Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Pasión en Estambul
Pasión en Estambul
Pasión en Estambul
Libro electrónico164 páginas2 horas

Pasión en Estambul

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Compartir la misma habitación resultaba una dulce tortura…

El experto en operaciones especiales Trig Sinclair era un hombre de honor y conocía la regla número uno del código de amistad. Por muy atraído que se sintiera hacia Lena West, la hermana pequeña de su mejor amigo, debía mantenerse alejado de ella.
Pero, después de sufrir un accidente en Estambul, Lena perdió la memoria y creyó que estaba casada con Trig. Fue muy difícil enfrentarse a ella después de que descubriera lo que su supuesto marido había estado ocultándole…
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento3 abr 2014
ISBN9788468743028
Pasión en Estambul
Autor

Kelly Hunter

Kelly Hunter has always had a weakness for fairytales, fantasy worlds, and losing herself in a good book. She is married with two children, avoids cooking and cleaning, and despite the best efforts of her family, is no sports fan! Kelly is however, a keen gardener and has a fondness for roses. Kelly was born in Australia and has travelled extensively. Although she enjoys living and working in different parts of the world, she still calls Australia home.

Lee más de Kelly Hunter

Autores relacionados

Relacionado con Pasión en Estambul

Títulos en esta serie (100)

Ver más

Libros electrónicos relacionados

Romance contemporáneo para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Pasión en Estambul

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Pasión en Estambul - Kelly Hunter

    Editado por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.

    Núñez de Balboa, 56

    28001 Madrid

    © 2013 Kelly Hunter

    © 2014 Harlequin Ibérica, S.A.

    Pasión en Estambul, n.º 2300 - abril 2014

    Título original: What the Bride Didn’t Know

    Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.

    Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

    Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

    ® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

    ® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

    Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

    I.S.B.N.: 978-84-687-4302-8

    Editor responsable: Luis Pugni

    Conversión ebook: MT Color & Diseño

    Prólogo

    Lena West no comprendía la pregunta. Tenía que ver con la fórmula de Euler e incógnitas complejas pero, aparte de eso, no tenía ni idea. Con una mueca, dejó caer el lápiz sobre el cuaderno y trató de concentrarse en sus deberes. Era difícil, cuando tenía el océano justo delante. El verano y los deberes no eran una buena combinación. Menos, cuando tenía la playa a unos pocos metros y su hermano mayor se había ido a zambullirse en el agua nada más llegar a casa del colegio.

    No era justo que Jared pudiera hacer los deberes de Matemáticas de cabeza. Tampoco la ayudaba que sus dos hermanos menores fueran genios declarados y pudieran responder preguntas como la que tenía delante en diez segundos. Poppy, la habría ayudado si hubiera estado en casa pero, con solo catorce años, había sido enviada a la Universidad de Queensland, donde seguía un programa especial de Matemáticas para superdotados. Damon, de trece años, tampoco estaba en casa. De nuevo lo habían castigado después de colegio. Damon tenía la teoría de que, si se portaba lo bastante mal, quizá podría evitar ser enviado a una universidad para superdotados. Aunque Lena creía que no tenía muchas probabilidades de salirse con la suya.

    Cuando uno era inteligente, la gente se daba cuenta.

    Sin embargo, Lena, a sus diecisiete años, no tenía que preocuparse por eso.

    Suspirando, volvió a tomar el lápiz. Allí estaba la pregunta número seis, riéndose de ella. Una simple pregunta que todo el resto de su familia podía haber respondido en sueños.

    –Idiota –farfulló ella.

    –¿Quién? –dijo una voz aterciopela detrás de ella.

    Lena se asustó, pues no había oído a nadie acercarse. Enseguida reconoció a Adrian Sinclair, su vecino de al lado y el mejor amigo de Jared desde la guardería.

    –¿Por qué no llamas a la puerta? –le espetó ella, aunque sabía que Adrian nunca llamaba. Prácticamente, vivía allí.

    –No quería interrumpir tus pensamientos.

    –Pues ya lo has hecho.

    –Has dicho idiota. Pensé que hablabas conmigo.

    –Idiota.

    –¿Lo ves?

