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Pseudosicología. Explorando los mitos de la autoayuda
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Libro electrónico304 páginas5 horas

Pseudosicología. Explorando los mitos de la autoayuda

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Actualmente existen muchas corrientes que pretenden ayudar física y moralmente a las personas, las cuales tienen millones de seguidores alrededor del mundo. Ello significa un gran negocio. Pero, ¿en realidad la filosofía tal o el ejercicio aquel o la corriente alimentaria libre de grasa animal son las mejores opciones para todos? Para el autor este tipo de preguntas son obligadas, ya que algunas veces no basta sólo querer o aspirar algo con ahínco, por lo que a través de análisis y contrastes, pondrá en tela de juicio este tipo de pensamientos.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento3 ago 2015
ISBN9781943387533
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    Es una excelente reflexión sobre lo que implica el crecimiento personal. Lo recomiendo ampliamente.

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Pseudosicología. Explorando los mitos de la autoayuda - Dr. Srhephen Briers

A mi adorada esposa y mis hijos que tanto padecieron; gracias por su paciencia y apoyo. Prometo no escribir nada en un buen rato. Muchas gracias también al equipo de Pearson, especialmente a Paul East y Elie Williams por todo el duro trabajo que realizan detrás de bastidores. Este libro también está profundamente en deuda con todos los académicos, los blogueros y los periodistas que amablemente me proporcionaron tanto material estimulante, así como con Drew y Natalie Dee, creadores de Married to the sea. Sus geniales caricaturas me hicieron reír a carcajadas en un momento en el que me resultaba especialmente difícil escribir. Y, sobre todo, gracias a mi maravillosa editora, Rachael Stock, que se entregó en cuerpo y alma, y generosamente se ofreció a editar este libro, aunque técnicamente estaba de permiso. No sé si sabías en el problema en el que te estabas metiendo (yo mismo no lo sabía), pero me apoyaste desinteresadamente para que no me temblara la mano a la hora de escribir. En verdad te estoy muy agradecido. Finalmente, quiero darle las gracias a mi leal sabueso, Lola, quien no se despegó de mi lado durante todo este proceso, aunque sospecho que su devoción tiene algo que ver con su maña para convencerme de darle galletas y hacerme de la vista gorda cuando se subía al sillón de mi oficina. Sólo tengo dos palabras para ella: ¡BÁJATE INMEDIATAMENTE!

"Los hombres creen gustosamente aquello que se acomoda a sus deseos."

Julio César

"Creo en las mentes abiertas, pero no deben estar tan abiertas como para que se les caigan los sesos."

Arthur Hays Sulzberger

"El hombre es la suma de sus creencias."

Anton Chéjov

Introducción

¿De verdad es tan mala la psicología popular?

Vivimos en la era de la superación personal. A diario recibimos millones de mensajes —algunos sutiles; otros, no tanto— que nos bombardean con la idea de que una vida más feliz, más plena y más exitosa nos espera a la vuelta de la esquina. Como la mayoría tiene sus necesidades básicas de comida y refugio cubiertas, hoy en día la civilización occidental está buscando cómo mejorar aún más las cosas. Esto ha engendrado una fértil y multimillonaria industria que incluye gurús que llenan estadios, libros de autoayuda que rompen récords de ventas, revistas y sitios web, todos diciéndonos cómo ser más felices, más delgados, más ricos, en suma, mejores personas. Pero, ¿de verdad nos está ayudando el culto a la superación personal? ¿O, más bien, está creando estándares que nadie puede cumplir? ¿La omnipresencia de la psicología popular en nuestra vida cotidiana realmente nos está facilitando el camino? ¿O terminará por salirnos el tiro por la culata?

Estas preguntas son con las que todos debemos de lidiar. Este libro es una invitación a hacer un alto, tomar distancia, y quizá arrancar de tajo algunos de los insidiosos mitos que han echado raíz en la conciencia colectiva de nuestra época. No es que yo sea un aguafiestas. Tampoco estoy tratando de sacar provecho del trabajo de los demás. En verdad considero que muchos de los que contribuyen a la efervescente industria de la autoayuda son personas sinceras y bienintencionadas que realmente desean que otros se beneficien de sus experiencias y de la sabiduría que han alcanzado. La mayoría de ellos no son charlatanes deseosos de enriquecerse de la noche a la mañana con nuestra credulidad; algunos están debidamente informados y capacitados para brindar consejos. Esas personas definitivamente merecen ser escuchadas.

