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El sentido del humor: manual de instrucciones
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El sentido del humor: manual de instrucciones
Libro electrónico357 páginas6 horas

El sentido del humor: manual de instrucciones

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"Eduardo Jáuregui es un experto en la materia y un gran humorista. Su libro es mucho más profundo y mucho más divertido de lo que pudiera parecer". -Antonio Fraguas "Forges", viñetista de El País.

"Lo he disfrutado muchísimo. Deberían darlo en todos los colegios y obligar a leerlo. Creo que Eduardo Jáuregui ha escrito un clásico de referencia." -Ricardo Martínez, viñetista de El Mundo

"No sería extraño que El Sentido del Humor se convirtiera en libro de consulta para quienes aspiren a disfrutar en este todavía inicial Siglo XXI" - Ramón Tamames, economista, en la revista Leer.

"Debería ser lectura obligada para mucho políticos y periodistas permanentemente cabreados... lo necesita nuestro país." -Luis Oz, columnista de El Mundo

"Original, sencillo, ameno, generoso, profundo, instruido, optimista, comprometido. Cada uno de los capítulos dedica un espacio muy interesante a la práctica, y vale la pena hacerse con estas recomendaciones, que realmente nos van a hacer la vida más agradable." -Begoña Carbelo, Directora del Departamento de Enfermería de la Universidad de Alcalá y autora de El humor en la relación con el paciente.

"No pude dejar de reír desde que cogí este libro hasta que lo solté. Algún día espero leerlo." -Groucho Marx

¿Te acosa el estrés? ¿Te aburre la rutina cotidiana? ¿Te parece que el mundo es un asco? Lo que te hace falta es El Sentido del Humor.

El Sentido del Humor, de Eduardo Jáuregui, es un libro de consulta básico para la mujer o el hombre del siglo XXI, una necesaria “guía del usuario” para aprovechar al máximo ese valiosísimo mecanismo biológico que tantas personas parecen haber relegado al trastero de la conciencia: su capacidad natural de reír, jugar y disfrutar de la vida.

El humor es una herramienta multiusos de altísima biotecnología. Conecta y comunica a la gente sin cables ni Wi-Fi. Fomenta la salud sin efectos secundarios. Genera una gran energía productiva sin contaminar la atmósfera. Y aunque no corta el cesped ni trocea los alimentos a tres velocidades, permite disfrutar más de cualquier tarea cotidiana y superar los malos humos cuando el cortacesped se traga el billete de cien euros o el robot de cocina te riega de sopa.

Basado en una sólida investigación científica y repleto de ejemplos hilarantes y ejercicios prácticos, este manual te permitirá desempolvar, desatascar y poner en funcionamiento tu sentido del humor oxidado, entender todos sus misterios y aplicarlo en la vida y el trabajo con la naturalidad del más sabio bufón.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento15 ago 2013
ISBN9781301048045
El sentido del humor: manual de instrucciones
Autor

Eduardo Jáuregui

Eduardo Jáuregui es Psicólogo y Doctor en Ciencias Políticas y Sociales especializado en la Risa, el Humor y la Psicología Positiva. Da clases como Profesor del Departamento de Business and Social Sciences de Saint Louis University, campus de Madrid. En 2004 fundó Humor Positivo junto con Jesús Damián Fernández --una consultora de formación especializada en la aplicación del humor y las emociones positivas en el trabajo, con clientes como IKEA, Sanitas, Gas Natural, Oracle o General Motors. Eduardo ha trabajado en Madrid y Londres para diversas empresas multinacionales y como consultor autónomo, aplicando sus conocimientos a la gestión de recursos humanos y a la comunicación creativa audiovisual (cine, teatro, periodismo, publicidad, diseño web). Es autor de novelas como "Juicio a los Humanos", "Yoga a la Siciliana" o "Conversaciones con mi Gata", un éxito internacional con los derechos vendidos a 12 países, entre ellos Alemania, Francia, Italia y China. Actualmente co-escribe, junto a Pierdoménico Baccalario, la serie de libros para niños (a partir de los 9 años) "El Cuento Más Maravilloso Jamás Escrito", con el pseudónimo Edward Berry. Ha escrito también los monográficos de psicología "El Sentido del Humor", "Amor y Humor", "Alta Diversión", y de más de 80 artículos en revistas académicas y en prensa (la lista completa puede consultarse en su web: http://humorpositivo.com/eduardojauregui/). Escribió además el guión de "Blanco o Negro", Premio Goya al Mejor Cortometraje 1991. Ha pronunciado numerosas conferencias en foros nacionales e internacionales, entre ellos la Royal Institution of Great Britain, La Casa Encendida de Madrid, los cursos de verano de la UIMP o las conferencias TED. De mayor, quiere ser astronauta.

