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Las fortificaciones de Cartagena de Índias
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Libro electrónico190 páginas1 hora

Las fortificaciones de Cartagena de Índias

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Estas páginas se inspiran en el deseo de explicar, así sea someramente, los empeños de quienes, por razones imperiales o lugareñas, analizaron y resolvieron las debilidades de la plaza y argamasaron sin desmayo, piedra sobre piedra, hasta subsanarlas. No se trata, por lo tanto, de descripciones detalladas de fuertes y murallas sino de examinar las ideas estratégicas y tácticas que les dieron vida, y, por supuesto, de contar algo de su historia y la de sus gestores. Como son ante todo un intento de popularizar el conocimiento de Cartagena y sus defensas, presento excusas a los profesionales de la historia por la ausencia de citas para identificar las fuentes.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento18 nov 2013
ISBN9789585784895
Las fortificaciones de Cartagena de Índias
Autor

Rodolfo Segovia

Rodolfo Segovia nació en Barranquilla, Colombia. Es ingeniero químico del Massachusetts Institute of Technology [MIT] y master en historia de América Latina de la Universidad de California, Berkeley. Tiene una especialización en desarrollo económico del I

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    Las fortificaciones de Cartagena de Índias - Rodolfo Segovia

    FONDO.

    PREFACIO A LA SEXTA EDICIÓN

    MUCHOS AÑOS DE PAZ han alejado a Cartagena de preocupaciones bélicas. Los fuertes son un pintoresco rezago de otros tiempos y hasta la presencia en su bahía de la modesta flota colombiana de guerra se percibe como un grato ornamento. Pero para los cartageneros de antaño, que vivieron durante tres siglos al abrigo de estructuras de piedra, fría y económicamente pensadas para disuadir al enemigo, las defensas de la ciudad eran algo más que un adorno. Gobernadores y comerciantes, monjes y artesanos sabían muy bien que murallas y fuertes bien diseñados, bien hechos, bien artillados, bien pertrechados y bien defendidos eran la protección de honra y bienes, y de la vida misma. De la preocupación de los ingenieros militares y profesionales de las armas participaban ciudadanos de todas las castas, y en particular los más ricos, que, en parte por ello, contribuyeron a sufragar, de su peculio, gastos de construcciones y reparaciones. Las fortificaciones de Cartagena fueron producto elaborado del temor, real e imaginario, a velas hostiles allende un horizonte aterradoramente próximo.

    Estas páginas se inspiran en el deseo de explicar, así sea someramente, los empeños de quienes, por razones imperiales o lugareñas, analizaron y resolvieron las debilidades de la plaza y argamasaron sin desmayo, piedra sobre piedra, hasta subsanarlas. No se trata, por lo tanto, de descripciones detalladas de fuertes y murallas sino de examinar las ideas estratégicas y tácticas que les dieron vida, y, por supuesto, de contar algo de su historia y la de sus gestores. Como son ante todo un intento de popularizar el conocimiento de Cartagena y sus defensas, presento excusas a los profesionales de la historia por la ausencia de citas para identificar las fuentes.

    Acerbos documentales y artículos especializados son por fortuna cada vez más abundantes y asequibles. Se ha hecho un esfuerzo por incorporar el fruto de las sesudas investigaciones publicadas durante las últimas décadas. Sin embargo, mucho de lo que se conoce sobre el marco conceptual y el desarrollo de las obras que resguardaron a Cartagena, o sea, acerca de la poliorcética de la plaza, está contenido en obras esenciales, de fácil consulta para quienes deseen profundizar. Las enciclopédicas, que atañen directamente al tema, son: Enrique Marco Dorta, Cartagena de Indias, la ciudad y sus monumentos, Sevilla, 1951, y dos libros de Juan Manuel Zapatero, Las fortificaciones de Cartagena de Indias, Estudio asesor para su restauración, Madrid, 1969, e Historia de las fortificaciones de Cartagena de Indias, Madrid, 1979.