No obstante —y quizá sea el motivo por el cual esto se oye como una letanía quejumbrosa—, cada vez me preocupo más porque noto que algo importante está pasando en el seno de nuestra sociedad, algo frente a lo cual nos hacemos de la vista gorda.

Es muy fácil hacer a un lado el fenómeno de la superación personal, viéndolo como un simple divertimento, como una lectura exprés en el avión o una fantasía escapista que promete una vida renovada y transformada. Tal vez podamos tomar uno o dos consejos o puede que nos caigan un par de veintes. ¿Qué tiene de malo? Pensándolo bien, nadie toma esas cosas tan en serio, ¿no es cierto? Pero la verdad es que muchos de nosotros nos las creemos en secreto. Cada día más y más personas hojean libros de autoayuda buscando soluciones porque su vida les parece disfuncional. El extraordinario auge que ha tenido el campo de la autoayuda en el último siglo no sólo es la prueba de que sufrimos de una profunda inseguridad y falta de confianza en nosotros mismos; también demuestra que la psicología ha permeado en todos los aspectos de nuestra cultura.

Las ideas y valores de la psicología popular se han infiltrado tan profundamente en nuestra cultura que los damos por hechos. Incluso forman parte del bagaje de los que nos creemos medianamente inteligentes, pues constituyen el conjunto de postulados que componen la estructura sobre la cual elaboramos nuestra visión de la vida. Nos influyen a la hora de evaluarnos a nosotros mismos y a los demás. Matizan sutilmente las experiencias cotidianas, y sus premisas influyen en gran medida en las decisiones que tomamos y en las elecciones que hacemos, tanto a nivel personal como a nivel social. Además, resulta alarmante darse cuenta de que todo esto ha sucedido sin que nos detengamos un momento para examinar sus preceptos o preguntarnos si podemos seguirles el paso. Aunque te guste pensar que la psicología popular es como un espejo que nos permite comprendernos mejor a nosotros mismos, la verdad es que es un espejo deformante, que desea reconfigurarnos a su imagen y semejanza. En El gen egoísta, Richard Dawkins nos dio a conocer el término meme, el cual se define como una idea, conducta o estilo que se disemina de una persona a otra en una cultura. Gracias al poderoso motor de la industria de la superación personal, los memes de la psicología popular se han reproducido a un ritmo tal que hoy forman parte del entramado de nuestras vidas y nuestros procesos mentales.

Esto se ejemplifica en la popularidad de los programas de televisión basados en concursos de talento, como El Factor x. El formato de la serie dicta que cada concursante debe pasar por un proceso de crecimiento personal. Nos informan de sus motivaciones en una historia conmovedora, la cual a menudo incluye un discurso pseudosicológico destinado a justificar su decisión de participar en el programa. Mientras tanto, en las semanas siguientes estimulan al público para que les otorgue su aprobación (y sus votos) en tanto los participantes crecen como artistas y como personas. Shania posee un talento natural, pero necesita creer más en ella. Ricky podría ser un artista de primer nivel, pero necesita entrar en contacto con su verdadero ser si quiere cantar como un auténtico triunfador. Y Cassie sería maravillosa si tan sólo pudiera dejar atrás los demonios emocionales de su pasado.

Guiados por un panel de mentores, cuyo arsenal de frases contundentes haría palidecer a cualquier orador motivacional, incitan a los concursantes a cambiar sus vidas y a tomar su destino en sus manos. Si logran creérsela, entregarse al 110 por ciento, enfocarse en sus metas y mantenerse en la zona, tal vez consigan aquel quimérico contrato con la compañía de discos. Mientras tanto, la pseudosabiduría psicológica que permea en todo el programa nos susurra al oído que el verdadero premio no es el contrato, sino el crecimiento personal, reservado a los valientes que se atreven a seguir sus sueños.

Puede que simplemente atribuyas esto a la gran habilidad de la compañía productora para contar historias, pero todo el formato del programa demuestra hasta qué punto se han fusionado la psicología popular y la cultura popular. La pseudosicología es un idioma que, te guste o no, todos estamos aprendiendo a hablar fluidamente, y muchos de los elementos de los programas que pasan en el horario estelar del sábado por la noche podrían venir directamente de los innumerables libros de autoayuda que atiborran los estantes de las librerías, así como de los cd’s y de los cursos a los que millones de personas asisten cada año.

