Poemas raros y curiosos

Por Diego Mauricio Barrera Quiroga

Lo raro y lo curioso en la literatura permite otra forma de narrar; otra función paradójica que en este caso gira hacia la experiencia, emoción y reflexión. No hay una linealidad establecida, sino la posibilidad de sumergirse en matices líricos y expresivos que convierten la palabra en temas profundos. En términos poéticos, el libro reconoce con claridad las imágenes, asimismo busca acoger asuntos que abordan momentos vitales. Finalmente, el poemario da la impresión de ser una recopilación  o tránsito escrito en momentos disímiles y articulado a hondas percepciones. 

• Idioma: Español
• Editorial: Editorial de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia - UPTC
• Fecha de lanzamiento: 3 abr 2024
• ISBN: 9789586608411

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Presentación

¿Arranco? El miedo a la hoja en blanco. La soledad de la página. Terrorífico. ¿Tendré el alma débil? ¿Seré cobarde? ¡Todos somos pusilánimes! ¿De qué soy culpable? ¿Hay una fuerza que le hace sitio a los pavorosos dones? Agónica duda. La vista se nubla, el tiempo es de segunda mano, las pupilas se ciñen y los colores se esfuman. He agotado las coartadas. No veo imágenes ni enigmas para acechar como un cazador a su presa. Tengo tanta información que no sé por dónde iniciar. ¿Y si no tengo nada? Reflexiono. ¿Hago una introducción? Esa mierda es lo mismo de siempre. ¿Me preparo un té? No, siempre me quedan feos. En eso (y en muchas otras cosas) dependo absolutamente de terceros. Un desastre. Joven y sujetado. ¿Quién no es un sujeto sujetado? Estoy sentado escribiendo en una pequeña pantalla y sin puta idea para empezar mis apuntes. ¿Respiro despacio? Diego, sea serio. Falta un cigarrillo. Está temprano, pero ese humo picante y caliente lo vale todo. Ya leí. ¿Acaso no es suficiente? ¿Dónde está todo? ¿Por qué se van las palabras? Me siento perdido. Me siento confundido. Me siento en apuros. ¡Bingo! Lo cierto es que no tengo un potrero de palabras que pueda llamar como ganado. Me toca esperar. Difícil momento. La verdad, es que tengo poca paciencia. Madrugué y no escribí nada. El destino jugó conmigo. Sin embargo, regresaré, bendito destino, con unas horas menos de vida, envejecido y buscando en vano el mármol. En poco tiempo despertará Isa. Papá, quiero comer —dirá. Pasaré a la cocina, luego, la acicalaré y terminaré llevándola al colegio. Eso me tomará dos horas, aproximadamente, sin dejar de cuestionarme: ¿cómo abro el texto? Necesitaré más tiempo para pensar y decidir cómo empezarlo. En varias ocasiones he tardado meses, en esta oportunidad, espero no demorar tanto: un azar. No estaré tranquilo; tampoco olvido que llegará la hora temida. Haré de tripas corazón. Eso decía papá cuando la canoa estaba alta. La oscuridad está cayendo y el oriundo cielo se pinta de color. No hay río cerca, pero sí días hondos que comparten ayeres ilusorios. Frente a mí están cultivando un jardín. La tierra se ve negra y menuda. Me parece que crecerán algunas plantas como las que rodean el lugar. Quisiera rosas para verlas ascender y, después, podarlas como corto las palabras: voluntad, azar, sombra y memoria. Sentado, también, recuerdo que espero un jardín de palabras para plantarlas en esta hoja cortés, misteriosa y benigna. No es lisonja, sino prolijidad del