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El sentido del humor - Eduardo Jáuregui

EL SENTIDO DEL HUMOR

Manual de Instrucciones

Por Eduardo Jáuregui

Smashwords Edition

Ilustración de cubierta: Ricardo Martínez

Copyright 2007 Eduardo Jáuregui

Edición eBook 2013

ISBN: 9781301048045

La versión en papel de este libro, editada por RBA Libros,

está disponible en librerías y tiendas online

Encontrará más información

sobre el autor y sus otros libros en

http://humorpositivo.com/eduardojauregui/libros/

Licencia de uso para la edición de Smashwords

La licencia de uso de este libro electrónico es para tu disfrute personal. Por lo tanto, no puedes revenderlo ni regalarlo a otras personas. Si deseas compartirlo, ten la amabilidad de adquirir una copia adicional para cada destinatario. Si lo estás leyendo y no lo compraste ni te fue obsequiado para tu uso exclusivo, haz el favor de dirigirte a Smashwords.com y descargar tu propia copia. Gracias por respetar el arduo trabajo del autor.

Se ha dicho sobre este libro:

Eduardo Jáuregui es un experto en la materia y un gran humorista. Su libro es mucho más profundo y mucho más divertido de lo que pudiera parecer.

-Antonio Fraguas Forges, viñetista de El País.

Lo he disfrutado muchísimo. Deberían darlo en todos los colegios y obligar a leerlo. Creo que Eduardo Jáuregui ha escrito un clásico de referencia.

-Ricardo Martínez, viñetista de El Mundo

No sería extraño que El Sentido del Humor se convirtiera en libro de consulta para quienes aspiren a disfrutar en este todavía inicial Siglo XXI

- Ramón Tamames, economista, en la revista Leer.

Debería ser lectura obligada para mucho políticos y periodistas permanentemente cabreados... lo necesita nuestro país.

-Luis Oz, columnista de El Mundo

Original, sencillo, ameno, generoso, profundo, instruido, optimista, comprometido. Cada uno de los capítulos dedica un espacio muy interesante a la práctica, y vale la pena hacerse con estas recomendaciones, que realmente nos van a hacer la vida más agradable.

-Begoña Carbelo, Directora del Departamento de Enfermería de la Universidad de Alcalá y autora de El humor en la relación con el paciente.

No pude dejar de reír desde que cogí este libro hasta que lo solté. Algún día espero leerlo.

-Groucho Marx

Dedicatoria

A la memoria de mi padre José Antonio Jáuregui,

maestro del humor en la teoría y en la práctica.

ÍNDICE

Inicio

Bienvenida

Capítulo 1 - El imperio de la seriedad

Capítulo 2 - El enigma de la risa

Capítulo 3 - La teoría perdida de Aristóteles

Capítulo 4 - Beneficios y contraindicaciones

Capítulo 5 - Entrenamiento

Capítulo 6 - Modos de empleo

Capítulo 7 - La comedia humana

Sobre el autor

Agradecimientos

Notas

Bibliografía

Índice de Imágenes

Notas al pie de página

BIENVENIDA

¡Enhorabuena! Usted es propietario/a de un sistema emocional único en la fauna terrestre: el sentido del humor.

