Cultura editorial literaria en Colombia: Una historia de editores y editoriales en el siglo xx
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Cultura editorial literaria en Colombia - Sergio Pérez Álvarez
CULTURA EDITORIAL LITERARIA EN COLOMBIA
Una historia de editores y editoriales en el siglo xx
BIBLIOTECA LATINOAMERICANA DE CULTURAS DEL LIBRO
CULTURA EDITORIAL LITERARIA EN COLOMBIA
Una historia de editores y editoriales en el siglo XX
SERGIO PÉREZ ÁLVAREZ
Reservados todos los derechos
© Universidad del Rosario Editorial Universidad del Rosario
© Pontificia Universidad Javeriana
© Universidad Autónoma Metropolitana
© Sergio Pérez Álvarez
© Pablo Montoya Campuzano, por la Presentación
Primera edición
Bogotá, D. C., abril de 2023
ISBN (impreso): 978-958-500-089-6
ISBN (ePub): 978-958-500-090-2
ISBN (pdf): 978-958-500-091-9
DOI: https://doi.org/10.12804/urosario9789585000919
Conversión ePub: Lápiz Blanco S.A.S.
Hecho en Colombia
Made in Colombia
Editorial Pontificia Universidad
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Tel: 601 297 0200, ext. 3113
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Metropolitana
Unidad Cuajimalpa
Av. Vasco de Quiroga 4871
Col. Santa Fe Cuajimalpa
Alcaldía Cuajimalpa de Morelos
C. P. 05348, Ciudad de México
CUA.UAM.MX
Corrección de estilo:
Juan Fernando Saldarriaga Restrepo
Diseño editorial:
Boga visual
Diagramación:
Precolombi EU, David Reyes
Pérez Álvarez, Sergio
Cultura editorial literaria en Colombia. Una historia de editores y editoriales en el siglo XX / Sergio Pérez Álvarez. – Bogotá: Editorial Universidad del Rosario, Universidad Autónoma Metropolitana. Unidad Cuajimalpa, Pontificia Universidad Javeriana, 2023.
– (Biblioteca Latinoamericana de Culturas del Libro).
Incluye referencias bibliográficas.
1. Industrias y comercio del libro – Colombia. 2. Industrial editorial – Historia – Colombia – Siglo XX. 3. Libros y lectura – Colombia – Siglo XX. I. Pérez Álvarez, Sergio. II. Universidad del Rosario. III. Universidad Autónoma Metropolitana. Unidad Cuajimalpa. IV. Pontificia Universidad Javeriana. V. Título. VI. Serie
070.509861 SCDD 20
Catalogación en la fuente – Universidad del Rosario. CRAI
AUTOR
Sergio Pérez Álvarez
Profesor del Departamento de Estudios Sociohumanísticos de la Universidad Autónoma de Bucaramanga. Profesional en Estudios Literarios de la Universidad Nacional de Colombia, magíster en Filosofía por la Universidad de los Andes y doctor en Literatura de la Universidad de Antioquia. Sus intereses de investigación se concentran en las literaturas colombianas y latinoamericanas; los estudios sobre la lectura, la escritura, el libro y la edición; las teorías literarias y de la cultura, y en las humanidades digitales. Cuenta con varias publicaciones en revistas académicas. Melómano, vive con su hijo Matías y tres gatos.
