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Discursos II: Semblanzas, presentaciones y exposiciones
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Discursos II: Semblanzas, presentaciones y exposiciones
Libro electrónico679 páginas8 horas

Discursos II: Semblanzas, presentaciones y exposiciones

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En este segundo libro de Discursos, se recogen distintas intervenciones públicas del académico Dr. Alfonso Santiago con motivo de su tarea como profesor y directivo universitario. La obra contiene más de treinta de esas presentaciones agrupadas en cuatro secciones: la primera es la más autobiográfica; la segunda recoge distintas semblanzas de juristas argentinos, que le correspondió realizar en diferentes ocasiones; en la tercera figuran algunos discursos que pronunció como director de la Escuela de Política, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Austral; y, finalmente, la cuarta reúne presentaciones que realizó fuera de ese ámbito universitario, en instituciones públicas y privadas. El libro trata temas muy diversos, todos vinculados con el Derecho, en particular, con el Derecho constitucional.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento23 may 2024
ISBN9789508939630
Discursos II: Semblanzas, presentaciones y exposiciones

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    Discursos II - Alfonso Santiago

    Presentación

    Si (como afirma el griego en el Cratilo)

    el nombre es arquetipo de la cosa,

    en las letras de rosa está la rosa

    y todo el Nilo en la palabra Nilo.

    Jorge Luis Borges, El Golem

    Hace cinco años, publiqué mi libro Discursos[1], en el que recopilé un conjunto de diecisiete exposiciones que había pronunciado en muy diferentes ocasiones de mi vida académica. Me sorprendí del impacto que en varias personas provocó la lectura de esa obra en la que se mezclaban muy distintos temas y contenidos. Cuando la leyó mi gran amigo Roberto Bosca, hizo una muy generosa y enjundiosa reseña[2] y me animó a hacer una presentación en el ámbito del Instituto de Cultura del Centro Universitario de Estudios (CUDES), en la que mantuve una animada conversación con mi querido cuñado Hugo Dalbosco[3].

    Los buenos ecos recogidos con el primer volumen de Discursos me animaron ahora a presentar este segundo volumen, donde se reúnen treinta intervenciones académicas públicas que he tenido en el último lustro. Me mueve a editar este nuevo libro la intención de compartir con los potenciales lectores las distintas presentaciones públicas a las que fui convocado por diversas circunstancias de mi actividad académica. Traté de preparar cada una de ellas para que fueran lo más interesantes posibles y considero que sería una pena que solo se conservaran como archivos en mi computadora.

    Salen así a la luz tres decenas de esas presentaciones, agrupadas en cuatro secciones: la primera es más autobiográfica; la segunda recoge distintas semblanzas de juristas argentinos que me correspondió realizar en diferentes ocasiones; en la tercera figuran algunos discursos que pronuncié como director de la Escuela de Política, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Austral; y, finalmente, la cuarta reúne presentaciones que brindé fuera de mi Universidad, tanto en instituciones públicas como privadas.

    Se ha dicho que las palabras son otro lugar donde habita la realidad. Los textos aquí recogidos reflejan una parte de mis actividades académicas de los últimos años, que he compartido con tantos colegas y alumnos y que he disfrutado muchísimo. Recopilarlos, ordenarlos, revisarlos y publicarlos ahora me ha dado la ocasión de revivir tantos buenos momentos de mi vida como profesor universitario, una profesión y vocación que he abrazado y volvería a abrazar con todas mis energías.

    Con el deseo de que los contenidos de las distintas intervenciones les sean de interés a los lectores, doy a la imprenta este segundo volumen de mis Discursos.

    Mar del Sur, enero de 2024


    [1]. Alfonso Santiago, Discursos, Buenos Aires, Dunken, 2019.

    [2]. Roberto Bosca, "Alfonso Santiago, Discursos, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Dunken, 2019, 248 pp.", Prudentia Iuris, n.º 91, 2021, pp. 259-261, https://repositorio.uca.edu.ar/handle/123456789/11667.

    [3]. Puede verse esa presentación en https://www.youtube.com/watch?v=Nelvd9tunm4&t=4369s.

    Sección I

    Discursos autobiográficos

    1. Reconocimiento como Personalidad Destacada en el ámbito de las Ciencias Jurídicas

    [4]

    Muy buenos días a cada uno de los aquí presentes.

    Nuestra vida, la vida universitaria, conoce de días con actividades rutinarias o habituales y, también, de días de fiesta. Quiero agradecer muchísimo a la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires que hoy me ha obsequiado este día de celebración académica. Los días de fiesta son aquellos en los que dejamos por un tiempo de lado las tareas habituales y nos es permitido profundizar en los fundamentos de nuestra existencia. Un cumpleaños, una fiesta familiar, un feriado nacional, un acto de la vida universitaria —como lo es una graduación— son momentos que nos permiten ir al núcleo fundamental de nuestras actividades para volver desde allí con renovadas energías, para luego llevarlas adelante.

    Dicen que los labios prestan sonido a aquella música que suena en el corazón, de la abundancia del corazón habla la boca. En estos momentos, hay dos amores que se manifiestan en mi corazón. El primero está dirigido a esta querida Ciudad de Buenos Aires, cuya Legislatura me ha honrado con esta distinción. El segundo se relaciona con mi pasión por el Derecho, especialmente por su investigación y enseñanza.

    Nací en esta Ciudad de Buenos Aires y he vivido toda mi vida dentro del espacio circunscripto por la Avenida General Paz, el Riachuelo y el Río de la Plata. Me siento un hijo dilecto de esta ciudad. Quiero mucho a su gente, su historia, sus barrios, su ritmo alocado que la caracteriza; y quiero mucho a los porteños, a esos locos de Buenos Aires, como dice la canción.

