Actrices Secundarias
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La música, por otro lado, juega un papel importante en el libro, como lo hace en la vida de la autora. «Es una forma de canalizar mi estado de ánimo. Algo parecido a lo que me ocurre cuando escribo, es una necesidad». Cada uno de los relatos va ligado a un tema musical, lo que confiere un interés adicional a este libro en el que pensamiento y emoción se entretejen, con finales, giros y desvíos sorprendentes.
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Vista previa del libro
Actrices Secundarias - Purificación García Díaz
Purificación García Díaz
Actrices secundarias
© Purificación García Díaz
Autora: Purificación García Díaz
Título: Actrices secundarias
Maquetación: J. Cobos
Edita: Promotora Cultural Malagueña
Coordina: Ediciones del Genal
Colabora: Librerías Proteo y Prometeo
Fotografía de portada: Frank Flores
Photo by Frank Flores on Unsplash
Depósito Legal: MA 1324-2018
ISBN: 978-84-19442-49-9
Impreso en España / Printed in Spain
Primera edición: Málaga, noviembre 2018
Segunda edición: Málaga, noviembre 2019
EDICIÓN ELECTRÓNICA: DICIEMBRE 2022
A mi marido y a mi hijo, porque me quieren y me cuidan.
Con mi mayor gratitud a María.
En mitad del invierno, descubrí finalmente que
había en mí un verano invencible.
Albert Camus
Índice
Prólogo. La voz de cada sombra
Mi amiga Mildred
El inquilino
Blue Moon
El tiempo implacable
Al borde del abismo
Baylla
Jungle de Calais
Un día para recordar
Íntima resistencia
Moscas de compañía
Poética del agua
Un ramo de flores
Darina
Vuelta a empezar
El cuarto de las ratas
Compás de espera
Una vida plena
La creación de lo sagrado
Vacío
Anoche soñé conmigo
La soledad de Aurora
Domingo 25, diciembre
Prólogo
La voz de cada sombra
—No esperes nada, corazón —me dijo. Así arranca El inquilino, la primera microficción que se abre paso dentro de Actrices secundarias. Y, en parte, podría tomarse también como una pauta para comprender a todas esas voces que dan forma a este volumen. Porque Actrices secundarias es, además de un libro de relatos, una declaración de intenciones, una apuesta por las verdades íntimas y por el sonido de todos los fantasmas que nos pueblan como lectores y, también, como seres humanos.
Su artífice, Purificación García, nos lleva de la mano hacia lugares recónditos de una emocionalidad que, como diría Jung, puede abarcar una gran parte del inconsciente colectivo. La duda como una suerte de calambre que, a la postre, nos mantiene vivos; el amor como remanso y, a la vez, como cárcel transitoria; la familia como apoyo y como lastre en ocasiones; la vejez desamparada cuyo punto de fuga empezó a trazarse en la propia infancia; la angustia como una vía de escape que elude a la alegría; el compromiso con la ausencia de aquellos que un día también fueron parte de nosotros y, así, hasta la última página.
Porque Actrices secundarias también es un viaje circular que nos reclama. No en vano, Mildred abre y cierra con una perplejidad ante el mundo que trasluce el candor con el que llegamos a él y con el que, más tarde, lo abandonamos. Mildred como leit motiv y como recordatorio, para el lector, de que la inocencia en la mayoría de casos se confunde con una ingenuidad que no le corresponde. Pronto, sin darnos cuenta, será verano, nos recuerda. Y así es como Purificación García se hace más valiente al desvelar la blancura de infante que nos es propia a todos pero que, sin embargo, olvidamos con tanta ligereza.
Actrices secundarias es, por todo ello, un libro heroico. Nuestro tiempo histórico no es demasiado dado a la verdad, al hecho de hacer visibles esos lugares comunes en los que todos habitamos tan silentes. Purificación García coloca en la posición que se merecen a esas actrices y a esos actores sin los cuales muchas de las estructuras que consideramos perennes se vendrían abajo sin remedio. Yo respiré profundamente, me quité las gafas y cerré el libro, nos habla uno de ellos en La creación de lo sagrado, La abracé fuerte y, presintiendo que aquella tarde pudiera ser la última, no la quise despertar. Porque, a fin de cuentas, ¿hay algo tan necesario como la empatía como el hecho de desvelar que todos somos semejantes?
María Alcantarilla
Cádiz,1 de octubre de 2018
Mi amiga Mildred
A Mildred le pasa como a mí cada vez que se queda sola por las noches. Necesita oír ruidos que la distraigan de sus pensamientos. Y le da miedo la oscuridad. Seguro que ve sombras cada vez que gira la cabeza, como me pasa a mí, aunque solo sea mi pánico escondido por todos los rincones. Ella también lo sabe. Además, yo no puedo ni leer ni escuchar música, porque no puedo hacer otra cosa que tener miedo.
Pero a mí lo que me da más horror es, cuando me levanto para ir al cuarto de baño o a la cocina a beber agua —porque esas noches son precisamente cuando más necesidad de beber agua tienes— y cuando vas andando, ya de vuelta, sientes cómo alguien detrás de ti intenta cogerte, y tú aligeras cada vez más el paso, pero terminas a la carrera por la casa, embutida en la cama y con la cabeza tapada. Luego, sudando, levantas las sábanas por un lado con mucho cuidado y miras con un ojo nada más, para asegurarte de que estás sola. Y te tranquilizas. Y sacas la cabeza entera. Hasta que, agotada, abres el cajón de la mesilla de noche y haces como Mildred, al menos yo hago lo mismo que ella. Abro el cajón y saco una pastilla para dormir. Porque no dormir de noche es malísimo.
Yo también enciendo la luz, como Mildred, no una, enciendo la de la lámpara que hay encima de la cómoda de la entrada, las dos que están sobre las mesas del salón y la de mi dormitorio, la de la mesilla de noche donde tengo las pastillas. Y comprendo a Mildred, porque muchas veces también pongo la televisión para no escuchar el ruido de estar sola. Ese que sientes cuando cruje la madera, o los pasos de la vecina de arriba que parecen sobrenaturales. Que, por cierto, hablando de asuntos sobrenaturales, me acuerdo una vez, cuando Mildred me contó lo del cementerio. (Risas).
[¡Qué cosas se recuerdan…!].
Me contó que, en el día de los difuntos, fue a acompañar a su madre a llevar flores a la tumba de los abuelos y se le hizo tarde. Todos los años iban por las mañanas, pero aquella vez llegaron cuando el sol ya se había marchado y quedaban muy pocas personas que, como el sol, ya se estaban yendo.
—Y se hizo de noche —me contaba la pobre Mildred—, pero mi madre no quería tener que volver al día siguiente. Decía que no se tardaba