ORCID: https://orcid.org/0000-0003-2592-2602
A Marina y Juan
ÍNDICE
AGRADECIMIENTOS
PRESENTACIÓN
Pablo Montoya Campuzano
INTRODUCCIÓN
La literatura y los estudios sobre el libro
El ecosistema del libro
Limitaciones y orden de los capítulos
1. RASTROS DEL EDITOR MODERNO DE LIBROS EN EL SIGLO XIX EN COLOMBIA
La aparición del editor moderno
Un editor moderno en ciernes
Vergara y Vergara, editor
Los pocos libros colombianos
El impresor-editor
El librero-editor
Algunas conclusiones
2. EL EDITOR EN LA CIUDAD LETRADA
La movilidad de la ciudad letrada
Una escuela tipográfica
Del taller artesanal a la industria editorial
Una nueva generación de autores
Algunas conclusiones
3. LAS PRIMERAS EDITORIALES
Una casa editorial moderna
La creación de un catálogo editorial
La vorágine de editoriales
Una editorial con visión latinoamericana
Una casa editorial moderna en Medellín
Algunas conclusiones
4. EL EDITOR EN EL PROYECTO CULTURAL DE LA REPÚBLICA LIBERAL
La primera colección de autores colombianos
La primera feria del libro de Bogotá de 1936
Un editor moderno en provincia
La relación de un autor y su editor
Algunas conclusiones
5. LA PRESENCIA DEL LIBRO COLOMBIANO
Una política sobre el libro colombiano
Una radiografía de la edición en 1944
Las editoriales australes
Un editor en el exilio en Colombia
Algunas conclusiones
6. SOBRE EDITORES INTELECTUALES
Un mito editorial
Hacia una industria editorial
Tres editores de Medellín
La edición institucional
Algunas conclusiones
7. LOS TIEMPOS DEL BOOM
Un premio literario
Bolsilibros de Bedout
Una editorial del tercer mundo
Del boom y contra el boom
Algunas conclusiones
8. LA CONSOLIDACIÓN DE UN CAMPO EDITORIAL
La edad dorada de la edición estatal
La oveja negra de la edición
Editoriales españolas
Las editoriales independientes
Algunas conclusiones
EPÍLOGO: DEL EDITOR MODERNO AL EDITOR POSMODERNO
CONCLUSIONES GENERALES
OBRAS CONSULTADAS
AGRADECIMIENTOS
Este libro es producto de una investigación que se realizó con el apoyo de una beca de estudios doctorales otorgada por el Departamento Administrativo de Ciencia, Tecnología e Innovación (Colciencias) y la Universidad de Antioquia (2015-2019).
Un importante estímulo para el desarrollo del proyecto fue, a su vez, la Beca de Investigación del Instituto Caro y Cuervo-Ministerio de Cultura en Historia de la Edición en Colombia: Colecciones y Catálogos, que recibí en el año 2017.
Presenté avances preliminares en diversos eventos académicos en Medellín, París, Berlín, Bogotá, Manizales y Pereira. Los capítulos centrales los redacté durante una estancia de estudios en la Universidad Libre de Berlín (2017-2018). Debo agradecer, de manera especial, a la profesora Susanne Klengel y a su grupo de investigación.
La asesoría y la conversación con el profesor Pablo Montoya fueron vitales en la escritura de cada uno de los capítulos.
No podría haber tenido un mejor compañero de trabajo de investigación en fuentes que Juan Carlos Pérez. Aquí van a encontrar, además, muchas de las ideas y reflexiones que desarrollamos juntos.
Quiero agradecerles a los profesores y colegas Iván Padilla, Edwin Carvajal, Olga Vallejo, Javier Fandiño, José Luis de Diego, Patricia Cardona, Juan Guillermo Gómez, Carol Contreras, así como a dos evaluadores anónimos, que me ayudaron en distintos momentos.
También mi gratitud a los equipos de la Editorial de la Universidad del Rosario y la Editorial de la Pontificia Universidad Javeriana, que fueron fundamentales para convertir un documento de tesis en libro y mejorar las primeras versiones. De igual manera, a Miguel Pineda, quien me invitó a participar en la colección Biblioteca Latinoamericana de Culturas del Libro.
Finalmente, el trayecto tuvo sentido por el cariño y soporte de Matías, Rudy, Marina, Juan, Ricardo, y la compañía de algunos amigos y familiares.
…cuando vea el número cincuenta respiraré, como quien llega trepando a un reborde de la montaña…
ÁNGEL RAMA
PRESENTACIÓN
Este es un libro que hacía falta en nuestro mundo académico. Un trabajo que da cuenta de lo que podría denominarse la apasionante aventura del mundo editorial literario colombiano en el siglo XX .
Sergio Pérez Álvarez, apoyado en una investigación seria y rigurosa, no solo describe e interpreta este contorno cultural, sino que, a la vez, y en la medida en que vamos leyendo sus ocho capítulos, nos adentramos en ese panorama, estremecido por proyectos editoriales, azarosas empresas financieras y debates políticos, que hemos convenido en llamar literatura nacional
.
El recorrido ofrecido por Pérez Álvarez se afianza, inicialmente, en una serie de presupuestos teóricos de los más importantes especialistas europeos y latinoamericanos de la historia del libro. Luego, nos muestra, a grandes rasgos, lo que sucedió a finales de la Colonia. En realidad, fue en esa época cuando surgió el incipiente mundo de la edición en Colombia, mundo que se nutrió de las tertulias y las pocas librerías existentes en Bogotá, del ir y venir de las nuevas ideas surgidas en la Europa de la Ilustración, y de la necesidad que tuvieron las élites neo-granadinas de airear sus inteligencias.
