, un impecable traje sastre gris con pin-stripe (raya alfiler) que parecía cortado por un artista de Saville Row.

    Esta semblanza rigurosa había sido tildada de machista por mujeres modernas como ella, por lo que era visto y considerado como un troglodita cromañón por el personal femenino. Él era vendedor de coches, se ponía siempre el mismo traje porque no le quedaba más remedio, no tenía coche propio y no se creía lo que hacía: sabía que el coche era la peor inversión que podía hacer una familia, partiendo de la base de que un coche perdía por lo menos un 30% de su presunto valor el mismísimo instante que salía del concesionario; un símbolo de estatus absolutamente falso porque tenía matrimonios vecinos que comían patatas cocidas y pasta para tener el coche aparcado frente a la puerta. A pesar de estas manías, era un eximio vendedor y ganaba mucho dinero—hasta que llegó la crisis.

    ¿Crisis? ¿Qué crisis? No hay ninguna crisis. Tú te crees tus propias monsergas y no vendes nada porque eres un zángano.

    En la colmena unos 3 o 4 cientos santos himenópteros esperan ser elegidos por la reina; es un poco gruesa, como Isabel II y su cerebro es como una papilla porque su única función es la reproductora. Una vez fecundada (la cópula es un evento de una sola vez porque la reproducción es cuasi virginal—la partenogénesis. El ungido le inoculará 25 millones de futuras abejas y ahí acabó el himeneo). Los machos que no han sido elegidos para este espléndido coito real son primorosamente masacrados por la guardia pretoriana de la reina (Gadafi tenía la suya propia con karatekas de ébano) y sus cadáveres son barridos al exterior por las limpiadoras.

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1