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Balas de medianoche: Los N.N, libro 1
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Libro electrónico312 páginas5 horas

Balas de medianoche: Los N.N, libro 1

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Información de este libro electrónico

Dependiendo de a quién le preguntes, un juego puede llegar a ser mucho más que eso…
Rena es una muchacha que ama los videojuegos y ahora tiene dos vidas: la de Gaia y la del mundo real. De un lado se encuentra con balas, adrenalina, amigos y secretos, mientras que del otro están sus cariñosos abuelos y un misterio que intentará descubrir por su cuenta.
Gaia es un juego de disparos de inmersión completa en donde hay lugar para todo: colisiones de clanes, diversas misiones, amistad a toda prueba, incluso transformación de dinero digital a real y asesinatos. Pero lo que más cautiva a las personas que lo juegan es su historia, una historia en la que están directamente involucrados los N. N., jugadores anónimos con mascarilla y pinta de demonios que no nacen ni mueren.
Déjate sorprender por las balas de medianoche. Ingresa a este mundo repleto de acción, sentimientos y emociones a flor de piel. Viaja por ciudades cubiertas de luz y peligro. Y, ante todo, pronuncia aquella misteriosa palabra que te conecta a una realidad paralela: ¡Engage!
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento30 nov 2022
ISBN9789564062501
Balas de medianoche: Los N.N, libro 1

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    Balas de medianoche - F. Ignacio Quevedo F

    Balas de medianoche

    © 2022, F. Ignacio Quevedo F.

    ISBN: 978-956-406-045-3

    eISBN: 978-956-406-250-1

    Primera edición: Junio 2022

    Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida ni en todo ni en parte, tampoco registrada o trasmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mediante mecanismo fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo escrito por el autor.

    Imprenta: Donnebaum

    Impreso en Chile/Printed in Chile

    Para aquellos que no forman parte de la historia en sí, pero que forman parte importante de la de muchos. Para todos los que sienten que aprovechan su vida y para los que no: dedicado a los que nos sensibilizan y unen: para Tomiii11, un gamer ejemplar, y también para los N. N. del mundo real.

    Índice

    Glosario de Gaia’s bullet

    Beta

    Tutorial

    El último desafío

    Colisión

    Un hombre rudo entra a un bar…

    Genética

    Evento: el último deseo

    Rumores

    Operación Liebre

    El acertijo de un gato

    Blackbirds

    Si te dijera, no me creerías

    Una cita improvisada

    Dónde queda el paraíso

    Bug

    N. N.

    Cachetada

    La mordedura de una viuda

    Nido de cuervos

    Cuento de niños

    ¿De avellana o de avena?

    Midnight Madness

    Lo que te convierte en líder

    Voluntad

    Encargo

    El primer disparo

    Agradecimientos

    Glosario de Gaia’s bullet

    Beta

    Todos han escuchado rumores a lo largo de su vida, algunos están repletos de misterios y otros de chistes que no supieron cómo rematar, pero este en particular se origina dentro del juego más popular jamás creado: Gaia’s bullet.

    Muchos países y comunidades se dedican profesionalmente a jugarlo veinticuatro horas al día, siete días a la semana, y la razón detrás de que todos quieran estar online es el famoso sistema de conversión que permite transformar la divisa digital reckon del juego en dinero del mundo real.

    En una ciudad dentro del país más largo del mundo, una joven se moría de ganas por comenzar su aventura. Había ahorrado mes a mes, aceptando un montón de trabajos aburridos y un sinfín de quehaceres hogareños a cambio de pequeñas sumas de dinero, y todo para poder comprarse la costosa consola que era compatible con Gaia’s bullet. Ella quería sumergirse en los datos del juego y comenzar lo más pronto posible. Quería descubrir sus límites y comprobar por sí misma de qué estaba hecha. Para Rena, cada minuto de su vida en el que no estaba jugando, era un minuto casi desperdiciado.

    Un día por fin pudo conseguir el dinero suficiente. Al fin iba a poder jugar al título que no paraba de salir en las noticias. Era esa tentadora mezcla que resulta al fusionar la adrenalina, los disparos y la estrategia, la que siempre le había llamado la atención con respecto al nuevo juego, juego que para ese entonces ya era mundialmente conocido y tenía cientos de millones de jugadores. Tenía de todo: desafíos, puzles, amenazas y recompensas, justo lo que buscaba.