Los procesos independentistas y las numerosas guerras civiles del siglo XIX obstaculizaron el buen desarrollo de esa especie de prehistoria editorial. Recordemos, por ejemplo, que mientras México y Chile tuvieron su primera imprenta en el siglo XVI, en la Nueva Granada esta máquina fabulosa de la modernidad solo llegó en el siglo XVIII. Una circunstancia así incidiría para que la relación de los colombianos con el libro literario, y sus modos de hacerse y difundirse en las principales ciudades del país, haya sido ardua y lenta.
Pérez Álvarez ubica, entonces, la consolidación de una cultura editorial literaria entre nosotros en el siglo XX, porque es, en este período, donde se hace ostensible la conformación de la figura del editor profesional. Un editor que ha tenido que capotear la situación económica de un país en permanente crisis y que ha debido presentarse, al mismo tiempo, como un intelectual que sabe de literatura, pero también de política, historia, economía, etc.
La manera en que asistimos al surgimiento y a la evolución del editor es uno de los aciertos más notables del libro. De algún modo, es una radiografía de un universo nuevo —por haber estado invisible durante tanto tiempo para el lector común y hasta para el especialista—, que se erige como un entrañable homenaje a la labor infatigable de esta figura literaria. Sergio nos hace entender que la literatura de un país no solo la realizan los escritores y sus obras. El papel que ocupan los editores, los impresores, las librerías, las colecciones de literatura —estatal o privadas—, las ferias del libro, las revistas y los diarios ha sido fundamental.
Desde la aparición de María de Jorge Isaacs, pasando por la publicación de La vorágine de José Eustasio Rivera, hasta llegar a los años del boom latinoamericano con Cien años de soledad de García Márquez, este recorrido es también una inmersión inteligente en el universo de las obras más distinguidas de la literatura colombiana.
Leer estas páginas es, pues, ser testigo de cómo ha transcurrido un singular itinerario literario, que resulta vital para comprender mejor la historia cultural del país.
Pablo Montoya Campuzano
INTRODUCCIÓN
Afinales de agosto de 2011, el Grupo Editorial Norma anunció el cierre de sus colecciones editoriales de literatura para adultos. La noticia causó una repentina conmoción en el mundo cultural hispanohablante, en especial, en los cuatro países en los que la editorial, de origen colombiano, imprimía y editaba sus libros. Pero después de un par de notas y columnas en la prensa, en las que se coincidía en reconocer la hostilidad de un medio que mide la efectividad de este tipo de proyectos en términos de rentabilidad y lucro capitalista, la noticia pasó a sumarse a la lista de fallecimientos, resurrecciones, nacimientos, que también ocurren a diario en las páginas culturales.
Me llamaron, entonces, la atención dos cosas: primero, en los escasos análisis acerca del impacto y el significado de esta editorial, que puede ser considerada la última sobreviviente del modelo de casas editoriales latinoamericanas del siglo XX, eran muy pocas las referencias a la historia editorial en Colombia y a las raíces que fertilizaron iniciativas de publicación de libros en el país. Segundo, si se excluía a los directamente afectados—me refiero a autores, agentes, editores, libreros, etc.—, los más perjudicados con la noticia, es decir, los lectores, quienes dejaban de contar con el más robusto catálogo de títulos de una editorial local, permanecieron en general en silencio, y parecía que poco dimensionaban el papel que tenían las editoriales en la configuración de una cultura de la lectura y la escritura de textos literarios.
Dentro del marco de mis estudios doctorales en Literatura, en el año 2015, decidí adelantar una investigación con el ánimo de explorar esta historia editorial que, en ese momento, se presentaba como un terreno más o menos desconocido (Pérez 2017). Me motivó, en principio, el breve y estimulante artículo de Juan Gustavo Cobo Borda, Pioneros de la edición en Colombia
(1990). Cobo Borda, ensayista, editor y protagonista de esta historia editorial, menciona varios proyectos y colecciones de libros que desde finales del siglo XIX han contribuido en la promoción y la circulación de obras catalogadas como referentes de la literatura colombiana
.
