Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

El vidente amateur: Nociones elementales sobre la materia poética
El vidente amateur: Nociones elementales sobre la materia poética
El vidente amateur: Nociones elementales sobre la materia poética
Libro electrónico121 páginas1 hora

El vidente amateur: Nociones elementales sobre la materia poética

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Los textos aquí reunidos son, antes que otra cosa, una serie de creencias. Nociones elementales podría llamarlas con cierta petulancia. Si echara mano del sentido común, simplemente diría, puntos de partida. Desde que empecé a escribir poemas sentí la necesidad de tener un credo, exento de idolatría y fanatismo ciertamente, habitado en cambio de disponibilidad y ligereza, de curiosidad y escepticismo. Réplica, glosa y resonancia de otras expediciones en la materia poética, visualizo este libro como una suerte de palimpsesto; lo que aquí se presenta se lee, entonces, como especulaciones, esbozos, tanteos, inmediaciones, diálogos, ensayos en suma que prueban vitalmente el veneno del acierto y el elíxir del error.
En estas páginas se habla de la poesía en relación con la historia. Desde sus diversos ángulos, la escritura misma y sus tradiciones, el poeta, el lector, la sociedad, el futuro, la traducción o el mercado se perciben en el binomio poesía-historia todo un catálogo de malentendidos, suspicacias y descalificaciones. Sin dogmatismo ideológico, reconozco una ética a la par que una estética en la práctica de escribir poemas; me resulta ingenua, por eso mismo, cualquier militancia política a priori. La poesía no cumple su función social o su milagro laico sin la existencia del otro; pero ese coexistir, es importante remarcarlo, debe ejercerse en un ámbito de libertad y de independencia.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento13 nov 2023
ISBN9786078923663
El vidente amateur: Nociones elementales sobre la materia poética

Relacionado con El vidente amateur

Libros electrónicos relacionados

Crítica literaria para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para El vidente amateur

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    El vidente amateur - Ernesto Lumbreras

    TABLERO DE ORIENTACIÓN

    Los textos aquí reunidos son, antes que otra cosa, una serie de creencias. Nociones elementales podría llamarlas con cierta petulancia. Si echara mano del sentido común simplemente diría puntos de partida. Desde que empecé a escribir poemas sentí la necesidad de tener un credo exento de idolatría y fanatismo, ciertamente, habitado, en cambio, de disponibilidad y ligereza, de curiosidad y escepticismo. Un gramo de certeza rodeado del apetecible e inacabado misterio. Una casa de campaña instalada en una selva de la Amazonia o en un desierto mongol bajo la noche estrellada. Ese territorio del no saber, de lo incógnito y de lo enigmático lo marcaría, para comenzar la faena, con unas cuantas intuiciones y unos pocos saberes o destrezas del oficio del poeta, los suficientes para saber –diría con José Gorostiza– dónde está y de dónde se ha ausentado la sustancia poética que el poeta captura, por fin, a veces, en una red de palabras, luminosas, exactas, palpitantes.

    La escritura poética, al menos en mi caso, ha venido casi siempre de la elección de un cómo, esa trama de posibilidades de la materia y del deseo por ser algo distinguible en el entorno caótico y predispuesto a la homogeneidad según la conveniencia del poder y de la producción. En cambio, el qué está dado como lenguaje llano o codificable, incluso como abstracción del lenguaje mismo a través de alegorías, metáforas, tautologías, símbolos… Ese mismo qué reúne, además de la casa de camping equipada con el más sofisticado equipo de explorador, una brújula –desorientada de su vocación– que, para el caso de la poesía, orienta su manecilla magnética hacia un solo punto cardinal: la aventura y el riesgo.

    Ante de iniciar la lucha con el ángel terrible de la poesía –o con cualquier otra mitología al uso de la moda–, tengo ya un par de rounds ganados por el solo hecho de estar dispuesto a emprender tal travesía. ¿Ilusión de trampantojo o estrategia boxística del contrincante? Como sea, esos dos rounds han sumado puntos a nuestra boleta. No importa si el poema se piensa como lo refiere Edgar Allan Poe en su Filosofía de la composición respecto de El cuervo o si se sueña como lo relata Samuel Taylor Coleridge en relación con la experiencia onírica producida por el láudano que dio origen a Kublai Khan. Esos dos poemas existían ya, como posibilidades discursivas, al interior de la lengua inglesa. En la elección del destino –el tema, la tesis o el argumento– todo autor ha esbozado consustancialmente un plan de escritura. En este punto, el poeta norteamericano es insobornable según lo asienta al comienzo de su célebre ensayo, a veces traducido, tendenciosamente, como Método de composición: Si algo hay evidente es que un plan cualquiera que sea digno de este nombre ha de haber sido trazado con vistas al desenlace antes que la pluma ataque el papel. En tal tenor, una vez que decido que mi poema versará sobre un ciruelo en flor o la melancolía de un sordo o las cavilaciones íntimas de una piedra, he avanzado unos cuantos kilómetros, en línea recta, de bajada y sin pagar peaje. Esos tres temas son los datos duros de posibles poemas, lo otorgado gratuitamente por la lengua de la tribu y sus convenciones tácitas para todos sus hablantes.