    La consola que la joven tanto anhelaba consistía en tres partes: unos guantes de sensor de movimientos que tenían unos cables de lo más inusuales, un casco negro cuidadosamente diseñado que dejaba espacio suficiente para un par de audífonos y, por último, el extraño monitor cardíaco que había que colocarse en el pecho antes de encender la consola para conectarse al mundo digital. Hasta el día de hoy, muchos dicen que su funcionamiento continúa siendo un misterio no resuelto, pero la teoría que más se sostiene es que la gente es capaz de mover su personaje dentro del juego gracias a las señales neuronales que su cerebro envía y que el casco percibe. A Rena no podía importarle menos cómo funcionaba, solo quería comenzar a disparar lo antes posible.

    La joven no perdió el tiempo y quiso bajar corriendo las escaleras para contarle las buenas noticias a sus queridos abuelos, pero antes de hacerlo, fue al baño y se enjuagó rápidamente la cara para quitarse las legañas que evidenciaban que se había vuelto a desvelar. Si hablamos de trasnochar, ella tenía un magíster y su abuela la pasaba retando por eso. Rena terminó de enjuagarse la boca y comenzó a correr descuidadamente en dirección a las escaleras. Casi tropieza con un peluche que ella misma había dejado en el piso el día anterior, pero sus rápidos reflejos le ayudaron a sostenerse a último momento. Es bien sabido que unos cuantos peldaños no son dignos oponentes para un adolescente ansioso, y esta no fue la excepción. En cuestión de segundos se reunió en la cocina del primer piso con sus abuelos, allí era donde siempre estaban a esa hora del día. Se asomó por la entrada y los vio haciendo lo que acostumbraban: la abuela preparaba el desayuno mientras se reía de vez en cuando y su abuelo tenía sus ojos puestos en un libro.

    No había sábado en el que sus abuelos no le prepararan dos rebanadas de pan de molde tostadas con una paila de huevos y un té caliente con algunos trozos de canela flotando por aquí y por allá. Su paladar ya se conocía el menú de memoria.

    La joven se sentó a la mesa y saludó a su abuelo, quien ni siquiera alejó el libro que sostenía frente a sus narices; de hecho, Rena ya había sido testigo de que no los soltaba ni siquiera cuando ocurría un terremoto. Muchas veces le había dicho que para él la lectura era la culpable de mantenerlo con vida, que el mundo era demasiado irreal y monótono como para ser cierto y que la verdad se ocultaba en las páginas de lo que la gente llama fantasía. Y muy en lo profundo, Rena había comenzado a convencerse de ese hecho. Pasaba tardes enteras reflexionando en cómo los seres humanos podían mentirse, dañarse y traicionarse los unos a los otros de forma tan natural. Para ella todo parecía sacado de un cuento de hadas, eso sin mencionar El gran glitch, fenómeno que sus padres le habían descrito como uno de los desastres más grandes de la humanidad moderna en su historia. Cuando ella era más pequeña, le habían contado que la humanidad formó parte de un proceso decisivo en donde se tuvieron que cuestionar las diversas sociedades hasta sus cimientos. Que la gente no podía ponerse de acuerdo y el caos estuvo a punto de reinar, a eso le llamaron el gran glitch. El fenómeno había marcado un antes y un después en la historia, y siempre que ella preguntaba, la detenían con la misma frase: A duras penas habíamos logrado sostener los esquemas de organización social, la falta de voluntad casi nos aniquila. Pero Rena súbitamente sacudió la cabeza, volvió en sí y nadó lejos de esos recuerdos. Tenía que volver al tema principal: su desayuno y Gaia.

    Su abuela le estaba terminando de cocer los huevos revueltos y sus ojos se encontraron. Al instante comenzaron a competir a quién pestañeaba primero, como siempre lo hacían, pero el duelo se vio interrumpido cuando la paila comenzó a oler a quemado. Su abuela tuvo que ceder, dejó salir una sonrisa y pestañeó antes que su nieta:

    —¡No fue una pelea justa! —Había perdido el duelo, pero al menos había rescatado los huevos.