Examiné con más cuidado, en la extensa y a veces fragmentada bibliografía colombiana, y encontré importantes estudios que ponían en escena un pasado editorial rico e interesante. Además de los artículos de Cobo Borda, sobresalen el ensayo literario acerca del libro en Bogotá, de Gonzalo España; y los trabajos académicos de Renán Silva, Juan Guillermo Gómez, Gilberto Loaiza Cano y Alfonso Rubio. De igual manera, descubrí trabajos sobre la imprenta (Gómez, Higuera, Rubio), librerías (Castillo, García), la industria del libro (Arango, Guerrero, Hoyos), los lectores (Acosta, Muñoz, Silva), los críticos (Jiménez), los escritores (Gutiérrez, Pouliquen), entre otros.¹
No obstante, hallé pocos estudios que brindaran una perspectiva crítica respecto a la aparición y el desarrollo de la figura del editor de libros y de la edición en Colombia en tanto fenómeno cultural. Casi nada se sabía de este personaje y su papel en el desarrollo de la vida literaria e intelectual a lo largo de dos siglos de historia republicana. Nuestro desconocimiento era más profundo en cuanto a la comprensión de la red intelectual que empezó a configurar este agente alrededor de la publicación de libros literarios. En contraste, varios investigadores, en diversos contextos —entre ellos, varios países o regiones latinoamericanas—, ya habían demostrado la pertinencia de estudiar a los editores y a los proyectos editoriales, revelando su importante rol en los procesos de modernización cultural.²
Este vacío en los estudios académicos ha disminuido en los últimos años, gracias a un grupo cada vez más amplio de investigadores que, de manera directa e indirecta, y apoyándose en marcos teóricos y metodológicos de las ciencias sociales y humanas, indagan sobre aspectos relacionados con la edición y con proyectos editoriales específicos. Patricia Cardona, Diana Guzmán, Paula Marín, Juan David Murillo, Miguel Pineda, Felipe Vanderhuck, entre otros, con distintas formaciones profesionales y en distintas direcciones teóricas, han ido allanando una serie de interrogantes acerca del universo del libro, de la escritura y de la lectura en Colombia.
Este trabajo es fruto del mismo entusiasmo por el asunto editorial, síntoma de una época en la que se revisa el papel del editor y se vuelve a validar su importancia. La aparición de un invento tecnológico, tanto o más influyente que el invento de Gutenberg, otra vez pone a pensar en su definición. Sin embargo, a la luz del estado de la cuestión al inicio del proyecto de investigación, debo decir que el objetivo con el cual avancé en la iniciativa fue movido por la convicción de que era preciso comenzar por entender —en un análisis del caso particular colombiano y a partir de ejemplos propios— qué hace un editor de libros y por qué su labor ha sido significativa para la producción, circulación y recepción de textos literarios en este contexto.
Este libro se inspira, por tanto, en una hipótesis que ya parece evidente, pero que no lo era tanto un par de años atrás: me refiero a la idea según la cual, en Colombia, ha venido incubándose una cultura editorial —con raíces que se remontan a su pasado colonial—, y que esta ha cumplido un rol en la configuración de un sistema literario, en el que emerge, por ejemplo, el escritor profesional
, o se posiciona un género, como la novela. Me parecía importante demostrar —y aún lo es— que el editor de libros ha sido familiar en el contexto cultural colombiano —al menos desde la segunda mitad del siglo XIX— y participó activamente en proyectos de publicación de libros desde el siglo XX —antes de la entrada de los emporios de la comunicación y la llegada de la industria editorial transnacional—. Con esto se responde a las voces que tienden a negar esta historia editorial o a minimizarla.³
A continuación, en este libro, presento las trayectorias de algunos editores y proyectos de publicación de libros en Colombia en el siglo XX. Destaco características de estas iniciativas, el contexto sociocultural en el que se desarrollaron, y me aproximo al impacto que han tenido para la promoción de la literatura en las comunidades en las que sus libros han podido circular. Asimismo, identifico fenómenos relacionados con asuntos técnicos de la producción de impresos, problemas en la producción, ferias del libro, desafíos de la distribución, o algunas instituciones alrededor del libro y la lectura, entre otros, que supuse oportuno escudriñar para comprender la manera como se va consolidando un sistema cultural alrededor de la producción, circulación y recepción del libro literario.
Espero que este mapa
—que, como todo mapa, solo puede ser parcial— sea útil y sugestivo para investigadores de los hechos sociales, de las ideas, de la literatura y de la cultura —y, por qué no, más allá de las academias—, que deseen aproximarse a otra ruta que nos permita entender nuestra tradición literaria e intelectual, y que sigue, en muchos sentidos, inédita.
La literatura y los estudios sobre el libro
Para una perspectiva más o menos hegemónica en los estudios literarios, la fuente tipográfica, el color de las páginas, los gazapos encontrados en la impresión, la imagen de la carátula, la venta del libro, incluso el nombre del editor o el traductor son cuestiones anecdóticas, anotaciones eruditas
, detalles irrelevantes al momento de juzgar el valor artístico de una obra.⁴ Contra esta visión que simplifica la historia de la literatura a una cadena consecutiva de nombres y títulos, los estudios sobre el libro, la edición y la lectura han venido insistiendo en la importancia de estudiar los aspectos sociales y culturales que rodean la producción y la recepción de una obra —estudios a veces entendidos como una amenaza a la pureza de la obra
y a su autonomía estética
—.
