Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Valentía para amar
Valentía para amar
Valentía para amar
Libro electrónico151 páginas1 hora

Valentía para amar

Calificación: 2 de 5 estrellas

2/5

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Era evidente que ella todavía lo deseaba, y él se aprovechaba porque quería una segunda oportunidad con su esposa...

Se suponía que la boda de Chloe iba a ser el acontecimiento social del año... pero ella no estaba demasiado entusiasmada. La culpa la tenía un italiano guapo y rico: su ex marido, Nico Moretti.
Lo que ella no sabía era que Nico tenía una misión: no quería que se casara con nadie, así que se disponía a seducirla hasta que admitiera que todavía lo amaba.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento19 jul 2012
ISBN9788468707129
Valentía para amar
Autor

Catherine Spencer

In the past, Catherine Spencer has been an English teacher which was the springboard for her writing career. Heathcliff, Rochester, Romeo and Rhett were all responsible for her love of brooding heroes! Catherine has had the lucky honour of being a Romance Writers of America RITA finalist and has been a guest speaker at both international and local conferences and was the only Canadian chosen to appear on the television special, Harlequin goes Prime Time.

Autores relacionados

Relacionado con Valentía para amar

Títulos en esta serie (100)

Ver más

Libros electrónicos relacionados

Romance contemporáneo para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Valentía para amar

Calificación: 2 de 5 estrellas
2/5

1 clasificación0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Valentía para amar - Catherine Spencer

    Editados por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.

    Núñez de Balboa, 56

    28001 Madrid

    © 2004 Spencer Books Limited. Todos los derechos reservados.

    VALENTÍA PARA AMAR, Nº 1573 - julio 2012

    Título original: The Moretti Marriage

    Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.

    Publicada en español en 2005

    Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con permiso de Harlequin Enterprises II BV.

    Todos los personajes de este libro son ficticios. Cualquier parecido con alguna persona, viva o muerta, es pura coincidencia.

    ® Harlequin, logotipo Harlequin y Bianca son marcas registradas por Harlequin Books S.A.

    ® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

    I.S.B.N.: 978-84-687-0712-9

    Editor responsable: Luis Pugni

    Conversión ebook: MT Color & Diseño

    www.mtcolor.es

    Capítulo 1

    Viernes, 21 de agosto

    La luz del sol se reflejaba en la piscina y lanzaba sus destellos cambiantes al techo de la habitación. Otro caluroso día de un verano sin fin.

    Eran más de las nueve cuando se despertó, dos horas más tarde de lo habitual. Había pasado la noche casi en vela, dando vueltas y vueltas en la cama, incapaz de dormir. Entonces, tumbada boca arriba, cubierta sólo por una sábana, Chloe Matheson repasó mentalmente el día que tenía por delante.

    Pasaría la mañana en el bufete y se encontraría con Baron. Comida con Monica, su mejor amiga y dama de honor, para ir después a la prueba final de los vestidos de las dos. Más tarde, cita con el restaurador y una última consulta a su estilista. Por último, como broche de oro, cóctel en casa de su madre, donde se encontraba entonces, para conocer a los padres del novio, recién llegados de Ottawa.

    ¿Cómo se había convertido la sencilla ceremonia que habían planeado ella y Baron en el evento social de la temporada? ¿Cómo había crecido una lista de veinte selectos invitados hasta los ciento veinte que eran ahora?

    Tenían que haberse fugado juntos, pero aquello no hubiera sido propio de dos personas como ella y Baron, demasiado sensibles y maduras como para actuar como Romeo y Julieta.

    No, se dijo. No quería tener nada que ver con esos dos.

    En la terraza, bajo su ventana, su madre Jacqueline y su abuela Charlotte desayunaban apaciblemente, y el zumbido de su charla mezclado con el aroma del café se coló por su ventana. Aunque no podía entender lo que decían, Chloe adivinó que hablaban de la boda; era el único tema de conversación de aquellos días.

    –Estáis sacando las cosas de quicio –había protestado Chloe cuando las cosas habían empezado a escaparse de su control–. No es la primera vez, ni para Baron ni para mí.

    –Si os queréis lo suficiente como para legalizar vuestra situación, entonces merece la pena –había sentenciado su madre–. Además, ninguna hija mía tendrá una boda sencilla y sosa mientras pueda permitirme lo contrario.