Los libros de superación personal más exitosos tienen un gran impacto. Clásicos como Yo estoy bien, tú estás bien y Cómo ganar amigos e influir sobre las personas dicen haber vendido 15 millones de ejemplares en todo el mundo. Tú puedes sanar tu vida, de Louise Hay, ha vendido más de 35 millones, mientras que Los hombres son de Marte; las mujeres son de Venus y Caldo de pollo para el alma afirman que han vendido 50 y 100 millones, respectivamente. En el mundo de la edición son cifras impresionantes. Si estás leyendo esto seguramente has oído hablar de tales libros y es probable que tengas bastante claro de qué tratan. Pero incluso si no sabías que existían te han afectado de alguna manera.

Una vez, un pastor de la Iglesia Congregacionista, Edwin Paxton Hood, advirtió: Cuida los libros que lees tanto como cuidas tus amistades, pues tanto los unos como los otros influirán en tus hábitos y en tu carácter. Quizá deberíamos tomar en serio su consejo. Los valores y las preocupaciones de la psicología popular ya están afectando profundamente las historias que nos contamos a nosotros mismos acerca de quiénes somos y quiénes podemos llegar a ser. La pregunta que necesitamos plantear es: cuando miramos las cosas con la cabeza fría, ¿de verdad nos gusta lo que vemos?

No te compliques

El mayor gancho comercial de los libros de autoayuda también es lo que los vuelve tan engañosos. A saber: la promesa de que reducirá una situación compleja o una prueba de la vida a su expresión más manejable y digerible. Esto sería maravilloso si fuera, por lo menos, remotamente posible. Gracias a los tropiezos que has sufrido al paso de los años seguramente te has dado cuenta de que los seres humanos son complejos; sus vidas son complejas, al igual que el contexto social en el que se desenvuelven. Hasta en la actividad humana más sencilla interviene una serie innumerable de factores: tal como la nueva rama de la ciencia conocida como la teoría del caos lo ha venido confirmando en los últimos años, una pequeña variación a nivel local puede producir una variedad apabullante de resultados distintos —tan amplia que torna casi imposible predecir cualquier cosa, incluso en un sistema determinista, cerrado.

La frugalidad que promueve la Navaja de Occam —el principio según el cual la explicación o la teoría más sencilla siempre es mejor que la que es más rebuscada— está muy bien, pero conforme el conocimiento que tenemos del mundo adquiere mayor sofisticación nos vemos obligados a reconocer que incluso las explicaciones más someras no necesariamente son las más simples. Resulta que Oscar Wilde dio en el clavo cuando escribió: La verdad rara vez es pura, y nunca es simple. Por ejemplo, parece que la teoría de las supercuerdas —generada en el misterioso mundo de la física de partículas— es la candidata más prometedora para brindarnos una Teoría del todo funcional. Ese es el Santo Grial de la física moderna, el marco teórico que al fin permitirá que los físicos reconcilien la física cuántica con la teoría de la relatividad general, hasta ahora dos compañeros incompatibles. Sin embargo, tal como señala Brian Green en El universo elegante, aun cuando la teoría suena lógica los cálculos que requiere son tan complicados que actualmente incluso los matemáticos más brillantes del mundo están batallando para lograr que los números cuadren.

De por sí entender el comportamiento de la materia inerte es bastante complicado, pero tratar de comprendernos a nosotros mismos representa una tarea monumental. Como explica David Rogers: Los cálculos más elaborados que conocemos se llevaron a cabo a una escala planetaria: se trata de la evolución de la vida. La magnitud de estas operaciones se puede ver en la complejidad y en la belleza de su mayor obra: el cerebro humano. Si lo que afirma Rogers es cierto e, hipotéticamente, nos encontramos en la cúspide de una pirámide, las probabilidades de que algún día lleguemos a comprendernos en lo más mínimo son bastante reducidas. Bien pensado, ni siquiera podemos decir que todos los cerebros humanos son idénticos, o que están programados de la misma manera. Es más, yo añadiría que las posibilidades de que cualquier aspecto importante de nuestras vidas multifacéticas, multidimensionales y sumamente idiosincráticas (y en especial aquellas zonas turbias y enigmáticas que solemos llamar problemas) puedan desentrañarse utilizando un juego de reglas básicas, cinco principios clave o siete hábitos efectivos, son prácticamente nulas.