En principio, al referirse a los estudios relativos al libro, la edición y la lectura, se alude a un extenso rango de tradiciones teóricas que pasan por la historia de la imprenta, la bibliografía analítica, el textual criticism, los estudios biográficos de proyectos o agentes del sector editorial, estudios de bibliotecología histórica e incluso estudios en torno de la recepción literaria. No es posible encontrar una única orientación metodológica o plantear una identidad conceptual a un conjunto tan diverso de perspectivas. Sin embargo, existen una serie de énfasis —o aspectos en común
—, marginados muchas veces en los estudios literarios, que han ido definiendo un campo de estudios en busca de un lugar en el actual concierto de las disciplinas universitarias.⁵
El primero de estos énfasis tiene que ver con la preocupación de los investigadores del libro por traer a la memoria y analizar históricamente al conjunto de personas y agentes que hacen parte de la larga y a veces enredada cadena que va de un autor a un lector. Antes de tenerlo en las manos (o bien frente a nuestros ojos), el libro ha pasado por diferentes mediaciones que están lejos de ser insignificantes. Cajistas, impresores, encuadernadores, traductores, libreros, editores, etc., cumplen un papel en las actividades de transformar el texto en el objeto-libro y, por tanto, tienen una participación en el desarrollo de la forma como circula y se recibe el texto literario. Al prestar atención a estos personajes, en buena medida invisibles en las historias de la literatura o en las historiografías culturales, se evidencia cómo las ideas de un texto no pasan de modo unidireccional, entre la mente de un escritor y un lector, sino que suceden en un circuito comunicativo que opera según las condiciones del medio social. El conjunto de personas que participan de este ciclo y funcionamiento de este circuito, y cuya labor empieza a especializarse en el régimen capitalista, configuran un campo social de producción intelectual.
Tal vez el mejor ejemplo de esta preocupación por el tejido social
que rodea al libro siga siendo el trabajo de Darnton, El negocio de la Ilustración. Historia editorial de la Encyclopédie, 1775-1800 (1978). Robert Darnton, un historiador formado en Harvard y en el periodismo cultural, aprovecha la rica fuente documental de la correspondencia de un impresor-editor suizo involucrado en los proyectos editoriales más importantes de su época, para poner en evidencia la compleja red de conexiones, las dificultades en el taller de impresión, los juegos de poder, las censuras, el desafío económico, entre otros aspectos que rodean la historia editorial de un libro considerado responsable de los cambios políticos y sociales en Francia de finales del siglo XVIII. El trabajo de Darnton sobre la Enciclopedia muestra que este libro, además de ser leído por una élite económica e intelectual, que hasta el momento tenía la única posibilidad de comprarlo —convirtiéndose en una de las empresas comerciales más exitosas de su época—, atravesó distintas capas sociales y generó una influencia que dependió tanto de su específico contenido
como del hecho de que fue un proyecto de publicación en el que participaron muchas personas en su ejecución, así como sirvió de modelo para la mayoría de empresas editoriales de su época.⁶ Para Darnton, más que organizar el catálogo ordenado de editoriales y editores, el estudio del libro se debe enfocar en el análisis del ciclo comunicativo en el que nace, se difunde y se reciben las ideas.⁷
Si el primer énfasis es estudiar al universo social que rodea al libro, un segundo énfasis, visible en los nuevos investigadores del mundo del libro y de la edición, tiene que ver con la idea de que el libro, en tanto vehículo de las ideas, es un objeto sometido a diferentes condiciones materiales.⁸ La disposición de la página impresa, las fuentes tipográficas, la ordenación del libro con sus señas; la relación entre el texto y lo que no lo es (glosas, gráficas, infografías, índices —y algunos de los elementos que, dentro de la lingüística del siglo XX, se denominaron paratextos
—),⁹ sumadas a cuestiones como el tipo de papel, la técnica de impresión o la forma de encuadernación, entre otras, constituyen la materialidad
, que no solo rodea al texto, sino que también incide en su relación con el mundo en el cual es leído. Es interesante notar que muchos de estos paratextos son decididos por el impresor, editor, librero, etc., y no por el autor de la obra, al igual que pueden variar a lo largo del tiempo.