    Por ello, recuerdo y comparto ahora esa admiración con la que el primer ministro francés, Georges Clemenceau, describió la ciudad porteña hacia 1910: Buenos Aires es la capital de un imperio que nunca fue. En ese momento, esta ya tenía las dimensiones de una gran metrópoli, de una gran ciudad; y Clemenceau admiraba su cultura, su gente y su estructura edilicia: los edificios públicos, las avenidas y los teatros. Esa frase me inspira a soñar en grande, a volver a pensar en magnanimidad.

    Creo que como ciudad, incluso como país, tenemos una enorme necesidad de animarnos a pensar a lo grande, de cultivar y promover los valiosos talentos que personal y colectivamente tenemos. Es cierto que, muchas veces, el negativismo y una sensación de frustración constante logran tirarnos para abajo, pero es esencial que recuperemos la capacidad, necesaria en toda gran empresa, de proyectar con ambición, de ser magnánimos, de saber aprovechar aquellos talentos.

    Ese cariño familiar que guardo por la Ciudad de Buenos Aires no me impide, sin embargo, tener y manifestar un enorme aprecio por cada una de las veintitrés provincias de nuestra querida República Argentina. Estoy seguro de que entre los que hoy nos acompañan estarán representadas buena parte de esas provincias. En ese sentido, creo firmemente que mis sentimientos de afecto por esta ciudad son plenamente compatibles con el inmenso amor que tengo por nuestro país, como un todo, y por cada una de sus partes integrantes. Contamos, sin dudas, con una gran Nación, que es, en palabras del gran filósofo José Ortega y Gasset, un gran proyecto sugestivo de vida en común para construir entre todos.

    En segundo lugar, quisiera hablar ahora de mi amor por el Derecho. Estudié Derecho en la Universidad Nacional de Buenos Aires, institución que celebra este año sus doscientos años de existencia, al haber sido fundada el 12 de agosto de 1821 en la iglesia de San Ignacio, a metros de aquí, por el presbítero Antonio Sáenz. De hecho, recuerdo ahora que, en el Salón de Actos de mi Facultad, cuelga un magnífico cuadro representativo de dicho acto de fundación.

    Estoy muy agradecido por toda la formación jurídica inicial que recibí en esa Facultad de Derecho. Quiero rescatar particularmente un hecho, aprovechando la presencia hoy aquí tanto del Dr. Jorge Vanossi, quien fue el profesor titular de la cátedra en la que cursé Derecho Constitucional Argentino, como del profesor Dr. Alberto García Lema, quien fue su adjunto. En 1983, el Dr. Vanossi fue candidato a diputado nacional por la Unión Cívica Radical, consecuentemente electo y, luego, presidente durante varios años de la Comisión de Asuntos Constitucionales. En ese mismo tiempo, el Dr. García Lema fue uno de los que coordinó la campaña electoral del entonces candidato a presidente Ítalo Luder.

    Esa experiencia de joven me resultó sumamente enriquecedora para aprehender cómo en el ámbito académico pueden convivir personas que, en el ámbito político, piensan de modo muy distinto. Esa enseñanza me marcó desde entonces: para mí, la universidad debe ser un ámbito pluralista donde, apasionada y conjuntamente, se busque la verdad, donde se promueva lo que resulte mejor para la propia universidad, para todas las personas, para el país y, si se quiere, para el mundo entero.

    Comencé entonces a ser profesor: primero, en la cátedra del Dr. Vanossi y posteriormente, a partir de 1989, en la recientemente ganada cátedra del profesor Dr. Néstor Pedro Sagüés, como adjunto. Con el Dr. Sagüés como director encaré mi tesis doctoral, también en la Universidad de Buenos Aires. Así, poco a poco, fui convergiendo en lo que ha sido el trabajo fundamental de mi vida: ser profesor a tiempo completo de la Universidad Austral. Más específicamente, fui uno de los profesores fundadores de ese proyecto universitario que se puso en marcha en 1991 y en el que ya llevo treinta años de trabajo ininterrumpido. En realidad, como universidad recién estamos saliendo del cascarón, teniendo en cuenta los extensos tiempos que caracterizan a esta clase de instituciones.

    Muchas veces me ha tocado explicar qué hace un profesor universitario que cuenta con dedicación exclusiva, puesto que se trata de una especie de rara avis. Aunque la tradición no es muy común en Argentina, yo diría que un profesor a tiempo completo debe hacer básicamente cinco cosas:

    • Lo primero es investigar, estudiar y conocer a fondo cada uno de los temas de su especialidad. De ahí arranca todo, porque esos tiempos de reflexión, lectura y aprendizaje se traducen después en publicaciones, en clases, en las conferencias que uno puede dar.

    • Lo segundo es tratar de ser lo mejor posible en el difícil pero apasionante arte de la enseñanza, tanto en las carreras de grado como en las de posgrado. Estoy muy contento de haber tenido la posibilidad de formar a muchos alumnos a lo largo de todos estos años, tanto en la carrera de grado como también en las distintas maestrías y demás programas de posgrado que he tenido la oportunidad de impartir y compartir.

    • Lo tercero, y quizás lo más lindo, es la función de formar personas, lo que, en la carrera de Abogacía, implica acompañar a los alumnos a través del sistema tutorial que tenemos establecido en nuestra Universidad Austral y asesorarlos en los trabajos finales. En el posgrado, en general, se trata de dirigir sus tesis de maestría y de doctorado. En efecto, me he enriquecido mucho y he tratado de enriquecer a los demás a través del vínculo personal que uno desarrolla cuando dirige un trabajo de investigación.