    La joven se indignó por un momento, pero luego le respondió con la misma frase que su abuela le soltaba cuando era ella la ganadora:

    —Es cosa de estrategia, jovencita, ya aprenderás.

    Ambas soltaron una risotada e incluso el abuelo de Rena se quitó el libro de encima por unos instantes. Estaba todo listo, el estado de ánimo y la comida, era hora de averiguar el motivo por el cual la más joven del hogar estaba más animada que de costumbre.

    Rena tragó un par de sorbos de té y masticó una de las rebanadas de pan tras haberle puesto huevos encima, pero entonces pudo notar que ambos no dejaban de mirarla.

    —¿Y bien? ¿Qué ocurrió? —preguntó su abuelo al notar que la muchacha no devoraba su desayuno como de costumbre. Su nieta estaba tomándoselo con calma, esa era señal más que suficiente para saber que algo había pasado.

    La muchacha se limpió la boca con una servilleta, se armó de valor y sintió que era mejor decirles más temprano que tarde:

    —Al fin conseguí el dinero, abuelos. ¡Ya puedo comprarme la consola! —tan pronto como lo dijo, observó el rostro de ambos para ver cómo reaccionaban y notó que su abuelo sonrió con orgullo de forma casi inmediata, pero también alcanzó a notar cómo su abuela hizo un gesto de sincera preocupación. Había durado sólo una fracción de segundo, pero eso fue suficiente tiempo para que Rena lo notara.

    La curiosidad la venció y tuvo que preguntar:

    —¿Todo bien, abue? —No podía quedarse con la duda, es decir, nunca antes había visto esa expresión en el rostro amable de su abuela.

    La señora dejó a un lado el té que se había preparado, le dirigió una comprensiva mirada y negó moviendo la cabeza de un lado a otro mientras agitaba suavemente su mano. Era como si hubiera querido restarle importancia al asunto, y en verdad, fuese cual fuese su intención, se negó a hablar y Rena se tuvo que quedar con la duda de todas formas. La muchacha suspiró y continuó contando los pasos necesarios para tener la consola en sus manos; uno de los requisitos era ser mayor de edad para poder comprarla, y eso iba a representar un problema ya que ella aún tenía diecisiete.

    Cuando terminó de entregar todos los argumentos con los que justificaba la compra, desde el cómo el hecho de que ella jugara iba a tener un impacto positivo en la vida de todos, hasta lo feliz que sería, su abuela se paró de la silla y tomó de un hombro a su esposo en completo silencio. Él la miró por unos instantes y con gran pesar tuvo que bajarle los humos a su pequeña en solo tres palabras. Fijó sus ojos en su nieta, tosió un par de veces y luego las dejó salir, así sin más:

    —Tendremos que pensarlo —es justo esa combinación de palabras, una de las peores que se le pueden decir a alguien que añora tener algo hace mucho tiempo y que por fin lo tiene a su alcance.

    Rena no pudo contener su molestia, el brillo que sus ojos tenían al comienzo de la comida se apagó rápidamente y tragó lo que le quedaba de desayuno casi sin tomarle el sabor. Pero ella no iba a permitir que su sueño de convertirse en una jugadora oficial se viera opacado por el solo hecho de no haber nacido un año antes. Ella sentía que había nacido para los videojuegos. Además, sus abuelos la conocían bien, ellos sabían que amaba el riesgo. Por más que le dio vueltas al asunto, no pudo entender por qué le estaban negando la oportunidad, pero tuvo que aceptarlo. Suspiró, y una vez lista, se paró de la mesa, dejó la loza y la taza sucia en el lavaplatos y se fue directo a su habitación. Fue lo más parecido a un berrinche de su parte; si su intención era demostrar que ya era lo suficientemente madura como para tomar decisiones por su cuenta, había fallado de manera rotunda.

    Los minutos pasaron y Rena comenzó a ordenar su habitación, luego hizo un poco de ejercicio y finalmente se sentó a dar vueltas en su silla de escritorio mientras miraba los pósteres de videojuegos que estaban pegados en las paredes. Sus ojos fueron a dar con sus audífonos de color negro con verde. De todos los que tenía, esos eran sus favoritos ya que se los había regalado su madre, y si bien le quedaban un poco ajustados, no dudó en ponérselos.