Esta increíble herramienta multiusos, diseñada con la más alta biotecnología 100% natural, le proporcionará importantes beneficios a lo largo de muchos años, si sigue las indicaciones de este manual (1). Su sentido del humor tiene las siguientes funciones, entre otras:

-Elimina el estrés y fomenta la salud, sin efectos secundarios. (2)

-Genera una gran energía motivadora, sin contaminar la atmósfera.

-Conecta y comunica a las personas, sin molestos cables ni radiaciones Wi-Fi.

-Potencia la memoria, la creatividad y el poder de computación de su ordenador cerebral

-Y aunque no corta el césped ni trocea los alimentos a tres velocidades, permite disfrutar más de cualquier tarea cotidiana y superar los malos humos cuando el cortacésped se traga el billete de cien euros o el robot de cocina le riega de sopa.

Qué es

El sentido del humor es, al igual que otros sentidos, un sistema diseñado para detectar ciertos estímulos en el entorno. El sentido de la vista nos permite leer la escena de Don Quijote probando el Bálsamo de Fierabrás, aprender de Tip y Coll cómo se llena un vaso de agua, o seguir la persecución del Mambo Taxi y la Harley secuestrada en Mujeres al Borde de un Ataque de Nervios. El sentido del oído nos permite disfrutar de Mary Poppins cantando Supercalifragilisticoespialidoso, escuchar a Gomaespuma entrevistar al calvo de la lotería (ahora trágicamente desempleado) o distinguir entre el Jaaarrr del verdadero Chiquito de la Calzada y el de los chiquitistaníes como Lucas Grijander. Los sentidos del olfato, del gusto y del tacto nos permiten identificar, respectivamente, el tufo de una bomba fétida, el sabor inconfundible de una guerra de tartas de merengue o la eléctrica sensación que producen unas buenas cosquillas.

Ninguno de estos sentidos, sin embargo, basta por sí solo para detectar un misterioso elemento común al Quijote, las guerras de tartas y el chiquitistaní: el humor. Para esto nos hace falta un ingenioso sistema psico-somático denominado precisamente el sentido del humor, que al activarse nos hace sentir una emoción positiva muy placentera acompañada de un excéntrico alboroto sonoro y gestual que llamamos la risa. Este sentido sirve no sólo para detectar el humor sino también para crear y compartirlo.

Instalación y mantenimiento

El sentido del humor viene preinstalado en su hardware cerebral y somático. Si no consigue activarlo, incluso leyendo este manual, consulte con algún técnico especializado (3). No requiere configuración ni ajustes especiales, aunque sí conviene tener en cuenta los siguientes consejos para asegurar un óptimo rendimiento:

-Úselo frecuentemente para evitar que se oxide y para mantener el ingenio bien afilado.

-Manténgalo siempre al alcance de los niños, que le ayudarán a conservarlo en perfecto estado de funcionamiento.

-Protéjalo de fundamentalismos, fanatismos y otros materiales explosivos.

-Recuerde que se trata de una herramienta muy poderosa: úsela con responsabilidad y cautela, para evitar accidentes.

Cómo utilizar este manual

El libro que sostiene en sus manos ha sido elaborado con el propósito de optimizar el uso que usted hace del sentido del humor, para maximizar sus ventajas y minimizar sus inconvenientes. Está diseñado para lectores y lectoras de todas las etnias, razas, credos, orientaciones sexuales y preferencias culinarias. No se ajuste las gafas si en algún momento le parece leer que me refiero a usted como la lectora y es usted lector de pelo en pecho. No se trata de un despiste ortográfico sino de un intento consciente de equivocarme por igual con unos que con otras.

El manual está estructurado en los siguientes capítulos:

-El Capítulo 1, El imperio de la seriedad, explica las razones por las que un manual de estas características es absolutamente imprescindible para cualquier ciudadana o ciudadano del Siglo XXI. Si usted no necesita convencerse de que ello, puede tranquilamente arrancar estas 24 páginas y pasar al siguiente capítulo.