    • Lo cuarto es la gestión: ser capaz de coordinar equipos y de sacar adelante proyectos. En ese sentido, me ha tocado, junto con el Dr. Roberto Bosca, primer decano, armar y poner en marcha las distintas carreras de grado, maestrías y doctorados que hoy conforman la Facultad de Derecho de la Universidad Austral. Esta tiene tres carreras de grado: Abogacía, Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales; catorce maestrías[5], algunos de cuyos directores están hoy aquí presentes; y dos doctorados: en Derecho, el cual cuenta con la máxima calificación de la CONEAU y ya acumula más de treinta doctores recibidos, y en Ciencias Políticas, recientemente aprobado y que comenzará en 2023. Además del núcleo de carreras, la Facultad ofrece una enorme cantidad de diplomaturas, programas, seminarios y jornadas. También me ha tocado participar en el diseño del campus universitario de Pilar (1995-2000), en la puesta en marcha del Hospital Universitario Austral (2000-2003) y en el traslado de las unidades académicas al campus de Pilar (2012-2014).

    • Finalmente, el quinto ámbito de ocupación de un profesor a tiempo completo es, precisamente, la transferencia del conocimiento a través de la consultoría, el asesoramiento o la participación en debates públicos.

    Realmente creo que este trabajo contiene un ideal fantástico. Si yo tuviese que retroceder treinta y cinco años, cuando me gradué de la universidad, volvería a elegir sin lugar a dudas ser profesor con dedicación exclusiva. Quiero con esto alentar esa vocación que, quien la tiene, debe abrazarla con todas sus fuerzas. Me gusta mucho aludir a Max Weber cuando decía que hay una distinción entre profesión y vocación; profesión es vivir de, vocación es vivir para. Pienso que es justamente la vocación la que tenemos que despertar en todos los ámbitos en los que nos desarrollemos, ya sea como profesores, procuradores, políticos, jueces, legisladores, etcétera. Se trata no solo de vivir de, sino de vivir para.

    En el transcurso de los últimos diez años, he tenido el privilegio de recibir algunos reconocimientos. Me honraron enormemente mis colegas cuando, en 2012, me hicieron miembro de la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales. Agradezco mucho la presencia de su presidente, el Dr. Roberto Luqui, y de varios de sus integrantes que nos acompañan hoy aquí. También en el ámbito regional americano, valoro mucho el reconocimiento que implicó mi incorporación a la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España, tal vez la institución académica más prestigiosa del mundo hispanohablante. Sin embargo, hasta ahora no había recibido ninguna distinción proveniente de una institución pública, de un órgano profundamente democrático como lo es esta Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires. El hecho de que este reconocimiento provenga de mi ciudad es algo que me anima, que me estimula para seguir adelante y continuar creciendo.

    Ya el filósofo francés Jean Guitton decía que debía tenerse cuidado con que a uno no le preocupara más la medalla de honor que el propio honor. Esto es lo mismo: uno tiene que hacer el bien por sí mismo, y el premio de las buenas obras es haberlas podido realizar. Si luego llega algún reconocimiento, mejor, pero nunca el premio tiene que ser el principal motivo por el cual uno actúa.

    Hace poco una persona me dijo: Yo no quiero hacer la mejor empresa ‘del’ país y ‘del’ mundo, sino la mejor empresa ‘para’ el país y ‘para’ el mundo. Esto me parece sumamente interesante, ya que implica competir contra nosotros mismos para poder servir cada día mejor a la sociedad; ese desafío que tenemos cada uno para orientarnos en el aprovechamiento al máximo de nuestros talentos, para poder crecer y desarrollarnos plenamente.

    Finalmente, entonces, llega el momento de los agradecimientos. Primero, he de mencionar a la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires. Agradezco particularmente a Gonzalo Straface, que fue quien impulsó la propuesta junto con la diputada María Celeste Peña y otros legisladores de esta casa. Lo cierto es que con Gonzalo nos hemos entendido de inmediato. Admiro en él especialmente la proactividad con la que encara todos sus proyectos: es, indudablemente, un hombre práctico, un hombre concreto, un hombre de realizaciones; y eso es lo que creo debe ser un político. Como decía Ortega y Gasset, algunos nacen para la definición y otros nacen para la acción. El político es un hombre de acción y de resultado, y eso Gonzalo lo ha puesto de manifiesto cuando lo conocí como director del Instituto Nacional de Administración Pública y, ahora, como legislador de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

    También deseo agradecer al presidente de la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales por estar aquí presente y por todas las posibilidades de crecimiento personal e institucional que esa institución me ha brindado a lo largo de estos diez años. Asimismo, agradezco a los integrantes del Instituto de Derecho Constitucional, en especial a los que pudieron estar hoy aquí.

    Tengo mucho que agradecerle a la Universidad Austral, porque me ha permitido desarrollarme plenamente durante estos treinta años. En mi opinión, la universidad es un lugar que tiene que atraer el talento, retenerlo y otorgar las capacidades para que ese talento se despliegue en toda su amplitud. Y esa misión, al menos en mi caso, la Universidad Austral la ha cumplido plenamente. Cada uno de nosotros —veo aquí a varios profesores y directivos—, en cuanto integrantes de la Universidad Austral, tenemos que hacer lo mismo: atraer, retener y potenciar el talento que cada uno tiene, para que este proyecto que compartimos se expanda. Es impresionante lo que se puede hacer de modo coordinado. Por ello, no hay que perder tiempo ni energía en complicaciones internas o en disputas inútiles; en cambio, hay que saber sumar los aportes de todos.

    También quiero agradecer muy especialmente al Dr. Rodolfo Vigo. Hoy, él se ha levantado a las seis de la mañana para venir desde la provincia de Santa Fe hasta aquí, y, como hemos podido observar, ha preparado con esmero y afecto una exhaustiva presentación. La verdad es que me ha conmovido.

    Agradezco a todos los colegas de la Universidad Austral y a quienes vienen de distintos ámbitos académicos. Valoro mucho la presencia del decano de la Facultad de Derecho de la Universidad Católica Argentina, el Dr. Pablo Garat. También me llamó y quería estar aquí hoy el decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, el Dr. Alberto Bueres, pero, en estos momentos, se está desarrollando una asamblea en su Universidad, y me pidió que lo disculpara; claramente, correspondía darle prioridad a esa actividad.

