Hay que comerse el mundo a dentelladas
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Hay que comerse el mundo a dentelladas - Alberto García-Teresa
HAY QUE COMERSE
EL MUNDO A
DENTELLADAS
Alberto García-Teresa
SOMOS INVENDIBLES, SOMOS INVENCIBLES
Hace cosa de un par de años la revista digital Lunas Rojas daba la alternativa poética a un entonces desconocido para mí Alberto García-Teresa. Me prendó allí su frescura, su vitalidad, su trato cotidiano con la inocencia que parecía conservarse intacta en el mejor desear de un joven poeta. Alberto hablaba en sus versos de renunciar a esta forma de locura en la que nos mantiene el capitalismo y de abrir unos ojos nuevos, los nuestros, pero nuevos porque estarían ya mirando el mundo inédito donde, lejos de los extenuantes ritmos de la producción fordista y de la forma mercancía en la que está basado nuestro viejo mirar y percibir, nos habríamos situado en algún recién estrenado lugar de aquí mismo donde ya se habría producido el milagro de vernos hombres y mujeres, definitivamente únicos y compañeros.
Así conocí a Alberto, en la secreta convicción de que estaba ante otro esperanzado sobre nuestras posibilidades como seres humanos para poner fin al inmundo, y así fue como me puse a investigar y a preguntar a unos y otros con el fin de establecer contacto con él, para agradecerle sus palabras y para animarle a que nos acompañara hasta Moguer, un pueblecito de la provincia de Huelva, donde anualmente se reúnen otras voces extremadas que, como Alberto, están por hacer de la poesía un instrumento de análisis de la realidad y una herramienta de desear y trabajar por la transformación de esta realidad. Los augurios no podían ser mejores. La voz de Alberto se uniría ese verano a la de otros tantos para alzar el canto coral de los novios de la mente, de la vida buena y del paraíso aún por ganar para los goces sencillos aquí, en la tierra, para todos. Lo que no sabía era que, por aquellos mismos días donde yo me afanaba preguntando por él, un desgraciado accidente a punto estuvo de segarle la vida a esta joven promesa de nuestra poesía mejor. A pesar de su estado, Alberto me prometió acudir a Moguer: «apenas puedo estar un par de horas de pie pero acudiré a leer mis versos». No se me olvidan sus