-Los Capítulos 2 y 3 tratan de resolver uno de los más antiguos misterios de la humanidad, junto con el monstruo de Loch Ness, los OVNIS y el fenómeno de los calcetines viudos: el enigma de la risa. ¿De qué reímos? ¿Por qué reímos? ¿Que utilidad evolutiva tienen las cosquillas? Si estas preguntas le importan un bledo y lo que le interesa es reír, puede seguir haciendo pajaritos de papel y práctica de canasta hasta el Capítulo 4.

-Los Capítulos 4, 5 y 6 le explicarán los beneficios y las contraindicaciones de esta herramienta multiusos y las instrucciones para localizar, desatascar, fortalecer y aplicarla en la vida y el trabajo. Ésta es la parte que conviene estudiarse con mayor detenimiento.

-El último capítulo está dirigido a usuarios expertos (o aspirantes a ello) que busquen poner en práctica la función más avanzada del sentido del humor: alcanzar la iluminación.

Para curiosas y tikismikis, al final del libro se incluye una sección de notas que amplían, aclaran o matizan las afirmaciones del texto y citan las fuentes bibliográficas. También podrán encontrar más información, y alguna que otra tomadura de pelo virtual, en el sitio web http://www.humorpositivo.com.

Advierto desde el principio que se trata de un manual de instrucciones incompleto y provisional. Es cómo un queso gruyere: sabroso pero lleno de agujeros, que en este caso son las numerosas incógnitas sobre las causas, los mecanismos y los efectos del humor, uno de los fenómenos más desconocidos de la psique humana.

Conviene aclarar también que, como cualquier manual de instrucciones, no está escrito para ser simplemente leído, sino para guiar la práctica del sentido del humor a lo largo de su lectura. Para ello, he incluido numerosos ejercicios y actividades que usted deberá ir realizando antes de progresar. Esto significa que de cuando en cuando deberá cerrar el libro y pasar a la acción. No es broma.

De hecho aquí bromas, las justas. Este no es un libro de humor, sino un libro sobre el humor. Su contenido es tan serio como el de cualquier texto de ortodoncia, tratado constitucional o declaración de hacienda (de hecho, ahora que lo pienso, bastante más). Si busca chistes, tebeos o comedias del siglo de oro, diríjase a la sección correspondiente de su librería más cercana.

Por otro lado, tampoco se confíe demasiado. Este manual de instrucciones contiene chascarrillos y gracietas ilustrativas que pueden hacerle reír con mayor o menor intensidad, y que en algunos casos pueden también insultar su inteligencia, provocarle nauseas o herir su dignidad hasta cuatro o cinco generaciones de sus antepasados. Le aseguro que son reacciones absolutamente normales que le servirán para entender mejor la complejidad del fenómeno. Le advierto que también se incluyen, además de estas bromas evidentes, toques más sutiles de ironía que no deben interpretarse literalmente, y que sin embargo por su naturaleza permanecerán ocultas en un implícito pacto de complicidad entre usted y yo hasta el final de los tiempos. Porque el misterio del humor no puede llegar a explicarlo del todo ningún manual...

Capítulo 1

EL IMPERIO DE LA SERIEDAD

Una sombra se extiende sobre nuestra civilización. Como un tsunami en el horizonte, una nueva amenaza se cierne, inexorable e implacablemente, sobre nuestro destino colectivo. Esta misteriosa oscuridad lo va cubriendo todo: despachos de abogados, pescaderías, redacciones de prensa, colegios bilingües, grandes almacenes, hospitales, monasterios, fábricas de chicle, granjas ecológicas, estadios de sumo.

Al inicio invisible, imposible de detectar por nuestros más sofisticados sistemas de defensa, este Quinto Jinete del Apocalipsis hoy ya abandona su clandestinidad y se yergue arrogante, desafiante, cabalgante. ¿Una nueva forma de contaminación? Sí. ¿Una epidemia contagiosa y mortífera? También. ¿Una ola de terrorismo global? Todo esto y más. No se sabe quién abrió la Caja de Pandora y desató este enjambre de plagas, si fue una conspiración de los poderosos o las maquinaciones de alguna secta fanática cuya clave se encuentra en los archivos vaticanos. Lo cierto es que ni siquiera Nostradamus pudo imaginar esta pesadilla...