    Por último, deseo darles muchísimas gracias a mis familiares y amigos que siempre me acompañan. Son socios permanentes de todos mis proyectos y de todas mis alegrías, una continua compañía que tengo día a día, semana tras semana, año tras año. Termino recordando el verso de aquella canción: Gracias a la vida, que me ha dado tanto. Para los que somos cristianos, para los que somos creyentes, ese gracias a la vida se traduce como agradecimiento a un Dios trascendente, personal, con rostro humano, que ilumina y da significado a cada uno de los momentos de nuestra vida, incluso este.

    Muchas gracias.


    [4]. Se recogen aquí las palabras pronunciadas el jueves 30 de septiembre de 2021 en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, durante el acto en el que fui reconocido como Personalidad Destacada en el ámbito de las Ciencias Jurídicas.

    [5]. Al momento de la impresión de este libro, las maestrías son dieciocho.

    2. Los cuarenta años del Centro Universitario de Estudios

    [6]

    Hoy estamos celebrando los primeros cuarenta años de esta residencia universitaria que comenzó a funcionar el 10 de febrero de 1982. En gracia me tocó la fortuna de ser uno de los primeros residentes que la puso en marcha, y aquí he vivido más de veinte años.

    Quisiera, en pocos minutos, contarles algunas pinceladas de la historia del Centro Universitario de Estudios (CUDES). Esta residencia fue el sueño de decenas de personas que trabajaron durante años por hacerlo realidad. En 1973, la entonces Municipalidad de Buenos Aires nos donó el terreno donde ahora se levanta el CUDES. A comienzos de 1974, se cavó el pozo para iniciar la construcción, y, en junio de ese año, san Josemaría pudo bendecir sus cimientos mientras pasaba en auto por la calle. En febrero de 1982, algunos comenzamos a vivir en el nuevo edificio, que recién se terminó por completo en 1987.

    Dicen que hogar es el lugar adonde siempre se vuelve. Por eso, puedo afirmar que, para mí, el CUDES es mi hogar. Como ya he contado, me tocó poner en marcha junto con otros veinte jóvenes pioneros esta gran iniciativa universitaria en 1982 y luego he vuelto a vivir aquí en otras tres oportunidades, de modo que compartí con esta casa veinte de sus cuarenta años de existencia.

    También dicen que hogar son cuatro paredes tapizadas de buenos recuerdos, y por eso quiero hacer un rápido repaso de algunos de esos recuerdos y momentos más destacados y memorables.

    Aquí se siguió con patriotismo la guerra de las Malvinas de 1982, el retorno a la democracia en 1983, y se prepararon las visitas del papa Juan Pablo II en 1982 y en 1987. Aquí se celebró la Copa del Mundo de 1986 y la elección del papa Francisco en marzo de 2013. Aquí se debatió durante los años ochenta y los noventa sobre la reforma constitucional, las privatizaciones y las desregulaciones, cómo afrontar la crisis del 2001 y los desafíos que planteaba la teología de la liberación a mediados de los ochenta.

    Aquí estuvieron, entre muchas otras personalidades, el papa Francisco; los presidentes Raúl Alfonsín, Eduardo Duhalde y Mauricio Macri; los vicepresidentes Carlos Ruckauf, Daniel Scioli y Gabriela Michetti; los ministros Rodolfo Terragno y Domingo Cavallo; la ministra de la Corte Suprema norteamericana Sandra O’ Connor, primera mujer en llegar a ese máximo tribunal; y Mons. Octavio Derisi, fundador de la Universidad Católica Argentina (UCA).

    Aquí se gestó una parte muy importante de la Universidad Austral, con la puesta en marcha, desde 1987, del Instituto de Investigación y Posgrado del CUDES. Aquí se celebró el Bicentenario de Argentina y se dio comienzo a la Diplomatura en Cultura Argentina y, luego, al hoy Instituto de Cultura del CUDES, que continuamente nos muestran los tesoros de nuestro rico patrimonio cultural.

    Aquí celebramos la vida universitaria con un ciclo que se llamó Pasión por lo bueno, en el que se exaltó el buen cine, la política, la solidaridad, el arte y el deporte. Aquí se acompañó la gran crisis del 2001/2002 con un ciclo que se denominó La hora de los valores y que convocó a muchos de nuestros vecinos.

    Aquí recibimos a Mons. Javier Echeverría en sus visitas en 1997, 2000, 2003 y 2013 y a Mons. Fernando Ocáriz en 2018. Aquí practicamos los cantos para la beatificación de san Josemaría en 1992 y vimos en pantalla gigante su canonización en la madrugada del 6 de octubre de 2002. Aquí miles de personas se encontraron con Jesucristo, muchas de ellas decidieron entregarse a Dios, y varias hoy se encuentran trabajando y llevando la semilla del mensaje de san Josemaría en los cincos continentes.

    Por aquí pasaron miles de universitarios y personas cuyas biografías se enriquecieron en contacto con el ambiente y la formación humana y cristiana que aquí se brinda. Aquí se preparan miles de exámenes en la muy confortable sala de estudios y tuvieron lugar centenares de reuniones de los distintos clubes de carrera.

    Aquí se forjaron ideales, se pusieron en marcha decenas de iniciativas de servicio social destinadas a los más necesitados: catequesis, apoyo escolar, Noches de la caridad, convivencias de trabajo en distintos lugares de nuestro país.

    Aquí disfrutamos de tantos momentos divertidos, celebrando cumpleaños, fiestas de familias, encuentros deportivos. Aquí siempre predominó la alegría, el sentido positivo, la cultura del esfuerzo y del servicio a los demás en las grandes y pequeñas cosas que entretejen nuestra vida.