    Las búsquedas, los forcejeos, las renuncias y las elecciones sobre el cómo tienen ya otras implicaciones. En ese cómo se reúnen el por qué, el para qué, el desde dónde, el cuándo, el cuánto y otras interrogantes esenciales para situar mi discurso lírico. ¿Situarlo en la deriva y en lo incierto? Ya ese interrogatorio de carácter ministerial o periodístico es también una avanzada, los preparativos necesarios y los primeros tanteos para provocar ¿un temblor de cielo en el lenguaje?, ¿el necesario extravío en la selva selvaggia o en las ínsulas extrañas? o la metamorfosis de las mismas palabras para recobrar, más que una claridad original en su acepción mallarmeana, una potencia religadora –no solo de significados– que cada vocablo de la lengua posee y que el uso social ha empobrecido. En sus Notas sobre poesía, Gorostiza remarca esa navegación a contracorriente en las olas de la lengua tribal para poder dar a la caza alcance o propiciar un entorno de desvanecimiento de significantes: "el interés del poeta no está en el porqué, sino en el cómo se consuma el paso de la poesía a la palabra, ya que esta, prisionera de las denotaciones que el uso general le acuña, no parece facilitar el medio más apto para una operación tan delicada." Si las palabras perdieran de pronto su significado –imagino que gracias a una suerte de lobotomía–, el arte de la poesía se encontraría en las inmediaciones del arte musical, trabajaría con la trama de sonidos y silencios de las palabras, con las sílabas átonas y tónicas de cada vocablo, con sus pausas y sinalefas, con sus diéresis y encabalgamientos, dando lugar a novedosas sintaxis y retóricas en el horizonte de los últimos cantos del Altazor de Vicente Huidobro o de ciertos pasajes de En la masmédula de Oliverio Girondo.

    Para bien o mal las palabras significan y, por lo tanto, el poeta debe lidiar con el toro semántico de su materia prima. Entre el galimatías y la redacción de un manual o de una nota de periódico, la oscuridad y la transparencia de la lengua se ofrendan a la voluntad y al talento del poeta. Poner todos esos asuntos sobre la mesa para discutirlos y sacar dos o tres conclusiones provisionales me resulta fundacional para pedir pista a la torre de control –¿a cargo de Apolo y las nueve musas?– a fin de aterrizar o emprender el vuelo hacia ese otro lugar de la poesía. Y digo preguntarme porque pocas veces me aclaro el misterio de mi cuestionario, sus potenciales bifurcaciones, sus trampas, emboscadas y espejismos, sus saltos categóricos y descensos órficos, sus umbrales y capitulaciones. Soy un hombre que trata de hacer lo que no sabe hacer decía el escultor Eduardo Chillida. A partir de cero afirmaba el músico John Cage. A su manera, esas dos frases son un credo zen y propiciatorio, un punto de partida original y un saber mínimo. A esa claridad iniciática querrían arribar las cuartillas aquí redactadas. Réplica, glosa y resonancia de otras expediciones en la materia, visualizo este libro como una suerte de palimpsesto; lo que aquí se presenta se lee, entonces, como especulaciones, esbozos, tanteos, inmediaciones, diálogos, ensayos en suma que prueban vitalmente el veneno del acierto y el elíxir del error.

    En estas páginas se habla de la poesía en relación con la historia, esa suma de episodios del tiempo lineal que en su devenir –de sangre y poder, de invención y fuego– ha dado lugar a la civilización humana. Desde sus diversos ángulos, la escritura misma y sus tradiciones, el poeta, el lector, la sociedad, el futuro, la traducción o el mercado se perciben en el binomio poesía-historia como todo un catálogo de malentendidos, suspicacias y descalificaciones. Sin dogmatismo ideológico, reconozco una ética a la par de una estética en la práctica de escribir poemas; me resulta ingenua, por eso mismo, cualquier militancia política a priori. La poesía no cumple su función social o su milagro laico sin la existencia del otro; pero ese coexistir es importante remarcarlo, debe ejercerse en un ámbito de libertad y de independencia. Esas dos condicionantes, lejos de levantarse como las columnas de la añorada y vilipendiada torre de marfil, son garantías para el ejercicio ilimitado de la lengua común en el acto de poetizar, sí, la más inocente de todas las ocupaciones a decir Hölderlin en una carta a su madre, divisa retomada por Martin Heidegger para discurrir sobre la esencia de la poesía, un tema irrisorio para las vanguardias –pero también incómodo e insalvable– no obstante que el ensayo fuera redactado en 1916, el mismo año del parto de Dadá. En el texto en cuestión, el filósofo alemán trae a cuentas otra cita del autor del Hiperión –de un texto de 1800, contemporáneo a la misiva materna de la cita anterior– donde se tornan relevantes estas líneas en torno al ser y al hacer del poeta:

    Y por eso se le ha dado el albedrío y un poder superior para ordenar y realizar lo semejante a los dioses y se la ha dado al hombre el más peligroso de los bienes, el lenguaje, para que con él cree y destruya, se hunda y regrese a la eternamente viva, a la maestra y madre, para que muestre lo que es, que ha heredado y aprendido de ello lo que tiene de más divino, el amor que todo lo alcanza.

    Mis cursivas a las palabras de Friedrich Hölderlin ponen en perspectiva varios tópicos que abordaré en las páginas por venir, en especial el relativo al lenguaje y a su calificativo (el más peligroso), puesto que aporta y abona una discusión sobre la materia de la creación poética y sus efectos en el entorno social.

    Para apuntar un tono misceláneo al volumen, decidí incorporar al índice unas traducciones mías del italiano. Se trata

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1