Navidad en las montañas
()
Información de este libro electrónico
Altamirano, presenta en su libro a dos figuras contrapuestas: un militar liberal, ateo, perteneciente a las fuerzas políticas triunfantes, y a un cura católico español, que se muestra un poco temeroso por la hostilidad con que suponía iba a ser tratado por el capitán anticlerical. El encuentro de los dos hombres se da en una aldea perdida en plena montaña, cuando uno va de camino hacia su curato y el otro más allá, hacia la ciudad que es su punto de destino, les hace cambiar unas cuantas palabras como compañeros de viaje.
Transcurren por esos días las fiestas navideñas, y al llegar al pueblo del cura, éste le ofrece hospedaje al capitán, que lo acepta agradecido. El huésped puede observar de cerca al sacerdote y la obra que realiza en unión del maestro de escuela y del alcalde, autoridad elegida libremente por sus convecinos. Lo que fue simple conocimiento se transforma en amistad, cosa que da lugar a que el militar y el cura hablen francamente de la guerra cruel entablada entre los intransigentes de ambos bandos: el católico reaccionario y el democrático radical.
Ignacio M. Altamirano presenta un cuadro patriarcal, sin duda amanerado, de la existencia en aquel pueblo, donde, aunque pobres, todos sus habitantes son casi felices porque poseen un alma sana como su cuerpo y desconocen las luchas de los partidos, las intrigas y las ambiciones. La moraleja, por así decirlo, es que la paz y el mutuo respeto son los elementos esenciales para una estrecha cooperación entre los hombres, cuyos frutos serían provechosos para todos.
El cura español y el militar mexicano acaban coincidiendo en ideas fundamentales sociales y humanas.
Altamirano, tomando una actitud conciliatoria y contemporizadora, expresada en esta ingenua narración, quiso apaciguar pasiones, muy vivas en aquel entonces en el pueblo mexicano, que acababa de sufrir una cruenta guerra civil.
http://www.sabersinfin.com/index.php?option=com_content&task=view&id=864&Itemid=1
Lee más de Ignacio Manuel Altamirano
La Navidad en las Montañas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa Biblioteca Navideña Perfecta Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones50 Cuentos Navideños Clásicos Que Deberías Leer (Golden Deer Classics) Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Para leer la patria diamantina: Una antología general Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Navidad en las montanas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesAtenea Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Cuentos de invierno Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesClemencia Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesAntonia Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesNavidad en las montañas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl zarco Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesNovelas Completas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
Relacionado con Navidad en las montañas
Libros electrónicos relacionados
El príncipe y el mendigo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesClemencia Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El Zarco Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl retrato de Dorian Gray: Biblioteca de Grandes Escritores Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El periquillo sarniento II Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La Cabaña del Tío Tom: Clásicos de la literatura Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Los Tres Mosqueteros Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl periquillo sarniento I Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl príncipe feliz Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El Dr. Jeckyll y Mr. Hyde Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesAntonia Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa vuelta al mundo en 80 días Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesRobinson Crusoe Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Los mejores cuentos de Oscar Wilde: Selección de cuentos Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La muerte tiene permiso Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCuentos de soldados y civiles Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesMorelos. Sacerdote y general del México insurgente Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Madame Bovary Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Cuentos. Alfonso Reyes Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Noche de cuentos... y poesía Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCrimen y castigo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesSanta Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El diosero Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Los bandidos de Riofrío Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Grandes Esperanzas Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Cenicienta Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La muerte en Venecia Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Obras - Coleccion de Oscar Wilde Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El fantasma de Canterville Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCuentos completos Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
Ficción histórica para usted
Cornelius: Buscaba venganza. Encontró redención. Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Todo el mundo sabe que tu madre es una bruja Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Los miserables: Clásicos de la literatura Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Don Quijote de la Mancha Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Lazarillo de Tormes: Clásicos de la literatura Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El mercader de Venecia Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El príncipe y el mendigo Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El Gen Lilith Crónicas del Agharti Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Los hermanos Karamazov: Clásicos de la literatura Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El código rosa Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Puente al refugio Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Las brujas de Vardo Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El Joven Hitler 2 (Hitler adolescente) Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Hombres de valor: Cinco hombres fieles que Dios usó para cambiar la eternidad Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Crimen y Castigo: Clásicos de la literatura Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Una luz en la noche de Roma Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El custodio de los libros Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La sombra de Cristo (suspense e intriga en el Vaticano) Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Rojo y negro Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El nombre de la rosa de Umberto Eco (Guía de lectura): Resumen y análisis completo Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Los de abajo: Edición conmemorativa Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Escuadrón Guillotina (Guillotine Squad) Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Los de abajo Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El secreto de los Assassini Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Los tres mosqueteros Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl Joven Hitler 1 (El pequeño Adolf y los demonios de la mente) Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Cuentos de León Tolstoi: Clásicos de la literatura Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesComo ser un estoico Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa sombra del caudillo Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El Joven Hitler 3 (Hitler vagabundo y soldado en la Gran Guerra) Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
Categorías relacionadas
Comentarios para Navidad en las montañas
0 clasificaciones0 comentarios
Vista previa del libro
Navidad en las montañas - Ignacio Manuel Altamirano
1890.