    Esos audífonos le entregaban una tranquilidad impagable, la aislaban del ruido, pero más importante, del mundo. Su madre le había heredado una técnica de reflexión, y ella había logrado arreglar varias situaciones gracias a la concentración que alcanzaba cuando los llevaba puestos. Por ejemplo, el problema que tenía con los pájaros que la despertaban temprano en las mañanas de fin de semana que solucionó gracias a un simple plan: Creó un sencillo sistema compuesto por un tarro con piedras y una cuerda que daba a su habitación; así, cada vez que quisiera mandar a volar lejos a las aves, ella sólo debía jalar de la cuerdita y hacerlo sonar. Sus abuelos incluso decían que esos audífonos le otorgaban magia e inspiración, y que debía saber aprovecharla.

    Rena dejó pasar las horas mientras jugaba en su computadora, como de costumbre. Luego se recostó sobre el teclado por unos instantes y recordó cómo su padre siempre le recalcaba lo primordial que era la postura a la hora de jugar. Ella debía tener la espalda recta y la pantalla a la altura de los ojos, sólo así podría tener ventaja sobre sus enemigos y cuidarse la columna al mismo tiempo. Ese sencillo acto le permitía matar dos pájaros de un tiro, aunque en su caso, como a ella no le gustaba matar animales, modificó el refrán a darle al blanco dos veces con la misma flecha. En su mente ese refrán sonaba mucho mejor, así nadie inocente tenía que morir… aunque quizás esos pájaros que la despertaban a las ocho de la mañana los domingos eran los candidatos perfectos para ejecutar el refrán de su padre al pie de la letra.

    El tiempo pasó desapercibido hasta que sintió un aroma que subió desde la cocina y le bailó en la punta de la nariz. Su olfato no demoró mucho en reconocer su comida favorita: papas fritas con seitán.

    El aroma era demasiado tentador. Bajó por las escaleras a escondidas y quiso echar un vistazo. Tan pronto como lo hizo, notó que sólo estaba su abuela preparando las cosas y que su abuelo no se dejaba ver por ningún lado. Se asomó lentamente y consultó nerviosa:

    —¿Y el abuelo Henry?

    Su abuela terminó de sacar de la freidora algunas papas que ya estaban listas y le contestó entre el sonido del aceite hirviendo:

    —Salió hace unos minutos, quizás no te diste cuenta por estar jugando tus jueguitos de guerra.

    Efectivamente, ese había sido el caso, pero no era del todo su culpa: es muy difícil escuchar qué ocurre a tu alrededor cuando tienes puestos un par de audífonos, y si a eso le sumas el hecho de estar jugando a algo con explosiones y balas por doquier, es incluso peor.

    Ya eran casi las tres de la tarde y el estómago de Rena dejó salir una queja por la falta de comida.

    —¿Cuándo almorzamos? —consultó, escondiendo su vergüenza.

    —Tan pronto como vuelva Henry, querida —le contestó su abuela sin despegarle los ojos de encima a sus sartenes y ollas.

    Tenía la información que necesitaba, ya no faltaba mucho para el almuerzo. Quiso volver a encerrarse en su habitación, pero sintió que antes debía hacer las paces.

    —Abue… perdón por lo de antes… es que de verdad tengo muchas ganas de jugar a Gaia. Es como si yo no te dejara comprar ese recetario de cocina típica chilena que tanto te gusta, sólo porque a mí no me agraden los libros amarillos. —Había dado un golpe bajo, ella sabía cuánto le fascinaba la cocina a su abuela.

    La abuela sacó los bistecs de seitán del fuego y reflexionó en lo certero que había sido el comentario de su nieta. Tomó aire y le contestó con un tono de voz juguetón:

    —Veo que te hemos criado bien…

    Rena se quedó a la espera de alguna otra palabra que continuara la frase de su abuela, algo así como: y por eso te permitiremos tener la consola que quieres, pero dichas palabras nunca llegaron.

    La joven se resignó, giró sobre sus talones y se dispuso a volver a su habitación usando la capa de la derrota, hasta que, como un niño regresando a casa luego de haber visto a su superhéroe favorito, desde el antejardín escuchó a su abuelo tocar la bocina del antiguo auto de la familia. Rena sabía lo que eso significaba. Cada vez que escuchaba esa melodía en la bocina del auto del abuelo, algo bueno debía ocurrir; una vez le trajo un gatito rescatado, otra un pequeño hámster y otra, un helado gigante para subirle el ánimo. Ella sabía que ese sonido significaba sólo una cosa: buenas noticias.

