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Perfiles de Derecha: Pensando a la Derecha desde la Patria
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Libro electrónico183 páginas2 horas

Perfiles de Derecha: Pensando a la Derecha desde la Patria

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El autor nos invita a revisar y reflexionar sobre un proyecto de renovación cultural a través de sus ensayos.
Perfiles de derecha es un viaje para revisar a través de sus ensayos sobre ciertos autores nacionales que alimentan la defensa de un pensamiento genuinamente soberano. En pos de un renacimiento del sector de cara a la confrontación con el globalismo de organismos internacionales, rescatar la historia conceptual de la derecha chilena, al margen de la ingenua centroderecha fukuyamiana, parece muy necesario en horas cruciales para nuestro país y para el mundo.
Así, desfilan por sus páginas las figuras de Alonso de Ercilla, Mariano Egaña, José Victorino Lastarria, Andrés Bello, Jaime Guzmán y Fernando Villegas, quienes, con su profundo pensamiento, ayudan a rememorar la convicción más importante que debe anidar en el alma del hombre de derecha: comprender en su justa medida la naturaleza de la libertad, cómo ella reverbera en la cosmovisión política de un Estado limitado a través de una adecuada Constitución, entendiendo, a su vez, al enemigo y el papel que a la derecha corresponde al enfrentarle.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento12 oct 2023
ISBN9789566236108
Perfiles de Derecha: Pensando a la Derecha desde la Patria

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    Perfiles de Derecha - Wiliam Tapia Chacana

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    PRÓLOGO

    La pregunta por la identidad es la pregunta por «el ser». Nunca antes en la historia de la humanidad había sido tan difícil responderla tanto a nivel individual como grupal, al tiempo que jamás hubo mayor necesidad de algo fijo o de un mínimo de coherencia entre las palabras y las acciones, es decir entre la definición de cada quien y su relación con el mundo. Y es que la deconstrucción del corpus moral de nuestra civilización ha avanzado con tal radicalidad la emancipación de la persona de su país, su sociedad, su familia e incluso del propio cuerpo, que ya no es el fantasma de Marx, sino del desquiciamiento el que amenaza con hacer saltar por los aires no sólo la superestructura sino toda estructura existente. En este contexto la vigencia de nuestro orden democrático y de los partidos que lo integran se fragiliza hasta la agonía. De ahí que las preguntas por el «ser de derecha» y el «hacer de la derecha» que se plantea en este libro su autor, William Tapia, emerge casi como un resabio de los tiempos que fueron y un cisma de dicha historia con los tiempos que vendrán. A pesar de que, como afirma Guido Girardi el planeta está viviendo un cambio total de ciclo, que para la izquierda deconstruccionista implica un quiebre con toda tradición patriarcal y cristiana, el esfuerzo de William emerge como una contribución al «renacimiento del ser de derecha». La idea es aportar, precisamente, a través de la reconstrucción del puente entre el pasado y el futuro a partir de los perfiles de los próceres chilenos del pensamiento de derecha.

    Hannah Arendt desarrolla parte importante de sus reflexiones en torno al hecho de que la historia política sólo es posible donde existan protagonistas, es decir, individuos identificables, con nombre y apellido y una biografía de gestas que contribuyen al mundo común. Las masas jamás serán sujetos históricos porque, ahí donde cada quien es lo mismo que cada cual, la dignidad humana queda reducida a la de los miembros de cualquier especie, cuyo rasgo característico es que carecen de la capacidad de distinguirse unos de otros. El trasfondo antropológico de las observaciones arendtianas es crucial: los humanos nos distinguimos de las demás especies porque la vida de cada uno de nosotros, en la medida que somos agentes morales, es, potencialmente, materia de una biografía. En otros términos, el nacimiento de cada ser humano comporta el milagro de que alguien único e irrepetible ha llegado al mundo y que nunca hubo o habrá alguien igual. Y es que es imposible que, dadas las características físicas, el entorno, las diversas capacidades y un largo etcétera de aspectos que nos distinguen a los unos de los otros, podamos «ser lo mismo» como lo es un arenque respecto a cualquier otro en un cardumen. Sin embargo, la extrema izquierda se esfuerza por conseguir lo antinatural, un hombre nuevo, que no es más que una repetición incansable de otros a partir de una homogenización que destruye su agencia moral y las facultades a la base del libre arbitrio.