Llegó el Imperio de la Seriedad.

Sí, ya está aquí el Nuevo Orden del traje y la corbata, de los relojes acelerados, de la expresión impasible, de los edificios cuadriculados, de la responsabilidad fría, de las máquinas, del gris. Vivimos bajo un nuevo régimen de solemnidad, y si aun no te has dado cuenta, es que ya se ha infiltrado en tu sangre (4). Escucha, escucha, la nueva propaganda está ya en la boca de todos... Hemos pasado de ser un país simpático a ser un país serio, nos anuncian los políticos satisfechos. Esto es una empresa seria nos aseguran los empresarios. No digas tonterías nos advierten en confianza los amigos. No hay duda: la seriedad se impone como una ideología, mientras que la diversión, la risa y el juego sufren un acoso sin precedentes.

La nueva Ley, silenciosa pero férrea, prohíbe la risa a carcajadas en casi todas partes: la oficina, el aula, la cola del banco, el vagón del metro. Las razones para despreciarla se multiplican: Molesta a los vecinos, da arrugas y no es nada sexy. Más bien es señal de debilidad, de frivolidad, de inmadurez, de escasa productividad. Una sonrisita de vez en cuando vale, es de buen talante, especialmente delante de las cámaras, pero no nos vayamos a pasar.

Ni siquiera los lugares de ocio son inmunes a esta Ley. Incluso en el cine, aun en películas cómicas, el espectador que ríe demasiado recibe miradas acosadoras y advertencias más o menos sutiles. El Imperio de la Seriedad no tolera el contagio de la risa, que deberá mantenerse en cuarentena, restringido a pequeñas reservas y reductos prácticamente clandestinos.

Para entender a fondo este Nuevo Orden Mundial conviene analizar por separado cada uno de sus cuatro pilares: El Drama de las Noticias, El Serious Business, el Ocio Vacío y el Pensamiento Pesimista.

El drama de las noticias

"El fin del mundo llegará con una gran inundación el 20 de Febrero de 1524"

-Johannes Stoefther, astrólogo de la Universidad de Tubingen,

Enero de 1524

El siglo XXI, símbolo durante generaciones de un futuro brillante, intergaláctico y feliz, se estrenó con una escena apocalíptica televisada en directo para todo el mundo. Un grupo coordinado de terroristas tomaron el control de varios aviones de pasajeros y lograron derribar con ellos las Torres Gemelas, los edificios más impresionantes de la ciudad más representativa de nuestra civilización. Con miles de personas atrapadas en su interior. Se nos anunció que todo nuestro sistema de vida estaba amenazado, en el punto de mira de un enemigo invisible y despiadado que vive entre nosotros. George W. Bush, Commander-in-Chief de las fuerzas norteamericanas, declaró el inicio de una guerra al terror, cuyas primeras batallas se libraron en Afganistán, Irak y el propio código de libertades americano. Estos ‘ataques preventivos’, tras cobrarse miles de víctimas y dejar en ruinas sus primeros campos de batalla, no han hecho mella en el enemigo. Al contrario, parecen haberlo hecho más fuerte, y desde 2001 hemos vuelto a estremecernos con bombas en Indonesia, Londres e incluso Madrid, bombas que en España salpicaron el proceso electoral en curso y provocaron un vuelco en las urnas y una peligrosa crispación política interna. Esta guerra al terror, en sí terrorífica, no parece acercarse a su fin, y de hecho ya se habla de guerra permanente.

No son buenos tiempos para la comedia. Después de los ataques del 11-S, en Estados Unidos se cancelaron los programas cómicos televisivos, los periódicos satíricos interrumpieron su trabajo y los clubes de la comedia cerraron. Pasaron semanas antes de que el humor se considerara algo aceptable, y que el Alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani, apareciera en Saturday Night Live, un célebre programa de televisión humorístico, para tratar de restaurar la normalidad. Pero la nube de solemnidad no se ha disipado del todo, y de hecho, si nos fijamos, es sólo el último nubarrón en un cielo oscuro que desde hace tiempo impide que brille la luz del optimismo.

