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¡Qué Buena Frase!
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Libro electrónico119 páginas1 hora

¡Qué Buena Frase!

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Información de este libro electrónico

A través de mi larga experiencia como creativo puiblicitario, redactor de discursos y "ghost writer", he usado cientos de frases y expresiones que me han permitdo decir mucho con una gran economía de palabras. Este libro es un compendio de más de 1,500 de ellas, las que puede usar sin restricción y haciendo alarde de buena memoria o de un excelente humor. O si desea, puede solo pasear por sus páginas y sonreir cada vez que encuentre una que lo haga decir, como a mí ¡Qué Buena Frase!

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento5 jul 2013
ISBN9781301874743
¡Qué Buena Frase!
Autor

Alberto E. Goachet

Currently: Author, speechwriter, consultant, president and COO of Cellulose Dominion (Puerto Rico) Inc.

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¡Qué Buena Frase! - Alberto E. Goachet

Prólogo

Hace muchos años que aprendí el valor de una frase bien dicha, sobre todo en el momento apropiado.

Como creativo publicitario, como escritor, como comunicador en general, soy un convencido de que la frase brillante tiene la virtud de decir mucho, a veces todo, con una economía de palabras que puede ser exquisita.

Las personas tendemos a hablar demasiado. A veces hablamos mucho sin realmente decir nada. Y que conste que no me refiero a los políticos.

Alguna vez me han acusado de eso: De que si me preguntaban la hora, les decía cómo se hacen los relojes.

Fui muy parlanchín, hasta que empecé a descubrir que la economía verbal puede ser saludable. ¡Ahh!: Y que me da más tiempo para escuchar a los demás, aprender y descubrirlos. Pero eso sería materia de otro libro.

Es innegable que hay idiomas que tienen una capacidad natural para condensar pensamientos en pocas palabras, como el inglés y el alemán. Pero eso mismo, a la vez, los hace áridos en su construcción, poco románticos. De hecho, el poemario inglés más exquisito, es el que usa modismos y estilos, construcciones y estructuras relativamente anticuadas, pero que pueden ser extremadamente agradables.

En nuestro idioma español, sin embargo, la composición moderna no dista mucho de la tradicional, lo cual lo mantiene rico y poderoso.

A pesar de ello, un exceso de custodia y respeto nos hace, a veces, impedir que su dinámica se modernice y que su uso se adecue a los tiempos y a las nuevas necesidades. La lentitud de la Real Academia de la Lengua Española en adoptar y aceptar términos de la nueva tecnología cibernética o los americanismos, son solo ejemplos.

Pero, felizmente, debido a influencias de todo tipo y a un innegable proceso de globalización en las comunicaciones interpersonales, la capacidad de nuestro idioma de aceptar y propugnar la frase más concreta y valedera, más poderosa y picante, se está extendiendo y proliferando en todas las sociedades hispanas.

Por eso, a medida que hablo con más y más gente, que escucho a más y más personas o leo más y más escritos, me encuentro con frases que saltan automáticamente en el texto y se convierten en aquellas que yo hubiera querido decir.

Incluyo muchas de ellas que he escuchado en varios países, fruto de la picardía popular y del folclore nativo de nuestras Américas. Todas son expresiones que me hicieron exclamar ¡Qué buena frase!

Porque ése pensamiento lo tuve en mi mente (quizás) de alguna manera, pero no lo pude argumentar... no tuve el ritmo mental para organizar una respuesta equivalente... ni la destreza para encapsular el pensamiento en una pirueta lingüística que dice mucho con una sana dieta de palabras. Algo dentro de mí aplaude y se regocija.

Mi archivo personal abre una gaveta y guarda cuidadosamente la frase o el pensamiento y espera con paciencia para soltarla explosivamente, en un momento apropiado... digo eso, pretendiendo hacer creer que tengo una excelente memoria, lo cual no es verdad.

