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Breve historia de Cartagena (1501-1901)
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Breve historia de Cartagena (1501-1901)
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Breve historia de Cartagena (1501-1901)

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La historia de Cartagena es, en cierto modo, la de Colombia. Hay largas épocas durante las cuales Colombia no tiene más historia que la de Cartagena.

Falta, la obra que recoja y totalice con secuencia cronológica, todos aquellos episodios memorables y conocidos hasta hoy, que forman el conjunto de nuestra historia, de modo que pueda servir, a la vez, de lectura interesante para el público en general, y de obra de consulta para los estudiosos.

El Banco de la República propuso, a mediados de 1978, que escribiésemos una historia breve de Cartagena, que no fuera ni una simple guía para visitantes apresurados, ni para especialistas. Una síntesis de carácter general. Su resultado es el libro hasta 1901 con episodios del siglo XIX, durante la época ya republicana.

para faciilitar la lectura hemos aligerado sus páginas de referencias documentales de s libros de carácter histórico.

La de Cartagena, vista a vuelo de pájaro, es ante todo una historia de guerra y violencia, fenómeno éste que parece contrastar con el carácter apacible, y aun despreocupado, de sus actuales moradores.

La sola enumeración de los principales episodios bélicos vividos por nuestra ciudad lo dice todo: Baal en 1544; Côte en 1559; Hawkins en 1568; el celebérrimo de Drake, sangriento y destructor, en 1586; el ruinoso y terrible del barón de Pointis, en 1697, seguido de inmediato por el saqueo y pillaje de los piratas de Ducasse, que vinieron con aquél; el formidable ataque de Sir Edward Vernon, con aquella flota de 186 barcos, que tenía 63 unidades más que la tan mentada "Invencible Armada" de Felipe II; luego, en la guerra de emancipación, la revolución del Once de Noviembre, la toma de Castillo y Rada en 1814, los sitios sucesivos de Bolívar y de Morillo en 1815 —este último devastador— y después el de Mantilla y Padilla, en 1821.

Más tarde, durante la época republicana, vinieron más sufrimientos: el sitio del general Ignacio Luque en 1830; el bloqueo francés en 1834; el bloqueo inglés en 1836; el largo sitio puesto a la ciudad en 1840 por el general Carmona, durante la guerra de "los Supremos"; otro bloqueo inglés, en 1856, para cobrar la deuda Mackintosh; el sangriento e insensato sitio de Gaitán Obeso, en 1885 y por último, ya al concluir el siglo XIX, la pérfida amenaza de la flota italiana cuando la famosa "cuestión Cerruti". En total, 18 crisis bélicas, que habrían sido 19 si en 1932, cuando el conflicto de Leticia, la flota peruana logra atravesar el Canal de Panamá, como estuvo lista a hacerlo.

Nadie debe dudar, pues, de que si Colombia, en el futuro, llega a participar en otra guerra, propia o ajena, Cartagena será, como siempre, objetivo principal y centro de hostilidades, y ahora más, siendo como es una Base Naval y un puerto petrolero. Ese parece ser su verdadero destino.

Sin embargo, no es solo de guerra y muerte de lo que está tejido el tapiz de nuestra historia, sino también de infinidad de episodios misceláneos, muchos de ellos novelescos, donde se entrecruzan los personajes más disímiles: el conquistador, el pirata, el misionero, el santo, el almirante, el negrero, el brujo, el inquisidor, el sabio, el artista, el Virrey de peluca empolvada, el héroe, el

traidor, el poeta, el estadista, el ingeniero, el político...

Ha sido, en realidad, la de Cartagena una historia fecunda, y en cierto modo desproporcionada con la importancia intrínseca de una ciudad que aún hoy sigue siendo, como la calificara D. Antonio de Ulloa en 1735, "como las de tercer orden en Europa".