    Entonces, en abril, cuando Baron se le declaró, Chloe pensó que no serviría de nada oponerse a ello. Ahora desearía haber sido más firme entonces, pero habían enviado las invitaciones hacía mes y medio y todas las habitaciones libres de la casa y de un hotel cercano ya estaban preparadas para los invitados que venían de fuera de la ciudad. Era demasiado tarde para echar el freno.

    Miró la silueta de su cuerpo bajo la sábana: los huesos de la cadera prominentes, rodeando la depresión cóncava de su abdomen, los pechos tan planos que apenas se notaban...

    –Éste es el legado que nos ha dejado el dar el pecho a nuestros hijos: unas tetas planas y vacías –había reído Monica el día que fueron a buscar vestidos de boda, antes de darse cuenta–. Lo siento, Chloe, lo había olvidado. No quería hacerte daño.

    Chloe, sin embargo, nunca lo olvidaba, y volviéndose a mirar la fotografía que descansaba en la mesilla de noche, se encontró con los solemnes ojos oscuros de su hijo con dos meses de edad.

    –Hola, ángel mío –susurró, con un nudo en la garganta.

    Escaleras abajo, el teléfono empezó a sonar. Con un terrible esfuerzo, Chloe consiguió salir del terrible abismo de dolor que siempre parecía a punto de absorberla. Se besó la punta del dedo y lo colocó sobre la sonrisa infantil de su hijo antes de apartar las sábanas y dirigirse a la ducha.

    Ni Jacqueline ni Charlotte la oyeron salir a la terraza veinte minutos después. Estaban demasiado ocupadas maquinando algo, tanto que cuando Chloe saludó, dieron un bote en sus asientos como si las hubieran pillado robando en una tienda.

    –Cariño –exclamó su madre, a punto de volcar su taza de té–. Te has levantado por fin. Qué bien.

    –No sé qué hay de excepcional en eso, madre –dijo ella, observando a las dos mujeres con desconfianza–. Es algo que todo el mundo hace en un momento u otro del día.

    –Pero tienes un aspecto tan... descansado –añadió su abuela, lo cual era una mentira flagrante, ya que Chloe era consciente de que nada hubiera podido disimular sus ojeras.

    Estaban haciendo lo posible por parecer inocentes, como si aquélla fuera otra mañana más de la larga semana que quedaba antes de la boda.

    –De acuerdo –dijo ella, sentándose a la mesa–. Soltadlo todo. ¿Qué está pasando aquí?

    Ellas cruzaron una mirada antes de que su madre tomase la palabra.

    –Bueno –dijo–, esta mañana tienes la prueba del vestido, la cita con el restaurador...

    –Tengo muy claro lo que tengo que hacer, mamá –le informó Chloe–. Es tu agenda lo que me preocupa.

    En el rostro de su abuela se dibujó una enorme sonrisa.

    –Esta noche vienen los padres de Baron y queremos que todo sea perfecto –dijo poniendo unos arándanos en una copa de cristal para Chloe–. Después de todo, nunca hay una segunda oportunidad para dar una buena primera impresión.

    –Exacto –dijo su madre, sirviéndole una taza de café–. No nos pongas esa cara.

    –Estáis intentando acorralarme entre las dos –repuso Chloe, removiendo su café–. ¿Quién ha llamado por teléfono hace un rato?

    –Nadie –dijo Jacqueline, justo un segundo antes de que Charlotte respondiera:

    –La florista.

    Chloe las miró con severidad.

    –Si queréis, os puedo dejar solas un segundo para que os pongáis de acuerdo en la historia que vais a contar.

    –¡Eh!, deja de actuar como abogada –dijo su madre con un tono de voz que le decía que quería cambiar de tema–. No hemos cometido ningún delito, así que tómate los arándanos tranquilamente. He leído en algún lado que son muy buenos para la salud.

    Pero las palabras que su abuela pronunció a continuación la hicieron sentirse mal cuando no había tomado más que una cucharada.

    –Recuerda, cariño, que las cosas no siempre salen como esperamos. La vida a veces nos lleva por caminos extraños.

    –¿Crees que no lo sé, abuela? –dijo ella en voz baja–. Creo que aprendí la lección del modo más horrible que se pueda imaginar.