    Entre los complementos invaluables para examinar más en detalle Cartagena y sus defensas se encuentran: Alan J. Kuethe, Military Reform and Society in New Granada [1773-1808], Gainsville, Florida, 1978; Marchena, Juan, La institución militar en Cartagena de Indias en el siglo XVIII, Sevilla, 1982; Vidal Ortega, Antonino, Cartagena de Indias y la región histórica del Caribe, 1580-1640, Sevilla, 2002; Ruíz Rivera, Julián, Cartagena de Indias y su provincia, una mirada a los siglos XVII  y XVIII , Bogotá, 2005; Serrano, José Manuel, Fortificaciones y tropas, el gasto militar en Tierra Firme, 1700-1788, Sevilla, 2004, y Ejército y fiscalidad en Cartagena de Indias, auge y declive durante la segunda mitad del siglo XVII , Bogotá, 2006. Las referencias mencionadas están muy lejos de agotar la bibliografía. La decisiva derrota inglesa de 1741 frente a Cartagena, por ejemplo, que probablemente es el evento más indagado de la historia colonial de la ciudad, contabiliza por lo menos cincuenta libros, artículos y documentos primarios, con múltiples matices interpretativos y de recomendable consulta para quien quiera adentrarse en el devenir de la plaza fuerte. El breve recuento del episodio que se ofrece al lector en estas páginas roza apenas su complejidad.

    Pero los inspiradores de este trabajo de divulgación son dos, de imborrable memoria: Eduardo Lemaitre y Juan Manuel Zapatero. Con el doctor Zapatero, autor de insustituibles monografías y poseedor de documentación que me fue generosamente facilitada, tengo una deuda impagable. Él, verdadero sacerdote de la fortificación permanente abaluartada, me distinguió con su amistad y me instruyó para iniciarme en los rudimentos del Arte. Y más allá de la Cartagena militar y fortificada, me enseñó a valorar el riguroso sentido del deber y el talento de quienes la hicieron posible. Es también motivo de agradecimiento y orgullo el haber recibido inspiración y estímulo del doctor Eduardo Lemaitre, amigo y maestro de una vida, en quien he admirado, entre sus otras muchas virtudes, el raro don de hacer de la historia una disciplina amena. Su donosura para componer La historia extensa de Cartagena de Indias, aún con sus sesgos y vacíos, es guía para quienes aspiran a convertir en placer el conocimiento del pasado. Sólo puedo desear que entre ambos, Lemaitre y Zapatero, me transmitan el hálito para hacer de esta cartilla sobre las fortificaciones de Cartagena de Indias una lectura inteligible y amable.

    RODOLFO SEGOVIA

    Octubre del 2009

    CAMPANA DE AVISO DEL CASTILLO DE SAN FELIPE DE BARAJAS.

    CAPÍTULO I

    ¿POR QUÉ CARTAGENA?

    CARTAGENA DE INDIAS NACIÓ MILITARMENTE. Ese perfil castrense del centro histórico y su bahía es, hoy todavía, una ubicua característica. Tropas regulares, milicias e ingenieros militares la acompañaron casi desde la cuna, y en la escogencia de su emplazamiento mismo pesaron decisivamente las consideraciones defensivas.

    FUNDACIÓN Y GÉNESIS

    DE LAS FORTIFICACIONES

    Don Pedro de Heredia ancló en la bahía interior de Cartagena al frente de una bien pertrechada hueste de quizá ciento cincuenta hombres en enero de 1533. Se cobijó en las chozas abandonadas por pescadores nativos de la isla de Calamarí. En ese islote arenoso, que apenas emerge sobre el nivel del mar, nacerá una ciudad sin acta de fundación.

    España pobló con relativo retardo la gran rada de Cartagena, espaciosa y segura como pocas en América [Fig. 1]. La vecina Santa Marta en la costa de Tierra Firme había sido establecida desde 1526 por Rodrigo de Bastidas. Allí se había desempeñado Heredia como teniente gobernador, pero los espacios aguas arriba del Río Grande de la Magdalena permanecían inexplorados. Con mucha probabilidad, fue Bastidas quien primero visitó el privilegiado enclave cartagenero en 1501. Sin embargo, a falta de metales preciosos o de densas poblaciones sedentarias, el interés del español se limitó a la caza de indios para venderlos como esclavos. Las incursiones desde Santo Domingo explican la huida de los indígenas al avistar las cuatro naves de Pedro de Heredia y su denodada resistencia posterior. Llevaban treinta años oponiéndose a entradas de rapiña, como las de los hermanos Guerra y las de ese sanguinario bribón que se llamó Alonso de Ojeda.