    Aquí se enseñó a miles de personas que la vida tiene sentido, que el bien es bueno y atractivo, que vale la pena luchar por vivir con coherencia, respondiendo a esa llamada y misión que cada uno tiene como hijo de Dios. Aquí no solo se vivió la vida, sino que se la honró, especialmente la vida universitaria con sus múltiples dimensiones y facetas.

    Memoria, identidad y proyecto del CUDES, aprendizaje permanente y planificación hacia el futuro, cuarenta años hacia atrás y cientos hacia adelante, nuestra historia se explica desde sus orígenes, pero hay que vivirla de cara al futuro, lo mejor está por venir. Como proponía Juan Pablo II, en esta casa, nuestro hogar, procuramos mirar y vivir con gratitud el pasado, con pasión el presente y con esperanza confiada el futuro. Lo mejor está aún por venir.


    [6]. Discurso pronunciado en el Auditorio del Centro Universitario de Estudios de la Ciudad de Buenos Aires con motivo de la celebración de sus 40 años el 15/9/2022.

    3. Una carta de lectores

    Se recoge a continuación, una breve carta de lectores publicada en el diario La Nación el 21 de noviembre de2022[7], en respuesta a un artículo previamente publicado en ese periódico.

    Buenos Aires, 13 de noviembre de 2022

    Señor Director:

    Leí con atención e interés la nota publicada por Nicolás Cassese este domingo en el suplemento El Berlinés.

    Soy numerario del Opus Dei desde hace más de cuarenta años, por lo que considero conocer a fondo este tan atractivo camino vocacional de seguimiento de Jesucristo en medio del mundo y de las circunstancias de cada día. Me gustaría poder comunicar a muchísima gente la felicidad y plenitud personal que tengo luego de muchas décadas de vocación, similar a la de cientos de personas que hemos emprendido con total libertad y compromiso este exigente y desafiante camino evangélico. He hecho siempre con mi vida, mi tiempo y mi dinero lo que libre y responsablemente quise hacer en cada momento.

    He podido vivir con plena libertad y alegría una paternidad espiritual, queriendo y acompañando a cientos de personas en sus caminos de vida y procurando que descubran a Dios y su amor por cada uno de nosotros.

    Advierto que a través del contenido del artículo se da una visión sesgada de ese camino vocacional, elaborada sobre la base de algunas experiencias negativas de personas que lo han iniciado y luego lo han dejado libremente. Tal vez tendríamos una imagen distorsionada del matrimonio si solo contáramos con el testimonio de quienes han tenido dificultades y experiencias negativas al emprender ese camino, que es también tan atractivo como exigente y requiere de elecciones libres y maduras por parte de quienes lo asumen.

    Lamento esa imagen distorsionada e incompleta que se ha transmitido a través de ese artículo y espero que mi testimonio personal y el de muchas otras personas que viven con alegría este camino vocacional ayude a comunicar toda su riqueza y atractivo[8].

    Alfonso Santiago

    Abogado y doctor en Derecho (UBA)


    [7]. La carta se puede leer en https://www.lanacion.com.ar/opinion/carta-de-lectores/cartas-de-lectores-vamos-a-volver-bipolaridad-peligro-nid21112022.

    [8]. Para profundizar en la riqueza de la vocación propia de los numerarios del Opus Dei, puede consultarse con provecho el artículo Numerarios, numerarias: Apóstoles que dan vida, https://opusdei.org/es-ar/article/apostoles-que-dan-vida-numerarios-numerarias.

    4. Presentación del libro Lecciones de Derecho constitucional

    Es para mí una enorme alegría estar presentando aquí el primer tomo de nuestro libro Lecciones de Derecho constitucional, que expone de modo escrito algunos de los principales contenidos que se desarrollan en la materia Derecho Constitucional I, de las carreras de Abogacía, Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la querida Facultad de Derecho de la Universidad Austral de la que he tenido el honor y la responsabilidad de ser uno de sus fundadores.

    Aquí se condensan los conocimientos y experiencias docentes recogidos desde que comencé a dar clases de esta materia allá por el año 1984, en la cátedra de Derecho Constitucional II de la Universidad de Buenos Aires (UBA), a cargo del Dr. Vanossi, con Alberto García Lema como adjunto. A ellos dos les estaré siempre agradecido por la confianza y la oportunidad que me brindaron cuando aún estaba finalizando mis estudios de la carrera de Abogacía.

    1. Mi vínculo con el Derecho constitucional

    Mi encuentro con el Derecho constitucional comenzó en 1982, año de la guerra de las Malvinas, mientras cursaba, en el segundo año de la carrera, la materia de Derecho constitucional general y comparado en la cátedra del Dr. Rodríguez Galán, con el profesor Luis Bollaert como adjunto. La materia era muy interesante y extensa, y se estudiaba de los tres tomos de la obra Derecho constitucional e instituciones políticas, de Segundo V. Linares Quintana[9], que se destacaba por la gran cantidad de constitucionalistas nacionales y extranjeros que citaba a lo largo de su texto. Este fue mi primer contacto con el Derecho constitucional, que fue la materia que más me interesó, por ese mágico encuentro entre el Derecho y la política.

    En 1983, año de las elecciones y del retorno a la democracia, cursé la materia Derecho Constitucional II o Derecho Constitucional Argentino, como antes dije, en la cátedra del Dr. Vanossi. Mientras él encabezaba la lista de los diputados de la Capital Federal del radicalismo, Alberto García Lema, su adjunto, participaba activamente en la campaña a favor de Ítalo Luder, candidato del justicialismo; un muy buen ejemplo de pluralismo y armónica convivencia académica que siempre me ha iluminado.

    En 1984, se abrió la posibilidad de que los alumnos fueran ayudantes de cátedra, y entonces tomé contacto con Alberto García Lema, quien me abrió las puertas de la comisión a su cargo. La primera clase que tuve que dar fue sobre el concepto dialéctico de constitución de Hermann Heller, las relaciones entre constitución jurídica y constitución real, lo que me marcó para siempre en el modo de entender el Derecho constitucional.