En la lectura y repaso de esa historia, los jóvenes encontra-rán enseñanzas útiles, y algunos ejemplos, —no todos—, dignos de seguir; los hombres y mujeres maduros aprenderán a amar más a su suelo nativo, a comprenderlo, a respetarlo; y los viejos tendrán ocasión de rememorar glorias pretéritas, de que tuvieron tal vez noticia por tradición oral.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento26 mar 2018
ISBN9781370708765
Breve historia de Cartagena (1501-1901)
Autor

Eduardo Lemaitre

El escritor cartagenero Eduardo Lemaitre es bien conocido del público colombiano, y no sólo como ágil periodista, a través de su columna semanal "Corralito de Papel" en "El Tiempo" de Bogotá, sino como historiador de fuste, en cuya pluma se funden la gracia del estilo con la seriedad conceptual y la solidez de sus fuentes documentales. Buena muestra de ello son algunas de sus obras, como "Panamá y su Separación de Colombia"; "La Bolsa o la Vida", y la biografía del General Rafael Reyes, obras todas que alcanzaron en nuestro país la categoría de "best-sellers".Obviamente, la materia que con más profundidad domina Lemaitre es la crónica de su ciudad natal, sobre la cual prepara, en colaboración con los historiadores Donaldo Bossa y Francisco Sebá Patrón, una extensa "Historia General de Cartagena", que se encuentra ya en sus últimos capítulos. La presente obra no es sino una síntesis de aquella; pero aunque breve, como lo indica su titulo, no deja por ello de reunir en sus páginas, en secuencia cronológica completa, y en ese estilo suyo tan peculiar, que mantiene al lector en permanente suspenso, todos aquellos episodios que importa conocer de la historia rica, turbulenta y variada de la "Ciudad Heroica", o si se quiere, del viejo "Corralito de Piedras"

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    Breve historia de Cartagena (1501-1901) - Eduardo Lemaitre

    INDICE

    Palabras al lector

    El descubrimiento y la conquista

    Orígenes

    Fundación de Cartagena

    La gobernación de don Pedro de Heredia

    La colonia Prosperidad de Cartagena

    Primeras construcciones militares siglo XVII

    El santo oficio de la inquisición

    Gobernadores celebres de Cartagena en el siglo XVII

    La vida social y religiosa en el siglo XVII

    La trata de negros en Cartagena

    La guerra de los cimarrones

    Ataque y toma de Cartagena por el barón de Pointis

    Costumbres sociales en Cartagena colonial en el siglo XVIII

    Los ingleses contra Cartagena

    Las grandes construcciones militares durante el siglo XVIII

    Cartagena virreinal

    La independencia

    El once de noviembre

    Triunfo y ocaso del régimen piñerista

    Bolívar sitia a Cartagena

    El sitio de Morillo

    El fusilamiento de los nueve mártires

    Los años de la pacificación

    La liberación de Cartagena

    La república

    La época de la Gran Colombia

    El sitio del general Ignacio Luque en 1831

    El caso Barrot

    El incidente Russel

    La guerra de los supremos

    El cólera llega a Cartagena

    El asunto Mackintosh

    Nietistas y carazistas

    Cartagena durante el régimen federal

    La era de Núñez

    La cuestión Cerruti

    Decadencia de Cartagena

    Cartagena en el siglo XX

    Bibliografía básica

    PALABRAS AL LECTOR

    La historia de Cartagena es, en cierto modo, la de Colombia. Mejor dicho, hay largas épocas durante las cuales Colombia no tiene más historia que la de Cartagena. Sin embargo, esta historia no está escrita como tal.

    Se conocen de ella los relatos que de sus primeros años de vida hicieron los principales cronistas de Indias; existen copiosas compilaciones documentales que, en el siglo pasado, reunieron y publicaron beneméritos historiadores locales; contamos, además, con infinidad de ensayos, artículos, monografías y relatos más o menos profundos, extensos y brillantes, escritos por excelentes historiadores, sobre aspectos diversos de nuestro ya largo historial; pero siempre fragmentarios; y queda, en fin, todo un mundo de noticias que duermen el sueño de los justos en los archivos de Colombia, de España y aun de otros países, esperando la mano que vaya a sacarlos de su reposo.