Uno de los referentes principales de este estudio de la materialidad de las obras es McKenzie (1999), un heredero de las técnicas bibliográficas de sir Walter Greg sobre el análisis sistemático de las evidencias físicas de transmisión de los textos.¹⁰ Para Donald McKenzie, los cambios formales (en el caso de Shakespeare, la impresión de cuarto a octavo, la mención de los nombres de los actores en los parlamentos, las didascálicas, entre otros) tienen efectos en la comprensión de las obras: nuevos lectores proponen nuevos sentidos y, con ello, nuevos textos y materialidades. Shakespeare ha sido leído en folio, en cuarto, en octavo, en libro de bolsillo y ahora en digital, y en cada una de estas materialidades —aunque es el mismo autor—, se interpreta o se adapta según el contexto donde circula. Incluso el Shakespeare que leemos hoy, de alguna manera, escribe como un contemporáneo.
Por esto, a diferencia de la tradición filológica clásica, y tomando principios de crítica literaria, para McKenzie, en vez de cancelar el curso de enmiendas, tergiversaciones o malentendidos presentes en el texto, en búsqueda de la versión original
de la obra, la labor del investigador del libro debe consistir en analizar y entender el motivo de las principales variantes, y ver de qué manera establecen un diálogo con su presente histórico y social. El estudio de la edición, en ese sentido, enriquece la comprensión de los sentidos y usos de la obra, y también ayuda a entender la sociedad en donde circulan y son interpretadas (1999, 23).¹¹
El tercer énfasis de las investigaciones más recientes acerca del libro tiene que ver con la manera como estos son precisamente recibidos o interpretados. Chartier (1994, 20) ha insistido en situar a la lectura en el centro de las preocupaciones historiográficas sobre el libro. Desde su perspectiva, no basta con entender el desarrollo tecnológico del impreso, describir las prácticas relacionadas con la impresión o la distribución de los libros, o historiar una serie de personajes y profesiones curiosas
; esto no tiene sentido, si no nos ayuda a comprender cómo dicha tecnología afecta las representaciones y sensibilidades de una persona o una comunidad. Con respecto a esta línea de acción, si bien el estudio del contenido de los libros o su forma material resulta importante, para Chartier, el análisis debe estar en función de explicar cómo las materialidades inciden en la formación de la conciencia, de uno o un grupo de sujetos, en medio de unas circunstancias históricas determinadas.
El acento en los lectores subraya su preocupación por el uso del libro, más que su posesión; por las maneras de leer, más que confirmar la repartición de los libros de acuerdo con la posición económica o de clase. La materialidad de las obras da indicios de sus potenciales lectores. Los lectores han dejado, aunque pocos, testimonios valiosos sobre su manera de leer, así que también tienen la oportunidad de ser historiados.¹²
El énfasis en el lector y en la lectura como fenómeno ha puesto de relieve la importancia de estudiar al texto literario, más que en la búsqueda de la verdad del texto, en sus modos de apropiación
, y la manera como se vinculan los lectores a comunidades de interpretantes, cuyas formas de interacción con la historia literaria son más complejas que las de una cadena lineal de nombres y obras. Algo que está en la nuez del estudio precursor de Martin y Febvre, La aparition du livre (2005 [1958]), en el que se inaugura esta nueva perspectiva para abordar al libro en su materialidad y en su dimensión cultural.¹³
La originalidad del estudio de Martin y Febvre radica en llamar la atención en torno a la doble naturaleza del libro: si la atención crítica sobre el libro recaía en el juego de representaciones asociadas a la interpretación de los signos en el espacio de las ideas (historia literaria), o se destinaba a registrar la secuencia de autores y títulos (bibliografía), o se dirigía a las transformaciones técnicas (historia de la imprenta), las preguntas que persiguen el estudio de Martin y Febvre son: ¿cómo afecta la producción del impreso al mundo de las ideas? ¿Cómo se relacionan estos universos analizados casi siempre de manera independiente?
Este texto gravita en los presupuestos teóricos abiertos por las más recientes investigaciones sobre el libro, la edición y la lectura, que inaugura el precursor libro de Martin y Febvre, pensados desde la literatura y para el caso colombiano. En este sentido, espera contribuir a iluminar la red intelectual que se teje alrededor de las actividades de publicación, divulgación y recepción de libros literarios, a partir de la exploración de la figura del editor de libros y su papel como eje articulador de un sistema de relaciones en torno a la lectura y la escritura de textos literarios. Así mismo, tiene la pretensión de indagar por la dimensión material
de las obras y las determinaciones de su condición de objeto.