    Más tarde, colaboré también con el profesor Pereira Pinto, quien había publicado una obra más sintética que la de Linares Quintana, sobre la materia Derecho Constitucional I. Por entonces, concursé y fui designado ayudante de segunda.

    A mediados de 1988, el Dr. Néstor Sagüés se hizo cargo de la cátedra que había ganado, y ya con la entrada en vigencia del nuevo plan de estudios de 1985, me ofreció ser adjunto interino; puesto que ocupé desde 1989 hasta 1994.

    2. Génesis e identidad de la carrera de Abogacía de la Universidad Austral

    En 1991, habíamos empezado la Universidad Austral y el dictado de la maestría en Derecho Administrativo. El entonces ministro Antonio Salonia no nos permitió en ese momento comenzar con la carrera de Derecho porque consideraba que ya había una oferta muy grande en el área de Buenos Aires. Tuvimos que esperar a que se alejara del cargo, y con la llegada del nuevo ministro, Jorge Rodríguez, lo volvimos a intentar. Finalmente, en 1994 fue aprobada nuestra nueva carrera de Abogacía, que se inauguró en marzo de 1995 con la presencia del entonces presidente de la Nación, Carlos Menem.

    Me tocó liderar el diseño de la nueva carrera, proponiendo la misión y objetivos, el plan de estudios, la metodología de enseñanza, la elección del nuevo claustro, etcétera. Fue una tarea muy grata, realizada junto con quienes en ese momento integrábamos el Consejo de Dirección de la naciente Facultad: los Dres. Roberto Bosca, como decano, y Alejandro Laje, como secretario.

    Tres fueron y son los rasgos centrales del proyecto de la carrera: brindar una formación integral a cada alumno, fundarnos en una visión problemática del Derecho y promover la utilización de metodologías activas, participativas, críticas y prácticas en la enseñanza del Derecho, con particular hincapié en el método del caso.

    En primer lugar, el objetivo siempre ha sido ofrecerles a nuestros alumnos, tanto de la carrera como de toda la Universidad, una educación centrada en cada persona, en cada uno de ustedes, y brindarles una formación personalista, personalizada y personalizante.

    Personalista, porque nos basamos en una concepción rica e integral de la persona humana que apunta a llegar, en el proceso formativo, a todas sus dimensiones, no solo a la intelectual o profesional. Se trata de ayudar a formar convicciones firmes y profundas, ya que educar y liderar es seducir con las propias convicciones y la propia ejemplaridad. Intentamos transmitir que el ideal de que la igual e inviolable dignidad de la persona humana es el principio y fin de toda política pública y de todo el ordenamiento político y jurídico de nuestro país. El propósito es educar no solo en el qué y el cómo de las instituciones jurídicas, sino también en los por qué últimos y definitivos, ya que son esos motivos valederos los que hacen surgir lo mejor de cada uno de nosotros. Es el cultivo profundo de las propias facultades espirituales lo que nos permite trascender lo inmediato, lo superficial, lo instantáneo, lo anecdótico, las sensaciones de cada instante, los intereses egoístas e individuales, y aun la tentación de la corrupción, para lograr encarar de modo estable proyectos grandes, arduos y que realmente valgan la pena. Decíamos que debíamos ofrecer una formación humanista, propia de todo universitario; una muy buena formación jurídica general, propia de todo buen jurista; y una formación en la práctica profesional, propia de todo buen abogado. Los estudios especializados o de orientación jurídica los dejábamos para el momento de las carreras de posgrado.

    También deseamos brindarles una formación personalizada porque pretendemos crear con cada uno de los que participan de nuestro proyecto universitario un vínculo personal y permanente, y no meramente funcional y transitorio. En educación, es muy bueno saber contar solo hasta uno, que cada alumno sea una persona, un rostro humano único, nunca un número de serie.

    Finalmente, hablamos de una educación personalizante porque queremos contribuir a que cada uno descubra sus propios talentos, su genio, aquello que lo hace único e irrepetible, se apodere de ello, lo cultive y lo ponga al servicio de la sociedad.

    En segundo lugar, partimos de una visión problemática del mundo jurídico. Podemos señalar que existen dos visiones alternativas y, en parte, complementarias de la realidad jurídica. El Derecho puede ser visto y definido, en primer término, como un conjunto de normas que regulan la conducta humana y la vida social. Podemos denominar esta concepción como la visión sistemática del Derecho, ya que la realidad jurídica aparece definida básicamente como un sistema de normas, de reglas generales que pretenden ordenar la convivencia social. Alternativamente, podemos considerar inicialmente la realidad jurídica como el conjunto de problemas humanos, en sentido muy amplio, que deben ser resueltos con justicia para lograr la coexistencia armónica de las personas y grupos sociales que conviven en una comunidad política. Esta es la visión problemática del Derecho, donde el foco principal de atención del análisis jurídico se sitúa no ya en las normas, sino en la resolución justa de los diversos problemas reales y concretos que plantea la convivencia humana[10].

    Estos dos enfoques, que no son necesariamente excluyentes, condicionan el modo de aproximarnos y definir el fenómeno jurídico, al igual que los modos de concebir y realizar la investigación jurídica, la enseñanza del Derecho y el ejercicio de las distintas profesiones jurídicas, como las de juez, abogado, fiscal, legislador, funcionario público, escribano, etcétera.

    Contra lo que, a primera vista, podría parecernos a nosotros, hombres de la modernidad jurídica, el momento histórico inicial del Derecho se corresponde más con la visión problemática. Dado el carácter conflictivo propio del comportamiento humano, siempre que ha existido convivencia entre los hombres han surgido, y siguen surgiendo, problemas y conflictos que deben ser resueltos por la autoridad que asume el gobierno de cualquier organización humana.