    –Claro que sí, preciosa, no pretendo abrir viejas heridas. Lo que intento decirte es que tu felicidad, tus elecciones, son lo más importante para nosotras. Sólo queremos lo mejor para ti.

    «Elecciones»... sin duda, una extraña palabra, y más en aquel momento.

    –Entonces tenéis que estar encantadas de que haya elegido a Baron, porque es lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo.

    –Si tú lo dices, Chloe.

    –Así es, abuela. Me pregunto por qué no me crees.

    –Tal vez –interrumpió su madre–, porque tú no demuestras ningún interés por esta boda. Nadie creería que tú eres la novia, Chloe. Cuando te casaste con Nico...

    –Tenía veintidós años y era una tonta idealista.

    –Tenías tantas ganas de convertirte en la signora de Nico Moretti que casi llegaste corriendo al altar –Jacqueline cerró los ojos y dejó escapar un sentimental suspiro–. Recuerdo el velo flotando tras de ti. Tu felicidad era tan contagiosa que toda la iglesia estaba sonriendo cuando llegaste al altar. Todos comentaban lo radiante que estabas.

    –Eran los nervios.

    –Estabas tan enamorada... igual que Nico.

    –Pues al final resultó que no lo estábamos tanto, a juzgar por lo que duró nuestro matrimonio.

    –Podía haber durado –dijo Charlotte–. «Tenía» que haber durado.

    Chloe empezaba a irritarse.

    –¿Hay alguna razón para que empecéis a rebuscar en mi pasado de esa manera? ¿Acaso queréis decirme que cometo un error casándome con Baron?

    –¿Eso crees tú? –preguntó Jacqueline.

    –¡No! –dijo ella, casi con demasiado énfasis–. Y si vosotras lo pensáis, llegáis un poco tarde –dominando su propia inseguridad, miró con dureza a las dos mujeres que más quería del mundo–. Además, fuisteis vosotras las que convertisteis una boda sencilla en este circo.

    Jacqueline estuvo a punto de perder la compostura por un segundo, pero se rehizo enseguida.

    –Porque te queremos demostrar cuánto te queremos, Chloe.

    –Ya lo sé –murmuró ella, avergonzada. Ellas no tenían la culpa de que no pudiera superar su pasado.

    –Esperábamos que la boda con Baron fuese la clave, pero pareces tan... indiferente; como si casarte fuera otro caso más. Ni siquiera pensabas comprarte un vestido como debe ser hasta que te presionamos nosotras. Y ni siquiera te has molestado en abrir ni la mitad de los regalos.

    –Porque estoy muy ocupada con el trabajo –repuso ella–. Ya me viene bastante mal tomarme la semana siguiente libre, aunque sea para ir a las Bahamas. Y el resto de los compañeros tienen que repartirse mi trabajo y el de Baron. Con respecto a lo del vestido, me parecía demasiado, teniendo en cuenta que es el segundo, y que tengo el armario lleno de ropa.

    –Incluso una segunda boda más sencilla requiere ciertos adornos –observó su abuela–. Después de todo, sigue siendo un día muy especial.

    –Tienes razón, como siempre –dijo ella, cansada de discutir sobre el tema–. ¿Cuántos invitados esperamos esta noche? –le preguntó a su madre.

    –Sólo una docena. La familia y los amigos más allegados; no queremos que los Prescott se agobien con muchas caras nuevas al mismo tiempo. ¿A qué hora llegan?

    –A las once y veinte, creo. Baron irá a buscarlos, los llevará a comer y después los acercará al hotel para que puedan descansar antes de la fiesta de esta noche –apartó la silla–. Lo que me recuerda que tengo que ponerme en marcha ya. Le prometí salir con él a tomar un café antes de que se fuera al aeropuerto. Ambos hemos estado muy ocupados estos días, sólo nos hemos visto de pasada y no parece que la cosa vaya a ser mejor esta semana.

    –Tenéis el resto de vuestras vidas para estar juntos después del próximo sábado –indicó Jacqueline.

    Era cierto, pero Chloe necesitaba pasar tiempo con su prometido. En privado, lejos del jaleo previo a la boda. Necesitaba su cálida y serena presencia para calmarle los nervios, sentir el calor de sus abrazos y la dulzura de su sonrisa.

    Con sólo eso, sus dudas desaparecerían por completo y se daría cuenta de lo afortunada que era por haberlo encontrado. No podía ser

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1