Desde hace varias décadas, el telediario, la prensa y la radio ofrecen diariamente un menú de noticias funestas: Los ecosistemas se tambalean, la temperatura global sube, los terremotos y huracanes devastan poblaciones enteras, el SIDA y la gripe aviar se extienden, el crimen empeora, el consumo de drogas aumenta, el abismo entre ricos y pobres se vuelve aún más profundo, y entre la juventud el botellón reemplaza a las pipas y la Playstation al parchís. Abundan los profetas apocalípticos que nos advierten que se avecina el debacle de casi todo. Y para evitar estas previsibles catástrofes, se anuncian nuevos conflictos bélicos más o menos metafóricos. Lanzamos guerras contra el crimen organizado. Luchamos ferozmente contra el SIDA y las hambrunas. Atacamos los problemas ecológicos. Incluso "combatimos la violencia".

Tanto espanto nos aturde y nos asusta. Da yuyu. Ya no podemos salir a la calle sin ver a cada conciudadano como un potencial pedófilo, traficante de órganos o periodista de algún reality show con cámara escondida en el piercing del ombligo. Cualquier visita a la playa implica riesgo de cáncer por exceso de rayos UVA, de salmonelosis por el bocata de tortilla o de alguna gigantesca ola que se lleve por delante hasta el chiringuito. Hay incluso quién nos advierte que este mismo miedo sirve para hacernos más dóciles, manipularnos con facilidad y ayudar así a instaurar nuevos y siniestros totalitarismos –¡lo cual resulta aún más terrorífico!

En cualquier caso, lo que está claro es que no es momento para bromear. No podemos tomarnos todo esto a la ligera. Hay que ser responsables, preocuparse mucho, luchar, sacrificar y sufrir. Hay que ser serios. Porque debemos defender la democracia y el derecho a afeitarse la barba en todo el mundo. Porque hay que salvar el planeta de nuestro apetito insaciable de petróleo, pescaíto frito y papel higiénico. Porque en Africa la gente se muere de hambre y en América por comer demasiada hamburguesa. Porque otro mundo es posible, aunque no estemos muy seguros qué otro mundo queremos. En definitiva, porque es la Guerra, la Madre de Todas las Guerras, la Madrastra Apocalíptica de Blancanieves Devora-Enanos de Todas las Guerras.

Estamos convencidos, de hecho, de que al final tendrían razón los profetas bíblicos, los escritos mayas y los chamanes psicodélicos: llega el Fin del Mundo. Sí, todo se acaba. En los últimos años, películas como Terminator, Independence Day, la Guerra de los Mundos, El Día Después de Mañana, Doce Monos, Matrix y casi todas las de James Bond nos han mostrado a la humanidad amenazada por terroristas con armas químicas, robots descontrolados, científicos locos, cambios climáticos y alienígenas malvados. Son fantasías de Hollywood, pero reflejan y refuerzan una corriente cultural cada vez más pujante. La idea de que la humanidad no tiene futuro es casi una ortodoxia.

Sin embargo, y sin restar importancia a los problemas y desafíos a los que se enfrenta la humanidad, creo que es saludable mirar atrás a toda la larga lista de profecías sobre el fin del mundo que se han formulado. Entre los primeros escritos de la humanidad podemos encontrar una tableta de los asirios que ya nos advertía 2800 años antes de Cristo que nuestra tierra se está degenerando en los últimos tiempos. Abundan la corrupción y los sobornos. Los niños ya no obedecen a sus padres. Y es evidente que el fin del mundo se acerca. Más adelante los primeros seguidores de Cristo creían que el Armagedón llegaría en sus propias vidas, y que había que tener las maletas de la conciencia bien hechas por si el Juicio Final les pillaba desprevenidos. Desde entonces, el calendario cristiano se ha llenado de fechas fatídicas. Por ejemplo, en 1665, un tal Solomon Eccles, clérigo quákero, espantó a los londinenses con aseveraciones apocalípticas que resultaban bastante convincentes, en un momento en el que la plaga bubónica llenaba la ciudad de monstruosos cadáveres. Y la cosa se volvió más plausible aún cuando el año siguiente, en 1666 (¡1000 + el número de la bestia!) un enorme fuego arrasó con medio Londres. Pero no fue el Fin del Mundo. Nuestro planeta siguió tozudamente dando vueltas, y hoy los londinenses, a pesar de guerras, ataques terroristas, averías del metro y vacas locas, siguen bebiendo pintas en los pubs de la city para tratar de olvidar sus problemas, al igual que en 1666.