    Falta, no obstante, la obra que recoja y totalice, en un solo cuerpo, y en toda su secuencia cronológica, todos aquellos episodios memorables y conocidos hasta hoy, que forman el conjunto de nuestra historia, de modo que pueda servir, a la vez, de lectura interesante para el público en general, y de obra de consulta para los estudiosos.

    Con el deseo de llenar ese vacío, el autor se impuso, hace ya varios años, la ímproba tarea de redactar en colaboración con los historiadores Donaldo Bossa Herazo y Francisco Sebá Patrón, una

    Historia General de Cartagena, especie de Summa histórica, en donde el lector pudiera encontrar todos los datos básicos, que importa conocer en relación con el pasado de nuestra ciudad.

    Esa labor se encuentra prácticamente en sus últimos capítulos, pues al momento de escribir estas líneas ha llegado ya a la época republicana. Pero su terminación exige un trabajo adicional, que tomará todavía algunos años.

    Mientras tanto, el Banco de la República, por iniciativa de su anterior gerente el doctor Germán Botero de los Ríos, nos propuso, a mediados de 1978, que escribiésemos, para ser publicada en su colección editorial, una historia breve de Cartagena, que no fuera ni una simple guía para visitantes apresurados, ni un grueso infolio para especialistas. Pensamos entonces que lo indicado era hacer una síntesis de todo aquel trabajo de carácter general que ya teníamos escrito, nos pusimos manos a la obra, y su resultado no es otra cosa que el libro que el lector tiene entre sus manos.

    Prolongado hasta 1901 con los episodios más importantes del siglo XIX, sucedidos durante la época ya republicana, podemos asegurar que esta Breve Historia de Cartagena contiene, en esencia, todo cuanto aparece in extenso, en nuestra Historia General, y es el alcaloide de su contenido.

    El lector que tenga la paciencia de agotarla, quedará, pues, informado suficientemente en esta materia, y se evitará así el esfuerzo de tener que acudir a aquélla, o a sus dispersas fuentes originales.

    Con el fin de hacer menos difícil la lectura de esta obrita, hemos aligerado sus páginas de la pesada carga de referencias documentales con que hogaño se acostumbra recargar los libros de carácter histórico, a veces sin suficiente análisis crítico, para dar así una real o falsa apariencia de seriedad.

    Tales referencias podrá encontrarlas el investigador del futuro en la mencionada historia general que tenemos en proceso. Aquí se entiende que van implícitas, y respaldadas por la autoridad que creemos haber ya ganado ante nuestros contemporáneos.

    Como puede apreciarse, la de Cartagena, vista a vuelo de pájaro, es ante todo una historia de guerra y violencia, fenómeno éste que parece contrastar con el carácter apacible, y aun despreocupado, de sus actuales moradores.

    La sola enumeración de los principales episodios bélicos vividos por nuestra ciudad lo dice todo: Baal en 1544; Côte en 1559; Hawkins en 1568; el celebérrimo de Drake, sangriento y destructor, en 1586; el ruinoso y terrible del barón de Pointis, en 1697, seguido de inmediato por el saqueo y pillaje de los piratas de Ducasse, que vinieron con aquél; el formidable ataque de Sir Edward Vernon, con aquella flota de 186 barcos, que tenía 63 unidades más que la tan mentada Invencible Armada de Felipe II; luego, en la guerra de emancipación, la revolución del Once de Noviembre, la toma de Castillo y Rada en 1814, los sitios sucesivos de Bolívar y de Morillo en 1815 —este último devastador— y después el de Mantilla y Padilla, en 1821.