    Ni siquiera se fijó en si llevaba puestas sus pantuflas y salió corriendo en busca de su abuelo. Henry la estaba esperando con los brazos abiertos y algo detrás de él. La muchacha no lo dudo y saltó a sus brazos, pero el abrazo duró nada más un par de segundos. Henry no alcanzó ni a darse cuenta cuándo Rena ya no estaba abrazándolo, sino que había comenzado a abrazar a la consola y al juego que tanto esperó. Por fin los tenía en sus manos, el destino los había hecho coincidir. La joven no se pudo controlar y le dijo a la consola las primeras palabras que se le vinieron a la mente:

    —¡Mi bebé! —Luego tomó un poco de aire y puso sus ojos en el juego sellado que no dejaba de brillar—. ¡Tú y yo seremos inseparables! —Lo besó.

    Todo era júbilo en el antejardín, el abuelo sonrió e incluso dejó salir una que otra lágrima de felicidad, mientras que Rena no paraba de saltar de la emoción. Pero, en la cocina, ni siquiera el mejor comediante le podría haber sacado una sonrisa a la dueña de casa.

    La abuela de Rena se asomó desde la entrada y soltó un grito que se escuchó en todo el barrio:

    —¡Henry! ¡Vamos a tener que hablar seriamente! —El abuelo tenía certeza de que su plan iba a traerle consecuencias, pero nunca esperó que estas fueran una emergencia nuclear de semejante magnitud. Abrazados, ambos entraron de vuelta a la casa, en donde la chef estrella del hogar los estaba esperando con una cuchara de palo en las manos, sin dejarla de agitar. Primero se dirigió a su esposo—: ¡Tú! ¿En que habíamos quedado con este tema? —El abuelo sólo agachó la mirada. Mientras era sermoneado, Rena trató de escabullirse hacia el segundo piso, pero los ojos de su abuela funcionaban a la perfección a pesar de su edad y la sorprendió de un salto, justo detrás del sillón—. ¡Y tú! —Contuvo el enojo lo más que pudo y recordó a su propia hija, cuando por primera vez había comprado una consola. Inmediatamente algo en ella se suavizó con ese recuerdo—. ¡Sí, tú! ¿Crees que los calcetines se lavan solos acaso? —Rena observó cómo sus pies estaban cubiertos de tierra. Estaba en problemas, había salido sin pantuflas. Cuando la abuela tuvo a ambos a su merced, respiró y pensó en la felicidad de su familia… Debía ser más flexible… Terminó por ceder y suavizó su mirada y se dirigió a su nieta—. Debes prepararte mejor, jovencita. ¡De lo contrario, no durarás ni un día viva en ese jueguito de guerra!

    Los ojos de Rena se abrieron de par en par. La joven saltó a abrazarla con todas sus fuerzas, el abuelo se unió y los tres se sintieron agradecidos por tenerse. Ese día, el almuerzo no pudo ser mejor para Rena, estaba con quienes amaba, comiendo su comida favorita y al fin tenía en su poder la consola y el juego que tanto había esperado.

    Llegó la noche y la joven se despidió de sus abuelos, cerró la puerta de su habitación, se puso los audífonos que su madre le había regalado y se puso a leer cuidadosamente el manual de uso. Estaba ansiosa, pero ella sabía que en los videojuegos los impacientes eran los primeros en ser eliminados, aunque más de una vez se había dejado llevar. Luego de un par de minutos de lectura, encendió la consola con el botón azul que esta tenía y las luces del aparato comenzaron a brillar en múltiples colores. La joven no perdió el tiempo y se puso los guantes, el casco negro y finalmente el sensor del pecho. Cerró los ojos y dio el comando que, de acuerdo a lo que acababa de leer, debía decir en voz alta:

    Engage!

    El aparato comenzó a sonar como si unas turbinas estuvieran a punto de explotar y, en cuestión de segundos, Rena ya estaba siendo transportada al mundo virtual de Gaia.