    [FIG. 1] BAHÍA DE CARTAGENA EN 1742. LA CIUDAD A LA IZQUIERDA [SHM]

    Ojeda había sido el primero en concertar capitulaciones con la corona para el poblamiento de la provincia de Cartagena y, en efecto, fundó la efímera San Sebastián de Urabá en 1510. Pero en las colinas cercanas a la bahía, los aguerridos turbacos o yurbacos consolidaron una reputación bravía dando muerte a su lugarteniente, el cartógrafo y compañero de Colón Juan de la Cosa. Poco se conoce acerca de los primitivos habitantes de lo que sería el entorno de Cartagena de Indias. Se ha perdido su lengua y sus vestigios materiales y culturales son escasos e insuficientemente estudiados.

    El madrileño Heredia era hombre experimentado y enérgico; ducho en las lides indianas. Su provincia de Cartagena, que desde Ojeda hasta las capitulaciones del veterano conquistador había tenido sólo otro fallido postor, se extendía desde el río Magdalena hasta incluir el golfo de Urabá y limitaba por el sur con las montañas de Antioquia [Fig. 2]. Lo atrajeron la ocupación del istmo de Panamá y las deslumbrantes noticias del Perú, cuya ubicación geográfica era todavía borrosa. Aunque Don Pedro sentó sus reales provisionalmente en Calamarí, no le convencía el sitio. Carecía de un elemento esencial de casi todas las fundaciones iberoamericanas: agua corriente. Sólo después de un minucioso recorrido de cuatro meses por los alrededores de la bahía y por el norte de su gobernación, en infructuosa búsqueda de un lugar más apto, regresó a la que bautizaría San Sebastián de Cartagena, casi seguramente alrededor del primero de junio de 1533. Los jagüeyes primero y los aljibes más tarde suplirían la falta de agua en Calamarí. Mientras tanto, mal podía Heredia desaprovechar las incomparables ventajas defensivas de aquel islote en el más protegido rincón y puerto de la bahía.

    [FIG. 2] EL NUEVO REINO DE GRANADA EN EL SIGLO XVII CON LA PROVINCIA DE CARTAGENA EN LA COSTA DESDE EL GOLFO DE URABÁ HASTA EL RÍO MAGDALENA [EE].

    [FIG. 3] VIRREINATO DEL PERÚ EN EL SIGLO XVII. CARTAGENA LLAVE DE LA INDIAS DEL PERÚ [EE].

    La gesta de Francisco Pizarro en el sur estimuló el primer auge de Cartagena de Indias, llamada así para diferenciarla de Cartagena de Levante en España, con cuya bahía los descubridores habían creído discernir algunas similitudes. En sus años tempranos, una vez universalmente difundidas las noticias sobre el deslumbrante oro de los incas, afluyeron centenares de aventureros [Fig. 3]. La ilusión de encontrar otro Perú se desvanecería, pero al penetrar en la provincia los expedicionarios obtuvieron acceso a las auríferas sepulturas de la extinta cultura de los zenúes. Su pingüe saqueo consolidó la prosperidad de la gobernación, mientras se corroboraba que los aborígenes eran relativamente escasos y que estaban mal preparados para soportar los rigores de la colonización hispana.

    Es muy difícil calcular la población indígena de la provincia de Cartagena a la llegada de Heredia. Estimativos del siglo XVI  la sitúan en cien mil pobladores, en núcleos de pescadores y agricultores cuyo principal cultivo y fuente de carbohidratos era la yuca dulce. Un conglomerado humano inapropiado para implantar el régimen de la encomienda, con su secuela de servicios personales, fundamental en otras partes de América para la ocupación del territorio por los españoles. En el curso de los siguientes cincuenta años, las visitas a la provincia ordenadas por la corona para supervisar el estado de los indígenas darán cuenta de la catastrófica contracción demográfica, que redujo la población a menos de una quinta parte. Cartagena será una ciudad con una relativa minoría

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