Por eso decidí, hace unos años, empezar a guardar esas frases y pensamientos picantes que tanto me gustaban, como quien cultiva un jardín con cuidado y paciencia. Resultó que se me hizo refrescante regresar al jardín a leerlas una y otra vez.

Curiosamente, muchas de ellas tenían la extraña capacidad de hacerme reír de nuevo, de exigir mi admiración de nuevo, de ponerme a pensar de nuevo, como la primera vez.

Cuando joven leía las greguerías (Ramón Gómez de la Serna, español), o los libros de Sofocleto (Luis Felipe Angel, peruano) y las frases de Freddy, el Rezongón (Abraham Rubel Friedland, argentino). Me gustaba recordarlas y usarlas de vez en cuando. (No me faltó hasta crear algunas, como cuando en medio de la Crisis de los Misiles escribí El que a átomo mata, a átomo muere.)

Y por eso decidí editar este modesto libro: para compartirlas.

En su enorme mayoría, no son frases mías.

Las escuché en algún lugar, las dijo alguien pero, sinceramente, no tomé nota de su origen.

Quizás, sentado frente a un televisor, se las escuché a un cómico en un programa cualquiera. Quizás en una película, en un libro, o en algún discurso de cualquier tipo.

Quizás la dijo alguien y yo, sin prurito alguno, saqué mi libreta de notas y la plagié sin respeto. Total, la idea ya era pública y pública debía quedarse.

Algunas le serán familiares, otras tendrán la frescura de leerlas por primera vez. Espero que disfrute las nuevas y recuerde con agrado las conocidas.

Están agrupadas para más fácil lectura y poder mantener una cierta idea en mente, así como facilitar la búsqueda por referencia pero, aún así, no existe intención de crear grupos ni promover estilos. Hay de todo y para todos los gustos.

De lo único que podría pedir perdón es de un poco de irreverencia, en algunos casos, pero no existe mala intención: Todo sea por una sonrisa.

Algunas frases no son tales, más parecen chistes... y lo son. Pero fue quizás la frase final, el recuerdo o el concepto... qué sé yo... algo en ellas me dice que son creativas, memorables y simpáticas.

Y por eso las incluyo.

Hay casi dos mil de ellas, lo cual significa que quizás no las pueda leer todas de una vez, en una sola sesión. Aunque esa es tampoco la idea.

Amigos a los cuales les entregué este libro en manuscrito para solicitar sus consejos, lo han leído una tarde de sábado, con una botella de vino al lado y (según varios de ellos), con un soporte para la quijada cansada de tanto reírse.

Otros han dosificado su lectura en varios días, indicándome que al terminar, empezaban de nuevo.

Otros pusieron el trabajo en su mesa de noche y leyeron dos o tres páginas antes de dormir, para tener sueños bastante más agradables. Uno me cuenta que hasta soñó ser parte de uno de los chistes. Y en colores.

Hubo otro que me pidió permiso para usar algunas frases en sus escritos... a lo que le contesté que a mí no tenía que pedirme permiso de nada, porque hay frases reconocibles que tienen autor atribuible, aunque en otros casos este ha sido olvidado.

Por eso NO reclamo propiedad de ninguna de ellas, aunque sean mías.

Usted podrá escoger su propio estilo para leer éste libro. Mi único consejo es que lo haga con una intención: de que le sirvan.

Para reírse usted, para hacer reír a otros, para hacer la vida más placentera a cuantos nos rodean o simplemente, para comunicarse mejor.

Finalmente, para seguir cultivando nuestra lengua castellana con frases y arabescos creativos que nos hagan entendernos mejor, sonreírnos más unos a otros y ser más felices.

Aplaudiendo cada vez que alguien diga algo que lo haga exclamar, como a mí: ¡Qué buena frase!

Alberto E. Goachet

(Nota: Las primeras dos ediciones de este libro se produjeron impresas en papel. Esta tercera es la primera electrónica, e incluye decenas de frases nuevas que no se encuentran en las ediciones impresas…)

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