Sin embargo, esto es justamente lo que ofrece el grueso de los libros de autoayuda. Muchos escritores del género de la psicología popular y los editores incluso se jactan de este hecho. Por ejemplo, Norman Vincent Peale, padre del pensamiento positivo, nos regaña por batallar contra la complejidad y huir de lo sencillo. Todo esto sería excelente si la vida fuera simple, pero puesto que los mapas que usamos para orientarnos no le hacen justicia a los detalles del terreno no deberíamos sorprendernos si nos perdemos. El crítico social y editor estadunidense H. L. Mencken señaló en tono sarcástico los peligros que engendra simplificar demasiado las cosas: Para cada problema existe una solución, simple, clara y equivocada. ¡Que tomen nota los escritores de psicología popular! Las sutiles oleadas de la mente y el corazón no son como ollas de caldo: no pueden reducirse hasta dejar un concentrado de su esencia sin adquirir un sabor amargo.

Pero, irónicamente, el apetito por estos enfoques que simplifican la complejidad de nuestra existencia hasta niveles absurdos está creciendo, alimentado por el hecho de que la vida moderna se vuelve cada más difícil de aprehender. Nos movemos constantemente de un contexto a otro. Momento a momento nos convertimos en padres, socios, colegas, amigos, cuidadores, líderes, miembros de la comunidad, por mencionar sólo algunos de nuestros roles. En la actualidad, el desarrollo desbocado de las tecnologías de la información se ha traducido en un bombardeo cada vez más intenso de datos y de estímulos que compiten por nuestra atención. Nos estamos ahogando en un mar de opciones.

Por ende, la necesidad de organizar este flujo caótico de experiencias, de imponer cierto orden en este caos ingobernable, es universal y urgente. Todos necesitamos conceptos que nos permitan reducir la realidad a segmentos manejables; que nos brinden un marco para interpretar nuestra experiencia y lograr cierto grado de predictibilidad en nuestra vida, pero tenemos que elegir los más adecuados. Como apuntó el experto en mitos Joseph Campbell (a quien, irónicamente, también le debemos la máxima suprema de la autoayuda: Persigue tu dicha), todas las sociedades requieren de mitos para estabilizar el vórtice turbulento y traicionero de la realidad. Definitivamente, en la época moderna, los libros de autoayuda más populares están ocupando el lugar de la fe religiosa.

No obstante, uno de los mayores inconvenientes de ver el mundo según la pseudosicología es que, por lo regular, las categorías que nos ofrece suelen ser mucho menos sofisticadas y flexibles que cualquier descripción de un signo del zodiaco. Nuestra ansia de orden es tan voraz que alegremente nos enfundamos en clasificaciones planas que constantemente nos obligan a tratar de encajar en moldes muy pequeños. Nos fijamos con premura en las características de nuestra pareja que confirman que viene de Marte, de Venus o de donde sea, al tiempo que suprimimos en nuestra mente los aspectos de su comportamiento que no encajan con el estereotipo. ¿Eres extrovertido o introvertido, mental o emocional, de tipo A o de tipo B, un padre permisivo u autoritario? ¿Cuántos de nosotros hemos llenado un test de personalidad que nos exigía elegir entre dos alternativas completamente distintas, pensando: pero a veces soy así, mientras que en otras ocasiones soy más bien así...? En el Mundo Feliz de la Pseudosicología queda poco espacio para la imprecisión y la ambivalencia.

Mientras que pregona estarnos educando e iluminando, la verdad es que cada vez nos vuelve más tontos. En vez de fijarnos en las excepciones y contradicciones que nos señalan que necesitamos revisar las cosas que damos por hechas (en general así es como funciona la ciencia), nos conformamos con una visión limitada de la realidad sólo porque parece más segura. Ya nos lo advirtió George Orwell en su novela 1984: los sistemas de pensamiento demasiado rígidos o las normas restrictivas son el mejor camino para impedir que se desarrollen tanto nuevas ideas como la conciencia de uno mismo. Resulta sumamente irónico que una industria cuyo objetivo es explorar el potencial humano y ayudar a la gente a crecer ofrezca un vocabulario conceptual tan pobre que, de hecho, reduce las oportunidades de autodescubrimiento y del desarrollo de la individualidad. Si hablamos demasiado bien el idioma de la pseudosicología corremos el riesgo de perder la capacidad para expresar y establecer contacto con eso que permite que cada vida sea única.

¿Por qué no nos sentimos mejor?

Como apunta Mencken, el problema con las soluciones demasiado simples es que no funcionan muy bien en la vida real. Puede ser que nuestros mitos psicológicos nos proporcionen una cómoda tabla de salvación a corto plazo, pero si las evaluamos en tanto que tecnologías capaces de ofrecernos un cambio definitivo, a largo plazo, las técnicas de muchos libros de autoayuda resultan infructuosas. ¿Cuántas vidas se han transformado en serio por lo que alguien leyó o escuchó? Quizá te sentiste inspirado en su momento, pero ¿cuántos de nosotros somos más delgados, sexys, ricos, más seguros de nosotros mismos o exitosos de lo que éramos antes de gastar el dinero —que tanto trabajo nos costó ganar— en el libro o el curso que iba a revolucionar nuestras vidas?