Se estudia cómo las innovaciones tecnológicas, los insumos como el papel o materiales de fabricación, el diseño editorial, los mecanismos de distribución y comercialización, los paratextos —es decir, introducciones, dedicatorias, vocabularios—, entre otros aspectos relacionados con la forma material de los libros, revelan características particulares sobre la producción literaria en el contexto local, y han sido definitivos en la transmisión y la apropiación de las obras.
Finalmente, a través de este trabajo, se estudia cómo estos proyectos editoriales propician la aparición de comunidades de lectores, y su incidencia en la construcción de las nociones de autor y de obra literaria colombiana.
El ecosistema del libro
Uno de los conceptos centrales de este libro se nutre, en lo fundamental, de la noción de campo editorial, introducida por el sociólogo Pierre Bourdieu.¹⁴
En Las reglas del arte (1995), a partir de las condiciones de producción de las novelas de Flaubert, Bourdieu estudia la aparición, al interior de la sociedad francesa, de un campo literario
, que se distancia de la esfera del poder económico y político, y comienza a desarrollarse según un tipo nuevo de capital y de intereses.
Contra la postura clásica de la sociología de la literatura —según la cual la relación entre literatura y sociedad se reduce al análisis de las condiciones de clase de un autor, su concepción de mundo y la manera como esto se refleja en la obra (Lenin)—, para Bourdieu, una obra se encuentra afectada por un sistema de relaciones sociales, determinadas por la creación como acto comunicativo y por la posición que asume el artista en una estructura de poder, que empieza a jugar según reglas particulares. La emergencia de un mercado literario
, en el Segundo Imperio francés, reemplaza el viejo sistema de mecenazgo aristocrático y estructura un campo de fuerzas
que pone en una situación de competencia
intelectual al escritor, quien debe debatirse en la lucha por la legitimidad intelectual o artística, más allá de sus relaciones con la esfera política, a la cual estaba inscrito su quehacer en el Antiguo Régimen.
Para el funcionamiento de este campo literario francés —un proceso localizado históricamente por Bourdieu—, será definitiva la aparición de una serie de agentes, entre ellos el editor, quien se encarga de la mediación entre el producto literario, el lector y el mercado. Bourdieu pretende establecer una relación directa entre el surgimiento de este campo literario, integrado por ese conjunto de agentes involucrados en la producción y la circulación del libro (que se convirtió en el principal producto literario durante un largo periodo en Europa), con el desarrollo de una literatura que revela características y complejidades que podrían calificarse como modernas
.
La modernización, en ese sentido, además de un problema conceptual, es el producto de un conjunto de prácticas, representaciones y habitus, en relación con la lectura y la creación literaria, que surgen en torno a la producción, distribución y recepción del impreso.¹⁵ Para que la literatura, en el contexto francés, ocupe un lugar central en el imaginario social, se requerirá entonces un proceso de desarrollo no solo de los conceptos e ideas, sino también de una infraestructura social que active una relación distinta con el texto escrito. Los editores publican a los autores literarios y posicionan a la lectura en una actividad importante para la vida social contemporánea. Las comunidades de lectores, configuradas alrededor de estos proyectos editoriales, son las que han definido quiénes hacen parte de eso que se ha denominado en abstracto literatura nacional
.
Bourdieu habla propiamente de campo editorial
en uno de sus últimos trabajos. El profesor del Colegio de Francia estudia 61 editoriales francesas de literatura y analiza sus publicaciones entre julio de 1995 y julio de 1996. Su trabajo revela que la decisión de los editores, en relación con los libros que editan y publican, no depende de sus decisiones autónomas, sino de una estructura subyacente que las organiza y que, de alguna manera, las explica, en relación unas con otras.
En esta investigación, Bourdieu retoma la noción estructural
de campo y despliega todo su andamiaje de conceptos (tomas de posición, habitus, capital simbólico, etc.), para describir la configuración de un sistema, en este caso editorial, que funciona de un modo más o menos orgánico. El título de su trabajo, Una revolución conservadora en la edición
(Bourdieu 1999), alude a la dinámica en la que se inscriben pequeñas editoriales francesas, que hacen pequeñas revoluciones
, al descubrir y arriesgar su capital
por autores nuevos, pero que después, por la lógica del sistema, estos autores transitan a las grandes editoriales, beneficiando a las editoriales con mayor músculo financiero.¹⁶ A pesar de que su objeto de atención transcurre casi cien años después de los libros de Flaubert, vuelve otra vez a demostrar la importancia que tienen los editores y las editoriales de libros para mantener la salud literaria
y la bibliodiversidad
a flote, que es fundamental para una cultura como la francesa, en la que el libro sigue siendo su símbolo civilizatorio por excelencia.
