Sobre las aguas: Ópera en dos actos
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Cada poema es capaz de vibrar como lo hacen los instrumentos de esta orquesta anónima que acompaña una ópera dividida en actos donde el amor rebasa todo límite para sellar la esperanza. Como toda fe, está llena de sorpresas, pero ni siquiera el dolor puede vencer si más allá de toda ausencia se encuentra la memoria para volverse huella sobre nuestra piel.
Sobre las aguas es un poemario que une lo lejano, que salva de todo olvido los instantes que pueden hacernos sobrevivir en la soledad de la emigración.
Sobre las aguas es una tentativa que compromete al amor al grado mayor de hacerse perpetuo sobre todo derrocamiento que no entienda que el alma ponga besos donde no existan labios, ni abrazos donde los cuerpos sean sólo memorias.
Masiel Mateos Trujillo
Masiel Mateos Trujillo (Morón, Cuba, 1968) Escritora, poeta, narradora y promotora cultural. Es miembro de la UNEAC, UNHIC y ACDAM. Tiene publicados Manuscrito del insomne (2003), Ellas toman café junto al gramófono (2006), La casa patas arriba (2007 y 2016), Las Botellas traen mensajes a la costa (2010) y Palabras mojadas (2017). Sus poemas y cuentos, tanto para niños como adultos, aparecen en antologías y revistas de Cuba y en el mundo. Ha recibido los premios V centenario de Santa Teresa de Jesús, Iglesias Católicas de Cuba 2015 y la tercera posición en el Concurso Internacional de Relato Universidad Popular a Distancia de Zamora, España.
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Sobre las aguas - Masiel Mateos Trujillo
lloro.
Preludio
Argumento
La ópera abre la cortina; una tocata del clavicordio despierta al gentío con un Sol mayor resonante que aúpa a despertar el alba. De un lado del bastidor aparece la soledad del sosiego, la casa sin decoraciones. El violín se hace a las voces corales; grita su odio de tanto mar cruzado, tanto calendario en oquedad. Sobre la mesa, las manos de las amantes se separan, queda solo el papel, la máquina esperando por la escritura. Los manuscritos recuerdan que alguien existe bajo los pliegos, que como los hombres, también se cubren de vejez. La armadura clave ordena los semitonos, su decreto impone distancia entre las pieles; como sacrifico para existir detrás del mañana. Un obligado compás nos hace resistir, viendo el espacio vacío de la cama. De un lado del bastidor se vive en el norte y el invierno; del otro, el sol juega sobre las cortinas y quema.
En los entreactos aparece la manipulación, la posibilidad de que la fe exista en la próxima escena y nos salvaguarde de abominar la desventura que musita la orquesta. El traductor de las gaviotas revelará la verdad de los mensajes que anidan en la copla.
En la fuga, el sujeto se superpone a toda cordura se voltea a contra tema y dice «Estas son tus alas, vuela». La tonalidad es mayor sin armadura, se requerirá de alteraciones fortuitas. La escalonada y misteriosa vida de dos amantes emerge en la polifonía de los mensajes; breves contrapuntos, duetos desde tramoyas sin luces como fronteras secas. La melodía es tan triste como los versos bajo la pluma. Es necesaria la variación de las escenas, un actor irreverente rasga la guitarra, a la par su garganta llora. Quiere mantener la expectación hacia el reencuentro, tan imposible como los trenes que se cruzan eternamente. Emi usa el melisma, cambia la altura de su sílaba mientras canta, como mismo cambió la ruta ese amanecer. Con entonación nasal, conecta el llanto de los esclavos y el de la que espera; los dolores siempre se parecen cuando hay despedidas.
Marie puede escuchar la armónica y ornamentar el dolor de sus horas, estimular el salto y finalmente abrir la jaula. Con una simple estilográfica rasguea el papel para dar el ultimátum: «He de partir desnuda para que nada pese cuando al viento salte y me vuelva alas».
Obertura
Aria da capo: La profecía
La predicción comenzó en el parque.
Tras el negro de las ropas las flores comenzaron a reverdecer.
Primero fue la llovizna que solo a ti y a mí mojaba;
los otros bajo los faroles coreaban sin humedad en sus trajes.
El aroma de tus dedos cambió a primavera el adusto olor del otoño.
Por mi vientre trepaban tus flores transfigurándome en hiedra.
Confundida en césped recibí tu cuerpo y en sereno fue mi boca beso.
La guitarra invisible bajo mis pulgares entonaba tu nombre.
Ante los paseantes nuestro dueto sorprendió lo atrevido.
Desde el canto desnudamos el alma y su veracidad de alianza.
Se harán un día camino, vaticinó el trovador.
No dejes de correr hasta el reencuentro,
las puertas, las llaves y el número no son azar,
previno el poeta tras empinar el último sorbo del licor.
Tú y Yo,