    Era imposible no sonreír ante la alegre mirada de Adrian.

    –No vas a conseguir nada con esa sonrisa tuya.

    –Eso no es cierto. ¿Está Jared?

    –Allí –indicó Lena, señalando al Pacífico. Jared estaba saliendo del agua en ese momento, con su tabla de surf en la mano–. ¿Por qué no estás allí con él? –preguntó.

    –Estaba pensándomelo. ¿Y tú?

    –Mañana tengo examen de Matemáticas –repuso ella y lo miró un momento pensativa. Adrian había escogido las mismas asignaturas que ella y Jared–. ¿Qué sabes de la fórmula de Euler?

    –¿Qué pregunta es la que no entiendes? –inquirió él a su vez, mirando el cuaderno.

    –La número seis.

    –De acuerdo –dijo Adrian, tomó el libro de texto de Matemáticas y comenzó a ojearlo como si supiera qué estaba buscando.

    Tenía fuertes muñecas, manos grandes, dedos fuertes y gruesos. Lena tuvo ganas de tocarlo para medir sus palmas y comprobar lo cálidas y grandes que eran sus manos...

    Entonces, Adrian dejó el libro sobre la mesa, a su lado y la rozó con el torso en el hombro, mientras señalaba un párrafo del texto... De pronto, a Lena le subió la temperatura.

    –¿Quieres sentarte? –ofreció ella, pensando que, al menos, así se separaría un poco.

    –Llevo todo el día sentado. Estoy bien.

    Lena se removió en su asiento, notando cómo el aroma de Adrian la envolvía. Olía a limpio con un toque especiado. Era increíble que oliera tan bien después de todo el día en el instituto. Era como si se hubiera dado una ducha antes de ir a ver a Jared, lo que sería muy raro, pues siempre solía terminar bañándose en el mar.

    –Bueno... –dijo él con voz más ronca de lo habitual.

    Sí. La pregunta número seis. Lena volvió a centrar la atención en el libro... ¡pero sus ojos se clavaron en aquellas manos de nuevo! La pregunta seis. Debía concentrarse...

    –¿Qué estáis haciendo? –preguntó una voz desde la puerta del patio.

    Lena también conocía a la perfección aquella voz. Antes de levantar la vista, sabía que era su hermano Jared. Como ella, tenía el pelo rizado y moreno, aunque ella lo tenía mucho más largo y rizado. Él tenía los ojos más azules, pues los de ella tenían un toque gris. Los dos tenían complexiones atléticas. Y ambos estaban frunciendo el ceño.

    –¿Qué problema tienes? –preguntó Lena a su vez–. ¿No han acudido bastantes admiradoras tuyas a la playa?

    Jared tenía mucho éxito con las chicas. La mayoría de ellas se hacían amigas de Lena para poder acercarse a él. El problema era que, como cambiaba de novia a toda velocidad, muchas dejaban de ser amigas de Lena después.

    –Ellas se lo pierden –le había dicho Jared cuando su hermana se había quejado de que sus amigas le duraran tan poco. Después de eso, Jared le había permitido salir con él y sus amigos, aunque hubiera sido solo por compasión.

    –He dicho que qué estáis haciendo –repitió Jared con tono helador.

    –Trigonometría –respondió Lena, pensando que una respuesta directa igual era lo mejor para calmarlo.

    Jared posó los ojos en Adrian y ambos hombres se sostuvieron la mirada un momento.

    –Si te molesta algo, Jared, suéltalo.

    Jared los miró a ambos de nuevo y, despacio, Adrian se enderezó, mientras un mensaje sin palabras parecía fluir entre él y su amigo.

    –Ya conoces las reglas –le recordó Jared con frialdad.

    –¿Qué reglas? –intervino Lena.

    –Ha pensado que estaba intentando ligar contigo –le explicó Adrian después de un largo y tenso silencio.

    –¿Cómo? –balbuceó Lena. Había dos cosas implícitas en aquella sencilla afirmación. La primera era que Adrian podía estar interesado en ella, lo que dudaba mucho. Y la segunda...–. Jared West, ¿es que pretendes espantarme a los chicos? Si es así... –le acusó y afiló la mirada un momento–. ¿Es por eso por lo que Ty Chester no me invitó al baile de séptimo? Iba a hacerlo, sé que iba a hacerlo. Pero no lo hizo.