En este trabajo, Bourdieu comienza con una definición del editor, que sirve de partida y de llegada también para este libro:
El editor es el que tiene el poder totalmente extraordinario de asegurar la publicación, es decir, de hacer acceder un texto y un autor a la existencia pública (Öffentlichkeit), conocido y reconocido. Esta suerte de creación
implica la mayoría de las veces una consagración, una transferencia de capital simbólico (análoga a la que opera un prefacio) que es tanto más importante cuanto quien la realiza está él mismo más consagrado, especialmente a través del catálogo
—conjunto de los autores más o menos consagrados— que ha publicado en el pasado (1999, 223).
El concepto de campo es uno de los más versátiles en la teoría crítica contemporánea. Nos permite describir la configuración de un espacio social
alrededor de un conjunto de prácticas y representaciones definidas.¹⁷ Al ser una perspectiva, varias veces trabajada, que ha tenido también una repercusión amplia en América Latina, creo que no es necesario reiterar su importancia, ni hacer una explicación sistemática sobre la teoría.¹⁸
También prescindo de este análisis porque, si bien este libro se inspira en Bourdieu, no puede ser clasificado como bourdieusiano en sentido estricto; es decir, el lector no encontrará un despliegue de todos sus conceptos y una explicación de cada uno de los elementos que el teórico francés estima requisitos indispensables y constituyentes del campo. Adopto su postura en un sentido más bien general. Esto, por dos razones principales: la primera surge de una de las discusiones frecuentes relativas a la teoría de Bourdieu de parte de la sociología de la literatura latinoamericana, y es si puede encontrarse un campo literario que responda a la homogeneidad y la coherencia del modelo descrito para el caso francés (Altamirano y Sarlo 2001, 32). La separación de roles y de agentes parece no darse de manera tan nítida en los contextos latinoamericanos, y la existencia de instancias como las de un mercado literario
, que posibilite la autonomía institucional de los escritores —al menos en el caso colombiano—, es un fenómeno visible hasta muy entrado el siglo XX.
Contra esta versión autotélica del campo, según la cual este solo puede explicarse por unas reglas de funcionamiento más o menos definidas de antemano por el propio Bourdieu, autores como Dubois (2014 [1978]) han introducido la idea de institución de la literatura
, o recientemente Vaillant (2010), la de sistema comunicativo literario
, para remarcar cómo la literatura es un sistema socializador que organiza sus propios modos de funcionamiento, que siempre mantiene una relación porosa, de mutua influencia, con un espacio social particular. En lugar de pensar en un proceso lineal —y terminado de autonomización advierte Vaillant—, resulta más claro, y de seguro más prudente, plantear la hipótesis de una sucesión, históricamente analizable, de diferentes formas de estructuración del sistema literario en el que cada uno determina sus propias formas de legitimación y autonomía
.¹⁹
Este texto adopta la noción de campo literario, en su cercanía con la idea de sistema literario, o en su forma más orgánica de eco-sistema, que algunos sostienen que surge incluso antes del concepto de Bourdieu, y que han planteado otros teóricos literarios latinoamericanos.²⁰ Creo en la vocación estructural de la propuesta de Bourdieu, pero entiendo que se debe ser flexible al contexto y a unos procesos de institucionalización de la literatura particulares. Al fin y al cabo, lo más interesante de este libro, más que comprobar la teoría del sociólogo, consiste en reconocer la naturaleza singular de la historia editorial de la literatura en Colombia, producto de una no menos singular historia política, social y económica. En nuestro caso, sería ingenuo desconocer las relaciones simbióticas entre élites políticas, económicas e intelectuales; o afirmar, sin más, la presencia de instituciones culturales fuertes y autónomas, cuando son frágiles o están ausentes incluso hoy en día.²¹ De hecho, resulta apresurado defender la existencia de una industria editorial capitalista
en Colombia, cuando todavía son muy pocos los escritores que viven de lo que escriben, y en el pasado, los casos son aún más excepcionales.
Sin embargo, una actitud en exceso escéptica acerca de la historia cultural colombiana puede llevar al que considero el otro de los malentendidos cuando se asume la teoría del campo literario
en un sentido inflexible. A la luz de la precariedad
del contexto cultural colombiano, sobre todo en las odiosas comparaciones con otros escenarios culturales —en especial el europeo—, solo podría identificarse un campo literario, en un sentido formal y pleno, hasta bien entrado el siglo XX —algunos conservadores del modelo creerían que solo ocurre hasta el siglo XXI—,