    En las antípodas a este trabajo directo que la ideología totalitaria hace sobre «el ser» destruyéndole y degradándolo hasta extremos cuyos primeros registros los encontramos en los regímenes totalitarios del siglo pasado, el liberalismo clásico no pretende modificar «el ser» sino que pone énfasis en las condiciones que dificultan o facilitan una vida en libertad. En la realización de este propósito se ha encontrado con un aliado político, cual es el conservadurismo. Pero, ¿no eran enemigos ambos bandos? Ciertamente, antes de la secularización del Estado se ubicaban en extremos opuestos, pero una vez caídas las teocracias occidentales, liberalismo y conservadurismo pasaron a constituir dos caras de la misma moneda. Tal como plantea Arendt y queda muy claro a lo largo de los perfiles que contiene este libro, la libertad no puede disociarse de la responsabilidad, ni la paz existe donde no impera el orden de un Estado de Derecho cuyos cimientos son los de una moral compartida, la moral cristiana. Citemos a la pensadora:

    Tanto el liberalismo como el conservadurismo nacieron en un clima en el que la opinión pública oscilaba con violencia y están unidos el uno al otro, no sólo porque cada uno podría perder su sustancia misma sin la presencia de su oponente en el campo de la teoría y la ideología, sino también porque ambos enfoques se ocupan en primer lugar de devolver su puesto tradicional ya sea a la libertad, a la autoridad o a la relación entre ambas.¹

    Entendemos que la clave de la libertad es el Estado de Derecho y esta es una de las ideas fundamentales de la identidad de la derecha política. En el breve diálogo que abre William entre Andrés Bello e Isaiah Berlin queda claro que la libertad defendida por la derecha es la llamada libertad negativa. Hablamos de aquella que podemos observar empíricamente en el marco de un Estado de Derecho sólido que elimina las interferencias externas que afectan a las personas en la persecución de sus objetivos. Las bases morales occidentales del Estado de Derecho contemplan desde la existencia de dos discursos de distinto orden como la episteme propia de la ciencia y la doxa (opinión) que corresponde a la esfera política, hasta los derechos humanos fundamentales, consagrados después de la Segunda Guerra Mundial. En contraste a la libertad negativa que resulta del imperio de la ley, la libertad positiva se refiere a un estado interior que ningún agente externo puede observar o medir. Estamos ante ese terreno que, por ser tan íntimo, nos diría Arendt, no puede formar parte de la Esfera Pública. Y es que la subjetividad en cuyo marco cada persona evalúa el grado de libertad o de sometimiento interior que padece, escapa al mundo común, es decir, a la posibilidad de emitir un juicio o formarse una opinión sobre ello. Nadie puede acceder al corazón humano, afirmamos con Arendt. Sin embargo, en el marco de la cultura de la cancelación, está claro que esta libertad del sujeto ha llegado al extremo de que se ha hecho costumbre inventarse cualquier verdad, transgrediendo incluso las verdades científicas en que ancla nuestro sentido común. Así, la supuesta libertad interior ha triunfado a costa de la libertad política. Otro tanto ha sucedido con los derechos sociales que redistribuyen e igualan los injustos resultados del mercado frente a los derechos políticos. ¿Qué respuesta nos puede dar la derecha ante el uso y abuso de la libertad positiva para avanzar en la destrucción de nuestro mundo común?

    William tiene razón cuando justifica su trabajo, en parte, como un aporte a una discusión aún no comenzada ni siquiera por el Partido Republicano. Y es que las posturas tradicionales, como la relación entre el Estado de Derecho y la libertad en contraste con el libertinaje –proceso de emancipación sin sentido ni fin–, permanecen en silencio bajo el peso de una acción siempre reactiva de la derecha ante el avance de la extrema izquierda.

    Egaña afirma que donde no hay honor ni obediencia a las leyes, no se puede verificar nada. Podríamos decir que en esa frase se resume el mejor diagnóstico de la situación país desde el 18–O en adelante. Sabemos que hubo planificación, que no se trató de un estallido espontáneo y que la casta política, a excepción de unos pocos entre los que se encuentran Republicanos, participó de la destrucción del Estado de Derecho. Extinguido el honor como principio de acción en las autoridades que le entregaron a la extrema izquierda la institucionalidad, se derrumbó el edificio institucional y el país quedó sumido bajo el peso de la noche de esos hábitos inspirados en la cobardía y la pusilanimidad que todo lo esconde bajo la alfombra. La verdad nos hará libres, dicen las Escrituras y es por ahí por donde la derecha debiese comenzar; en otros términos, si quiere defender la libertad, debe levantar con coraje el dedo acusador e indicar quiénes violaron las leyes, destruyendo nuestra estabilidad institucional y la confianza en la clase política. El primer perfil, el de Alonso de Ercilla, comporta la impronta de la necesidad de la verdad en un mundo donde el subjetivismo se impone como barrera en la comunicación humana.