    Más tarde, durante la época republicana, vinieron más sufrimientos: el sitio del general Ignacio Luque en 1830; el bloqueo francés en 1834; el bloqueo inglés en 1836; el largo sitio puesto a la ciudad en 1840 por el general Carmona, durante la guerra de los Supremos; otro bloqueo inglés, en 1856, para cobrar la deuda Mackintosh; el sangriento e insensato sitio de Gaitán Obeso, en 1885 y por último, ya al concluir el siglo XIX, la pérfida amenaza de la flota italiana cuando la famosa cuestión Cerruti. En total, 18 crisis bélicas, que habrían sido 19 si en 1932, cuando el conflicto de Leticia, la flota peruana logra atravesar el Canal de Panamá, como estuvo lista a hacerlo.

    Nadie debe dudar, pues, de que si Colombia, en el futuro, llega a participar en otra guerra, propia o ajena, Cartagena será, como siempre, objetivo principal y centro de hostilidades, y ahora más, siendo como es una Base Naval y un puerto petrolero. Ese parece ser su verdadero destino.

    Sin embargo, no es solo de guerra y muerte de lo que está tejido el tapiz de nuestra historia, sino también de infinidad de episodios misceláneos, muchos de ellos novelescos, donde se entrecruzan los personajes más disímiles: el conquistador, el pirata, el misionero, el santo, el almirante, el negrero, el brujo, el inquisidor, el sabio, el artista, el Virrey de peluca empolvada, el héroe, el traidor, el poeta, el estadista, el ingeniero, el político...

    Ha sido, en realidad, la de Cartagena una historia fecunda, y en cierto modo desproporcionada con la importancia intrínseca de una ciudad que aún hoy sigue siendo, como la calificara D. Antonio de Ulloa en 1735, como las de tercer orden en Europa.

    En la lectura y repaso de esa historia, los jóvenes encontrarán enseñanzas útiles, y algunos ejemplos, —no todos—, dignos de seguir; los hombres y mujeres maduros aprenderán a amar más a su suelo nativo, a comprenderlo, a respetarlo; y los viejos tendrán ocasión de rememorar glorias pretéritas, de que tuvieron tal vez noticia por tradición oral.

    Que todo ello sea para mayor honra y gloria de la Ciudad Heroica.

    EDUARDO LEMAITRE

    EL DESCUBRIMIENTO Y LA CONQUISTA

    ORÍGENES

    Cuando los descubridores españoles llegaron a la bahía de la futura Cartagena de Indias, en aquella región existía una abundante población indígena, perteneciente a los "mocanáes'', tribu de la raza caribe.

    Casi todos los cronistas de Indias describen a esta tribu como pueblo feroz y belicoso, en el que las mujeres peleaban al par de los varones, expertos en arrojar flechas con yerba de la mala e inclusive antropófagos. Sin embargo, aunque muy inferiores a otros nativos americanos, estos aborígenes no estaban exentos de algunos valores culturales respetables; eran hábiles en la confección de tejidos y en la construcción de grandes canoas; su lengua tenía una interesante estructura gramatical; rendían culto piadoso a sus muertos; conocían muy bien la fauna y la flora que los rodeaba; poseían rudimentos astronómicos que les permitían orientarse con precisión; y, en fin, eran expertos constructores de armas y de utensilios domésticos.

    Descubrimiento de la bahía de Cartagena y origen del nombre

    El descubrimiento de la bahía de Cartagena se debe a Rodrigo de Bastidas, antiguo notario sevillano, quien ya había hecho un viaje al Nuevo Mundo con el propio Colón, y quiso luego participar directamente en aquellas aventuras, para lo cual organizó una expedición descubridora de la que hizo parte el célebre cosmógrafo Juan de la Cosa. Pero Bastidas apenas pasó por frente a la bahía y, creyendo que se trataba de un golfo, le dio el nombre de Golfo de Barú. Esto ocurrió en el año de 1501.