    Aun antes de que en las diversas organizaciones humanas se sancionen las primeras normas escritas por las que ellas se rigen, surgen los problemas humanos de convivencia, y ellos deben ser resueltos con justicia por alguna clase de autoridad, de modo que se superen los conflictos y se recree la armonía y la paz grupal. Las normas generales suelen llegar en un segundo momento como modo de prevenir, encausar y solucionar los conflictos, y de recoger con cierta sistematicidad las experiencias adquiridas previamente en su resolución[11].

    El problema suele preceder, aunque no siempre, a la norma. Como afirma el Digesto, non ex regula jus sumatur sed ex jure quod regula fiat[12]: no es de la regla de donde procede el Derecho, sino que, por el contrario, la regla, la norma, ha tenido su origen en la solución justa de los casos concretos. En el mismo sentido, ha sostenido en nuestros días Eduardo García de Enterría que la ciencia jurídica ha sido siempre, es y no puede dejar de ser, una ciencia de problemas singulares[13].

    Podemos, por tanto, concluir que in principium erat casum y que el Derecho sigue siendo una ciencia práctica orientada a la resolución de problemas concretos, del mismo modo que la medicina busca prevenir, curar y remediar las enfermedades humanas concretas y no debe ser confundida con las ciencias básicas con las que está relacionada y que le sirven de fundamento (la biología, la bioquímica, la física, etc.).

    En un determinado sistema jurídico puede faltar la constitución y las leyes generales escritas, pero nunca puede faltar para su operatividad la instancia de los jueces que deciden y resuelven los problemas concretos que le someten las partes[14].

    Con sabiduría y sencillez casi inigualables, los romanos afirmaban: ubi homo, ibi societas; ubi societas, ibi ius. El Derecho surge connaturalmente con la existencia de la sociedad, con la coexistencia humana. Con osado atrevimiento, me animo a introducir algún elemento adicional en ese parco adagio latino: ubi homo, ibi societas; ubi societas, ibi lis (de lis, litis: controversia, conflicto); ubi lis, ibi ius. Donde hay hombres, hay coexistencia humana, vida social. Donde hay vida social, hay conflictividad[15], problemas que requieren soluciones justas.

    Precisamente para solucionar esta necesidad humana y social surge espontáneamente el Derecho, que en su origen y realidad última no es otra cosa que la solución justa a los conflictos concretos que se dan en el seno de una sociedad. Se puede pretender resolver los conflictos humanos bien por medio de la violencia, por la fuerza, o bien mediante el Derecho, acudiendo para ello a procedimientos y razones comunes que permiten de modo civilizado y humano superar las naturales diferencias propias de toda convivencia humana[16]. Ese modo propio del Derecho de resolver los problemas utiliza el diálogo, la racionalidad y la argumentación para llegar a soluciones razonables que buscan recrear autoritativamente la armonía social alterada.

    La complejidad propia de una sociedad de dimensiones amplias, como puede ser la urbe romana o el Estado moderno, lleva consigo la complejidad y el desarrollo de todo el sistema jurídico. Para prevenir y solucionar mejor esos conflictos, y para promover la cooperación entre las conductas humanas, se dictarán normas que ordenen de modo general las diversas situaciones y relaciones humanas que se dan en la sociedad[17]. Esas ordenaciones generales muchas veces recogerán las soluciones que, en la experiencia histórica, fueron dando a los casos concretos quienes tenían a su cargo resolverlos. Surgirán también quienes estudien de modo científico esas soluciones y den sus opiniones o formulen críticas. Esta es la función propia de la doctrina jurídica.

    Todo este proceso se advierte con bastante claridad si se estudia el origen y el desarrollo del Derecho romano, el gran monumento jurídico de la antigüedad y nutriente siempre vivo de nuestros sistemas jurídicos occidentales.

    La llegada de la modernidad, y de modo especial del racionalismo, trajo como consecuencia el intento de centrar toda la atención del proceso jurídico en la ley. Esto se vio agravado por dos circunstancias históricas:

    a) la aparición del Estado moderno, que intentó monopolizar la creación del orden jurídico, arrogándose de modo exclusivo la potestad legislativa y reduciendo o subordinando las demás fuentes del Derecho a la ley;

    b) la imposición del modelo matemático de ciencia en todas las áreas, incluida la jurídica. Ello motivó la búsqueda de lo universal, de lo claro y distinto, de la derivación lógica, y el rechazo de lo particular y concreto, de lo opinable y prudencial, en definitiva, de lo propio de la razón práctica[18].

    Todos estos factores desembocaron en el intento utópico de la codificación y la exégesis: se pretendía de modo anticipado prever todas las potenciales situaciones y conflictos y darle una única solución posible a cada una de ellas[19]. El juez, mera voz de la ley, limitaba toda su tarea a encuadrar el caso en el supuesto previsto y deducir la consecuencia. Si bien la práctica judicial se encargó de demoler tal intento, sin embargo, los resabios de esta concepción racionalista y legalista llegan con fuerza hasta nuestros días[20] e inspiran aún hoy muchos de los moldes jurídicos de las distintas disciplinas del Derecho.

    Sistema y problema se reclaman y complementan mutuamente; son inescindibles e irreductibles el uno al otro. El sistema está elaborado en función de los problemas que deben ser resueltos y hacia esa finalidad se orienta[21]. El problema reclama de un sistema para que se puedan dar respuestas fundadas y satisfactorias a las partes en conflicto[22]. Tanto el legalismo a ultranza, que piensa que el legislador puede pensar a priori todas las respuestas a los problemas que se suscitan y que reduce la tarea del juez al silogismo y la subsunción[23], como la doctrina del Derecho libre, que deja sin ningún marco jurídico a la tarea del juez, son visiones extremas poco realistas para dar cuenta del fenómeno jurídico tal como ocurre en la realidad[24].