    En última instancia –plantea el autor de este libro– quien maneja las ideas, tiene el poder. Esta frase revela que las personas pueden ser manejadas por ideas de las que no tienen consciencia alguna y es claro el propósito spinozista del presente libro en cuanto a que, ser conscientes de la verdad, redunda en un margen de autonomía del pensamiento, es decir, capacidad crítica de discernimiento, base de la agencia moral. Esta convicción de William lo lleva, como buen filósofo, a «comenzar por el comienzo» es decir, por el mito fundacional de la identidad chilena. Éste se encuentra, a juicio del autor, en la poesía La Araucana donde Alonso de Ercilla crea un mito al estilo rousseauniano atribuyendo al pueblo mapuche cualidades que resultan de una especie de idolatría ideológica. Este primer perfil se distingue de los demás en cuanto a que no nos aporta ideas fundantes de la derecha, pues su objetivo es esclarecer la mentira de un mito que, en formato adolescente, muestra una historia sin matices: los buenos salvajes y los malos colonizadores. De este primer perfil aprendemos a partir de la praxis del mismo William que la verdad es intransable para alguien de derecha. Este punto es de gran relevancia, puesto que la fisura identitaria de nuestro país, establecida desde la división entre amigos y enemigos, es terreno fértil para el triunfo de la extrema izquierda y los discursos de odio y resentimiento que invocaron los demonios en la insurrección del 18–O (muy bien explicada desde el último y más extenso de todos los perfiles, el de Fernando Villegas).

    William cita a Nietzsche quien advierte que el ser humano no soporta dosis muy altas de verdad. Y qué duda cabe, la política es la esfera de la mentira por excelencia. El problema es que, bajo la agenda de los organismos internacionales que promueven la ideología de género, incluso las actividades en las salas de clases del kínder se han politizado. De ahí que la verdad que exigimos a los médicos en un diagnóstico o a los profesores cuando imparten materias escolares, deba ser el parámetro también para la lucha política si es que la derecha quiere subsistir al mundo totalitario que avanza de la mano del globalitarismo e instrumentos como la Agenda 2030.

    La fisura entre globalitaristas que promueven la destrucción de la soberanía nacional y patriotas, ha desencadenado un caos en medio del cual la identidad de la derecha se desdibuja si la entendemos como la defensora de aquella libertad que sólo es posible en medio del imperio del Estado de Derecho. Y es que la soberanía es condición necesaria para hablar de Estado de Derecho. Es en Mariano Egaña, segundo de los perfiles que contiene el presente libro, donde encontramos señales de la defensa de la más importante de las libertades, la libertad republicana, analizada y actualizada por teóricos como Phillip Pettit y Quentin Skinner. Es clave para la reconstrucción de una comunidad de significado de derecha retomar la importancia de la libertad como no– dominación de agentes o potencias extranjeras en las decisiones soberanas del pueblo de Chile. En palabras de Pettit:

    Pero si el ideal republicano de libertad se centra en la no interferencia, tal como lo hace el liberal, ¿cuál es la diferencia entre ambos? La respuesta es que mientras los liberales equiparan la libertad con la ausencia de interferencia, los republicanos la equiparan con estar protegidos contra la exposición a la interferencia voluntaria de otro: estar seguros contra tal interferencia. Libertad en este sentido equivale a no estar bajo el poder que tiene otro de hacernos daño, a no estar dominado por otro.²

    Si tuviese algo que aportar al esclarecimiento del mito fundacional contenido en el perfil de Ercilla sería la invitación a superar nuestra perspectiva de Capitanía General. Ello debido a que mientras no veamos que el flagelo de la ideología de género, del estilo de vida sostenible, del desmantelamiento institucional y la pérdida de la soberanía no es sólo un fenómeno local. Países como Canadá, EE.UU., Alemania y España, entre tantos otros, se enfrentan hoy, al mismo monstruo globalitario y sus mil cabezas. Lo cierto es que, ante la refundación de nuestra cultura cristiana occidental, los chilenos, en especial quienes nos identificamos con la derecha, todavía no se hacen cargo de la intromisión descarada que organismos como la ONU han tenido en nuestro pasado reciente, desde la redacción del Mamarracho rechazado hasta la implementación de la Agenda 2030 que tiene pretensiones de ser una Constitución global y cuenta con el apoyo de la derecha globalitaria. Citemos a Egaña para confirmar que la defensa de la soberanía se encuentra dentro de las ideas matrices

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