    Sin embargo, poco tiempo después, en una Real Provisión de la Reina Isabel La Católica, expedida en 1503, aparece ya documentalmente, y por primera vez, el nombre de Cartagena para designar la bahía que Bastidas había juzgado ser un golfo. Pero, ¿quién le puso ese nombre?

    Mucho es lo que se ha discutido sobre estos puntos históricos. Los cronistas mismos se lo atribuyeron a varios descubridores y navegantes, entre los cuales al propio Bastidas, lo cual es inexacto, y aun al mismo Cristóbal Colón, quien jamás estuvo en nuestras costas; pero lo más probable es que ese nombre se lo hubiera sugerido a la reina, Juan de la Cosa, a quien la reina solía consultar.

    Menos clara aún está la razón por la cual se escogió el nombre de Cartagena para designar aquel descubrimiento. El cronista don Juan de Castellanos dice que ello se debió a la semejanza de nuestra bahía con la que, de tormentas es ajena en las aguas que dicen de Levante, o sea con Cartagena de España; más el hecho cierto es que entre los dos puertos no existe ningún parecido. Otro cronista,

    Pedro Mártir de Anglería, afirma que no halló razón para este nombre... ni la hay, sino el hablar los marineros de bella gracia y fuera de propósito''. Gonzalo Fernández de Oviedo cree también que este nombre se le dio a disparate de marineros"; y no falta quien piensa que él se debió a que muchos tripulantes de las naves descubridoras eran oriundos del puerto de Cartagena en España.

    Los historiadores no han podido, pues, develar este enigma, y lo único cierto es que el nombre de Cartagena se le dio primero a su bahía y puertos; y que luego, por introducción, como dice otro cronista más, Fray Pedro de Aguado, prevaleció este nombre sobre el de Calamar, que fue como los mismos españoles llamaron originalmente a la aldea indígena en cuyo territorio fue fundada luego la ciudad.

    Navegantes célebres: Ojeda y Juan de la Cosa

    Muchos navegantes y conquistadores famosos pasaron por la bahía de Cartagena después de su descubrimiento por Bastidas, y antes de que la ciudad fuera fundada: Alonso de Ojeda, Américo Vespucio, Francisco Pizarro, Diego de Nicuesa, Pedrarias Dávila, Vasco Núñez de Balboa y otros de menor renombre.

    Ojeda llegó a ser nombrado gobernador de una región aún ignota a la que se le dio el nombre de Nueva Andalucía, y que tenía como epicentro a la bahía de Cartagena; pero su intento de desembarcar allí en 1509 concluyó en completo desastre: los indios yurbacos lo pusieron en fuga con sus flechas envenenadas y, en la refriega o guazabara, perdió la vida, entre otros, el propio y ya célebre Juan de la Cosa.

    La gloria de fundar a Cartagena, con todas las fórmulas del ceremonial jurídico hispánico, le correspondería así a don Pedro de Heredia, y esa fundación no vendría a ocurrir sino en el año de 1533.

    Así, pues, durante 32 años después de su descubrimiento para los ojos europeos, la bahía de Cartagena, y su territorio, siguieron en manos de sus anteriores dueños, los caribes. Pero los caribes tampoco eran oriundos del país, sino invasores procedentes de las selvas del Matto Grosso brasileño, que, a su vez, unos dos siglos antes, habían desalojado a otros pueblos primitivos allí radicados con anterioridad.

    Don Pedro de Heredia: sus mocedades

    De don Pedro de Heredia se sabe que fue hidalgo nacido de padres nobles y parentela conocida en la Villa de Madrid'', según nos cuenta el cronista Fray Pedro Simón. Mozo valiente y arriscado, jamás rehuyó participar en las pendencias que se le presentaran; y en una de ellas, habiéndose trabado a capa y espada contra seis adversarios, salió malherido en las narices, que luego le compuso, aunque imperfectamente, porque le quedaron amoratadas y mal fechas'', un famoso médico de la Corte.

    Don Pedro de Heredia fundador de Cartagena.