Capítulo 1
Anochecer en las montañas
El sol se ocultaba ya; las nieblas ascendían del profundo seno de los valles; deteníanse un momento entre los obscuros bosques y las negras gargantas de la cordillera, como un rebaño gigantesco; después avanzaban con rapidez hacia las cumbres; se desprendían majestuosas de las agudas copas de los abetos e iban por último a envolver la soberbia frente de las rocas, titánicos guardianes de la montaña que habían desafiado allí, durante millares de siglos, las tempestades del cielo y las agitaciones de la tierra.
Los últimos rayos del sol poniente franjaban de oro y de púrpura estos enormes turbantes formados por la niebla, parecían incendiar las nubes agrupadas en el horizonte, rielaban débiles en las aguas tranquilas del remoto lago, temblaban al retirarse de las llanuras invadidas ya por la sombra, y desaparecían después de iluminar con su última caricia la obscura cresta de aquella oleada de pórfido.
Los postreros rumores del día anunciaban por dondequiera la proximidad del silencio. A lo lejos, en los valles, en las faldas de las colinas, a las orillas de los arroyos, veíanse reposando quietas y silenciosas las vacadas; los ciervos cruzaban como sombras entre los árboles, en busca de sus ocultas guaridas; las aves habían entonado ya sus himnos de la tarde, y descansaban en sus lechos de ramas; en las rozas se encendía la alegre hoguera de pino, y el viento glacial del invierno comenzaba a agitarse entre las hojas.
Capítulo 2
Navidad
La noche se acercaba tranquila y hermosa: era el 24 de diciembre, es decir, que pronto la noche de Navidad cubriría nuestro hemisferio con su sombra sagrada y animaría a los pueblos cristianos con sus alegrías íntimas. ¿Quién que ha nacido cristiano y que ha oído renovar cada año, en su infancia, la poética leyenda del nacimiento de Jesús, no siente en semejante noche avivarse los más tiernos recuerdos de los primeros días de la vida?
Yo ¡ay de mí! al pensar que me hallaba, en este día solemne, en medio del silencio de aquellos bosques majestuosos, aun en presencia del magnífico espectáculo que se presentaba a mi vista absorbiendo mis sentidos, embargados poco ha por la admiración que causa la sublimidad de la naturaleza, no pude menos que interrumpir mi dolorosa meditación, y encerrándome en un religioso recogimiento, evoqué todas las dulces y tiernas memorias de mis años juveniles. Ellas se despertaron alegres como un enjambre de bulliciosas abejas y me transportaron a otros tiempos, a otros lugares; ora al seno de mi familia humilde y piadosa, ora al centro de populosas ciudades, donde el amor, la amistad y el placer en delicioso concierto, habían hecho siempre grata para mi corazón esa noche bendita.
Recordaba mi pueblo, mi pueblo querido, cuyos alegres habitantes celebraban a porfía con bailes, cantos y modestos banquetes la Nochebuena. Parecíame ver aquellas pobres casas adornadas con sus Nacimientos y animadas por la alegría de la familia: recordaba la pequeña iglesia iluminada, dejando ver desde el pórtico el precioso Belén, curiosamente levantado en el altar mayor: parecíame oir los armoniosos repiques que resonaban en el campanario, medio derruido, convocando a los fieles a la misa de gallo, y aun escuchaba con el corazón palpitante la dulce voz de mi pobre y virtuoso padre, excitándonos a mis hermanos y a mí a arreglarnos pronto para dirigirnos a la iglesia, a fin de llegar a tiempo; y aun sentía la mano de mi buena y santa madre tomar la mía para conducirme al oficio. Después me parecía llegar, penetrar por entre el gentío que se precipitaba en la humilde nave, avanzar hasta el pie del presbiterio, y allí arrodillarme admirando la hermosura de las imágenes, el portal resplandeciente con la escarcha, el semblante risueño de los pastores, el lujo deslumbrador de los Reyes magos, y la iluminación espléndida del altar. Aspiraba con delicia el fresco y sabroso aroma de las ramas de pino, y del heno que se enredaba en ellas, que cubría el barandal del presbiterio y que ocultaba el pie de los blandones. Veía después aparecer al sacerdote revestido con su alba bordada, con su casulla de brocado, y seguido de los acólitos, vestidos de rojo con sobrepellices blanquísimas. Y luego, a la voz del celebrante, que se elevaba sonora entre los devotos murmullos del concurso, cuando comenzaban a ascender las primeras columnas de incienso, de aquel incienso recogido en los hermosos árboles de mis bosques nativos, y que me traía con su perfume algo como el perfume de la infancia, resonaban todavía en mis oídos los alegrísimos sones populares con que los tañedores de arpas, de bandolinas y de flautas, saludaban el nacimiento del Salvador. El Gloria in excelsis, ese cántico que la religión cristiana poéticamente supone entonado por ángeles y por niños, acompañado por alegres repiques, por el ruido de los petardos y por la fresca voz de los muchachos de coro, parecía transportarme con una ilusión encantadora al lado de mi madre, que lloraba de emoción, de mis hermanitos que reían, y de mi padre, cuyo semblante severo y triste parecía iluminado por la piedad religiosa.
Capítulo 3
Las posadas
Y después de un momento en que consagraba mi alma al culto absoluto de mis recuerdos de niño, por una transición lenta y penosa, me trasladaba a México, al lugar