No estoy diciendo que todos los libros de autoayuda sean una pérdida de tiempo —creo que algunos son muy útiles—, pero, de acuerdo con mi experiencia, su efectividad a largo plazo suele corresponder proporcionalmente al nivel en que sus reflexiones y recomendaciones se basan en investigaciones serias. Sin duda, la ciencia tiene sus limitaciones y los experimentos sólo son buenos en la medida en que estén bien diseñados, pero si se trata de adquirir conocimiento sobre el mundo, probablemente la investigación científica es el mejor método que tenemos actualmente.

Desde sus inicios, la psicología ha representado un reto para la ciencia, pues se ocupa tanto de conceptos problemáticos como significado y valor, como de asuntos que pueden medirse con mayor facilidad, como la memoria y la actividad cerebral. En cuanto a su aspecto científico, la psicología está en pañales: no han pasado ni 150 años desde que William Wundt instaló su laboratorio en Leipzig para tratar de investigar por primera vez la conciencia de un modo sistemático. Por lo tanto, no es de extrañarse que sepamos tan poco de los misteriosos mecanismos de la mente; de hecho, sabemos mucho menos de lo que las disciplinas prácticas —como la psicología clínica y la psiquiatría— quieren hacerte creer. Lo que sabemos, ineludiblemente, se refiere a las áreas de la actividad mental que son más fáciles de observar y medir: campos como la memoria, la percepción y el razonamiento. Cuando se trata de las cosas que día con día nos preocupan más a todos (es decir, cómo manejar nuestras relaciones, desarrollar nuestras carreras profesionales, dominar nuestros estados de ánimo, educar a nuestros hijos, y muchas más) nos adentramos aún más en el terreno de la especulación. Además, necesitamos tomar en cuenta que muchos de estos aspectos clave de nuestras vidas son constructos sociales. Son cuestiones de gustos y de valores sociales; es decir, simple y llanamente es la manera en la que hacemos las cosas, independientemente de lo que está escrito en nuestro adn. Si se trata de desentrañar la mente humana, a veces hay preguntas que no tienen respuestas, ni buenas ni malas. Aun así, cada vez mejoramos nuestra capacidad para determinar y medir lo que la gente percibe como una mejora en su vida y lo que en realidad incrementa su calidad de vida.

Por lo tanto, no debe sorprendernos que esas técnicas tan útiles y esos consejos bienintencionados no nos proporcionen los cambios que prometen. La conclusión es que, con frecuencia, las técnicas no funcionan, sencillamente porque no existe ninguna razón (excepto por el perenne poder de los placebos) para que sea así. En el mundo de la autoayuda, donde a menudo la mera autosugestión suplanta voluntariamente a las pruebas reales, tienen mucho cuidado de no establecer controles de calidad. El biólogo Thomas Huxley opinó una vez con mucha seriedad: El mayor pecado que puede cometerse contra la mente humana es creer en las cosas sin tener pruebas. Si está en lo correcto, entonces la sección de libros de autoayuda es un verdadero antro de perdición.

Puede que despreciemos las prácticas médicas de épocas pasadas, cuando se pensaba que hacer hoyos en los cráneos de las personas era la mejor manera de sacarles los demonios, o que aplicar ventosas estabilizaba el ánimo, o que frotar la piel de un enfermo con el cadáver de un cachorro cortado en dos era el método más avanzado para curar la peste bubónica. Aunque los remedios modernos de las enfermedades mentales y emocionales sean menos estrafalarios, muchos de nuestros tratamientos y teorías psicológicas carecen de certificaciones avaladas por la ciencia.

Tal vez lo que pasa es que la psicología popular tiene que limitarse a usar ideas que no sólo capturan la imaginación de la gente, sino que evitan exigirle demasiado intelectualmente, a fin de llegar a una audiencia más extensa. Los tecnicismos de la metodología de la investigación; los misterios de la regresión múltiple y de los experimentos doblemente ciegos; la dificultad de evaluar la relevancia de los resultados que varían de estudio a estudio. No puede decirse que nada de esto sea sexy. Y al final, lo mejor que puedes obtener es un resultado tentativo, producto de sopesar todas las probabilidades, una

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