    Sistema y problema, interactuando permanentemente entre sí, se enriquecen mutuamente, se mejoran y realizan un aprendizaje continuo que suele llevar a que cada uno de ellos brinde lo mejor de sí. La visión problemática del Derecho no niega al sistema normativo ni deja de ver la trascendente función que cumple en el mundo jurídico. Sin embargo, rechaza considerarlo algo acabado, cerrado, completo. Nos propone, por el contrario, una imagen mucho más real, ya que lo considera algo abierto, incompleto, poroso, evolutivo, dinámico, instrumental. De acuerdo con esta visión, la tarea interpretativa adquiere una particular importancia, ya que el operador jurídico debe emplear activa y creativamente los medios que le ofrece el sistema para colaborar en el cumplimiento de sus fines.

    Finalmente, desde esta concepción del Derecho que ha inspirado nuestro proyecto, era lógico que se promueva intensamente la utilización de metodologías activas, participativas, críticas y prácticas en la enseñanza del Derecho, con particular hincapié en el método del caso.

    3. Los objetivos de la materia Derecho Constitucional I

    En el plan de estudio se previeron dos materias relacionadas con el Derecho constitucional. En Derecho Constitucional I, se desarrollaría la parte general de la teoría constitucional y la parte orgánica de la Constitución, y en Derecho Constitucional II, se trataría todo lo relativo a los derechos humanos, temática que en esos años había alcanzado un notable desarrollo. Se buscaba, por tanto, plantear la materia de Derecho Constitucional I con las pautas generales de la carrera de Abogacía para ser fieles y coherentes con su ADN, con su código genético.

    Luego de casi cuarenta años de mi vida dedicados al estudio del Derecho constitucional y a la docencia, es una alegría poder compartir en este libro algunas de las principales ideas desarrolladas en mis clases.

    No solo me dedico académicamente al Derecho constitucional, sino que profeso públicamente mi profunda adhesión personal a sus principios y fines. Considero que el constitucionalismo es una de las mejores creaciones de la historia de la humanidad, uno de los mejores legados de la cultura occidental, cuyas semillas hoy se esparcen por todas partes del mundo. Tan admirable como que el hombre haya logrado poner un pie en la luna.

    El dictado de una materia y cada una de sus clases no es algo que se imparte, sino que fundamentalmente se comparte con sus destinatarios, cada alumno, en una empresa que es necesariamente común. Teniendo en cuenta esto, quisiera dejar planteados tres objetivos para el proyecto común de alumnos y profesores que es siempre el cursado de una materia.

    En primer lugar, pretendemos que los alumnos puedan conocer las instituciones fundamentales del Estado argentino, su sistema político y jurídico, del que la Constitución nacional es su columna vertebral (visión sistemática del derecho). Conocer la Constitución nacional, cómo ella organiza el sistema institucional y el sistema normativo (Constitución jurídica), y cómo ello se verifica en la práctica histórica y política (Constitución real).

    En segundo lugar, aspiramos a que los cursantes puedan aprender acerca de lo que es el Derecho en general a partir de los conceptos e instituciones del Derecho constitucional. El Derecho se presenta como un instrumento para resolver los conflictos humanos que existen y existirán siempre en la realidad social (visión problemática del Derecho). El Derecho es lo que nos permite vivir pacíficamente respetando nuestra dignidad, y resolver racionalmente los inevitables conflictos de la vida social. En este sentido, el Derecho constitucional realiza aportes muy significativos para conseguir la paz y el orden social.

    Por último, un tercer objetivo común es que los alumnos aumenten su conocimiento y compromiso en el campo de lo público. Esto implica que puedan pasar de ser meros habitantes a ciudadanos comprometidos con su país; que puedan reflexionar acerca de nuestra historia constitucional, nuestro presente y los desafíos que tenemos por delante; que logren convertirse en ciudadanos informados y formados, comprometidos con el bien común político de su país, y con una opinión fundada sobre los temas de debate actual. En suma, argentinos comprometidos con la Nación y con conocimiento suficiente sobre la problemática actual del país y del mundo.

    Dentro de cada uno de nosotros conviven dos dimensiones: la del homo economicus (la persona en su vida privada, atenta a sus intereses personales) y la del zoon politikon (la persona que se preocupa por lo que sucede en la ciudad, en el mundo). Para que una Nación sea viable, es fundamental que el zoon politikon predomine por sobre el homo economicus en una parte importante de sus integrantes, entre los que han de encontrarse los estudiantes universitarios. Ellos integran una privilegiada comunidad de aprendizaje y, por lo tanto, tienen la inmensa responsabilidad de aportar para la construcción de un país mejor.

    Corresponde reconocer y agradecer el trabajo de María Verónica Nolazco, Bernardo Braunstein y Pilar Basilici. Son ellos quienes, sobre la base de mis anteriores publicaciones y los contenidos de mis clases, han redactado la base inicial de este libro, que luego yo he revisado y completado. Sin su aporte, esta obra no existiría.

    A todos los alumnos con quienes he compartido, y con quienes compartiré en adelante, esta fascinante tarea de enseñar y aprender Derecho constitucional les dedico estas lecciones con el deseo de que su lectura despierte en ellos la pasión por el estudio del Derecho constitucional.

    Muchas gracias.

    Bibliografía

    Aparisi Miralles, Ángela, Notas sobre la jurisprudencia como fuente del Derecho, Anuario de Filosofía del Derecho, t. ix, año 1992.

    Ballesteros, Jesús, Sobre el sentido del derecho, Madrid, Tecnos, 1984.

    Esser, Josef, Principio y norma en la elaboración jurisprudencial del Derecho privado, Barcelona, Bosch, 1961.

    García de Enterría, Eduardo, Prólogo, en Theodor Viehweg, Tópica y jurisprudencia, Madrid, Taurus, 1964.

    Hobbes, Thomas, Elementos de derecho natural y político, n.º 7 y 21, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1979.

    Lorenzetti, Ricardo L., Teoría

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