En 1798 Thomas Malthus predijo, también bastante plausiblemente, que la humanidad se acercaba hacia una catástrofe inevitable: Si la población mundial seguía creciendo así, ¿cómo íbamos a alimentar a todos? ¡Imposible! En dos siglos no sucedió tal catástrofe, entre otros motivos porque el control de la natalidad está frenando el crecimiento demográfico. Sin embargo, en 1968 Paul Ehrlich publicó un libro llamado La bomba de la población, que vendió millones de copias aterrorizando a la gente con la misma idea, y esta vez con fecha: antes de 1990 una hambruna global nos llevaría al caos. Casi al mismo tiempo otro bestseller mundial, Los límites del crecimiento, advertía que en los años 80 se agotarían diversos recursos naturales como el zinc, el mercurio o el oro, y que los precios de numerosos otros materiales se dispararían por la escasez. Afortunadamente, nada de esto sucedió. Aunque parezca asombroso, dado que la población mundial creció de 3500 a 5000 millones en veinte años, la producción de alimentos y la extracción de recursos naturales crecieron aún más rápidamente, y los precios de alimentos y recursos no subieron, sino que más bien bajaron, como han continuado a hacer desde entonces.

A finales de los años noventa se multiplicaron las teorías esotéricas y los temores sobre un posible Fin del Mundo con la llegada del fatídico año 2000. Muchos citaron al celebrísimo Nostradamus que advertía que en el séptimo mes de 1999 llegaría del cielo un Rey del Terror para provocar alguna gran catástrofe. Y para colmo, los informáticos, que de esotéricos no suelen tener mucho, se dieron cuenta de un fallo básico en el diseño de todos los ordenadores del planeta: las fechas se guardaban con dos dígitos (98) en vez de cuatro (1998) para ahorrar espacio de memoria. Por este error garrafal, se supone que el 1 de Enero de 2000 se produciría un colapso de millones de ordenadores. Según algunos analistas de la época, el sistema bancario se derrumbaría, los alimentos no llegarían a las tiendas, caerían aviones del cielo, se dispararían misiles nucleares y los videoclubs tratarían de cobrarnos millonadas por devolver una película con 100 años de retraso –un Apocalipsis en toda regla. Los más convencidos construyeron refugios nucleares, compraron víveres para sobrevivir un año entero, huyeron de las ciudades y dejaron de alquilar vídeos. Pero el 1 de Enero llegó, y lo único que había cambiado es que Papá Noel y los Reyes Magos fueron muy generosos en los hogares de los consultores informáticos.

Estas predicciones (y muchas otras, las hay a cientos) sobre el Fin de los Tiempos me recuerdan el telegrama que envió Mark Twain desde Londres a Estados Unidos tras publicarse la noticia de su defunción: Las noticias sobre mi muerte son bastante exageradas. Por alguna extraña razón, considerando que quienes vivimos en el primer mundo gozamos de un nivel de vida y unas libertades sin precedentes en la historia de la humanidad, nos fascina la idea de que todo esté a punto de irse al garete. Pero las noticias sobre el Fin del Mundo son bastante exageradas. La realidad del asunto es que vivimos en una época de luces y sombras, de corrupción y generosidad, violencia y altruismo, genialidad y estupidez, riqueza y pobreza, muerte y vida. Si miramos a la humanidad, hay mucho que puede enorgullecernos y mucho que puede avergonzarnos, y debemos trabajar por un mundo mejor. Pero no hace falta trabajar bajo el temor de que el cielo se nos cae encima. Muy probablemente, no estamos llegando al Fin del Mundo, ni vivimos en una época especialmente trascendente y dramática, que requiere una excepcional gravedad de espíritu. Vivimos en una época como otras, especial sólo porque nos ha tocado vivirla.