    Al principio todo era de un profundo color negro, igual que la vida. Estaba tan oscuro que no podía ver casi nada. El tiempo seguía transcurriendo y Rena comenzó a pensar que quizás su juego venía con una falla de fábrica que le impedía arrancar como era debido. Pero, luego de unos segundos, algunos colores y luces comenzaron a aparecer de la nada, y Rena tuvo la sensación de que estaba llegando al final del túnel, que por fin el regalo de sus abuelos se estaba terminando de configurar.

    Una robótica y femenina voz le comenzó a hacer preguntas, y Rena las contestó tan rápido como pudo. Iban desde el país de origen y los idiomas que ella manejaba, hasta una confirmación de su estatura y peso con un sistema de chequeo corporal usando los guantes. Tras haber terminado de contestar la última pregunta, un holograma de una chica pálida como la nieve que llevaba puesta una armadura ligera entre negra y violeta, y que dejaba parte de su abdomen descubierto, se acercó a ella al punto que Rena pudo notar cómo su peinado, que tenía dos largas coletas, no estaba conformado precisamente por pelo, sino que por cables que tenían una entrada tipo jack en las puntas.

    El ser de inteligencia artificial pestañeó un par de veces e inclinó su cabeza para un lado, luego para el otro y comenzó a explicarle las reglas a la joven. Rena asumió que se trataba del NPC que debía darles la bienvenida a los jugadores primerizos. Se miró las manos y comenzó a notar cómo todo se percibía igual que en el mundo real. Sus dedos tenían tacto, podía oler el caucho de la habitación en donde había ido a parar, e incluso sentía la temperatura del aire al entrar y salir de sus pulmones en cada bocanada. Si hubiese tenido que describir esa sensación en solo una frase, ella hubiese elegido la misma que tanto le gustaba a su abuelo: era irreal, pero cierto.

    La muchacha cibernética siguió con los protocolos explicativos y, al ritmo de una música techno, una serie de hologramas relacionados con lo que ella estaba diciendo comenzaron a enumerar lo que hacía a Gaia’s bullet tan único y distinto de los demás juegos del mercado. Rena la escuchó atenta:

    La NPC pasó un dedo por su garganta de forma horizontal y luego tronó el cuello hacia un lado en señal de muerte:

    —Si tu voluntad llega a cero, es game over. Eso significa que no podrás conectarte más en tu cuenta.

    La NPC ahora hizo una equis con ambos brazos:

    —El P. K. está permitido en todo momento, así que cuídate de los demás y evalúa bien en quién confiar.

    Hizo una pausa y retomó:

    —El sistema de conversión de la divisa digital reckon a dinero del mundo real sólo puede realizarse en las máquinas establecidas y la comisión es del 50 %, es decir, la mitad de lo que quieras convertir es lo que llegará a tu cuenta en un plazo de veinticuatro horas hábiles. La otra mitad se considerará parte de los gastos operacionales.

    Esta vez, mucho dinero comenzó a llover desde el cielo alrededor de la joven de armadura y ojos violeta.

    El holograma se guardó un poco de dinero en los bolsillos y continuó:

    —A diferencia de otros juegos, acá las habilidades que desbloquees dependerán de las experiencias que vayas teniendo. Los logros se marcarán en tu piel, ya sea como un tatuaje o una cicatriz. Puedes consultar la sección de simbología en tu menú para saber qué significa cada uno.

    Varias máquinas de tatuaje comenzaron a rodearla mientras emitían el particular sonido que hacen cuando están encendidas y funcionando. Para Rena fue como escuchar a varias abejas bebé aprendiendo a volar al mismo tiempo.

    Pero faltaba algo más.

    —¡Por último! Cualquier arma está permitida, al igual que cualquier método para alcanzar la victoria, por eso siempre le aconsejo a la gente nueva buscar un gremio o un clan para unir fuerzas con otros jugadores. En estos momentos, los cuatro clanes principales son: La Crow Family, Los Howlers, Los Frontliners y las Lightblue Widows. ¡Te deseo éxito en lo que te propongas, bienvenida a Gaia’s bullet! Aparecerás en la ciudad principal en diez segundos. ¡Suerte, jugadora y recuerda no convertirte en una bala más en el cielo!

    Como por arte de magia, la pálida joven se esfumó y Rena apenas tuvo tiempo para inspeccionar su cuerpo antes de que todo se fuera a negro una vez más. Notó

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