    –No –negó Jared–. Igual pensó que a cambio ibas a pedirle que montara contigo en ultraligero. He oído que le tiene miedo a las alturas.

    –Y a los gatitos –añadió Adrian–. Y a su propia sombra.

    –Quizá me apetecía probar algo distinto –gruñó ella–. Igual tenía ganas de comprobar cómo vive la gente guapa y tranquila –comentó. Y era cierto. Aunque no fuera valiente, Ty Chester era muy, muy guapo.

    –Te lo habrías comido vivo.

    –De eso se trataba. Jared, te juro que, si alguna vez me entero de que interfieres en mi vida amorosa, convertiré la tuya en un infierno –amenazó Lena–. Y la tuya, también –le espetó a Adrian, por si acaso.

    –La mía ya es un infierno –murmuró Adrian.

    Jared lo miró en silencio, una vez más comunicándose con su amigo sin palabras. Lena estaba acostumbrada a eso, pero en ese momento le estaba sacando de sus casillas.

    –¿Por qué no os vais y me dejáis tranquila?

    –Sí, vámonos –le dijo Jared a Adrian–. La trigonometría no es lo tuyo.

    –Si vamos a hacer surf esta tarde, recuérdame que te ahogue –repuso Adrian con una sonrisa.

    Los dos amigos se sonrieron, sin moverse.

    –Tengo cosas que hacer –les recordó ella, impaciente. Por desgracia, al bajar la vista a su libro, llamó la atención de su hermano sobre el tema.

    –¿Desde cuándo necesitas ayuda para hacer los deberes de Matemáticas?

    –Desde que se han ido poniendo difíciles. Es una pregunta tonta, ¿no crees?

    –¿En serio? ¿No puedes hacer sola operaciones básicas de trigonometría?

    –Esta es la razón por la que, a veces, dudo ser su hermana –le comentó Lena a Adrian–. Quizá sea hija del fontanero.

    –Sí, pero tienes fuerza de voluntad. ¿Qué más da que tardes un poco más que ellos en terminar un problema de trigonometría? Nunca te rindes.

    –Sí, pero no puedo seguirles el ritmo. Si sigo así, acabarán desheredándome.

    –¿Cómo que no puedes seguirnos el ritmo? –preguntó Jared, que nunca había tenido que esforzarse para ser el primero de la clase.

    Sin embargo, Lena había tenido que dejarse los codos estudiando para no quedarse atrás. Cada vez más, notaba que la diferencia con sus hermanos se hacía más evidente. Era una maldición ser una persona normal en una familia de genios.

    –¿Me excluiríais si me quedara atrás?

    Jared se quedó mirándola, confuso y sin palabras.

    Sin embargo, los ojos de Adrian sonreían. Era como si él siempre hubiera adivinado las inseguridades de Lena, pero le hiciera gracia que ella las estuviera expresando en ese momento.

    –Da igual –farfulló ella.

    –No vas a quedarte atrás –repuso Jared al fin–. Yo no te dejaré.

    Jared no lo entendía.

    –Mira, es mejor que cada uno se conforme con su nivel.

    –Nada de eso –negó Jared–. No me gusta que seas tan derrotista.

    –Nadie va a dejar a nadie atrás –señaló Adrian para calmar la tensión–. Y nadie va a ser derrotado. Jared nunca va a excluirte, Lena. Es demasiado protector contigo. ¿No has visto cómo se ha puesto solo porque me había atrevido a acercarme a ti?

    –Ya. Pero lo hace para protegerte a ti, no a mí –replicó ella.

    –Igual os quiero proteger a los dos –apuntó Jared–. ¿No se os había ocurrido?

    –Mucho pides tú –murmuró ella y, cuando Adrian asintió para mostrarse de acuerdo, soltó una carcajada que por fin rompió la tensión–. ¿Qué os parece si empezamos la conversación de nuevo? Iré al grano. Me siento como una imbécil bloqueada con la pregunta seis. Necesito ayuda para terminarla y poderme ir a hacer surf.

    Así

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1