Pero ¿cómo explicamos que haya tanta tragedia y tanto conflicto en las páginas de los periódicos? Mahatma Gandhi decía que si revisamos la historia de la humanidad, o la prensa diaria, da la impresión de que los seres humanos somos crueles, violentos y despiadados por naturaleza, siempre peleando, conquistando, esclavizando y exterminándonos los unos a los otros. Pero en realidad, según Gandhi, esto es una distorsión tremenda, por que lo que la historia y las noticias recopilan son precisamente las excepciones a la regla general, a la Ley. Y la Ley a la que se refiere es el amor.

Esto es fácil de probar, continúa el sagaz pensador y agitador político, porque si estuviéramos siempre sacándonos las tripas, no habríamos llegado hasta el siglo XXI. Nos habríamos auto-destruido mucho antes. Si estoy yo aquí para escribir estas frases y tú ahí para leerlas, es que hemos tenido padre, madre, familia, amigos y una sociedad que nos ha acogido, nos ha cuidado, nos ha mimado y nos ha enseñado a vivir, a pensar, a leer y a preocuparnos por los demás, para que el ciclo continúe y la Ley del Amor se siga cumpliendo. El mundo es muy grande, y hay suficientes excepciones a la regla como para llenar de miseria un telediario de 30 minutos. Pero no hay que olvidar que son excepciones (5).

No es noticia: ayer, a las 17.30 de la tarde, en las afueras de Calatayud y a plena luz del día, Eladio besó a su mujer Emilia y le dijo te quiero.

En efecto, los medios informativos seleccionan las noticias precisamente según el horror que puedan causar. ¿Qué más da si el agujero del ozono ya se está recuperando? Ahora lo que vende periódicos es la amenaza del cambio climático. ¿La economía nacional va tan bien que ahora medio mundo sueña con vivir aquí? Vendámoslo como la amenaza de la inmigración. ¿Para qué hablar de que el paro baja cuando el crimen este mes ha subido? ¿Qué interés tiene que la lanzadera espacial haya despegado con éxito cuando un autobús en Guatemala se ha despeñado por un barranco? Las noticias tienen que ser, sobre todo, emocionantes. Tienen que subir la tensión arterial. Por eso la banda sonora del telediario podría servir para una película de Indiana Jones.

Como reza un libro de texto sobre el periodismo, una buena noticia normalmente es una mala noticia. La cruda realidad del mundo informativo es que cuantos más muertos mejor, y cuanto más ‘cercanos’ sean estos muertos, más mejor aún. Porque no es lo mismo 50 muertos en Soria que en Istambul, Wyoming o Funifuti (6). Y el motivo es que cuantos más muertos, y más cercanos sean, más nos llama la atención y más ‘impacto mediático’ tiene. Si no hay muertos, al menos que haya víctimas de algún tipo, o amenazas de catástrofes, o sospechas de posibles complots futuros, o hipótesis plausibles de oscuras conspiraciones pasadas...

Leí en un libro de anécdotas reales sucedidas en la redacción de un periódico, que una mañana sonó el teléfono y al cogerlo un señor pronunció las siguientes palabras: "Buenos días, les llamo para decirles que he sido asesinado. ¡Menuda exclusiva! Pero, más allá del disparate en sí, se me ocurría que basándose en esta idea, los periodistas en cuestión podrían haber creado la noticia del siglo. Imagínate el sobresalto que te llevarías al ver el siguiente titular en la portada de los periódicos: HAS SIDO ASESINADO". Desde el punto de vista periodístico, sencillamente perfecto.

No se si nos habrán asesinado o no,

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