    Don Pedro se desquitó luego de tamaña ofensa, ultimando en posteriores lances, a tres de sus agresores.

    Fue entonces cuando, por declinar jurisdicción, o sea por huir de la justicia que lo perseguía, pasó a las Indias, y se estableció en Santo Domingo "con razonable caudal y en qué entretenerse en un ingenio de azúcar y una estancia que había heredado de un amigo suyo''.

    Más no estaba hecho Heredia para las reposadas la-bores agrícolas. Y pronto pasó a Santa Marta, ciudad entonces recién fundada por Rodrigo de Bastidas, en calidad de teniente del nuevo gobernador en esa ciudad, don Pedro de Badillo.

    Allí se enriqueció en el rescate de oro de los indígenas (o sea en el trueque de oro por baratijas) y se familiarizó con el territorio que pisaba, e incluso parece que excursionó brevemente por la orilla oriental del Río Grande de la Magdalena y sobre la región de la bahía de Cartagena.

    Entonces fue a España y pidió y consiguió que se le diera el gobierno de esa región. Las capitulaciones se firmaron en Tordesillas con la reina Doña Juana La Loca, en 5 de junio de 1532, y ya el 14 de enero del año siguiente el conquistador desembarcaba en la bahía de Cartagena, exactamente en la península de Bocagrande.

    Venía con una nao y dos carabelas y una fusta en que metería 150 hombres de guerra y 22 cavallos. Y lo acompañaban, como teniente, Francisco César y como intérprete cierta india, llamada Catalina, oriunda de Galerazamba, a quien veinte años antes, el descubridor Diego de Nicuesa se había llevado consigo para Santo Domingo, siendo muchacha. Catalina le sería, como veremos, de gran utilidad al de Heredia.

    FUNDACIÓN DE CARTAGENA

    Calamari o Caramari, que en el lenguaje indígena significaba cangrejo, y que Heredia y sus gentes españolizaron llamándole simplemente Calamar, era el nombre con que los nativos denominaban una aldehuela situada en el último repliegue de la bahía de Cartagena, hacia el norte: pueblo pajizo, con techos que casi llegaban a tierra, rodeado de fuerte empalizada circular y de árboles espinosos coronados de calaveras, cuyos habitantes estaban sumidos en secular barbarie, pero también en absoluta libertad.

    Y allí, sobre ese pueblo indígena, cayó don Pedro de Heredia, apenas desembarcado en Bocagrande. El mismo conquistador, en una carta al emperador Carlos V, relató los hechos:

    "y había andado cerca de una legua por la costa del mar, cuando, yendo que íbamos, topamos con un escuadrón de indios... que nos comenzaron a flechar; arremetimos a ellos; volviéronnos las espaldas; alcanzárnoslos a cavallo luego; no consentí que se matara ninguno, antes los rodeamos e tomamos uno de ellos para saber la lengua de la tierra, el cual, después de tomado, nos llevó al pueblo (pero) cuando llegamos no había nadie dentro, sino los buhios cerrados''.

    Quedaba, empero, un indio viejo, al que llamaron Corinche, voz que en su lengua quería decir arroyo, pues él les dijo que los llevaría donde había agua corriente, y por eso le pusieron dicho nombre.

    Regresó entonces Heredia al sitio de su desembarco, y como no encontrara allí buena agua, volvió a Calamar, que la tenía mejor, sin duda de casimbas, y sentó allí provisionalmente su Real o

    Campamento (hizo assiento, como entonces se decía) en una fecha que debió estar alrededor del 20 de enero de 1533.

    Pero, deseoso de encontrar sitio con agua suficiente y abundante, envió por mar dos comisiones: una hacia el sur, en dirección al río Sinú, y otra hacia el norte, en la del Río Grande de la Magdalena.

    Esta última llegó pronto a Zamba (hoy Galerazamba) que pareció a los comisionados lugar mejor para poblar, o sea,

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